evangelio
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Respondió Jesús: «La obra que Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado». Le replicaron: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer “». Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás». comentario
Como a la multitud que contempló el milagro de la multiplicación de los panes que precede al pasaje, puede ocurrirnos, que generalmente en nuestras búsquedas nos mueva el interés por erradicar nuestra precariedad. Lo que fue un “signo” de algo más profundo puede entenderse a nivel superficial como le ocurrió a la muchedumbre que buscaba a Jesús. Aquel al que apremiamos para que satisfaga nuestras carencias humanas. Es difícil buscar a Jesús por Jesús. El mismo nos lo reprocha: “Me buscáis porque habéis comido el pan que os di.” Buscadme por mí mismo. También nosotras podemos buscar la compañía de Dios en nuestra vida para estar bien al modo humano, con todo cubierto. Sin embargo, cuando ahondamos en nuestro interior, reconocemos en nuestro corazón una nostalgia que va más allá de los deseos humanos y materiales. Descubrimos en lo más íntimo de nuestro “yo” que nada sacia del todo porque lo que nuestro corazón anhela está más allá de lo que la vida aquí es capaz de ofrecernos. Jesús nos insinúa ser Él este alimento, como leemos en los versículos siguientes: “Trabajad no por el alimento que perece sino por el que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre. El evangelista con su lenguaje nos evoca el utilizado por Jesús con la mujer samaritana: “Si conocieras quien te pide de beber le pedirías tú a Él y Él te daría agua viva” y vemos como poco a poco la va llevando a descubrir que de lo que tiene sed es de una bebida espiritual. Los judíos reclamaban signos para reconocerle como reconocieron a Moisés cuando les dio a comer maná en el desierto: ¿Y qué signos haces Tú para que veamos y creamos en Ti? ¿Cúal es tu obra? “La obra de Dios es que creáis en el que Él ha enviado”. Jesús responde desde una ruptura de nivel difícil de entender entre los suyos. “No fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero Pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo”. “Yo soy el Pan de vida. El que viene a Mí no tendrá hambre, el que cree en Mí no tendrá sed jamás.” Como la mujer samaritana, sin acabar de entender, ellos respondieron: “Señor danos siempre de ese Pan”. A la luz de Jesús resucitado estamos llamadas a buscar el sentido de nuestra existencia en Él mismo, Él es el Pan que nos colma de la Vida verdadera. Como hijos de Dios en el Hijo, le necesitamos a Él, nuestro hermano, el único que puede llenar y dotar de plenitud nuestra vida personal, nuestra decisiones, la historia del mundo y la propia. Él se hizo uno de tantos para colmar de esperanza nuestra frágil condición aunque no nos evite en la vida presente debatirnos entre las luces y las noches de la vida. Dios no nos pide olvidarnos de las necesidades temporales ni desprecia las preocupaciones que afectan a todo ser humano, no desdeña el progreso que ayuda a la realización de todos los hombres reconociendo su dignidad. En el “Padre nuestro” Jesús nos invita a pedir el pan cotidiano. Pero nos hace entender con hondura y profundidad que la mirada última de todo lo que necesitamos en nuestro existir diario no debe anclarse aquí sino en la Patria definitiva. Cristo es el “pan”, la comida del alma para nuestra peregrinación terrena. Como hijas de Agustín descubrimos el hambre y la sed que sólo Él puede saciar. Su Persona se hace Pan en la Eucaristía renovando nuestras fuerzas porque experimentamos que el camino de la vida es largo y arduo. Esta es la verdad que podemos testimoniar a los hermanos de lejos y de cerca, que Él es la palabra hecha carne, hecha Pan, la que da Vida al mundo y Vida en abundancia. Que en sus búsquedas de felicidad interminable late la nostalgia por el Único que puede colmarla. Nosotras no podemos darnos la vida a nosotras mismas por mucho que trabajemos con nuestras manos o con el intelecto pero sí podemos, viviendo en comunión con Jesús lo cotidiano, lo pequeño, el amor concreto y sencillo de cada día, ir sembrando la prenda de la gloria futura: La Vida eterna que es Dios mismo. COMENTARIO
Desde los inicios de nuestra Comunidad, las hermanas celebramos con gran alegría la solemnidad del Apóstol Santiago, por todo lo que significa nuestra presencia en el Camino de Santiago. En el evangelio de este domingo Mat 20,20-28 contemplamos a Santiago en los inicios de su peregrinación de la fe, al presentar a Jesús a través de su madre, sus deseos de poder y dominio junto a Jesús en su reino. Acababa de escuchar el tercer anuncio de la pasión de su Maestro y tiene la osadía de pedirle honores y grandezas. A tal petición Jesús responde “No sabéis lo que pedís” grandezas, honores, poder, afán de superioridad… Ante su planteamiento de realización terrena, Jesús les sorprende haciendo referencia a su camino en esta tierra: ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber? No cualquier cáliz sino el que yo voy a beber. “Podemos”. Después que ha levantado sus ánimos y ha provocado una respuesta magnánima, después que los ha hecho capaces de superar el sufrimiento, entonces corrige su petición, “ es para quienes lo tiene reservado mi Padre” También los otros diez se indignaron contra los dos hermanos porque llevaban en su interior el mismo deseo pero sin expresarlo. Enojo que produce envidia y el mismo deseo de poder. Jesús describe el modelo del mundo y lo contrasta con su propia vivencia. Jesús les habla en un lenguaje incomprensible a la luz de la mentalidad de su tiempo. “No será así entre vosotros”. El modelo del mundo no es criterio para seguir en la comunidad de los discípulos. Trastoca su lógica diciendo que la vida auténtica se vive sirviendo. La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos dice el papa Francisco. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra comunidad, de nuestra sociedad. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar. Todos estamos llamados por vocación cristiana al servicio que sirve y a ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del “servicio que se sirve”. Todos estamos invitados, siguiendo el ejemplo de Jesús a hacernos cargo los unos de los otros por amor. Sin mirar lo que hacen los demás. Porque “quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Para Jesús este encuentro con los hermanos y la madre es una ocasión más para darse a conocer, para revelarles que Él ha venido a servir y no a ser servido. Jesús es el modelo de esta vida de servicio. La palabra de Jesús se dirige a la raíz de nuestra forma de ser y de servir en nuestras comunidades. Jesús nos da el criterio del servicio como mentalidad, espíritu y carácter de los suyos. En su palabra nos llama a la conversión de nuestra forma de pensar, valorar, actuar para vivir como él vivió, sin deseo de sobresalir, de reconocimiento y de domino. A vivir desde la humildad de Cristo, que siguiendo en todo la voluntad del Padre, ha venido para servir, para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28) Santiago, Apóstol, siguió e imitó a Cristo hasta dar la vida por Él, después de un camino de maduración de la fe, experimentando la gloria de Jesús en la transfiguración y el sufrimiento en la agonía de Jesús en Getsemaní. Esta maduración fue llevada a cabo en plenitud por el Espíritu Santo en Pentecostés. De Santiago podemos aprender muchas cosas: la prontitud para acoger la llamada del Señor cuando nos pide que dejemos la “barca” de nuestras seguridades, el entusiasmo al seguirlo, la disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta el sacrificio supremo de vida. Ejemplo elocuente de adhesión generosa a Cristo. Él, que al inicio había pedido, a través de su madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su reino, fue precisamente el primero en beber el cáliz de la pasión, en compartir con los Apóstoles el martirio. Podemos decir que el camino no solo exterior sino sobre todo interior, desde el monte de la Transfiguración hasta el monte de la agonía, simboliza toda la peregrinación de la nuestra vida religiosa, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios. La celebración de este Año Santo Compostelano nos recuerda que todo peregrino que camina a Santiago de Compostela para abrazar al Apóstol, en el fondo busca a Dios, sabiéndolo explícitamente o sintiéndolo sin saber expresar con palabras. El cansancio del andar, la variedad de paisajes, el encuentro con personas de otra nacionalidad, los abren a lo más profundo y común que nos une a los humanos: seres en búsqueda, seres necesitados de verdad y de belleza, de una experiencia de gracia, de caridad y de paz, de perdón. Y en lo más recóndito de todos esos hombres resuena la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo. A todo hombre que hace silencio en su interior y pone distancia a las apetencias, deseos y quehaceres inmediatos, al hombre que ora, Dios le alumbra para que le encuentre y para que reconozca a Cristo. En nuestro peregrinar nos une el ideal de tener un solo corazón y una sola alma hacia Dios. "...andaban como ovejas que no tienen pastor"“¿Dónde pastoreas, pastor bueno, tú qué cargas sobre hombros a toda la grey? (Toda La humanidad, que cargaste sobre tus hombros, es, en efecto, como una sola oveja). Muéstrame el lugar de reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre para que yo, con una oveja tuya, escuché tu voz, y tu voz me de la vida eterna: Avísame, amor de mi alma, dónde pastoreas”. S. Gregorio de Nisa EVANGELIO
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas. COMENTARIO
Los apóstoles vienen alegres, vuelven de la misión… están contando todo lo que han hecho…están orgullosos quizá de poder propagar el reino, ayudar…un momento de mostrar pequeños o grandes logros, "los misioneros"... Y Jesús “se los lleva de retiro”… Ahora ya no ven aplausos ni torbellino de gente. Se suceden campamentos, convivencias, caras que nos buscan… Pero Él convoca y hay que posponerlo todo y acudir al retiro, a la oración silenciosa, a levantarnos al alba, al oficio de lecturas, la letcio divina…Detenerse a solas con Él. Tiene algo que enseñarnos. “Aprendamos también nosotros, cuando seamos mandados a algún ministerio, a no alargarnos ni extralimitarnos en nuestro cometido, sino a volver a quien nos envía y darle cuenta de todo lo que hemos hecho y enseñado.” Teofilacto. Retirarse e ir a un desierto…¡a descansar!...a probar qué tan grande puede ser el deseo de encontrarnos con el Señor. Tantos que vienen durante el año por nuestra casa…¿a quién buscan? ¿A mí? ¿Por qué lo jóvenes quieren retirarse a un lugar seco, a trabajar la tierra, a rezar, a compartir?¿Quién les llama y les trae a un desierto cuando se puede estar en el mar en verano, y viviendo superficialmente sin que nada te conmueva o te deje vulnerable, te cuestione….? Es esta una gran responsabilidad porque es Él el que les llama realmente y nos los trae para tener un Encuentro con Él en esta casa. Un privilegio, una maravilla ser testigo de tanto bien. Y es verdad que tenemos alrededor una multitud que necesita…Pero también dentro, ¿o acaso no somos humanas? quizá es también nuestra hermana más inmediata quien no sabe o no quiere mostrar su hambre y sed…pero ¡tiene hambre de verdad, hambre de “hogar”, hambre de amistad verdadera, hambre de comprensión, de consuelo, de libertad, de esperanza…La santidad comienza por la atención a los demás. Por eso, retirarse con Él, volver a la fuente, ("en el hombre interior habita la verdad") nos hará más atentas. En ese desierto sentimos nuestra propia sed, nuestro propio dolor y nuestras faltas…no es "victimismo" es comprensión humana del otro…y allí el Maestro interior nos enseña muchas cosas…aprendemos a ver el hambre … y a ser también maestros, que significa no teorizar sino caminar delante. Esto era la vida del monje, el que va en vanguardia de todo esto, el primero que lucha con sus propios demonios en la soledad del desierto. Cristo mismo fue al desierto 40 días y Él mismo sintió el hambre y la sed...Por eso Él sí es buen Pastor, va "delante", y es "maestro" probado en todo enseñando con "San Ejemplo", un gran santo al que rezar aunque no tenga capilla. Cristo tiene una Palabra que le compromete: “Esto es mi cuerpo que será entregado” y acto seguido entrega la vida. EVANGELIO
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos». Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. COMENTARIO
Querida Hermanas: Jesús, el maestro, aunque sabe que después de su resurrección y la efusión de pentecostés, la vocación de los suyos se realizará plenamente, les introduce como en una especie de aprendizaje ante la gran responsabilidad que les espera. El maestro, Jesús, es todo Amor y con este gesto de convocarles a su colaboración manifiesta un aspecto de su Amor: No desdeña la ayuda que otros hombres pueden dar a su obra. El poderoso y omnipotente, así forja la primera comunidad. Conoce los límites de sus apóstoles, sus debilidades, pero no los desprecia, sino que los envía y es claro en sus instrucciones. Jesús les encarga qué deben llevar y que no es necesario llevar. Con esta indicación de desprendimiento podemos renovar nuestra llamada a vivir en pobreza, en castidad y en obediencia a Él desde nuestra consagración. “No llevéis dinero suelto en la faja” “No llevéis pan” “No llevéis alforja” “ No llevéis una túnica de repuesto”. Pero para este camino de anuncio a la conversión les encargó que llevarán: Un bastón, unas sandalias y solo una túnica. El bastón: Para el peregrino es un apoyo ante la inseguridad del camino, ante el cansancio de la cuesta arriba, o ante el temor de resbalar y caer. El peso del peregrino, el peso de la vida se apoya en este cayado…¿Qué es para ti este cayado? .., ¿Su Palabra, su voz, su carne en la eucaristía, su presencia fiel? Las sandalias: Son el calzado mínimo para cubrir nuestras pisadas. Ante un mundo que exige el éxito y la fama porque nuestra vida tiene que dejar huella: “Yo lo hice”, “Yo lo sé”, “Yo lo descubrí”. Jesús, indica a a primera comunidad que deben hablar en su nombre y predicar el Reino de Dios, sin preocuparse de tener éxito. El éxito se lo dejan a Dios. Aunque sean rechazados y deban irse a otro lugar. El éxito, se lo dejan a Dios. Benedicto XVI explica así, que el gesto de sacudir el polvo de los pies es signo que expresa desprendimiento en dos sentidos: desprendimiento moral —como decir: el anuncio os ha sido hecho, vosotros sois quienes lo rechazáis— y desprendimiento material —no hemos querido y nada queremos para nosotros (cf. Mc 6, 11). Las sandalias, ahora en verano, nos pueden ayudar a recordar que hay un polvo que hay que sacudir con la libertad de haber escuchado la indicación clara del Maestro: “Os haré libres”, nos ha dicho y así, lo ha cumplido. Pero también que nuestras pisadas cojan polvo que se impregna en la piel, polvo con el que tenemos que convivir “Polvo eres y en polvo te convertirás” son parte de la humanidad herida que debe acompañar al apóstol, al enviado, que es la suya propia y la de sus hermanos. Y estar en contacto con ella le hace un anunciador más humilde. Les encargó también llevar una sola túnica, la puesta, no otra de recambio. ¡Cuántas veces, queridas hermanas,hemos editado en la parábola del Hijo pródigo qué significa la nueva túnica, las vestiduras limpias, porque el Hijo ha vuelto a casa del Padre y ahora es Hijo de la luz, Hijo del día, Hijo del Amor. ¡Qué alegría contemplar así a los apóstoles, a aquellos que convivieron con Jesús, ellos son los llamados, los que eligió y predestinó y desde el principio ya fueron renovados con la túnica nupcial, ya son Hijos en el Hijo y por ello, no necesitan túnica de repuesto, ni siquiera ante la persecución, ante el despojo, porque ellos están cimentados en a roca del Amor de Cristo. Pongamos nuestro corazón ante Jesús, para que renueve en nosotros el deseo de ser enviadas por Él, despojadas de aquello que no es necesario. Que el Espíritu Santo nos conceda a la Iglesia una misión apostólica sin éxitos, sin garantías en nosotros mismos sino Sólo en Dios porque es verdad, nos ha llamado, nos ha convocado y le hemos seguido porque hemos experimentado una vez, con mucha fuerza en nuestro corazón que Solo Dios basta. (Inspirado en una Homilía de Benedicto XVI, papa, 15-07-2012) Evangelio
En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él. Les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando. COMENTARIO
“No desprecian a un profeta más que en su tierra (1), entre sus parientes (2) y en su casa (3)” DESPRECIAR...Es una palabra muy fuerte esta: Considerar que es indigno de aprecio y trato, y demostrarlo rechazándolo. ¡Quedó tan lejos Belén!, y el espectáculo de la estrella, los Ángeles, los magos...Y la vida cotidiana le ha limado, día tras día, al manso y humilde. Tampoco María ha hecho alarde de nada, ha guardado en el corazón. Sencillez, humildad, ningún trompeteo a la elección de Dios. Y vivió Jesús "como uno de tantos". 1. Despreciado en su tierra... Han pasado 30 años, y han visto crecer al hombre...un obrero más de un pueblo de mal pelaje, llamado Nazaret. Gente con fama de brutos, porque según san Lucas quisieron despeñarle. Y este será el título que le acompañará hasta la Cruz: Jesús de Nazaret, Rey de los judíos. Jesús no va a dar comienzo a la vida pública hasta haber pasado un largo retiro...un desierto, y una “crisis de identidad” bien superada. Por tres veces la tentación de cambiar la historia, de hacerlo todo con éxito, sin sufrir...No ser sencillo, "como uno de tantos". "Si eres hijo de Dios..." Todavía en la Cruz ha vuelto a oír, "si eres hijo De Dios, bájate De la Cruz. " Hasta el final la tentación de cambiar el destino, abandonar la cruz, el sufrimiento, tener éxito, ser un súper héroe para ser creído. No se ha ahorrado ningún sufrimiento. ¿No tenemos también esta tentación mientras caminamos por nuestro desierto? ¿A que estamos llamadas? Nuestra profesión religiosa es vivir radicalmente el bautismo, el seguimiento radical de Cristo. En él se nos da la filiación y el ser, profeta. Profeta. Un ser llamado, vacacionado...para ser mensajeros de Dios con nuestra vida. 2. Despreciado entre su parentela... La familia, los amigos que nos quieren y súper protegen...que les cuesta que seamos diferentes, tan radicales...¿para creer hace falta tanto? ¿Hacerse monja? ¿Cómo vivo el despreció de los míos? ¿quiénes son mi madre y mis hermanos?...es fundamental saber a quién pertenezco porque desde ahora deberé ocuparte de las cosas de mi Padre... 3. Despreciado....en su casa. La casa de Israel, la casa de David, la casa que esperaba la promesa....la promesa ha llegado pero ¿cómo puede ser uno de tantos el mesías uno de andar por casa, tan cotidiano?...no puede ser tan poco extraordinario, que sea de origen humilde, que trabaje con las manos, que no tenga un título o un Máster, que no sea hombre de letras, escriba, que no sea de casta sacerdotal, no puede ser que nos interpele tanto, que nos deje en entredicho, no puede ser que se salte la ley y cure en sábado, no puede ser que nos cuestione, que nos deje despeinados con lo que dice,...tira las mensas de nuestras ganancias, de nuestros logros...predica en el templo como si fuera hijo De Dios, le siguen muchos pero son ignorantes de la ley...y si alguno de los nuestro le siguiera, le amenazaríamos ¿es que tú también crees en ese?... Y no pudo hacer allí ningún milagro. No porque no tuviese capacidad sino porque no había un necesitado que se le acercara, ya que nada esperan de Él. A Dios no se le resisten los milagros se le resisten los soberbios que no quieren nada con Él. ¿Cuál es mi orgullo? ¿Ante quién me creo más?...¿establezco rangos entre nosotras, categorías...? ¿Cómo miro a mi hermana?... la forma de mirar ya es una acogida o un rechazo. Pido a Dios ojos nuevos para mirarte, hermana, quizá al mirarte hoy no he permitido el milagro. No te acogí porque pasaba indiferente y estoy acostumbrada a no pararme. ¡Hay tanto que hacer!...Estoy tan ocupada...y me perdí el milagro de la comunión, o del perdón, o del conocimiento mutuo...de la sonrisa gratuita,...el milagro de ver brotar el amor fraterno donde pensábamos que ya era imposible. Pero el Espíritu Santo es siempre nuevo, y Quienes vivimos en comunidad no somos como personajes de una serie televisiva. No podemos etiquetarnos... “¿No es este el carpintero?, ¡Cómo va a ser el mesías después de vivir conmigo 30 años siendo el hijo de María!" Dios no pone etiquetas, las arranca todas y donde unos ven una niña muerta el ve un una niña que duerme, no hay parálisis que se le resista y desata todos nuestros nudos. La etiqueta de la extranjera, la africana, la que es lista, la que es torpe, la de diez, la tímida, la que canta, la que pinta...solo es una mirada en el rasgo más insignificante de nuestro "vaso de barro"... lo grandioso es el tesoro depositado dentro por Dios. El Espíritu Santo que nos habita que no podemos retener ni dominar, el respiro que está entre nosotras para ser compartido. Un dinamismo que no debemos ahogar ni contristar...Eso que aquellos que vienen a casa perciben a veces en medio de nosotras, y que nos sorprende porque separadas poco podemos hacer. Dios nos pide no instalarnos, mirar con ojos nuevos, permitir el milagro que hoy tiene para nosotras. Sabernos hijas De Dios, no tentarle en la historia, no querer cambiarla aunque no la comprendamos y ahora toque sufrir. Para eso seguimos al Maestro, porque Él es el Camino seguro al Padre...aunque no sea fácil. |
TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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