En este segundo domingo de Adviento, el profeta Isaías anuncia la plenitud del Reino mucho antes de los evangelios, que es armonía y belleza de una nueva creación. El Salmista describe ese reino que está por llegar, el Mesías anhelado, como estandarte de justicia y de paz para todos los pueblos de la tierra. Y el evangelista San Mateo inicia un paso lento de preparación para esa llegada, ante el misterio de la Encarnación a punto de realizarse en el tiempo, la venida de Aquel al que San Juan Bautista es indigno de desatar las sandalias, primero y verdadero discípulo del Señor, porque sabe quién es él en su pequeñez y a quién señala sin buscar honores para sí. El grito de Juan se hace imperativo, condición indispensable para que el Mesías venga. Su grito en el desierto es el eco de la voz del profeta Isaías, que teje el hilo de la historia de la salvación. Preparar el camino, abrirle la puerta para que entre, es el paso indiscutible de quien espera ese cielo nuevo y esa tierra nueva prometidos. Allanar el sendero es abajar el orgullo que nos impide reconocer su venida en todo lo que nos rodea, escuchar su voz en el grito de los que sufren, de los que reclaman justicia y trabajan por la paz, de los humildes de la tierra. Buscar el camino recto, sin doblez, es sumergir la vida en el agua del Jordán, para emerger vestidos de su gloria con limpieza de corazón, para dar frutos de conversión, para volver el corazón a Dios, reconociéndole como Señor y Mesías, y ver su rostro en el hermano que camina a nuestro lado. El bautismo de Juan nos lava los ojos de la fe para caminar en la esperanza. Nos anuncia el bautismo de Jesús, que viene, para dejarnos abrasar en el fuego del Espíritu y ser dóciles a su voz. Fuego y Espíritu que nos llevan, como la semilla enterrada, a morir por amor para dar el fruto verdadero, la cosecha nueva, la vida en plenitud, Encarnación de Jesús que viene por el sí de María. Bautismo que nos dará un nombre nuevo, que nos invita a identificarnos con el Maestro desde el primer momento de su venida, en la vulnerabilidad y en la precariedad de una existencia necesitada de asistencia, cuidado y protección. Este será el verdadero camino de conversión que anuncia Juan para preparar la llegada del Mesías, para que sea acogido y no rechazado, en su misteriosa identidad de Siervo humilde y no de juez poderoso, para darle cabida en la tierra, de la que es Creador, para hacerse peregrino con la humanidad que vive perdida y sin sentido, para dejarle ser Dios en la historia, de nuestro tiempo, del que es dueño y Señor, para ofrecerle los mejores frutos cuando llegue como viñador a recoger sus racimos, porque Él plantó, cuidó, regó e hizo germinar, y solo Él convertirá el trigo en Pan partido en la mesa de su reino, que está por llegar, porque viene para darnos la vida y vida en abundancia y desea nuestra espera vigilante para ese encuentro anhelado. Lecturas:
Is 11, 1-10 Sal 71,1-2.7-8.12-13.17 Rom 15, 4-9 Mt 3, 1-12 Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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Marzo 2024
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