El tiempo Pascual tiene un significado especial en la celebración de la fe y en la enseñanza de la Iglesia. Nos traslada a los inicios de las primeras comunidades cristianas tras la Resurrección de Jesús. Nos introduce en la vida de los apóstoles, su llamada, sus incertidumbres, los primeros pasos para ser fieles a la fe recibida. Nos ayuda a vivir ese encuentro personal con el Resucitado hoy. Nos habla de la misma llamada encarnada en nuestro tiempo, sin perder la verdadera orientación, que es la escucha y la obediencia al Espíritu Santo, aprender a discernir los signos de los tiempos, que es la esencia de ese “caminar juntos”. El evangelio de este domingo es un anuncio de este paso de Jesús, de la Pascua: ha sido enviado por el Padre para llevarnos con Él, por la fuerza del Espíritu. Misterio insondable, inabarcable para la mente humana, que Jesús quiere explicar a sus discípulos, pero ellos no entienden. Es como pretender abarcar el misterio trinitario desde los parámetros humanos de la razón, de los sentidos. El lenguaje que Jesús usa es el de las paradojas, para “hacerles comprender” lo que está fuera del control humano, más allá de la razón: la fuerza invisible de la comunión que vive con el Padre, la absoluta certeza de la confianza en Él, la entrega incondicional hasta la muerte, la seguridad de su designio salvífico para la humanidad. “No se turbe vuestro corazón”… “Creed en mí”… “En la casa de mi Padre hay muchas estancias”… “Yo soy el camino, la verdad y la vida”… Detrás de esta revelación de sí mismo, Jesús nos está repitiendo una y otra vez que lo que anhela el corazón humano está en su persona. El camino es el evangelio. Su modo de vivir, el mandato del amor, dar la vida, servir, es por donde hay que caminar, todos los días de la vida, en esta tierra. Él es el camino para encontrar la verdad, la única verdad que salva, la vida verdadera. ¿Podemos decir que aún no entendemos? Jesús es el rostro del Padre. La fuerza de su amor crucificado por nosotros es el Espíritu. Esta Palabra que se proclama hoy tiene el poder de fortalecer la fe de todo creyente. La luz de la Pascua hoy es más luminosa que cualquier tiniebla que ensombrece el corazón humano. El anhelo de la casa del Padre, mientras se está de camino, es el soplo del Espíritu que habita en nosotros y nos lleva. ¿Podemos decir que aún no le conocemos? Hoy estamos llamados a avivar la fe para leer entre líneas, en las palabras de Jesús, lo que no se ve con los ojos humanos. Su Palabra sigue ardiendo en los corazones de quienes aún van de camino. Su Espíritu sigue obrando, su Palabra encarnándose, los brazos del Padre esperándonos. El camino se abre cada día para quien acepta el reto de ser peregrino. El Camino tiene un nombre, Jesús. Tiene un cayado, el Espíritu, que nos guía a la Verdad plena, la única que nos hace libres. Tiene un destino, el Padre que es Vida abundante. Lecturas:
Hch 6, 1-7 1 Ped 2, 4-9 Jn 14, 1-12 Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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