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IV Domingo de Adviento

17/12/2022

 
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“Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo”

En este cuarto Domingo de Adviento las lecturas nos hacen descubrir verdaderamente al Esperado de los pueblos, a Jesucristo. Es una especie de vigilia litúrgica de la Navidad. En él se anuncia la llegada inminente del Hijo de Dios. Se subraya que este niño que nacerá en Belén es el prometido por las Escrituras y constituye la plena realización de la Alianza entre Dios y los hombres. Son tres lecturas de densidad cristológica  que nos hacen tocar con las manos y vivir con corazón sincero la densidad de lo que significa el que Dios "esté con nosotros" para siempre, es decir, que sea "Enmanuel".
​
En esta última semana del Adviento seguimos acompañando a María, pero hoy la liturgia nos invita a contemplar de modo especial a san José. San Mateo, en este pasaje, da mayor relieve al padre putativo de Jesús, subrayando que, a través de él, el Niño resultaba legalmente insertado en la descendencia davídica y así daba cumplimiento a las Escrituras, en las que el Mesías había sido profetizado como "hijo de David".

Desde luego, la función de san José no puede reducirse a este aspecto legal. Es modelo del hombre "justo" (Mt 1, 19), es decir, el hombre que cree en las promesas de Dios, incluso cuando estas promesas resultan extrañas e improbables y de cualquier modo, bastante incomodas. Él en perfecta sintonía con su esposa acoge al Hijo de Dios hecho hombre y vela por su crecimiento humano. Por eso, en los días que preceden a la Navidad, es muy oportuno entablar una especie de coloquio espiritual con san José, para que él nos ayude a vivir en plenitud este gran misterio de la fe.

¿Qué aprender hoy de san José?
  1. Podría ser el silencio y la prudencia ante una situación que no se entiende. Cuando nos enfrentarnos con una dificultad, debemos reconocer que es humano el buscar una salida adecuada a nuestro criterio, (Mt 1,19):”… resolvió repudiarla en secreto”. Pero no es bueno quedarse allí, sino abrirse en oración profunda a Dios pidiendo su luz y, al encontrarnos con sus criterios, obedecer en la fe. Con José, hoy veo la necesidad de darle a Dios, desde la fe, una respuesta de conversión. Nos ayuda las palabras del Papa Benedicto XVI: «Bien pronto para José llega el momento de la prueba, una prueba comprometida para su fe. Prometido de María, antes de ir a vivir con ella, descubre su misteriosa maternidad y se queda turbado. Ciertamente, la intervención divina en su vida no podía no turbar su corazón. Confiarse a Dios no significa ver todo claro según nuestros criterios, no significa realizar lo que hemos proyectado; confiarse a Dios quiere decir vaciarse de sí mismos, renunciar a sí mismos, porque sólo quien acepta perderse por Dios puede ser “justo‟ como san José, es decir, puede conformar su propia voluntad a la de Dios. » (Benedicto XVI, 5 de julio de 2010). Como San José hemos de confiar en Dios como Padre bueno y misericordioso y creer en sus palabras, incluso ante los acontecimientos más difíciles de aceptar.
  2. José nos da ejemplo de realización humana y espiritual. Este santo fue un hombre maduro, centrado en su vida y en su misión. Nos enseña que la santidad se alcanza en lo ordinario, en el amor y en el servicio a los demás. No se exagera si se piensa que, precisamente de su "padre" José, Jesús aprendió, en el plano humano, la fuerte interioridad que es presupuesto de la auténtica justicia, la "justicia superior", que él un día enseñará a sus discípulos (Mt 5, 20). Dejémonos "contagiar" por el silencio de san José. Nos es muy necesario, en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación para la Navidad cultivemos el recogimiento interior, para acoger y tener siempre a Jesús en nuestra vida.
  3. San José es el hombre de la Palabra de Dios, destaca porque no se defiende pero sobre todo, destaca por su obediencia. No se defiende, lee los acontecimientos de su vida y busca agradar a Dios. (Mt 1,20-21). El evangelio nos señala que José hizo lo que el ángel le había ordenado: acogió a la virgen, a la que estaba despidiendo y alejándose, la acogió, e hizo lo que el ángel le había indicado. Por eso, esta figura de José en esta llegada de Jesús, nos tiene que servir para mirar también con qué actitud está José recibiendo al niño que viene. Como Abraham el padre de la fe, José está dispuesto a seguir el camino confiado de lo que Dios le pide.

​¡Qué gran testimonio el de José!, vive abierto a las inspiraciones que vienen de Dios. Lo que Dios quiere de cada uno, nos lo va descubriendo mediante los acontecimientos más sencillos de la vida. Necesitamos esa mirada de fe, de confianza en Dios para buscar siempre su voluntad.

Miremos hoy a José: él no buscó aparecer ni brillar. Al contrario, quiso huir en secreto. Pero obedeció a Dios. Y su pequeñez se convirtió en algo muy grande en manos del Altísimo. Como él, como María, como Jesús: pongámonos cada día incondicionalmente en manos de Dios para asumir y realizar nuestro papel en la historia de la Salvación.
Lecturas:

Is 7, 10-14
​Sal 23,1-2.3-4ab.5-6

Rom 1, 1-7
​Mt 1, 18-24

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    Mateo

    1, 18-24
    3, 1-12
    3, 13-17​
    4, 12-23
    5, 1-12a

    11, 2-11
    24, 37-44

    28, 16-20

    Marcos

    1, 12-15
    1, 29-39
    ​
    ​1, 40-45
    ​
    4, 26-34
    5, 21-43
    6, 1-6
    6, 7-13
    6, 30-34

    7, 1-8a.14-15. 21-23
    8, 27-35
    9, 2-10
    9, 30-37
    12, 28-34
    12, 38-44

    13, 24-32
    14, 1-15,47
    14, 12-16. 22-26
    ​16, 15-20

    Lucas

    1,1-4; 4,14-21
    1, 39-56
    ​2, 13-21
    2, 16-21

    3, 1-6
    3, 15-16. 21-22
    4, 1-13
    ​4, 21-30
    5, 1-11
    ​6, 17. 20-26
    ​6, 27-38
    ​6, 39-45
    9, 11b-17
    10, 38-42
    ​10, 25-37
    ​11, 1-13
    12, 13-21
    12, 32-48
    ​12, 49-53
    ​13, 22-30
    14, 25-33
    ​15, 1-10
    16, 10-13
    16-19-31
    ​17, 5-10
    17, 11-19

    18, 1-8
    18, 9-14
    19, 1-10
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    24, 35-48
    ​24, 46-53

    Juan
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