“Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo” En este cuarto Domingo de Adviento las lecturas nos hacen descubrir verdaderamente al Esperado de los pueblos, a Jesucristo. Es una especie de vigilia litúrgica de la Navidad. En él se anuncia la llegada inminente del Hijo de Dios. Se subraya que este niño que nacerá en Belén es el prometido por las Escrituras y constituye la plena realización de la Alianza entre Dios y los hombres. Son tres lecturas de densidad cristológica que nos hacen tocar con las manos y vivir con corazón sincero la densidad de lo que significa el que Dios "esté con nosotros" para siempre, es decir, que sea "Enmanuel". En esta última semana del Adviento seguimos acompañando a María, pero hoy la liturgia nos invita a contemplar de modo especial a san José. San Mateo, en este pasaje, da mayor relieve al padre putativo de Jesús, subrayando que, a través de él, el Niño resultaba legalmente insertado en la descendencia davídica y así daba cumplimiento a las Escrituras, en las que el Mesías había sido profetizado como "hijo de David". Desde luego, la función de san José no puede reducirse a este aspecto legal. Es modelo del hombre "justo" (Mt 1, 19), es decir, el hombre que cree en las promesas de Dios, incluso cuando estas promesas resultan extrañas e improbables y de cualquier modo, bastante incomodas. Él en perfecta sintonía con su esposa acoge al Hijo de Dios hecho hombre y vela por su crecimiento humano. Por eso, en los días que preceden a la Navidad, es muy oportuno entablar una especie de coloquio espiritual con san José, para que él nos ayude a vivir en plenitud este gran misterio de la fe. ¿Qué aprender hoy de san José?
¡Qué gran testimonio el de José!, vive abierto a las inspiraciones que vienen de Dios. Lo que Dios quiere de cada uno, nos lo va descubriendo mediante los acontecimientos más sencillos de la vida. Necesitamos esa mirada de fe, de confianza en Dios para buscar siempre su voluntad. Miremos hoy a José: él no buscó aparecer ni brillar. Al contrario, quiso huir en secreto. Pero obedeció a Dios. Y su pequeñez se convirtió en algo muy grande en manos del Altísimo. Como él, como María, como Jesús: pongámonos cada día incondicionalmente en manos de Dios para asumir y realizar nuestro papel en la historia de la Salvación. Lecturas:
Is 7, 10-14 Sal 23,1-2.3-4ab.5-6 Rom 1, 1-7 Mt 1, 18-24 Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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