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II Domingo de Cuaresma

25/2/2024

 

​Salió una voz de la nube:
“ Este es mi Hijo amado, escuchadle”

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En este segundo domingo de cuaresma, del ciclo B, la liturgia de la Palabra nos pone de protagonista al Padre, quien, con su voluntad libre y amorosa, ha entregado como ofrenda para la salvación del mundo, a su propio Hijo.

En la primera lectura, Abraham, , modelo de los creyentes, es mostrado como Padre tanto al responder a la llamada de Dios, como al disponerse a sacrificar a su Hijo.(1) Este sacrificio del Hijo hecho por el Padre, tiene otro eco en la carta de San Pablo, quien expresa que “Dios entregó a la muerte, a su Hijo por nosotros”(2)

En este sentido toda la palabra de este domingo nos resalta la ofrenda que Dios Padre hace por nuestra salvación; Dios Padre ofrece a su propio Hijo muy amado.

El Padre y el Hijo están íntimamente unidos en este plan de salvación marcado en la entrega hasta el extremo, hasta la cruz. Son muchas las veces en las que Jesús menciona a su Padre como guía de sus palabras o sus acciones: “El Padre me ha enviado”, “Sólo el Padre que está en los cielos lo recompensará”, “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre”..., Y en otras ocasiones, Jesús se retira a la montaña para hablar con el Padre buscando ese espacio de intimidad en medio de su predicación.

El Padre manifestó siempre en la historia de la salvación su fidelidad y compañía en el camino a la tierra prometida, en medio del desierto. Así pues, en el relato del éxodo, Dios iba delante de su pueblo para guiarlos por el camino, de día como una columna de nube, una nube que nunca se apartó de su pueblo y que expresó la fidelidad de Dios, la compañía, la custodia y el poder del Padre que pidió un “imposible” para todo un pueblo. Por ello la nube es expresión de la presencia de Dios de su majestad, de su fuerza, de su eternidad. No es casualidad que en este evangelio se resalte que la voz salió de la nube, y esta voz era la voz de Padre. ¡Podemos imaginar el asombro de Pedro, Santiago y Juan que seguramente reconocerían en la nube la presencia divina de Dios, además de escuchar la voz!

Por otro lado, los discípulos vieron a Elías y a Moisés y con esta imagen se rescata la recapitulación de todas las cosas en Cristo, toda la historia de la salvación, la ley y las profecías tienen un sentido aquí y ahora, en esta montaña porque el que brilla como luz sin ocaso es el Hijo Amado que el Padre entregará como gran ofertorio para la Salvación del mundo.

Podemos comprender que los discípulos estuvieran asustados, ya que en unos cuanto segundos se les había revelado mucho de la intimidad del corazón del Padre y del Hijo, podemos comprender el ímpetu de Pedro que querer permanecer en este espacio de belleza y gloria, pero es muy importante que en este domingo nos quedemos con la petición que hace el padre a estos discípulos que hoy somos toda la Iglesia: “Es mi Hijo Amado, ESCUCHADLE”

(1) Misal Romano, introducción al segundo domingo de cuaresma.
(2) Rom.8,32
Lecturas:
Gn 22, 1-2. 9-13. 15-18
Rm 8, 31b-34
Mc 9, 2-10

I Domingo de Cuaresma

17/2/2024

 
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“Se ha cumplido el tiempo. Convertíos y creed en el Evangelio”

En el primer Domingo de Cuaresma se nos invita a entrar y a permanecer con Cristo en el desierto.
La invitación viene de lo Alto, no se trata de una iniciativa nuestra, sino del deseo del corazón del Padre de encontrarse con nosotras.
Él nos atrae hacia Sí por la fuerza de su Espíritu que nos empuja, nos impulsa, nos mueve a entrar en el desierto: “Levántate, oh Amada mía, Hermosa mía y ven” (Cant 2,18).              
En los versículos previos al evangelio de hoy se nos narra el bautismo de Jesús, donde se manifestó su identidad más profunda: “Tú eres mi hijo amado. En ti me complazco” (Mc 1, 12). Solo viviendo en la certeza del Amor del Padre, en la confianza que nace de la condición de hijos, del descanso de sabernos custodiados y cuidados por un Amor Primero e incondicional se puede entrar en el desierto.
No podemos engañarnos. Entrar en el desierto nos da miedo, es peligroso. La soledad, el silencio, la desnudez, las condiciones adversas, los peligros… nos acechan y asustan. Es un lugar de inseguridad donde, si permanecemos, llegaremos a experimentar de un modo único la presencia íntima del Padre: “Nada temo porque tú vas conmigo” (Sal 22). El salmo de este domingo nos enseña a orar en el desierto, a dirigirnos al Padre invocando su ternura, su misericordia. La brújula de nuestros pasos en este lugar sin referencias es la oración confiada: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas” (Sal 24), pues no solo de pan vive el hombre.
Quedarse en el desierto cuarenta días supone combatir todos estos miedos, desplegar la paciencia, tomarse tiempo para repensar la existencia con sus luces y sus sombras, experimentar el hambre, asombrarse ante la inmensidad del cielo y dejar, finalmente, a Dios hacerse íntimo y cercano, cuidarnos, servirnos... Es una verdadera experiencia de interioridad y amor en la total intemperie.
Marcos es escueto en la descripción de esta experiencia de Jesús, pero si nos lo leemos detenidamente y lo rumiamos… reconocemos la fuerza y el atractivo de esta experiencia espiritual: “Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían”.
El desierto no es el fin, no es un lugar en el cual habitar para siempre. Es un tiempo de maduración interior, un tiempo de fuerte experiencia espiritual de conversión para afrontar la misión y la vida cotidiana asentados y fundados en la alianza íntima con el que sabemos está y nos acompaña siempre.
Atrévete a entrar en esta cuaresma en el desierto. El Espíritu quiere conducirte a un desierto interior. Persevera en un espacio de soledad y silencio. Busca un tiempo y un lugar propicio que te adentre en la experiencia del desierto al inicio de la cuaresma para dejarte, realmente, renovar desde el corazón por la Palabra de Dios, por su Amor porque “se ha cumplido el tiempo. Convertíos y creed en el Evangelio”. 
Lecturas:
Gn 9, 8-15
1 Pt 3, 18-22
Mc 1, 12-15

Domingo VI del Tiempo Ordinario

9/2/2024

 
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En el pasaje de este domingo, vemos a Jesús realizar uno de los gestos más significativos de su tarea mesiánica: se compadece, se acerca y toca al leproso, mostrando así su preocupación por los que sufren, los que están cargados de dolor, de miseria y de rechazo.
 
Jesús ve cómo este leproso se acerca a Él para pedirle la curación. Los leprosos en aquella época eran como “muertos vivientes” ya que estaban privados de cualquier tipo de vida social, familiar, de trabajo e incluso de la práctica de la religión. Eran absolutamente marginados del pueblo y no se podían acercar a nadie. Tenían que anunciar su llegada con una campanilla para que la gente se apartara y no poder así entrar en contacto con ellos.
 
Jesús, que conocía la soledad, el dolor, la marginación de este leproso y todo lo que esto conlleva en la vida de una persona, le mira con compasión, abraza su dolor, lo hace suyo y no se queda indiferente, extiende su mano y lo toca para así, curarlo, para liberarlo de esa esclavitud a la que había estado sometido durante tantos y años y darle la posibilidad de volver a entrar en el círculo de la sociedad.
 
Es por esta razón, siguiendo la ley (Lev 13-14), que le pide que vaya al sacerdote a contar, a dar testimonio de su curación, de lo que ha pasado, para que pueda recuperar la identidad como miembro del pueblo elegido de Dios.
 
Y le pide otra cosa, que no diga nada de lo ocurrido fuera del sacerdote, que era el que debía ser informado. Esta petición, el leproso, no la pudo cumplir. Con grandes gritos y lleno de la alegría de la salvación, anunció por todas partes que estaba curado, haciéndose de este modo testigo del Reino en medio de todos aquellos que no le habían acogido durante tantos años.
 
Hoy en día, en nuestra vida cotidiana, ¿quiénes son los “leprosos” que tenemos a nuestro alrededor? Quizá esta enfermedad en nuestro mundo de hoy no es algo que se distinga por las manchas en la piel, pero sí que podemos ver que siguen existiendo personas marginadas en nuestra sociedad a las que no dejamos entrar en nuestros círculos por miedos, sospechas, rechazos, marcados por las diferencias, por las ideologías, por gustos que quizá no concuerdan con los nuestros.
 
Siguiendo los pasos de Jesús, pidamos la gracia de poder tener una mirada compasiva, una mirada que ve más allá de las diferencias y que es capaz de salir de sí misma para poder acercarse a los demás y acogerles, hacer nuestro su dolor, y ayudar a caminar en compañía de otros, no en soledad. Hagamos posible que nuestras manos se extiendan para poder tender puentes que salven toda distancia y así poder ser también nosotros testimonio en nuestro mundo de que es posible “que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17, 21-23).
 
Y también, en este domingo, entremos en nuestro corazón ¿cuál es nuestra lepra? ¿qué aspectos de nuestra vida son aquellos en los que le tenemos que pedir a Jesús que nos cure y necesitamos escuchar de su boca que nos dice “quiero, queda limpio”? Dejémonos tocar por la gracia de Jesús, abramos nuestro corazón a su paso, con humildad, poniéndonos delante de Él. Y aquellos que el Señor nos regale, no lo guardemos para nosotros, hagamos que los demás conozcan este Paso de Dios y puedan, de este modo, conocer, descubrir, que el Reino de Dios está entre nosotros, que la gracia de Dios es para todos, que Jesús no nos deja.
Lecturas:
Lv 13, 1-2. 44-46
1 Cor 10, 31–11, 1
​Mc 1, 40-45

Domingo V del Tiempo Ordinario

2/2/2024

 
Foto
El Evangelio de Marcos continúa la narración del inicio de la actividad pública de Jesús en Cafarnaún. Lo describe como un único día en que primero Jesús enseña en la sinagoga y expulsa el espíritu inmundo de un hombre allí presente (que fue el evangelio del domingo pasado), y al salir, se dirige a la casa de Simón y Andrés.

Es el primer día de Jesús, que es llamado “el Día único”, el Sol que nos visita desde lo alto; que no conoce ocaso; que “sale como el esposo de su alcoba a recorrer su camino”; y es el que “sana los corazones destrozados” y “venda sus heridas” como rezamos en el salmo responsorial (Sal 146).
 
Jesús sana. En la sinagoga expulsa el demonio para sanar la relación del hombre con Dios, con la Palabra que pronuncia con autoridad y con el gesto que realiza. Evangeliza, “no tiene más remedio”, como Pablo que recibirá su misma misión y lo describe como impulso irresistible en la Carta a los Corintios, que leemos como segunda lectura hoy. “Por causa del Evangelio, para participar yo también de sus bienes” (1Cor 9,23).
 
Jesús evangeliza, también saliendo de la sinagoga. No solo la casa de Dios es lugar de evangelización, sino todas las casas, pueblos, ciudades… Jesús se dirige a la casa de Simón y Andrés. Y sana. Sana a la suegra de Simón Pedro, trae la sanación a nuestras relaciones primordiales, las más cercanas , las familiares.  
 
La suegra de Pedro está con fiebre. Está en cama. Postrada, como Job, en la primera lectura, que no pude con tanto sufrimiento. Se le hace eterna la noche, se encuentra sin fuerzas, falto de esperanza (Job 7,6). Tocado por Jesús, la suegra se sana. La enferma que estuvo obligada a ser servida por otros, está curada y puede volver a servir. 

Tocado por Jesús, su enfermedad se transforma en servicio; así como los obstáculos - llevados ante Jesús - se vuelven oración; las dificultades se convierten en posibilidad de ofrenda. 
 
Hay una bella poesía sobre el servicio del poeta Rabindranath Tagore. Se titula “Dormía y soñaba”. Dice así: 
Yo dormía y soñaba que la vida era alegría. 
Desperté, y vi que la vida era servicio.
Serví, y vi que el servicio era alegría.
 
El primer día de Jesús no concluye, no tiene ocaso. La narración continúa con la madrugada en que Jesús sale a orar, a solas, para prepararse a “ir a otra parte”. Su misión de evangelizar acaba de empezar porque “para eso ha salido”.
 
Señor, tócanos, levántanos, para que volvamos a servir. Danos la alegría del servicio. Haznos salir de nosotras mismas, impúlsanos a evangelizar más allá de tu casa, en las casas, en las ciudades…ir a otra parte.
Lecturas:
Job 7,1-4. 6-7
Sal 146
1Cor 9,16-19. 22-23
Mc 1,29-39

    Todos

    Imagen

    Mateo


    1, 18-24
    ​1, 29-39
    3, 1-12
    3, 13-17​
    ​4, 1-11
    4, 12-23
    5, 1-12a
    ​5, 13-16
    5, 38-48

    9, 36—10, 8
    10, 26-33

    11, 2-11
    11, 25-30
    ​
    13, 1-23

    13, 24-43
    ​
    ​13, 44-52
    14, 22-33
    15, 21-28

    ​17, 1-9
    17, 1-9
    18, 15-20
    18, 21-35
    21, 33-43
    22, 1-14
    ​22, 15-21
    24, 37-44
    25, 1-13

    Mt 25, 14-15. 19-21
    ​
    ​25, 31-46​
    27, 11-54

    28, 16-20

    Marcos


    1, 1-8
    1, 12-15
    ,1, 14-20
    1, 21-28
    1, 29-39
    ​
    ​1, 40-45
    ​
    4, 26-34
    5, 21-43
    6, 1-6
    6, 7-13
    6, 30-34

    7, 1-8a.14-15. 21-23
    8, 27-35
    9, 2-10
    9, 30-37
    12, 28-34
    12, 38-44

    13, 24-32
    ​13, 33-37

    14, 1-15,47
    14, 12-16. 22-26
    ​16, 15-20


    Lucas

    1,1-4; 4,14-21
    1, 26-38

    1, 39-56
    ​2, 13-21
    2, 16-21

    3, 1-6
    3, 15-16. 21-22
    4, 1-13
    ​4, 21-30
    5, 1-11
    ​6, 17. 20-26
    ​6, 27-38
    ​6, 39-45
    9, 11b-17
    10, 38-42
    ​10, 25-37
    ​11, 1-13
    12, 13-21
    12, 32-48
    ​12, 49-53
    ​13, 22-30
    14, 25-33
    ​15, 1-10
    16, 10-13
    16-19-31
    ​17, 5-10
    17, 11-19

    18, 1-8
    18, 9-14
    19, 1-10
    20, 27-38
    21, 25-28.34-36
    24, 35-48
    ​24, 46-53

    Juan

    Jn 1, 6-8. 19-28
    ​1, 29-34
    2, 1-11
    2, 13-25
    ​3, 16-18
    ​
     4, 5-42
    6, 51-58
    6, 60-69
    8, 1-11
    ​9, 1-41
    10, 1-10
    10, 27-30
    ​​12, 20-33 
    ​13,31-33a. 34-35
    ​
    14, 1-12
    ​14, 15-21
    14, 23-29
    15, 1-8
    15, 9-17
    16, 12-15
    18, 33, 33b-37
    20, 19-23
    ​21, 1 - 19

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