Ya viene el Salvador, dichosos los que esperan en él..Nos encontramos ante el cuarto domingo de Adviento, el domingo mariano por excelencia, en el que el Evangelio propuesto es el relato de la anunciación del Señor. Si Juan nos insistía en la preparación de la llegada del Salvador, ahora María colaborará de modo más profundo. Su misión no será la de indicar dónde está el Hijo de Dios y Salvador de la humanidad, sino nada menos que llevarlo en sus entrañas. «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» son las primeras palabras que María escucha del ángel Gabriel. El primer mensaje, pues, es de profunda alegría. La irrupción de Dios en la historia es la mejor noticia que jamás el hombre ha podido soñar. Ella ha sido elegida entre todas las mujeres judías que esperaban ser madre del Mesías. En el plan de salvación de Dios se da un encuentro de deseos; por parte de Dios, elegir madre para su Hijo y por parte de María esperar ser madre del Mesías. María, mujer de grandes deseos, colmado el de ser madre. Contemplando la imagen bellísima de María embarazada con el Espíritu en forma de paloma sobre su cabeza a la que rezamos en Adviento, en nuestra iglesia, admiraba cómo en la anunciación de María se realizó el inicio de Pentecostés, en una mujer sencilla y humilde. “El Espíritu vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra” El Espíritu que descendió sobre María es el mismo que aleteó sobre las aguas y ahora por su obra, concibe un hijo, al Hijo de Dios. Esta nueva creación va a requerir el consentimiento de su libertad, que es fruto del Espíritu. María, mujer llena del Espíritu, ofrece al Padre una absoluta disponibilidad, la ofrenda de su cuerpo virginal para que se forme en su seno Jesús. Nuestra vocación marial es que el Hijo se haga carne de nuestra carne por el Espíritu y yo. Dejemos que el Espíritu vaya formando a Cristo en nuestras entrañas, por la meditación de su Palabra y por el servicio a las hermanas. Alabemos y demos gracias a Dios con las palabras del himno del Oficio de lectura de Adviento “A Dios sea la gloria eternamente y al Hijos suyo amado, Jesucristo, el que quiso nacer para nosotros, para darnos su espíritu divino” Lecturas:
2 Sam 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16 Rom 16, 25-27 Lc 1, 26-38 Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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Marzo 2024
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