Contemplar nuestra herencia Contemplar la Santísima Trinidad es contemplar la comunión desde la cual hemos sido creados y a la cual somos llamados. “Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” (Sal 16 ). La comunión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es nuestra herencia, el lote de nuestra heredad, según el eterno designio del Padre. Tanto amó Dios al mundo que nos ha dado el Unigénito (cf Jn 3,16). En el Hijo, hemos recibido gracia tras gracia (Jn1,16), hemos sido enriquecidos con toda clase de bienes espirituales y celestiales (Ef 1,3), por su sangre hemos recibido la redención (Ef 1,7). En Él reside toda la plenitud y por Él hemos sido reconciliados con todos los seres (Col 1, 19-20). Los himnos cristológicos inspirados por el Espíritu, recogen la experiencia pascual que después de Pentecostés brota en los labios de los apóstoles como primeras confesiones de la fe, primeros anuncios del kerygma en toda su fuerza genuina. Jesús es la nueva Alianza entre Dios y los hombres. Moisés, que baja del monte Sinaí y sube a la presencia de Dios con las tablas de la Ley, es figura de Jesucristo, el único que bajó del cielo y que conoce al Padre. Los hombres rompen las tablas de la Alianza, Moisés las restaura y las vuelve a presentar ante Dios. “Si he obtenido tu favor … tómanos como heredad tuya” (Ex 34, 9). Que nosotros seamos Tu heredad era la primera Alianza. Que Tú seas nuestra heredad, es la nueva Alianza. El Padre nos ha dado el Hijo y el Hijo nos ha dado el Espíritu. El Espíritu, derramado en el mundo en Pentecostés, nos hace intuir en qué consiste la promesa, entregada ya como herencia, porque por el Hijo hemos sido hechos hijos y por lo tanto, herederos. Por Él, por el bautismo en su nombre con agua y con Espíritu, hemos recibido la vida en el Espíritu, la vida divina, la vida trinitaria, vida eterna. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, por eso podemos decir con el Hijo: Padre nuestro. Este es el nuevo nacimiento que viene explicando Jesús a Nicodemo en el diálogo del que el evangelio de hoy toma nada más dos versículos, referentes a la esencia de nuestra fe. Reconocer al Hijo que el Padre envió - no para juzgar al mundo, sino para que el mundo crea en Él y tenga la vida eterna. La vida eterna es el conocimiento del Dios trino. Reconocer que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo están siempre con todos nosotros (2Cor 13,11-13) es reconocer el Reino, la vida de Dios entre y en nosotros. Vivir desde ya la gracia de la comunión que es nuestra herencia. Es el saludo de paz que inicia cada Eucaristía, cada vez que en la tierra se vuelve a celebrar y se vuelve a actualizar por la acción del Espíritu Santo el Misterio Pascual, en el seno de la Iglesia. En este día Pro Orantibus, día de la Vida Contemplativa, demos gracias por nuestra herencia, herencia de todos los bautizados. Gustemos del lote de nuestra heredad, de la vida de comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Lecturas:
Ex 34, 4b-6. 8-9 2 Cor 13, 11-13 Jn 3,16-18 Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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