¿A qué se le parece el Reino de Dios? En el Evangelio de este domingo Jesús habla de nuevo en parábolas para explicar algo importante a sus oyentes. Porque como nos recordaba el texto del Domingo pasado no basta con escuchar la Palabra, es necesario entenderla. Por eso Jesús habla a los sencillos y humildes en parábolas, con imágenes y situaciones de la vida cotidiana, con ejemplos conocidos. Así el Padre concede a los sencillos esa sabiduría íntima que se requiere para entender la Palabra. El anuncio del Reino es el centro del mensaje del Señor y hoy nos encontramos a Jesús respondiendo con tres parábolas a una pregunta fundamental: ¿A qué se le parece el Reino de Dios? En ellas encontramos tres claves, se parece: - al proceso de crecimiento del trigo junto a la cizaña. - a un grano de mostaza que se hace árbol frondoso. - a la levadura escondida en la harina que se transforma en pan. Las tres narraciones tienen semejanzas. Vemos en ellas algo pequeño que toma fuerza, se transforma y alegra a quien recibe sus frutos. Es también una lección de paciencia, de la espera confiada de un fruto. Por otro lado ¿no es asombroso que todo un Reino se compare a algo tan pequeño en las tres parábolas? ¿Cómo es posible esperar algo tan grande, tan soberano, de algo tan simbólico? Podríamos quedarnos ya solo con esto para meditar, para quedarnos en el estupor, en el asombro. El mismo asombro que produce ver germinar algo tan pequeño como una semilla y crecer hasta granar o hacerse árbol, el mismo estupor que nos produce ver como la levadura hace crecer la masa y la transforma en rico pan. Estos relatos nos hablan de la creación, porque hay una conexión profunda en ellos con la naturaleza: la tierra, el agua, el aire, el sol colaboran en el crecimiento, la mano humana que mete la levadura en la harina y la amasa y después la hornea al fuego. El Reino está en la creación, porque Dios todo lo hizo bueno y no se desdice de lo creado sino que lo lleva a plenitud, como dice San Pablo: "la creación expectante aguarda la manifestación gloriosa de nuestro Salvador". Parte de la creación colabora para que la transformación de los elementos sea posible. Esta colaboración junto a la renuncia que ello supone para la semilla, el grano de mostaza y la levadura, la vemos claramente en las tres parábolas: - La cizaña tiene que crecer junto al trigo y éste soportar su presencia junto a él, con paciencia. Como dice S. Agustín: «muchos primero son cizaña y luego se convierten en trigo». Y añade: «Si estos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia, no llegarían al laudable cambio». - La mostaza no se debe quedar en su máxima pequeñez, inútil a los ojos de muchos observadores. - La levadura tiene que perderse en la masa para transformarla en algo bello y bueno. Si pudieran hablar los elementos descritos y la semilla del trigo dijera: "no, yo no soporto más la presencia de esta cizaña fanfarrona, arrogante e impostora que aparenta ser como yo y no lo es"; o el pequeño grano de mostaza se dijera: "¿para qué se empeña el sembrador en usarme como semilla si yo no tengo cuerpo ni para convertirme en guisante?"; o por otro lado la levadura se negara a entrar en la harina para no perder su identidad y su apariencia... No sería posible contemplar este milagro posterior del trigo, del pan, del cobijo del árbol. De ahí entendemos la importancia de nuestra pequeña colaboración con la gracia, para que sea posible, como en estos procesos naturales, un mundo nuevo. Ahí también observamos estas similitudes con el Reino de Dios:
Así es el Reino, algo casi invisible, que transforma, da vida, contagia con alegría a otros cuando se comparte y nos conduce a una felicidad impensable. Hoy, con el libro de la sabiduría podemos decir: qué grande eres, Señor, «fuera de ti no hay otro Dios que cuide de todo… porque tu fuerza es el principio de la justicia y tu señorío sobre todo te hace ser indulgente con todos». Y el Salmo 85 lo confirma: «Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan» ¿A qué se le parece el Reino de Dios? A esa mano sabia y bondadosa del Padre que toma de lo suyo y lo coloca en el lugar y el tiempo oportuno para hacerlo germinar, crecer y fructificar, e ir construyendo así la Ciudad de Dios aquí, ya en esta tierra, donde es posible partir y compartir el pan con los hermanos de todas las naciones y razas, bajo una sombra excelente como es la Iglesia. Lecturas:
Sab 12, 13. 16-19 Rom 8, 26-27 Mt 13, 24-43 Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
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