La Palabra de Dios es Jesucristo Icono: Jesús como judío, Emaús-Nicópolis, Israel En este domingo III del Tiempo Ordinario, Domingo de la Palabra, los textos bíblicos elegidos para proclamar en la Eucaristía expresan con mucha fuerza que justamente el cristianismo no es una religión del libro y que la Biblia, por tanto, no es un mero relato ni un cuerpo de doctrina ni una memoria escrita sobre hechos importantes de la historia porque la Palabra se ha hecho acontecimiento, carne, persona. La Palabra de Dios es Jesucristo. No estamos ante una enseñanza sino ante una Presencia, un Rostro, un Tú, una Libertad que nos provoca, nos atrae, nos zarandea, nos apasiona y conmueve toda nuestra existencia y todas las dimensiones de nuestro ser. La Palabra de Dios, Jesucristo, ha salido a recorrer la faz de la tierra, ha salido a nuestro encuentro, se dirige a nosotros y nos invita a una relación. Cuando Jesús aparece se rompe el curso establecido de los acontecimientos, porque Él introduce una novedad radical, una discontinuidad con el ritmo previsto de las cosas. Lo oscuro se ilumina, los alejados se avecinan, los gentiles son invitados a la mesa de los hijos y los hijos de los pescadores ya no tendrán que ser más pescadores, como lo fueron sus padres y los padres de sus padres. Saldrán de esa línea marcada de sucesión, de destino, de imposición, para libremente romper filas, iniciar una nueva existencia y seguirle. Pedro, Andrés, Juan y Santiago dejan lo que se preveía que debían hacer, pasar sus vidas repasando redes, y se ponen en camino, se van con Él: “Y lo siguieron”. Así es la irrupción de Cristo en la historia, catalizando toda la atención, porque Él es el principio de verificación de la autenticidad de una vida. En Él se reconoce la razón primera y última de la existencia, de mi pequeña vida. La Escritura habla de Él. Todo en ella está orientado hacia Él. Todo lo que en ella se narra, todos aquellos que en ella aparecen lo esperan. Todo se cumple ante su Presencia. Sí, el Reino ha llegado, lo hace presente Él, que está aquí, que está entre nosotros, que está vivo y sigue pasando por la orilla de nuestras vidas y nos llama, se fija en nosotros, nos conoce, viene a buscarnos, hasta los confines de la tierra, “allende el Jordán”. Ante Él se despiertan los anhelos profundos del corazón que ya habíamos dado por perdidos… porque Aquel al que admiran el sol, la luna y las estrellas, el deseado de las naciones y el esperado de los pueblos, el cumplimiento de las promesas está aquí, ante Mí y me llama. Lecturas:
Is 8, 23b–9, 3 Sal 26,1.4.13-14 1 Co 1, 10-13. 17 Mt 4, 12-23 Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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Marzo 2024
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