Tú que me hablas
Tal vez no puedas aún ver el día porque se retrasa la luz del amanecer, pero puedes “escuchar su gracia”. En la madrugada a la realidad le cuesta “aparecer”, envuelta como está en la oscuridad, como en un mundo escondido. Pero su Gracia no nos abandona nunca. Ella está en medio de esta noche y de este silencio… y se la puede escuchar. Dios habla en la noche y se deja oír con nitidez en el silencio. Antes de que puedas ver su Rostro deja oír su Voz. “Hazme escuchar tu gracia”, sea esta tu primera petición.
Atiende lo que dicen tus labios, los salmos que vas rezando en la liturgia primera, en la compañía fraterna. Atiende a las palabras; en ellas se revela su Palabra de Gracia y de Vida. Él está ya hablándote, como un amigo a su amigo, como un esposo a su esposa, como un padre a su hijo, como un hermano a su hermano (Ex. 33, 11; Jn. 15, 14-15).
Atiende lo que dicen tus labios, los salmos que vas rezando en la liturgia primera, en la compañía fraterna. Atiende a las palabras; en ellas se revela su Palabra de Gracia y de Vida. Él está ya hablándote, como un amigo a su amigo, como un esposo a su esposa, como un padre a su hijo, como un hermano a su hermano (Ex. 33, 11; Jn. 15, 14-15).