Tras la primera liturgia, cuando comiences a orar deja que sea su Palabra tu primera luz. Dialoga con Ella: léela con afecto y atención, medítala, ora, contempla, discierne, llévala a tu día concreto, a tu hoy, al coloquio con las hermanas, a aquella persona con la que te encuentres (Ba 3, 38).
La Palabra es el hilo de oro que teje tu encuentro; ella va haciendo un tejido, un texto que narra la historia de salvación en tu vida y en toda vida. Si la escuchas y la guardas en el corazón tu vida no será un enigma indescifrable sino el cauce luminoso de un encuentro entre Dios y tú. Acostúmbrate a rumiarla, muchas veces al día. Rumia la Palabra mientras contemplas el paisaje, mientras trabajas con tus manos, mientras sirves, limpias, ordenas tu cuarto, la casa, mientras trabajas en el campo, mientras vas de camino… Que ella cambie tu corazón, tus gestos, tus hábitos, tus palabras. |
La Palabra habla de Él, en Ella está Jesucristo hablándote, cerca de ti (Flp 3, 8). Lee a Cristo vivo y Cristo te hablará . Vive este diálogo que te conduce a conocerle y amarle.
Estudia la Palabra, practica la Lectura de Dios; porque ella interpreta tu vida tú has de saber también interpretarla.
La Palabra de Dios es también para nosotros un lugar ecuménico, un lugar de encuentro y de diálogo entre los cristianos. Con la oración, el silencio propio de la vida contemplativa, la Liturgia y el amor a la Palabra sentimos que debemos construir la comunión durante tanto tiempo perdida y, ahora, tan deseada.
Comienza así tu diálogo: Dime Tu Palabra, Dime mi Palabra.
«Ofrezcamos sin cesar, por medio de él, a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre» (Hb 13,15; cf. Sal 49, 14. 23; Os 14,3).
El Santo Viaje
Estudia la Palabra, practica la Lectura de Dios; porque ella interpreta tu vida tú has de saber también interpretarla.
La Palabra de Dios es también para nosotros un lugar ecuménico, un lugar de encuentro y de diálogo entre los cristianos. Con la oración, el silencio propio de la vida contemplativa, la Liturgia y el amor a la Palabra sentimos que debemos construir la comunión durante tanto tiempo perdida y, ahora, tan deseada.
Comienza así tu diálogo: Dime Tu Palabra, Dime mi Palabra.
«Ofrezcamos sin cesar, por medio de él, a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre» (Hb 13,15; cf. Sal 49, 14. 23; Os 14,3).
El Santo Viaje