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Comentar la Palabra

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III Domingo de Pascua

30/4/2022

 
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​Juan 21, 1 - 19

Comentado por una hermana
​RECONOCER A DIOS EN LA COTIDIANIDAD

Jesús en el Evangelio de hoy, el almuerzo en el Tiberíades, rescata el valor de la cotidianidad y la hace parte importante del lenguaje del anuncio. Su presencia entre nosotros suele darse de modo preferencial en la intimidad de una conversación en la oración, en la sencillez del trabajo o al calor de una mesa compartida. Las interpelaciones del Señor suelen ser anunciadas a través de gestos y palabras sencillas que, aunque hacen poco ruido, calan en lo profundo.
Veamos tres iconos de la presencia de Jesús en la cotidianidad:
Es el Señor…  Jesús nos pide estar atentos para no dejar pasar de largo su presencia. Es necesario afinar el oído y agudizar la mirada para reconocer su paso en medio del trajín de cada día. Los discípulos, que se encuentran en medio de la brega de la pesca, no son capaces de descubrir la presencia del Señor al lado de las brasas buscando algo para comer porque quizá, esperaban un signo maravilloso como el de la tempestad calmada. Pero uno sí que le reconoce, el que mira con el corazón y se abre al misterio del Dios que acontece en el silencio y en la profundidad del encuentro. Aquel que ve al Señor sale de sí mismo y lo comunica: ¡es el Señor!
Señor, evangeliza mi mirada para ser capaz de reconocerte en el misterio escondido de la cotidianidad.
Echad la red a la derecha… La presencia del resucitado, reconocido como compañero de camino en el día a día, nos da nuevas pistas y criterios para asumir nuestra condición de discípulos y para resolver con lucidez, creatividad y valor los desafíos que nos plantea la misión de construir un mundo mejor, un mundo a la manera de Jesús. 
  • El primero de ellos es la importancia del trabajo en equipo. Pedro, aunque ha sido constituido como referente de la naciente comunidad, cuenta con los demás a la hora de asumir la responsabilidad del trabajo. No es su faena, es la de todas y todos. 
  • El segundo criterio tiene que ver con la persona a quien servimos en nuestra misión. No entregamos la vida para lograr el éxito personal o el de nuestra comunidad, entregamos la vida porque estamos convencidos de que somos servidores de la misión de Dios. Tener claro este segundo criterio nos hace menos proclives a la tentación de la auto-referencialidad por un lado y, por el otro, a reconocer con humildad que solo enraizados en Jesús nuestro trabajo es fecundo. ¡Cuando en su nombre lanzamos las redes la pesca es abundante!
Apacienta mis ovejas… La confirmación de la llamada es el tercer elemento de este encuentro de Jesús con los discípulos en medio del trabajo. Pedro, quien le negó tres veces en las horas de la pasión, ha aprendido la lección y sabe que la constancia en la fidelidad es la clave principal del seguimiento. Su triple “Señor, tu sabes que te quiero”, le vale para que el Maestro lo confirme en la misión de apacentar y de guiar a la comunidad. La fidelidad, el sí generoso que damos al Señor no sucede al calor del entusiasmo de un fervor pasajero sino de la constancia del sí que se desgrana en el día a día… bajo el sol brillante y bajo espesos nubarrones; cuando surfeamos la cresta de la ola y cuando descendemos a las aguas profundas; cuando el éxito nos acaricia y cuando el fracaso nos hace fuertes.
Señor, evangeliza mis amaneceres y mis atardeceres para que cada día, cada tarde, cada noche mi canto se llene del sí… ¡Señor, tu sabes que te quiero!

V Domingo de Cuaresma

3/4/2022

 
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Juan 8, 1-11

​Comentado por una hermana

"Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante"

Estamos en el quinto Domingo de Cuaresma, nos vamos acercando al final de la cuaresma. Ha sido un tiempo propicio para profundizar en el encuentro intimo con el Señor, la oración, y una invitación a salir de nosotros mismos. En la línea de lo que la liturgia nos propuso el domingo pasado, el evangelio de hoy nos ayuda a comprender que sólo el amor de Dios puede cambiar desde dentro la existencia del hombre, porque sólo su amor infinito lo libra del pecado, que es la raíz de todo mal. La escena de Jesús con la mujer pecadora nos hace pensar en ese momento en el que, cada uno de nosotros, también se encuentra personalmente con Cristo.  El encuentro con Dios es cercanía que sana, perdona y libera. Es una relación que nos hace libres: Esto es lo que Isaías recuerda al pueblo que sufre el destierro, desapropiado y que ha perdido la esperanza; Esta es la mirada que Pablo comparte de su experiencia vivida en el camino de Damasco, que lo llevo a “conocer” al Señor; Esta es la vida nueva que brota en el corazón de la mujer protagonista del evangelio de hoy. Hoy, en particular, Jesús nos invita a la conversión interior:  en él encontramos el perdón y la misericordia, capaces de hacerlo todo nuevo.
 
En el evangelio que estamos meditando, hay dos escenas sugestivas:  1. Asistimos a una disputa entre Jesús, los escribas y fariseos acerca de una mujer sorprendida en adulterio y, según el libro del Levítico (cf. Lv 20, 10), condenada a la lapidación.  2. Se desarrolla un breve y conmovedor diálogo entre Jesús y la pecadora.
Esos hombres piden a Jesús que juzgue a la pecadora con la finalidad de "ponerlo a prueba" y de impulsarlo a dar un paso en falso. La escena está cargada de dramatismo: de las palabras de Jesús depende la vida de esa persona, pero también su propia vida. De hecho, los acusadores hipócritas fingen confiarle el juicio, mientras que en realidad es precisamente a él a quien quieren acusar y juzgar. Jesús, en cambio, está "lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14): él sabe lo que hay en el corazón de cada hombre, quiere condenar el pecado, pero salvar al pecador, y desenmascarar la hipocresía.
 
El evangelista san Juan pone de relieve un detalle: mientras los acusadores lo interrogan con insistencia, Jesús se inclina y se pone a escribir con el dedo en el suelo, palabras misteriosas, que el evangelista no revela, pero queda impresionado por ellas; y después ante la insistencia, Jesús se incorpora y mira a los acusadores. Es una mirada penetrante que entra hasta el corazón y les dice: "Aquel de vosotros que esté sin pecado que le tire la primera piedra" (Jn 8, 7) Estas palabras están llenas de la fuerza de la verdad, que desarma, que derriba el muro de la hipocresía y abre las conciencias a una justicia mayor, la del amor, en la que consiste el cumplimiento pleno de todo precepto (cf. Rm 13, 8-10). Y añade que con sus palabras obliga a los acusadores a entrar en su interior y a mirarse a sí mismos, a descubrir que también ellos son pecadores. Y se van, "comenzando por los más viejos". Cuando todos se marcharon, el divino Maestro se quedó solo con la mujer. El comentario de san Agustín a este evangelio es conciso y eficaz: "quedaron sólo ellos dos:  la miserable y la misericordia".
 
Ahora os invito a pararnos un momento para contemplar esta escena, donde se encuentran frente a frente la miseria del hombre y la misericordia divina, una mujer acusada de un gran pecado y Aquel que, aun sin tener pecado, cargó con nuestros pecados, con los pecados del mundo entero. Él, que se había puesto a escribir en la tierra, alza ahora los ojos y encuentra los de la mujer. La mirada de Jesús es creadora. La restituye a la existencia. Despierta lo más auténtico de ella. Saca a la luz lo bueno que hay en su corazón. Es una mirada sanadora que ofrece el perdón. Es una mirada que hace libre y permite a la mujer emprender un nuevo camino en la vida. No pide explicaciones. Puede sonar un poco irónico cuando le pregunta:  "Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?". Ella contesta: “Ninguno, Señor”.  Jesús, absolviendo a la mujer de su pecado, la introduce en una nueva vida, orientada al bien: "Tampoco yo te condeno; vete y en adelante no peques más".  Nuestro Padre San Agustín, en su comentario a este evangelio, observa:  "El Señor condena el pecado, no al pecador... Dice: Vete y no peques más". Jesús le ofrece el perdón del Padre, la misericordia infinita de Dios, pero también le dice que no vuelva a pecar. Le está pidiendo un cambio radical en su vida. Aquí se pone de relieve que sólo el perdón divino y su amor recibido con corazón abierto y sincero nos dan la fuerza para resistir al mal y "no pecar más", para dejarnos conquistar por el amor de Dios, que se convierte en nuestra fuerza. De este modo, la actitud de Jesús se transforma en un modelo a seguir por todos los cristianos. Porque a nosotros nos pide lo mismo:  a no juzgar, no condenar y no pecar. Él nos ofrece su perdón y misericordia, a cambio sólo nos pide que cambiemos, que volvamos nuestros ojos, nuestro corazón, hacia Él. Que convirtamos nuestro corazón de piedra en un corazón de amor, abierto a la vida, y no a la muerte, que es a lo que nos conduce el pecado.

Por último, decir que el evangelio de este Domingo nos enseña la certeza de que Dios no nos abandona jamás y que su amor es manantial de alegría y de paz; este tiempo cuaresmal, es un tiempo donde vamos experimentando el perdón y la confianza de Jesús que nos invita a vivir de una manera diferente, es un tiempo oportuno a mirar lo nuevo que Dios realiza y a ser creativos. Y lo más importante a estar preparados para vivir la Pascua, a entrar en la gran semana de nuestra Redención.

LECTURAS DEL DÍA Y COMENTARIO DEL SANTO PADRE

    Todos

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    Mateo


    1, 18-24
    ​1, 29-39
    3, 1-12
    3, 13-17​
    ​4, 1-11
    4, 12-23
    5, 1-12a
    ​5, 13-16
    5, 38-48

    9, 36—10, 8
    10, 26-33

    11, 2-11
    11, 25-30
    ​
    13, 1-23

    13, 24-43
    ​
    ​13, 44-52
    14, 22-33
    15, 21-28

    ​17, 1-9
    17, 1-9
    18, 15-20
    18, 21-35
    21, 33-43
    22, 1-14
    ​22, 15-21
    24, 37-44
    25, 1-13

    Mt 25, 14-15. 19-21
    ​
    ​25, 31-46​
    27, 11-54

    28, 16-20

    Marcos


    1, 1-8
    1, 12-15
    ,1, 14-20
    1, 21-28
    1, 29-39
    ​
    ​1, 40-45
    ​
    4, 26-34
    5, 21-43
    6, 1-6
    6, 7-13
    6, 30-34

    7, 1-8a.14-15. 21-23
    8, 27-35
    9, 2-10
    9, 30-37
    12, 28-34
    12, 38-44

    13, 24-32
    ​13, 33-37

    14, 1-15,47
    14, 12-16. 22-26
    ​16, 15-20


    Lucas

    1,1-4; 4,14-21
    1, 26-38

    1, 39-56
    ​2, 13-21
    2, 16-21

    3, 1-6
    3, 15-16. 21-22
    4, 1-13
    ​4, 21-30
    5, 1-11
    ​6, 17. 20-26
    ​6, 27-38
    ​6, 39-45
    9, 11b-17
    10, 38-42
    ​10, 25-37
    ​11, 1-13
    12, 13-21
    12, 32-48
    ​12, 49-53
    ​13, 22-30
    14, 25-33
    ​15, 1-10
    16, 10-13
    16-19-31
    ​17, 5-10
    17, 11-19

    18, 1-8
    18, 9-14
    19, 1-10
    20, 27-38
    21, 25-28.34-36
    24, 35-48
    ​24, 46-53

    Juan

    Jn 1, 6-8. 19-28
    ​1, 29-34
    2, 1-11
    2, 13-25
    ​3, 16-18
    ​
     4, 5-42
    6, 51-58
    6, 60-69
    8, 1-11
    ​9, 1-41
    10, 1-10
    10, 27-30
    ​​12, 20-33 
    ​13,31-33a. 34-35
    ​
    14, 1-12
    ​14, 15-21
    14, 23-29
    15, 1-8
    15, 9-17
    16, 12-15
    18, 33, 33b-37
    20, 19-23
    ​21, 1 - 19

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