![]() Juan 8, 1-11 Comentado por una hermana "Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante" Estamos en el quinto Domingo de Cuaresma, nos vamos acercando al final de la cuaresma. Ha sido un tiempo propicio para profundizar en el encuentro intimo con el Señor, la oración, y una invitación a salir de nosotros mismos. En la línea de lo que la liturgia nos propuso el domingo pasado, el evangelio de hoy nos ayuda a comprender que sólo el amor de Dios puede cambiar desde dentro la existencia del hombre, porque sólo su amor infinito lo libra del pecado, que es la raíz de todo mal. La escena de Jesús con la mujer pecadora nos hace pensar en ese momento en el que, cada uno de nosotros, también se encuentra personalmente con Cristo. El encuentro con Dios es cercanía que sana, perdona y libera. Es una relación que nos hace libres: Esto es lo que Isaías recuerda al pueblo que sufre el destierro, desapropiado y que ha perdido la esperanza; Esta es la mirada que Pablo comparte de su experiencia vivida en el camino de Damasco, que lo llevo a “conocer” al Señor; Esta es la vida nueva que brota en el corazón de la mujer protagonista del evangelio de hoy. Hoy, en particular, Jesús nos invita a la conversión interior: en él encontramos el perdón y la misericordia, capaces de hacerlo todo nuevo. En el evangelio que estamos meditando, hay dos escenas sugestivas: 1. Asistimos a una disputa entre Jesús, los escribas y fariseos acerca de una mujer sorprendida en adulterio y, según el libro del Levítico (cf. Lv 20, 10), condenada a la lapidación. 2. Se desarrolla un breve y conmovedor diálogo entre Jesús y la pecadora. Esos hombres piden a Jesús que juzgue a la pecadora con la finalidad de "ponerlo a prueba" y de impulsarlo a dar un paso en falso. La escena está cargada de dramatismo: de las palabras de Jesús depende la vida de esa persona, pero también su propia vida. De hecho, los acusadores hipócritas fingen confiarle el juicio, mientras que en realidad es precisamente a él a quien quieren acusar y juzgar. Jesús, en cambio, está "lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14): él sabe lo que hay en el corazón de cada hombre, quiere condenar el pecado, pero salvar al pecador, y desenmascarar la hipocresía. El evangelista san Juan pone de relieve un detalle: mientras los acusadores lo interrogan con insistencia, Jesús se inclina y se pone a escribir con el dedo en el suelo, palabras misteriosas, que el evangelista no revela, pero queda impresionado por ellas; y después ante la insistencia, Jesús se incorpora y mira a los acusadores. Es una mirada penetrante que entra hasta el corazón y les dice: "Aquel de vosotros que esté sin pecado que le tire la primera piedra" (Jn 8, 7) Estas palabras están llenas de la fuerza de la verdad, que desarma, que derriba el muro de la hipocresía y abre las conciencias a una justicia mayor, la del amor, en la que consiste el cumplimiento pleno de todo precepto (cf. Rm 13, 8-10). Y añade que con sus palabras obliga a los acusadores a entrar en su interior y a mirarse a sí mismos, a descubrir que también ellos son pecadores. Y se van, "comenzando por los más viejos". Cuando todos se marcharon, el divino Maestro se quedó solo con la mujer. El comentario de san Agustín a este evangelio es conciso y eficaz: "quedaron sólo ellos dos: la miserable y la misericordia". Ahora os invito a pararnos un momento para contemplar esta escena, donde se encuentran frente a frente la miseria del hombre y la misericordia divina, una mujer acusada de un gran pecado y Aquel que, aun sin tener pecado, cargó con nuestros pecados, con los pecados del mundo entero. Él, que se había puesto a escribir en la tierra, alza ahora los ojos y encuentra los de la mujer. La mirada de Jesús es creadora. La restituye a la existencia. Despierta lo más auténtico de ella. Saca a la luz lo bueno que hay en su corazón. Es una mirada sanadora que ofrece el perdón. Es una mirada que hace libre y permite a la mujer emprender un nuevo camino en la vida. No pide explicaciones. Puede sonar un poco irónico cuando le pregunta: "Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?". Ella contesta: “Ninguno, Señor”. Jesús, absolviendo a la mujer de su pecado, la introduce en una nueva vida, orientada al bien: "Tampoco yo te condeno; vete y en adelante no peques más". Nuestro Padre San Agustín, en su comentario a este evangelio, observa: "El Señor condena el pecado, no al pecador... Dice: Vete y no peques más". Jesús le ofrece el perdón del Padre, la misericordia infinita de Dios, pero también le dice que no vuelva a pecar. Le está pidiendo un cambio radical en su vida. Aquí se pone de relieve que sólo el perdón divino y su amor recibido con corazón abierto y sincero nos dan la fuerza para resistir al mal y "no pecar más", para dejarnos conquistar por el amor de Dios, que se convierte en nuestra fuerza. De este modo, la actitud de Jesús se transforma en un modelo a seguir por todos los cristianos. Porque a nosotros nos pide lo mismo: a no juzgar, no condenar y no pecar. Él nos ofrece su perdón y misericordia, a cambio sólo nos pide que cambiemos, que volvamos nuestros ojos, nuestro corazón, hacia Él. Que convirtamos nuestro corazón de piedra en un corazón de amor, abierto a la vida, y no a la muerte, que es a lo que nos conduce el pecado. Por último, decir que el evangelio de este Domingo nos enseña la certeza de que Dios no nos abandona jamás y que su amor es manantial de alegría y de paz; este tiempo cuaresmal, es un tiempo donde vamos experimentando el perdón y la confianza de Jesús que nos invita a vivir de una manera diferente, es un tiempo oportuno a mirar lo nuevo que Dios realiza y a ser creativos. Y lo más importante a estar preparados para vivir la Pascua, a entrar en la gran semana de nuestra Redención. LECTURAS DEL DÍA Y COMENTARIO DEL SANTO PADRELos comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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