Visitación de María | Arcabas (Jean-Marie Pirot) EVAnGELIO
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». "¡ Bienaventurada tú que has creído!
En la escena que hoy contemplamos en el Evangelio María e Isabel se llenan de alegría, y la mayor, Isabel, que conoce a su prima pero que debe haber conocido también las promesas y los tiempos de Dios, le grita de alegría: “bienaventurada tú que has creído que lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. ¡Cuánta experiencia de Dios se recoge en esta frase! Ojalá pudieran decir de nosotros algo parecido: bienaventurada tú, Ester, Ángel, Ana, que escuchaste la promesa que Dios puso en tu corazón, bienaventurado tú que distinguiste Su voz entre las otras, que quisiste distinguir Su voz de la tuya. Bienaventurado tú que, aunque no tenías pruebas, aunque te pareciera imposible, que no había salida lógica, creíste que sería Dios quien estaría contigo, quien te salvaría. Bienaventurado tú que ya habías conocido de algún modo que Dios entra en tu historia para salvarla, que ya habías reconocido la fuerza de su brazo entre los avatares de la vida y creíste que podrías confiar en Él, que el que había estado antes contigo estaría también ahora, en este momento clave. Bienaventurado tú que has visto ya que Dios no se desdice, que su Palabra cae y empapa la tierra y da fruto, y lo que dice se cumple. Bienaventurado tú porque le dejaste espacio en tu vida, dejaste que Él fuera señor, porque estuviste disponible a su voluntad y te fiaste de ella, que te traería más vida que atender a los esclavizantes reclamos de tu yo. Bienaventurado tú, ojalá nos digan, porque esperaste. Porque creíste que Dios haría las cosas en el momento oportuno, que la ternura de Dios acompañaría tus días de preocupación y de incertidumbre. María e Isabel son mujeres de la espera, mujeres que posiblemente aprendieron que creer y esperar son dos cosas parecidas. Mujeres que vieron que los tiempos de los hombres se pueden convertir en los tiempos de Dios. María había visto cómo la increíble obra de Dios se acompasaba a su propio ritmo, mientras día tras día, gestaba en su seno, sin ninguna aparatosidad, la vida de Dios. Danos, Señor, un corazón así, tan habitado por Ti, que esperemos en el silencio de nuestros días tu Palabra. Ven, Señor, así, a nuestra vida, desbordando nuestras expectativas, que tu misericordia se haga carne en nosotros para que eso, como a María a Isabel, nos llene de alegría y tengamos que gritarlo. Que tengamos, como María, que salir de nuestra propia casa, de nuestro mundo a veces tan pequeñito, para compartir con los otros que tú, Señor, sí que vienes y nos salvas. Ven Señor, y sálvanos, que la fuerza de tu vida en nosotros nos haga movernos hacia el otro, donde también te encontramos, para acompañar su propia necesidad, ven Señor y no dejes que nuestras propias circunstancias nos atrapen en una falsa comodidad. Ven Jesús, que brille tu rostro y nos salve. evangelio
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué debemos hacer?». Él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?». Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido». Unos soldados igualmente le preguntaban: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?». Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga». Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio. “El que viene os bautizará con Espíritu Santo y fuego”
Queridas hermanas: Estamos en la mitad del camino hacia la celebración de la Natividad de nuestro Señor Jesucristo. En este tercer Domingo de Adviento el evangelio de Lucas nos sumerge a la predicación de San Juan el Bautista en la comarca del Jordán. Juan, la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, suscita con sus palabras y su testimonio el deseo de conversión de aquellos que se acercaban a escucharle porque su exhortación era clara y sin titubeos: “Dad el fruto que pide la Conversión” Ante esta exhortación tres grupos de personas: la gente, los publicanos y los soldados., menciona el evangelista, hacen la misma pregunta a Juan: “¿Y qué debemos hacer?, ¿Qué debemos hacer nosotros? La respuesta de Juan es clara: A la gente le dice: “El que tenga dos túnicas que comparta con el que no tiene, el que tenga comida, haga lo mismo.”; a los publicanos que vinieron a bautizarse les responde que no exijan más de lo establecido; y a los soldados que se contenten con la paga, que no se aprovechen de nadie con falsas denuncias. En resumen, podríamos mencionar que Juan les pedía una vida: Honrada, sobria y religiosa. Una vida humanamente buena, ordenada, compasiva, leal, fiel. De esta manera iba allanando el camino al Mesías, proclamando que los frutos que pide la conversión son frutos muy visibles en la vida cotidiana, son frutos totalmente unidos a nuestro día a día; por eso a los soldados, por ejemplo, no les da un mensaje extraordinario, sino que les conduce al servicio evangélico: “Siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer” es decir: Soldado, trabaja , no extorsiones, respeta la libertad, deja el autoritarismo…Haz lo que tienes que hacer sin dejar espacio al mal. Podríamos preguntarnos por nuestros propios frutos de conversión. ¿Cuáles son esos frutos de conversión en tu vida? ¿Por qué eres incapaz de engendrarlos? o ¿ Por qué has sido capaz de alumbrarlos a la vida de los hombres? Y además, lo más importante, rescatar la actitud de la gente, los publicanos y los soldados ante la predicación de Juan, rescatar esta pregunta, para que también sea la tuya ¿Y nosotros, qué debemos hacer? ¿Y yo, qué debo hacer? El tiempo apremia, la Navidad está cerca, Jesús está a la puerta y llama, y te llama. No permitas que sea una gracia caída en saco roto, “Dad los frutos que pide la conversión” Dice Juan: Dad, dad, dad esos frutos. ¿Y nosotros qué debemos hacer? El evangelista dice que todos se preguntaban en su interior sobre Juan, sino sería el Mesías. Ante un profeta que pone la verdad por delante, surge el asombro; y desde el fondo del corazón, el reconocimiento de una fuerza que viene de lo alto y que hace arder de amor para propagar el incendio. Porque la verdad encontrada no se puede callar, no se puede ocultar:” Nadie enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín.” Juan podría ver seguramente cómo esta llama de fuego se encendía en su corazón y se propagaba en el corazón de los que se querían convertir al Dios de su predicación. Con inmensa humildad decía: “Yo os bautizo con agua, pero el que viene es más fuerte que yo” Y añade que el bautismo que recibiremos será con Espíritu Santo y fuego. El que viene, trae también fuego. En este tiempo de frío, cómo agradecemos estar cerca del fuego, del calor.., este nos deja hasta un pozo de alivio y alegría. ¡La alegría del fuego, del calor, del arder de amor y la paz, que en este domingo de Gaudete también celebramos. Hermanas: El Señor está cerca, y su paz custodiará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús; son las palabras de Pablo a los Filipenses: Estád siempre alegres en el Señor. porque Él está en medio de nosotros, Él está en este momento de oración con nosotros y entre nosotros y quiere encender en nuestros corazones la llama de su amor. Este El Espíritu y la esposa dicen: ¡ Ven, Maranathá! No tardes más, ven pronto! Por eso, “No temas Hija de Sión, que tu Rey está aquí en medio de Ti”; es posible la conversión, es posible tu conversión. “Tú verás su rostro y se alegrará tú corazón!” Déjate sellar por este fuego de la alegría en Dios! evangelio
En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajador; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios». Sí...sé que hoy es la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María...y que hablo ahora del evangelio del II domingo de Adviento.
¿Por qué? porque estamos de retiro, porque tuvimos problemas con internet...pero sobre todo porque María ha allanado el terreno a Cristo. Es la Mujer del Adviento y la Iglesia ha de vivir en perfecto Adviento. María ha permitido a Dios una morada, no ha interpuesto sus planes ni su historia para que pueda hacerse la voluntad de Dios. Porque ella es el modelo de disipulado sin mancha...por eso hoy, lo publico. Y Volviendo al domingo, la primera lectura decía: “Envuélvete en un manto de justicia de Dios” Este manto vistió María. Y así fue educando a su Hijo. Por tres veces se puede leer la palabra justicia en la primera lectura…¿qué justicia? Este sí que es un ministerio de igualdad: Dios ha mandado rebajarse a todos los montes elevados y a todas las colinas encumbradas; ha mandado rellenarse a los barrancos…No ordena Dios nada que no pueda hacerse…o que pidiéndole nos capacite para ello. En el evangelio, encontramos a san Juan Bautista, la “voz”, que grita esto mismo...ALLANAD Y estas palabras de rebajar y rellenar, esta labor de allanamiento del sendero, van a estar cumplidas con creces por Jesús. SIEMPRE VA DELANTE, SUS GESTOS VAN HABLANDO POR SÍ SOLOS. Ha venido a dar cumplimiento. Cristo no es un charlatán, no da grandes discursos y basta, Él es la Verdad, y la verdad es una Persona, Él es el amor caminando por este mundo y no sugerirá nada si Él no está dispuesto a hacerlo con su propia vida, porque así son sus consejos: de Vida. Cuando Jesús vino en carne a la tierra lo hizo en la profundidad más honda: - Empequeñecido en el seno de María - Naciendo en la gruta de Belén... no había posada para él. - Las aguas más profundas de la tierra, las del Jordán donde es bautizado, - Ensalzado en el lugar más humillante, la Cruz - y Descendió a los infiernos para vencer la muerte. Así ha rellenado los abismos profundos, bajando con su carne. El más elevado de todos los hombres se abaja absolutamente…para levantarnos…para rellenar los valles, igualar el camino, hacer posible el camino de vuelta al Padre, hacerlo transitable y posible para nosotros. ¿Y voy a decir yo que no puedo humillarme más? ¿Voy a decir que no es salvable tal o cual situación? ¿No puedo hacer más por acortar el camino entre la hermana y yo, allanarlo para que sea fácil y transitable? Veo la distancia que él ha recorrido para buscarme, cómo allanó mi camino de acceso al Amor del Padre. Los senderos tortuosos que debió arreglar, enderezar lo torcido, descender a mi muerte y subirme al Padre en cada eucaristía…entrar a formar parte del Cuerpo de Cristo. Si cada una allanamos así el camino, ciertamente ¡toda carne verá la salvación De Dios! Con razón él pude decir "Yo Soy el Camino" para llegar al Padre. Cierto que sí…¡una calzada recta para nuestro Dios! Que cuando el Señor vuelva, nos encuentre trabajando en el Camino, apartando piedras, alisando el suelo…alfombrando con nuestros mantos el camino del que avanza por el desierto. Sí, Maranatá, ¡Ven, Señor, Jesús! |
TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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