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Domingo V de Cuaresma

26/3/2023

 
La perícopa de la Resurrección de Lázaro prepara directamente los acontecimientos pascuales. En un ritmo creciente, el texto nos relata la enfermedad de Lázaro, su muerte y sepultura, hasta su resurrección. Es inevitable poner ya los ojos en la Pascua, porque hoy se nos narra una resurrección y todo el itinerario de los domingos anteriores nos ha ido preparando a este. Hace dos domingos Jesús se presentó como el Agua Viva, el domingo siguiente como la verdadera Luz, ambas acciones anunciaban el Bautismo y hoy otra acción simbólica nos habla de las consecuencias del Bautismo: la vida eterna.
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Mosaico bizantino de San Apolinar el Nuevo
​Rávena (siglo VI)
El texto quiere prefigurar la propia resurrección de Jesús. Por eso nada más empezar el relato hará mención al gesto de María ligando así la resurreción de Lázaro al gesto de la unción en Betania, que a su vez anticipa la Pascua de Jesús. El evangelista ha vivido la experiencia pascual y no podrá más que contarnos que toda la vida está empapada ya de la experiencia pascual, que toda la vida está llamada a ser Pascua. Particularmente en Juan esto es muy patente, ya la historia no se contará más sin esperanza, no se leerá más que desde la fuerza de la resurrección. Y así se podrá caminar en este día a día, en este peregrinar en el que aún experimentamos el límite, la herida del pecado y la muerte, sabiendo que ninguna tiniebla vencerá, ni la misma muerte tendrá la última palabra. Jesús es Señor de la Vida, contemporáneo a la Voluntad del Padre.
A revivir esta experiencia del evangelista estamos llamados hoy. A contar nuestra propia historia, nuestras propias experiencias de muerte desde la misma fe en Cristo resucitado. ¿Viviré yo mi fe así? Si a alguien le contara mi vida, cuál ha sido mi historia o qué vivo y pienso hoy, ¿lo cuento con la esperanza pascual?, ¿leo así los propios acontecimientos del mundo o lo que pasa a mi alrededor?
Para poder responder a esto puede que Marta sea hoy una clave para nosotros. Ante su petición Jesús le afirma solemne “tu hermano resucitará”. Y ella proclama: “sí, sé que mi hermano resucitará el último día”, le responde, con una fe que parece casi más resignada que esperanzada. Es como si repitiera una fe, una idea, una doctrina que en el fondo quedara muy lejos de la vida. Pero Jesús se presenta a ella entonces con toda su fuerza: “No, Marta, la vida y la resurrección soy yo, este que habla contigo”. En esta conversación, la resurrección deja de ser lejana, para estar presente, siendo una persona. Deja de ser una idea, para ser un tú que te habla. Jesús dirá a Marta, como me dice a mí, o a ti: la vida abundante, la vida eterna no será creer en la resurrección del último día, sino tenerme a Mí en tu vida. Yo Jesús soy la vida de los días, la que empieza ahora.
Ven, Señor Jesús, deja que te escuche pronunciar que Tú eres la vida, vida eterna y abundante, que empieza en este hoy al que Tu vienes. Ven, Señor, vence cualquier resistencia y que tu vida, cada vez más, habite la nuestra. Ven, Señor, y vence todas nuestras muertes, nuestras desesperanzas y nuestros egoísmos. Haznos caminar contigo hacia la Pascua.

Domingo 4º de Cuaresma-Domingo de Laetare

20/3/2023

 
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La humilde senda de la ceguera hacia la luz.
Juan 9, 1-41


Queridas hermanas:

El evangelio y el contexto de la curación del ciego de nacimiento, nos conducen a contemplar a Jesús como luz que ilumina la vida de todos los que abren el corazón, con humildad, a la gracia de Dios.

Por un lado tenemos a los discípulos, que preguntan al maestro sobre ¿quién pecó? para que el ciego haya nacido así. He aquí un ejemplo de humildad de aquellos que quieren aprender de su maestro, de aquellos que quieren acercarse a la verdad, y quieren comprenderla. Y aunque esto ya nos bastase para emprender un momento de oración con el Señor, no podemos descentrar “nuestros ojos” del ciego” .

El camino del ciego, es un itinerario en etapas, y es un itinerario de humildad. Un itinerario desde el exterior hacia el interior; de la luz de los ojos de la carne, a la luz del corazón; de conocer a Jesús de oídas, a creer en Él. ”Creo, Señor” 1

Este itinerario parte del conocimiento del nombre de Jesús. No conoce nada más sobre Él; en efecto dice: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos» (v. 11).

Tras las insistentes preguntas de los doctores de la ley, lo considera en un primer momento un profeta (v. 17) y luego un hombre cercano a Dios (v. 31). Después que fue alejado del templo, excluido de la sociedad, Jesús lo encuentra de nuevo y le «abre los ojos» por segunda vez, revelándole la propia identidad: «Yo soy el Mesías», así le dice. 2

Este es un itinerario de humildad que nos puede alumbrar en nuestro camino hacia la pascua, pero no solo eso, sino un itinerario para la vida con el Señor que es la luz del mundo y ha venido a iluminar toda oscuridad que puede estar arraigada en lo profundo de nuestra existencia. Para emprender este camino es necesaria la humildad.

¡No hay que temer, la Salvación está cerca! Miremos la actitud de este ciego obediente que hace lo que le dicen, porque le mueve el deseo de querer ver. A lo mejor no era la primera vez que recorría esos caminos cumpliendo órdenes.., pero si el objetivo era ver la luz, valía la pena emprender caminos. Lo que él no sabía era que ese camino le conducía hacia la luz del mundo! Hacia la visión plena , y hacia la palabra del Señor mencionada a sus discípulos; la razón por la cual estaba ciego se iba a desvelar: ”Es para que se manifiesten en él las obras de Dios.” 3

¡Y bien que se ha manifestado!

Emprendamos un camino hacia la luz del mundo: Jesús, no seamos como los fariseos, que teniendo la luz de los ojos no son capaces de abrir el corazón con humildad a la luz del 3 Jn 9, 3b 2 Papa Francisco angelus Domingo 30 de marzo del 2014 1 Lc.9,38 mundo; por su soberbia bloquean este camino hacia Jesús, por su soberbia, se quedan ciegos.

Recordemos este itinerario del ciego de nacimiento , que fue de modo gradual. Este va recorriendo un camino de fe: en un primer momento encuentra a Jesús como un «hombre» entre los demás; luego lo considera un «profeta»; y, al final, sus ojos se abren y lo proclama «Señor». 4

El ciego era testigo de la verdad, teniendo ya los ojos del alma iluminados por Dios, el que era ciego de nacimiento ya tiene abiertos los ojos del cuerpo y los del alma. 5

¡Demos gracias al Señor por manifestarse como luz! Porque con Él nuestra vida se deja iluminar y así experimentamos la alegría de ser liberados de todo lo que amenaza su plena realización. 6 

​
1 Lc.9,38
2 Papa Francisco angelus Domingo 30 de marzo del 2014
3 Jn 9, 3b
4 Benedicto XVI, Ángelus Domingo 03 de abril del 2011.
5 Teofilato
6 Benedicto XVI, Ángelus Domingo 03 de abril del 2011.
​Lecturas:
I Samuel 16:1, 6-7, 10-13
Salmo 23:1-6
Efesios 5:8-14
Juan 9:1-41

Domingo 3º de Cuaresma

8/3/2023

 
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​Lecturas
:

Ex 17, 3-7
Sal 94,1-2.6-7.8-9
Rm 5, 1-2.5-8
Jn 4, 5-42
​Después del desierto y de la montaña, el pozo. Era necesario que Jesús pasara.

No: geográficamente no era necesario que Jesús pasara por Samaria camino a Galilea.
Sí: era necesario porque le esperaba un encuentro.

Lo mismo que en el desierto y en la montaña: Jesús va al pozo para tener un encuentro.Y este encuentro también es rompedor: un judío con una samaritana, un hombre con una mujer.

La mujer va al pozo a la hora sexta precisamente para no tener ningún encuentro. Para evitar el encuentro incluso con las mujeres con las que normalmente iría por agua. Es una pecadora pública que no puede ir al pozo con sus compañeras por agua. Va a la hora sexta, sola. Es la hora de su vergüenza.
​
- Mujer, háblame de tu sed. Yo te he revelado mi sed, mi cansancio, mi humanidad. Dame de beber.

Yo tengo sed de Ti, como tierra reseca, sin agua (Sal 26)
Se encuentra el deseo de Dios y el deseo del hombre (S. Agustín)

- “¡Cuánto he deseado tomar esta cena con vosotros!” (Lc 22,15) ¡Cuánto he deseado este encuentro contigo en la fuente! El deseo de Dios es darse. Darse por amor. Darse como pan del cielo. Darse como agua viva.
​
- Y ahora te revelo mi divinidad: Yo soy. El agua que yo te daré, se convertirá dentro de ti en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. (Jn 4,14) El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rm 5, 5b).
Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.
El corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.
Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.
Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.
Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche.
Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.
Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche.
​
(S. Juan de la Cruz)
Adorémosle en Espíritu y en verdad en el secreto de nuestro corazón donde la eterna fuente de su Amor está escondida en nosotros.
​Gracias, Señor, por salir a nuestro encuentro, por desvelarnos la sed que tenemos de Ti y saciarnos de tu Amor.
Haz que tu Amor se convierta en nosotros surtidor inagotable para todos los sedientos. Haz que en todos ellos te contemplemos a Ti y nos dejemos interpelar por tu grito del Viernes Santo: Tengo sed (Jn 19, 28c).
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Domingo 2º de Cuaresma

3/3/2023

 
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“Hacia la transformación”

¿Quién de nosotros se encuentra completamente satisfecho con lo que es? ¿Acaso no nos sentimos insatisfechos de nosotros mismos y de la sociedad en la que vivimos? El hombre, por naturaleza, es un ser inquieto, con deseos de búsqueda en su corazón. Pero no tendríamos esta inquietud interior si no descubriéramos más allá de nosotros mismos alguien que nos llama, que nos atrae, que nos impulsa a ponernos en camino.

Este deseo de transformación, de querer constantemente ir volviendo la mirada hacia Él es la vocación que Dios ha puesto en nuestros corazones. Todo hombre es una semilla de posibilidades, y también la sociedad en la que vivimos está llamada por Dios a ir transformando sus estructuras. Pero, con sinceridad, ¿queremos realmente una transformación social y personal? Y si es así, entonces, ¿por qué acallamos las llamadas interiores o pactamos con una vida mediocre que no nos exige nada o muy poco? Ciertamente muchas veces nos dejamos llevar por el cansancio, la rutina o el desánimo y nos auto justificamos diciendo que ya hemos hecho bastante, y que por eso tenemos derecho a descansar, a orillarnos en medio de la vida.  Preferimos que sigan andando otros, porque nosotros ya nos sentimos cansados, sin fuerzas para seguir. Las lecturas de este domingo nos confrontan de lleno con nuestro conformismo: esta actitud espiritual marcada por una fuerte acedia, que nos impide transformarnos interiormente hacia el proyecto de Dios.

El latido de la Cuaresma, en medio de este combate espiritual que apenas hemos comenzado, pretende sonar como el timbre de un despertador, donde se nos invita a replantearnos la vida, para poder reemprender con esperanza el camino de la renovación pascual que nos espera.

San Mateo, nos presenta la transfiguración de Cristo en medio de la perspectiva de la Pasión y formando parte de su mismo camino (16. 21-22). La transfiguración es el signo que nos expresa la actitud interior de Cristo: Jesús es capaz de emprender el camino de la Pasión, porque confía en la Gloria del Padre que ya posee, y que por eso mismo es capaz de revelar a sus discípulos que le acompañan hasta la cima del monte.

Sin la esperanza por alcanzar una promesa, es imposible comprometerse en la realización de una transformación real de la propia vida. Lo que se espera es el único impulso que nos mueve a ponernos en camino, a seguir avanzando. La esperanza de lo que vendrá es una fuerza, un poder dinámico, que nos sostiene en medio del dolor, de nuestras propias pasiones humanas; que es capaz de transformar la cruz en gloria, haciéndonos escuchar en medio de la maldición la bendición, ayudando al pecador a que se reconozca, en medio de su pobreza y de sus constantes luchas, como "el hijo amado" del Padre.

Al final del camino esperamos, como aquel que sube una montaña escabrosa, alcanzar aquello que nos llama a recorrerla. Así el futuro se va cumpliendo ya en el presente, la resurrección se adelanta en la transfiguración, en el camino de la cruz se va perfilando el hombre nuevo "con un rostro resplandeciente como el sol... y sus vestidos... como la luz".

El hombre que acepta el camino de la transfiguración se va iluminando poco a poco (1 P 2. 9), se hace "a su imagen y semejanza" (Gn 1. 26), cambia al hombre viejo, corrompido por el peso del pecado y de la culpa, para dejar paso al hombre nuevo, revestido de Jesucristo (Ef 4. 22-24; Col 3.  5-15).

El hombre sólo alcanza la meta ofrecida por Dios, conforme nos vamos esforzando por configurar nuestra vida con la voluntad divina. La transfiguración, por tanto, implica antes una decisión firme de querer ponerse en camino, de querer subir una montaña, no nos viene dado como un regalo caído del cielo. El que nos creó sin nosotros, no nos salvará sin nuestra colaboración. 

El hombre es un caminante. Abrahán, como vemos en la primera lectura de este domingo, va hacia la tierra que él no ve y que se la mostrará Dios, solamente porque tiene confianza en la fidelidad de Dios, por eso es capaz de recorrer este camino. La garantía de su esperanza es la promesa hecha por Dios
En el evangelio, contemplamos el camino de la Pasión de Cristo. Él también tuvo que recorrer el sendero de la muerte, confiando en la tierra nueva que Dios le iba a mostrar. La transfiguración nos manifiesta hasta qué punto, en medio de la Pasión, seguía brillando en el corazón de Cristo la fe y la esperanza en la Promesa de Dios; por eso podía asumir plenamente el peso de la cruz.

Confiemos también nosotras, hermanas, en esta promesa, y pongámonos en camino. Dispongámonos a emprender este combate espiritual, y esforcémonos por subir juntas las montañas escabrosas y dolorosas de la vida. Acojamos el plan que Dios ha provisto para nosotras como un regalo para nuestra salvación y esto hará de nuestra vida personal y comunitaria una existencia luminosa.
​
¡Feliz y Santa peregrinación hacia la Pascua!

Lecturas:
Gn 12, 1-4a
Sal 32,4-5.18-19.20.22
2 Tm 1, 8b-10
Mt 17, 1-9

    Todos

    Imagen

    Mateo


    1, 18-24
    ​1, 29-39
    3, 1-12
    3, 13-17​
    ​4, 1-11
    4, 12-23
    5, 1-12a
    ​5, 13-16
    5, 38-48

    9, 36—10, 8
    10, 26-33

    11, 2-11
    11, 25-30
    ​
    13, 1-23

    13, 24-43
    ​
    ​13, 44-52
    14, 22-33
    15, 21-28

    ​17, 1-9
    17, 1-9
    18, 15-20
    18, 21-35
    21, 33-43
    22, 1-14
    ​22, 15-21
    24, 37-44
    25, 1-13

    Mt 25, 14-15. 19-21
    ​
    ​25, 31-46​
    27, 11-54

    28, 16-20

    Marcos


    1, 1-8
    1, 12-15
    ,1, 14-20
    1, 21-28
    1, 29-39
    ​
    ​1, 40-45
    ​
    4, 26-34
    5, 21-43
    6, 1-6
    6, 7-13
    6, 30-34

    7, 1-8a.14-15. 21-23
    8, 27-35
    9, 2-10
    9, 30-37
    12, 28-34
    12, 38-44

    13, 24-32
    ​13, 33-37

    14, 1-15,47
    14, 12-16. 22-26
    ​16, 15-20


    Lucas

    1,1-4; 4,14-21
    1, 26-38

    1, 39-56
    ​2, 13-21
    2, 16-21

    3, 1-6
    3, 15-16. 21-22
    4, 1-13
    ​4, 21-30
    5, 1-11
    ​6, 17. 20-26
    ​6, 27-38
    ​6, 39-45
    9, 11b-17
    10, 38-42
    ​10, 25-37
    ​11, 1-13
    12, 13-21
    12, 32-48
    ​12, 49-53
    ​13, 22-30
    14, 25-33
    ​15, 1-10
    16, 10-13
    16-19-31
    ​17, 5-10
    17, 11-19

    18, 1-8
    18, 9-14
    19, 1-10
    20, 27-38
    21, 25-28.34-36
    24, 35-48
    ​24, 46-53

    Juan

    Jn 1, 6-8. 19-28
    ​1, 29-34
    2, 1-11
    2, 13-25
    ​3, 16-18
    ​
     4, 5-42
    6, 51-58
    6, 60-69
    8, 1-11
    ​9, 1-41
    10, 1-10
    10, 27-30
    ​​12, 20-33 
    ​13,31-33a. 34-35
    ​
    14, 1-12
    ​14, 15-21
    14, 23-29
    15, 1-8
    15, 9-17
    16, 12-15
    18, 33, 33b-37
    20, 19-23
    ​21, 1 - 19

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