“Dar a Dios, lo que es de Dios" Hoy Domingo XXIX del Tiempo Ordinario y Domingo Mundial de las Misiones, del DOMUND, la liturgia nos invita a reconocer a Dios como el Señor de todo. Él nos elige para que llevemos la buena noticia a los demás, reconociendo lo que verdaderamente es de Dios. Se nos conduce a descubrir que quizá, a pesar de nuestras debilidades, Dios nos ha elegido y lo ha hecho por algo y para algo. Tras una primera lectura del Evangelio de hoy, parece como si Jesús estuviera abogando por una separación entre religión y política en nuestras vidas. “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. En otras palabras, podemos adorar a Dios en las iglesias y mantener esa parte de nuestras vidas separada de nuestras acciones e inclinaciones políticas en la esfera pública. Sin embargo, si analizamos más de cerca las palabras de Jesús en el contexto sociohistórico de la época, junto con la carta de Pablo a los Tesalonicenses y la primera lectura del libro de Isaías, nos enseña todo lo contrario. El Evangelio de hoy, va a hacernos caer en cuenta de una de las mayores convicciones de la vida y la fe: TODO es de Dios. Por otra parte, sorprende “el elogio” de los fariseos a Jesús: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie”. Aunque haya sido dicho con malicia por parte de los fariseos, encierra una profunda verdad. Pero una verdad que sólo lo es porque está marcada por la bondad de Jesús. Su bondad se manifiesta en su ejemplo de vida, es un hombre que con hechos y palabras traspasa toda lógica humana, ofreciendo paz y descanso a los que le buscan. Una verdad tan tierna que sabe recomponer y dar sentido a la enfermedad, a los problemas, incluso a la muerte. Toda esta verdad de Jesús es con la que tropieza tanto el fariseísmo de ayer como el de nuestro tiempo. Cuando le preguntaron a Jesús sobre el pago de impuestos al César, se encontró en una situación difícil. Como señala el evangelista Mateo, Jesús sabía que se trataba de una prueba. Le ponían en una disyuntiva. Pero, respondió con mucho tacto, permitiendo que el interrogador señalara la cara de la moneda romana: la de César. Luego afirmó que, así como se debe dar al César lo que le pertenece, es necesario darle a Dios lo que es de Dios: todo nuestro ser. En otras palabras, sólo Dios merece nuestra gloria y honor, incluso sobre los reyes y las naciones poderosas de la tierra. Es hermoso lo que dice san Agustín sobre la escena: “El César busca su imagen, ¡devolvédsela! Dios busca la suya, ¡devolvédsela! Que el César no pierda su moneda por causa vuestra; que Dios no vaya a perder la suya que está en vosotros” (Com. Sal. 57.11). Cada hombre debe preservar inmaculada la imagen de Dios inscrita en su corazón. Como cristianos, a menudo es muy difícil saber cómo digerir las numerosas injusticias y tragedias que aparecen en nuestras pantallas, en los telediarios o en las circunstancias que suceden en nuestro vivir cotidiano. Es fácil señalar la hipocresía de muchos líderes políticos que dicen ser cristianos devotos y, sin embargo, aprueban políticas que dañan gravemente a los más marginados y vulnerables. Sin embargo, estos dedos que señalamos también deben volverse hacia nosotros mismos: ¿Cómo permitimos que nuestra fe en un Dios de amor radical guíe nuestras acciones en las cosas por las que luchamos o defendemos? ¿Estamos viviendo nuestra vida “pública” de una manera que adora y honra a Dios primero, construyendo el reino del amor, el perdón y la justicia? Como Pablo, escribió a la iglesia en Tesalónica, somos elegidos y amados por Dios por encima de todo. Todos los seres humanos son amados por Dios, guiados por el Espíritu Santo para difundir la buena nueva de que la muerte, el odio y la guerra no tendrán la última palabra; que el amor y la justicia prevalecerán, sin importar cuán desesperadas puedan parecer las cosas actualmente. Cuando dejemos nuestros espacios sagrados de adoración, que podamos seguir adelante con la convicción de que todo el mundo creado pertenece a Dios. No podemos poner límites a nuestra vida de cristianos. Es decir, no podemos poner límites al amor, a Dios y a los demás. Recordando de quiénes SOMOS. Si queremos dar a Dios lo que es de Dios, necesitamos comenzar por hacer nuestros los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres y mujeres del tiempo que nos toca vivir (Cf. Vaticano II Gaudium et Spes n° 1). Lecturas
Is 45, 1. 4-6 1 Tes 1, 1-5 Mt 22, 15-21 Los comentarios están cerrados.
|
TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
Archivos
Marzo 2024
|