“Se ha cumplido el tiempo. Convertíos y creed en el Evangelio”En el primer Domingo de Cuaresma se nos invita a entrar y a permanecer con Cristo en el desierto. La invitación viene de lo Alto, no se trata de una iniciativa nuestra, sino del deseo del corazón del Padre de encontrarse con nosotras. Él nos atrae hacia Sí por la fuerza de su Espíritu que nos empuja, nos impulsa, nos mueve a entrar en el desierto: “Levántate, oh Amada mía, Hermosa mía y ven” (Cant 2,18). En los versículos previos al evangelio de hoy se nos narra el bautismo de Jesús, donde se manifestó su identidad más profunda: “Tú eres mi hijo amado. En ti me complazco” (Mc 1, 12). Solo viviendo en la certeza del Amor del Padre, en la confianza que nace de la condición de hijos, del descanso de sabernos custodiados y cuidados por un Amor Primero e incondicional se puede entrar en el desierto. No podemos engañarnos. Entrar en el desierto nos da miedo, es peligroso. La soledad, el silencio, la desnudez, las condiciones adversas, los peligros… nos acechan y asustan. Es un lugar de inseguridad donde, si permanecemos, llegaremos a experimentar de un modo único la presencia íntima del Padre: “Nada temo porque tú vas conmigo” (Sal 22). El salmo de este domingo nos enseña a orar en el desierto, a dirigirnos al Padre invocando su ternura, su misericordia. La brújula de nuestros pasos en este lugar sin referencias es la oración confiada: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas” (Sal 24), pues no solo de pan vive el hombre. Quedarse en el desierto cuarenta días supone combatir todos estos miedos, desplegar la paciencia, tomarse tiempo para repensar la existencia con sus luces y sus sombras, experimentar el hambre, asombrarse ante la inmensidad del cielo y dejar, finalmente, a Dios hacerse íntimo y cercano, cuidarnos, servirnos... Es una verdadera experiencia de interioridad y amor en la total intemperie. Marcos es escueto en la descripción de esta experiencia de Jesús, pero si nos lo leemos detenidamente y lo rumiamos… reconocemos la fuerza y el atractivo de esta experiencia espiritual: “Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían”. El desierto no es el fin, no es un lugar en el cual habitar para siempre. Es un tiempo de maduración interior, un tiempo de fuerte experiencia espiritual de conversión para afrontar la misión y la vida cotidiana asentados y fundados en la alianza íntima con el que sabemos está y nos acompaña siempre. Atrévete a entrar en esta cuaresma en el desierto. El Espíritu quiere conducirte a un desierto interior. Persevera en un espacio de soledad y silencio. Busca un tiempo y un lugar propicio que te adentre en la experiencia del desierto al inicio de la cuaresma para dejarte, realmente, renovar desde el corazón por la Palabra de Dios, por su Amor porque “se ha cumplido el tiempo. Convertíos y creed en el Evangelio”. Lecturas:
Gn 9, 8-15 1 Pt 3, 18-22 Mc 1, 12-15 Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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Marzo 2024
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