COMENTARIO
Desde los inicios de nuestra Comunidad, las hermanas celebramos con gran alegría la solemnidad del Apóstol Santiago, por todo lo que significa nuestra presencia en el Camino de Santiago. En el evangelio de este domingo Mat 20,20-28 contemplamos a Santiago en los inicios de su peregrinación de la fe, al presentar a Jesús a través de su madre, sus deseos de poder y dominio junto a Jesús en su reino. Acababa de escuchar el tercer anuncio de la pasión de su Maestro y tiene la osadía de pedirle honores y grandezas. A tal petición Jesús responde “No sabéis lo que pedís” grandezas, honores, poder, afán de superioridad… Ante su planteamiento de realización terrena, Jesús les sorprende haciendo referencia a su camino en esta tierra: ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber? No cualquier cáliz sino el que yo voy a beber. “Podemos”. Después que ha levantado sus ánimos y ha provocado una respuesta magnánima, después que los ha hecho capaces de superar el sufrimiento, entonces corrige su petición, “ es para quienes lo tiene reservado mi Padre” También los otros diez se indignaron contra los dos hermanos porque llevaban en su interior el mismo deseo pero sin expresarlo. Enojo que produce envidia y el mismo deseo de poder. Jesús describe el modelo del mundo y lo contrasta con su propia vivencia. Jesús les habla en un lenguaje incomprensible a la luz de la mentalidad de su tiempo. “No será así entre vosotros”. El modelo del mundo no es criterio para seguir en la comunidad de los discípulos. Trastoca su lógica diciendo que la vida auténtica se vive sirviendo. La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos dice el papa Francisco. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra comunidad, de nuestra sociedad. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar. Todos estamos llamados por vocación cristiana al servicio que sirve y a ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del “servicio que se sirve”. Todos estamos invitados, siguiendo el ejemplo de Jesús a hacernos cargo los unos de los otros por amor. Sin mirar lo que hacen los demás. Porque “quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Para Jesús este encuentro con los hermanos y la madre es una ocasión más para darse a conocer, para revelarles que Él ha venido a servir y no a ser servido. Jesús es el modelo de esta vida de servicio. La palabra de Jesús se dirige a la raíz de nuestra forma de ser y de servir en nuestras comunidades. Jesús nos da el criterio del servicio como mentalidad, espíritu y carácter de los suyos. En su palabra nos llama a la conversión de nuestra forma de pensar, valorar, actuar para vivir como él vivió, sin deseo de sobresalir, de reconocimiento y de domino. A vivir desde la humildad de Cristo, que siguiendo en todo la voluntad del Padre, ha venido para servir, para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28) Santiago, Apóstol, siguió e imitó a Cristo hasta dar la vida por Él, después de un camino de maduración de la fe, experimentando la gloria de Jesús en la transfiguración y el sufrimiento en la agonía de Jesús en Getsemaní. Esta maduración fue llevada a cabo en plenitud por el Espíritu Santo en Pentecostés. De Santiago podemos aprender muchas cosas: la prontitud para acoger la llamada del Señor cuando nos pide que dejemos la “barca” de nuestras seguridades, el entusiasmo al seguirlo, la disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta el sacrificio supremo de vida. Ejemplo elocuente de adhesión generosa a Cristo. Él, que al inicio había pedido, a través de su madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su reino, fue precisamente el primero en beber el cáliz de la pasión, en compartir con los Apóstoles el martirio. Podemos decir que el camino no solo exterior sino sobre todo interior, desde el monte de la Transfiguración hasta el monte de la agonía, simboliza toda la peregrinación de la nuestra vida religiosa, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios. La celebración de este Año Santo Compostelano nos recuerda que todo peregrino que camina a Santiago de Compostela para abrazar al Apóstol, en el fondo busca a Dios, sabiéndolo explícitamente o sintiéndolo sin saber expresar con palabras. El cansancio del andar, la variedad de paisajes, el encuentro con personas de otra nacionalidad, los abren a lo más profundo y común que nos une a los humanos: seres en búsqueda, seres necesitados de verdad y de belleza, de una experiencia de gracia, de caridad y de paz, de perdón. Y en lo más recóndito de todos esos hombres resuena la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo. A todo hombre que hace silencio en su interior y pone distancia a las apetencias, deseos y quehaceres inmediatos, al hombre que ora, Dios le alumbra para que le encuentre y para que reconozca a Cristo. En nuestro peregrinar nos une el ideal de tener un solo corazón y una sola alma hacia Dios. Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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Marzo 2024
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