evangelio
En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa». Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir». comentario
En este pasaje, hermanas, vemos, en primer lugar, cómo Jesús condena de forma muy severa, públicamente, la hipocresía de los escribas. Los escribas eran hombres entregados al estudio y la observancia de las leyes del AT, y, por ello, se supone, no deberían ser personas recriminables, reprochables. Si Jesús les critica es porque se habían dejado oscurecer su mente, entregándose a la avaricia, codicia, vanidad; a la soberbia del corazón, en definitiva. Dejaron de dar gloria a Dios, y buscaron su propia gloria. Cansado de tanta hipocresía de aquellos, Jesús se fija en algo aparentemente oculto, desapercibido a los ojos de todos; se fija en una pobre viuda. Las viudas eran un sector social muy desfavorecido, pues muerto el marido, ya no tenían ingresos, y los mismos escribas, hombres sin escrúpulos, se aprovechaban de sus pocos bienes. Y ni los jueces les eran favorables en la defensa de sus causas. Las viudas vivían, pues, de la generosidad de la gente. Jesús aprovecha la ocasión para instruir a sus discípulos, haciendo, en primer lugar, que se fijen en ella. Nadie, sin un corazón limpio y puro, un corazón capaz de ver más allá de las apariencias, se habría fijado en ella; además, solo había echado dos blancas, es decir, lo equivalente a la moneda más insignificante que tenemos. Pero el Señor se aprovecha de la ocasión para instruir a sus discípulos -y a nosotras- sobre la grandeza de un gesto aparentemente insignificante. Veámoslo: -"Esta pobre mujer echó más que todos" Cómo podría ser, si antes muchos ricos habían echado mucho más?... Es que Dios no mira la cantidad, sino el corazón con que se da. -"La pobre viuda echó todo lo que tenía para vivir", no por obligación, sino voluntariamente. Hemos de poner, pues, todo nuestro ser sobre el altar; de lo contrario, todo lo que demos no tendrá valor. -Al entregar todo su sustento, vemos cómo esa pobre viuda dependía, confiaba enteramente en el Señor. -La mujer amaba a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente, y eso explica que entregara todo lo que le pertenecía, aunque eso poco no fuera más que un cuadrante... Finalmente, podemos decir que su fe le llevó más lejos, pues confió en la Palabra del Maestro que dijo: "Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura". Los comentarios están cerrados.
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