evangelio
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!». Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios». Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo». Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna». COMENTARIO
Los “imposibles” de Dios “La Palabra de Dios es viva y eficaz” (Heb 4,12). La carta a los Hebreos nos recuerda que cuando acogemos la Palabra en nuestra vida siempre nos interpela, nos moviliza, nos incomoda, nos toca por dentro hasta penetrarnos en lo más profundo porque es una palabra viva. Y esto ocurre porque en la Palabra está la verdadera sabiduría, riqueza, belleza, plenitud… (Sab 7, 7-11), así se nos dice en la primera lectura de hoy. El Evangelio de este domingo es el conocido Evangelio del joven rico y nos recuerda que la Palabra de Dios está viva y nos cuestiona. Escuchamos de boca de Jesús palabras exigentes que dice a este joven: “Vende lo que tienes y dale el dinero a los pobres; luego, sígueme” (Mc 10,21). Palabras que Jesús dirige también hoy a nosotros. Quiero fijarme en algunos detalles que nos ayuden a hacer nuestra esta Palabra:
Este personaje podríamos ser perfectamente tú y yo, los que estamos escuchando esta Palabra. Jesús hoy nos recuerda qué nos falta, cuál es la raíz de mi falta de generosidad, de entrega. ¿Por qué no puedo dar lo que Él me está pidiendo? Y solo hay una respuesta, porque te falta dejarte amar por Dios completamente y amarle a Él, abandonarte, creer en su Palabra, confiar... “Solo hay una cosa importante” (Lc 10, 42). Pregúntate en este día:
Hay mucha más alegría en dar que en recibir. Pidamos a Jesús este don del desprendimiento, este don del abandono a su Amor. “Esto es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo” (Mc 10, 27). San Agustín creyó en los “imposibles” de Dios, por eso se dirigía a Él diciendo: “pídeme lo que quieras, pero dame lo que me pides”. Hoy vamos a pedirle al Señor, que no nos deje marchar con nuestras riquezas, con nuestros miedos, con nuestras desconfianzas, con nuestras dudas, con nuestros “falsos” tesoros, sino que Él nos dé su gracia para seguirle renovados. Amén. Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24
3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 11, 2-11 17, 1-9 24, 37-44 27, 11-54 28, 16-20 Marcos1, 12-15 Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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