Simón Pedro | s. VI | Encáustica | Monasterio de Sta Catalina del Monte Sinaí "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios."evangelio
En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, hay algunos de vosotros que no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». COMENTARIO
Comienza hoy el Evangelio con una frase de contenido muy humano: “Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban” … Después de haber visto milagros, escuchado su sabiduría, haberles dado de comer, llega la desilusión, la decepción de algo que esperaban que fuera de una manera y se manifestaba claramente de otra. El Maestro, el Mesías, mostraba su “omnidebilidad” y esto les asustaba, les “descuadraba” toda su perspectiva de salvación. El pan ofrecido por Jesús se hacía duro de tomar. Llega la deserción, el cisma, el desencanto de muchos de sus más allegados discípulos. Se hace patente una realidad muy presente siempre en el hombre: la crítica divide, el amor busca comprender. “¿También vosotros queréis marcharos?” Ante esta situación, Jesús contempla cómo se produce un abandono masivo, solo los Doce y alguna más, quedará junto al Maestro, acompañando este momento difícil e inesperado. Llega el momento de optar, de la decisión valiente, arrojada, tenaz. Pedro habla en nombre de los que rodean a Jesús y nos deja esa preciosa confesión de fe llena de confianza y amor fiel: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Solo Tú tienes palabras de vida eterna.” Solo de ti hemos recibido el pan del cielo, solo a ti hemos visto curar a enfermos, dar vista a ciegos, hacer andar a tullidos, solo a ti hemos escuchado hablar palabras que han tocado nuestros corazones profundamente, solo Tú eres la Vida, la Verdad, el Camino. Esta confesión manifiesta la certeza de la fe que nos fortalece y anima. Esta opción por Dios también la hemos escuchado en la primera lectura cuando se nos narra cómo los israelitas, bajo las órdenes de Josué, han conquistado todo el territorio que Dios les había prometido. A pesar de la memoria y el recuerdo que hace Josué a todas las tribus de Siquén de los beneficios y portentos que Dios ha hecho con ellos a lo largo de la historia, surgen entre ellos la crítica, la disensión, de nuevo la división. Josué da un paso firme hacia delante, como Pedro, y dice: “yo y mi casa serviremos al Señor”. Como Pedro declara abiertamente su opción, se abre paso la voz del Espíritu que confirma la palabra con fidelidad y firmeza. El servicio es el mayor acto de amor que podemos hacer, porque nos saca de nosotros mismos, nos sitúa en nuestra condición de siervos, porque pertenecemos al Señor. Como dice San Agustín: “el Señor nos conceda servir bien, porque queramos o no queramos somos siervos, si lo somos queriéndolo no o somos por necesidad sino por amor”. “Solo Tú tienes palabras de vida eterna.” Y el Espíritu es quien guía ya esa vida ya aquí, abriéndonos al diálogo, a la confrontación constructiva, rechazando críticas que dividen. El Santo Padre nos urge a acompañar caminos de comunión, de encuentro, de solidaridad. Optar por Él también es abrazar lo diferente, lo que no me gusta del otro. La paz es Camino abierto, luminoso, alegre. Solo allí podremos encontrarnos con una auténtica fraternidad. Hundamos nuestro pan endurecido por el desencanto, que la fe nos pueda producir, en su costado, allí se ablandará y lo podremos comer y compartir. Confiamos a María Reina, modelo de servicio y entrega fiel, nuestras vidas, nuestras inquietudes y necesidades para ser testigos de fe para otros. Los comentarios están cerrados.
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