Henry Ossawa Tanner (1859 - 1937) Nicodemus (1899) Este domingo es un canto a la misericordia de Dios. De aquí, su nombre: el domingo de la alegría, porque “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Se habla constantemente, en cada una de las lecturas, del movimiento de condescendencia de Dios hacia nosotros. A lo largo de la historia de la humanidad, y en nuestra pequeña historia personal, hemos intentado una y otra vez ascender, escalar, subir alto, conquistarnos un nombre, cumplir el deseo de Sísifo: robar el fuego de los dioses. Pensamos, tantas veces, que la felicidad ansiada es una conquista, que podemos conseguir por nuestras fuerzas la cercanía con Dios que anhelamos. Y, una y otra vez, nos topamos con un imposible: “¿Quién subirá de nosotros al cielo…? ¿Quién irá por nosotros al otro lado del mar a buscarlo? (cf. Dt 30, 12-13) En realidad, “nadie ha subido al cielo”, ha sido Él quien ha bajado del cielo (cf. Jn 3,13). Como un padre que contempla los pasos inseguros de su pequeño, Dios mira al pueblo con cariño. Le sostiene, incluso, en sus esfuerzos y fracasos con compasión y se inclina, una y otra vez, se abaja, le visita, se acerca y se da, finalmente, en su Hijo (cf. 2 Cro 36, 15). Hoy es un día para contemplar el don de Dios: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo” (Jn 3,16). Don de benevolencia, condescendencia, pura gracia, inmensa riqueza de gracia (cf. Ef 2, 4-5). En el Evangelio según san Juan, el movimiento de abajamiento de Dios y de ascenso del hombre se reconcilian en la cruz: al levantarse Cristo sobre la cruz (esto anuncia y significa la referencia al signo de Moisés del estandarte de la serpiente en el desierto) ha descendido hasta lo más profundo de lo humano. Así, cielo y tierra se abrazan y Dios y el hombre se encuentran (cf. Jn 3,14-15). Hoy es un día para contemplar el Misterio de Amor Dios, rico en misericordia, que rompe con todas nuestras estrategias de mérito, conquista, intento y, por lo tanto, fracaso, límite, pecado y frustración. Porque la gran verdad es que no podemos salvarnos, sino que “por pura gracia estáis salvados” (Ef 2, 5). Contempla, por tanto, a Jesucristo levantado-abajado sobre la cruz. Contempla la Gracia, acoge la Misericordia. Lecturas:
2 Cr 36, 14-16. 19-23 Ef 2, 4-10 Jn 3, 14-21 Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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