Será el evangelio según san Lucas el que acompañe e ilumine el camino cuaresmal a través de los diversos domingos de este ciclo C.
En este domingo de las tentaciones se nos presenta a Jesús como el Ungido, lleno del Espíritu Santo, sostenido, guiado y empujado por Él hacia el desierto. La vinculación entre la experiencia del Espíritu y la entrada en el desierto nos recuerda los dos sentidos que el desierto tiene en la experiencia del pueblo de Israel: el desierto es el momento de la prueba, la purificación, la tentación… y el desierto es también el lugar de la intimidad con Dios, la cercanía en la total desnudez y pobreza del pueblo que experimenta en la intemperie que es Dios su Roca, su Agua, su Columna, su Fuego, su Nube, su Ley, su Dios y Señor. Muchas veces pensamos que el tiempo de prueba es tiempo de lejanía de Dios y hoy, justamente, contemplando a Jesús en el desierto, vemos cómo la precariedad, la soledad, la tentación, la duda… son espacios donde el Espíritu no nos abandona, está allí con nosotros y nos sostiene en el combate. Es una gracia reconocer como tiempo del Espíritu, el tiempo de la purificación y la prueba. Reconoce hoy también tú ese desierto donde te sientes probada, agitada y tentada y permite que entre en él y te acompañe la presencia consoladora del Espíritu defensor. Otro segundo aspecto del texto de Lucas que quiero señalar es la centralidad que tiene la Palabra de Dios en esta lucha espiritual. La Palabra de Dios será el arma con la que Jesús logra vencer la prueba. A cada sugestión negativa, a cada tentación de autosatisfacción, de poder sobre los demás y de autoidolatría (así podríamos resumir las tres tentaciones) que el Tentador pone ante Jesús, Él responde con una Palabra de la Escritura. Este modo de actuar de Jesús en el desierto, los monjes antiguos lo llamaron el “método de las contradicciones” o el “método antirrético”. Consiste en oponer a un pensamiento negativo otro positivo de la Sagrada Escritura, como si esta fuera un antídoto. Creo que todas tenemos experiencia de lo doloroso que puede resultar luchar contra los pensamientos negativos que nos atrapan interiormente y nos ciegan, nos acosan, llegan muchas veces a apoderarse de nosotras, raptan la razón y la voluntad y, finalmente, pueden vencernos y nos hacen sentir fatal. Muchas veces intentamos salir de esta cárcel de los pensamientos con el activismo, con la distracción… pero, generalmente, ellos nos persiguen. A través del “método antirrético”, contraponiendo a este pensamiento negativo la luz de la Palabra de Dios se generará vida, libertad, bondad, alegría en tu interior. Se trata de buscar frases de la Escritura muy sencillas como las que dice Jesús u otras que sean para ti significativas, por ejemplo, ante el sentimiento de soledad: “El Señor es mi Pastor, nada me falta” “Tu eres mi hijo amado” o ante el sentimiento de confrontación o comparación con otra hermana, con otra persona: “Deberías alegrarte por este hermano tuyo”. El corazón se va esclareciendo, se coloca ante Dios y ante los hermanos en libertad y la tentación es vencida por la fuerza de la Palabra que hace lo que dice. Solo una aclaración final. En la última tentación de este evangelio, el Diablo se sirve de la Palabra de Dios para tentar a Cristo. El Tentador mismo dice: “Está escrito”. Es la prueba más difícil, cuando el mal se viste de bien y de luz. Cuando se sirve de las cosas de Dios para ponernos contra Dios mismo y contra los hermanos, justificándose en nombre de Dios. En este momento, es necesario el discernimiento para no instrumentalizar la Palabra, la vida de Dios. El criterio para esclarecer esta lucha espiritual está en la orientación última, la intención última de este movimiento interior: lo que viene de Dios tiende siempre a la humildad, la donación, el amor incondicional, la misericordia, la pérdida en favor del otro, no juzga, no se impone, no es agresivo, no es autocomplaciente… el criterio de discernimiento para esclarecer si un pensamiento, una sugerencia interna, una moción es buena o no es, en definitiva, Jesús Crucificado. La vida cotidiana está llena de pequeños desiertos (un día de mayor soledad, una mañana perdida en la burocracia de los papeleos, un atascazo tremendo en la M 30, un imprevisto que nos rompe los planes, un tiempo de enfermedad, un día monótono en el trabajo, un distanciamiento de alguien que amamos) entra en ellos, te lleva el Espíritu y allí ejercítate en la memoria de la Palabra de Dios, elige una frase evangélica o el Nombre de Jesús y repítelo una, dos, tres… muchas veces, hasta acompasarla con tu respiración, hasta hacerla un murmullo interior, hasta que te ilumine desde dentro. Entonces, “acabada toda tentación, el demonio se marcha”. Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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Marzo 2024
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