Las lecturas de este domingo presentan como pórtico de entrada el pecado.
El libro del Éxodo muestra la idolatría del pueblo de Israel cuando desvía la mirada de Dios y de su mediador, le retira su confianza y comienza a mirarse a sí mismo y a reconocerse como único medio de salvación. El Salmo 50 es una preciosa súplica del pecador que se reconoce como tal delante de Dios y se confiesa necesitado de su misericordia. San Pablo, en su carta a Timoteo, es capaz de confesar su orgullo, su pecado, sus errores en la vida pasada y reconocer que sólo la gracia de Dios tiene el poder para transformar el corazón humano. Solo la paciencia de Dios, manifestada en Cristo y revelada en su pasión y muerte por todos, tiene efectivos y saludables frutos de perdón y redención para nosotros, si confesamos nuestra humanidad pecadora. Hoy se nos presenta el pecado como fruto de la condición humana, pero transformado por la misericordia, a tres niveles diferentes, en el plano material, de algo de valor que se pierde y no se descansa hasta recuperarlo, en el plano de la comparación, viendo a Jesús como buen pastor, que cuida de su rebaño y pierde una oveja, pero es tan importante como las demás, y se arriesga a perder todas para ir en búsqueda de una sola. El evangelio de hoy abarca tres parábolas, las de la misericordia, la oveja perdida y el pastor, la moneda perdida y encontrada, los hermanos que se alejan del padre, peregrinando dentro de sí hacia un egocentrismo sin retorno, o fuera de sí hacia un despilfarro de los dones de Dios. Este amplio pasaje no hace otra cosa que mostrarnos el camino y la meta de toda peregrinación humana, de todo itinerario de fe. El camino se recorre en el dinamismo que marca la humildad, en reconocerse pecadores, en abrirse al Amor misericordioso de Dios para que nos capacite a ser instrumentos, testigos, cauces de su misericordia y a abrazar al hermano que camina a nuestro lado, por diferente o lejano que se encuentre. Solo la alegría llegará cuando este amor sea el centro, el peso, el motor de la vida por encima de otras razones que desequilibran la balanza. Este domingo se nos invita a reconocer nuestro pecado y abrirnos a la desmedida desproporción del amor de Dios que solo ofrece perdón, reconciliación y gozo si nos ponemos en camino hacia la casa del padre. Más fuerte que el pecado del pueblo de Israel, al adorar su becerro de oro, es la promesa de Dios que prevalece sobre cualquier idolatría. Más abundante en la vida pasada de Pablo, persiguiendo a los cristianos, es la gracia de Dios que le confía la predicación del evangelio. Más inabarcable que nada imaginable es el Amor misericordioso de Dios Padre hacia cualquier hijo que se aleja de Él para moverle a la conversión y capacitarle para vivir en la reconciliación y la comunión con Él y con los hermanos. Solo dejarnos envolver en este abrazo de misericordia podrá hacernos auténticos portadores de la reconciliación, sentido profundo de la identidad de este templo en el que rezamos, al que acudimos, en el que nos reunimos ante el altar y somos uno en comunidad, en la Iglesia de Dios, hijos e hijas y hermanos de toda la humanidad. Que Él sea el centro y la fuente de este amor al que puedan venir muchos a saciar su sed, en la Palabra y la vida que mana de él. Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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Marzo 2024
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