El evangelio de hoy, donde Jesús nos habla de un fuego que prende la tierra y de una discordia que Él mismo trae, puede resultarnos un poco incómodo pero lo podemos ver como una muestra de cómo el evangelio se lee con el evangelio, de cómo hay que interpretarlo, en definitiva, a la luz del misterio pascual. El episodio que nos narra está enmarcado en la narración del último viaje de Jesús a Jerusalén. En los pasajes precedentes, en los domingos anteriores, ha sonado con relativa frecuencia la temática de una «venida»: cuando «llegue» el amo, cuando «llegue» el ladrón, cuando «llegue» el Hijo de hombre. Cada uno de nosotros, como en el evangelio del rico insensato de hace un par de domingos, somos urgidos a mirar más alto, a plantearnos la vida más allá de nuestra experiencia más inmediata, y a reconocer que esperamos algo que no podemos darnos a nosotros mismos, esperamos en realidad a Alguien. En este contexto aparecen estas reflexiones de Jesús sobre el carácter de su propia «venida».
El deseo de Jesús es el de ver toda la tierra abrasada, y hasta consumida, por ese fuego que su venida enciende en el mundo. Podríamos por un momento imaginar la mirada de Jesús sobre el mundo, lo que provocaría en su corazón el encuentro con tantos hombres y mujeres, con nuestras pequeñas grandes historias, nuestros rostros y nombres, las esperanzas y los sufrimientos que cada uno de nosotros vive. Qué suscitaría en Él ver las heridas de este mundo, el propio límite con el que padecemos, los sufrimientos que nos inflingimos unos a otros y hasta la crueldad sangrante del pecado. Y Jesús responde a este mundo con su propia vida, entregándose, dejándose hacer y consumir. Jesús, el que bautiza con el fuego del Espíritu, vivirá también Él mismo una inmersión bautismal. Su muerte, resurrección y el envío de su Espíritu serán el fuego que pueda arrasar el sufrimiento o el pecado. O que irán consumiéndolo poco a poco, corazón a corazón, de hombre a hombre, hoy y aquí, hasta su venida definitiva. Esta misma palabra de Jesús se proclama hoy sobre nuestro mundo concreto, en el que vivimos y nos preocupa, y sobre la situación particular de cada uno de nosotros. Este deseo del que habla arde en su corazón hoy también. Mientras este bautismo se cumple, Jesús hace un llamativo anuncio: “No he venido a traer paz, sino discordia”. Y eso, a primera vista, parece implicar una contradicción entre las consecuencias del «fuego» y del «bautismo» por una parte, y por otra, la persona de Jesús, que es presentada por Lucas precisamente como el “príncipe de la paz”. A pesar de que para el evangelista Lucas la paz es uno de los principales efectos del acontecimiento Cristo, recordamos que este efecto de «división» está prefigurado incluso en las narraciones de la infancia. Ya desde su presentación en el templo, Jesús está marcado como «bandera discutida», como «señal de contradicción», como causa «de ruina y de resurgimiento para muchos en Israel», como dijo el anciano Simeón a María. La paz que Él nos trae no es un silencio cómplice que se conforme con los pecados propios o ajenos. ¿Qué discordia provoca Jesús entonces? Ante Jesús cada hombre es interpelado, invitado a dar una respuesta que toca todo lo que es. Y por eso seguir a Jesús, optar por que su vida ilumine nuestros pasos, nuestras decisiones, nuestras relaciones, tantas veces nos puede llevar a una cierta antipatía de los demás, a un resultar incómodos, o a situarnos directamente frente a algunos. Incluso a vivir esta dolorosa discordia con aquellos que más amamos. Somos llamados, por tanto, a ser fuego en nuestra vida y a ser, en ti Jesús, signo de contradicción. Esto nos hace suplicar dos cosas:
Pero eso Señor, solo puedes hacerlo Tú, tú conoces quién soy. Que sea el fuego de tu Espíritu el que nos vaya enseñando, nos dé la fuerza, la fe, la alegría con la que contigo vivimos todo y venza todas nuestras resistencias. Ven Jesús, no tardes más. Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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