La muerte y el hombre rico Frans II Francken (1581 - 1642) Óleo sobre cobre, Queridos hermanos: ¡Sursum corda, levantemos el corazón! Esta invitación recibimos en cada eucaristía por medio del Sacerdote y como asamblea, respondemos todos juntos:” Lo tenemos levantado hacia el Señor. “ Esta actitud de tener levantado el corazón hacia el Señor nos configura, como dice San Pablo, en una vida para Cristo. Una vida que poco a poco da muerte a todo lo terreno, despojándonos así del hombre viejo, con sus obras, y vistiéndonos, en cambio, poco a poco de la nueva condición humana. El maestro al hablar en parábolas coge la vida terrena para explicar la vida del cielo, la vida para siempre. Siempre en los diálogos con sus apóstoles les introduce en la vida para siempre, quiere que la comprendan, que la amen y se inclinen como una tendencia hace esta. San Ambrosio en uno de sus comentarios en este evangelio dice que ante la pregunta de aquel que alza su voz ante el gentío diciéndole:” Maestro, di a mi hermano que me dé la parte que me toca de la herencia». Tiene como respuesta que el Maestro prescinde de lo terreno, porque Él ha descendido por las cosas divinas. No quiere ser juez de los pleitos, ni árbitro de las facultades, siendo juez de los vivos y de los muertos y el árbitro de los méritos. Por eso nos encontramos con esta respuesta de Jesús: “¿Quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?” que seguramente desencaja a toda esa multitud, y también a nosotras. Esta manera de responder del Maestro habla de que tiene los ojos fijos en su Señor, el Padre. Y ha venido a cumplir su voluntad en la humanidad y para ello es necesario un corazón puro, limpio que se guarde de toda clase de codicia, un corazón desprendido de este mundo que es bello, pero al que ha venido a reinar la belleza de un amor para siempre. El rico no prepara graneros permanentes, sino caducos y, lo que es más necio, se promete una larga vida. Sigue pues: «Y diré a mi alma: alma, muchos bienes tienes allegados para muchos años». Pero, oh rico, tienes frutos en tu granero ciertamente, pero ¿cómo podrás obtener muchos años de vida? ¿Acaso esa vida depende solo de ti? No seamos necias. Hagamos juntas, si podemos, la lista de los bienes espirituales y materiales que se nos han concedido por la gracia de pertenecerle y de haberle consagrado la vida. Para que el corazón y la mente no se despisten en creer que por nuestros propios medios hemos recibido tanto bien. Ante el tesoro que tenemos estamos en el tiempo de trabajarlo, trabajar el talento, no de enterrarlo por miedo, ni de hacer graneros más grandes para vivir en la holganza. Sino más bien como dice Teresa de Ávila: “ En su imitación mi holganza”. La mirada de Jesús, fijos los ojos siempre en su Señor, el Padre para la salvación de sus hermanos tiene que ser nuestra imitación. Solo así con mayor autenticidad, juntas podemos decir: "Tenemos el corazón, levantado hacia el Señor, Él es nuestra vida, nuestra única riqueza.” Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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