La pesca milagrosa. Nerina Canzi La liturgia de este Domingo, nos invita a pararnos y preguntarnos por la realidad de nuestra vida. Porque todos nosotros tenemos la certeza de que nuestra vida tiene sentido . Que el ser humano está llamado a VIVIR de verdad. A llenar sus años de vida y no sólo su vida de años. Dios nos ha creado a cada uno de nosotros personalmente para darnos vida y sentido. Preguntarse por algo más que el trabajo, la comodidad, las apetencias, los deseos o las necesidades, nos abre a la búsqueda de la verdadera identidad: ¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí? ¿Para qué estoy vivo?... Es la pregunta por el fin de la vida.
Las lecturas de este día nos vienen a lanzar esa pregunta en clave de Dios. Dios tiene un proyecto y un plan, un sueño, para cada uno de nosotros. Planes, proyectos y sueños que cargan de sentido nuestro tiempo, nuestros esfuerzos, nuestro proyecto vital y nuestro día a día. Planes que nos hacen sus colaboradores para que su presencia llegue tanto a los que buscan como a los que se han olvidado de buscar: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?”. Hoy las lecturas nos presentan: la vocación de Isaías y la elección de Simón Pedro como “pescador de hombres”. El evangelio nos muestra la llamada de los primeros discípulos. En estos textos se narra la respuesta a la que cada uno en nuestro propio ámbito estamos llamados a responder. Dios nos pregunta personalmente: “¿Quién será mi voz en el mundo?” Espera nuestra respuesta. En este día nos sentimos llamados por Jesús a ir al mar de nuestra existencia. A nuestro mar profundo. Al centro de nuestra vida, de nuestro corazón. Animarnos a hacernos las grandes preguntas. Se podría decir: animarse a ir a un “más allá” pero desde un “más adentro” La pregunta es libre, Dios jamás se impone, aunque Él sabe cuál sería lo mejor para cada uno de nosotros, cómo realmente nuestra vida se llenaría de vida y de sentido. Lo sabe incluso conociendo nuestras limitaciones y pecados, (en las lecturas, tanto Isaías como Simón Pedro se reconocen pecadores, limitados, débiles), Dios cuenta con ello. Él se encargará que nuestros errores convivan con nuestros aciertos… siempre que echemos las redes en su nombre, es decir, siempre que en el centro de nuestro servicio, de nuestra misión, de nuestra solidaridad o nuestra predicación, le pongamos a Él, no a nosotros mismos. Eso nos lleva a pensar que sus planes no son nuestros planes, que no saldrán las cosas como nosotros pensamos o proyectamos, que a nuestros ojos puede aparecer el fracaso, el error, la muerte, y que necesitamos tener una mirada de fe, de esperanza y de amor. Se trata de confiar que aunque nosotros nos sintamos fracasados, no es a nosotros mismos a quienes hay que poner en el centro, sino a Dios. Como el evangelista Lucas nos muestra, la llamada, está precedida por la enseñanza de Jesús a la multitud y por una pesca milagrosa, realizada por voluntad del Señor (Lc 5, 1-6). De hecho, mientras la muchedumbre se agolpa en la orilla del lago de Genesaret para escuchar a Jesús, Él ve a Simón desanimado por no haber pescado nada durante toda la noche. En primer lugar le pregunta si puede subir a la barca para predicar a la gente, ya que estaba a poca distancia de la orilla. Después, terminada la predicación, le pide que se dirija mar adentro con sus compañeros y que eche las redes (cf. v. 5). Simón obedece, y pescan una cantidad increíble de peces. De este modo, el evangelista hace ver que los primeros discípulos siguieron a Jesús confiando en Él, apoyándose en su Palabra, acompañada también por signos prodigiosos. Puede llamar nuestra atención que antes de este signo, Simón se dirige a Jesús llamándole «Maestro» (v. 5), y después le llama «Señor» (v. 7). Es la pedagogía de la llamada de Dios, que no mira tanto la calidad de los elegidos, sino su fe, como la de Simón que dice: «Por tu palabra, echaré las redes» (v. 5). Simón tiene miedo, pero Jesús le quita dramatismo a la situación, lo invita a una gran aventura, y le pide una entrega total, un seguimiento sin condiciones. La respuesta de Simón y de los que estaban con él no se hizo esperar: dejadas todas las cosas, le siguieron. La experiencia de las propias limitaciones y de la personal debilidad no es obstáculo alguno. Simón Pedro era consciente de todo eso y, a pesar del miedo inicial, no dudó en seguir a Jesús Por último señalar que la imagen de la pesca remite a la misión de la Iglesia. Comenta al respecto san Agustín: “Dos veces los discípulos se pusieron a pescar por orden del Señor: una vez antes de la pasión y otra después de la resurrección. En las dos pescas está representada toda la Iglesia: la Iglesia como es ahora y como será después de la resurrección de los muertos. Ahora acoge a una multitud imposible de enumerar, que comprende a los buenos y a los malos; después de la resurrección comprenderá sólo a los buenos” (Discurso 248, 1). La experiencia de Pedro, ciertamente singular, también es representativa de la llamada de todo apóstol del Evangelio, que jamás debe desanimarse al anunciar a Cristo a todos los hombres, hasta los confines del mundo. La vocación es obra de Dios. El hombre no es autor de su propia vocación, sino que da respuesta a la propuesta divina; y la debilidad humana no debe causar miedo si Dios llama. Es necesario tener confianza en su fuerza que actúa precisamente en nuestra pobreza; es necesario confiar cada vez más en el poder de su misericordia, que transforma y renueva. Todos nosotros estamos llamados a ser colaboradores de Dios, a echar las redes en su nombre para transformar nuestro mundo con el mensaje del Evangelio, es la paradoja del Señor, por el que, saliendo de nosotros mismos, poniéndole a Él y su presencia en el centro de nuestra vida, nosotros seremos más auténticos y nuestra vida tendrá sentido. Os invitamos a que esta Palabra de Dios reavive también en nosotros y en nuestras comunidades cristianas la valentía, la confianza y el impulso para anunciar y testimoniar el Evangelio. Que los fracasos y las dificultades no induzcan al desánimo. Confiamos también en la intercesión de la Virgen María, Reina de los Apóstoles. Ella, bien consciente de su pequeñez, respondió a la llamada del Señor con total entrega: «Heme aquí». Con su ayuda maternal, renovemos nuestra disponibilidad a seguir a Jesús, Maestro y Señor. Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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