En el evangelio que se lee al comienzo de la celebración de este domingo, contemplamos la entrada de Jesús en Jerusalén. Es Jesús quien toma la iniciativa de su triunfo. El, que tantas veces ha huido de este tipo de manifestaciones, casi se diría que ahora la busca. El es quien manda buscar el borriquillo. “Id a la aldea de enfrente y encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo” (Mc 11, 2 ) El asno en Palestina, era cabalgadura de personas notables, ya desde los tiempos de Balaán (Num 22,11). Jesús al elegir esta montura, no busca pues, tanto la humildad como el animal normal entre las gentes de su país; el mismo que la novia usaba el día de su boda o al que se ofrecía a cualquier persona a quien se quisiera festejar. Pero busca, sobre todo, el cumplimiento de una profecía, del profeta Zacarías: “ No temas, hija de Sión, he aquí que viene tu rey, sentado sobre un pollino de asna” (Zac 9,9) Jesús no solo encontró en Zacarías la imagen del rey de la paz sino también la del pastor herido que, con su muerte, trae la salvación; y la imagen del traspasado al que todos mirarán. Quiere que se entienda su camino y su actuación sobre la base de las promesas del AT, que se hace realidad en Él. Los discípulos y muchos de los que acompañaban a Jesús se sintieron llenos de alegría y gritaron palabras del salmo 118 que en sus labios se convierten en una proclamación mesiánica: ¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor” Mc 11,9s) Podemos reconocer en la exclamación ¡Hosanna! una expresión de alabanza jubilosa a Dios en el momento de aquella entrada; la esperanza de que hubiera llegado la hora del Mesías y el momento de petición de que fuera instaurado el reinado de Dios sobre Israel. Alabanza a Jesús, al que se saludo como al que viene en nombre de Dios como el Esperado y el Anunciado por todas las promesas. Entra en Jerusalén sentado sencillamente sobre un pollino, como un príncipe de la paz, como un rey espiritual, como un salvador de las almas para consumar su Misterio pascual. La celebración de este domingo nos introduce en el misterio de la Semana Santa con una doble significación. Por una parte, rememora aquella entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cuando acompañado de sus discípulos y amigos es reconocido como el rey que entra en su ciudad; por otra, escuchamos el relato de la pasión que finaliza recordándonos la sepultura de Jesús. Las palmas anticipan la victoria de Cristo, la lectura de la pasión, nos mueve adentrarnos en el camino de la humillación y sacrificio de Jesús que nos ha traído esa alegría con su resurrección. Ambos aspectos están sintetizados en el himno de san Pablo, donde se habla de su humillación hasta la muerte y posterior exaltación, que a su nombre debe doblarse toda rodilla. El misterio de este día nos invita a acompañar a Jesús, desde su entrada en Jerusalén hasta su resurrección. Es un camino que no finaliza en la muerte, sino que continúa con la resurrección. Lecturas:
Is 50, 4-7 Flp 2, 6-11 Mc 14, 1–15, 47 Los comentarios están cerrados.
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TodosMateo1, 18-24 1, 29-39 3, 1-12 3, 13-17 4, 1-11 4, 12-23 5, 1-12a 5, 13-16 5, 38-48 9, 36—10, 8 10, 26-33 11, 2-11 11, 25-30 13, 1-23 13, 24-43 13, 44-52 14, 22-33 15, 21-28 17, 1-9 17, 1-9 18, 15-20 18, 21-35 21, 33-43 22, 1-14 22, 15-21 24, 37-44 25, 1-13 Mt 25, 14-15. 19-21 25, 31-46 27, 11-54 28, 16-20 Marcos
Lucas1,1-4; 4,14-21
1, 26-38 1, 39-56 2, 13-21 2, 16-21 3, 1-6 3, 15-16. 21-22 4, 1-13 4, 21-30 5, 1-11 6, 17. 20-26 6, 27-38 6, 39-45 9, 11b-17 10, 38-42 10, 25-37 11, 1-13 12, 13-21 12, 32-48 12, 49-53 13, 22-30 14, 25-33 15, 1-10 16, 10-13 16-19-31 17, 5-10 17, 11-19 18, 1-8 18, 9-14 19, 1-10 20, 27-38 21, 25-28.34-36 24, 35-48 24, 46-53 Juan
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Marzo 2024
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