Toda la Comunidad de Hermanas Agustinas del Monasterio de la Conversión os desea una dichosa celebración del Misterio de la Natividad del Señor. Nos encontramos todos, todos juntos, ante el Dios hecho hombre que revela la dignidad de lo humano y nos levanta de todas las postraciones por la fuerza del amor del Niño de Belén. Unidísimas, ¡Feliz Navidad! Carta de ComuniónESPAÑOL
CARTA DE COMUNIÓN Pascua de la Natividad del Señor 2021 SE LEVANTÓ Y SE PUSO EN CAMINO Lc 1, 39 Queridas hermanas, hermanos de la Fraternidad, familias y todas las personas que están cerca de nosotras o tienen un vínculo que nos hace sentirnos cercanas a ellas. Para todos y todas, Feliz Natividad del Señor. Escribo esta Carta de Comunión sensiblemente tocada por lo que la Iglesia, el Papa Francisco, nos propone ante el paso nuevo de la Historia que estamos viviendo, y conmovida por lo que en el mundo, que ya no podemos catalogar como “cercano” o “lejano”, sino el mundo en que vivimos, está sucediendo. Realmente, nada nos es ajeno: las divisiones de uno son las nuestras, las heridas de muchos, son las nuestras; las debilidades de muchos, son también las nuestras. Las migraciones de muchos han sido y han de ser nuestras mismas migraciones. Hoy también necesitamos un Salvador y esa es la más genuina Esperanza. “Ven, Señor Jesús” (Ap 22, 20). Jesús viene a este mundo como vino entonces, entrando en las aguas de la temporalidad, aguas de un río, vientre materno, y las contamina de Divinidad. Su Humana Divinidad ha abierto el cielo (Is 45, 8; 64, 1), al fin, y le ha hecho hablar: “Tú eres mi Hijo amado” (Mt 3, 17; Lc 3, 22). Lo insólito no es solo que un cielo cerrado haya sido abierto por el Hijo, sino que se han escuchado sobre Él la Voz del Padre y sus palabras de amor hacia Él. Y, además, su Humana Divinidad no solo ha abierto el Cielo y se ha escuchado en la tierra la Voz del Padre, sino que Cristo, EN PIE, ha abierto las puertas de la Vida y ha rescatado al hombre sumido en el miedo a la muerte, reo del pecado y del mal y, ¡le ha puesto EN PIE! Junto a Él. “Levántate, tú que duermes” (Ef 5, 14; Is 26, 19; 60, 1). Hijos ya con el Hijo. En pie una Humanidad renacida. Cristo ha abierto las puertas del cielo y las de la tierra. Y Él está EN PIE, en medio de Dios y de los hombres. Es una imagen perenne: por el Bautismo el ser humano se yergue, DE PIE, junto al Cristo EN PIE. Rescatado de la muerte, nacido de las aguas, sobre las aguas, dejando atrás todos los sepulcros, todos los signos del pecado y del mal, dejando atrás el yugo de la esclavitud (Gal 5, 1). ¿Quién desea volver a las tierras de la muerte? ¿Quién no se dejará alzar sobre ellas, entrar por las puertas de las aguas bautismales y permanecer de pie junto a Él? ¿Querrá alguien retornar al sepulcro, a la muerte, al miedo, al mal? De aquí parte nuestro CAMINO. Somos criaturas en pie por gracia del Hijo y alzadas, erguidas por la fuerza del Bautismo; resucitadas a una Vida Nueva por la muerte y resurrección de Cristo (¡Anístemi!). Es así, con este signo de filiación divina, como podemos comenzar a caminar. Por eso, el Adviento se abre con este imperativo profético: “Levantaos, alzad la cabeza… se acerca vuestra liberación” (Lc 21, 28). La Iglesia nos ha propuesto que, partiendo de esta condición filial, iniciemos un CAMINO JUNTOS, dejando atrás todo lo que nos sobra y nos impide avanzar hacia Él (Col 3, 9). Toda la rémora que arrastra nuestra desesperanza y nuestra desidia, nuestra infidelidad y nuestro egoísmo, nuestras pobrezas y debilidades, nuestros escondrijos y opacidades. Porque Él ha hecho de nosotros UN PUEBLO EN PIE, UN PUEBLO QUE CAMINA UNIDO, una humanidad nueva, redimida, para que CAMINEMOS UNIDOS A LA LUZ DEL SEÑOR. “Pueblo de Jacob, ven. Caminemos a la Luz del Señor” (Is 2, 5). En Adviento comienza esta Peregrinación de Esperanza que es la vida del redimido por Cristo y que concluye en la Patria definitiva. Es una peregrinación de Hermanos, unidos en una Fraternidad Universal, porque somos hijos en el Hijo y, por ello, todo hombre, criatura salida de las Manos de Dios, es nuestro hermano. Así es posible iniciar un Camino de Fraternidad hacia el Padre, en el Hijo, por el Soplo y el Fuego del Espíritu. Nos precede en el Adviento, y en este camino de unidad, el Vértice luminoso que se yergue ante nosotros en su paradójica humildad: María. Ella abre nuestro peregrinar como plenitud de la profecía sobre lo que habría de venir, ante el Don que se avecinaba a través de su misma carne. Acercándose al último de los Profetas de Israel le avisa de la pronta venida del Salvador, del esperado por todos los tiempos, y este aviso marial es algo absolutamente novedoso, prístino, impensable, inédito: la que lleva en el seno la Promesa anuncia que “Ya está Aquí”. Es así el eslabón entre el tiempo antiguo y el nuevo tiempo de gracia, y la mensajera que corre a fin de aunar en un instante los dos tiempos, en un solo lugar, Ain Karem: la Profecía y su Cumplimiento. “Se levantó y se puso en camino” hacia Isabel, anunciando al último de los profetas la inminente llegada del Salvador. “Y el niño (Juan) saltó de gozo” en su seno (cfr. Lc 1, 39-45). ¡Cómo Cristo dejó la Trinidad para acercarse al hombre como su Señor y Salvador!, y el Universo entero saltó de gozo, aplaudieron los árboles, los montes destilaron leche y miel y los hombres, hundidos en el pecado y la muerte SE PUSIERON EN PIE Y LE SIGUIERON (Joel 3, 18; Is 60ss; Mt 4, 20-22; Lc 5, 1-11; Mt 9, 7-9). Esta salida de María inaugura toda salida humana hacia su Redentor, porque Ella ha puesto en marcha este movimiento hacia el otro, hacia el que ha de venir, que está ya presente en el hermano. Ella ha vivido la espera como una búsqueda de Dios en el otro. Es así cómo la Pascua de la Natividad del Hijo de Dios es a un tiempo la Pascua de María como Madre que da a luz al Hijo que viene a salvar al mundo. Así Ella es quien abre el Adviento en los tiempos nuevos y la que cumple la profecía de los tiempos antiguos: “Se levantó y se puso en camino” (Lc 1, 39). Nos unimos a todos los seres humanos que se ponen en camino sin saber si encontrarán patria, casa, cobijo o acogida; si encontrarán un destino, una vida nueva, una solución a su sin vivir. También los cristianos nos debemos poner en camino con ellos, migrantes, refugiados, varados en Tierra de Nadie. Iniciemos así este Camino Sinodal de la Natividad del Señor con María y con Jesús, con la Sagrada Familia, también en Camino, con toda la Iglesia Peregrina. Feliz Pascua de la Natividad del Señor, Pascua del Camino de Dios con toda la Humanidad. M. Prado Presidenta Federal Genzano di Roma Italia ITALIANO
LETTERA DI COMUNIONE - Pasqua del Natale del Signore 2021 SI ALZÒ E SI MISE IN VIAGGIO Lc 1,39 Care sorelle, fratelli della Fraternità, famiglie e tutti coloro che ci sono vicini o hanno un legame che ci fa sentire vicini. A tutti voi, Buona Natale del Signore. Scrivo questa Lettera di Comunione sensibilmente toccata da ciò che la Chiesa, Papa Francesco, ci propone nel nuovo passo della Storia che stiamo vivendo, e mossa da ciò che sta succedendo nel mondo, che non possiamo più classificare come "vicino" o "lontano", ma il mondo in cui viviamo In verità, nulla ci è estraneo: le divisioni di uno sono nostre; le ferite di molti sono nostre; le debolezze di molti sono anche nostre. Anche oggi abbiamo bisogno di un Salvatore e questa è la Speranza più autentica. "Vieni, Signore Gesù" (Ap 22, 20). Gesù viene in questo mondo come è venuto allora, entrando nelle acque della temporalità, acque di un fiume, del grembo di una madre, e le contamina di Divinità. La sua Divinità Umana ha aperto il cielo (Is 45, 8; 64, 1), finalmente, e lo ha fatto parlare: "Tu sei il mio Figlio diletto" (Mt 3, 17; Lc 3, 22). La cosa insolita non è solo che un cielo chiuso sia stato aperto dal Figlio, ma che hanno ascoltato su di Lui la voce del Padre e le sue parole d'amore a Lui rivolte. E, inoltre, la Sua Divinità Umana non solo ha aperto il Cielo e la Voce del Padre è stata ascoltata sulla terra, ma Cristo, IN PIEDI, ha aperto le porte della Vita e ha salvato l'uomo che ha paura della morte, prigioniero del peccato e del male, e lo ha messo IN PIEDI! Insieme a Lui. "Alzati, tu che dormi" (Ef 5, 14; Is 26, 19; 60, 1). Figli già con il Figlio. Un'Umanità rinata in piedi. Cristo ha aperto le porte del cielo e le porte della terra. Ed è in piedi, in mezzo a Dio e all'umanità. È un'immagine perenne: attraverso il Battesimo l'essere umano si erge, IN PIEDI, accanto a Cristo IN PIEDI. Salvato dalla morte, nato dalle acque, nato sulle acque, lasciandosi alle spalle tutti i sepolcri, tutti i segni del peccato e del male, lasciandosi alle spalle il giogo della schiavitù (Gal 5, 1). Chi desidera tornare nelle terre della morte? Chi non si lascerà elevare al di sopra di esse, di entrare attraverso le porte delle acque battesimali e rimanere in piedi accanto a Lui? Qualcuno vorrà tornare al sepolcro, alla morte, alla paura, al male? Da qui parte il nostro CAMINO. Siamo creature in piedi per la grazia del Figlio e sollevate, innalzate per la potenza del Battesimo; innalzate a una Nuova Vita per la morte e risurrezione di Cristo (Anistemi!). È in questo modo, con questo segno di filiazione divina, che possiamo cominciare a camminare. Ecco perché l'Avvento si apre con questo imperativo profetico: "Risollevatevi, alzate il capo... la vostra liberazione è vicina" (Lc 21,28). La Chiesa ci ha proposto che, partendo da questa condizione filiale, iniziamo un CAMMINO INSIEME, lasciando indietro tutto ciò che è troppo e ci impedisce di andare verso di Lui (Col 3, 9). Tutti gli impedimenti che trascinano la nostra disperazione e la nostra pigrizia, la nostra infedeltà e il nostro egoismo, la nostra povertà e le nostre debolezze, i nostri nascondigli e le nostre opacità. Perché Lui ha fatto di noi UN POPOLO IN PIEDI, UN POPOLO CHE CAMMINA UNITO, una nuova umanità, redenta, in modo che CAMMINIAMO UNITI NELLA LUCE DEL SIGNORE. "Popolo di Giacobbe, vieni. Camminiamo nella luce del Signore" (Is 2,5). Nell'Avvento inizia questo Pellegrinaggio della Speranza che è la vita del redento da Cristo e che si conclude nella Patria definitiva. È un pellegrinaggio di Fratelli, uniti in una Fraternità Universale perché siamo figli nel Figlio e quindi ogni essere umano, creatura delle Mani di Dio, è nostro fratello. Così è possibile iniziare un Cammino di Fraternità verso il Padre, nel Figlio, attraverso il Soffio e il Fuoco dello Spirito. Siamo preceduti nell'Avvento, e in questo cammino di unità, dal Vertice luminoso che sta davanti a noi nella sua umiltà paradossale: Maria. Lei apre il nostro pellegrinaggio come la pienezza della profezia su ciò che doveva venire, davanti al Dono che si avvicinava attraverso la sua stessa carne. Avvicinandosi all'ultimo dei Profeti d'Israele, l'avverte della prossima venuta del Salvatore, l'atteso da tutti i tempi, e questo annuncio mariale è qualcosa di assolutamente nuovo, incontaminato, impensabile, inaudito: colei che porta nel suo grembo la Promessa annuncia che "Egli è già qui". Lei è dunque il legame tra il vecchio tempo e il nuovo tempo della grazia e il messaggero che corre per unire in un istante i due tempi, in un solo luogo, Ain Karem: la Profezia e il suo Compimento. Ella "si alzò e si mise in viaggio" verso Elisabetta, annunciando all'ultimo dei profeti l'arrivo imminente del Salvatore. "E il bambino (Giovanni) saltò di gioia" nel suo grembo (cfr. Lc 1,39-45). Quando Cristo lasciò la Trinità per avvicinarsi all'uomo come suo Signore e Salvatore, tutto l'universo sussultò di gioia, gli alberi batterono le mani, le montagne si riempirono di latte e miele e gli uomini, affondati nel peccato e nella morte, si alzarono e lo seguirono (Gl 3, 18; Is 60ss; Mt 4, 20-22; Lc 5, 1-11; Mt 9, 7-9). Questa partenza di Maria inaugura ogni partenza umana verso il suo Redentore perché ha messo in moto questo movimento verso l'altro, verso colui che deve venire, che è già presente nel fratello. Ha vissuto la sua attesa come una ricerca di Dio nell'altro. É così come la Pasqua del Natale del Figlio di Dio è allo stesso tempo la Pasqua di Maria come Madre che dà alla luce il Figlio che viene a salvare il mondo. Così è lei che apre l'Avvento nei nuovi tempi e che compie la profezia dei tempi antichi: "Si alzò e si mise in viaggio" (Lc 1,39). Iniziamo così questo Cammino Sinodale con Maria e con Gesù, con la Sacra Famiglia, anch'essa in cammino, con tutta la Chiesa Pellegrina. Buona Pasqua del Natale del Signore, Pasqua del Cammino di Dio con tutta l'Umanità. M. Prado Presidente federale Genzano di Roma Italia INGLÉS
LETTER OF COMMUNION Passover of the Nativity of the Lord 2021 "SHE GOT UP AND SET OFF ON HER WAY" (Lk 1,39 ) Dear sisters, brothers of the Fraternity, families and all the people who are close to us or who have a bond that makes us feel close to them. To all of you, Happy Nativity of the Lord. I write this Letter of Communion sensibly touched by what the Church, Pope Francis, proposes to us before the new step of the History that we are living, and moved by what in this world, which we can no longer classify as "near" or far away ", but rather that the world we live in is happening. Nothing is really alien to us: the divisions of one are ours, the wounds of many are ours, the weaknesses of many are also ours. The migrations of many have been and must be our own migrations. Today we also need a Savior and that is the most genuine Hope: "Come, Lord Jesus" (Rev 22, 20). Jesus comes to this world as he came then, entering the waters of temporality, waters of a river, maternal womb, and contaminates them with Divinity. His Human Divinity has finally opened heaven (Is 45, 8; 64, 1), and has made him speak: "You are my beloved Son" (Mt 3:17; Lk 3:22). The unusual thing is not only that a closed heaven has been opened by the Son, but that the Voice of the Father and His words of love towards Him have been heard above Him. And, furthermore, His Human Divinity has not only opened Heaven and He has heard the Voice of the Father on earth, but rather, Christ, STANDING, has opened the doors of Life and has rescued man submerged in the fear of death, guilty of sin and evil, and has put him ON FOOT ! Next to Him. "Get up, you who sleep" (Eph 5, 14; Is 26, 19; 60, 1). Children already with the Son. Standing a reborn Humanity. Christ has opened the doors of heaven and of earth. And He is STANDING, in the midst of God and of the world, of men. He is a perennial image: through Baptism the human being stands up, on his feet, next to Christ who is STANDING. Rescued from death, born of the waters, above the waters, leaving behind all graves, all signs of sin and evil, leaving behind the yoke of slavery (Gal 5, 1). Who wishes to come back to the land of death? Who would not allow themselves to be raised above them, and enter through the gates of the baptismal waters and remain standing next to Him? Will someone want to return to the grave, to death, to fear, to evil? This is where our WAY starts. We are creatures standing by the grace of the Son and raised upright by the force of Baptism; raised to a New Life by the death and resurrection of Christ (Anístemi!). It is thus, with this sign of divine filiation, how we can begin to walk. For this reason, the Advent opens with this prophetic imperative: "Get up, lift up your heads ... your liberation is near" (Lk 21:28). The Church has proposed that, starting from this filial condition, we begin a WAY TOGETHER, leaving behind everything that is left over and prevents us from moving towards Him (Col 3, 9). All the drag that drags away our hopelessness and our indolence, our infidelity and our selfishness, our poverty and weakness, our hiding places and opacities. Because He has made of us A PEOPLE ON FOOT, A PEOPLE THAT WALKS UNITED, a new humanity, redeemed, so that we CAN WALK UNITED IN THE LIGHT OF THE LORD. "People of Jacob, come. Let us walk in the Light of the Lord" (Is 2, 5). In Advent this Pilgrimage of Hope begins, which is the life of the one redeemed by Christ and which concludes in the definitive Homeland. It is a pilgrimage of Brothers, united in a Universal Fraternity, because we are children in the Son and, therefore, every man, creature out of the Hands of God, is our brother. Thus it is possible to initiate a Path of Fraternity towards the Father, in the Son, by the Breath and the Fire of the Spirit. What precedes us in Advent, and on this path of unity, is the lighthouse that stands before us in its paradoxical humility: Mary. She opens our pilgrimage as the fullness of the prophecy about what was to come, before the Gift that was coming through her own flesh. Approaching the last of the Prophets of Israel, she warned him of the soon coming of the Savior, the one expected by all the times, and this marial warning is something absolutely novel, pristine, unthinkable, unprecedented: she who carries the Promise within her is announcing that "He is Here." Thus is the link between the old time and this new time of grace, and the messenger that runs in order to unite in an instant the two times, in a single place, Ain Karem: the Prophecy and its Fulfillment. "He got up and set out" towards Elizabeth, announcing to the last of the prophets the imminent arrival of the Savior. "And the child (John) leaped for joy" in her womb (cf. Lk 1,39-45) How Christ left the Trinity to approach man as his Lord and Savior! and the entire Universe jumped for joy, the trees applauded, the mountains distilled milk and honey, and men who were in sin and death STOOD UP. THEY FOLLOWED HIM (Joel 3, 18; Is 60ss; Mt 4, 20-22; Lk 5, I-11; Mt 9, 7-9). This departure of Mary inaugurates every human departure towards its Redemptor because she has started this movement towards the other, towards the one who is to come, who is already present in the brother. While she was waiting, she lived searching for God in the other. This is how the Passover of the Nativity of the Son of God is at the same time the Passover of Mary as Mother who gives birth to the Son who comes to save the world. Thus, She is the one who opens Advent in new times and the one who fulfills the prophecy of the ancient times: "She got up and went on her way" (Lk I, 39). We unite ourselves with all human beings who set out without knowing if they will find a homeland, home, shelter or a place of welcome; if they will find a destiny, a new life, a solution to their anguish. We christians, too, must set out with them, migrants, refugees, stranded in No Man's Land. Let us thus begin this Synodal Way of the Nativity of the Lord with Mary and with Jesus, with the Holy Family, also on the Way, with the entire Pilgrim Church. Happy Passover of the Nativity of the Lord, Passover of the Way of God with all Humanity. M. Prado Federal President Genzano di Roma Italy FEDERATION CONVERSION OF SAINT AUGUSTINE AGUSTINIAN SISTERS HúNGARO
ÚTNAK INDULT, ÉS A HEGYEKBE SIETETT. Lk 1, 39 Kedves Nővérek, Testvérek, Barátaink, családjaink és mindannyian, akik közel álltok hozzánk, vagy akikhez szoros szálak kötnek bennünket. Mindannyiotoknak áldott Úrjövetet! Amikor ezt a levelet írom, érzékenyen érint mindaz, amire az Egyház, Ferenc pápa buzdít a történelem új fejezetéhez érve napjainkban. Megindít, ami a világban történik, amit már nem nevezhetünk közelinek vagy távolinak; ez a világ amiben élünk. Valóban semmi sem idegen tőlünk: az egyik megosztottsága a mienk; sokak sebe a mienk; sokak gyengesége is a mienk. Tömegek elvándorlása is a mienk, az kell hogy legyen. Ma is szükségünk van a Megváltóra, ez a legelemibb Remény. ” Jöjj el, Uram Jézus!” (Ap 22,20) Jézus úgy jön a világba mint annak idején. Behatol az időlegesség vizeibe, folyóvízbe, magzatvízbe, és megfertőzi istenséggel. Emberré lett istensége megnyitotta az eget (Iz 45,8) s végül szóra bírta: “Te vagy az én szeretett Fiam” (Mt 3, 17; Lk 3,22). Nemcsak az rendkívüli, hogy a bezárt ég megnyílt a Fiú előtt, hanem hogy az Atya hangja hallatszott felette, iránta való szeretetének szava. Emberi istensége nemcsak megnyitotta az Eget. Nem csupán az Atya hangja hallatszott a földön, hanem Kirisztus, talpon állva megnyitotta az Élet kapuját és kiszabadította a halálfélelembe süppedt, a bűn és a rossz fogságába esett embert és talpra állította. Maga mellé. “Ébredj, aki alszol” (Ef 5,14; Iz 26, 19; 60,1) Immár fiak a Fiúban. Talpon az újjászületett emberiség. Krisztus megnyitotta az ég és a föld kapuját. Ő talpon áll Isten és az emberek között. Örök kép: az emberi lény a keresztség által felegyenesedik, talpra áll, Krisztus mellett szilárdan áll. Kiszabadult a halálból, vízből született, maga mögött hagyott minden sírboltot, a bűn és a rossz minden nyomát, maga mögött hagyta a szolgaság igáját (Gal 5,1). Ki vágyik vissza a halál följére? Ki áll ellen annak, hogy kiemelkedjék belőle, a keresztség ajtaján belépve talpra álljon Ő mellette? Van, aki vissza akar térni a sírboltba, a halálba, a félelembe, a rosszba? Innen indul a mi utunk (Camino). A Fiú által talpon álló teremtmények, a keresztség ereje emel fel, egyenesít ki bennünket. Krisztus halála és feltámadása által Új Életre támadtunk (Anístemi!) Így, ezzel az istengyermekséggel megjelölten indulhatunk útnak. Ezért kezdődik az Advent a próféta felszólításával: “Keljetek fel, és emeljétek föl fejeteket, mert elérkezett megváltásotok ideje.” (Lk 21,28) Az Egyház arra buzdít, hogy ebből a fiúi mivoltból kiindulva keljünk együtt útra. Hagyjunk magunk mögött mindent, ami felesleges és gátol abban, hogy hogy előbbre lépjünk Felé (Kol 3,9). Lépjünk túl minden reménytelenségből, kedvtelenségből, hűtlenségből, önzésből, gyengeségből, korlátból, homályosságból, megbúvásból fakadó késlekedést. Ő talpon álló népet alkotott belőlünk, amely együtt jár. Új, megváltott emberiséget, hogy egységben járjunk az Úr fényében. “Jákob háza, gyertek, járjunk az Úr világosságában!” (Iz 2,5) Adventben kezdődik a Remény Zarándoklata, a Krisztus által megváltott élet, ami a végső hazában ér véget. Testvérek zarándoklata, az Egyetemes Testvériségbe egyesült testvéreké, mert a Fiúban fiak vagyunk és ezért minden ember, az Isten keze alól kikerült minden teremtmény a testvérünk. Így lehet elindulni az Atyához vezető testvériség útján, a Fiúban, a Lélek tüze és fuvallata által. Adventben az egység útján előttünk jár Mária: világító oszlop, paradox módon alázatával magasodik elénk. Megnyitja zarándoklásunkat a beteljesülő jövendő előtt, a testében elközelgő Ajándék előtt. Izrael utolsó prófétájához közelítve figyelmeztet a Megváltó eljöveteléről. Ez a máriás figyelmeztetés egészen újszerű, makulátlan, elképzelhetetlen, szokatlan: aki méhében hordozza az Ígéretet, jelzi, hogy “már itt van”. Így válik a kegyelem múlt és jelen közötti láncszemévé, hírnökké, aki futva egy helyre és egy pillanatba sűríti a két időt: Ain Karem, a Jövendő és a Beteljesedés. “Felkelt és útnak indult” Erzsébethez, hogy az utolsó prófétának hírül adja a Megváltó érkezését és “az örömtől megmozdult méhében a gyermek [János].” (Lk 1, 39-45) Hogy hagyhatta ott Krisztus a Szentháromságot, hogy eljöjjön az emberekhez Úrként és Megváltóként? Az egész Világegyetem örömtől ujjongott, tapsoltak a fák, a hegyek tejet és mézet árasztottak és a bűnbe és halálba süllyedt ember talpra állt és követte Őt. (Joel 3,18; Iz 60; Mt 4,20-22; Lk 5,1-11; Mt 9.7-9) Mária útnak indulása vezeti be minden ember útnak indulását a Megváltó felé. Ő indította el ezt a mozgást a másik felé, a testvérben jelenlévő érkező felé. Ő a másikban való Istenkeresésként élte meg a várakozást. Így az Isten Fiának születése Mária ünnepe, aki Anyaként világra hozza a világ megváltására érkező Gyermeket. Ő nyitja meg az új idők Adventjét, beteljesíti a régi idők jövendölését: “Felkelt és útnak indult” (Lk 1,39). Együttérzünk minden emberrel, aki útnak indul, anélkül, hogy tudná, hazára, házra, befogadásra talál-e. Talál-e célt, új életet, megoldást élhetetlen életére. Nekünk keresztényeknek is útra kell kelnünk velük együtt; elvándorlókkal, menekültekkel, a senki földjén rekedtekkel. Kezdjük ígya zsinat útját Krisztus születésével, Máriával, Jézussal, úton a Szent Családdal, az egész zarándok Egyházzal. Boldog Karácsonyt, Isten emberiséggel közös útjának ünnepét M. Prado Presidenta Federal Genzano di Roma Olaszország |
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Calenda y "Misa del Gallo"
Carta de Comunión 2020
Un recién nacido, en brazos de una madre. Sobre las rodillas, yace el pequeño, dormido, abandonado a nuestras manos de hombres y mujeres. María sostiene al Hijo de Dios. Es un Hijo entregado a los hombres desde el primer instante de su vida...
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SI HIJOS, ENTONCES HERMANOS
SI HIJOS, ENTONCES HERMANOS
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Un recién nacido, en brazos de una madre. Sobre las rodillas, yace el pequeño, dormido, abandonado a nuestras manos de hombres y mujeres. María sostiene al Hijo de Dios. Es un Hijo entregado a los hombres desde el primer instante de su vida. Este es el icono de una donación divina y humana al Padre y a la humanidad. Nunca se hermanaron tan profundamente el cielo y la tierra. “Los cielos cantan la gloria de Dios. La noche a la noche se lo susurra” (Sal 19). Esa Luz divina brilló una vez en esta tierra hasta transformarla para siempre y desveló a la Noche. Un antes y un después. Caminábamos por tierras de tinieblas y una luz nos brilló. ¿Qué Luz quedó encendida para el hombre? ¿Qué Luz iluminó nuestra inquieta humanidad?
JESÚS, EL HIJO
Mirando al Hijo he comprendido cuál es mi origen. Todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN que llega a ser ¡pura teofanía! Ser signi ca haber sido creada, haber nacido, tener un origen, un Padre. Soy hija porque Dios Padre ha querido que yo sea. Esa voluntad de liación sella el cosmos, el universo, el mundo, los seres, el hombre. Es la luminosa intuición de S. Francisco: ver un mundo salido de la mano del mismo Padre hasta el punto de que, todo lo que nuestros ojos alcanzan a ver, es llamado con una palabra rotunda y excesiva: hermano, hermana. Los cielos, la tierra, la luz, la lluvia, los animales, los pájaros, el hombre... la muerte... Mirar al Hijo es conocer al Padre, al Padre de todo y de todos. Ante Él, el Padre, uno se despoja de todos los títulos, de toda piel innecesaria, se yergue como en un nuevo nacimiento del agua y del espíritu, con la desnudez de un recién nacido, revestido de la blancura de la luz primera. No habrá en toda la Escritura explosión más viva de ternura que la de poder llamar a Dios “Abba, Padre” y la de poder así reconocernos como hijos ¡pues, lo somos! (cfr. 1 Jn 3, 1). Este mundo nuestro tiene Padre y en Él tengo mi origen. Creer la Creación es saberse ligado a este origen con el vínculo de la liación, con la protección de la custodia, con la atención puesta en ser aquello para lo que fui creada.
Es Jesús, el Hijo primogénito, el Hijo Único, engendrado no creado, quien nos revela el don más grande asido al de la vida: la liación. Porque es en Él, en el Hijo, donde se nos revela el Padre. Por Jesús somos hijos en el Hijo (Gal 4, 4-7). Con Él nacemos nosotros, nacemos de nuevo, como Él, del Agua y del Espíritu. Esa es la liación recibida en el Bautismo. Nacemos del río, de las aguas fangosas de una fuente de esta tierra y de las aguas claras de las Fuentes de la Vida, y del Espíritu y, sobre nosotros, también la Voz del Padre nos reconoce y nos llama hijos ¡Vivimos dentro de la mejor liación, de la que nos constituye, de la original, del vínculo que va más allá de la carne y la sangre, vínculo espiritual porque el Espíritu vive, revolotea, en esta relación en la que somos, nos movemos y existimos! (Hch 17, 28)
Cuando contemples el Misterio de su Nacimiento, exalta de gozo porque con Él naces tú, como hijo o hija.
JESÚS, HERMANO
Volvemos a contemplar a la Madre y al Hijo. Cuando Cristo entra en el Cuerpo único de la Humanidad, sometida al pecado, por la Puerta santa que es María, no solo lo sella con la liación sino también con la Fraternidad. Si todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN, entonces todo está llamado a manifestarse BAJO EL SIGNO DE LA FRATERNIDAD, que también es ¡una teofanía! Si hijos, entonces, hermanos. Y esto me revela el origen de un mundo nuevo en el que no es posible perderse en una confusión indiferenciada sino que me muestra el vínculo de gracia y responsabilidad que me liga a todo lo creado hasta poderlo llamar, como proféticamente nos reveló S. Francisco y como hoy, también proféticamente, nos recuerda el Papa Francisco, hermano y hermana1, “hasta no formar más que uno”2 en Él.
Tanto la FILIACIÓN como la FRATERNIDAD revelan al hombre su origen y su destino, su plenitud y la de todo lo creado, el destino último de la Vida donada y sin n. El Hijo sentado en las rodillas de su Madre ha esclarecido el pasaje más oscuro de la existencia, el sentido último de la Vida.
Esta Pascua es la Pascua de la fraternidad universal. ¡Nos ha nacido un Hijo! ¡Un hermano nos ha sido dado! Bajo esta ardiente Luminaria es posible ver un mundo trans gurado por su Venida, llamado a la Comunión, en el que la fraternidad universal es una realidad dichosa, en el que nuestras relaciones han dejado atrás el odio, la violencia, el maltrato, en el que el más necesitado es cargado a la espalda y es recogido de la intemperie y acogido en lugar seguro. Un mundo sin extranjerías y sin exclusiones, sin rechazos y sin indiferencias mortales. Un mundo nuevo sobre el que vuela el Espíritu, bendiciéndolo de nuevo.
El sueño más vasto de todos, el más bello y el más bueno es aquél que cree que este no es el sueño de unos pocos sino el sueño de todos3 , de todo lo creado, el destino del universo, del mundo, del hombre... Y no hay entonces otra tarea que hacerlo posible. “Ve y haz tú lo mismo”, como un día, nos cuenta Lucas, un hombre inquieto oyó de labios de Jesús (Lc 10, 37).
Ante el Misterio del Hijo está María, Madre de Dios y madre de los hombres, Virgen de la Ternura, de la que también nos sabemos hijos y, por tanto, también por Ella, hermanos. ¡Este mundo tiene Madre!4
Nos ha nacido un hijo de los limos de la tierra y de los destellos del cielo. Sobre Él se ha escuchado la voz del Padre reconociéndolo como Hijo amado. Y, Tú, María, Madre de Dios y Madre nuestra, le has recogido en tu seno, le has amamantado con ternura y nos lo has presentado, sentado en tus rodillas, en el Trono de la Gracia, a todos nosotros, sus hermanos. “Este es mi Hijo amado”. En Él, también, somos tus hijos, Madre.
¡Feliz Pascua de Navidad para todos!
M. Prado
Presidenta Federal
Federación de la Conversión de S. Agustín.
------------------------------------
1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
JESÚS, EL HIJO
Mirando al Hijo he comprendido cuál es mi origen. Todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN que llega a ser ¡pura teofanía! Ser signi ca haber sido creada, haber nacido, tener un origen, un Padre. Soy hija porque Dios Padre ha querido que yo sea. Esa voluntad de liación sella el cosmos, el universo, el mundo, los seres, el hombre. Es la luminosa intuición de S. Francisco: ver un mundo salido de la mano del mismo Padre hasta el punto de que, todo lo que nuestros ojos alcanzan a ver, es llamado con una palabra rotunda y excesiva: hermano, hermana. Los cielos, la tierra, la luz, la lluvia, los animales, los pájaros, el hombre... la muerte... Mirar al Hijo es conocer al Padre, al Padre de todo y de todos. Ante Él, el Padre, uno se despoja de todos los títulos, de toda piel innecesaria, se yergue como en un nuevo nacimiento del agua y del espíritu, con la desnudez de un recién nacido, revestido de la blancura de la luz primera. No habrá en toda la Escritura explosión más viva de ternura que la de poder llamar a Dios “Abba, Padre” y la de poder así reconocernos como hijos ¡pues, lo somos! (cfr. 1 Jn 3, 1). Este mundo nuestro tiene Padre y en Él tengo mi origen. Creer la Creación es saberse ligado a este origen con el vínculo de la liación, con la protección de la custodia, con la atención puesta en ser aquello para lo que fui creada.
Es Jesús, el Hijo primogénito, el Hijo Único, engendrado no creado, quien nos revela el don más grande asido al de la vida: la liación. Porque es en Él, en el Hijo, donde se nos revela el Padre. Por Jesús somos hijos en el Hijo (Gal 4, 4-7). Con Él nacemos nosotros, nacemos de nuevo, como Él, del Agua y del Espíritu. Esa es la liación recibida en el Bautismo. Nacemos del río, de las aguas fangosas de una fuente de esta tierra y de las aguas claras de las Fuentes de la Vida, y del Espíritu y, sobre nosotros, también la Voz del Padre nos reconoce y nos llama hijos ¡Vivimos dentro de la mejor liación, de la que nos constituye, de la original, del vínculo que va más allá de la carne y la sangre, vínculo espiritual porque el Espíritu vive, revolotea, en esta relación en la que somos, nos movemos y existimos! (Hch 17, 28)
Cuando contemples el Misterio de su Nacimiento, exalta de gozo porque con Él naces tú, como hijo o hija.
JESÚS, HERMANO
Volvemos a contemplar a la Madre y al Hijo. Cuando Cristo entra en el Cuerpo único de la Humanidad, sometida al pecado, por la Puerta santa que es María, no solo lo sella con la liación sino también con la Fraternidad. Si todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN, entonces todo está llamado a manifestarse BAJO EL SIGNO DE LA FRATERNIDAD, que también es ¡una teofanía! Si hijos, entonces, hermanos. Y esto me revela el origen de un mundo nuevo en el que no es posible perderse en una confusión indiferenciada sino que me muestra el vínculo de gracia y responsabilidad que me liga a todo lo creado hasta poderlo llamar, como proféticamente nos reveló S. Francisco y como hoy, también proféticamente, nos recuerda el Papa Francisco, hermano y hermana1, “hasta no formar más que uno”2 en Él.
Tanto la FILIACIÓN como la FRATERNIDAD revelan al hombre su origen y su destino, su plenitud y la de todo lo creado, el destino último de la Vida donada y sin n. El Hijo sentado en las rodillas de su Madre ha esclarecido el pasaje más oscuro de la existencia, el sentido último de la Vida.
Esta Pascua es la Pascua de la fraternidad universal. ¡Nos ha nacido un Hijo! ¡Un hermano nos ha sido dado! Bajo esta ardiente Luminaria es posible ver un mundo trans gurado por su Venida, llamado a la Comunión, en el que la fraternidad universal es una realidad dichosa, en el que nuestras relaciones han dejado atrás el odio, la violencia, el maltrato, en el que el más necesitado es cargado a la espalda y es recogido de la intemperie y acogido en lugar seguro. Un mundo sin extranjerías y sin exclusiones, sin rechazos y sin indiferencias mortales. Un mundo nuevo sobre el que vuela el Espíritu, bendiciéndolo de nuevo.
El sueño más vasto de todos, el más bello y el más bueno es aquél que cree que este no es el sueño de unos pocos sino el sueño de todos3 , de todo lo creado, el destino del universo, del mundo, del hombre... Y no hay entonces otra tarea que hacerlo posible. “Ve y haz tú lo mismo”, como un día, nos cuenta Lucas, un hombre inquieto oyó de labios de Jesús (Lc 10, 37).
Ante el Misterio del Hijo está María, Madre de Dios y madre de los hombres, Virgen de la Ternura, de la que también nos sabemos hijos y, por tanto, también por Ella, hermanos. ¡Este mundo tiene Madre!4
Nos ha nacido un hijo de los limos de la tierra y de los destellos del cielo. Sobre Él se ha escuchado la voz del Padre reconociéndolo como Hijo amado. Y, Tú, María, Madre de Dios y Madre nuestra, le has recogido en tu seno, le has amamantado con ternura y nos lo has presentado, sentado en tus rodillas, en el Trono de la Gracia, a todos nosotros, sus hermanos. “Este es mi Hijo amado”. En Él, también, somos tus hijos, Madre.
¡Feliz Pascua de Navidad para todos!
M. Prado
Presidenta Federal
Federación de la Conversión de S. Agustín.
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
Under the sign of fraternity
Christmas 2020
A newborn, in the arms of a mother. On her knees, the little one lies, asleep, abandoned to our hands of men and women. Mary holds the Son of God. He is a Son given to men from the first moment of his life. This is the icon of a divine and human gift to the Father and to humanity. Never had Heaven and earth become so deeply united. “The heavens proclaim the glory of God. Night after night they reveal knowledge”(Ps 19). That divine Light shone once on this earth until it transformed it forever and unveiled the Night. A turning point. We were walking through lands of darkness and a light shone on us. What Light was left on for man? What Light illuminated our restless humanity?
JESUS, THE SON
Looking at the Son, I have come to understand which is my origin. Everything has been created under the sign of FILIATION -which becomes pure theophany! To be means to have been created, to have been born, to have an origin, a Father. I am a daughter because God Father has wanted me to be. That will of filiation seals the cosmos, the universe, the world, creatures, mankind. This is the luminous intuition of St. Francis: to see a world that comes from the hands of the Father himself, to the point that everything that our eyes can see is called with a resounding and excessive word: brother, sister. Heaven, earth, light, rain, animals, birds, man ... death ... To look at the Son is to know the Father, the Father of everything and everyone. Before Him, the Father, one removes all titles, all unnecessary skin, and stands like in a new birth from water and spirit, with the nakedness of a newborn, clothed in the whiteness of the first light. There will be no more vivid explosion of tenderness in all the Scripture than being able to call God “Abba, Father” and thus being able to recognize ourselves as children, well, we are! (cf. 1 Jn 3, 1). This world of ours has a Father and in Him I have my origin. To believe in Creation is to know that you are linked to this origin with the bond of filiation, with the protection of custody, with the focus on being that for what I was created for.
It is Jesus, the first-born Son, the Only Son, begotten not created, who reveals to us the greatest gift, attached to the gift of life: filiation. Because it is in Him, the Son, that the Father is revealed to us. Through Jesus we are children in the Son (Gal 4, 4-7). With Him we are born, we are born again, like Him, from the Water and the Spirit. That is the filiation received at Baptism. We are born from the river, from the muddy waters of a source of this earth and of the clear waters of the Fountains of Life, and from the Spirit and, above us, the Voice of the Father also recognizes us and calls us children. We live within the best filiation, the one that constitutes us, the original one, the bond that goes beyond flesh and blood, a spiritual bond because the Spirit lives, flutters, in this relationship in which we are, we move and exist! (Acts 17:28)
When you contemplate the Mystery of His Birth, exalt with joy because with Him you are born, as a son or daughter.
JESUS, BROTHER
We again contemplate the Mother and the Son. When Christ enters the unique Body of Humanity, subjected to sin, through the Holy Door that is Mary, he seals it not only with filiation but also with Fraternity. If everything has been created under the sign of FILIATION, then everything is called to be seen UNDER THE SIGN OF FRATERNITY, which is also a theophany! If children, then brothers. And this reveals to me the origin of a new world in which it is not possible to lose oneself in undifferentiated confusion, but rather shows me the bond of grace and responsibility that binds me to everything created until I can call it, as St. Francis prophetically revealed to us and as today, also prophetically, Pope Francis reminds us: brother and sister, “until we are one alone” in Him.
Both FILIATION and FRATERNITY reveal to man his origin and destiny, his fullness and that of everything created, the ultimate destination of Life which is given without end. The Son sitting on the knees of his Mother has shed light on the darkest passage in existence, the ultimate meaning of Life.
This is the Christmas of universal fraternity. A Son has been born to us! A brother has been given to us! Under this burning Luminaire it is possible to see a world transformed by his Coming, called to Communion, in which universal fraternity is a joyful reality, in which our relationships have left behind hatred, violence, abuse, in which whoever is most in need is carried and fetched from inclemency and sheltered in a safe place. A world without foreigners and without exclusions, without rejections and without mortal indifference. A new world over which the Spirit flies, blessing it once again.
The largest dream of all, the best and most beautiful is the one that believes that this is not the dream of a few but the dream of all, of everything that is created, the destiny of the universe, of the world, of man ... And there is then no other task than to make it possible. "Go and do the same", as one day, Luke tells us, a restless man heard from the lips of Jesus (Lk 10,37).
Before the Mystery of the Son is Mary, Mother of God and mother of men, Virgin of Tenderness, of whom we also know ourselves children and, therefore, also through Her, brothers and sisters. This world has a Mother!
A son has been born to us from the silts of the earth and the sparkles of the sky. Above Him the voice of the Father has been heard, recognizing him as the beloved Son. And, you, Mary, Mother of God and our Mother, you have received him in your womb, you have tenderly fed him and, sitting on your knees, on the Throne of Grace, you have introduced him to all of us, his brothers. "This is my beloved Son." In Him, we are also your children, Mother.
Happy Christmas everyone!
M. Prado
Federal President
Federation of the Conversion of S. Augustin
Under the sign of fraternity
Christmas 2020
A newborn, in the arms of a mother. On her knees, the little one lies, asleep, abandoned to our hands of men and women. Mary holds the Son of God. He is a Son given to men from the first moment of his life. This is the icon of a divine and human gift to the Father and to humanity. Never had Heaven and earth become so deeply united. “The heavens proclaim the glory of God. Night after night they reveal knowledge”(Ps 19). That divine Light shone once on this earth until it transformed it forever and unveiled the Night. A turning point. We were walking through lands of darkness and a light shone on us. What Light was left on for man? What Light illuminated our restless humanity?
JESUS, THE SON
Looking at the Son, I have come to understand which is my origin. Everything has been created under the sign of FILIATION -which becomes pure theophany! To be means to have been created, to have been born, to have an origin, a Father. I am a daughter because God Father has wanted me to be. That will of filiation seals the cosmos, the universe, the world, creatures, mankind. This is the luminous intuition of St. Francis: to see a world that comes from the hands of the Father himself, to the point that everything that our eyes can see is called with a resounding and excessive word: brother, sister. Heaven, earth, light, rain, animals, birds, man ... death ... To look at the Son is to know the Father, the Father of everything and everyone. Before Him, the Father, one removes all titles, all unnecessary skin, and stands like in a new birth from water and spirit, with the nakedness of a newborn, clothed in the whiteness of the first light. There will be no more vivid explosion of tenderness in all the Scripture than being able to call God “Abba, Father” and thus being able to recognize ourselves as children, well, we are! (cf. 1 Jn 3, 1). This world of ours has a Father and in Him I have my origin. To believe in Creation is to know that you are linked to this origin with the bond of filiation, with the protection of custody, with the focus on being that for what I was created for.
It is Jesus, the first-born Son, the Only Son, begotten not created, who reveals to us the greatest gift, attached to the gift of life: filiation. Because it is in Him, the Son, that the Father is revealed to us. Through Jesus we are children in the Son (Gal 4, 4-7). With Him we are born, we are born again, like Him, from the Water and the Spirit. That is the filiation received at Baptism. We are born from the river, from the muddy waters of a source of this earth and of the clear waters of the Fountains of Life, and from the Spirit and, above us, the Voice of the Father also recognizes us and calls us children. We live within the best filiation, the one that constitutes us, the original one, the bond that goes beyond flesh and blood, a spiritual bond because the Spirit lives, flutters, in this relationship in which we are, we move and exist! (Acts 17:28)
When you contemplate the Mystery of His Birth, exalt with joy because with Him you are born, as a son or daughter.
JESUS, BROTHER
We again contemplate the Mother and the Son. When Christ enters the unique Body of Humanity, subjected to sin, through the Holy Door that is Mary, he seals it not only with filiation but also with Fraternity. If everything has been created under the sign of FILIATION, then everything is called to be seen UNDER THE SIGN OF FRATERNITY, which is also a theophany! If children, then brothers. And this reveals to me the origin of a new world in which it is not possible to lose oneself in undifferentiated confusion, but rather shows me the bond of grace and responsibility that binds me to everything created until I can call it, as St. Francis prophetically revealed to us and as today, also prophetically, Pope Francis reminds us: brother and sister, “until we are one alone” in Him.
Both FILIATION and FRATERNITY reveal to man his origin and destiny, his fullness and that of everything created, the ultimate destination of Life which is given without end. The Son sitting on the knees of his Mother has shed light on the darkest passage in existence, the ultimate meaning of Life.
This is the Christmas of universal fraternity. A Son has been born to us! A brother has been given to us! Under this burning Luminaire it is possible to see a world transformed by his Coming, called to Communion, in which universal fraternity is a joyful reality, in which our relationships have left behind hatred, violence, abuse, in which whoever is most in need is carried and fetched from inclemency and sheltered in a safe place. A world without foreigners and without exclusions, without rejections and without mortal indifference. A new world over which the Spirit flies, blessing it once again.
The largest dream of all, the best and most beautiful is the one that believes that this is not the dream of a few but the dream of all, of everything that is created, the destiny of the universe, of the world, of man ... And there is then no other task than to make it possible. "Go and do the same", as one day, Luke tells us, a restless man heard from the lips of Jesus (Lk 10,37).
Before the Mystery of the Son is Mary, Mother of God and mother of men, Virgin of Tenderness, of whom we also know ourselves children and, therefore, also through Her, brothers and sisters. This world has a Mother!
A son has been born to us from the silts of the earth and the sparkles of the sky. Above Him the voice of the Father has been heard, recognizing him as the beloved Son. And, you, Mary, Mother of God and our Mother, you have received him in your womb, you have tenderly fed him and, sitting on your knees, on the Throne of Grace, you have introduced him to all of us, his brothers. "This is my beloved Son." In Him, we are also your children, Mother.
Happy Christmas everyone!
M. Prado
Federal President
Federation of the Conversion of S. Augustin
SE FIGLI, ALLORA FRATELLI
SE FIGLI, ALLORA FRATELLI
Sotto il segno della fraternita S. Natale 2020 |
|
Un neonato in braccio alla madre. Sulle sue ginocchia giace il piccolo addormentato, abbandonato nelle nostre mani di uomini e donne. Maria custodisce il Figlio di Dio. È un Figlio dato agli uomini n dal primo momento della sua vita. Questa è l’icona di una donazione divina e umana al Padre e all’umanità. Mai il cielo e la terra sono stati così profondamente uniti: “I cieli narrano la gloria di Dio. La notte alla notte ne trasmette il messaggio” (Sal 19). Questa luce divina è brillata una volta su questa terra no a trasformarla per sempre e ha illuminato la Notte. C’è un prima e un dopo. Camminavamo in terre oscure e una luce ha brillato su di noi. Quale luce si è accesa per
l’uomo? Quale luce ha illuminato la nostra umanità inquieta?
GESU’, IL FIGLIO
Guardando il Figlio ho capito qual è la mia origine. Tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA che diventa pura teofania! Essere, signi ca essere stati creati, essere nati, avere un’origine, un Padre. Sono glia perché Dio Padre ha voluto che lo fossi. Questa volontà di gliolanza segna il cosmo, l’universo, il mondo, gli esseri, l’uomo. È l’intuizione luminosa di san Francesco: vedere un mondo che viene dalla mano dello stesso Padre al punto che tutto ciò che i nostri occhi riescono a vedere è chiamato con una parola rotonda e sovrabbondante: fratello, sorella. Il cielo, la terra, la luce, la pioggia, gli animali, gli uccelli, l’uomo... la morte... Guardare il Figlio è conoscere il Padre, il Padre di tutto e di tutti. Davanti a Lui, il Padre, ci si spoglia di ogni titolo, di ogni inutile rivestimento, ci si trova come in una nuova nascita dall’acqua e dallo Spirito, con la nudità di un neonato, vestiti del bianco della prima luce. In tutte le Scritture non c’è esplosione di tenerezza più vivida di quella di poter chiamare Dio “Abbà, Padre” e quindi riconoscerci come gli, perché lo siamo! (cf. 1Gv 3,1). Questo nostro mondo ha un Padre e in Lui ho la mia origine. Credere nella Creazione è sapere che siamo legati a questa origine con il vincolo della gliolanza, con la tutela della custodia, con l’attenzione ad essere ciò per cui sono stato creato.
È Gesù, il Figlio primogenito, il Figlio Unigenito, generato non creato, che ci rivela il dono più grande che è legato alla vita: la gliolanza. Perché è in Lui, nel Figlio, che il Padre si rivela a noi. Per mezzo di Gesù siamo gli nel Figlio (Gal 4,4-7). Con Lui siamo nati, siamo nati di nuovo, come Lui, dall’acqua e dallo Spirito. Questa è la gliolanza ricevuta nel Battesimo. Nasciamo dal ume, dalle acque fangose di una sorgente di questa terra e dalle acque limpide delle Fontane della Vita, e dallo Spirito, e sopra di noi anche la Voce del Padre ci riconosce e ci chiama gli. Viviamo nella migliore gliolanza, quella che ci costituisce, quella originale, il legame che va oltre la carne e il sangue, legame spirituale perché lo Spirito vive, si libra in questo rapporto in cui siamo, ci muoviamo ed esistiamo! (At 17, 28)
Quando contempli il Mistero della Sua Nascita, esulta con gioia perché con Lui sei nato come glio o glia.
GESÙ, IL FRATELLO
Torniamo a contemplare la Madre e il Figlio. Quando Cristo entra nell'unico Corpo dell'Umanità sottomesso al peccato, attraverso la santa Porta che è Maria, non solo la sigilla con la gliolanza, ma anche con la Fraternità. Se tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA, allora tutto è chiamato a manifestarsi sotto il segno della FRATERNITA', che è anch’essa una teofania! Se siamo gli, allora siamo fratelli e sorelle. E questo mi rivela l'origine di un mondo nuovo in cui non è possibile perdersi in una confusione indi erenziata, ma piuttosto mi mostra il legame di grazia e di responsabilità che mi lega a tutto ciò che è stato creato, no a poterlo chiamare - come ci ha profeticamente rivelato San Francesco e come oggi, ancora profeticamente, ci ricorda Papa Francesco - fratello e sorella1, “ n quando non saremo una cosa sola”2 in Lui.
Sia la FIGLIOLANZA che la FRATERNITÀ rivelano all'uomo la sua origine e il suo destino, la sua pienezza e quella di tutta la creazione, il destino ultimo della Vita data e senza ne. Il Figlio seduto sulle ginocchia della Madre ha illuminato il passaggio più oscuro dell'esistenza, il senso ultimo della Vita.
Questa Pasqua è la Pasqua della fraternità universale: ci è nato un glio, ci è stato dato un fratello! Sotto quest’ardente luminaria è possibile vedere un mondo tras gurato dalla Sua venuta, chiamato alla Comunione, in cui la fraternità universale è una realtà gioiosa, in cui le nostre relazioni si las- ciano alle spalle odio, violenza, soprusi, in cui i più bisognosi sono portati in braccio, protetti dalle intemperie e accolti in un luogo sicuro. Un mondo senza stranieri e senza esclusioni, senza ri uto e senza indi erenze mortali. Un mondo nuovo su cui lo Spirito si libra, benedicendolo di nuovo.
Il sogno più grande di tutti, il più bello e il più buono, è quello che crede che questo non sia il sogno di pochi ma di tutti3, di tutta la creazione, il destino dell'universo, del mondo, dell'uomo... E non c'è altro compito che renderlo possibile: “Andate e fate lo stesso", come un giorno, ci dice Luca, un uomo inquieto udì dalle labbra di Gesù (Lc 10,37).
Davanti al Mistero del Figlio c'è Maria, Madre di Dio e Madre degli uomini, Vergine della Tene- rezza, della quale sappiamo anche noi stessi di essere gli e quindi anche attraverso di lei, fratelli e sorelle. Questo mondo ha una Madre!
Un glio è nato per noi dal fango della terra e dalle stelle del cielo. La voce del Padre si è fatta sentire su di lui, riconoscendolo come il Figlio prediletto. E tu, Maria, Madre di Dio e Madre nostra, lo hai accolto nel tuo grembo, lo hai allattato con tenerezza e ce lo hai presentato, seduto in ginocchio sul Trono di Grazia, tutti noi, suoi fratelli. “Questo è il mio Figlio, l’Amato”. Anche in Lui siamo gli tuoi, Madre.4
Buona “Pasqua” di Natale a tutti voi!
M. Prado
Presidente federale
Federazione della Conversione di Sant'Agostino
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCESCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCESCO, Angelus Solennità della Madre di Dio, 1 de Enero de 2017.
l’uomo? Quale luce ha illuminato la nostra umanità inquieta?
GESU’, IL FIGLIO
Guardando il Figlio ho capito qual è la mia origine. Tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA che diventa pura teofania! Essere, signi ca essere stati creati, essere nati, avere un’origine, un Padre. Sono glia perché Dio Padre ha voluto che lo fossi. Questa volontà di gliolanza segna il cosmo, l’universo, il mondo, gli esseri, l’uomo. È l’intuizione luminosa di san Francesco: vedere un mondo che viene dalla mano dello stesso Padre al punto che tutto ciò che i nostri occhi riescono a vedere è chiamato con una parola rotonda e sovrabbondante: fratello, sorella. Il cielo, la terra, la luce, la pioggia, gli animali, gli uccelli, l’uomo... la morte... Guardare il Figlio è conoscere il Padre, il Padre di tutto e di tutti. Davanti a Lui, il Padre, ci si spoglia di ogni titolo, di ogni inutile rivestimento, ci si trova come in una nuova nascita dall’acqua e dallo Spirito, con la nudità di un neonato, vestiti del bianco della prima luce. In tutte le Scritture non c’è esplosione di tenerezza più vivida di quella di poter chiamare Dio “Abbà, Padre” e quindi riconoscerci come gli, perché lo siamo! (cf. 1Gv 3,1). Questo nostro mondo ha un Padre e in Lui ho la mia origine. Credere nella Creazione è sapere che siamo legati a questa origine con il vincolo della gliolanza, con la tutela della custodia, con l’attenzione ad essere ciò per cui sono stato creato.
È Gesù, il Figlio primogenito, il Figlio Unigenito, generato non creato, che ci rivela il dono più grande che è legato alla vita: la gliolanza. Perché è in Lui, nel Figlio, che il Padre si rivela a noi. Per mezzo di Gesù siamo gli nel Figlio (Gal 4,4-7). Con Lui siamo nati, siamo nati di nuovo, come Lui, dall’acqua e dallo Spirito. Questa è la gliolanza ricevuta nel Battesimo. Nasciamo dal ume, dalle acque fangose di una sorgente di questa terra e dalle acque limpide delle Fontane della Vita, e dallo Spirito, e sopra di noi anche la Voce del Padre ci riconosce e ci chiama gli. Viviamo nella migliore gliolanza, quella che ci costituisce, quella originale, il legame che va oltre la carne e il sangue, legame spirituale perché lo Spirito vive, si libra in questo rapporto in cui siamo, ci muoviamo ed esistiamo! (At 17, 28)
Quando contempli il Mistero della Sua Nascita, esulta con gioia perché con Lui sei nato come glio o glia.
GESÙ, IL FRATELLO
Torniamo a contemplare la Madre e il Figlio. Quando Cristo entra nell'unico Corpo dell'Umanità sottomesso al peccato, attraverso la santa Porta che è Maria, non solo la sigilla con la gliolanza, ma anche con la Fraternità. Se tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA, allora tutto è chiamato a manifestarsi sotto il segno della FRATERNITA', che è anch’essa una teofania! Se siamo gli, allora siamo fratelli e sorelle. E questo mi rivela l'origine di un mondo nuovo in cui non è possibile perdersi in una confusione indi erenziata, ma piuttosto mi mostra il legame di grazia e di responsabilità che mi lega a tutto ciò che è stato creato, no a poterlo chiamare - come ci ha profeticamente rivelato San Francesco e come oggi, ancora profeticamente, ci ricorda Papa Francesco - fratello e sorella1, “ n quando non saremo una cosa sola”2 in Lui.
Sia la FIGLIOLANZA che la FRATERNITÀ rivelano all'uomo la sua origine e il suo destino, la sua pienezza e quella di tutta la creazione, il destino ultimo della Vita data e senza ne. Il Figlio seduto sulle ginocchia della Madre ha illuminato il passaggio più oscuro dell'esistenza, il senso ultimo della Vita.
Questa Pasqua è la Pasqua della fraternità universale: ci è nato un glio, ci è stato dato un fratello! Sotto quest’ardente luminaria è possibile vedere un mondo tras gurato dalla Sua venuta, chiamato alla Comunione, in cui la fraternità universale è una realtà gioiosa, in cui le nostre relazioni si las- ciano alle spalle odio, violenza, soprusi, in cui i più bisognosi sono portati in braccio, protetti dalle intemperie e accolti in un luogo sicuro. Un mondo senza stranieri e senza esclusioni, senza ri uto e senza indi erenze mortali. Un mondo nuovo su cui lo Spirito si libra, benedicendolo di nuovo.
Il sogno più grande di tutti, il più bello e il più buono, è quello che crede che questo non sia il sogno di pochi ma di tutti3, di tutta la creazione, il destino dell'universo, del mondo, dell'uomo... E non c'è altro compito che renderlo possibile: “Andate e fate lo stesso", come un giorno, ci dice Luca, un uomo inquieto udì dalle labbra di Gesù (Lc 10,37).
Davanti al Mistero del Figlio c'è Maria, Madre di Dio e Madre degli uomini, Vergine della Tene- rezza, della quale sappiamo anche noi stessi di essere gli e quindi anche attraverso di lei, fratelli e sorelle. Questo mondo ha una Madre!
Un glio è nato per noi dal fango della terra e dalle stelle del cielo. La voce del Padre si è fatta sentire su di lui, riconoscendolo come il Figlio prediletto. E tu, Maria, Madre di Dio e Madre nostra, lo hai accolto nel tuo grembo, lo hai allattato con tenerezza e ce lo hai presentato, seduto in ginocchio sul Trono di Grazia, tutti noi, suoi fratelli. “Questo è il mio Figlio, l’Amato”. Anche in Lui siamo gli tuoi, Madre.4
Buona “Pasqua” di Natale a tutti voi!
M. Prado
Presidente federale
Federazione della Conversione di Sant'Agostino
------------------------------------------------------------------------
1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCESCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCESCO, Angelus Solennità della Madre di Dio, 1 de Enero de 2017.
WENN WIR SÖHNE UND TÖCHTER SIND, DANN AUCH BRÜDER ...
WENN WIR SÖHNE UND TÖCHTER SIND,
DANN AUCH BRÜDER UND SCHWESTERN
Im Zeichen der Geschwisterlichkeit
Weihnachten 2020
DANN AUCH BRÜDER UND SCHWESTERN
Im Zeichen der Geschwisterlichkeit
Weihnachten 2020
Ein neugeborenes Kind, in den Armen einer Mutter. Der Kleine ruht auf den Knien, schlafend, und gibt sich ganz in die Hände von uns Männern und Frauen. Maria hält den Sohn Gottes. Er ist ein Sohn, der vom ersten Augenblick seines Lebens an den Menschen übergeben ist. Dies ist das Symbol einer göttlichen und menschlichen Gabe, an den Vater und an die Menschheit. Noch nie waren Himmel und Erde so tief miteinander verbunden. "Die Himmel rühmen die Ehre Gottes. Eine Nacht flüstert es der anderen zu" (Ps 19). Dieses göttliche Licht leuchtete einst auf dieser Erde, bis es sie für immer verwandelte und die Nacht erhellte. Ein Vorher und Nachher. Wir gingen in der Finsternis und ein Licht leuchtete uns auf. Welches Licht leuchtet weiterhin für den Menschen?
Was ist das für ein Licht, das unsere ruhelose Menschheit erleuchtete?
JESUS, DER SOHN
Als ich den Sohn betrachte, verstand ich, wo mein Ursprung ist. Alles ist unter dem Zeichen der
KINDSCHAFT geschaffen worden, die zur reinen Theophanie wird! Sein bedeutet, geschaffen worden zu sein, geboren worden zu sein, einen Ursprung, einen Vater zu haben. Ich bin eine Tochter, weil Gott, der Vater, wollte, dass ich existiere. Diese willentliche Kindschaft besiegelt den Kosmos, das Universum, die Welt, die Wesen, den Menschen. Es ist die erleuchtete Eingebung des hl. Franziskus: eine Welt zu sehen, die aus der Hand desselben Vaters kommt, bis zu dem Punkt, dass alles, was unsere Augen zu sehen vermögen, mit einem klaren und gewaltigen Wort bezeichnet wird: Bruder, Schwester. Der Himmel, die Erde, das Licht, der Regen, die Tiere, die Vögel, der Mensch... der Tod... Auf den Sohn schauen heißt, den Vater erkennen, den Vater von allem und jedem. Vor Ihm, dem Vater, legt man alle seine Titel ab, alle überflüssigen Schichten, steht da wie bei einer neuen Geburt aus Wasser und Geist, mit der Nacktheit eines Neugeborenen, bekleidet mit dem Weiß des ersten Lichtes. In der ganzen Schrift wird es keine lebendigere Explosion der Zärtlichkeit geben, als Gott "Abba, Vater" nennen zu können und uns so als Söhne und Töchter zu erkennen, denn das sind wir! (vgl. 1. Joh. 3,1). Diese unsere Welt hat einen Vater und in Ihm habe ich meinen Ursprung. An die Schöpfung zu glauben bedeutet zu wissen, dass wir mit diesem Ursprung verbunden sind, durch das Band der Kindschaft, im Schutz seiner Fürsorge, im Bewusstsein, das zu sein, wozu ich geschaffen wurde.
Es ist Jesus, der erstgeborene Sohn, der einzige Sohn, der gezeugt und nicht geschaffen wurde, der uns das größte Geschenk offenbart, das mit dem Leben verbunden ist: die Kindschaft. Denn in ihm, im Sohn, wird uns der Vater offenbart. Durch Jesus sind wir Söhne und Töchter im Sohn (Gal 4,4-7). Mit Ihm werden wir geboren, werden wir neu geboren, wie Er, aus dem Wasser und dem
Geist. Dies ist die Kindschaft, die wir in der Taufe empfangen. Wir sind aus dem Fluss geboren, aus dem schlammigen Wasser einer Quelle dieser Erde und aus dem klaren Wasser der Quellen des Lebens, und aus dem Geist, und über uns erkennt uns auch die Stimme des Vaters und nennt uns Söhne und Töchter. Wir leben in der besten Kindschaft, der, die uns ausmacht, der ursprünglichen, der Bindung, die über Fleisch und Blut hinausgeht, der geistigen Bindung, weil der Geist lebt, weht, in dieser Beziehung, in der wir sind, uns bewegen und existieren! (Apg 17, 28) Wenn du das Geheimnis Seiner Geburt betrachtest, juble vor Freude, denn mit Ihm wirst du als Sohn und Tochter geboren.
JESUS, BRUDER
Betrachten wir noch einmal die Mutter und den Sohn. Als Christus durch die heilige Pforte, die Maria ist, in den einen Leib der Menschheit eintritt, der der Sünde unterworfen ist, besiegelt er ihn nicht nur mit der Kindschaft, sondern auch mit der Geschwisterlichkeit. Wenn alles unter dem Zeichen der KINDSCHAFT geschaffen wurde, dann ist alles dazu berufen, sich unter dem Zeichen Página 2 de 2der GESCHWISTERLICHKEIT zu offenbaren, die auch eine Theophanie ist! Wenn Söhne und Töchter, dann Brüder und Schwestern. Und dies offenbart mir den Ursprung einer neuen Welt, in der es nicht möglich ist, sich in einem undifferenzierten Durcheinander zu verlieren, sondern es zeigt mir das Band der Gnade und der Verantwortung, das mich mit allem Geschaffenen verbindet, bis ich es, wie es uns der heilige Franziskus prophetisch geoffenbart hat und wie es uns heute auch Papst Franziskus prophetisch in Erinnerung ruft, Bruder und Schwester 1 nennen kann, "bis
wir nur noch eins sind“ 2 in Ihm.
Sowohl die KINDSCHAFT als auch die GESCHWISTERLICHKEIT offenbaren dem Menschen
seinen Ursprung und seine Bestimmung, seine Fülle und die der ganzen Schöpfung, die endgültige Bestimmung des Lebens, das gegeben ist und kein Ende hat. Der Sohn, der auf dem Knie seiner Mutter sitzt, hat den dunkelsten Abschnitt der Existenz, den letzten Sinn des Lebens, erhellt.
Dieses Weihnachtsfest ist das Weihnachten der universellen Geschwisterlichkeit. Uns ist ein Sohn geboren! Uns ist ein Bruder geschenkt worden! Durch diesen glühenden Lichtstrahl hindurch ist es möglich, eine durch sein Kommen verklärte Welt zu sehen, die zur Gemeinschaft berufen ist, in der die universale Geschwisterlichkeit eine freudige Realität ist, in der unsere Beziehungen Hass, Gewalt und Misshandlung hinter sich gelassen haben, in der der Bedürftigste auf dem Rücken getragen und von drauβen hereingeholt und an einem sicheren Ort aufgenommen wird. Eine Welt ohne Befremdlichkeit und ohne Ausgrenzung, ohne Ablehnung und ohne tödliche Gleichgültigkeit.
Eine neue Welt, über die der Geist weht und sie von neuem segnet.
Der weitreichendste Traum von allen, der schönste und beste ist der, der glaubt, dass dies nicht der Traum einiger weniger ist, sondern der Traum aller 3 , der gesamten Schöpfung, das Schicksal des Universums, der Welt, des Menschen … Und somit gibt es keine andere Aufgabe, als dies zu ermöglichen. "Geh hin und handle ebenso", wie eines Tages, so berichtet uns Lukas, ein suchender Mann von den Lippen Jesu hörte (Lk 10,37).
Vor dem Geheimnis des Sohnes steht Maria, Mutter Gottes und Mutter der Menschen, Jungfrau der Zärtlichkeit, von der auch wir uns Kinder und damit auch durch sie Brüder und Schwestern wissen. Diese Welt hat eine Mutter! 4 Aus dem Lehm der Erde und den Funken des Himmels ist uns ein Sohn geboren worden. Die Stimme des Vaters ist über ihm erklungen und hat ihn als den geliebten Sohn erkannt. Und du, Maria, Mutter Gottes und unsere Mutter, hast ihn in deinem Schoß aufgenommen, du hast ihn zärtlich gestillt und du hast ihn uns, auf deinen Knien sitzend, auf dem Thron der Gnade, uns allen, seinen Brüdern und Schwestern, vorgestellt. "Dies ist mein geliebter Sohn." In ihm sind auch wir
deine Kinder, Mutter.
Frohe Weihnachten für Sie alle!
M. Prado
Präsidentin Föderation der Bekehrung des heiligen Augustinus.
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1 Hl. Johannes von Damaskus, De fide orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANZISKUS, Fratelli tutti, Nr. 6
2 Didache, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8
4 FRANZISKUS, Angelus Hochfest der Mutter Gottes, 1. Januar 2017.
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HA GYERMEKEK, AKKOR TESTVÉREK
HA GYERMEKEK, AKKOR TESTVÉREK
A testvériség jegyében 2020 Karácsony ünnepén |
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Újszülött az Anya karján. Térdén nyugszik a Kisded, alszik, ráhagyatkozik emberi-asszonyi kezünkre. Mária kezében tartja az Isten Fiát. Ez a Gyermek élete első pillanatától fogva emberkézre adatott. Az emberi és isteni odaadás képe, az Atyának, az emberiségnek. Soha nem volt ilyen testvéri közelben a föld és az ég. Az egek hirdetik Isten dicsőségét, az égbolt vallja kezének művét. A nap továbbadja a szót a másik napnak, az éj jelenti a hírt az éjnek. (19. Zsolt.) Ez az isteni fény egyetlen alkalommal világított itt a földön, egyszer s mindenkorra megváltoztatta, fellebbentette az Éjszaka fátylát. Van, ami előtte volt, s van, ami utána. Sötét tájkon jártunk és egyszerre fény támadt nekünk. Milyen világosság maradt fénylőn az ember számára? Milyen Fény világított rá nyugtalan emberségünkre?
JÉZUS, A GYERMEK
A Gyermeket szemlélve megértem, mi az eredetem. Minden a GYERMEKSÉG jegyében teremtetett, s ez tiszta teofánia! A lét teremtett mivoltot jelent, születést, eredetet, Atyát. Gyermek vagyok, mert az Atya Isten akarta, hogy legyek. Ez a gyermekké tevő akarat rányomta bélyegét a kozmoszra, a világmindenségre, a világra, a létezőkre, az emberre. Szt. Ferenc megérzése világított rá, ahogy a világot az Atya kezéből látta megszületni, hogy mindent, amit a szem lát, egyetlen markáns és túlzó szóval illet: testvér, nővér. Az egeket, a földet, a fényt, az esőt, az állatokat, a madarakat, az embert... a halált... A Gyermeket látva felismerjük az Atyát, mindenek és mindannyiunk Atyját. Előtte, az Atya előtt, lehullik rólunk minden cím, minden felesleges mez, s mint a vízből és lélekből való újjászületéskor, az újszülött mezíteleneségében, a hajnal fehérségében tűnünk fel. Az Írásokban nincs elevenebb, harsogóbb gyengédség, mint hogy az Istent Abba-nak, Atyá-nak szólíthatjuk, s hogy gyermeknek tarthtjuk magunkat, mert azok is vagyunk (1 Jn 3,1). Ennek a világnak van Atyja, s az én eredetem Őbenne van.
A teremtésbe vetett hit ehhez az eredethez való kötődést tud magáénak, gyermeki kötelékkel, a gondoskodás védőszárnya alatt, szem előtt tartja hogy azzá váljunk, aminek teremtettünk.
Jézus, az egyszülött Fiú, egyedüli Gyermek, született, de nem teremtmény, az emberi élettel járó legnagyobb ajándékot, a gyermekséget nyilatkoztatja ki. Őbenne, a Fiúban nyilatkozik meg számunkra az Atya. Jézus által ak vagyunk a Fiúban (Gal 4, 4-7). Vele születünk, s akárcsak Ő, újjászületünk Vízből és Lélekből. Ez a keresztségben kapott gyermekség. A folyóból születünk, a föld iszapos forrásából, és a z Élő Forrás tiszta vizéből, és a Lélekből. Felettünk is megszólal az Atya hangja és elismer, gyermekének hív bennünket. A legjobb gyermekségben élünk, ez az osztályrészünk, eredetünk. Ez a kötelék túllépi a test- ill. vér szerinti kapcsolatot. Lelki kötelék, mert a Lélek él, szabadon száll ebben kapcsolatban, amelyben élünk, mozgunk és létezünk (Apcsel. 17,28).
Amikor Születésének titkát szemléled, ujjongj, mert Vele te is megszületsz, mint Gyermek.
JÉZUS, A TESTVÉR
Fordítsuk szemünket az Anyára és a Fiúra. Amikor Krisztus magára ölti a bűntől sebzett Emberi Testet, a szent kapu, Mária, nemcsak a gyermekség, hanem a TESTVÉRISÉG jegyével is megjelöl. Minden a gyermekség jegyében teremtetett, és minden a testvériség jegyében nyilvánul meg - ez is teofánia! Ha gyermekek, akkor testvérek is vagyunk. Ez számomra az új világ eredetét mutatja, amelyben nem veszhetünk el a közömbösség zűrzavarában, hanem a kegyelem és a felelősség köteléke fűz minden teremtményhez, olyannyira, hogy – ahogy Szt. Ferenc prófétálva mondta, s ma Ferenc pápa, szintén prófétai szóval – vérnek és nővérnek szólít mindent, amíg végül “mindannyian eggyé válunk Őbenne”.
A gyermekség és a testvériség kinyilatkoztatja az ember és minden teremtmény eredetét és célját, a kiteljesedést, az átadott és véget nem érő Élet végső célját. Az Anya térdén ülő Gyermek megvilágítja a lét legsötétebb szakaszát, az Élet végső értelmét.
Ez az ünnep az egyetemes testvériség Ünnepe. Fiú született nekünk! Testvér adatott nekünk! E Világosság fényében meglátjuk, hogy eljövetele átformálja az Egységre hivatott világot, melyben a testvériség áldott valóság, kapcsolataink kizárták a gyűlöletet, az erőszakot, a zaklatást; amelyben a rászolrulót felkaroljuk, vállunkra vesszük, felszedjük a nyílt színről és biztonságos helyen befogadjuk. E világban nincs többé idegenség, kizárás, elutasítás, sem halálos közöny. Új világ, amelyben a Lélek újra szárnyal és megáld.
Mindannyiunk leghőbb vágya, legdédelgetettebb álma, hogy ez ne csak kevesek álma legyen, hanem mindenkié, az egész teremtett világé; az ember, a világ, a világmindenség céja. S akkor nincs más dolgunk, mint ezt lehetővé tenni. “Menj, és tégy te is hasonlóképp!”, mint ahogy egy nap – Szt. Lukács elmondása szerint – Jézus ajkáról hallotta egy nyugtalan szívű ember (Lk 10, 37).
A Gyermek titka előtt ott van Mária, az Istenanya, az emberek anyja, Gyengéd Szűz, akinek mi is gyermekei vagyunk, s így általa, testvérek is. E világnak van Édesanyja!
Fiú született nekünk a föld méhéből, s az ég sziporkáiból. Felette hangzott el az Atya szava, szeretett Fiának ismerve el Őt. És Te, Mária, Isten es mindannayiunk Anyja, befogadtad Őt méhedbe, gyengéden szoptattad, és térdeden, a Kegyelem Trónusán ülve bemutattad Őt nekünk, mindannyiunknak, a testvéreinek. “Ez az én szeretett Fiam”. Őbenne mi is gyermekeid vagyunk, Mária, égi Édesanyánk.
Áldott Karácsonyt mindannyiotoknak!
M. Prado
Szt. Ágoston Megtérése Föderáció
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
Jeśli dzieci, to bracia
Jeśli dzieci, to bracia
Pod znakiem braterstwa
Pascha Narodzenia Pańskiego 2020
Pod znakiem braterstwa
Pascha Narodzenia Pańskiego 2020
Noworodek w ramionach matki. Mały leży na kolanach, śpi, pozostawiony w naszych rękach
kobiet i mężczyzn. Maryja podtrzymuje Syna Bożego. To Syn oddany ludziom od pierwszej
chwili swojego życia. To jest ikona boskiej i ludzkiej darowizny dla Ojca i dla ludzkości. Nigdy
nie zbratały się tak głęboko ziemia i niebo. „Niebiosa głoszą chwałę Boga. Noc nocy przekazuje
wiadomość” (Ps 19). To boskie światło jeden raz zajaśniało na tej ziemi aż przemieniło ją na
zawsze i objaśniło Noc. Punkt zwrotny. Szliśmy przez krainy ciemności i zajaśniało dla nas
światło. Cóż za Światło zapaliło się dla człowieka? Cóż za Światło oświetliło naszą niespokojną
ludzkość?
JEZUS, SYN
Wpatrując się w Syna zrozumiałam jakie jest moje pochodzenie. Wszystko zostało stworzone pod znakiem DZIECIĘCTWA, która staje się czystą teofanią, Bożym objawieniem. Być oznacza być stworzonym, narodzić się, mieć początek, pochodzenie, Ojca. Jestem córką, bo Bóg Ojciec zechciał, abym nią była. Ta wola dziecięctwa naznacza kosmos, wszechświat, świat, istoty, człowieka. Oto światła intuicja św. Franciszka: patrzeć na świat, który wyszedł spod ręki samego Ojca do tego stopnia, że wszystko to co nasze oczy są w stanie zobaczyć, nazywa się wymownym i przesadnym słowem: brat, siostra. Niebiosa, ziemia, światło, deszcz, zwierzęta, ptaki, człowiek...śmierć... Patrzeć na Syna to poznać Ojca, Ojca wszystkiego i wszystkich. Przed Nim, Ojcem, każdy porzuca swoje tytuły, swoją zbędną skórę, podnosi się jak w czasie nowego narodzenia z wody i z ducha, z nagością noworodka ubranego w biel pierwszego światła. Nie ma w całym Piśmie większej eksplozji czułości niż możliwość wołania do Boga „Abba, Ojcze” i rozpoznania siebie jako dzieci „rzeczywiście nimi jesteśmy!” (por. 1 J 3,1). Ten nasz świat ma Ojca i w Nim mam swój początek. Wiara w Stworzenie to wiedzieć, że jest się związanym z tym początkiem więzią dziecięctwa, być pod jego opieką i ochroną, skupić uwagę na tym, aby być tym do czego zostałem stworzony.
To jest Jezus, Syn pierworodny, Jedyny Syn, zrodzony nie stworzony, ten, który nam objawia
największy dar związany z darem życia: dziecięctwo. Ponieważ to w Nim, w Synu objawia się nam Ojciec. Przez Jezusa jesteśmy synami w Synu (Ga 4, 4-7) Razem z Nim rodzimy się my,
rodzimy się na nowo, jak On, z Wody i z Ducha. To jest dziecięctwo otrzymane na Chrzcie.
Rodzimy się z rzeki, z błotnistych wód ze źródła tej ziemi i z czystych wód ze Źródła Życia, i z Ducha, i także nad nami, Głos Ojca nas rozpoznaje i nazywa nas dziećmi. Żyjemy wewnątrz najwspanialszego dziecięctwa, które nas konstytuuje, tego najbardziej pierwotnego, tej więzi, która wykracza poza ciało i krew, więzi duchowej, ponieważ Duch żyje, krąży w tej relacji, w której żyjemy, poruszamy się i jesteśmy! (Dz 17, 28)
Kiedy będziesz kontemplować Tajemnicą Jego Narodzenia, rozpromień się radością, bo razem z Nim rodzisz się i Ty, jako syn albo córka.
JEZUS BRAT
Powróćmy do konteplacji Matki i Syna. Kiedy Chrystus wchodzi w jedyne ciało ludzkości, poddane grzechowi, przez świętą Bramę, którą jest Maryja, nie tylko naznacza je przez dziecięctwo ale także przez Braterstwo. Jeśli wszystko zostało stworzone pod znakiem DZIECIĘCTWA, to wszystko jest powołane do udwidocznienia sie POD ZNAKIEM BRATERSTWA, które również jest teofanią. Jeśli dzieci, to bracia. Objawia mi to początek nowego świata, w którym nie jest możliwe zagubienie się w niezróżnicowanym zamęcie, ale pokazuje mi więź łaski i odpowiedzialności, która łączy mnie ze wszystkim co stworzone, aż będę potrafiła nazwać je brat i siostra, tak jak wyraził to proroczo św. Franciszek i jak dzisiaj, także proroczo, przypomina nam papież Franciszek, „dopóki w Nim nie stworzymy jedności”.
Zarówno DZIECIĘCTWO jak i BRATERSTWO objawiają człowiekowi jego pochodzenie i jego przeznaczenie, jego pełnię i wszystkiego co stworzone, ostateczne przeznaczenie nieskończonego i ofiarowanego Życia. Syn siedzący na kolanach swojej Matki objaśnił najciemniszy fragment istnienia, ostateczny sens Życia.
Ta Pascha to Pascha powszechnego braterstwa. Narodził się nam Syn! Brat został nam dany!
Pod tą ognistą Lampą jest możliwe patrzenie na świat przemieniony przez Jego przyjście,
powołany do Komunii, w której powszechne braterstwo to szczęśliwa rzeczywistość, w której nasze relacje zostawiły za sobą nienawiść, przemoc, maltretowanie, w której najbardziej potrzebujący jest niesiony na plecach, zebrany z peryferii i przygarnięty w bezpiecznym miejscu. Świat bez obcości i bez wykluczeń, bez odrzucenia i bez śmiertelnej obojętności. Nowy świat nad którym unosi się Duch, na nowo mu błogosławiąc.
Największym marzeniem ze wszystkich, najpiękniejszym i najlepszym jest to, które wierzy, że to nie jest marzenie nielicznych, ale marzenie wszystkich, wszystkiego co stworzone, przeznaczenie wszechświata, świata, człowieka...I jedyne zadanie to uczynienie go możliwym.
„Idź, i ty czyń podobnie!”, tak jak pewnego dnia, jak opowiada nam Łukasz, pewien dociekliwy człowiek usłyszał z ust Jezusa (Łk 10,37).
Wobec Tajemnicy Syna stoi Maryja, Matka Boga i matka ludzi, Dziewica pełna czułości, której
także uważamy się dziećmi, i dlatego też, również dzięki Niej, braćmi. Ten świat ma Matkę!
Narodził się nam Syn z błota ziemi i blasku nieba. Nad Nim usłyszano głos Ojca, który rozpoznał Go jako umiłowanego Syna. A Ty, Maryjo, Matko Boga i nasza Matko, przyjęłaś Go do swojego łona, wykarmiłaś go z czułością i przedstawiłaś go, siedzącego na Twoich kolanach, na Tronie Łaski, nam wszystkim, jego braciom. „To jest mój Syn umiłowany”. Matko, w Nim również i my jesteśmy Twoimi dziećmi.
Wesołej Paschy Bożego Narodzenia dla wszystkich!
M. Prado
Przewodnicząca Federacji Nawrócenia świętego Augustyna, OSA
Estoy a la puerta llamando |
Carta de Comunión. navidad 2019
Estoy a la puerta llamando
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UN MUNDO ANCHO Y AJENO. La “extrañeidad”
Pongamos los ojos en el extraño, ese hombre que no casa bien en alguna sociedad y que provoca un encarnizamiento violento contra él. Suele ser invisible y molesto, al que no se le quiere mirar, o el que desagrada tanto que no queremos verlo. Se sale del marco de nuestras costumbres, de nuestros relatos, de nuestros pensamientos, de nuestros tranquilizadores pactos, y trae novedades que nos rompen las seguridades, las certezas antiguas, las comodidades más asumidas. Pero, al extraño se le impone la ausencia, no se le hace sitio, se le echa fuera. Es, sin embargo, aquél con el cual entablo la batalla de la alteridad, que me bendice y me quiebra a la vez, me hiere pero me hace ser. Es el extraño que mi existencia reclama, porque, si no fuera así, la vida se cerraría en los iguales, los similares, en los idénticos, espejos de mi propio yo. Sin sangre, sin lucha.
Nuestro mundo es “ancho y ajeno”, hay en él muchas distancias, hostiles y lacerantes y es, tantas veces, un mundo ajeno, extraño, amenazador. ¡Cuánta violencia y agresividad hay detrás de toda distancia!
¡Cuánta distancia, amurallada, defendida, armada, hay en toda enemistad! ¡Qué extraños nos hacemos los unos a los otros! Esa extrañeidad nos ha adiestrado para la guerra (Is 2, 4) y nos ha distanciado dolorosamente.
LA “EXTRAÑEIDAD” Y “EXTRANJEREIDAD” DEL HIJO DE DIOS
Esta “extrañeidad” ha sido asumida por Jesús el Señor, el que se inclinó hacia nosotros, aunque nunca llegamos a comprender de dónde venía y adónde se dirigía, el que nos arrastraba y provocaba con sus Palabras y sus gestos, el que se acercó al pobre, al huérfano, a la viuda, al pecador, al enemigo, a los que todos dejaban fuera, a los extraños; el que nos reveló cómo era el Padre: un Dios siempre sorprendente, queprefirió al más extraño a Sí mismo: ¡el hombre!, ¡que eligió a un Pueblo extranjero siempre, peregrino, en busca de tierra!, ¡que se apostó a lapuerta del hombre para ser acogido como un extranjero en tierra extranjera!… Como lo fue siempre Jesús, el judío errante, marginal, que no fue entendido ni recibido por los suyos, hasta morir fuera de los muros de la ciudad. Como un criminal, como un EXTRANJERO, como un EXTRAÑO a todos.
ICONO DE LA ACOGIDA: LA MATERNIDAD MARIAL
Porque eligió la suerte del extraño y del extranjero, del que no tiene Patria, por eso fue Huésped en esta tierra inhóspita. “He aquí que estoy a la puerta llamando” (Ap 3, 20). Necesitó ser hospedado, acogido, como uno de nosotros porque todos somos seres hospedados, siempre huéspedes, acogidos en el seno de una madre, anidados, porque ésa era la posibilidad de ser y de vivir, y sin ese nido, seno, útero, matriz,hubiéramos muerto en el desierto arenoso de la existencia; y, sin el sí de una madre con voluntad de serlo, de acoger una vida dentro, de hospedar a una criatura humana, a su cachorro débil y siempre necesitado, hubiera fracasado rotundamente la pequeña célula en ellafecundada.
Si realmente la muerte no tiene la última palabra (tampoco la penúltima) es porque la primera y la última palabra es la vida, el NACIMIENTO. Dios ha asumido la existencia humana hospedándose en ella, ¡NACIENDO! dejándose acoger, recibiendo todo de una Mujer. María es la Casa primera del Dios Huésped. Y, naciendo de Ella, ha querido hablarnos de qué es el hombre: el ser viviente, nacido
de mujer, la madre inclinada hacia nosotros que se hizo cuenco de acogida para que la vida, la nuestra, fuera posible, que abrazó y acogiónuestra extrema vulnerabilidad, la absoluta debilidad que nos marca. Lo humano fue posible porque hubo una madre, una matriz, un albergue de carne y sangre, un cuerpo femenino, un pesebre de cálida textura.
Y, porque lo humano se inicia con un hospedaje en el seno de una madre, el Hijo de Dios fue Hijo de una Madre que le concibió, le portó grávida en el seno, le dio a luz, le amamantó, le abrazó, le cuidó… le hospedó.
El que vino de un país lejano para visitar a los que habitábamos en un país lejano y extraño, o lo éramos allí donde estuviésemos, trazó la rutade la hospitalidad humana que podía transformar toda hostilidad en acogida (Is 41, 12).
Bastaba volver la mirada al Nacimiento, al comienzo de la vida. El icono de la Madre con el Hijo, la señal prometida por Dios (Is 7, 14) yrecibida por los que la buscaban (Mt 2, 9-11), será el aviso de cómo vivir en este mundo los unos con los otros, de cómo transformar estemundo violento y hostil… Mirando a la Madre y al Hijo comprendemos que el más grande ha de acoger al más pequeño, el fuerte al más débil,el que se vale por sí mismo al que no se vale, el que tiene al que no tiene, el que está arriba se incline sobre el que está más abajo. El que tiene casa que la abra y acoja al que no la tiene (Mt 25, 31-46).
Madre e Hijo serán así el lugar teológico en el que poder comprender el amor de Dios sobre el hombre, un amor que se da, se ofrece, sepresenta como acogida, para bien del otro, fuera de todo interés propio, en el que el mayor se vierte hacia el menor, que se inclina y asíflorece.
Contemplemos el Nacimiento, a Jesús en brazos de María. Tengamos, como María, la Madre, la Casa Encendida, la Puerta Abierta, la Mesa Puesta, para acoger a Aquel Dios extraño y extranjero que está fuera llamando. “He aquí que estoy fuera llamando” (Ap 3, 20). Su SÍ hospedó a Dios, el Huésped en su propia casa.
Hoy, más que nunca, en nuestro mundo, es preciso encender la luz de nuestras casas, abrir las puertas, encender un fuego, poner una mesa y esperar a que Él venga, o venga otro en su nombre.
Hoy hay que hacer de la acogida del otro, del extranjero, el pobre, la viuda, el pecador, el enemigo… el camino para transformar toda hostilidad en hospitalidad, toda enemistad en fraternidad, toda distancia en “projimidad”.
No podemos dejar que el extraño no tenga sitio ni en nuestro corazón, ni en nuestra sociedad ni en nuestras comunidades o familias, parroquias o pueblos, o no encuentre una tierra para su escasez que mane leche y miel y muera en un mar sin tocar la orilla, o encuentre todas las puertas cerradas, o se le eche de nuestros recintos de seguridad… Podríamos comenzar por lo más cercano, porque, más allá, nos espera un mundo para que le abramos la puerta.
Porque si no comenzamos por acoger y acogernos en nuestra extrañeza y “extranjereidad”, ¿cómo podremos un día vivir en Comunión? Y este es el destino: HACIA LA COMUNIÓN CON EL OTRO. Un día, Él, Jesús el Señor, el que ahora está llamando para que le abramos, a punto de nacer de María la Madre, un día nos sentará a su derecha, en una Mesa en la que habrá un Pan partido, inmenso, para todos, y en la que tendremos enfrente a nuestros enemigos, a los extraños amados por él, a los que no nos hemos acercado jamás ni hemos abierto las puertas, a los que servimos de mala gana, y se inclinará sobre nosotros, nos lavará los pies y entonces se nos abrirán los ojos y comprenderemos por donde hay que empezar para llegar a ser uno en Él y con Él, y Él uno con nosotros.
Él está fuera, llamando a la puerta. Abriremos y ¡nacerá! Feliz Navidad de la Acogida.
M. Prado
Federación de la Conversión de san Agustín, OSA.
Pongamos los ojos en el extraño, ese hombre que no casa bien en alguna sociedad y que provoca un encarnizamiento violento contra él. Suele ser invisible y molesto, al que no se le quiere mirar, o el que desagrada tanto que no queremos verlo. Se sale del marco de nuestras costumbres, de nuestros relatos, de nuestros pensamientos, de nuestros tranquilizadores pactos, y trae novedades que nos rompen las seguridades, las certezas antiguas, las comodidades más asumidas. Pero, al extraño se le impone la ausencia, no se le hace sitio, se le echa fuera. Es, sin embargo, aquél con el cual entablo la batalla de la alteridad, que me bendice y me quiebra a la vez, me hiere pero me hace ser. Es el extraño que mi existencia reclama, porque, si no fuera así, la vida se cerraría en los iguales, los similares, en los idénticos, espejos de mi propio yo. Sin sangre, sin lucha.
Nuestro mundo es “ancho y ajeno”, hay en él muchas distancias, hostiles y lacerantes y es, tantas veces, un mundo ajeno, extraño, amenazador. ¡Cuánta violencia y agresividad hay detrás de toda distancia!
¡Cuánta distancia, amurallada, defendida, armada, hay en toda enemistad! ¡Qué extraños nos hacemos los unos a los otros! Esa extrañeidad nos ha adiestrado para la guerra (Is 2, 4) y nos ha distanciado dolorosamente.
LA “EXTRAÑEIDAD” Y “EXTRANJEREIDAD” DEL HIJO DE DIOS
Esta “extrañeidad” ha sido asumida por Jesús el Señor, el que se inclinó hacia nosotros, aunque nunca llegamos a comprender de dónde venía y adónde se dirigía, el que nos arrastraba y provocaba con sus Palabras y sus gestos, el que se acercó al pobre, al huérfano, a la viuda, al pecador, al enemigo, a los que todos dejaban fuera, a los extraños; el que nos reveló cómo era el Padre: un Dios siempre sorprendente, queprefirió al más extraño a Sí mismo: ¡el hombre!, ¡que eligió a un Pueblo extranjero siempre, peregrino, en busca de tierra!, ¡que se apostó a lapuerta del hombre para ser acogido como un extranjero en tierra extranjera!… Como lo fue siempre Jesús, el judío errante, marginal, que no fue entendido ni recibido por los suyos, hasta morir fuera de los muros de la ciudad. Como un criminal, como un EXTRANJERO, como un EXTRAÑO a todos.
ICONO DE LA ACOGIDA: LA MATERNIDAD MARIAL
Porque eligió la suerte del extraño y del extranjero, del que no tiene Patria, por eso fue Huésped en esta tierra inhóspita. “He aquí que estoy a la puerta llamando” (Ap 3, 20). Necesitó ser hospedado, acogido, como uno de nosotros porque todos somos seres hospedados, siempre huéspedes, acogidos en el seno de una madre, anidados, porque ésa era la posibilidad de ser y de vivir, y sin ese nido, seno, útero, matriz,hubiéramos muerto en el desierto arenoso de la existencia; y, sin el sí de una madre con voluntad de serlo, de acoger una vida dentro, de hospedar a una criatura humana, a su cachorro débil y siempre necesitado, hubiera fracasado rotundamente la pequeña célula en ellafecundada.
Si realmente la muerte no tiene la última palabra (tampoco la penúltima) es porque la primera y la última palabra es la vida, el NACIMIENTO. Dios ha asumido la existencia humana hospedándose en ella, ¡NACIENDO! dejándose acoger, recibiendo todo de una Mujer. María es la Casa primera del Dios Huésped. Y, naciendo de Ella, ha querido hablarnos de qué es el hombre: el ser viviente, nacido
de mujer, la madre inclinada hacia nosotros que se hizo cuenco de acogida para que la vida, la nuestra, fuera posible, que abrazó y acogiónuestra extrema vulnerabilidad, la absoluta debilidad que nos marca. Lo humano fue posible porque hubo una madre, una matriz, un albergue de carne y sangre, un cuerpo femenino, un pesebre de cálida textura.
Y, porque lo humano se inicia con un hospedaje en el seno de una madre, el Hijo de Dios fue Hijo de una Madre que le concibió, le portó grávida en el seno, le dio a luz, le amamantó, le abrazó, le cuidó… le hospedó.
El que vino de un país lejano para visitar a los que habitábamos en un país lejano y extraño, o lo éramos allí donde estuviésemos, trazó la rutade la hospitalidad humana que podía transformar toda hostilidad en acogida (Is 41, 12).
Bastaba volver la mirada al Nacimiento, al comienzo de la vida. El icono de la Madre con el Hijo, la señal prometida por Dios (Is 7, 14) yrecibida por los que la buscaban (Mt 2, 9-11), será el aviso de cómo vivir en este mundo los unos con los otros, de cómo transformar estemundo violento y hostil… Mirando a la Madre y al Hijo comprendemos que el más grande ha de acoger al más pequeño, el fuerte al más débil,el que se vale por sí mismo al que no se vale, el que tiene al que no tiene, el que está arriba se incline sobre el que está más abajo. El que tiene casa que la abra y acoja al que no la tiene (Mt 25, 31-46).
Madre e Hijo serán así el lugar teológico en el que poder comprender el amor de Dios sobre el hombre, un amor que se da, se ofrece, sepresenta como acogida, para bien del otro, fuera de todo interés propio, en el que el mayor se vierte hacia el menor, que se inclina y asíflorece.
Contemplemos el Nacimiento, a Jesús en brazos de María. Tengamos, como María, la Madre, la Casa Encendida, la Puerta Abierta, la Mesa Puesta, para acoger a Aquel Dios extraño y extranjero que está fuera llamando. “He aquí que estoy fuera llamando” (Ap 3, 20). Su SÍ hospedó a Dios, el Huésped en su propia casa.
Hoy, más que nunca, en nuestro mundo, es preciso encender la luz de nuestras casas, abrir las puertas, encender un fuego, poner una mesa y esperar a que Él venga, o venga otro en su nombre.
Hoy hay que hacer de la acogida del otro, del extranjero, el pobre, la viuda, el pecador, el enemigo… el camino para transformar toda hostilidad en hospitalidad, toda enemistad en fraternidad, toda distancia en “projimidad”.
No podemos dejar que el extraño no tenga sitio ni en nuestro corazón, ni en nuestra sociedad ni en nuestras comunidades o familias, parroquias o pueblos, o no encuentre una tierra para su escasez que mane leche y miel y muera en un mar sin tocar la orilla, o encuentre todas las puertas cerradas, o se le eche de nuestros recintos de seguridad… Podríamos comenzar por lo más cercano, porque, más allá, nos espera un mundo para que le abramos la puerta.
Porque si no comenzamos por acoger y acogernos en nuestra extrañeza y “extranjereidad”, ¿cómo podremos un día vivir en Comunión? Y este es el destino: HACIA LA COMUNIÓN CON EL OTRO. Un día, Él, Jesús el Señor, el que ahora está llamando para que le abramos, a punto de nacer de María la Madre, un día nos sentará a su derecha, en una Mesa en la que habrá un Pan partido, inmenso, para todos, y en la que tendremos enfrente a nuestros enemigos, a los extraños amados por él, a los que no nos hemos acercado jamás ni hemos abierto las puertas, a los que servimos de mala gana, y se inclinará sobre nosotros, nos lavará los pies y entonces se nos abrirán los ojos y comprenderemos por donde hay que empezar para llegar a ser uno en Él y con Él, y Él uno con nosotros.
Él está fuera, llamando a la puerta. Abriremos y ¡nacerá! Feliz Navidad de la Acogida.
M. Prado
Federación de la Conversión de san Agustín, OSA.
Communion Letter. Christmas 2019
Stand at the door and knock
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A WIDE AND ALIEN WORLD. “Strangeness”
Let us set our eyes upon the stranger, that person who doesn’t seem to fit in in some society or other, and who triggers a violent fierceness against him. He tends to be invisible and troublesome, nobody wants to look at him, or he displeases us so that we don’t want to even see him. He goes beyond our customs, our stories, our thoughts, our soothing agreements, and he brings along with him the novelty that breaks down our securities, our reassurances from of old, our greatly assumed comfort. But there’s an absence imposed upon the stranger, there is no room left for him, he is thrown out. Yet he is the one with whom I engage in the battle of otherness, the one who both blesses and breaks me, he hurts me but he makes me be. He is the stranger my existence claims for, because if it weren’t for him, life would be reduced to those who are equals, similar, identical, to a mirror of my own self. With no blood, with no struggle. Our world is wide and alien, full of hostile and lacerating distances, an alien, strange, threatening world. There is such violence and aggression behind every distance! And in every enmity, so many defended and armed distances. We become such strangers to one another! That strangeness has prepared us for war (Is 2,4) and has hurtfully brought us apart.
THE ‘STRANGENESS’ AND ‘FOREIGNNESS’ OF GOD’S SON Jesus, the Lord, has assumed this “strangeness”, he who bent down towards us, although we never managed to understand where he came from or where he was headed for, he who attracted us and provoked us with his words and gestures, he who reached out to the poor, the orphan, the widow, the sinner, the enemy, the outsiders, the strangers; he who revealed to us what the Father was like: an always surprising God, who preferred the strangest to himself: mankind! The People he chose were always foreigners, pilgrims, searching for land! He came to our door to be welcomed in as a stranger in a strange land. Just like Jesus always was, the errant and marginal jew, who wasn’t understood or received by his own people and died outside the walls of the city. As if he were a criminal, a FOREIGNER, a STRANGER to everyone.
ICON OF “WELCOMENESS”. MARY’S MATERNITY He chose for himself the same fate strangers and foreigners share, and therefore became a Guest in this inhospitable land. “Here I am! I stand at the door and knock” (Rev 3, 20). He also had the need to be welcomed, received, just like one of us, because we have all been welcomed, guests, received in a mother’s womb, nested, because that’s the possibility to be and to live, and if without that nest, womb, matrix, we would’ve died in the sandy desert of existence. And the tiny fecundated cell would have failed completely if not for the Yes of a mother willing to be so, willing to receive life within her, to welcome a human creature, frail and in need. If death really doesn’t have the last word (nor the last but one) it is because life, BIRTH, is the first and last word. God has assumed the human existence by taking refuge in it, by being born! By receiving everything from a Woman. Mary is God’s first House, a God who is also a Guest. And by being born from her, he has wanted to tell us what is a man: the living being, born from a woman, the mother bent down towards us, who receives us in her so that life, our own life, can be made possible. The mother who has embraced and received our extreme vulnerability, the absolute weakness. Human life is only possible because there is a mother, a womb, a refuge made out of flesh and blood, a feminine body, a cozy manger. And because human life starts with a hostage in a mother’s womb, God’s Son was Son to a Mother who conceived him, gave birth to him, embraced him, took care of him... she hosted him. He who came from a far away country to visit those of us who lived in a far away and strange country, showed us the way of human hospitality, which could transform hostility into “welcomeness” (Is 41, 12). We need only to set our eyes on the moment of Birth, the beginning of life. The icon of the Mother with the Son, the sign God promised (Is 7, 14) and those who were looking for it received (Mt 2, 9-11), will tell us how to live among us in this world, how to transform this violent and hostile world... by looking at the Mother and the Son we will understand that the eldest must receive the youngest, the strongest must receive the weakest, the one who fends for himself receive the one who doesn’t, the one who has, the one who doesn’t have, the one who is in a higher position, the one who is in the lower. He who has a house should open its doors and welcome the one who has no house (Mt 25, 31-46). Mother and Son become the theological place where we can understand God’s love for mankind, a love that gives itself, offers itself, welcomes others for their own good and lacks all self-interest. A love in which the elder one pours himself over the younger, bends down, and therefore bears fruit. Let’s contemplate the Nativity, Jesus in Mary’s arms. Let us have, like Mary, the Mother, the House Lit up, the Door Opened, the Table Laid, to welcome that strange and foreign God who is outside, knocking on the door. “Here I am! I am outside, knocking” (Rev 3, 20). Her YES welcomed God, the Guest in his own house. Today, more than ever, in our world, we have to turn on the light in our homes, open the doors, light up a fire, lay a table and wait for Him to arrive, or someone else in His name. We will be able to transform all hostility into hospitality, all enmity into fraternity, all distance into proximity, by welcoming others, the foreigner, the poor, the widow, the sinner, the enemy... We mustn’t prevent the stranger from having a place in our heart or in our society, communities or families, parishes or towns, or from finding a land for his shortage that will provide him with milk and honey. We mustn’t allow him to die at sea without even touching the shore, or to find all the doors locked, or to be kicked out of our security areas... we could start by those who are closer to us, because beyond that, a world is waiting for us to open the door. Because if we don’t start by receiving each other in our “strangeness” and “foreignness”, how will it be possible for us to one day live in Communion? And that is the destiny: TOWARDS COMMUNION WITH OTHERS. Jesus the Lord, who is now knocking on the door so that we may open, who is just about to be born from Mary the Mother, will one day sit us down at his right side at a table on which there will be a broken bread, a huge one, for everyone. At this table we will sit together with our enemies, the strangers He loves, those we have never dared to be with and even less open our door, those whom we serve unwillingly... He will bend down towards us and wash our feet, and then our eyes will be opened, and we will understand where to start from in order to be one in Him and with Him, and He one with us. He is just outside, knocking on our door. Let’s open the door and he will be born! Happy Christmas of “welcomeness” M. Prado Federation of the Conversion of saint Augustine, OSA
Let us set our eyes upon the stranger, that person who doesn’t seem to fit in in some society or other, and who triggers a violent fierceness against him. He tends to be invisible and troublesome, nobody wants to look at him, or he displeases us so that we don’t want to even see him. He goes beyond our customs, our stories, our thoughts, our soothing agreements, and he brings along with him the novelty that breaks down our securities, our reassurances from of old, our greatly assumed comfort. But there’s an absence imposed upon the stranger, there is no room left for him, he is thrown out. Yet he is the one with whom I engage in the battle of otherness, the one who both blesses and breaks me, he hurts me but he makes me be. He is the stranger my existence claims for, because if it weren’t for him, life would be reduced to those who are equals, similar, identical, to a mirror of my own self. With no blood, with no struggle. Our world is wide and alien, full of hostile and lacerating distances, an alien, strange, threatening world. There is such violence and aggression behind every distance! And in every enmity, so many defended and armed distances. We become such strangers to one another! That strangeness has prepared us for war (Is 2,4) and has hurtfully brought us apart.
THE ‘STRANGENESS’ AND ‘FOREIGNNESS’ OF GOD’S SON Jesus, the Lord, has assumed this “strangeness”, he who bent down towards us, although we never managed to understand where he came from or where he was headed for, he who attracted us and provoked us with his words and gestures, he who reached out to the poor, the orphan, the widow, the sinner, the enemy, the outsiders, the strangers; he who revealed to us what the Father was like: an always surprising God, who preferred the strangest to himself: mankind! The People he chose were always foreigners, pilgrims, searching for land! He came to our door to be welcomed in as a stranger in a strange land. Just like Jesus always was, the errant and marginal jew, who wasn’t understood or received by his own people and died outside the walls of the city. As if he were a criminal, a FOREIGNER, a STRANGER to everyone.
ICON OF “WELCOMENESS”. MARY’S MATERNITY He chose for himself the same fate strangers and foreigners share, and therefore became a Guest in this inhospitable land. “Here I am! I stand at the door and knock” (Rev 3, 20). He also had the need to be welcomed, received, just like one of us, because we have all been welcomed, guests, received in a mother’s womb, nested, because that’s the possibility to be and to live, and if without that nest, womb, matrix, we would’ve died in the sandy desert of existence. And the tiny fecundated cell would have failed completely if not for the Yes of a mother willing to be so, willing to receive life within her, to welcome a human creature, frail and in need. If death really doesn’t have the last word (nor the last but one) it is because life, BIRTH, is the first and last word. God has assumed the human existence by taking refuge in it, by being born! By receiving everything from a Woman. Mary is God’s first House, a God who is also a Guest. And by being born from her, he has wanted to tell us what is a man: the living being, born from a woman, the mother bent down towards us, who receives us in her so that life, our own life, can be made possible. The mother who has embraced and received our extreme vulnerability, the absolute weakness. Human life is only possible because there is a mother, a womb, a refuge made out of flesh and blood, a feminine body, a cozy manger. And because human life starts with a hostage in a mother’s womb, God’s Son was Son to a Mother who conceived him, gave birth to him, embraced him, took care of him... she hosted him. He who came from a far away country to visit those of us who lived in a far away and strange country, showed us the way of human hospitality, which could transform hostility into “welcomeness” (Is 41, 12). We need only to set our eyes on the moment of Birth, the beginning of life. The icon of the Mother with the Son, the sign God promised (Is 7, 14) and those who were looking for it received (Mt 2, 9-11), will tell us how to live among us in this world, how to transform this violent and hostile world... by looking at the Mother and the Son we will understand that the eldest must receive the youngest, the strongest must receive the weakest, the one who fends for himself receive the one who doesn’t, the one who has, the one who doesn’t have, the one who is in a higher position, the one who is in the lower. He who has a house should open its doors and welcome the one who has no house (Mt 25, 31-46). Mother and Son become the theological place where we can understand God’s love for mankind, a love that gives itself, offers itself, welcomes others for their own good and lacks all self-interest. A love in which the elder one pours himself over the younger, bends down, and therefore bears fruit. Let’s contemplate the Nativity, Jesus in Mary’s arms. Let us have, like Mary, the Mother, the House Lit up, the Door Opened, the Table Laid, to welcome that strange and foreign God who is outside, knocking on the door. “Here I am! I am outside, knocking” (Rev 3, 20). Her YES welcomed God, the Guest in his own house. Today, more than ever, in our world, we have to turn on the light in our homes, open the doors, light up a fire, lay a table and wait for Him to arrive, or someone else in His name. We will be able to transform all hostility into hospitality, all enmity into fraternity, all distance into proximity, by welcoming others, the foreigner, the poor, the widow, the sinner, the enemy... We mustn’t prevent the stranger from having a place in our heart or in our society, communities or families, parishes or towns, or from finding a land for his shortage that will provide him with milk and honey. We mustn’t allow him to die at sea without even touching the shore, or to find all the doors locked, or to be kicked out of our security areas... we could start by those who are closer to us, because beyond that, a world is waiting for us to open the door. Because if we don’t start by receiving each other in our “strangeness” and “foreignness”, how will it be possible for us to one day live in Communion? And that is the destiny: TOWARDS COMMUNION WITH OTHERS. Jesus the Lord, who is now knocking on the door so that we may open, who is just about to be born from Mary the Mother, will one day sit us down at his right side at a table on which there will be a broken bread, a huge one, for everyone. At this table we will sit together with our enemies, the strangers He loves, those we have never dared to be with and even less open our door, those whom we serve unwillingly... He will bend down towards us and wash our feet, and then our eyes will be opened, and we will understand where to start from in order to be one in Him and with Him, and He one with us. He is just outside, knocking on our door. Let’s open the door and he will be born! Happy Christmas of “welcomeness” M. Prado Federation of the Conversion of saint Augustine, OSA
Pascha Narodzenia Pańskiego 2019
Oto stoję u drzwi i kołaczę
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ŚWIAT SZEROKI I OBCY. „Inność”.
Przyjrzyjmy się obcemu, człowiekowi, który nie pasuje do żadnej społeczności i jest obiektem agresywnej bezduszności. Zwykle jest niewidoczny i lub tak denerwujący, że nie chce się na niego patrzeć, albo tak odpychający, że odwraca się wzrok, żeby go nie widzieć. Wymyka się poza ramy naszych przyzwyczajeń, naszych historii, naszych myśli, naszych uspokajających układów i wnosi novum, które zaburza nasze poczucie bezpieczeństwa, odwieczne prawdy, strefę komfortu. Dlatego obcemu narzuca się nieobecność, nie robi mu się miejsca, wyrzuca się go na zewnątrz. Jednak to ten, z którym toczę bitwę odmienności, to ten, który jednocześnie mnie błogosławi i łamie, rani mnie i przez to sprawia, że jestem. To jest ten inny, którego moje istnienie się domaga, ponieważ inaczej życie zamknęłoby się wśród jednakowych, podobnych, identycznych, zwierciadłach mojego ja. Bez krwi, bez walki. Nasz świat jest „szeroki i obcy”, jest w nim dużo rezerwy, wrogiej i raniącej, i tak często ten świat jest obcy, dziwny, zagrażający. Ile przemocy i agresji kryje się za każdym dystansem! Ile jest w każdej wrogości dystansu obwarowanego, obronnego, uzbrojonego! Jak obcy stajemy się jedni dla drugich! Ta obcość zaprawiła nas do wojny (Is 2,4) i boleśnie nas rozdzieliła.
INNOŚĆ I NIETUTEJSZOŚĆ SYNA BOŻEGO.
Odmienność została przyjęta przez Jezusa Pana, który się nachylił ku nam, chociaż nigdy nie zdołamy zrozumieć, skąd przychodził i dokąd zmierzał ten, który nas prowokował i pociągał swoimi słowami i czynami, ten, który się zbliżał do ubogiego, do sieroty, wdowy, grzesznika, wroga, do pomijanych, obcych; ten, który objawił nam, kim jest Ojciec: Bogiem nieustannie zaskakującym, który upodobał sobie to, co najbardziej odmienne od Niego samego – człowieka!, który wybrał sobie Lud cudzoziemców, pielgrzymów, poszukujących ziemi, który stanął przed drzwiami człowieka, aby zostać przyjęty jako obcy w obcej ziemi. Jezus zawsze taki był: marginalizowany, Żyd tułacz, który nie został zrozumiany ani przyjęty przez swoich, któremu swoi zgotowali śmierć poza murami miasta. Jak kryminalista, jak NIEZNAJOMY, OBCY wszystkim.
IKONA GOŚCINNOŚCI. MACIERZYŃSTWO MARYI.
Dlatego że wybrał los obcego i cudzoziemca, tego, który nie ma Ojczyzny, został Gościem na tej niegościnnej ziemi. „ Oto stoję u drzwi i kołaczę” (Ap 3,20). Potrzebował być ugoszczony, przyjęty jak jeden z nas, bo wszyscy jesteśmy gośćmi, zawsze gośćmi, przyjętymi w łonie matki, zagnieżdżonymi, taki jest warunek naszego bycia i życia, bez tego gniazda, łona, macicy, matecznika, umarlibyśmy na piaszczystej pustyni istnienia. Bez zgody matki, tej, która zechciała nią być, przyjąć życie w siebie, ugościć ludzkie stworzenie, swojego słabego i zawsze potrzebującego pisklaka. Bez niej zapłodniona, mikroskopijna komórka poniosłaby kompletną porażkę. Jeśli rzeczywiście śmierć nie ma ostatniego słowa (ani przedostatniego), to dlatego, że pierwsze i ostatnie słowo to życie, to NARODZENIE. Bóg przyjął ludzkie istnienia, zamieszkując, RODZĄC SIĘ, pozwalając się przyjąć Kobiecie, aby wszystko od niej otrzymać. Maryja jest pierwszym Domem Boga-Gościa. Rodząc się z niej, zechciał powiedzieć nam o tym, kim jest człowiek: jest istotą żyjącą, narodzoną z kobiety, z matki pochylonej nad nami, która siebie samą uczyniła naczyniem gościnności, aby nasze życie stało się możliwe; z tej, która objęła i przyjęła naszą słabość, tę naszą całkowitą bezbronność. To, co ludzkie, stało się możliwe, ponieważ była matka, łono, schronienie z ciała i krwi, kobiece ciało, żłóbek o ciepłej wyściółce. A ponieważ to, co ludzkie, rozpoczyna się od ugoszczenia w łonie matki, Syn Boży został Synem pewnej Matki, która go poczęła, nosiła go brzemienna w swoim łonie, urodziła, karmiła piersią, przytulała, troszczyła się o niego… Przyjęła go. Ten, który przybył z dalekiego kraju, aby nawiedzić nas, którzy zamieszkiwaliśmy kraj daleki i obcy, którzy byliśmy cudzoziemcami, wyznaczył drogę ludzkiej gościnności, która zamieniła wszelką wrogość w gościnne przyjęcie (Iz 41, 12). Wystarczyło spojrzeć na Narodzenie, na początek życia. Ikona Matki z Synem, znak obiecany przez Boga (Iz 7, 14) i przyjęty przez tych, którzy go szukali (Mt 2, 9-11), uczy, w jaki sposób na tym świecie możemy żyć jedni z drugimi, jak przemieniać ten wrogi i brutalny świat… Przyglądając się Matce i Synowi, rozumiemy, że większy powinien przyjąć mniejszego, silniejszy słabszego, ten, który zna swoją wartość tego, który nie czuje się godny, ten, który ma, tego, który nie ma, ten, który jest u góry, ma pochylić się nad tym, który jest niżej. Ten, który ma dom, niech go otworzy i przyjmie tego, który domu nie ma (Mt 25, 31- 46). Matka i Syn staną się w ten sposób miejscem teologicznym, w którym można pojąć miłość Boga do człowieka, miłość, która się daje, która się oddaje, która się objawia jako gościnne przyjęcie, dla dobra drugiego, bez szukania własnej korzyści, gdzie większy przelewa się na mniejszego, pochyla się ku niemu i tym samym rozkwita. Kontemplujemy Narodzenie, Jezusa w ramionach Maryi. Tak jak Maryja, Matka, mamy Nasz Dom rozświetlony, Drzwi Otwarte, Stół zastawiony na przyjęcie tego nieznajomego i nietutejszego Boga, który stoi na zewnątrz i kołacze. „Oto stoję u drzwi i kołaczę” (Ap 3, 20). Jej „tak” ugościło Boga, Gościa w Jego własnym domu. Dzisiaj bardziej niż kiedykolwiek odczuwamy w naszym świecie potrzebę zapalenia światła w naszych domach, otwarcia drzwi, rozpalenia ognia, przygotowania stołu i oczekiwania, że przyjdzie albo On, albo ten, który idzie w Jego imię. Dzisiaj trzeba ugościć innego, przybysza, ubogiego, wdowę, grzesznika, wroga… wybrać drogę przemiany wrogości w gościnność, niechęci w braterstwo, wszelkiego dystansu w bliskość. Nie możemy pozwolić, żeby obcy nie miał miejsca w naszym sercu, w naszym społeczeństwie, w naszych wspólnotach i rodzinach, parafiach i miastach, żeby nie mógł znaleźć ziemi mlekiem i miodem płynącej dla zaspokojenia swoich niedostatków i żeby umierał w morzu, zanim dobije do brzegu, albo napotkał wszystkie drzwi zamknięte, albo żeby go wykluczano z naszych bezpiecznych stref… Moglibyśmy zacząć od tych, co najbliżej nas, ponieważ, tam, dalej świat czeka, żebyśmy mu otworzyli drzwi. Bo jeśli nie zaczniemy od przyjmowania siebie nawzajem w naszej dziwności i nietutejszości, jak możemy któregoś dnia osiągnąć Komunię? To jest nasz cel: W KIERUNKU KOMUNII Z DRUGIM. Pewnego dnia, On, Jezus Pan, ten, który teraz stoi u drzwi i kołacze, żebyśmy mu otworzyli, który zaraz ma się narodzić z Maryi Matki, pewnego dnia posadzi nas po swojej prawicy, przy Stole, na którym będzie łamany chleb, ogromny, dla wszystkich. Posadzi nas naprzeciwko naszych wrogów, umiłowanych przez Niego obcych, tych, do których się nie zbliżyliśmy, którym nigdy nie otworzyliśmy drzwi, tych, którym służymy od niechcenia. On się nad nami pochyli, umyje nam stopy, a wtedy otworzą się nam oczy i zrozumiemy, od czego trzeba zacząć, żeby móc być Jedno w Nim i z Nim i żeby On był jedno w nas. On jest na zewnątrz, kołacze do naszych drzwi. Otwórzmy, a wtedy się narodzi!
Błogosławionych Świąt Bożego Narodzenia w duchu gościnności!
M. Prado
Federacja Nawrócenia świętego Augustyna, OSA
Przyjrzyjmy się obcemu, człowiekowi, który nie pasuje do żadnej społeczności i jest obiektem agresywnej bezduszności. Zwykle jest niewidoczny i lub tak denerwujący, że nie chce się na niego patrzeć, albo tak odpychający, że odwraca się wzrok, żeby go nie widzieć. Wymyka się poza ramy naszych przyzwyczajeń, naszych historii, naszych myśli, naszych uspokajających układów i wnosi novum, które zaburza nasze poczucie bezpieczeństwa, odwieczne prawdy, strefę komfortu. Dlatego obcemu narzuca się nieobecność, nie robi mu się miejsca, wyrzuca się go na zewnątrz. Jednak to ten, z którym toczę bitwę odmienności, to ten, który jednocześnie mnie błogosławi i łamie, rani mnie i przez to sprawia, że jestem. To jest ten inny, którego moje istnienie się domaga, ponieważ inaczej życie zamknęłoby się wśród jednakowych, podobnych, identycznych, zwierciadłach mojego ja. Bez krwi, bez walki. Nasz świat jest „szeroki i obcy”, jest w nim dużo rezerwy, wrogiej i raniącej, i tak często ten świat jest obcy, dziwny, zagrażający. Ile przemocy i agresji kryje się za każdym dystansem! Ile jest w każdej wrogości dystansu obwarowanego, obronnego, uzbrojonego! Jak obcy stajemy się jedni dla drugich! Ta obcość zaprawiła nas do wojny (Is 2,4) i boleśnie nas rozdzieliła.
INNOŚĆ I NIETUTEJSZOŚĆ SYNA BOŻEGO.
Odmienność została przyjęta przez Jezusa Pana, który się nachylił ku nam, chociaż nigdy nie zdołamy zrozumieć, skąd przychodził i dokąd zmierzał ten, który nas prowokował i pociągał swoimi słowami i czynami, ten, który się zbliżał do ubogiego, do sieroty, wdowy, grzesznika, wroga, do pomijanych, obcych; ten, który objawił nam, kim jest Ojciec: Bogiem nieustannie zaskakującym, który upodobał sobie to, co najbardziej odmienne od Niego samego – człowieka!, który wybrał sobie Lud cudzoziemców, pielgrzymów, poszukujących ziemi, który stanął przed drzwiami człowieka, aby zostać przyjęty jako obcy w obcej ziemi. Jezus zawsze taki był: marginalizowany, Żyd tułacz, który nie został zrozumiany ani przyjęty przez swoich, któremu swoi zgotowali śmierć poza murami miasta. Jak kryminalista, jak NIEZNAJOMY, OBCY wszystkim.
IKONA GOŚCINNOŚCI. MACIERZYŃSTWO MARYI.
Dlatego że wybrał los obcego i cudzoziemca, tego, który nie ma Ojczyzny, został Gościem na tej niegościnnej ziemi. „ Oto stoję u drzwi i kołaczę” (Ap 3,20). Potrzebował być ugoszczony, przyjęty jak jeden z nas, bo wszyscy jesteśmy gośćmi, zawsze gośćmi, przyjętymi w łonie matki, zagnieżdżonymi, taki jest warunek naszego bycia i życia, bez tego gniazda, łona, macicy, matecznika, umarlibyśmy na piaszczystej pustyni istnienia. Bez zgody matki, tej, która zechciała nią być, przyjąć życie w siebie, ugościć ludzkie stworzenie, swojego słabego i zawsze potrzebującego pisklaka. Bez niej zapłodniona, mikroskopijna komórka poniosłaby kompletną porażkę. Jeśli rzeczywiście śmierć nie ma ostatniego słowa (ani przedostatniego), to dlatego, że pierwsze i ostatnie słowo to życie, to NARODZENIE. Bóg przyjął ludzkie istnienia, zamieszkując, RODZĄC SIĘ, pozwalając się przyjąć Kobiecie, aby wszystko od niej otrzymać. Maryja jest pierwszym Domem Boga-Gościa. Rodząc się z niej, zechciał powiedzieć nam o tym, kim jest człowiek: jest istotą żyjącą, narodzoną z kobiety, z matki pochylonej nad nami, która siebie samą uczyniła naczyniem gościnności, aby nasze życie stało się możliwe; z tej, która objęła i przyjęła naszą słabość, tę naszą całkowitą bezbronność. To, co ludzkie, stało się możliwe, ponieważ była matka, łono, schronienie z ciała i krwi, kobiece ciało, żłóbek o ciepłej wyściółce. A ponieważ to, co ludzkie, rozpoczyna się od ugoszczenia w łonie matki, Syn Boży został Synem pewnej Matki, która go poczęła, nosiła go brzemienna w swoim łonie, urodziła, karmiła piersią, przytulała, troszczyła się o niego… Przyjęła go. Ten, który przybył z dalekiego kraju, aby nawiedzić nas, którzy zamieszkiwaliśmy kraj daleki i obcy, którzy byliśmy cudzoziemcami, wyznaczył drogę ludzkiej gościnności, która zamieniła wszelką wrogość w gościnne przyjęcie (Iz 41, 12). Wystarczyło spojrzeć na Narodzenie, na początek życia. Ikona Matki z Synem, znak obiecany przez Boga (Iz 7, 14) i przyjęty przez tych, którzy go szukali (Mt 2, 9-11), uczy, w jaki sposób na tym świecie możemy żyć jedni z drugimi, jak przemieniać ten wrogi i brutalny świat… Przyglądając się Matce i Synowi, rozumiemy, że większy powinien przyjąć mniejszego, silniejszy słabszego, ten, który zna swoją wartość tego, który nie czuje się godny, ten, który ma, tego, który nie ma, ten, który jest u góry, ma pochylić się nad tym, który jest niżej. Ten, który ma dom, niech go otworzy i przyjmie tego, który domu nie ma (Mt 25, 31- 46). Matka i Syn staną się w ten sposób miejscem teologicznym, w którym można pojąć miłość Boga do człowieka, miłość, która się daje, która się oddaje, która się objawia jako gościnne przyjęcie, dla dobra drugiego, bez szukania własnej korzyści, gdzie większy przelewa się na mniejszego, pochyla się ku niemu i tym samym rozkwita. Kontemplujemy Narodzenie, Jezusa w ramionach Maryi. Tak jak Maryja, Matka, mamy Nasz Dom rozświetlony, Drzwi Otwarte, Stół zastawiony na przyjęcie tego nieznajomego i nietutejszego Boga, który stoi na zewnątrz i kołacze. „Oto stoję u drzwi i kołaczę” (Ap 3, 20). Jej „tak” ugościło Boga, Gościa w Jego własnym domu. Dzisiaj bardziej niż kiedykolwiek odczuwamy w naszym świecie potrzebę zapalenia światła w naszych domach, otwarcia drzwi, rozpalenia ognia, przygotowania stołu i oczekiwania, że przyjdzie albo On, albo ten, który idzie w Jego imię. Dzisiaj trzeba ugościć innego, przybysza, ubogiego, wdowę, grzesznika, wroga… wybrać drogę przemiany wrogości w gościnność, niechęci w braterstwo, wszelkiego dystansu w bliskość. Nie możemy pozwolić, żeby obcy nie miał miejsca w naszym sercu, w naszym społeczeństwie, w naszych wspólnotach i rodzinach, parafiach i miastach, żeby nie mógł znaleźć ziemi mlekiem i miodem płynącej dla zaspokojenia swoich niedostatków i żeby umierał w morzu, zanim dobije do brzegu, albo napotkał wszystkie drzwi zamknięte, albo żeby go wykluczano z naszych bezpiecznych stref… Moglibyśmy zacząć od tych, co najbliżej nas, ponieważ, tam, dalej świat czeka, żebyśmy mu otworzyli drzwi. Bo jeśli nie zaczniemy od przyjmowania siebie nawzajem w naszej dziwności i nietutejszości, jak możemy któregoś dnia osiągnąć Komunię? To jest nasz cel: W KIERUNKU KOMUNII Z DRUGIM. Pewnego dnia, On, Jezus Pan, ten, który teraz stoi u drzwi i kołacze, żebyśmy mu otworzyli, który zaraz ma się narodzić z Maryi Matki, pewnego dnia posadzi nas po swojej prawicy, przy Stole, na którym będzie łamany chleb, ogromny, dla wszystkich. Posadzi nas naprzeciwko naszych wrogów, umiłowanych przez Niego obcych, tych, do których się nie zbliżyliśmy, którym nigdy nie otworzyliśmy drzwi, tych, którym służymy od niechcenia. On się nad nami pochyli, umyje nam stopy, a wtedy otworzą się nam oczy i zrozumiemy, od czego trzeba zacząć, żeby móc być Jedno w Nim i z Nim i żeby On był jedno w nas. On jest na zewnątrz, kołacze do naszych drzwi. Otwórzmy, a wtedy się narodzi!
Błogosławionych Świąt Bożego Narodzenia w duchu gościnności!
M. Prado
Federacja Nawrócenia świętego Augustyna, OSA
Weihnachtsbrief 2019
Ich stehe vor der tür und klopfe an
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EINE WEITE UND FREMDE WELT. Die “Fremdartigkeit”. Richten wir unseren Blick auf den Fremden, diesen Menschen, der nicht gut in eine Gesellschaft passt und eine erbitterte Gewalt gegen sich provoziert. Normalerweise ist er unsichtbar und unangenehm, einer, den man nicht anschauen möchte, oder der so unangenehm ist, dass wir ihn nicht einmal sehen möchten. Er sprengt den Rahmen unserer Gewohnheiten, unserer Kontexte, unserer Gedanken, unserer organisierten Existenz und bringt Neuheiten, die unsere Sicherheiten zunichtemachen, althergebrachte Gewissheiten, längst eingesessene Bequemlichkeiten. Den Fremden weist man also ab, man macht ihm keinen Platz, man wirft ihn hinaus. Er ist es jedoch, mit dem ich in den Kampf der Andersartigkeit trete, der mich segnet und mich gleichzeitig bricht, mich verletzt, aber mich auch zum Sein bringt. Der Fremde ist es, den meine Existenz braucht, denn, wenn dem nicht so wäre, würde sich das Leben auf Gleichartige, Ähnliche, Identische beschränken, Spiegel meiner selbst. Blutlos, kampflos. Unsere Welt ist “weit und fremd”, in ihr existieren viele feindliche und verheerende Distanzen, und oft ist sie eine fremde, befremdliche und bedrohende Welt. Wieviel Gewalt und Aggressivität gibt es in jeder Distanz! Wieviel ummauerte, verteidigte, bewaffnete Distanz gibt es in jeder Feindschaft! Wie fremd werden wir einander! Diese Fremdheit hat uns die Kriegsführung gelehrt (Jes 2, 4) und uns schmerzlich immer mehr voneinander entfernt. DIE “FREMDHEIT” UND “FREMDARTIGKEIT” DES GOTTESSOHNES. Diese Fremdheit hat Jesus, der Herr, auf sich genommen, er, der sich zu uns herabgeneigt hat, auch wenn wir nie verstehen werden, woher er kam und wohin er ging, er, der uns mit seinen Worten und Gesten mitriss und provozierte, der sich dem Armen, dem Waisen und der Witwe näherte, dem Sünder, dem Feind, denen, die alle anderen abwiesen, den Fremden; der uns das Wesen des Vaters offenbarte: ein immer überraschender Gott, der den bevorzugte, der ihm am Fremdesten war: den Menschen! Der ein Volk erwählte, das immer in der Fremde lebte, pilgernd, auf der Suche nach Heimatland! Der sich vor die Tür des Menschen stellt, um von ihm als Fremder in einem fremden Land aufgenommen zu werden! ... Wie Jesus es immer war, der umherziehende Jude, am Rande stehend, der von den Seinen weder verstanden noch aufgenommen wurde, bis hin zu seinem Tod außerhalb der Stadtmauern. DAS SYMBOL DER AUFNAHME: DIE MARIANISCHE MUTTERSCHAFT. Weil er das Schicksal des Fremden und des heimatlosen Ausländers wählte, wurde er Gast in dieser ungastlichen Welt. “Ich stehe vor der Tür und klopfe an” (Offb 3, 20). Er musste beherbergt, aufgenommen werden wie einer von uns, denn wir alle sind beherbergte Wesen, immer Gäste, aufgenommen im Mutterschoß, eingenistet, denn dieser Weg hat es möglich gemacht zu sein und zu leben, und ohne dieses Nest, diesen Schoß, diese Gebärmutter wären wir in der sandigen Existenzwüste gestorben; und ohne das Ja einer Mutter, die einwilligt, eine solche zu sein, ein Leben in sich aufzunehmen, ein menschliches Geschöpf zu beherbergen, ein schwaches und bedürftiges Baby, wäre die kleine befruchtete Zelle in ihr gänzlich gescheitert. Dass der Tod wirklich nicht das letzte Wort hat (und auch nicht das vorletzte), liegt daran, dass das erste und das letzte Wort das Leben ist, die GEBURT. Gott hat die menschliche Existenz angenommen, indem er sich in ihr beherbergte, ER WURDE GEBOREN! Er ließ sich aufnehmen, hat alles von einer Frau empfangen. Maria ist das erste Haus, das Gott als Gast empfing. Und, aus ihr geboren, wollte er uns darlegen, was der Mensch ist: das lebendige Wesen, von einer Frau geboren, die uns zugeneigte Mutter, die zum Empfangsgefäβ wurde, um das Leben, unser Leben zu ermöglichen, die unsere extreme Verletzlichkeit umarmte und aufnahm, die uns kennzeichnende absolute Schwachheit. Das Menschliche wurde möglich, weil es eine Mutter gab, eine Gebärmutter, eine Herberge aus Fleisch und Blut, ein weiblicher Körper, eine Krippe aus warmer Beschaffenheit. Und weil das Menschliche in der Beherbergung in einem Mutterschoß seinen Anfang nimmt, wurde der Gottessohn der Sohn einer Mutter, die ihn empfing, die ihn schwanger in ihrem Schoß trug, ihn gebar, ihn stillte, ihn umarmte, ihn umsorgte ... ihn aufnahm. Er kam aus einem fernen Land, um uns zu besuchen, die wir in einem fernen und fremden Land wohnen, und die wir Fremde sein werden, wo auch immer wir uns befinden; er zeigte den Weg der menschlichen Gastfreundschaft auf, die jede Feindschaft in Aufnahme wandeln konnte (Jes 41, 12). Es genügte, den Blick auf die Geburt zu lenken, auf den Lebensbeginn. Das Symbol der Mutter mit dem Kind, das von Gott verheißene Zeichen (Jes 7, 14), und empfangen von denen, die es suchten (Mt 2, 9 - 11), wird es Weisung sein, wie wir miteinander in dieser Welt leben sollen, wie diese gewaltsame und feindliche Welt verwandeln... Wenn wir auf die Mutter mit dem Kind schauen, verstehen wir, dass der Größere den Kleineren aufnehmen muss, der Starke den Schwachen, der, der alleine zurechtkommt, den, der nicht alleine zurechtkommt, der, der hat, den, der nicht hat, derjenige,der weiter oben ist, sich zu dem herabneigen, der weiter unten ist. Der ein Haus hat, öffne es und nehme den auf, der keines hat (Mt 25, 31-46). Mutter und Sohn werden somit der Ort der theologischen Erkenntnis, an dem wir die Liebe Gottes zu den Menschen kennen lernen können, eine Liebe, die sich gibt, sich schenkt, sich als Aufnahme darstellt, zum Wohle des anderen, ohne irgendein Eigeninteresse, wo der Ältere sich des Jüngeren annimmt, der sich ihm zuwendet und so wachsen kann. Betrachten wir die Geburt, Jesus in den Armen Marias. Lasst uns wie Maria, die Mutter, das Haus aufgewärmt haben, die Tür offen, den Tisch gedeckt, um jenen Fremden und fremdländischen Gott aufzunehmen, der draußen ist und anklopft. “Ich stehe vor der Tür und klopfe an” (Offb 3, 20). Ihr Ja beherbergte Gott, den Gast, in seinem eigenen Haus. In unserer heutigen Welt ist es notwendiger denn je, das Licht unseres Hauses anzumachen, die Türen zu öffnen, das Feuer anzuzünden, den Tisch zu decken und zu warten, bis Er kommt, oder ein anderer in seinem Namen. Heute müssen wir die Aufnahme des Anderen, des Fremden, des Armen, der Witwe, des Sünders, des Feindes... zum Weg machen, um jegliche Feindseligkeit in Gastfreundschaft zu wandeln, jegliche Feindschaft in Brüderlichkeit, jegliche Distanz in Nähe. Wir können nicht zulassen, dass der Fremde keinen Platz findet, weder in unserem Herzen, noch in unserer Gesellschaft, noch in unseren Gemeinschaften oder Familien, Pfarreien oder Dörfern, kein Land, in dem Milch und Honig flieβen, für seine Bedürftigkeit, und dass er in einem Meer sterben muss, ohne ein Ufer zu erreichen, oder alle Türen verschlossen vorfindet oder aus unseren Sicherheitszonen vertrieben wird... Wir könnten mit dem Nächststehenden beginnen, denn hinter ihm wartet eine Welt auf uns, die uns bittet, ihr die Tür zu öffnen. Wenn wir nicht beginnen, den anderen aufzunehmen, uns an- und aufzunehmen in unserer Fremdartigkeit und Eigenartigkeit, wie können wir dann eines Tages in Einheit leben? Und dies ist das Ziel: DER EINHEIT MIT DEM ANDEREN ENTGEGEN. Eines Tages wird Er, Jesus, der Herr, der heute anklopft, damit wir ihm öffnen, der im Begriff steht, von Maria geboren zu werden, uns zu seiner Rechten setzen, an einem Tisch mit einem gebrochenen Brot, riesengroß, für alle, und an dem wir unseren Feinden gegenübersitzen werden, den von ihm geliebten Fremden, die, denen wir uns nie genähert haben und denen wir nie die Türen öffneten, denen wir nur widerwillig geholfen haben, und er wird sich zu uns herabneigen, uns die Füβe waschen; und dann werden uns die Augen aufgehen und wir werden verstehen, womit wir beginnen müssen, um eins in Ihm und mit Ihm zu werden, und Er eins mit uns. Er steht draußen und klopft an die Tür. Öffnen wir und Er wird geboren! Frohe Weihnachten der Aufnahme. M. Prado Föderation der Bekehrung des Hl. Augustinus, OSA
közösség levél. 2019 karácsony
Az ajtóban állok és kopogok
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SZÉLES, IDEGEN VILÁG. AZ IDEGENSÉG
Vessünk egy pillantást az idegenre, aki nem illik bele a társadalomba és ellenséges indulatokat ébreszt önmagával szemben. Jelenléte zavaró, feltűnésmentes; nem akarjuk észrevenni. Annyira kellemetlen, hogy inkább rá se nézünk. Elüt a megszokottól, kimarad a beszédtémáinkból, gondolatainkból, egyezkedéseinkből. Újat hoz, kizökkent a biztonságból, régi bizonyosságainkból, a már megszokott kényelemből. De az idegen szükségszerűen kívül marad, nem kap helyet. Kitessékelik. Ugyanakkor akivel felveszem a másság harcát, éppen ő az, aki számomra egyszerre áldás és megtöretés; megbánt, de hozzá segít, hogy legyek. Az idegen után kiált a létem, mert ha nem így lenne, akkor a hozzám hasonlók közé zárna az élet, akik pont olyanok, mint én, egyenlőek velem, tükörképeim. Vér és harc nélkül. Világunk széles és idegen. Sok ellenséges és fájó távolság van benne, sokszor idegen, furcsa és fenyegető. Mennyi erőszak és agresszivitás van minden távolság mögött! Mennyi fal, védekezés, fegyverkezés van minden ellenségességben! Milyen idegenné válunk egymás számára! Ez az idegenség háborúra késztet (Iz 2,4) és fájdalmasan eltávolít egymástól bennünket.
AZ ISTEN FIA IDEGEN, IDEGEN FÖLDRőL VALÓ
Az Úr Jézus ezt az idegenséget vette magára. Lehajolt hozzánk, bár sosem érthetjük meg, honnan jött és hová ment. Szavai és tettei magával ragadtak és kérdőre vontak bennünket. Odament a szegényhez, az árvához, az özvegyhez, a bűnöshöz, az ellenséghez, akit mindenki kizárt, az idegenhez. Megmutatta nekünk, hogy milyen az Atya: a meglepetések Istene, aki a tőle legidegenebbet választotta magáénak: az embert! Idegen, folyton vándorló, helyet kereső Népet választott magának és megjelent az ember ajtaja előtt, hogy bebocsájtást kérjen; idegenként, idegen földön!… Jézus mindig is ilyen volt: vándor zsidó, kitaszított, meg nem értett, akit az övéi nem fogadtak be. Olyannyira nem, hogy a városfalon kívül kellett meghalnia, mint egy bűnözőnek; mint aki IDEGEN FÖLDRŐL VALÓ, mindenki számára IDEGEN.
A BEFOGADÁS IKONJA: A MÁRIÁS ANYASÁG
Mivel az idegen, az idegen földről való sorsát választotta, a hontalanét, Vendég volt ezen a barátságtalan földön. “Az ajtóban állok és kopogok” (Jel 3,20). Egy volt közülünk, neki is szüksége volt arra, hogy befogadják, megvendégeljék. Mindannyian vendégek vagyunk, szállást kaptunk a földön, az anyaméh fogadott be bennünket. Fészekben indult az életünk, ez tette lehetővé, hogy legyünk és éljünk. E nélkül a fészek, anyaméh, burok nélkül elpusztultunk volna a lét homoksivatagában. Az anyaságra igent mondó, a bennünket kívánó akarat nélkül, anélkül, hogy az életünket valaki magában hordozza, befogadjon, mint teremtményt, gyenge és mindig rászoruló kölyköt – enélkül a benne megtermékenyült apró sejt visszavonhatatlanul kudarcra lett volna ítélve. Ha valóban nem a halálé az utolsó szó (még az utolsó előtti sem), akkor az első és az utolsó szó az életé: a SZÜLETÉS. Isten magára vette, meglátogatta az emberi létet, beleSZÜLETETT! Hagyta, hogy befogadják, és minden szükségest egy Asszonytól kapott. Mária az isteni vendég első lakása. Tőle született, és arról tanított, hogy mi is az ember: élőlény, asszonytól született, aki lehajolt hozzánk, mint anya, befogadó edény, hogy lehetségessé tegye az életet, az életünket. Elfogadta és felkarolta végtelen sebezhetőségünket, a ránk jellemző teljes gyengeséget. Az emberi lét azért vált lehetővé, mert volt egy anya, anyaméh, hús-vér menedék, női test, meleg jászol. Mivel az emberi lét az anya ölén vesz lakást, így indul, ezért az Isten Fia Anya Fia volt. Benne fogant, ő hordozta méhében, világraszülte, szoptatta, átkarolta, védelmezte…, befogadta. Messziről jött, hogy meglátogassa azokat, akik távoli, idegen földön lakoznak, vagy akik idegenek voltunk akárhol is éltünk. Megrajzolta az emberi vendégszeretet útját, ami minden ellenségességet befogadássá változtat (Iz 41,12). Elég a betlehemre néznünk, az élet kezdetére. Az Anya és a Gyermek az Isten által megígért jel (Iz 7, 14). Azok kapták, akik keresték (Mt 2,9-11). Ők figyelmeztetnek, hogyan is kell élnünk egymással a világon, hogyan alakíthatjuk át ezt az erőszakos, gyűlölködő világot… Az Anyát és a Gyermeket szemlélve megértjük, hogy a nagy be kell hogy fogadja a kicsit; az erős a gyengét; aki önellátó, azt aki nem az; a tehetős a nincstelent; aki fent van, le kell, hogy hajoljon az alantasabbhoz; akinek van háza, nyissa meg és fogadja be a nincstelent (Mt 25, 31-46). Az Anya és a Fiú teológiai hely, ahol megértjük az Isten ember iránti szeretetét. Önmagát adó, felkínáló, a másik javára befogadássá váló Szeretet. Félretesz minden önérdeket. Szeretet, amelyben a nagyobb a kicsi felé fordul, lehajol hozzá, így virágzik. Szemléljük a betlehemet, Jézust Mária karján. Legyen nálunk is, mint az Atyánál, mint Máriánál Kivilágított Ház, Nyitott Ajtó, Terített Asztal, hogy befogadhassuk az Idegen Istent, aki távolról jött és kint kopogtat. “Az ajtóban állok és kopogok” (Jel 3,20). Az ő IGENje befogadta az Istent. Vendég volt saját otthonában. A mai világban, inkább mint valaha, meg kell gyújtanunk a fényt az otthonokban, ki kell nyitnunk az ajtókat, tüzet kell raknunk, meg kell terítenünk az asztalt – és várni, hogy eljöjjön Ő, vagy valaki más az Ő nevében. A másik, az idegen, a külföldi, a szegény, az özvegy, a bünös, az ellenség… befogadásából kell a mai világban utat vágni, hogy a gyűlölet befogadássá, az ellenségesség testvériséggé, a távolság közelséggé váljék. Nem hagyhatjuk, hogy az idegen ne kapjon helyet a szívünkben, a társadalmunkban, a közösséginkben, családjainkban, plébániánkon, településünkön. Nem hagyhatjuk, hogy ne találjon tejjel-mézzel folyó földet az ínségben szenvedő; hogy a tengerbe vesszen anélkül, hogy partot érne; hogy minden ajtót zárva találjon maga előtt; hogy kirekesztődjék biztonságos területeinken kívülre… Kezdhetjük a legközelebbiekkel, mert azon túl az egész világ várja, hogy ajtót nyissunk. Hogyan is élhetnénk egy napon majd Egységben, ha nem kezdjük a befogadással, egymás idegenségének és különcségének befogadásával? Márpedig ez az irány: A MÁSIKKAL VALÓ EGYSÉG FELÉ. Az Úr Jézus, aki most kopogtat, hogy ajtót nyissunk neki, aki születőben van Máriától, az Anyától, egy nap a jobbjára ültet majd az asztal mellett, ahol egyetlen hatalmas Kenyér lesz, megtörve, mindenki számára. Szemben ülnek majd ellenségeink, az idegenek, akiket Ő szeret, s akikhez sohasem közelítettünk, akiknek nem nyitottunk ajtót, akiket kelletlenül szolgáltunk. Ő fölénk hajol, megmossa lábunkat és akkor megnyílik majd a szemünk és megértjük, hogy hol is kell elkezdeni ahhoz, hogy hogy eggyé legyünk Ő benne, Ő vele, és Ő egy legyen velünk.
Kint áll és kopogtat. Nyissunk ajtót és megszületik! Boldog Karácsonyt!
M.Prado Szt. Ágoston Megtérése Föderáció, OSA
Vessünk egy pillantást az idegenre, aki nem illik bele a társadalomba és ellenséges indulatokat ébreszt önmagával szemben. Jelenléte zavaró, feltűnésmentes; nem akarjuk észrevenni. Annyira kellemetlen, hogy inkább rá se nézünk. Elüt a megszokottól, kimarad a beszédtémáinkból, gondolatainkból, egyezkedéseinkből. Újat hoz, kizökkent a biztonságból, régi bizonyosságainkból, a már megszokott kényelemből. De az idegen szükségszerűen kívül marad, nem kap helyet. Kitessékelik. Ugyanakkor akivel felveszem a másság harcát, éppen ő az, aki számomra egyszerre áldás és megtöretés; megbánt, de hozzá segít, hogy legyek. Az idegen után kiált a létem, mert ha nem így lenne, akkor a hozzám hasonlók közé zárna az élet, akik pont olyanok, mint én, egyenlőek velem, tükörképeim. Vér és harc nélkül. Világunk széles és idegen. Sok ellenséges és fájó távolság van benne, sokszor idegen, furcsa és fenyegető. Mennyi erőszak és agresszivitás van minden távolság mögött! Mennyi fal, védekezés, fegyverkezés van minden ellenségességben! Milyen idegenné válunk egymás számára! Ez az idegenség háborúra késztet (Iz 2,4) és fájdalmasan eltávolít egymástól bennünket.
AZ ISTEN FIA IDEGEN, IDEGEN FÖLDRőL VALÓ
Az Úr Jézus ezt az idegenséget vette magára. Lehajolt hozzánk, bár sosem érthetjük meg, honnan jött és hová ment. Szavai és tettei magával ragadtak és kérdőre vontak bennünket. Odament a szegényhez, az árvához, az özvegyhez, a bűnöshöz, az ellenséghez, akit mindenki kizárt, az idegenhez. Megmutatta nekünk, hogy milyen az Atya: a meglepetések Istene, aki a tőle legidegenebbet választotta magáénak: az embert! Idegen, folyton vándorló, helyet kereső Népet választott magának és megjelent az ember ajtaja előtt, hogy bebocsájtást kérjen; idegenként, idegen földön!… Jézus mindig is ilyen volt: vándor zsidó, kitaszított, meg nem értett, akit az övéi nem fogadtak be. Olyannyira nem, hogy a városfalon kívül kellett meghalnia, mint egy bűnözőnek; mint aki IDEGEN FÖLDRŐL VALÓ, mindenki számára IDEGEN.
A BEFOGADÁS IKONJA: A MÁRIÁS ANYASÁG
Mivel az idegen, az idegen földről való sorsát választotta, a hontalanét, Vendég volt ezen a barátságtalan földön. “Az ajtóban állok és kopogok” (Jel 3,20). Egy volt közülünk, neki is szüksége volt arra, hogy befogadják, megvendégeljék. Mindannyian vendégek vagyunk, szállást kaptunk a földön, az anyaméh fogadott be bennünket. Fészekben indult az életünk, ez tette lehetővé, hogy legyünk és éljünk. E nélkül a fészek, anyaméh, burok nélkül elpusztultunk volna a lét homoksivatagában. Az anyaságra igent mondó, a bennünket kívánó akarat nélkül, anélkül, hogy az életünket valaki magában hordozza, befogadjon, mint teremtményt, gyenge és mindig rászoruló kölyköt – enélkül a benne megtermékenyült apró sejt visszavonhatatlanul kudarcra lett volna ítélve. Ha valóban nem a halálé az utolsó szó (még az utolsó előtti sem), akkor az első és az utolsó szó az életé: a SZÜLETÉS. Isten magára vette, meglátogatta az emberi létet, beleSZÜLETETT! Hagyta, hogy befogadják, és minden szükségest egy Asszonytól kapott. Mária az isteni vendég első lakása. Tőle született, és arról tanított, hogy mi is az ember: élőlény, asszonytól született, aki lehajolt hozzánk, mint anya, befogadó edény, hogy lehetségessé tegye az életet, az életünket. Elfogadta és felkarolta végtelen sebezhetőségünket, a ránk jellemző teljes gyengeséget. Az emberi lét azért vált lehetővé, mert volt egy anya, anyaméh, hús-vér menedék, női test, meleg jászol. Mivel az emberi lét az anya ölén vesz lakást, így indul, ezért az Isten Fia Anya Fia volt. Benne fogant, ő hordozta méhében, világraszülte, szoptatta, átkarolta, védelmezte…, befogadta. Messziről jött, hogy meglátogassa azokat, akik távoli, idegen földön lakoznak, vagy akik idegenek voltunk akárhol is éltünk. Megrajzolta az emberi vendégszeretet útját, ami minden ellenségességet befogadássá változtat (Iz 41,12). Elég a betlehemre néznünk, az élet kezdetére. Az Anya és a Gyermek az Isten által megígért jel (Iz 7, 14). Azok kapták, akik keresték (Mt 2,9-11). Ők figyelmeztetnek, hogyan is kell élnünk egymással a világon, hogyan alakíthatjuk át ezt az erőszakos, gyűlölködő világot… Az Anyát és a Gyermeket szemlélve megértjük, hogy a nagy be kell hogy fogadja a kicsit; az erős a gyengét; aki önellátó, azt aki nem az; a tehetős a nincstelent; aki fent van, le kell, hogy hajoljon az alantasabbhoz; akinek van háza, nyissa meg és fogadja be a nincstelent (Mt 25, 31-46). Az Anya és a Fiú teológiai hely, ahol megértjük az Isten ember iránti szeretetét. Önmagát adó, felkínáló, a másik javára befogadássá váló Szeretet. Félretesz minden önérdeket. Szeretet, amelyben a nagyobb a kicsi felé fordul, lehajol hozzá, így virágzik. Szemléljük a betlehemet, Jézust Mária karján. Legyen nálunk is, mint az Atyánál, mint Máriánál Kivilágított Ház, Nyitott Ajtó, Terített Asztal, hogy befogadhassuk az Idegen Istent, aki távolról jött és kint kopogtat. “Az ajtóban állok és kopogok” (Jel 3,20). Az ő IGENje befogadta az Istent. Vendég volt saját otthonában. A mai világban, inkább mint valaha, meg kell gyújtanunk a fényt az otthonokban, ki kell nyitnunk az ajtókat, tüzet kell raknunk, meg kell terítenünk az asztalt – és várni, hogy eljöjjön Ő, vagy valaki más az Ő nevében. A másik, az idegen, a külföldi, a szegény, az özvegy, a bünös, az ellenség… befogadásából kell a mai világban utat vágni, hogy a gyűlölet befogadássá, az ellenségesség testvériséggé, a távolság közelséggé váljék. Nem hagyhatjuk, hogy az idegen ne kapjon helyet a szívünkben, a társadalmunkban, a közösséginkben, családjainkban, plébániánkon, településünkön. Nem hagyhatjuk, hogy ne találjon tejjel-mézzel folyó földet az ínségben szenvedő; hogy a tengerbe vesszen anélkül, hogy partot érne; hogy minden ajtót zárva találjon maga előtt; hogy kirekesztődjék biztonságos területeinken kívülre… Kezdhetjük a legközelebbiekkel, mert azon túl az egész világ várja, hogy ajtót nyissunk. Hogyan is élhetnénk egy napon majd Egységben, ha nem kezdjük a befogadással, egymás idegenségének és különcségének befogadásával? Márpedig ez az irány: A MÁSIKKAL VALÓ EGYSÉG FELÉ. Az Úr Jézus, aki most kopogtat, hogy ajtót nyissunk neki, aki születőben van Máriától, az Anyától, egy nap a jobbjára ültet majd az asztal mellett, ahol egyetlen hatalmas Kenyér lesz, megtörve, mindenki számára. Szemben ülnek majd ellenségeink, az idegenek, akiket Ő szeret, s akikhez sohasem közelítettünk, akiknek nem nyitottunk ajtót, akiket kelletlenül szolgáltunk. Ő fölénk hajol, megmossa lábunkat és akkor megnyílik majd a szemünk és megértjük, hogy hol is kell elkezdeni ahhoz, hogy hogy eggyé legyünk Ő benne, Ő vele, és Ő egy legyen velünk.
Kint áll és kopogtat. Nyissunk ajtót és megszületik! Boldog Karácsonyt!
M.Prado Szt. Ágoston Megtérése Föderáció, OSA
Lettera di comunione natale 2019
Sto alla porta e busso
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UN MONDO VASTO E ALIENO. LA "ESTRANEITÀ"
Fissiamo lo sguardo nel "diverso", nell' uomo che non si trova a proprio agio in nessuna società e che provoca un accanimento violento contro di sé. Egli è normalmente invisibile e molesto. colui al quale non si vuole rivolgere lo sguardo, o che risulta tanto sgradevole che non vogliamo vederlo. Egli è fuori dal confine delle nostre abitudine, dei nostri discorsi, dei nostri pensieri, delle r¡nostre regole tranquillizanti, e porta novità che rompono le sicurezze, le antiche certezze, le comodità più radicate. Al diverso viene importa l'assenza, non gli si dà spazio, lo si caccia fuori. E tuttavia egli è colui col quale ingaggio la battaglia dell'alterità, che allo stesso tempo mi benedice e mi spacca, mi fereisce ma mi fa essere. È il diverso che la mia esistenza reclama, perchè se così non fosse, la vita si chiuderebbe nellùguale, nel simile, nell'identico, nello specchio del mio proprio io. Senza sangue, senza lotta.
Il nostro mondo è "vasto e alieno", in esso vi sono molte distanze ostili e laceranti; ed è, tante volte, un mondo alieno, diverso, minaccioso. Quanta violenza e aggressività si cela dietro ab ogni distanza! Quanta distanza, fatta di muri, difese, armi c'è in ogni inimicizia! Quanto stranei ci facciamo gli uni agli altri! Questa estraneità ci ha addestrato alla guerra (Is, 2,4) e ci ha dolorosamente diviso.
LA "ESTRANEITÀ" E LA "STRANIEREITÀ" DEL FIGLIO DI DIO
Questa "estraneità" è stata assunta dal Signore Gesù egli che si è chinato su di noi, anche si non siamo mai riusciti a comprendere da dove venisse e dove andasse, egli che ci trascinava e ci provocava con le sue parole e i suoi gesti, egli che si avvicinò al povero, all'orfano, alle vedova, al peccatore, al nemico, a quelli che tutti lasciavano fuori, ai diversi; egli che ci rivelò come era il Padre: un Dio sempre sorprendente, che ha preferito il più diverso da Sé: l'uomo! Che scelse un popolo sempre straniero, pellegrino, in cerca di una terra! Che si fermò alla porta dell'uomo per essere accolto come uno STRANIERO, come un ESTRANEO a tutti.
L'ICONA DELL'ACCOGLIENZA: LA MATERNITÀ DI MARIA
Poichè scelse la sorte del diverso e dello straniero, di colui che non ha Patria, per questo fu Ospite in questa terra inospitale. "Ecco, io sto alla porta e busso" (Ap 3,20) Ebbe bisogno di essere ospitato, accolto, come uno di noi, perché tutti siamo esseri “ospitati”, sempre ospiti, accolti nel seno di una madre, annidati, perché questa era la possibilità di essere e di vivere, e senza questo nido, seno, utero, matrice, saremmo morti nel deserto sabbioso dell’esistenza; e senza il sì di una madre con la volontà di esserlo, di accogliere una vita dentro di sé, di ospitare una creatura umana, il suo cucciolo debole e sempre bisognoso, la piccola cellula fecondata in lei sarebbe perita.Se realmente la morte non ha l’ultima parola (e neppure la penultima) è perché la prima e la ultima parola è la vita, la NASCITA. Dio ha assunto l’esistenza umana trovando ospitalità in lei, NASCENDO!, lasciandosi accogliere, ricevendo tutto da una Donna. Maria è la prima Casa del Dio Ospite. E, nascendo da Lei, Egli ha voluto parlarci di che cosa è l’uomo: l’essere vivente, nato da una donna, la madre china su di noi che si è fatta rifugio di accoglienza perché la vita, la nostra, fosse possibile, che abbracciò e accolse la nostra estrema vulnerabilità, l’assoluta debolezza che ci segna. L’umano è stato possibile perché ci fu una madre, un albergo di carne e di sangue, un corpo femminile, un presepe di calda tessitura.
E poiché l’umano incomincia ospitato nel seno di una madre, il Figlio di Dio fu Figlio di una Madre che lo concepì, lo portò gravida nel seno, lo diede alla luce, lo allattò, lo abbracciò, ne ebbe cura… lo ospitò.
Colui che era venuto da un paese lantano a visitare noi, che abitavamo in un paese lontano e straniero, o lo eravamo la dove ci trovavamo, ha aperto la strada dell'ospitalita umana, capace di trasformare ogni ostilita in accoglienza (Is 41,12).
Bastava volgere lo sguardo alla Nascita, all'inizio della vita. L'icona della Madre con il Figlio, il segno promesso da Dio (Is 7,14) e accolto da coloro che lo cercavano (Mt 2,9-11), sara il modello per come vivere in questo mondo gli uní con gli altri, per come trasformare questo mondo violento e ostile... Guardando la Madre e il Figlio comprendiamo che il piu grande deve accogliere il piu piccolo, il forte il piu debole, chi sta in piedi accogliere chi non sta in piedi, chi possiede accogliere chi non possiede, chi e in alto chinarsi su chi e in basso. Chi ha una casa la apra e accolga chi non ce l'ha (Mt 25,31-46).
Madre e Figlio saranno cosi il luogo teologico in cui poter comprendere l'amore di Dio verso l'uomo, un amore che si da, si offre, si presenta come accoglienza, per il bene dell'altro, fuori da ogni interesse proprio, in cui il maggiore si volge verso il minore, si china su di luí e cosi fiorisce.
Contempliamo la Nascita, Gesu tra le braccia di Maria. Teniamo, come Maria, la Madre, la Casa Illuminata, la Porta Aperta, la Tavola Imbandita, per accogliere quel Dio diverso e straniero che sta fuori e bussa. «Ecco, sto alla porta e busso» (Ap 3,20). 11 suo SI' ospito Dio, l'Ospite, nella sua propria casa.
Oggi piu che mai, nel nostro mondo, e necessario accendere la luce delle nostre case, aprire le porte, accendere un fuoco, apparecchiare una tavola e aspettare che Egli venga, o venga qualcun altro nel suo nome.
Oggi occorre fare dell'accoglienza dell'altro, dello straniero, del pavero, della vedova, del peccatore, del nemico...la via per trasformare ogni ostilita in ospitalita, ogni inimicizia in fraternita, ogni distanza in "prossimita".
Non possiamo permettere che il diverso non abbia spazio né nel nostro cuore, né nella nostra societa, né nelle nostre comunita e famiglie, parrocchie o paesi, e non trovi una terra per la sua fragilita, dove scorra latte e miele, e muoia in mare senza aver toccato terra o trovi tutte le porte chiuse o lo si cacci dalle nostre recinzioni di sicurezza... Potremmo cominciare dal piu vicino, perché piu in la ci attende un mondo a cui aprire la porta.
Perché se non cominciamo ad accogliere e ad accoglierci nella nostra "estraneita" e "straniereita", come potremmo un giorno vivere in Comunione? Questa e la nostra meta: LA COMUNIONE CON L'ALTRO. Un giorno, Egli, il Signare Gesu, che oggi bussa alla nostra porta perché gli apriamo, fino al punto di nascere da Maria, la Madre, un giorno ci fara sedere alla sua destra, ad una Tavola in cui visara un Pane spezzato, immenso, per tutti, e ci troveremo di fronte ai nostri nemici, ai diversi amati da Lui, a coloro ai quali non ci siamo mai
avvicinati e non abbiamo mai aperto, a quelli che abbiamo servito di mala voglia, ed Egli si chinera sopra di noi, ci lavera i piedi e allora si apriranno i nostri occhi e comprenderemo da dove cominciare per arrivare a essere uno in Lui e con Lui, e Lui uno con noi.
Egli e fuori, e bussa alla porta. Apriremo, e nascera!
M. Prado
Federazione della Conversione di sant'Agostino
Fissiamo lo sguardo nel "diverso", nell' uomo che non si trova a proprio agio in nessuna società e che provoca un accanimento violento contro di sé. Egli è normalmente invisibile e molesto. colui al quale non si vuole rivolgere lo sguardo, o che risulta tanto sgradevole che non vogliamo vederlo. Egli è fuori dal confine delle nostre abitudine, dei nostri discorsi, dei nostri pensieri, delle r¡nostre regole tranquillizanti, e porta novità che rompono le sicurezze, le antiche certezze, le comodità più radicate. Al diverso viene importa l'assenza, non gli si dà spazio, lo si caccia fuori. E tuttavia egli è colui col quale ingaggio la battaglia dell'alterità, che allo stesso tempo mi benedice e mi spacca, mi fereisce ma mi fa essere. È il diverso che la mia esistenza reclama, perchè se così non fosse, la vita si chiuderebbe nellùguale, nel simile, nell'identico, nello specchio del mio proprio io. Senza sangue, senza lotta.
Il nostro mondo è "vasto e alieno", in esso vi sono molte distanze ostili e laceranti; ed è, tante volte, un mondo alieno, diverso, minaccioso. Quanta violenza e aggressività si cela dietro ab ogni distanza! Quanta distanza, fatta di muri, difese, armi c'è in ogni inimicizia! Quanto stranei ci facciamo gli uni agli altri! Questa estraneità ci ha addestrato alla guerra (Is, 2,4) e ci ha dolorosamente diviso.
LA "ESTRANEITÀ" E LA "STRANIEREITÀ" DEL FIGLIO DI DIO
Questa "estraneità" è stata assunta dal Signore Gesù egli che si è chinato su di noi, anche si non siamo mai riusciti a comprendere da dove venisse e dove andasse, egli che ci trascinava e ci provocava con le sue parole e i suoi gesti, egli che si avvicinò al povero, all'orfano, alle vedova, al peccatore, al nemico, a quelli che tutti lasciavano fuori, ai diversi; egli che ci rivelò come era il Padre: un Dio sempre sorprendente, che ha preferito il più diverso da Sé: l'uomo! Che scelse un popolo sempre straniero, pellegrino, in cerca di una terra! Che si fermò alla porta dell'uomo per essere accolto come uno STRANIERO, come un ESTRANEO a tutti.
L'ICONA DELL'ACCOGLIENZA: LA MATERNITÀ DI MARIA
Poichè scelse la sorte del diverso e dello straniero, di colui che non ha Patria, per questo fu Ospite in questa terra inospitale. "Ecco, io sto alla porta e busso" (Ap 3,20) Ebbe bisogno di essere ospitato, accolto, come uno di noi, perché tutti siamo esseri “ospitati”, sempre ospiti, accolti nel seno di una madre, annidati, perché questa era la possibilità di essere e di vivere, e senza questo nido, seno, utero, matrice, saremmo morti nel deserto sabbioso dell’esistenza; e senza il sì di una madre con la volontà di esserlo, di accogliere una vita dentro di sé, di ospitare una creatura umana, il suo cucciolo debole e sempre bisognoso, la piccola cellula fecondata in lei sarebbe perita.Se realmente la morte non ha l’ultima parola (e neppure la penultima) è perché la prima e la ultima parola è la vita, la NASCITA. Dio ha assunto l’esistenza umana trovando ospitalità in lei, NASCENDO!, lasciandosi accogliere, ricevendo tutto da una Donna. Maria è la prima Casa del Dio Ospite. E, nascendo da Lei, Egli ha voluto parlarci di che cosa è l’uomo: l’essere vivente, nato da una donna, la madre china su di noi che si è fatta rifugio di accoglienza perché la vita, la nostra, fosse possibile, che abbracciò e accolse la nostra estrema vulnerabilità, l’assoluta debolezza che ci segna. L’umano è stato possibile perché ci fu una madre, un albergo di carne e di sangue, un corpo femminile, un presepe di calda tessitura.
E poiché l’umano incomincia ospitato nel seno di una madre, il Figlio di Dio fu Figlio di una Madre che lo concepì, lo portò gravida nel seno, lo diede alla luce, lo allattò, lo abbracciò, ne ebbe cura… lo ospitò.
Colui che era venuto da un paese lantano a visitare noi, che abitavamo in un paese lontano e straniero, o lo eravamo la dove ci trovavamo, ha aperto la strada dell'ospitalita umana, capace di trasformare ogni ostilita in accoglienza (Is 41,12).
Bastava volgere lo sguardo alla Nascita, all'inizio della vita. L'icona della Madre con il Figlio, il segno promesso da Dio (Is 7,14) e accolto da coloro che lo cercavano (Mt 2,9-11), sara il modello per come vivere in questo mondo gli uní con gli altri, per come trasformare questo mondo violento e ostile... Guardando la Madre e il Figlio comprendiamo che il piu grande deve accogliere il piu piccolo, il forte il piu debole, chi sta in piedi accogliere chi non sta in piedi, chi possiede accogliere chi non possiede, chi e in alto chinarsi su chi e in basso. Chi ha una casa la apra e accolga chi non ce l'ha (Mt 25,31-46).
Madre e Figlio saranno cosi il luogo teologico in cui poter comprendere l'amore di Dio verso l'uomo, un amore che si da, si offre, si presenta come accoglienza, per il bene dell'altro, fuori da ogni interesse proprio, in cui il maggiore si volge verso il minore, si china su di luí e cosi fiorisce.
Contempliamo la Nascita, Gesu tra le braccia di Maria. Teniamo, come Maria, la Madre, la Casa Illuminata, la Porta Aperta, la Tavola Imbandita, per accogliere quel Dio diverso e straniero che sta fuori e bussa. «Ecco, sto alla porta e busso» (Ap 3,20). 11 suo SI' ospito Dio, l'Ospite, nella sua propria casa.
Oggi piu che mai, nel nostro mondo, e necessario accendere la luce delle nostre case, aprire le porte, accendere un fuoco, apparecchiare una tavola e aspettare che Egli venga, o venga qualcun altro nel suo nome.
Oggi occorre fare dell'accoglienza dell'altro, dello straniero, del pavero, della vedova, del peccatore, del nemico...la via per trasformare ogni ostilita in ospitalita, ogni inimicizia in fraternita, ogni distanza in "prossimita".
Non possiamo permettere che il diverso non abbia spazio né nel nostro cuore, né nella nostra societa, né nelle nostre comunita e famiglie, parrocchie o paesi, e non trovi una terra per la sua fragilita, dove scorra latte e miele, e muoia in mare senza aver toccato terra o trovi tutte le porte chiuse o lo si cacci dalle nostre recinzioni di sicurezza... Potremmo cominciare dal piu vicino, perché piu in la ci attende un mondo a cui aprire la porta.
Perché se non cominciamo ad accogliere e ad accoglierci nella nostra "estraneita" e "straniereita", come potremmo un giorno vivere in Comunione? Questa e la nostra meta: LA COMUNIONE CON L'ALTRO. Un giorno, Egli, il Signare Gesu, che oggi bussa alla nostra porta perché gli apriamo, fino al punto di nascere da Maria, la Madre, un giorno ci fara sedere alla sua destra, ad una Tavola in cui visara un Pane spezzato, immenso, per tutti, e ci troveremo di fronte ai nostri nemici, ai diversi amati da Lui, a coloro ai quali non ci siamo mai
avvicinati e non abbiamo mai aperto, a quelli che abbiamo servito di mala voglia, ed Egli si chinera sopra di noi, ci lavera i piedi e allora si apriranno i nostri occhi e comprenderemo da dove cominciare per arrivare a essere uno in Lui e con Lui, e Lui uno con noi.
Egli e fuori, e bussa alla porta. Apriremo, e nascera!
M. Prado
Federazione della Conversione di sant'Agostino
Comenzamos con la Calenda, repartimos las tradicionales obleas que nos llegan de Polonia signo de perdón y comunión. Comenzaron los cantos... fuimos dejando al Niño Jesús en cada una de las capillas y en la Iglesia, y a la medianoche celebramos con la eucaristía
el Nacimiento del Salvador.
el Nacimiento del Salvador.
¡¡FELIZ NAVIDAD!!
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(Pulsa en la foto para ampliar)
¡Y llegó el esperado de los hombres! Jesús, Dios-con-nosotros.
Tras la memoria de la Calenda donde la Iglesia va situando el momento concreto en el que irrumpe en la historia humana nuestro Señor, y tras el rezo de las Vísperas Solemnes, volvimos por un camino, iluminado por las novicias, hasta la casa de Comunidad. Nos esperaba la cena festiva que celebra el nacimiento del Salvador. Después de un intervalo silencioso volver a Oikós a la Santa Misa de Nochebuena, la "misa del gallo", donde D. Victoriano nos ha acompañado una vez más celebrando la Eucaristía.
Desde aquí os deseamos a todos una FELIZ NAVIDAD en familia.
Cristo ha nacido. Gloria a Dios.
Tras la memoria de la Calenda donde la Iglesia va situando el momento concreto en el que irrumpe en la historia humana nuestro Señor, y tras el rezo de las Vísperas Solemnes, volvimos por un camino, iluminado por las novicias, hasta la casa de Comunidad. Nos esperaba la cena festiva que celebra el nacimiento del Salvador. Después de un intervalo silencioso volver a Oikós a la Santa Misa de Nochebuena, la "misa del gallo", donde D. Victoriano nos ha acompañado una vez más celebrando la Eucaristía.
Desde aquí os deseamos a todos una FELIZ NAVIDAD en familia.
Cristo ha nacido. Gloria a Dios.
Ábrete, tierra, y haz germinar al Salvador. Is 45, 8
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¡Sí! Tú estás. Todo tiene sentido.
1.- El aviso de tu visita. Toda la Creación habla de Ti. Si nuestros oídos están atentos no existe la mudez de lo creado; si nuestros ojos escudriñan los horizontes no hay vacío de Ti. La noche, el día, el aire azul o el viento, la yerba de los campos y el rápido de los ríos, murmuran y susurran y en su rumor podemos reconocerte..........[+]
1.- El aviso de tu visita. Toda la Creación habla de Ti. Si nuestros oídos están atentos no existe la mudez de lo creado; si nuestros ojos escudriñan los horizontes no hay vacío de Ti. La noche, el día, el aire azul o el viento, la yerba de los campos y el rápido de los ríos, murmuran y susurran y en su rumor podemos reconocerte..........[+]
¡Tanto bien!
En la tarde del 24 comenzamos con la Calenda a celebrar el nacimiento de Nuestro Señor. Las más pequeñas de la comunidad van llevando los Niños a los distintos "portalitos" de la casa y comenzamos las vísperas solemnes.
Hacia la media noche celebramos la "Misa del Gallo" y cantamos los villancicos.
En estas fechas, os invitamos a cantar en todos los hogares con vuestros hijos el "cántico nuevo" que surge del corazón con la alegría de Su Nacimiento. La Alegría brota de la tierra.
Hacia la media noche celebramos la "Misa del Gallo" y cantamos los villancicos.
En estas fechas, os invitamos a cantar en todos los hogares con vuestros hijos el "cántico nuevo" que surge del corazón con la alegría de Su Nacimiento. La Alegría brota de la tierra.
Compartimos con vosotros las palabras que nuestra M. Carolina, dirigió a los asistentes al concierto benéfico del pasado día 21, haciendo referencia a la Carta de Comunión de esta Navidad 2017. ¡Feliz Navidad! | |
Concierto benéfico, recaudando fondos para la Iglesia - Parroquia Buen Suceso, Madrid