Calenda y "Misa del Gallo" |
SI HIJOS, ENTONCES HERMANOS
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Un recién nacido, en brazos de una madre. Sobre las rodillas, yace el pequeño, dormido, abandonado a nuestras manos de hombres y mujeres. María sostiene al Hijo de Dios. Es un Hijo entregado a los hombres desde el primer instante de su vida. Este es el icono de una donación divina y humana al Padre y a la humanidad. Nunca se hermanaron tan profundamente el cielo y la tierra. “Los cielos cantan la gloria de Dios. La noche a la noche se lo susurra” (Sal 19). Esa Luz divina brilló una vez en esta tierra hasta transformarla para siempre y desveló a la Noche. Un antes y un después. Caminábamos por tierras de tinieblas y una luz nos brilló. ¿Qué Luz quedó encendida para el hombre? ¿Qué Luz iluminó nuestra inquieta humanidad?
JESÚS, EL HIJO
Mirando al Hijo he comprendido cuál es mi origen. Todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN que llega a ser ¡pura teofanía! Ser signi ca haber sido creada, haber nacido, tener un origen, un Padre. Soy hija porque Dios Padre ha querido que yo sea. Esa voluntad de liación sella el cosmos, el universo, el mundo, los seres, el hombre. Es la luminosa intuición de S. Francisco: ver un mundo salido de la mano del mismo Padre hasta el punto de que, todo lo que nuestros ojos alcanzan a ver, es llamado con una palabra rotunda y excesiva: hermano, hermana. Los cielos, la tierra, la luz, la lluvia, los animales, los pájaros, el hombre... la muerte... Mirar al Hijo es conocer al Padre, al Padre de todo y de todos. Ante Él, el Padre, uno se despoja de todos los títulos, de toda piel innecesaria, se yergue como en un nuevo nacimiento del agua y del espíritu, con la desnudez de un recién nacido, revestido de la blancura de la luz primera. No habrá en toda la Escritura explosión más viva de ternura que la de poder llamar a Dios “Abba, Padre” y la de poder así reconocernos como hijos ¡pues, lo somos! (cfr. 1 Jn 3, 1). Este mundo nuestro tiene Padre y en Él tengo mi origen. Creer la Creación es saberse ligado a este origen con el vínculo de la liación, con la protección de la custodia, con la atención puesta en ser aquello para lo que fui creada.
Es Jesús, el Hijo primogénito, el Hijo Único, engendrado no creado, quien nos revela el don más grande asido al de la vida: la liación. Porque es en Él, en el Hijo, donde se nos revela el Padre. Por Jesús somos hijos en el Hijo (Gal 4, 4-7). Con Él nacemos nosotros, nacemos de nuevo, como Él, del Agua y del Espíritu. Esa es la liación recibida en el Bautismo. Nacemos del río, de las aguas fangosas de una fuente de esta tierra y de las aguas claras de las Fuentes de la Vida, y del Espíritu y, sobre nosotros, también la Voz del Padre nos reconoce y nos llama hijos ¡Vivimos dentro de la mejor liación, de la que nos constituye, de la original, del vínculo que va más allá de la carne y la sangre, vínculo espiritual porque el Espíritu vive, revolotea, en esta relación en la que somos, nos movemos y existimos! (Hch 17, 28)
Cuando contemples el Misterio de su Nacimiento, exalta de gozo porque con Él naces tú, como hijo o hija.
JESÚS, HERMANO
Volvemos a contemplar a la Madre y al Hijo. Cuando Cristo entra en el Cuerpo único de la Humanidad, sometida al pecado, por la Puerta santa que es María, no solo lo sella con la liación sino también con la Fraternidad. Si todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN, entonces todo está llamado a manifestarse BAJO EL SIGNO DE LA FRATERNIDAD, que también es ¡una teofanía! Si hijos, entonces, hermanos. Y esto me revela el origen de un mundo nuevo en el que no es posible perderse en una confusión indiferenciada sino que me muestra el vínculo de gracia y responsabilidad que me liga a todo lo creado hasta poderlo llamar, como proféticamente nos reveló S. Francisco y como hoy, también proféticamente, nos recuerda el Papa Francisco, hermano y hermana1, “hasta no formar más que uno”2 en Él.
Tanto la FILIACIÓN como la FRATERNIDAD revelan al hombre su origen y su destino, su plenitud y la de todo lo creado, el destino último de la Vida donada y sin n. El Hijo sentado en las rodillas de su Madre ha esclarecido el pasaje más oscuro de la existencia, el sentido último de la Vida.
Esta Pascua es la Pascua de la fraternidad universal. ¡Nos ha nacido un Hijo! ¡Un hermano nos ha sido dado! Bajo esta ardiente Luminaria es posible ver un mundo trans gurado por su Venida, llamado a la Comunión, en el que la fraternidad universal es una realidad dichosa, en el que nuestras relaciones han dejado atrás el odio, la violencia, el maltrato, en el que el más necesitado es cargado a la espalda y es recogido de la intemperie y acogido en lugar seguro. Un mundo sin extranjerías y sin exclusiones, sin rechazos y sin indiferencias mortales. Un mundo nuevo sobre el que vuela el Espíritu, bendiciéndolo de nuevo.
El sueño más vasto de todos, el más bello y el más bueno es aquél que cree que este no es el sueño de unos pocos sino el sueño de todos3 , de todo lo creado, el destino del universo, del mundo, del hombre... Y no hay entonces otra tarea que hacerlo posible. “Ve y haz tú lo mismo”, como un día, nos cuenta Lucas, un hombre inquieto oyó de labios de Jesús (Lc 10, 37).
Ante el Misterio del Hijo está María, Madre de Dios y madre de los hombres, Virgen de la Ternura, de la que también nos sabemos hijos y, por tanto, también por Ella, hermanos. ¡Este mundo tiene Madre!4
Nos ha nacido un hijo de los limos de la tierra y de los destellos del cielo. Sobre Él se ha escuchado la voz del Padre reconociéndolo como Hijo amado. Y, Tú, María, Madre de Dios y Madre nuestra, le has recogido en tu seno, le has amamantado con ternura y nos lo has presentado, sentado en tus rodillas, en el Trono de la Gracia, a todos nosotros, sus hermanos. “Este es mi Hijo amado”. En Él, también, somos tus hijos, Madre.
¡Feliz Pascua de Navidad para todos!
M. Prado
Presidenta Federal
Federación de la Conversión de S. Agustín.
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
JESÚS, EL HIJO
Mirando al Hijo he comprendido cuál es mi origen. Todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN que llega a ser ¡pura teofanía! Ser signi ca haber sido creada, haber nacido, tener un origen, un Padre. Soy hija porque Dios Padre ha querido que yo sea. Esa voluntad de liación sella el cosmos, el universo, el mundo, los seres, el hombre. Es la luminosa intuición de S. Francisco: ver un mundo salido de la mano del mismo Padre hasta el punto de que, todo lo que nuestros ojos alcanzan a ver, es llamado con una palabra rotunda y excesiva: hermano, hermana. Los cielos, la tierra, la luz, la lluvia, los animales, los pájaros, el hombre... la muerte... Mirar al Hijo es conocer al Padre, al Padre de todo y de todos. Ante Él, el Padre, uno se despoja de todos los títulos, de toda piel innecesaria, se yergue como en un nuevo nacimiento del agua y del espíritu, con la desnudez de un recién nacido, revestido de la blancura de la luz primera. No habrá en toda la Escritura explosión más viva de ternura que la de poder llamar a Dios “Abba, Padre” y la de poder así reconocernos como hijos ¡pues, lo somos! (cfr. 1 Jn 3, 1). Este mundo nuestro tiene Padre y en Él tengo mi origen. Creer la Creación es saberse ligado a este origen con el vínculo de la liación, con la protección de la custodia, con la atención puesta en ser aquello para lo que fui creada.
Es Jesús, el Hijo primogénito, el Hijo Único, engendrado no creado, quien nos revela el don más grande asido al de la vida: la liación. Porque es en Él, en el Hijo, donde se nos revela el Padre. Por Jesús somos hijos en el Hijo (Gal 4, 4-7). Con Él nacemos nosotros, nacemos de nuevo, como Él, del Agua y del Espíritu. Esa es la liación recibida en el Bautismo. Nacemos del río, de las aguas fangosas de una fuente de esta tierra y de las aguas claras de las Fuentes de la Vida, y del Espíritu y, sobre nosotros, también la Voz del Padre nos reconoce y nos llama hijos ¡Vivimos dentro de la mejor liación, de la que nos constituye, de la original, del vínculo que va más allá de la carne y la sangre, vínculo espiritual porque el Espíritu vive, revolotea, en esta relación en la que somos, nos movemos y existimos! (Hch 17, 28)
Cuando contemples el Misterio de su Nacimiento, exalta de gozo porque con Él naces tú, como hijo o hija.
JESÚS, HERMANO
Volvemos a contemplar a la Madre y al Hijo. Cuando Cristo entra en el Cuerpo único de la Humanidad, sometida al pecado, por la Puerta santa que es María, no solo lo sella con la liación sino también con la Fraternidad. Si todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN, entonces todo está llamado a manifestarse BAJO EL SIGNO DE LA FRATERNIDAD, que también es ¡una teofanía! Si hijos, entonces, hermanos. Y esto me revela el origen de un mundo nuevo en el que no es posible perderse en una confusión indiferenciada sino que me muestra el vínculo de gracia y responsabilidad que me liga a todo lo creado hasta poderlo llamar, como proféticamente nos reveló S. Francisco y como hoy, también proféticamente, nos recuerda el Papa Francisco, hermano y hermana1, “hasta no formar más que uno”2 en Él.
Tanto la FILIACIÓN como la FRATERNIDAD revelan al hombre su origen y su destino, su plenitud y la de todo lo creado, el destino último de la Vida donada y sin n. El Hijo sentado en las rodillas de su Madre ha esclarecido el pasaje más oscuro de la existencia, el sentido último de la Vida.
Esta Pascua es la Pascua de la fraternidad universal. ¡Nos ha nacido un Hijo! ¡Un hermano nos ha sido dado! Bajo esta ardiente Luminaria es posible ver un mundo trans gurado por su Venida, llamado a la Comunión, en el que la fraternidad universal es una realidad dichosa, en el que nuestras relaciones han dejado atrás el odio, la violencia, el maltrato, en el que el más necesitado es cargado a la espalda y es recogido de la intemperie y acogido en lugar seguro. Un mundo sin extranjerías y sin exclusiones, sin rechazos y sin indiferencias mortales. Un mundo nuevo sobre el que vuela el Espíritu, bendiciéndolo de nuevo.
El sueño más vasto de todos, el más bello y el más bueno es aquél que cree que este no es el sueño de unos pocos sino el sueño de todos3 , de todo lo creado, el destino del universo, del mundo, del hombre... Y no hay entonces otra tarea que hacerlo posible. “Ve y haz tú lo mismo”, como un día, nos cuenta Lucas, un hombre inquieto oyó de labios de Jesús (Lc 10, 37).
Ante el Misterio del Hijo está María, Madre de Dios y madre de los hombres, Virgen de la Ternura, de la que también nos sabemos hijos y, por tanto, también por Ella, hermanos. ¡Este mundo tiene Madre!4
Nos ha nacido un hijo de los limos de la tierra y de los destellos del cielo. Sobre Él se ha escuchado la voz del Padre reconociéndolo como Hijo amado. Y, Tú, María, Madre de Dios y Madre nuestra, le has recogido en tu seno, le has amamantado con ternura y nos lo has presentado, sentado en tus rodillas, en el Trono de la Gracia, a todos nosotros, sus hermanos. “Este es mi Hijo amado”. En Él, también, somos tus hijos, Madre.
¡Feliz Pascua de Navidad para todos!
M. Prado
Presidenta Federal
Federación de la Conversión de S. Agustín.
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
Under the sign of fraternity
Christmas 2020
A newborn, in the arms of a mother. On her knees, the little one lies, asleep, abandoned to our hands of men and women. Mary holds the Son of God. He is a Son given to men from the first moment of his life. This is the icon of a divine and human gift to the Father and to humanity. Never had Heaven and earth become so deeply united. “The heavens proclaim the glory of God. Night after night they reveal knowledge”(Ps 19). That divine Light shone once on this earth until it transformed it forever and unveiled the Night. A turning point. We were walking through lands of darkness and a light shone on us. What Light was left on for man? What Light illuminated our restless humanity?
JESUS, THE SON
Looking at the Son, I have come to understand which is my origin. Everything has been created under the sign of FILIATION -which becomes pure theophany! To be means to have been created, to have been born, to have an origin, a Father. I am a daughter because God Father has wanted me to be. That will of filiation seals the cosmos, the universe, the world, creatures, mankind. This is the luminous intuition of St. Francis: to see a world that comes from the hands of the Father himself, to the point that everything that our eyes can see is called with a resounding and excessive word: brother, sister. Heaven, earth, light, rain, animals, birds, man ... death ... To look at the Son is to know the Father, the Father of everything and everyone. Before Him, the Father, one removes all titles, all unnecessary skin, and stands like in a new birth from water and spirit, with the nakedness of a newborn, clothed in the whiteness of the first light. There will be no more vivid explosion of tenderness in all the Scripture than being able to call God “Abba, Father” and thus being able to recognize ourselves as children, well, we are! (cf. 1 Jn 3, 1). This world of ours has a Father and in Him I have my origin. To believe in Creation is to know that you are linked to this origin with the bond of filiation, with the protection of custody, with the focus on being that for what I was created for.
It is Jesus, the first-born Son, the Only Son, begotten not created, who reveals to us the greatest gift, attached to the gift of life: filiation. Because it is in Him, the Son, that the Father is revealed to us. Through Jesus we are children in the Son (Gal 4, 4-7). With Him we are born, we are born again, like Him, from the Water and the Spirit. That is the filiation received at Baptism. We are born from the river, from the muddy waters of a source of this earth and of the clear waters of the Fountains of Life, and from the Spirit and, above us, the Voice of the Father also recognizes us and calls us children. We live within the best filiation, the one that constitutes us, the original one, the bond that goes beyond flesh and blood, a spiritual bond because the Spirit lives, flutters, in this relationship in which we are, we move and exist! (Acts 17:28)
When you contemplate the Mystery of His Birth, exalt with joy because with Him you are born, as a son or daughter.
JESUS, BROTHER
We again contemplate the Mother and the Son. When Christ enters the unique Body of Humanity, subjected to sin, through the Holy Door that is Mary, he seals it not only with filiation but also with Fraternity. If everything has been created under the sign of FILIATION, then everything is called to be seen UNDER THE SIGN OF FRATERNITY, which is also a theophany! If children, then brothers. And this reveals to me the origin of a new world in which it is not possible to lose oneself in undifferentiated confusion, but rather shows me the bond of grace and responsibility that binds me to everything created until I can call it, as St. Francis prophetically revealed to us and as today, also prophetically, Pope Francis reminds us: brother and sister, “until we are one alone” in Him.
Both FILIATION and FRATERNITY reveal to man his origin and destiny, his fullness and that of everything created, the ultimate destination of Life which is given without end. The Son sitting on the knees of his Mother has shed light on the darkest passage in existence, the ultimate meaning of Life.
This is the Christmas of universal fraternity. A Son has been born to us! A brother has been given to us! Under this burning Luminaire it is possible to see a world transformed by his Coming, called to Communion, in which universal fraternity is a joyful reality, in which our relationships have left behind hatred, violence, abuse, in which whoever is most in need is carried and fetched from inclemency and sheltered in a safe place. A world without foreigners and without exclusions, without rejections and without mortal indifference. A new world over which the Spirit flies, blessing it once again.
The largest dream of all, the best and most beautiful is the one that believes that this is not the dream of a few but the dream of all, of everything that is created, the destiny of the universe, of the world, of man ... And there is then no other task than to make it possible. "Go and do the same", as one day, Luke tells us, a restless man heard from the lips of Jesus (Lk 10,37).
Before the Mystery of the Son is Mary, Mother of God and mother of men, Virgin of Tenderness, of whom we also know ourselves children and, therefore, also through Her, brothers and sisters. This world has a Mother!
A son has been born to us from the silts of the earth and the sparkles of the sky. Above Him the voice of the Father has been heard, recognizing him as the beloved Son. And, you, Mary, Mother of God and our Mother, you have received him in your womb, you have tenderly fed him and, sitting on your knees, on the Throne of Grace, you have introduced him to all of us, his brothers. "This is my beloved Son." In Him, we are also your children, Mother.
Happy Christmas everyone!
M. Prado
Federal President
Federation of the Conversion of S. Augustin
Under the sign of fraternity
Christmas 2020
A newborn, in the arms of a mother. On her knees, the little one lies, asleep, abandoned to our hands of men and women. Mary holds the Son of God. He is a Son given to men from the first moment of his life. This is the icon of a divine and human gift to the Father and to humanity. Never had Heaven and earth become so deeply united. “The heavens proclaim the glory of God. Night after night they reveal knowledge”(Ps 19). That divine Light shone once on this earth until it transformed it forever and unveiled the Night. A turning point. We were walking through lands of darkness and a light shone on us. What Light was left on for man? What Light illuminated our restless humanity?
JESUS, THE SON
Looking at the Son, I have come to understand which is my origin. Everything has been created under the sign of FILIATION -which becomes pure theophany! To be means to have been created, to have been born, to have an origin, a Father. I am a daughter because God Father has wanted me to be. That will of filiation seals the cosmos, the universe, the world, creatures, mankind. This is the luminous intuition of St. Francis: to see a world that comes from the hands of the Father himself, to the point that everything that our eyes can see is called with a resounding and excessive word: brother, sister. Heaven, earth, light, rain, animals, birds, man ... death ... To look at the Son is to know the Father, the Father of everything and everyone. Before Him, the Father, one removes all titles, all unnecessary skin, and stands like in a new birth from water and spirit, with the nakedness of a newborn, clothed in the whiteness of the first light. There will be no more vivid explosion of tenderness in all the Scripture than being able to call God “Abba, Father” and thus being able to recognize ourselves as children, well, we are! (cf. 1 Jn 3, 1). This world of ours has a Father and in Him I have my origin. To believe in Creation is to know that you are linked to this origin with the bond of filiation, with the protection of custody, with the focus on being that for what I was created for.
It is Jesus, the first-born Son, the Only Son, begotten not created, who reveals to us the greatest gift, attached to the gift of life: filiation. Because it is in Him, the Son, that the Father is revealed to us. Through Jesus we are children in the Son (Gal 4, 4-7). With Him we are born, we are born again, like Him, from the Water and the Spirit. That is the filiation received at Baptism. We are born from the river, from the muddy waters of a source of this earth and of the clear waters of the Fountains of Life, and from the Spirit and, above us, the Voice of the Father also recognizes us and calls us children. We live within the best filiation, the one that constitutes us, the original one, the bond that goes beyond flesh and blood, a spiritual bond because the Spirit lives, flutters, in this relationship in which we are, we move and exist! (Acts 17:28)
When you contemplate the Mystery of His Birth, exalt with joy because with Him you are born, as a son or daughter.
JESUS, BROTHER
We again contemplate the Mother and the Son. When Christ enters the unique Body of Humanity, subjected to sin, through the Holy Door that is Mary, he seals it not only with filiation but also with Fraternity. If everything has been created under the sign of FILIATION, then everything is called to be seen UNDER THE SIGN OF FRATERNITY, which is also a theophany! If children, then brothers. And this reveals to me the origin of a new world in which it is not possible to lose oneself in undifferentiated confusion, but rather shows me the bond of grace and responsibility that binds me to everything created until I can call it, as St. Francis prophetically revealed to us and as today, also prophetically, Pope Francis reminds us: brother and sister, “until we are one alone” in Him.
Both FILIATION and FRATERNITY reveal to man his origin and destiny, his fullness and that of everything created, the ultimate destination of Life which is given without end. The Son sitting on the knees of his Mother has shed light on the darkest passage in existence, the ultimate meaning of Life.
This is the Christmas of universal fraternity. A Son has been born to us! A brother has been given to us! Under this burning Luminaire it is possible to see a world transformed by his Coming, called to Communion, in which universal fraternity is a joyful reality, in which our relationships have left behind hatred, violence, abuse, in which whoever is most in need is carried and fetched from inclemency and sheltered in a safe place. A world without foreigners and without exclusions, without rejections and without mortal indifference. A new world over which the Spirit flies, blessing it once again.
The largest dream of all, the best and most beautiful is the one that believes that this is not the dream of a few but the dream of all, of everything that is created, the destiny of the universe, of the world, of man ... And there is then no other task than to make it possible. "Go and do the same", as one day, Luke tells us, a restless man heard from the lips of Jesus (Lk 10,37).
Before the Mystery of the Son is Mary, Mother of God and mother of men, Virgin of Tenderness, of whom we also know ourselves children and, therefore, also through Her, brothers and sisters. This world has a Mother!
A son has been born to us from the silts of the earth and the sparkles of the sky. Above Him the voice of the Father has been heard, recognizing him as the beloved Son. And, you, Mary, Mother of God and our Mother, you have received him in your womb, you have tenderly fed him and, sitting on your knees, on the Throne of Grace, you have introduced him to all of us, his brothers. "This is my beloved Son." In Him, we are also your children, Mother.
Happy Christmas everyone!
M. Prado
Federal President
Federation of the Conversion of S. Augustin
SE FIGLI, ALLORA FRATELLI
SE FIGLI, ALLORA FRATELLI
Sotto il segno della fraternita S. Natale 2020 |
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Un neonato in braccio alla madre. Sulle sue ginocchia giace il piccolo addormentato, abbandonato nelle nostre mani di uomini e donne. Maria custodisce il Figlio di Dio. È un Figlio dato agli uomini n dal primo momento della sua vita. Questa è l’icona di una donazione divina e umana al Padre e all’umanità. Mai il cielo e la terra sono stati così profondamente uniti: “I cieli narrano la gloria di Dio. La notte alla notte ne trasmette il messaggio” (Sal 19). Questa luce divina è brillata una volta su questa terra no a trasformarla per sempre e ha illuminato la Notte. C’è un prima e un dopo. Camminavamo in terre oscure e una luce ha brillato su di noi. Quale luce si è accesa per
l’uomo? Quale luce ha illuminato la nostra umanità inquieta?
GESU’, IL FIGLIO
Guardando il Figlio ho capito qual è la mia origine. Tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA che diventa pura teofania! Essere, signi ca essere stati creati, essere nati, avere un’origine, un Padre. Sono glia perché Dio Padre ha voluto che lo fossi. Questa volontà di gliolanza segna il cosmo, l’universo, il mondo, gli esseri, l’uomo. È l’intuizione luminosa di san Francesco: vedere un mondo che viene dalla mano dello stesso Padre al punto che tutto ciò che i nostri occhi riescono a vedere è chiamato con una parola rotonda e sovrabbondante: fratello, sorella. Il cielo, la terra, la luce, la pioggia, gli animali, gli uccelli, l’uomo... la morte... Guardare il Figlio è conoscere il Padre, il Padre di tutto e di tutti. Davanti a Lui, il Padre, ci si spoglia di ogni titolo, di ogni inutile rivestimento, ci si trova come in una nuova nascita dall’acqua e dallo Spirito, con la nudità di un neonato, vestiti del bianco della prima luce. In tutte le Scritture non c’è esplosione di tenerezza più vivida di quella di poter chiamare Dio “Abbà, Padre” e quindi riconoscerci come gli, perché lo siamo! (cf. 1Gv 3,1). Questo nostro mondo ha un Padre e in Lui ho la mia origine. Credere nella Creazione è sapere che siamo legati a questa origine con il vincolo della gliolanza, con la tutela della custodia, con l’attenzione ad essere ciò per cui sono stato creato.
È Gesù, il Figlio primogenito, il Figlio Unigenito, generato non creato, che ci rivela il dono più grande che è legato alla vita: la gliolanza. Perché è in Lui, nel Figlio, che il Padre si rivela a noi. Per mezzo di Gesù siamo gli nel Figlio (Gal 4,4-7). Con Lui siamo nati, siamo nati di nuovo, come Lui, dall’acqua e dallo Spirito. Questa è la gliolanza ricevuta nel Battesimo. Nasciamo dal ume, dalle acque fangose di una sorgente di questa terra e dalle acque limpide delle Fontane della Vita, e dallo Spirito, e sopra di noi anche la Voce del Padre ci riconosce e ci chiama gli. Viviamo nella migliore gliolanza, quella che ci costituisce, quella originale, il legame che va oltre la carne e il sangue, legame spirituale perché lo Spirito vive, si libra in questo rapporto in cui siamo, ci muoviamo ed esistiamo! (At 17, 28)
Quando contempli il Mistero della Sua Nascita, esulta con gioia perché con Lui sei nato come glio o glia.
GESÙ, IL FRATELLO
Torniamo a contemplare la Madre e il Figlio. Quando Cristo entra nell'unico Corpo dell'Umanità sottomesso al peccato, attraverso la santa Porta che è Maria, non solo la sigilla con la gliolanza, ma anche con la Fraternità. Se tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA, allora tutto è chiamato a manifestarsi sotto il segno della FRATERNITA', che è anch’essa una teofania! Se siamo gli, allora siamo fratelli e sorelle. E questo mi rivela l'origine di un mondo nuovo in cui non è possibile perdersi in una confusione indi erenziata, ma piuttosto mi mostra il legame di grazia e di responsabilità che mi lega a tutto ciò che è stato creato, no a poterlo chiamare - come ci ha profeticamente rivelato San Francesco e come oggi, ancora profeticamente, ci ricorda Papa Francesco - fratello e sorella1, “ n quando non saremo una cosa sola”2 in Lui.
Sia la FIGLIOLANZA che la FRATERNITÀ rivelano all'uomo la sua origine e il suo destino, la sua pienezza e quella di tutta la creazione, il destino ultimo della Vita data e senza ne. Il Figlio seduto sulle ginocchia della Madre ha illuminato il passaggio più oscuro dell'esistenza, il senso ultimo della Vita.
Questa Pasqua è la Pasqua della fraternità universale: ci è nato un glio, ci è stato dato un fratello! Sotto quest’ardente luminaria è possibile vedere un mondo tras gurato dalla Sua venuta, chiamato alla Comunione, in cui la fraternità universale è una realtà gioiosa, in cui le nostre relazioni si las- ciano alle spalle odio, violenza, soprusi, in cui i più bisognosi sono portati in braccio, protetti dalle intemperie e accolti in un luogo sicuro. Un mondo senza stranieri e senza esclusioni, senza ri uto e senza indi erenze mortali. Un mondo nuovo su cui lo Spirito si libra, benedicendolo di nuovo.
Il sogno più grande di tutti, il più bello e il più buono, è quello che crede che questo non sia il sogno di pochi ma di tutti3, di tutta la creazione, il destino dell'universo, del mondo, dell'uomo... E non c'è altro compito che renderlo possibile: “Andate e fate lo stesso", come un giorno, ci dice Luca, un uomo inquieto udì dalle labbra di Gesù (Lc 10,37).
Davanti al Mistero del Figlio c'è Maria, Madre di Dio e Madre degli uomini, Vergine della Tene- rezza, della quale sappiamo anche noi stessi di essere gli e quindi anche attraverso di lei, fratelli e sorelle. Questo mondo ha una Madre!
Un glio è nato per noi dal fango della terra e dalle stelle del cielo. La voce del Padre si è fatta sentire su di lui, riconoscendolo come il Figlio prediletto. E tu, Maria, Madre di Dio e Madre nostra, lo hai accolto nel tuo grembo, lo hai allattato con tenerezza e ce lo hai presentato, seduto in ginocchio sul Trono di Grazia, tutti noi, suoi fratelli. “Questo è il mio Figlio, l’Amato”. Anche in Lui siamo gli tuoi, Madre.4
Buona “Pasqua” di Natale a tutti voi!
M. Prado
Presidente federale
Federazione della Conversione di Sant'Agostino
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCESCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCESCO, Angelus Solennità della Madre di Dio, 1 de Enero de 2017.
l’uomo? Quale luce ha illuminato la nostra umanità inquieta?
GESU’, IL FIGLIO
Guardando il Figlio ho capito qual è la mia origine. Tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA che diventa pura teofania! Essere, signi ca essere stati creati, essere nati, avere un’origine, un Padre. Sono glia perché Dio Padre ha voluto che lo fossi. Questa volontà di gliolanza segna il cosmo, l’universo, il mondo, gli esseri, l’uomo. È l’intuizione luminosa di san Francesco: vedere un mondo che viene dalla mano dello stesso Padre al punto che tutto ciò che i nostri occhi riescono a vedere è chiamato con una parola rotonda e sovrabbondante: fratello, sorella. Il cielo, la terra, la luce, la pioggia, gli animali, gli uccelli, l’uomo... la morte... Guardare il Figlio è conoscere il Padre, il Padre di tutto e di tutti. Davanti a Lui, il Padre, ci si spoglia di ogni titolo, di ogni inutile rivestimento, ci si trova come in una nuova nascita dall’acqua e dallo Spirito, con la nudità di un neonato, vestiti del bianco della prima luce. In tutte le Scritture non c’è esplosione di tenerezza più vivida di quella di poter chiamare Dio “Abbà, Padre” e quindi riconoscerci come gli, perché lo siamo! (cf. 1Gv 3,1). Questo nostro mondo ha un Padre e in Lui ho la mia origine. Credere nella Creazione è sapere che siamo legati a questa origine con il vincolo della gliolanza, con la tutela della custodia, con l’attenzione ad essere ciò per cui sono stato creato.
È Gesù, il Figlio primogenito, il Figlio Unigenito, generato non creato, che ci rivela il dono più grande che è legato alla vita: la gliolanza. Perché è in Lui, nel Figlio, che il Padre si rivela a noi. Per mezzo di Gesù siamo gli nel Figlio (Gal 4,4-7). Con Lui siamo nati, siamo nati di nuovo, come Lui, dall’acqua e dallo Spirito. Questa è la gliolanza ricevuta nel Battesimo. Nasciamo dal ume, dalle acque fangose di una sorgente di questa terra e dalle acque limpide delle Fontane della Vita, e dallo Spirito, e sopra di noi anche la Voce del Padre ci riconosce e ci chiama gli. Viviamo nella migliore gliolanza, quella che ci costituisce, quella originale, il legame che va oltre la carne e il sangue, legame spirituale perché lo Spirito vive, si libra in questo rapporto in cui siamo, ci muoviamo ed esistiamo! (At 17, 28)
Quando contempli il Mistero della Sua Nascita, esulta con gioia perché con Lui sei nato come glio o glia.
GESÙ, IL FRATELLO
Torniamo a contemplare la Madre e il Figlio. Quando Cristo entra nell'unico Corpo dell'Umanità sottomesso al peccato, attraverso la santa Porta che è Maria, non solo la sigilla con la gliolanza, ma anche con la Fraternità. Se tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA, allora tutto è chiamato a manifestarsi sotto il segno della FRATERNITA', che è anch’essa una teofania! Se siamo gli, allora siamo fratelli e sorelle. E questo mi rivela l'origine di un mondo nuovo in cui non è possibile perdersi in una confusione indi erenziata, ma piuttosto mi mostra il legame di grazia e di responsabilità che mi lega a tutto ciò che è stato creato, no a poterlo chiamare - come ci ha profeticamente rivelato San Francesco e come oggi, ancora profeticamente, ci ricorda Papa Francesco - fratello e sorella1, “ n quando non saremo una cosa sola”2 in Lui.
Sia la FIGLIOLANZA che la FRATERNITÀ rivelano all'uomo la sua origine e il suo destino, la sua pienezza e quella di tutta la creazione, il destino ultimo della Vita data e senza ne. Il Figlio seduto sulle ginocchia della Madre ha illuminato il passaggio più oscuro dell'esistenza, il senso ultimo della Vita.
Questa Pasqua è la Pasqua della fraternità universale: ci è nato un glio, ci è stato dato un fratello! Sotto quest’ardente luminaria è possibile vedere un mondo tras gurato dalla Sua venuta, chiamato alla Comunione, in cui la fraternità universale è una realtà gioiosa, in cui le nostre relazioni si las- ciano alle spalle odio, violenza, soprusi, in cui i più bisognosi sono portati in braccio, protetti dalle intemperie e accolti in un luogo sicuro. Un mondo senza stranieri e senza esclusioni, senza ri uto e senza indi erenze mortali. Un mondo nuovo su cui lo Spirito si libra, benedicendolo di nuovo.
Il sogno più grande di tutti, il più bello e il più buono, è quello che crede che questo non sia il sogno di pochi ma di tutti3, di tutta la creazione, il destino dell'universo, del mondo, dell'uomo... E non c'è altro compito che renderlo possibile: “Andate e fate lo stesso", come un giorno, ci dice Luca, un uomo inquieto udì dalle labbra di Gesù (Lc 10,37).
Davanti al Mistero del Figlio c'è Maria, Madre di Dio e Madre degli uomini, Vergine della Tene- rezza, della quale sappiamo anche noi stessi di essere gli e quindi anche attraverso di lei, fratelli e sorelle. Questo mondo ha una Madre!
Un glio è nato per noi dal fango della terra e dalle stelle del cielo. La voce del Padre si è fatta sentire su di lui, riconoscendolo come il Figlio prediletto. E tu, Maria, Madre di Dio e Madre nostra, lo hai accolto nel tuo grembo, lo hai allattato con tenerezza e ce lo hai presentato, seduto in ginocchio sul Trono di Grazia, tutti noi, suoi fratelli. “Questo è il mio Figlio, l’Amato”. Anche in Lui siamo gli tuoi, Madre.4
Buona “Pasqua” di Natale a tutti voi!
M. Prado
Presidente federale
Federazione della Conversione di Sant'Agostino
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCESCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCESCO, Angelus Solennità della Madre di Dio, 1 de Enero de 2017.
WENN WIR SÖHNE UND TÖCHTER SIND, DANN AUCH BRÜDER ...
WENN WIR SÖHNE UND TÖCHTER SIND,
DANN AUCH BRÜDER UND SCHWESTERN
Im Zeichen der Geschwisterlichkeit
Weihnachten 2020
DANN AUCH BRÜDER UND SCHWESTERN
Im Zeichen der Geschwisterlichkeit
Weihnachten 2020
Ein neugeborenes Kind, in den Armen einer Mutter. Der Kleine ruht auf den Knien, schlafend, und gibt sich ganz in die Hände von uns Männern und Frauen. Maria hält den Sohn Gottes. Er ist ein Sohn, der vom ersten Augenblick seines Lebens an den Menschen übergeben ist. Dies ist das Symbol einer göttlichen und menschlichen Gabe, an den Vater und an die Menschheit. Noch nie waren Himmel und Erde so tief miteinander verbunden. "Die Himmel rühmen die Ehre Gottes. Eine Nacht flüstert es der anderen zu" (Ps 19). Dieses göttliche Licht leuchtete einst auf dieser Erde, bis es sie für immer verwandelte und die Nacht erhellte. Ein Vorher und Nachher. Wir gingen in der Finsternis und ein Licht leuchtete uns auf. Welches Licht leuchtet weiterhin für den Menschen?
Was ist das für ein Licht, das unsere ruhelose Menschheit erleuchtete?
JESUS, DER SOHN
Als ich den Sohn betrachte, verstand ich, wo mein Ursprung ist. Alles ist unter dem Zeichen der
KINDSCHAFT geschaffen worden, die zur reinen Theophanie wird! Sein bedeutet, geschaffen worden zu sein, geboren worden zu sein, einen Ursprung, einen Vater zu haben. Ich bin eine Tochter, weil Gott, der Vater, wollte, dass ich existiere. Diese willentliche Kindschaft besiegelt den Kosmos, das Universum, die Welt, die Wesen, den Menschen. Es ist die erleuchtete Eingebung des hl. Franziskus: eine Welt zu sehen, die aus der Hand desselben Vaters kommt, bis zu dem Punkt, dass alles, was unsere Augen zu sehen vermögen, mit einem klaren und gewaltigen Wort bezeichnet wird: Bruder, Schwester. Der Himmel, die Erde, das Licht, der Regen, die Tiere, die Vögel, der Mensch... der Tod... Auf den Sohn schauen heißt, den Vater erkennen, den Vater von allem und jedem. Vor Ihm, dem Vater, legt man alle seine Titel ab, alle überflüssigen Schichten, steht da wie bei einer neuen Geburt aus Wasser und Geist, mit der Nacktheit eines Neugeborenen, bekleidet mit dem Weiß des ersten Lichtes. In der ganzen Schrift wird es keine lebendigere Explosion der Zärtlichkeit geben, als Gott "Abba, Vater" nennen zu können und uns so als Söhne und Töchter zu erkennen, denn das sind wir! (vgl. 1. Joh. 3,1). Diese unsere Welt hat einen Vater und in Ihm habe ich meinen Ursprung. An die Schöpfung zu glauben bedeutet zu wissen, dass wir mit diesem Ursprung verbunden sind, durch das Band der Kindschaft, im Schutz seiner Fürsorge, im Bewusstsein, das zu sein, wozu ich geschaffen wurde.
Es ist Jesus, der erstgeborene Sohn, der einzige Sohn, der gezeugt und nicht geschaffen wurde, der uns das größte Geschenk offenbart, das mit dem Leben verbunden ist: die Kindschaft. Denn in ihm, im Sohn, wird uns der Vater offenbart. Durch Jesus sind wir Söhne und Töchter im Sohn (Gal 4,4-7). Mit Ihm werden wir geboren, werden wir neu geboren, wie Er, aus dem Wasser und dem
Geist. Dies ist die Kindschaft, die wir in der Taufe empfangen. Wir sind aus dem Fluss geboren, aus dem schlammigen Wasser einer Quelle dieser Erde und aus dem klaren Wasser der Quellen des Lebens, und aus dem Geist, und über uns erkennt uns auch die Stimme des Vaters und nennt uns Söhne und Töchter. Wir leben in der besten Kindschaft, der, die uns ausmacht, der ursprünglichen, der Bindung, die über Fleisch und Blut hinausgeht, der geistigen Bindung, weil der Geist lebt, weht, in dieser Beziehung, in der wir sind, uns bewegen und existieren! (Apg 17, 28) Wenn du das Geheimnis Seiner Geburt betrachtest, juble vor Freude, denn mit Ihm wirst du als Sohn und Tochter geboren.
JESUS, BRUDER
Betrachten wir noch einmal die Mutter und den Sohn. Als Christus durch die heilige Pforte, die Maria ist, in den einen Leib der Menschheit eintritt, der der Sünde unterworfen ist, besiegelt er ihn nicht nur mit der Kindschaft, sondern auch mit der Geschwisterlichkeit. Wenn alles unter dem Zeichen der KINDSCHAFT geschaffen wurde, dann ist alles dazu berufen, sich unter dem Zeichen Página 2 de 2der GESCHWISTERLICHKEIT zu offenbaren, die auch eine Theophanie ist! Wenn Söhne und Töchter, dann Brüder und Schwestern. Und dies offenbart mir den Ursprung einer neuen Welt, in der es nicht möglich ist, sich in einem undifferenzierten Durcheinander zu verlieren, sondern es zeigt mir das Band der Gnade und der Verantwortung, das mich mit allem Geschaffenen verbindet, bis ich es, wie es uns der heilige Franziskus prophetisch geoffenbart hat und wie es uns heute auch Papst Franziskus prophetisch in Erinnerung ruft, Bruder und Schwester 1 nennen kann, "bis
wir nur noch eins sind“ 2 in Ihm.
Sowohl die KINDSCHAFT als auch die GESCHWISTERLICHKEIT offenbaren dem Menschen
seinen Ursprung und seine Bestimmung, seine Fülle und die der ganzen Schöpfung, die endgültige Bestimmung des Lebens, das gegeben ist und kein Ende hat. Der Sohn, der auf dem Knie seiner Mutter sitzt, hat den dunkelsten Abschnitt der Existenz, den letzten Sinn des Lebens, erhellt.
Dieses Weihnachtsfest ist das Weihnachten der universellen Geschwisterlichkeit. Uns ist ein Sohn geboren! Uns ist ein Bruder geschenkt worden! Durch diesen glühenden Lichtstrahl hindurch ist es möglich, eine durch sein Kommen verklärte Welt zu sehen, die zur Gemeinschaft berufen ist, in der die universale Geschwisterlichkeit eine freudige Realität ist, in der unsere Beziehungen Hass, Gewalt und Misshandlung hinter sich gelassen haben, in der der Bedürftigste auf dem Rücken getragen und von drauβen hereingeholt und an einem sicheren Ort aufgenommen wird. Eine Welt ohne Befremdlichkeit und ohne Ausgrenzung, ohne Ablehnung und ohne tödliche Gleichgültigkeit.
Eine neue Welt, über die der Geist weht und sie von neuem segnet.
Der weitreichendste Traum von allen, der schönste und beste ist der, der glaubt, dass dies nicht der Traum einiger weniger ist, sondern der Traum aller 3 , der gesamten Schöpfung, das Schicksal des Universums, der Welt, des Menschen … Und somit gibt es keine andere Aufgabe, als dies zu ermöglichen. "Geh hin und handle ebenso", wie eines Tages, so berichtet uns Lukas, ein suchender Mann von den Lippen Jesu hörte (Lk 10,37).
Vor dem Geheimnis des Sohnes steht Maria, Mutter Gottes und Mutter der Menschen, Jungfrau der Zärtlichkeit, von der auch wir uns Kinder und damit auch durch sie Brüder und Schwestern wissen. Diese Welt hat eine Mutter! 4 Aus dem Lehm der Erde und den Funken des Himmels ist uns ein Sohn geboren worden. Die Stimme des Vaters ist über ihm erklungen und hat ihn als den geliebten Sohn erkannt. Und du, Maria, Mutter Gottes und unsere Mutter, hast ihn in deinem Schoß aufgenommen, du hast ihn zärtlich gestillt und du hast ihn uns, auf deinen Knien sitzend, auf dem Thron der Gnade, uns allen, seinen Brüdern und Schwestern, vorgestellt. "Dies ist mein geliebter Sohn." In ihm sind auch wir
deine Kinder, Mutter.
Frohe Weihnachten für Sie alle!
M. Prado
Präsidentin Föderation der Bekehrung des heiligen Augustinus.
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1 Hl. Johannes von Damaskus, De fide orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANZISKUS, Fratelli tutti, Nr. 6
2 Didache, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8
4 FRANZISKUS, Angelus Hochfest der Mutter Gottes, 1. Januar 2017.
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HA GYERMEKEK, AKKOR TESTVÉREK
HA GYERMEKEK, AKKOR TESTVÉREK
A testvériség jegyében 2020 Karácsony ünnepén |
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Újszülött az Anya karján. Térdén nyugszik a Kisded, alszik, ráhagyatkozik emberi-asszonyi kezünkre. Mária kezében tartja az Isten Fiát. Ez a Gyermek élete első pillanatától fogva emberkézre adatott. Az emberi és isteni odaadás képe, az Atyának, az emberiségnek. Soha nem volt ilyen testvéri közelben a föld és az ég. Az egek hirdetik Isten dicsőségét, az égbolt vallja kezének művét. A nap továbbadja a szót a másik napnak, az éj jelenti a hírt az éjnek. (19. Zsolt.) Ez az isteni fény egyetlen alkalommal világított itt a földön, egyszer s mindenkorra megváltoztatta, fellebbentette az Éjszaka fátylát. Van, ami előtte volt, s van, ami utána. Sötét tájkon jártunk és egyszerre fény támadt nekünk. Milyen világosság maradt fénylőn az ember számára? Milyen Fény világított rá nyugtalan emberségünkre?
JÉZUS, A GYERMEK
A Gyermeket szemlélve megértem, mi az eredetem. Minden a GYERMEKSÉG jegyében teremtetett, s ez tiszta teofánia! A lét teremtett mivoltot jelent, születést, eredetet, Atyát. Gyermek vagyok, mert az Atya Isten akarta, hogy legyek. Ez a gyermekké tevő akarat rányomta bélyegét a kozmoszra, a világmindenségre, a világra, a létezőkre, az emberre. Szt. Ferenc megérzése világított rá, ahogy a világot az Atya kezéből látta megszületni, hogy mindent, amit a szem lát, egyetlen markáns és túlzó szóval illet: testvér, nővér. Az egeket, a földet, a fényt, az esőt, az állatokat, a madarakat, az embert... a halált... A Gyermeket látva felismerjük az Atyát, mindenek és mindannyiunk Atyját. Előtte, az Atya előtt, lehullik rólunk minden cím, minden felesleges mez, s mint a vízből és lélekből való újjászületéskor, az újszülött mezíteleneségében, a hajnal fehérségében tűnünk fel. Az Írásokban nincs elevenebb, harsogóbb gyengédség, mint hogy az Istent Abba-nak, Atyá-nak szólíthatjuk, s hogy gyermeknek tarthtjuk magunkat, mert azok is vagyunk (1 Jn 3,1). Ennek a világnak van Atyja, s az én eredetem Őbenne van.
A teremtésbe vetett hit ehhez az eredethez való kötődést tud magáénak, gyermeki kötelékkel, a gondoskodás védőszárnya alatt, szem előtt tartja hogy azzá váljunk, aminek teremtettünk.
Jézus, az egyszülött Fiú, egyedüli Gyermek, született, de nem teremtmény, az emberi élettel járó legnagyobb ajándékot, a gyermekséget nyilatkoztatja ki. Őbenne, a Fiúban nyilatkozik meg számunkra az Atya. Jézus által ak vagyunk a Fiúban (Gal 4, 4-7). Vele születünk, s akárcsak Ő, újjászületünk Vízből és Lélekből. Ez a keresztségben kapott gyermekség. A folyóból születünk, a föld iszapos forrásából, és a z Élő Forrás tiszta vizéből, és a Lélekből. Felettünk is megszólal az Atya hangja és elismer, gyermekének hív bennünket. A legjobb gyermekségben élünk, ez az osztályrészünk, eredetünk. Ez a kötelék túllépi a test- ill. vér szerinti kapcsolatot. Lelki kötelék, mert a Lélek él, szabadon száll ebben kapcsolatban, amelyben élünk, mozgunk és létezünk (Apcsel. 17,28).
Amikor Születésének titkát szemléled, ujjongj, mert Vele te is megszületsz, mint Gyermek.
JÉZUS, A TESTVÉR
Fordítsuk szemünket az Anyára és a Fiúra. Amikor Krisztus magára ölti a bűntől sebzett Emberi Testet, a szent kapu, Mária, nemcsak a gyermekség, hanem a TESTVÉRISÉG jegyével is megjelöl. Minden a gyermekség jegyében teremtetett, és minden a testvériség jegyében nyilvánul meg - ez is teofánia! Ha gyermekek, akkor testvérek is vagyunk. Ez számomra az új világ eredetét mutatja, amelyben nem veszhetünk el a közömbösség zűrzavarában, hanem a kegyelem és a felelősség köteléke fűz minden teremtményhez, olyannyira, hogy – ahogy Szt. Ferenc prófétálva mondta, s ma Ferenc pápa, szintén prófétai szóval – vérnek és nővérnek szólít mindent, amíg végül “mindannyian eggyé válunk Őbenne”.
A gyermekség és a testvériség kinyilatkoztatja az ember és minden teremtmény eredetét és célját, a kiteljesedést, az átadott és véget nem érő Élet végső célját. Az Anya térdén ülő Gyermek megvilágítja a lét legsötétebb szakaszát, az Élet végső értelmét.
Ez az ünnep az egyetemes testvériség Ünnepe. Fiú született nekünk! Testvér adatott nekünk! E Világosság fényében meglátjuk, hogy eljövetele átformálja az Egységre hivatott világot, melyben a testvériség áldott valóság, kapcsolataink kizárták a gyűlöletet, az erőszakot, a zaklatást; amelyben a rászolrulót felkaroljuk, vállunkra vesszük, felszedjük a nyílt színről és biztonságos helyen befogadjuk. E világban nincs többé idegenség, kizárás, elutasítás, sem halálos közöny. Új világ, amelyben a Lélek újra szárnyal és megáld.
Mindannyiunk leghőbb vágya, legdédelgetettebb álma, hogy ez ne csak kevesek álma legyen, hanem mindenkié, az egész teremtett világé; az ember, a világ, a világmindenség céja. S akkor nincs más dolgunk, mint ezt lehetővé tenni. “Menj, és tégy te is hasonlóképp!”, mint ahogy egy nap – Szt. Lukács elmondása szerint – Jézus ajkáról hallotta egy nyugtalan szívű ember (Lk 10, 37).
A Gyermek titka előtt ott van Mária, az Istenanya, az emberek anyja, Gyengéd Szűz, akinek mi is gyermekei vagyunk, s így általa, testvérek is. E világnak van Édesanyja!
Fiú született nekünk a föld méhéből, s az ég sziporkáiból. Felette hangzott el az Atya szava, szeretett Fiának ismerve el Őt. És Te, Mária, Isten es mindannayiunk Anyja, befogadtad Őt méhedbe, gyengéden szoptattad, és térdeden, a Kegyelem Trónusán ülve bemutattad Őt nekünk, mindannyiunknak, a testvéreinek. “Ez az én szeretett Fiam”. Őbenne mi is gyermekeid vagyunk, Mária, égi Édesanyánk.
Áldott Karácsonyt mindannyiotoknak!
M. Prado
Szt. Ágoston Megtérése Föderáció
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
Jeśli dzieci, to bracia
Jeśli dzieci, to bracia
Pod znakiem braterstwa
Pascha Narodzenia Pańskiego 2020
Pod znakiem braterstwa
Pascha Narodzenia Pańskiego 2020
Noworodek w ramionach matki. Mały leży na kolanach, śpi, pozostawiony w naszych rękach
kobiet i mężczyzn. Maryja podtrzymuje Syna Bożego. To Syn oddany ludziom od pierwszej
chwili swojego życia. To jest ikona boskiej i ludzkiej darowizny dla Ojca i dla ludzkości. Nigdy
nie zbratały się tak głęboko ziemia i niebo. „Niebiosa głoszą chwałę Boga. Noc nocy przekazuje
wiadomość” (Ps 19). To boskie światło jeden raz zajaśniało na tej ziemi aż przemieniło ją na
zawsze i objaśniło Noc. Punkt zwrotny. Szliśmy przez krainy ciemności i zajaśniało dla nas
światło. Cóż za Światło zapaliło się dla człowieka? Cóż za Światło oświetliło naszą niespokojną
ludzkość?
JEZUS, SYN
Wpatrując się w Syna zrozumiałam jakie jest moje pochodzenie. Wszystko zostało stworzone pod znakiem DZIECIĘCTWA, która staje się czystą teofanią, Bożym objawieniem. Być oznacza być stworzonym, narodzić się, mieć początek, pochodzenie, Ojca. Jestem córką, bo Bóg Ojciec zechciał, abym nią była. Ta wola dziecięctwa naznacza kosmos, wszechświat, świat, istoty, człowieka. Oto światła intuicja św. Franciszka: patrzeć na świat, który wyszedł spod ręki samego Ojca do tego stopnia, że wszystko to co nasze oczy są w stanie zobaczyć, nazywa się wymownym i przesadnym słowem: brat, siostra. Niebiosa, ziemia, światło, deszcz, zwierzęta, ptaki, człowiek...śmierć... Patrzeć na Syna to poznać Ojca, Ojca wszystkiego i wszystkich. Przed Nim, Ojcem, każdy porzuca swoje tytuły, swoją zbędną skórę, podnosi się jak w czasie nowego narodzenia z wody i z ducha, z nagością noworodka ubranego w biel pierwszego światła. Nie ma w całym Piśmie większej eksplozji czułości niż możliwość wołania do Boga „Abba, Ojcze” i rozpoznania siebie jako dzieci „rzeczywiście nimi jesteśmy!” (por. 1 J 3,1). Ten nasz świat ma Ojca i w Nim mam swój początek. Wiara w Stworzenie to wiedzieć, że jest się związanym z tym początkiem więzią dziecięctwa, być pod jego opieką i ochroną, skupić uwagę na tym, aby być tym do czego zostałem stworzony.
To jest Jezus, Syn pierworodny, Jedyny Syn, zrodzony nie stworzony, ten, który nam objawia
największy dar związany z darem życia: dziecięctwo. Ponieważ to w Nim, w Synu objawia się nam Ojciec. Przez Jezusa jesteśmy synami w Synu (Ga 4, 4-7) Razem z Nim rodzimy się my,
rodzimy się na nowo, jak On, z Wody i z Ducha. To jest dziecięctwo otrzymane na Chrzcie.
Rodzimy się z rzeki, z błotnistych wód ze źródła tej ziemi i z czystych wód ze Źródła Życia, i z Ducha, i także nad nami, Głos Ojca nas rozpoznaje i nazywa nas dziećmi. Żyjemy wewnątrz najwspanialszego dziecięctwa, które nas konstytuuje, tego najbardziej pierwotnego, tej więzi, która wykracza poza ciało i krew, więzi duchowej, ponieważ Duch żyje, krąży w tej relacji, w której żyjemy, poruszamy się i jesteśmy! (Dz 17, 28)
Kiedy będziesz kontemplować Tajemnicą Jego Narodzenia, rozpromień się radością, bo razem z Nim rodzisz się i Ty, jako syn albo córka.
JEZUS BRAT
Powróćmy do konteplacji Matki i Syna. Kiedy Chrystus wchodzi w jedyne ciało ludzkości, poddane grzechowi, przez świętą Bramę, którą jest Maryja, nie tylko naznacza je przez dziecięctwo ale także przez Braterstwo. Jeśli wszystko zostało stworzone pod znakiem DZIECIĘCTWA, to wszystko jest powołane do udwidocznienia sie POD ZNAKIEM BRATERSTWA, które również jest teofanią. Jeśli dzieci, to bracia. Objawia mi to początek nowego świata, w którym nie jest możliwe zagubienie się w niezróżnicowanym zamęcie, ale pokazuje mi więź łaski i odpowiedzialności, która łączy mnie ze wszystkim co stworzone, aż będę potrafiła nazwać je brat i siostra, tak jak wyraził to proroczo św. Franciszek i jak dzisiaj, także proroczo, przypomina nam papież Franciszek, „dopóki w Nim nie stworzymy jedności”.
Zarówno DZIECIĘCTWO jak i BRATERSTWO objawiają człowiekowi jego pochodzenie i jego przeznaczenie, jego pełnię i wszystkiego co stworzone, ostateczne przeznaczenie nieskończonego i ofiarowanego Życia. Syn siedzący na kolanach swojej Matki objaśnił najciemniszy fragment istnienia, ostateczny sens Życia.
Ta Pascha to Pascha powszechnego braterstwa. Narodził się nam Syn! Brat został nam dany!
Pod tą ognistą Lampą jest możliwe patrzenie na świat przemieniony przez Jego przyjście,
powołany do Komunii, w której powszechne braterstwo to szczęśliwa rzeczywistość, w której nasze relacje zostawiły za sobą nienawiść, przemoc, maltretowanie, w której najbardziej potrzebujący jest niesiony na plecach, zebrany z peryferii i przygarnięty w bezpiecznym miejscu. Świat bez obcości i bez wykluczeń, bez odrzucenia i bez śmiertelnej obojętności. Nowy świat nad którym unosi się Duch, na nowo mu błogosławiąc.
Największym marzeniem ze wszystkich, najpiękniejszym i najlepszym jest to, które wierzy, że to nie jest marzenie nielicznych, ale marzenie wszystkich, wszystkiego co stworzone, przeznaczenie wszechświata, świata, człowieka...I jedyne zadanie to uczynienie go możliwym.
„Idź, i ty czyń podobnie!”, tak jak pewnego dnia, jak opowiada nam Łukasz, pewien dociekliwy człowiek usłyszał z ust Jezusa (Łk 10,37).
Wobec Tajemnicy Syna stoi Maryja, Matka Boga i matka ludzi, Dziewica pełna czułości, której
także uważamy się dziećmi, i dlatego też, również dzięki Niej, braćmi. Ten świat ma Matkę!
Narodził się nam Syn z błota ziemi i blasku nieba. Nad Nim usłyszano głos Ojca, który rozpoznał Go jako umiłowanego Syna. A Ty, Maryjo, Matko Boga i nasza Matko, przyjęłaś Go do swojego łona, wykarmiłaś go z czułością i przedstawiłaś go, siedzącego na Twoich kolanach, na Tronie Łaski, nam wszystkim, jego braciom. „To jest mój Syn umiłowany”. Matko, w Nim również i my jesteśmy Twoimi dziećmi.
Wesołej Paschy Bożego Narodzenia dla wszystkich!
M. Prado
Przewodnicząca Federacji Nawrócenia świętego Augustyna, OSA
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