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Triduo Pascual - 2019

18/4/2019

 
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CARTA DE COMUNIÓN: "Siempre hijos"

CARTA DE COMUNIÓN. Pascua 2019
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​SIEMPRE HIJOS

“Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abbá! Padre!”
Gal 4, 6
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1.- SIEMPRE HIJOS
¿De qué nos serviría que Dios existiera si no fuera Amor? ¿De qué nos serviría que fuera nuestro Creador si no fuera a la vez nuestro Padre? ¿De qué sinsentidos nos hace salir sabernos hijos y no solo creatura divina? Sí, nos salva el signo del Hijo. Somos hijos. Creatura en filiación. Y desde ahí hemos de contemplar nuestra existencia porque este es el modo genuino, auténtico, de ser en este mundo.
La fuerte crisis de relaciones de la postmodernidad viene de lejos, está intuida desde los tiempos antiguos, en el más arcano de los males que padece la humanidad: rehusar toda tutela, no querer dioses, ni padres-madres, nadie por encima, nadie delante. La matanza de Dios, el verdadero inocente, no es de ahora, viene de lejos. Lo que repudia el hombre, y queda ratificado socialmente en la modernidad, es ser hijo, no sentirse autónomo. Querer, sí, ser herederos pero sin el origen, sin el padre, apropiándose de la herencia para uso propio sin gratitudes serviles, sin cuentas a otros. Una herencia para sí y solo para sí, explorando el goce solitario.
2.- EN EL HIJO. Todo ha sido creado bajo la imagen del Hijo único. Toda criatura, todo tiempo y espacio, todo gran pensamiento, toda voluntad, todo profundo océano y sus habitantes, todo aire, toda la tierra, todo anuncia el acontecimiento más decisivo de la historia, la encarnación (cf. Jn 1, 1ss; 3, 16).
Cristo es la rúbrica definitiva de Dios tras habérnoslo dado todo porque, hasta el Espíritu, venía ofrecido con el mismo Don del Hijo, que se posó sobre Él como una paloma para ratificar las Palabras del Padre: “Este es mi Hijo, el Amado, escuchadle” (cf. Mt 3,17; Lc 9, 35).
En Cristo está trazada la firma más plena y perfecta que cierra el testamento del Padre, el conjunto de todo lo creado, de todos los dones recibidos por el hombre. Todo se recapitula en Él. Su Encarnación, sus Palabras, sus gestos, su vida. Su Sangre, su Cuerpo, su Espíritu. Es el sello y la firma en sangre que da sentido a todo porque Él es el Logos, la Palabra definitiva, la Gracia después de la gracia. Él es la última palabra del Testador, su más acabada voluntad última y única, su amor ofrecido hasta el infinito.
Todo en Él y nosotros en Él, porque hemos sido llamados a “ser en Cristo” y, si esto es así, seremos como Él “hijos amados”. Para ser hijos le tenemos a Él y nuestra filiación tiene en Él el molde, la imagen y semejanza. “Acuérdate de Jesucristo. Si morimos con Él viviremos con Él. Si con Él sufrimos reinaremos con Él”, dirá Pablo a uno de sus hijos, Timoteo (2 Tim, 2, 8. 11-12).
Será el bautismo, cuando nuestro yo quede sumergido en las aguas de la gracia de Cristo, el que nos haga renacer a la vida en Él, en la nueva vida, concedida bajo el signo del perdón, de un don renovado, que hace de nosotros una nueva creación. Cristo, y solo Cristo, “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21, 5). Hace nueva a la criatura humana por el don de la filiación en Él.
Quien de Él ha renacido ha vencido el mal hasta el punto de no querer pactar con él y resistirle firme y decididamente, con una violencia pacífica y sufriente, activa y mansa. Esto es lo que recoge el misterio de la cruz: nacemos ahí, con Él, con el Hijo, después de dar muerte a la muerte, de dar muerte a toda agresividad, a todo pecado contra la persona y contra Dios, al egoísmo que elige el yo antes que el tú, después de dar muerte a toda idolatría y hedonismo, a todo escepticismo y nihilismo destructor, a toda venganza y a toda autosatisfacción. Con Él damos muerte a la muerte porque es Él quien rompe en nosotros toda inercia al mal. Esto es ser hijos de Dios.
3.- Y TAMBIÉN HEREDEROS
“Y, si eres hijo, también heredero de Dios” (Gal 4, 7). El don más grande recibido del Dios Padre es el Hijo, su Hijo, su único Hijo y en Él hemos sido hechos herederos, somos en Él “hijos por adopción”. Hemos heredado la filiación. En Él hemos sido hechos capaces de acoger la heredad y disfrutarla, hacerla fecunda y extenderla.
La resurrección es la plenitud de esa herencia que es de nuevo signo del excesivo amor de Dios hacia nosotros porque es esta herencia de filiación la que nos alza del polvo, de la basura, del pecado y del mal. Con tal herencia recibida en Cristo no hay dominio de la muerte, esta es la fuerza imperiosa de la fe en medio de nuestro mundo: en medio de la nada, surge una creación; en medio de la noche, hay una luz; en medio del dolor brota la esperanza; en medio de la soledad, hay un amor que cubre toda desnudez y toda ausencia.
Somos herederos y no queremos ni despilfarrar el don, rebajando nuestra condición de hijos a la condición de siervos, ni vivirlo a expensas del Padre, como si fuésemos huérfanos y solitarios, sino como hijos, celebrando la fiesta de la gratitud por tanto recibido en nuestro verdadero Hermano mayor.
Vivamos la Pascua, entrando en las aguas profundas de la muerte y saliendo de ellas resucitados en Él, por el amor infinito de nuestro Padre, por la fuerza amorosa del Espíritu, por la fraternidad irrompible con nuestro hermano Jesús, el Señor.
Unidas a todos los hijos de Dios os deseamos una Feliz Pascua en el Hijo.
Comunidad de la Conversión.
LETTRE DE COMMUNION, Pâques 2019

TOUJOURS  ENFANTS

« Dieu a envoyé à nos cœurs l’Esprit de son Fils qui crie : Abba, Père ! »
​Gal 4,6
  1. TOUJOURS ENFANTS
À quoi nous servirait l’existence de Dieu s’il n’était Amour ? À quoi cela nous servirait qu’il soit notre Créateur s’il n’était pas en même temps notre Père ? Combien il nous savoir enfants de Dieu, et pas uniquement créatures divines, nous aide à sortir du non-sense que nous vivons? Oui, le signe du Fils nous sauve. Nous sommes fils. Créatures en filiation. Et de là nous devons contempler notre existence car c’est la façon véritable, authentique, d’être dans ce monde.
La forte crise de relations de la postmodernité vient de loin, elle est pressentie depuis les temps anciens, dans le plus mystérieux des maux dont souffre l’humanité : refuser toute protection, ne pas vouloir de dieux, ni pères, ni mères, personne au-dessus, personne devant. Le massacre de Dieu, le véritable innocent, ne massacre de Dieu, le véritable innocent, n’est pas d’aujourd’hui, il vient de loin. Ce que l’homme répudie, et qui est confirmé socialement dans la modernité, est être fils, ne pas se sentir autonome. Vouloir, oui, être héritiers mais sans l’origine, sans le père, s’approprier l’héritage pour un usage propre sans reconnaissances serviles, sans comptes aux autres. Un héritage pour soi et seulement pour soi, en explorant le profit solitaire.
  1. DANS LE FILS.
Tout a été créé à l’image du Fils unique. Toute créature, tout temps et espace, toute grande pensée, toute volonté, tout océan profond et ses habitants, tout air, toute la terre, tout annonce l’événement le plus décisif de l’histoire, l’incarnation. (CF. Jn1,1ss ; 3,16).
Christ est le couronnement définitif de Dieu après nous avoir tout donné car même l’Esprit était offert avec le Don du Fils qui se posa sur Lui comme une colombe pour confirmer les Paroles du Père : « Celui-ci est mon Fils Bien Aimé, écoutez-le » (cf. Mt 3, 17 ; Lc 9, 35).
Dans le Christ est tracée la signature la plus pleine et la plus parfaite qui clôt le testament du Père, l’ensemble de tout ce qui a été créé, de tous les dons reçus par l’homme. Tout se récapitule en Lui. Son Incarnation, ses Paroles, ses gestes, sa vie. Son Sang, son Corps, son Esprit. C’est le sceau et la signature dans le sang qui donnent un sens à tout  car Lui est le Verbe, la Parole définitive, la Grâce  après le don. Lui est la dernière parole du testateur, sa volonté la plus achevée, la dernière et ultime, son amour offert jusqu’à l’infini.
Tout en Lui et nous en Lui car nous avons été appelés à « être en Christ » et, s’il en est ainsi, nous serons comme Lui « des fils aimés ». Pour être fils, nous l’avons Lui et notre filiation a en Lui le moule, l’image et la ressemblance. « Souviens-toi de Jésus Christ. Si nous mourons avec Lui, avec Lui nous vivrons. Si nous souffrons avec Lui, avec Lui nous règnerons » dira Paul à l’un de ses fils, Timothée (2 Tim, 2,8.11-12).
Ce doit être le baptême, quand notre moi est immergé dans les eaux de la grâce du Christ, qui nous fait renaître à la vie en Lui, à la nouvelle vie, donnée sous le signe du pardon, d’un don renouvelé, qui fait de nous une nouvelle création. Christ et seulement Christ « fait nouvelle toute chose » (cf.Ap 21,5). Il fait neuve la créature humaine par le don de la filiation en Lui.
Celui qui renaît de Lui vainc le mal au point de ne pas vouloir trouver d’accord avec lui et lui résiste fermement et résolument, d’une violence pacifique et douloureuse, active et douce. C’est ce que recueille le mystère de la croix : nous y naissons, avec Lui, avec le Fils, après avoir donné la mort à la mort, donné la mort à toute agressivité, à tout péché contre la personne et contre Dieu, à l’égoïsme qui choisit le moi avant le toi, après avoir donné la mort à toute idolâtrie et à tout hédonisme, à tout scepticisme et nihilisme destructeur, à toute vengeance et à toute autosatisfaction. Avec Lui nous donnons la mort à la mort car c’est Lui qui rompt en nous toute inertie au mal. C’est cela être fils de Dieu.
  1. ET AUSSI HÉRITIERS
« Et si tu es fils, tu es aussi héritier de Dieu » (Gal 4, 7). Le don le plus grand reçu de Dieu Père est le Fils, son Fils, son unique Fils et en Lui nous avons été faits héritiers, nous sommes en Lui « des enfants par adoption ». Nous avons hérité de la filiation. En Lui nous avons été capables d’accueillir l’héritage et d’en profiter, de le faire prolifique et de le propager.
La résurrection est la plénitude de cet héritage qui est de nouveau signe de l’amour excessif de Dieu vers nous car c’est cet héritage de filiation qui nous sort de la poussière, des ordures, du péché et du mal. Avec un tel héritage reçu en Christ il n’y a pas de maîtrise de la mort, c’est la force impérieuse de la foi au milieu de notre monde : au milieu du néant, surgit une création, au milieu de la nuit, il y a une lumière ; au milieu d’une douleur surgit l’espérance : au milieu de la solitude, il y a un amour qui recouvre toute la nudité et toute l’absence.
Nous sommes héritiers et nous ne voulons pas gaspiller le don en rabaissant notre condition de fils à la condition de serviteurs, pas plus que nous ne voulons la vivre aux dépends du Père comme si nous étions orphelins et solitaires, mais comme des enfants, en célébrant la fête de la reconnaissance pour autant de choses reçues au nom de notre véritable Frère aîné.
Vivons la Pâques en entrant dans les eaux profondes de la mort et en sortant d’elles ressuscités en Lui, par l’amour infini de notre Père, par la force amoureuse de l’Esprit, par la fraternité indestructible avec notre frère Jésus, le Seigneur.

À tous les enfants de Dieu, nous vous souhaitons une Joyeuse fête de Pâques dans le Fils
Communauté de la Conversion


Lettera di Comunione. Pasqua 2019
SEMPRE FIGLI

«Dio ha inviato nei nostri cuori lo Spirito di suo Figlio,  che grida: Abbà, Padre!»
(Gal 4,6)
1. SEMPRE FIGLI
A cosa ci servirebbe l’esistenza di Dio se non fosse Amore? A cosa ci servirebbe che fosse il nostro Creatore se non fosse anche nostro Padre? Da quali assenze di senso ci fa uscire saperci figli e non solo creature di Dio? Sì, ci salva il segno del Figlio. Siamo figli. Creature di filiazione. Ed è da qui che dobbiamo contemplare la nostra esistenza, perché è il modo vero, autentico, di stare in questo mondo.
La forte crisi relazionale della postmodernità viene da lontano, è intuita già dall’antichità, è il più arcano dei mali che patisce l’umanità: rifiutare ogni tutela, non avere déi, né padri né madri, nessuno sopra di noi, nessuno davanti. La morte di Dio, il vero innocente, non è di oggi, viene da lontano. Ciò che l’uomo rifiuta, e viene ratificato socialmente nella modernità, è l’essere figlio, il non sentirsi autonomo. Volere, sì, essere erede, ma senza un’origine, senza il padre, appropriandosi dell’eredità per uso proprio, senza gratitudini servili, senza rendere conto a nessuno. Un’eredità per sé e solo per sé, alla ricerca di una gioia solitaria.
2. NEL FIGLIO
Tutto è stato creato a immagine del Figlio unico. Ogni creatura, tutto il tempo e lo spazio, ogni grande pensiero, ogni volontà, ogni oceano profondo con i suoi abitanti, l’aria, la terra tutta, ogni cosa annuncia l’avvenimento più decisivo della storia, l’incarnazione (cf. Gen 1,1ss; 3,16).
Cristo è il segno definitivo di Dio, che ci è stato donato interamente perché anche lo Spirito ci è stato offerto insieme al dono stesso del Figlio, quello Spirito che si posò sopra di Lui come una colomba per ratificare le Parole del Padre: «Questo è il mio Figlio, l’Amato, ascoltatelo» (cf. Mt 3,17; Lc 9,35).
In Cristo è scritta la firma più piena e perfetta che chiude il testamento del Padre, l’insieme di tutto il creato, di tutti i doni ricevuti dall’uomo. Tutto è ricapitolato in Lui. La sua Incarnazione, le sue Parole, i suoi gesti, la sua vita. Il suo Sangue, il suo Corpo, il suo Spirito. È il timbro e la firma scritta col sangue che dà senso a tutto perché Egli è il Logos, la Parola definitiva, la Grazia sopra ogni grazia. Egli è l’ultima parola del Testatore, la sua più completa volontà, ultima e unica, il suo amore offerto all’infinito.
Tutto in Lui e noi in Lui, perché siamo stati chiamati a “essere in cristo” e, se questo è vero, saremo come Lui “figli amati”. Per essere figli abbiamo Lui e la nostra filiazione ha in Lui il modello, l’immagine e la somiglianza.
«Ricordati di Gesù Cristo. Se moriamo con Lui, vivremo con Lui. Se con Lui soffriamo, regneremo con Lui» dirà Paolo a uno dei suoi figli, Timoteo (2Tim 2, 8.11-12).
 È il battesimo, quando il mostro io viene sommerso nelle acque della grazia di Cristo, il momento che ci fa rinascere alla vita in Lui, alla nuova vita, concessa nel segno del perdono, di un dono rinnovato, che fa di noi una nuova creazione. Cristo e solo Cristo «fa nuove tutte le cose» (cf. Ap 21,5). Rende nuova la creatura umana attraverso il dono della filiazione in Lui.
Chi è rinato da Lui ha vinto il male fino al punto da non voler scendere a patti con esso e resistergli in modo fermo e deciso, con una violenza pacifica e sofferente, attiva e mansueta. Questo è ciò che è riassunto nel mistero della croce: nasciamo lì, con Lui, con il Figlio, dopo avere dato morte alla morte, dato morte a ogni aggressività, a ogni peccato contro la persona e contro Dio, all’egoismo che sceglie l’io invece del tu, dopo aver dato morte a ogni idolatria ed edonismo, a ogni scetticismo e nichilismo distruttore, a ogni vendetta e ad ogni autosoddisfazione. Con Lui diamo morte alla morte perché è Lui che rompe in noi ogni inerzia verso il male. Questo è essere figli di Dio.   
3. E ANCHE EREDI
«E, se sei figlio, sei anche erede di Dio (Cf Gal 4,7). Il dono più grande ricevuto da Dio Padre è il Figlio, il suo Figlio, il suo unico Figlio e in Lui siamo state fatti eredi, siamo in Lui “figli per adozione”. Abbiamo ereditato la filiazione. In lui siamo stati resi capaci di accogliere l’eredità e di goderne, renderla feconda ed estenderla.
La resurrezione è la pienezza di questa eredità che è nuovamente segno dell’eccesso di amore di Dio verso di noi, perché è questa eredità di filiazione quella che ci solleva dalla polvere, dall’immondizia, dal peccato e dal male. Con tale eredità ricevuta in Cristo non c’è più il dominio della morte, questa è la forza misteriosa della fede in mezzo al nostro mondo; in mezzo al nulla, inizia una creazione; in mezzo alla notte, si accende una luce; in mezzo al dolore sgorga la speranza; in mezzo alla solitudine, c’è un amore che ricopre ogni nudità e ogni assenza.
Siamo eredi e non vogliamo sprecare questo dono, abbassando la nostra condizione di figli alla condizione di servi, ne vivere facendo a meno del Padre, come se fossimo orfani e soli, ma come figli, celebrando la festa della gratitudine per tutto ciò che abbiamo ricevuto nel nostro vero Fratello maggiore.
Viviamo la Pasqua entrando nelle acque profonde della morte e uscendone risuscitati in Lui, per l’amore infinito del nostro Padre, per la forza amorosa dello Spirito, per la fraternità incancellabile con il nostro fratello Gesù, il Signore.
A tutti voi, figli di Dio, auguriamo una Buona Pasqua nel Figlio.
Comunità della Conversione
 
A Közösség levele 2019 Húsvétjá
​FIAK MINDÖRÖKKÉ
 
 
„Mivel az Isten fiai vagytok, a Fia Lelkét árasztotta szívünkbe az Isten, aki kiáltja: Abba, Atya!” (Gal 4,6)

  1. FIAK MINDÖRÖKKÉ
Mire volna jó hogy Isten létezik, ha nem Szeretet volna? Mire volna jó, hogy Ő a Teremtőnk, ha nem volna ugyanakkor Atyánk is? Milyen értelmetlen létből jelent kiutat az a tudat, hogy fiak vagyunk és nemcsak Isten teremtményei? Igen, a Fiú jegyében van a megváltásunk. Fiak vagyunk. Az ember fiúi függőségben élő teremtmény. Innen kiindulva kell létünket szemlélnünk, mert ez az eredeti, igazi létmódunk a világban.
 
A kapcsolatok erős válsága a posztmodern időkben régről ered, régóta sejthető. Az ember legarchaikusabb betegsége, hogy leráz minden gyámságot, nem akar isteneket, sem apát-anyát, senkit önmaga felett, senkit maga előtt. A valóban ártatlan Istenre nem most, hanem már régóta kezet emelt. Az ember elutasítja fiúi mivoltát, hiányolja a függetlenség érzését – és ez a modern korban társadalmilag elfogadottá vált. Örökölni akar, de gyökerek nélkül, apa nélkül, saját hasznára akarja megkaparítani az örökséget, szolgai hálaérzet nélkül, számadás nélkül. Örökölni, csak maga, egyedüli haszonélvezőként.

  1. A FIÚBAN
Minden az egyszülött Fiú képére teremtetett. Minden teremtmény, minden tér és idő, minden jeles gondolat, minden elhatározás, az összes mélységes óceán és lakói, minden lég, minden föld, minden a történelem legmeghatározóbb eseményét vetíti előre: a megtestesülést (ld. Jn 1,1; 3,16).
 
Krisztus az Isten utolsó tollvonása, miután mindent nekünk adott. Még a Szentlelket is a Fiúval adta nekünk, amint galamb képében leszállt rá, hogy igazolja az Atya szavát: Ez az én szeretett Fiam, őt hallgassátok (Ld. Mt 3,17; Lk 9, 35)
 
Krisztus a legtejesebb és legtökéletesebb utolsó tollvonás az Atya testamentumán. Benne, mint főben összegződik minden teremtmény, minden adomány, amit az ember kapott. Megtestesülése, szavai, tettei, élete, Teste, Vére, Lelke. Ő  a vérrel írt és megpecsételt kézjegy, mely mindennek értelmet ad, mert Ő a Logos, a végső Szó, minden kegyelem Kegyelme. A Hagyatékozó utolsó szava, egyetlen és teljes végakarata, örökre feláldozott szeretete.
 
Minden Őbenne létezik, mi is Őbenne létezünk, mert arra hívattunk, hogy Krisztusban legyünk, és ha így van, akkor szeretett fiak leszünk, akárcsak Ő. Ahhoz, hogy fiak lehessünk, szükségünk van rá, mert fiúi mivoltunk mintája, képe és hasonlatossága Őbenne van.
“Ne felejtsd, hogy Jézus Krisztus, Dávid sarja feltámadt a halálból (...)ha meghalunk vele, majd élünk is vele;12 ha tűrünk vele, uralkodni is fogunk vele” (2 Tim 2,8; 11-12) mondja Pál lelki gyermekének, Timóteusnak.
 
A keresztségben, amikor énünk alámerül Krisztus kegyelmének vizébe és újjászületünk a Benne való életre, új életre a megbocsájtás jegyében, megújult adományként új teremtménnyé válunk. Krisztus, egyedül Krisztus alkot újjá minket (Ap 21,5). Újjá alkotja az emberi teremtést a Benne való fiúság adománya által.
 
Aki Ő belőle újjászületett, olyannyira legyőzi a rosszat, hogy többé nem lép szövetségre vele, hanem határozottan és erősen ellene mond, békésen, tűrve, tevékenyen és szelíden. Ebben áll a kereszt titka: onnan születünk új életre Vele, a Fiúval, miután legyőzte a halált, véget vetett minden erőszaknak, minden Isten- és ember elleni bűnnek, az „én”-t a „te” elébe helyező önzésnek, véget vetett minden bálványimádásnak és hedonizmusnak, minden romboló szkepszisnek és nihilizmusnak, minden bosszúnak és önelégültségnek. Általa legyőzzük a halált, mert Ő az, aki megtöri bennünk a rosszra való hajlamot. Ez az Istenfiúság.

  1. ÖRÖKÖSÖK IS
„Tehát nem vagy többé szolga, hanem fiú, s ha fiú, akkor Isten kegyelméből örökös is (Gal 4,7)”. Az Istentől kapott legnagyobb ajándék a Fiú, az Isten Fia, egyszülött Fia, aki által mi is örökösökké, „fogadott fiúvá” lettünk. Örökségként kaptuk a gyermeki mivoltot. Benne váltunk képessé ennek az örökségnek az elfogadására, élvezésére, gyarapítására, továbbadására.
 
A feltámadás az örökségünk teljessége, újból az Isten túláradó szeretetének jele irántunk, mert ez az örökség emel fel bennünket a porból, a szennyből, a bűnből, a rosszból. Ezzel az örökséggel Krisztusban nincs többé hatalma rajtunk a halálnak. Ez a hit ellenállhatatlan ereje a világban: a semmi közepette megjelenik a teremtés, az éjszaka közepette a fény, a fájdalom közepette a remény, a magány közepette a szeretet, ami minden mezítelenséget és hiányt befed.
 
Örökösök vagyunk. Nem akarjuk sem eltékozolni amit kaptunk, fiúi mivoltunkat lealacsonyítva, sem pedig az Atya kontójára felélni, mintha magányosak és árvák volnánk, hanem fiúként akarunk élni, hálaünnepet ülve mindazért a sok jóért, amit valóságos Bátyánk által kaptunk.
 
Ezen a Húsvéton merüljünk alá a halál mély vizébe és jöjjünk ki belőle Benne feltámadva, az Atya végtelen szeretete által, a Lélek szerető ereje által, bátyánkhoz, az Úr Jézushoz fűződő felbonthatatlan testvéri szeretet által.
Minden Istengyermekkel egységben Áldott Húsvétot kívánunk nektek a Fiúban
 
Megtérés Közösség
 
FOGADJ EL, Uram
Vedd e pillanatot
S feledd el az árván, Nélküled eltöltött napokat.
Vedd el pillanatot, nyugtasd el öledben, békésen,
Vesd rá fényedet.
Hangok után futottam, melyek vonzottak,
De nem vezettek sehová.
Hagyd, hogy most nyugodtan leüljek
Hogy csendem szívében a Te szavad halljam.
Ne fordítsd el arcodat lelkem sötét zugaitól,
Perzseld fel őket tüzed lángjaiban.
 
 

Brief der Einheit, Ostern 2019 
​Immer Söhne und Töchter
“Gott sandte den Geist seines Sohnes in unser Herz, den Geist, der ruft: Abba, Vater.”
(Gal 4, 6)
1.- SÖHNE UND TÖCHTER FÜR IMMER
Was würde uns die Existenz Gottes nützen, wenn er nicht Liebe wäre? Was würde es uns nützen, dass er unser Schöpfer ist, wenn er nicht gleichzeitig unser Vater wäre? Welcher Sinnlosigkeit entreiβt uns das Wissen darum, dass wir Söhne und Töchter sind und nicht nur göttliche Schöpfung? Ja, uns rettet das Zeichen des Sohnes. Wir sind Söhne und Töchter. Schöpfung in Kindschaft. Und von hier aus müssen wir unsere Existenz betrachten, denn dies ist die ursprüngliche, autentische Art unseres Seins in dieser Welt.
Die starke Beziehungskrise der Postmoderne kommt von weit her, sie reicht zurück bis in die Antike,  ist präsent im innersten Übel, an dem die Menschheit leidet: die Verschmähung jeglicher Vormundschaft, die Ablehnung von Göttern, wie auch von Vätern und Müttern, niemanden möchte sie über sich, niemanden vor sich. Das Töten Gottes, des wahrhaft Unschuldigen, ist keine Neuheit, es kommt von weit her. Was der Mensch ablehnt, und worin er in der Moderne gesellschaftlich bestärkt wird, ist seine Sohn- und Tochterschaft, sich nicht autonom fühlen. Er will wohl Erbe sein, aber ohne Ursprung, ohne Vater, er will sich das Erbe aneignen zum Eigennutz ohne unterwürfige Dankbarkeit, ohne jemandem etwas schuldig zu sein. Ein Erbe für sich selbst, und nur für sich, zur alleinigen Nutznieβung.
2.- IM SOHN. Alles wurde als Abbild des einzigen Sohnes geschaffen. Jedes Geschöpf, alle Zeit und jeder Raum, jeder groβe Gedanke, jeder Wille, jeder tiefe Ozean und seine Bewohner, alle Luft, die ganze Erde, kündet vom entscheidensten Ereignis der Weltgeschichte, der Menschwerdung (vgl. Joh 1, 1ff; 3, 16).
Christus ist der definitive Namenszug Gottes, nachdem er uns alles gegeben hat, sogar der Geist wurde mit demselben Geschenk des Sohnes gegeben, als er sich auf Ihm in Form einer Taube niederlieβ, um die Worte des Vaters zu bestätigen: “Dies ist mein geliebter Sohn, auf ihn sollt ihr hören” (vgl. Mt 3, 17; Lk 9, 35).
In Christus wurde die vollkommenste Unterschrift gezeichnet, die das Testament des Vaters schlieβt, die Gesamtheit alles Geschaffenen, aller Gaben, die der Mensch empfangen hat. In Ihm wird alles vereint. In seiner Menschwerdung, seinen Worten, seinen Gesten, seinem Leben. Seinem Blut, seinem Leib, seinem Geist. Es ist das Siegel und die Unterschrift des Blutes, das allem Sinn verleiht, weil Er das Logos ist, das entgültige Wort, die Gnade über alle Gnade. Er ist das letzte Wort des Erblassers, sein letzter und einzigster vollendeter Wille, seine bis ins Unendliche hingegebene Liebe.
Alles in Ihm und wir in Ihm, denn wir wurden gerufen, um “in Christus zu sein”, und wenn dem so ist, werden wir wie Er “geliebte Söhne und Töchter” sein. Um Söhne und Töchter zu sein, haben wir Ihn, und unsere Kindschaft hat in Ihm seine Form, sein Abbild. “Denke an Jesus Christus. Wenn wir mit Ihm gestorben sind, werden wir auch mit Ihm leben; wenn wir mit Ihm leiden, werden wir auch mit Ihm herrschen”, wird Paulus einem seiner Söhne, Timotheus, sagen (vgl. 2 Tim 2, 8.11-12).
Die Taufe ist der Moment, in dem unser Ich tief ins Wasser der Gnade Christi sinkt, wodurch wir zum Leben in Ihm wiedergeboren werden, zum neuen Leben, das uns geschenkt wird unter dem Zeichen der Vergebung, einer erneuten Gabe, die uns zu einer neuen Schöpfung macht. Christus und nur Christus “macht alles neu” (vgl. Offb 21, 5). Er macht das Geschöpf Mensch neu durch die Gabe der Kindschaft in Ihm.
Wer in Ihm neu geboren wurde, hat das Böse besiegt bis zu dem Punkt, dass er nicht mehr kollaborieren möchte und ihm unbeirrbar und entschlossen die Stirn bietet, mit einer friedlichen und leidenden, aktiven und sanftmütigen Gewalt.  Dies ist es, was das Geheimnis des Kreuzes beinhaltet: hier werden wir geboren, mit Ihm, mit dem Sohn, nachdem er den Tod getötet hat und mit ihm jegliche Aggressivität, jegliche Sünde gegen den Menschen und gegen Gott, den Egoismus, der sich selbst vor den anderen stellt, nachdem er jegliche Idolatrie und jeglichen Hedonismus, Skeptizismus und zerstörerischen Nihilismus getötet hat, jegliche Rachsucht und Selbstzufriedenheit. Mit Ihm bezwingen wir den Tod, denn Er ist es, der in uns jegliche Resistenzlosigkeit gegenüber dem Bösen zerstört. Dies bedeutet, Kind Gottes zu sein.
3. – Und auch Erben
“Bist du aber Sohn, dann auch Erbe Gottes” (Gal 4, 7). Das gröβte Geschenk, das wir von Gott Vater erhalten haben, ist der Sohn, sein Sohn, sein einziger Sohn, und in Ihm wurden wir zu Erben gemacht, in Ihm sind wir “Adoptivkinder”. Wir haben die Kindschaft geerbt. In Ihm wurden wir dazu befähigt, die Erbschaft zu empfangen und zu genieβen, sie fruchtbar zu machen und sie weiter zu verbreiten.
Die Auferstehung ist die Fülle dieses Erbes, sie ist erneut Zeichen der übermäβigen Liebe Gottes zu uns, denn es ist dieses Erbe der Kindschaft, das uns aus dem Staub heraushebt, aus dem Abfall, aus der Sünde und dem Bösen. Mit dieser in Christus empfangenen Erbschaft hat der Tod keine Macht mehr, dies ist die drängende Kraft des Glaubens mitten in unserer Welt: mitten im Nichts entsteht eine Schöpfung; mitten in der Nacht erscheint ein Licht; mitten im Schmerz keimt die Hoffnung; mitten in der Einsamkeit gibt es eine Liebe, die jede Nacktheit und jeden Verlust deckt.
Wir sind Erben und möchten die Gabe nicht verschleudern, indem wir unseren Stand als Söhne und Töchter zu der eines Dienstboten heruntersetzen, und auch nicht, indem wir sie auf Kosten des Vaters ausleben, als wären wir Waisen oder Einzelgänger, sondern als Söhne und Töchter, die das Fest der Danksagung feiern für so vieles, das sie in ihrem wahren groβen Bruder erhalten haben.
Lasst uns das Osterfest leben, lasst uns in die tiefen Wasser des Todes eintauchen und wieder aus ihnen hervorgehen als Auferstandene in Ihm, durch die unendliche Liebe unseres Vaters, durch die liebende Kraft des Geistes, durch die unzerstörbare Gemeinschaft mit unserem Bruder Jesus, dem Herrn.
In Gemeinschaft mit allen Söhnen und Töchtern Gottes wünschen wir Euch ein Frohes Osterfest im Sohn.
Comunidad de la Conversión
 


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