Pascua del Ágape
CARTA EN ESPAÑOL - SEGUIR LEYENDO...
PASCUA DEL ÁGAPE 2020 STABAT MATER Jn 19, 25 Carta de Comunión PASIÓN Y MUERTE DE NUESTRO MUNDO. ¿Cómo escribir una carta de Comunión de Pascua en este año 2020 obviando la pasión y muerte que atraviesan las naciones del uno al otro confín, en un escenario global, como muchas de las generaciones presentes jamás habíamos vivido? ¿Una pandemia que ha dejado las calles de nuestras ciudades desiertas; familias tocadas por el dolor de la pérdida de alguno de sus miembros; la población con nada, sitiada, por un enemigo, el mayor de todos, la muerte que ha creado huecos a lo largo, ancho y alto de nuestra geografía humana? Este triste acontecimiento nos ha recordado la herencia griega que ha marcado a la humanidad, la tragedia o drama humano por excelencia que es la mortalidad. Somos los “mortales”. Y, tal vez, nunca mejor que hoy nos viene bien recordarlo y moderar la vida o amoldarla a su real nitud. Pensamos poco en la caducidad porque nos duele y por ello emprendemos desesperadas e inútiles huidas de la muerte que hoy comprobamos que nunca son de nitivas o e caces. Hemos perdido las seguridades en las que nos apoyábamos, la ingenua con anza de que somos una civilización protegida, salvaguardada o, al menos, nos ha hecho salir del olvido de lo que somos o de ese ambiente de esta continua en el que nos gustaría vivir. Los días de “vino y rosas”, si los hubo, han pasado. EL CANTUS FIRMUS DE LA VIDA. “Tu Palabra, Señor, no muere. Nunca muere, porque es la Vida misma. Y la vida, Señor, no sólo vive; no sólo vive, la vida vivi ca”. La enfermedad, sobre todo, nos ha hecho jar la mirada en la vida. Antes que mortales somos “los que viven”, los vivientes, y, porque esto somos, morimos pero, lo primero es la Vida, ese don maravilloso que se inicia a través del amor de una pareja humana, en el seno de una madre, y que culmina en el nacimiento, hecho al que no hemos rendido tanta gratitud como se merece. Asistimos a la evidencia de que lo identitario de lo humano no es la muerte sino la vida. Por salvaguardar la vida, hemos acatado una norma desconocida: permanecer en nuestras casas, con toda la familia, o solos, absolutamente solos. Hemos acatado no poder pasear, visitar a personas queridas, enfermas o sanas... por miedo a la muerte ¡y por amor a nuestras vidas y las vidas de los que amamos y de nuestro pueblo y nuestra patria y la humanidad! ¡La vida, es la protagonista! Por salvar la vida, nunca hemos sido mejor custodiados por las fuerzas de orden público, a veces no presentes en la vida cotidiana como lo están en estos momentos. Por salvar la vida estamos asistiendo al despliegue sanitario que nunca habíamos imaginado porque, al menos, nuestra generación, no hemos vivido una guerra ni una amenaza tal de la salud. Improvisados macros hospitales porque los que teníamos, por grandes ciudades que nos parecieran, no pueden contener la ingente necesidad. Pero, ¡la vida, salvar las vidas de los hombres, mujeres y niños, los ha levantado en plazos supersónicos! Porque, si fuera la muerte ante quien nos rindiésemos pasivamente hubieran sido las morgues, pero han sido los hospitales, principal y primeramente! ¡Ha sido el personal sanitario –los que sanan- lo urgido y aplaudido! Me parece asistir a la sinfonía de la vida, del nacimiento y no de la muerte, de la gratitud porque alguien mira por nuestras ¡vidas! Y EL OSTINATO DEL AMOR. Solo hay una fuerza capaz de transformar la muerte en vida y es el Amor. Hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos y porque hemos sido amados primero y hemos conocido ese amor. Por eso, de esta situación se salva el amor de Dios por el hombre, expresado a través de muchos. Y el amor siempre abre caminos y yo veo tres que esta situación actual ha abierto de par en par y ha dejado ya transitables: - HACERSE PRESENTE. “Pero un samaritano que pasaba por allí, LO VIO” (Lc 10, 33). Lo que tiene más relieve en estos momentos es el hacerse presente, asumiendo la situación, es decir, ESTAR AHÍ, VER, SENTIRSE IMPLICADO en esta situación concreta, en este mundo, en esta Cruz de hoy, donde se nos pide estar, sin “bajarse” de ella: los que tengan que estar en primera línea, han de estar, y los que tengan que estar en sus casas con sus familias, han de estar. Estar ahí es ASUMIR, diciendo nuestro HEME AQUÍ, qué tengo que hacer como voluntad de Bien a favor de la vida, y hacerlo descartando toda huida, toda negligencia y toda indiferencia ante el dolor del otro porque es el STABAT que en esta Pascua estamos llamados a vivir los cristianos: como médicos y enfermeros, como enfermos y cuidadores, como padres de familia, como religiosos, como sacerdotes, como servicios sociales necesarios... Estar ahí, de pie, enfrentando el sufrimiento, como MARÍA, junto al Hijo que muere en cruz (Jn 19, 25). Esto signi ca que no podemos dejar pasar este HOY sin que deje huella, que no podemos eludir ni distraer, para entender y recibir el mundo que venga después de esta catástrofe, porque veremos grandes derrumbes y ruinas. El hombre es un superviviente no porque invente espacios de evasión, porque su inteligencia –y su miedo- sea capaz de burlar a la muerte, de anestesiar el sufrimiento o de encontrar salidas falsas, sino que es un superviviente porque prevé lo que viene, lo que nos espera y es capaz de prepararse para ello. Este tiempo nos ha de servir para preparar desde AHORA el futuro. ESTAR AHÍ, con lo que soy, el a la realidad que tengo delante, tan concreta y verdadera como soy yo misma, en el Cuerpo a Cuerpo con la vida que he de vivir y no con otra inventada, imaginada, es ESTAR DONDE ESTOY Y DEBO ESTAR. He orado, unida a mis hermanas de comunidad, por todas aquellas personas que no pueden asumir esta Hora de pasión, porque son enfermos mentales, porque sufren importantes adicciones, violencia familiar, maltrato, soledad, pobreza y miseria graves, a los que este con namiento empeorará sus vidas y, muchos, se romperán para siempre. ¿Será posible que para ellos no haya futuro? Eso será lo verdaderamente preocupante en esta hora. - SER COMPAÑÍA SANADORA. “Le curó las heridas con vino y agua...” (Lc 10, 34). Ese Heme aquí es la respuesta de Jesús al Padre y es nuestra respuesta como discípulos. ESTAR PRESENTE en esta situación, estemos donde estemos y sea cual sea nuestra responsabilidad civil y religiosa, ha hecho emerger UN ACOMPAÑAMIENTO que tiene como objetivo el cuidado del otro. Las iniciativas surgidas han sido múltiples: a nuestras comunidades nos han pedido acompañar, a través del teléfono y de internet, a personas en di cultad. Todos nos hemos hecho acompañantes o somos acompañados. Padres de familias con nadas que son los acompañantes de sus hijos en estos momentos en los que han de aprender una importante lección de vida. El buen samaritano hoy está encarnado en la sanidad pública y en tantos religiosos/as, sacerdotes y laicos que acompañan al que sufre, le vendan las heridas y le ponen techo en su vulnerabilidad. He aquí que una nueva misión se abre con más fuerza: hacernos presentes al dolor de tantos, acoger, acompañar, aliviar, consolar. Curar las heridas y vendarlas, cargar al hombre sobre nuestras propias vidas y llevarles a un lugar seguro, fuera de la inhóspita intemperie. Siempre me ha conmovido el prólogo de la Humanidad que podía comenzar con las palabras “En el principio era el pie”, este gesto singular que rompía la horizontalidad animal. Estoy convencida de que la civilización surge cuando hacemos del hostes, del enemigo, un huésped, hospites; pero lo que crea una ruptura de nivel es cuando un hombre cura a otro, le cuida, le saca de la muerte haciéndose compañía en la fatiga del vivir cotidiano. - SER MORADA Y CUSTODIAR. “Y lo llevó a una posada” (Lc 10, 34) Acoger lo humano es una tarea de maternidad donde una alteridad es con ada a otra, el más indefenso es con ado a quien puede sostenerle, cuidarle. Se nos con arán la vida de muchas personas a las que debamos custodiar responsabilizándonos de ellas. Nunca será más necesario el hospedaje del otro, misión que Jesús ha encargado al mismo ser humano y que tendrá como icono de referencia a la mujer, a la maternidad, al cuerpo como continente de otro, como casa de acogida, como nido donde vivir y crecer, como MORADA. La espiritualidad de la acogida y la custodia es encarnatoria y en María queda grabada la imagen más perfecta como cuenco de receptividad absoluta, pero, sobre todo, es fruto de la Resurrección, fruto de la Pascua. “Mujer, ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 26). Esta será la misión principal de la Iglesia, SER, COMO MARÍA, LA MORADA DE DIOS ENTRE LOS HOMBRES. La Iglesia, lugar femenino de acogida, ha de ser en estos tiempos nuevos un lugar de referencia, de apertura, de visión de futuro, de pilar fuerte en el presente, de comunión y de paz. Un lugar de PRESENCIA DEL DIOS VIVO, QUE DA VIDA Y VIDA ABUNDANTE. Es un reto para nuestra Iglesia que requerirá la mano rme y el corazón ardiente y manso de los pastores, sus cuidados y sus acompañamientos, la voz profética de los que ven incluso con los ojos cerrados y en el silencio, la humildad de la consagración y su entrega incondicional, la fecundidad de los esposos abiertos a la vida y a la vida abundante y eterna, la fuerza de una juventud capaz de reconocer en Jesús y su Evangelio el sentido más pleno de su existencia, la vida larga y sabia, dependiente y agradecida de muchos, una atención a las múltiples pobrezas y desesperanzas de hoy, la capacidad de diálogo en contextos nuevos y lenguajes nuevos, de santidad frente a los poderes del mundo que han dejado en evidencia su ine cacia y su adolescente con anza. El mundo se va a cerrar más protegiéndose a los diversos e inesperados ataques y la Iglesia ha de tener un movimiento a la inversa, abriéndose en transparencia y sinceridad, sin temor a ser agredida. La Iglesia, morada de un nuevo mundo, esperamos tus gestos y tus palabras. Todos estamos en esta vasta Plaza, corazón de la Humanidad, vinculados a Él gracias a Ti, Esposa el, amante y fecunda, somos ¡un Cuerpo Vivo que quiere vivir al aire del Espíritu! Y servir con Jesús a nuestros hermanos, los hombres de todos los países, lenguas y naciones. Llegarán los DÍAS DEL CANTO NUEVO y a una sola voz cantaremos ¡ALELUYA! porque el Señor ha resucitado y la vida ha triunfado de la muerte y la Vida Nueva no tendrá n. Con un solo corazón y una sola alma. M. Prado Presidenta Federal 2020 AZ AGAPÉ HÚSVÉTJA
|
Descargar Carta en PDF: |
|
Los comentarios están cerrados.