Carta de Comunión I Pascua de la Natividad del Señor, 2023ESPAÑOL
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“Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE”
Lc 1, 42 CARTA DE COMUNIÓN | PASCUA DE NAVIDAD, 2023-2024 LAS ENTRAÑAS DE MARÍA Dios, en las entrañas de una madre. “Concebirás en el seno y darás a luz un hijo” (Lc 1, 31). El que es “superior summo meo” (S. Agustín, Confesiones III, 6, 11), que todo lo trasciende y es superior a todo lo creado, se hace “intimior intimo meo” (Ibidem). Ha tomado de lo nuestro todo, hasta una madre, para ser hijo y así mostrarse al mundo y salvarlo en su propia condición filial. El Dios de los cielos habitando una entraña materna. Esa ha sido también nuestra propia historia, de las entrañas de una mujer venimos (Cf. Sal 86,7), también Jesús. Habitar en las entrañas de María significó “entrar muy adentro” (interus), en el más adentro (interior) de la mujer, en lo más íntimo (intimus), allí de donde se sale para no volver porque el vientre materno, el seno, las entrañas, son la morada de lo más pequeño que en ellas y solo en ellas puede crecer, ser alimentado, custodiado, guardado… “Tú formaste mis entrañas; me has tejido en el seno de mi madre” (Sal 139, 13-16). El símbolo perfecto de lo humano es la maternidad, y su icono es María, como cuenco que recibe y hospeda al Hijo con una receptividad absoluta y una responsabilidad total por el Hijo y por todos los hijos (“Mujer, ahí tienes a tu hijo” Jn 19, 26). Ella visibiliza que lo humano es materno, y que ser humano es vivir con entrañas de madre. Dios se hace pequeño, muy pequeño, en la Encarnación; anida en una matriz pequeña, muy pequeña, la de una joven virgen que no ha parido nunca. Y allí, este “mínimo” Dios, aún invisible, se encarna en este mundo, ya embarazado de Dios como María, en María, por María. LAS ENTRAÑAS DE LA MEMORIA “María guardaba todas estas cosas en el corazón” (Lc 2, 19) Oí contar a mi madre muchas veces cómo había sido el nacimiento de mi hermano, de mi hermana, el mío propio. Lo contaba con emoción y ternura, tal y como ese momento preciso había quedado en su memoria. Y era tan real el relato que me parecía haber estado yo misma presente en mi propio nacimiento. ¡La memoria de las madres, de las que han parido y no pueden olvidar el parto! “María guardaba todas estas cosas en su corazón”. Las palabras de Lucas advierten de la apertura de ese otro espacio interior tan vasto y propio, en el que se va depositando lo que se vive, en el que se sedimenta una existencia que tiene mucho que proteger, guardar, recoger, para encontrar un sentido o para no ignorar y olvidar lo vivido. Son las entrañas de la memoria, el corazón, al que se vuelve re-cordando para ir comprendiendo o saboreando la vida. Guardar en el corazón nos hace imaginar a María volviendo muchas veces a esas entrañas para no olvidar, ni ignorar, ni abandonar el don recibido. Recordar para comprender los signos (symballein), ir uniéndolos y rellenando vacíos de comprensión que los aconteceres dejan, escuchar los interrogantes sin respuestas, asumir las lagunas disecadas por el tiempo. Volverá una y otra vez a recordar cómo fue que la Luz le atravesó toda entera y la dejó grávida de Amor por el Hijo, cómo fue que la Voz de lo alto le reveló la identidad de ese Hijo, cómo fue... Guardaría todos los momentos con el estupor por la desconocida plenitud de gracia, de gozo y de paz; con temblor y temor también, como criatura a la que le sobrepasa el acontecimiento; con el silencio que brota del milagro, de lo inexplicable, del abismo a los pies, de la montaña enfrente, del horizonte del mar sin orillas, de la brisa nocturna confundida con el batir de alas… Y qué es recordar sino ralentizar la vida para retenerla y que no se nos escape de las manos, porque la memoria nos permite salir del vértigo de la aceleración que consume el tiempo, los espacios, las relaciones y la vida sin vivirlos plenamente, para reposar en las experiencias habidas y esperar pacientemente a que brote la sabiduría necesaria en el camino… María le contaría a Jesús muchas veces cómo sucedió y dónde y qué vino a ocurrir después, cuando le vio tan pequeño, en una cuna improvisada, allá en Belén. ¿Cómo poder explicar lo inexplicable? ¿Cómo puede contener una gota de rocío un mar sin orillas? Recordar es, pues, entrar en esta segunda entraña de la memoria para revivir, buscar más allá, al fondo, el plan del Padre sobre este Hijo suyo y de José, al que, tal vez, solo debían acoger, amar, enseñar, cuidar… y dejar marchar a las cosas del Padre (Cf. Lc 2, 49). ENTRAÑAR LA VIDA Que seamos la entraña en la que Dios ha hecho morada es un inexplicable misterio, aunque cierto: el mundo está “embarazado” de Dios. Dios está aquí pero, no solo envolviéndolo todo, sino habitándolo, porque en la entraña de lo Creado Él ha puesto su morada. A la vez sentimos la Voz profunda y también cierta de que toda la creación habitamos en Él porque “en Él somos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28). En Él radica la misma posibilidad de existir, de ser, de habitar, de Vida y Vida abundante. Somos porque somos en Él. Vivimos en una mutua inhabitación, vivimos en una entrañación mutua. María nos enseña a “entrañar la vida” aprendiendo a guardarla en el corazón y a dejar que el Señor vaya depositando en nosotros sus Palabras, sus Signos, su Presencia, su Amor… Entrañar la vida para que no pase, fugitiva, sin dejar rastro y solo deje sinsentido, confusión o vacío… Vivir como quiso comenzar a vivir Él, desde dentro, entrando en las entrañas de la Virgen, abrazando la vida que le fue dada por el Padre, asumiendo el coste de vivir y de dar la vida en rescate de todos. Entrañar la vida, como María, es hacer la existencia entrañable, la propia y la ajena, y tener entrañas de misericordia (hesed, rahamim), de compasión y de ternura (Sal 107, 1; Hch 17, 28ss). Unas entrañas dilatadas por la caridad (Cf. S. Agustín, Sermo 350, 2-3), por la memoria, que no deja que el olvido se adueñe de nuestra humanidad porque tenemos mucho bueno que recordar, y por la interioridad, creciendo por dentro y hacia dentro para que de allí brote una fuente de vida para el mundo (Cf. Sal 87, 7). Os invito a hacer memoria agradecida alabando al Señor por todo lo que nos ha sido entregado por pura Gracia suya; adorémosle, porque quiso nacer entre nosotros para salvarnos y darnos la Vida. A Él la gloria y la alabanza, a Jesús, el Hijo de Dios y de María. En medio de un mundo en guerra, en conflictos continuos, Él viene de nuevo y su venida detiene la temida deriva hacia la destrucción y el caos, haciendo de este mundo un lugar entrañable en el que se cumple la profecía añorada (Cf. Is 11, 6-7; 2, 2-5). Feliz y entrañable Navidad 2023 y buen nacimiento del Año Nuevo 2024, año en el que iniciaremos nuestra Celebración Jubilar, los 25 años de camino desde el inicio de nuestra comunidad. M. Prado Presidenta Federal Federación Conversión de S. Agustín ITALIANO
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“E BENEDETTO IL FRUTTO DEL TUO GREMBO” Lc 1, 42 LETTERA DI COMUNIONE | NATALE, 2023-2024 LE VISCERE MATERNE DI MARIA Dio, nel grembo di una madre. “Concepirai nel seno e partorirai un figlio” (Lc 1,31). Colui che è "superior summo meo" (S. Agostino, Confessioni, III, 6, 11), che trascende tutto ed è superiore a tutte le cose create, diventa “intimior intimo meo” (Ibidem). Ha preso tutto ciò che è nostro, anche una madre, per diventare figlio e così mostrarsi al mondo e salvarlo, nella sua stessa condizione filiale. Il Dio del cielo abita il grembo di una madre. Questa è stata anche la nostra storia, veniamo dal grembo di una donna (Cf. Sal. 86 -87-,7), come Gesù. Abitare nel grembo di Maria significava "entrare nel profondo" (interius), nell'intimo (Interior) della donna, nel più intimo (intimum), lì da dove si esce per non tornare più perché il grembo materno, il seno, il ventre, sono la dimora dell’essere più piccolo che in esso e solo in esso può crescere, essere nutrito, curato, custodito...: “Tu hai creato le mie viscere, mi hai tessuto nel grembo di mia madre” (Sal 139, 13-16). Il simbolo perfetto di ciò che è umano è la maternità e la sua icona è Maria, come luogo che accoglie e ripara il Figlio, con una ricettività assoluta e una responsabilità totale per il Figlio e per tutti i figli ("Donna, ecco tuo figlio", Gv 19,26). Lei dimostra che ciò che è umano è materno e che essere umani è vivere con un cuore di madre. Dio si fa piccolo, molto piccolo, nell'Incarnazione, annidandosi in un piccolo, piccolissimo grembo, quello di una giovane vergine che non ha mai partorito. E lì, questo Dio "minimo", ancora invisibile, si incarna in questo mondo, già gravido di Dio come Maria, in Maria, attraverso Maria. LE VISCERE DELLA MEMORIA. "Maria custodiva tutte queste cose nel suo cuore" (Lc 2, 19). Ho sentito mia madre raccontare molte volte come ha vissuto la nascita di mio fratello, di mia sorella e la mia. Raccontava con emozione e tenerezza come quel preciso momento era rimasto nella sua memoria. E il racconto era così reale che mi sembrava di essere stata presente alla mia stessa nascita. La memoria delle madri, di coloro che hanno partorito e non possono dimenticare la nascita! "Maria custodiva tutte queste cose nel suo cuore". Le parole di Luca ci avvertono dell'apertura di quell'altro spazio interiore, così vasto e così nostro, in cui si deposita il vissuto, in cui si sedimenta un'esistenza e che ha molto da proteggere, da custodire, da raccogliere per trovare un senso o per non ignorare o dimenticare ciò che si è vissuto. Sono il grembo e le viscere della memoria, il cuore, a cui torniamo, ri-cordando per capire o assaporare la vita. Custodire nel cuore ci fa immaginare Maria che torna molte volte a queste viscere per non dimenticare, ignorare o abbandonare il dono ricevuto. Ricordare per comprendere i segni (symballein), cercando di unirli e di riempire i vuoti di comprensione che gli eventi lasciano, di ascoltare le domande senza risposta, di assumere le lacune disseccate dal tempo. Maria ricorderà continuamente come era accaduto che la Luce la trafiggesse tutta e la lasciasse gravida d'Amore per il Figlio, come era accaduto che la Voce dall'alto le rivelasse l'identità di quel Figlio... Avrà conservato tutti i momenti con lo stupore per la pienezza sconosciuta della grazia, della gioia e della pace; anche col tremore e la paura proprie di una creatura sopraffatta dall'evento; col silenzio che nasce dal miracolo, dall'inspiegabile, dall'abisso che s’apriva ai suoi piedi, dalla montagna di fronte, dall'orizzonte del mare senza sponde, dalla brezza notturna confusa con il battito delle ali... E cos'è il ricordare se non un rallentare la vita per trattenerla, perché non ci scivoli tra le dita, perché la memoria ci permetta di sfuggire alla vertigine dell'accelerazione che consuma il tempo, gli spazi, le relazioni, la vita, senza permetterci di viverli appieno, di riposare nelle esperienze fatte e aspettare pazientemente che la saggezza necessaria emerga lungo il cammino... Maria racconterà molte volte a Gesù come era successo e dove e cosa era avvenuto dopo, quando lo aveva visto così piccolo, in una culla improvvisata lì a Betlemme. Come poter spiegare l'inspiegabile? Come può una goccia di rugiada contenere un mare senza sponde? Ricordare è, allora, entrare in questo secondo grembo della memoria per rivivere, cercare nel profondo il progetto del Padre su questo Figlio di Maria e di Giuseppe che forse dovevano solo accogliere, amare, insegnare, curare... e lasciarlo andare alle cose del Padre (Cf. Lc 2, 49). ACCOGLIERE LA VITA NEL GREMBO. Che noi siamo il grembo in cui Dio ha fatto la sua dimora è un mistero inspiegabile, anche se è vero: il mondo è "gravido" di Dio. Dio è qui, e non solo avvolge tutto, ma lo abita, perché nel grembo della creazione ha fatto la sua dimora. Allo stesso tempo, sentiamo la voce profonda ed anche certa che tutto quello che ha creato abita in Lui, perché "in Lui siamo, ci muoviamo ed esistiamo" (At 17,28). In Lui v'è l'origine della possibilità stessa di esistere, di essere, di abitare, di Vita e di Vita in abbondanza. Siamo perché siamo in Lui. Viviamo in una reciproca inabitazione, viviamo in un reciproco portarci in grembo. Maria ci insegna a “portare la vita in grembo”, imparando a custodirla nel cuore e a permettere al Signore di depositare in noi le sue Parole, i suoi Segni, la sua Presenza, il suo Amore... Portare la vita in grembo perché non passi via, fuggitiva, senza lasciare traccia e lasciando solo l'insensatezza, la confusione o il vuoto... A vivere come Lui ha voluto, iniziare a vivere dal di dentro, entrando nel grembo della Vergine, abbracciando la vita che gli è stata donata dal Padre, assumendo il prezzo del vivere e offrendo la vita in riscatto per tutti. Portare la vita in grembo, come Maria, significa renderla un'esistenza abbracciata, custodita, la propria e quella degli altri, e avere “le viscere della misericordia” (hesed, rahamim), della compassione e della tenerezza (Salmo 107, 1; Atti 17, 28ss), ampliate dalla carità (Sant'Agostino, Serm 350, 2-3), significa custodire la memoria, che non permette alla dimenticanza di impossessarsi della nostra umanità perché abbiamo tanto bene da ricordare, e l'interiorità, crescendo all'interno e verso l'interno perché da lì scaturisca una fonte di vita per il mondo (Cf. Sal 87, 7). Vi invito a ricordare con gratitudine, lodando il Signore per tutto ciò che ci è stato donato per pura grazia sua, adoriamolo, perché ha voluto nascere in mezzo a noi per salvarci e darci la Vita. A Lui sia la gloria e la lode, a Gesù, il Figlio di Dio e di Maria. In mezzo a un mondo in guerra, in continuo conflitto, Egli viene di nuovo e la sua venuta arresta la temuta deriva verso la distruzione e il caos, facendo di questo mondo un luogo accogliente in cui si compie l'attesa profezia (Cf. Is 11, 6-7; 2, 2-5). Buon Natale di tenerezza 2023 e buona nascita dell’anno nuovo 2024, anno in cui inizieremo la celebrazione del nostro Giubileo comunitario, i 25 anni del nostro cammino. M. Prado Preside federale Federazione della Conversione di Sant'Agostino ALEMÁN
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"UND GESEGNET IST DIE FRUCHT DEINES LEIBES "
LK 1, 42 WEIHNACHTEN 2023/2024 DER SCHOΒ MARIAS Gott, im Schoß einer Mutter. "Du wirst in schwanger werden und einen Sohn gebären" (Lk 1,31). Er, der "superior summo meo" (Hl. Augustinus, Bekenntnisse, III, 6, 11), der alles übersteigt und über allem Geschaffenen steht, wird "intimior intimo meo" (ibidem). Er hat alles unsrige übernommen, sogar eine Mutter, um Sohn zu werden und sich so der Welt zu zeigen und diese in ihrem eigenen Kind-sein zu retten. Der Gott des Himmels bewohnt den Schoß einer Mutter. Das ist auch unsere eigene Geschichte, auch wir sind aus dem Schoß einer Frau hervorgegangen (Ps. 86, 7), wie Jesus. Im Schoß Marias zu wohnen bedeutet, "tief in das Innere" (interus), in das Innerste (Interior) der Frau, in das Intimste (Intimus) einzutreten, an den Ort, von dem man ausgeht, um nie wieder zurückzukehren, denn der Mutterleib, der Schoß, ist die Behausung des Kleinsten, das in ihm und nur in ihm wachsen kann, genährt werden, behütet und bewahrt... " Du hast mich mit meinem Innersten geschaffen, im Leib meiner Mutter hast du mich gebildet. " (Psalm 139, 13-16). Die Mutterschaft symbolisiert am umfassendsten, was Menschsein bedeutet, und seine vollkommenste Verkörperung findet sie in Maria. Sie ist ein Gefäβ, das den Sohn empfängt und beherbergt, mit absoluter Aufnahmebereitschaft, und gleichzeitig voller Verantwortungsübernahme für den Sohn und für alle Kinder ("Frau, siehe, dein Sohn", Joh 19,26). Sie zeigt uns, dass Mensch-sein Mutter-sein bedeutet und dass wir Mensch sind, wenn wir mit dem “Schoβ” einer Mutter leben. In der Menschwerdung wird Gott klein, sehr klein, und nistet sich in einer kleinen, sehr kleinen Gebärmutter ein, der eines Mädchens, einer Jungfrau, die noch nie ein Kind geboren hat. Und dort nimmt dieser "klitzekleine" Gott, noch unsichtbar, Fleisch an in dieser Welt, die bereits mit Gott schwanger ist wie Maria, in Maria, durch Maria. DER SCHOSS DER EINNERUNG. “Maria bewahrte all dies in ihrem Herzen" (Lk 2, 19). Ich habe meine Mutter oft von der Geburt meines Bruders, meiner Schwester und meiner eigenen erzählen hören. Sie erzählte sehr bewegt und zärtlich davon, so wie dieser Moment in ihrer Erinnerung geblieben war. Und die Erzählung war so real, dass es mir vorkam, als hätte ich meiner eigenen Geburt beigewohnt. Die Erinnerung der Mütter, die entbunden haben und den Moment der Geburt nicht vergessen können! "Maria bewahrte all dies in ihrem Herzen". Die Worte von Lukas weisen uns auf die Öffnung dieses anderen inneren Raumes hin, der so groß und so sehr uns eigen ist, in dem das Gelebte aufgefangen wird, in dem sich eine Existenz sammelt und in dem es viel zu schützen, zu bewahren, zu ordnen gibt, um einen Sinn auszumachen bzw. das Gelebte bewusst wahrzunehmen und nicht in Vergessenheit geraten zu lassen. Sie sind der Schoß des Gedächtnisses, das Herz, in die wir zurückkehren, indem wir uns wieder erinnern, um das Leben zu verstehen und es auszukosten. Wenn wir die Dinge im Herzen bewahren, können wir uns vorstellen, wie Maria immer wieder in ihr Innerstes zurückkehrt, um das empfangene Geschenk nicht zu vergessen, im Unbewussten zu verlieren oder zurückzulassen. Sich erinnern, um die Zeichen (Symballein) zu verstehen, sie zusammenzufügen und die Verständnislücken aufzufüllen, die die Ereignisse hinterlassen, den unbeantworteten Fragen zu lauschen, die von der Zeit ausgetrockneten Lagunen akzeptieren. Sicher kehrte sie in der Erinnerung immer wieder zurück zu dem Moment, als das Licht sie ganz durchflutete und sie mit Liebe zum Sohn schwanger machte, wie es war, als die Stimme von oben ihr die Identität dieses Sohnes offenbarte, wie es war.... Sicher hielt siestaunend alle Augenblicke der unfassbaren Fülle der Gnade, der Freude und des Friedens fest; Momente auch des Zitterns und der Furcht, wie ein Geschöpf, das von dem Ereignis überwältigt ist; der Stille, die dem Wunder entspringt, dem Unerklärlichen, dem Abgrund vor ihren Füßen, dem Berg vor ihr, dem Horizont des Meeres ohne Ufer, der nächtlichen Brise, die sich mit dem Flügelschlag vermischt... Und was ist das Erinnern anderes, als das Leben zu verlangsamen, um es festzuhalten, damit es uns nicht durch die Finger gleitet, denn das Erinnern erlaubt uns, dem Schwindel der Beschleunigung zu entkommen, der die Zeit, die Räume, die Beziehungen, das Leben verschlingt, ohne sie voll zu leben, um in den Erfahrungen zu ruhen, die wir gemacht haben, und geduldig darauf zu warten, dass uns die notwendige Weisheit auf dem Weg geschenkt wird ... Sicher hat Maria Jesus oftmals davon erzählt, wie es vor sich ging und wo und was danach geschah, als sie ihn so klein in einer behelfsmäßigen Wiege in Bethlehem sah. Wie kann man das Unerklärliche erklären? Wie kann ein Tautropfen ein Meer ohne Ufer fassen? Sich erinnern bedeutet also, in diesen zweiten Schoβ der Erinnerung vorzudringen, um in der Tiefe den Willen des Vaters für ihren und Josefs Sohn zu suchen, den sie vielleicht nur aufzunehmen sollen, ihn lieben, lehren, umsorgen ... und den Dingen des Vaters überlassen (Lk 2,49). MIT MÜTTERLICHEM SCHOSS LEBEN. Dass wir der Leib, der Schoβ sind, in denen Gott seine Wohnung genommen hat, ist ein unerklärliches Geheimnis, obwohl es wahr ist: die Welt ist "schwanger" mit Gott. Gott ist da, aber nicht nur alles umhüllend, sondern auch bewohnend, denn im Schoß der Schöpfung hat er sich niedergelassen. Gleichzeitig vernehmen wir die tiefe und zugleich sichere Stimme, dass die ganze Schöpfung in ihm wohnt, denn "in ihm leben wir, in ihm bewegen wir uns und sind wir" (Apg 17,28). In Ihm liegt die Möglichkeit zu existieren, zu sein, zu wohnen, zu leben und Leben in Fülle zu haben. Wir sind, weil wir in Ihm sind. Wir leben in einem gegenseitigen Inhabitation, wir leben in einem gegenseitigen Innewohnen. Maria lehrt uns, "das Leben vollkommen in sich aufzunehmen", indem wir lernen, es in unserem Herzen zu bewahren und dem Herrn zu erlauben, seine Worte, seine Zeichen, seine Gegenwart, seine Liebe in uns zu legen... Das Leben umarmen, damit es nicht vergeht, verfliegt, ohne Spuren zu hinterlassen und wir uns nur inmitten von Sinnlosigkeit, Verwirrung und Leere wiederfinden... So leben, wie Er zu leben beginnen wollte, von innen heraus, indem Er in den Schoß der Jungfrau eintrat, das Leben umarmte, das Ihm vom Vater gegeben wurde, und den Preis des Lebens und der Hingabe des Lebens als Lösegeld für alle auf sich nahm. Das Leben annehmen wie Maria, bedeutet, es in eine vollkommen zu eigen gemachte Existenz zu wandeln, die eigene und die der anderen, mit einem Herzen voller Barmherzigkeit (hesed, rahamim), voller Mitgefühls und Zärtlichkeit (Psalm 107, 1; Apg 17, 28ff), weit gemacht durch die Nächstenliebe (Hl. Augustinus, Serm. 350, 2-3), das Gedächtnis, das nicht zulässt, dass das Vergessen von unserem Menschsein Besitz ergreift, weil wir so viel Gutes zu erinnern haben, und die Innerlichkeit, die in uns und nach innen wächst, damit aus ihr eine Quelle des Lebens für die Welt entspringt (Psalm 87, 7). Ich lade euch ein, euch mit Dankbarkeit zu erinnern und den Herrn für alles zu preisen, was uns durch seine Gnade geschenkt wurde, lasst uns ihn anbeten, denn er wollte unter uns geboren werden, um uns zu retten und uns das Leben zu schenken. Ihm sei Ehre und Preis, Jesus, dem Sohn Gottes und Marias. Mitten in einer Welt, die sich im Krieg befindet, in einem ständigen Konflikt, kommt Er wieder und Sein Kommen stoppt das gefürchtete Abdriften in die Zerstörung und das Chaos und macht diese Welt zu einem liebenswerten Ort, an dem sich die ersehnte Prophezeiung erfüllt (Jes 11, 6-7; 2, 2-5). Frohe Weihnachten 2023 und einen guten Start ins neue Jahr 2024, das Jahr, in dem wir unser 25-jähriges Bestehen feiern werden. M. Prado Präsidentin Föderation der Bekehrung des Hl. Augustinus HÚNGARO
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“ÁLDOTT A TE MÉHEDNEK GYÜMÖLCSE”
Lk 1, 42 MÁRIA MÉHÉBEN Isten, egy anya méhében. "Méhedben fogansz és fiút szülsz" (Lk 1, 31). Ő, aki "superior summo meo" (Szent Ágoston, Vallomások III, 6, 11), aki mindent meghalad és minden teremtmény fölött áll, "intimior intimo meo" (Ibidem)- vá lesz. Mindent átvett tőlünk, még az anyát is, hogy fiúvá legyen, és így mutassa meg magát a világnak, a maga gyermeki valójában váltsa meg. A mennyei Fiú Isten anyaméhben lakozik. Ez a mi történetünk is, egy asszony méhéből származunk (vö. Zsolt 86,7), amint Jézus is. Mária méhében lakni azt jelenti, hogy "mélyen bent" (interus), az asszony legbelső (interior) részében, a legintimebben (intimus), ahonnan ha az ember elmegy, soha többé nem tér vissza. Az anyai méh, az anyaméh, a méh, a legapróbb sejt lakhelye, amely bennük és csak bennük tud növekedni, táplálkozni, őrződni, megmaradni... "Te formáltad méhemet, te szőttél engem anyám méhében" (Zsolt 139,13-16). Az emberség tökéletes szimbóluma az anyaság, és ennek ikonja Mária, mint a Fiút befogadó és elfogadó edény, amely abszolút befogadókészséggel és teljes felelősséggel viseltetik a Fiú és minden gyermek iránt ("Asszony, íme a te fiad" Jn 19,26). Ő teszi világossá, hogy ami emberi, az anyai, és hogy embernek lenni annyi, mint anyaméhben élni. Isten kicsivé, nagyon kicsivé válik a megtestesülésben; egy kicsi, nagyon kicsi méhben fészkel, egy fiatal szűz méhében, aki még soha nem szült. És ott, ez a "minimális", még láthatatlan Isten megtestesül ebben a világban, amely már terhes Istennel, mint Mária, Máriában, Mária által. “Mária mindezt a szívében őrizte " (Lk 2, 19). Édesanyámat sokszor hallottam mesélni a bátyám, a nővérem és az én születésemről. Meghatódva és gyengéden mesélte el, ahogyan az a pontos pillanat megmaradt az emlékezetében. És a történet annyira valóságos volt, hogy nekem úgy tűnt, mintha jelen lettem volna a saját születésemnél. Az anyák emlékezete, azoké, akik szültek, és nem tudják elfelejteni a szülést! "Mária mindezt a szívében őrizte ". Lukács szavai arra figyelmeztetnek, hogy megnyílik ez a másik belső tér, amely olyan hatalmas és annyira a sajátunk; amelyben lerakódik mindaz, amit megéltünk. Táptalaja ez a létnek, amelynek sok élményt kell őriznie, védenie; összegyűjteni, értelmet találni, és nem figyelmen kívül hagyni, elfelejteni azt, amit megélt. Ezek az emlékezet bugyrai, a szív, ahová visszatérünk, visszaemlékszünk, hogy megértsük vagy ízlelgessük az életet. A szívben őrzés arra késztet, hogy elképzeljük Máriát, amint sokszor visszatér ezekbe a bugyrokba, hogy el ne felejtse, figyelmen kívül ne hagyja, vagy el ne veszítse a kapott ajándékot. Emlékezni, hogy megértsük a jeleket (symballein), összekapcsoljuk őket, és kitöltsük az események által hagyott réseket, hogy meghalljuk a megválaszolatlan kérdéseket, hogy elfogadjuk, ami az idő során kiszikkadt. [Mária] Újra és újra visszagondol, hogy emlékezzen arra, hogyan történt, hogy a Fény egészben áthatolt rajta, és terhes lett a Fiú iránti Szeretettel; hogyan történt, hogy a fentről jövő Hang kinyilatkoztatta neki e Fiú létét, hogyan történt... Bizonyára minden pillanatot megőrzött; a kegyelem, az öröm és a béke ismeretlen teljessége feletti ámulattal, remegéssel és félelemmel. Mint teremtmény, akit meghaladnak az események; a csodából, a megmagyarázhatatlanból fakadó csend; a lábunk előtt tátongó mélység, az előttünk meredő hegy, a part nélküli tenger horizontja láttán, a szárnycsapkodással összezavart éjszakai szellő hallatán... És mi az emlékezés, ha nem az, hogy lelassítjuk az életet, azért hogy megtartsuk, hogy ne csússzon ki az ujjaink közül . Az emlékezés lehetővé teszi, hogy megmeneküljünk a gyorsulás szédületétől, amely felemészti az időt, a tereket, a kapcsolatokat és az életet anélkül, hogy teljességben megélnénk őket; hogy megpihenjünk a megélt élményekben, és türelmesen várjuk, hogy útközben előkerüljön a szükséges bölcsesség... Mária bizonyára sokszor elmondta Jézusnak, hogyan történt, hol és mi történt azután hogy olyan kicsinek látta őt egy rögtönzött bölcsőben, ott Betlehemben. De hogyan magyarázhatjuk meg a megmagyarázhatatlant, hogyan foglalhatja magába egy harmatcsepp a part nélküli tengert? Emlékezni tehát azt jelenti, hogy belépünk az emlékek ezen második bugyrába, hogy újra átéljük az élményeket. A mélyben, a mélységben keressük az Atya tervét az ő és József Fiával, akit talán csak befogadniuk, szeretniük, tanítaniuk, gondozniuk kellett... és hagyni, hogy az Atya dolgaiban legyen (vö. Lk 2, 49). BENSŐSÉGESEN ÉLNI Az, hogy mi vagyunk a benső, amelyben Isten lakást készített magának, megmagyarázhatatlan titok, bár igaz: a világ "terhes" Istennel. Isten itt van, de nem csak körülölel mindent, hanem itt is lakozik, mert a teremtés zsigereiben alakította ki lakhelyét. Ugyanakkor érezzük azt a mélységes és egyben erős Hangot, hogy az egész teremtés Őbenne lakik, mert "Őbenne vagyunk, mozgunk és létezünk" (ApCsel 17,28). Benne rejlik maga a létezés, a lét, az Élet és a bőséges Élet lehetősége. Azért vagyunk, mert Őbenne vagyunk. Kölcsönösen egymásban élünk, kölcsönös bensőségben élünk. Mária megtanít bennünket arra, hogyan éljük “bensőségesen” az életet, hogyan őrizzük a szívünkben és engedjük, hogy az Úr letétbe helyezze bennünk Szavait, Jeleit, Jelenlétét, Szeretetét... Éljünk bensőséges életet, hogy ne múljon el nyom nélkül, tűnékenyen, csak értelmetlenséget, zűrzavart vagy ürességet hagyva maga után... Éljünk úgy, ahogy Ő akarta kezdeni az életet: belül, belépve a Szűz méhébe, átölelve az életet, amelyet az Atya adott neki, vállalva az élet árát, és váltságdíjként adva az életét mindenkiért. Máriához hasonlóan elfogadni az életet azt jelenti, hogy szerethetővé tesszük saját és mások létét, és hogy szívünkben irgalom (heszed, rahamim), könyörület és gyengédség lakozik (Zsolt 107,1; ApCsel 17,28ff). Kitágul a benső (vö. Szent Ágoston, Sermo 350, 2-3) a szeretet által, az emlékezés által, amely nem engedi, hogy a feledés birtokba vegye emberségünket, mert annyi jóra kell emlékeznünk, és a bensőségesség által, amely belül és befelé növekszik, hogy onnan az élet forrása fakadjon a világ számára (vö. Zsolt 87, 7). Hálás emlékezésre hívlak benneteket, dicsőítve az Urat mindazért, amit tiszta kegyelméből kaptunk; imádjuk őt, mert azért akart megszületni közöttünk, hogy megmentsen minket és életet adjon nekünk. Dicsőség és dicséret Neki, Jézusnak, Isten és Mária Fiának. Egy háborúban, folyamatos konfliktusban lévő világ közepette Ő újra eljön, és eljövetele megállítja a félelmetes sodródást a pusztulás és a káosz felé, és szerethetővé teszi ezt a világot, ahol beteljesedik a vágyott prófécia (vö. Iz 11,6-7; 2,2-5). Boldog 2023-as karácsonyt és boldog 2024-es újévet, amelyben megkezdjük jubileumi ünnepségünket, közösségünk indulásának 25. évfordulóját. M. Prado Presidenta Federal Federación de la Conversión de San Agustín Los comentarios están cerrados.
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