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MI PAZ OS DEJO, MI PAZ OS DOY Jn 14, 26 CARTA DE COMUNIÓN | PASCUA 2023 En la Carta de Comunión de Navidad nuestra mirada recayó en la infancia protegida y en la esperanza que traía consigo el cuidado de lo pequeño, de lo débil y vulnerable, de lo recién nacido y, sobre todo, cómo el cuidado de la infancia podía hacernos a los adultos parar nuestras piedras, trabajar por la Paz. Al menos por ellos, por los niños, por nuestros niños, por los hijos e hijas del mundo entero. Pero parecen haber fracasado todos los corredores de paz y, al final, hemos vuelto a las trincheras, al cuerpo a cuerpo, al quemarropa y a la sangre. Seguir leyendo
¿Qué es la guerra sino ese original deseo de apropiarse del don, de retenerlo para sí, de consumirlo como bien propio, de manipularlo para uso egoísta? ¿Qué es la guerra sino la conversión del don en posesión, del acto de donación en un robo? Un hurto avaricioso y siempre insatisfecho. Nos aferramos a las cosas en un intento de no ser arrastrados por el río impetuoso de la muerte. ¿No es cierto que la guerra es fruto del corazón que nunca batalló contra sí mismo ni contra sus demonios, ni contra sus iras y sus gulas, sus desenfrenos y sus violencias? Agustín lo comprendió bien: toda guerra comienza siendo una guerra civil, que se lleva a cabo primero en nuestro interior. De ahí, las palabras de su conversión: “La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no cuidéis de la carne con demasiados deseos” (Rm 13, 12-14). JUEVES SANTO. LA MESA FRENTE A NUESTROS ENEMIGOS. Hemos subido a Jerusalén a celebrar la Pascua con Jesús. ¿No era Jerusalén la Ciudad de Paz? ¿Es posible que hoy como ayer hayan fracasado los lugares seguros, las tiendas del encuentro, las mesas del diálogo, de la fraternidad, los cenáculos del amor más grande, de la comunión más estrecha? En el salmo 23 el salmista, que en el exterior se identifica con el humilde y manso animal al que el Pastor conduce por prados tranquilos y por valles de muerte (cf. Sal 23, 1-4), pasa a un escenario interior en el que el mismo Pastor le conduce hasta su propia Tienda sentándole a la mesa frente a sus enemigos (cf. Sal 23, 5). Es una escena dramática e inesperada, obra también del amor del Pastor que tiene para nosotros reservada una Tienda Segura en medio de un lugar inhóspito, como lo es todo desierto, pero que no nos libra de una necesaria reconciliación. En esa Tienda del Encuentro Él ha puesto una mesa en la que nos sienta frente a nuestros enemigos y Él mismo se ofrece como altar, mediador, víctima y ofrenda. Él ha abierto la Tienda del diálogo, de la reconciliación y de la paz y en ella ha ofrecido la Mesa de su Cuerpo, de su Pan y Vino, de su Palabra, de su Perdón, de su Paz. Todos hemos sido invitados en cada Pascua a participar de esta Mesa única. El camino hacia la comunión verdadera tiene afrontamientos inexcusables. Hoy esa mesa en la que la humanidad está sentada, frente a frente, no es mesa de paz sino de amenazas. No sirven los gestos de acercamiento, los múltiples diálogos, la invocación constante. Esa mesa a la que nos sentamos los adultos es en realidad un vasto campo de batalla, una nueva torre de Babel, el ara inmensa en la que yace el Cuerpo de Cristo, nuevamente llevado a la muerte ignominiosa. ¡Volvamos a esta Tienda Segura, a esa Mesa en la que es posible degustar el Pan y el Vino de la Vida, del Amor más auténtico y de la Paz! VIERNES SANTO. LA ORACIÓN Y LA MUERTE. Este Cuerpo dividido es HOY el Cordero de Dios llevado a la muerte (cf. Is 53, 7) por nosotros. Si después de su muerte hay alguna esperanza, “¡Ay de los que habéis perdido la esperanza!” (Si 2, 14), ha de venir del Amor del Padre y de nuestros gemidos, lágrimas y plegarias por la paz. Ante este fracaso constante, este escándalo de la cruz, un coro de niños canta en arameo el padrenuestro y los adultos rezamos un “Señor, ten piedad de nosotros” (Salm 123, 3; cf. Lc 18, 9-14). No solo pedimos la paz, pedimos tu piedad, Señor, por todos nosotros, por esta mayoría que no batallamos en Bucha, ni en Lugansk, ni en Donetsk, ni en Kiev… pero tampoco lo hacemos en la batalla de cada día, en la guerra contra el orgullo y la pasión de someter a otros o de manipular o de arruinar la vida de muchos con nuestras palabras y desprecios, gestos y violencias… sin sangre. Ten piedad, Señor. Seguimos como al inicio, sin saber resolver nuestros conflictos internos, sociales, políticos; nuestras armas son más sofisticadas pero el fin sigue siendo el mismo; llamamos a puertas que se niegan a abrirse, a dialogar; seguimos encerrados en nuestras razones de muerte sin acoger las razones de la Vida. Ten piedad de nosotros. No bastan los gemidos, las lágrimas y la oración, será necesaria también nuestra propia muerte ¡Si definitivamente diésemos muerte a tanto odio, indiferencia, comodidad, individualismo y frivolidad! Hoy es tiempo de batallas inaplazables (cf. Hb 12, 4). “Santo Dios, Santo fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén.” DOMINGO DE RESURRECCIÓN. EL DON DE LA PAZ Y LA MISIÓN. No podemos ni imaginar la esperanza y la fe que suscitó el saludo pascual del Resucitado en los discípulos. Volver a escucharle decir no temáis, mi paz os dejo, mi paz os doy. Salid al mundo y llevad la buena nueva. No temáis… “Shalom alejem” (Jn 20, 21; Lc 24, 36). Era el colofón de consuelo, de gracia, de perdón, de ánimo, de salvación… “Estoy con vosotros” (Mt 28, 20). Solo pensar que estas palabras también están dichas para los hombres de hoy, para el mundo de hoy, para ti y para mí, nos han de colmar de esperanza y confianza, nos han de poner en pie y en camino. La Paz que pedimos y la que deseamos es la Paz del Resucitado. Y, aunque no la merezcamos, nos atrevemos a pedírtela, Señor: danos la paz, DANOS TU PAZ. Desata los nudos y restablece los vínculos rotos, deja abierta tu Tienda, puesta la Mesa del Encuentro, danos tu Pan y tu Vino, tu Palabra, tu Perdón, para que todos nos reconozcamos hermanos, un solo Cuerpo en Ti. Tú, que nos dejaste a tu Paso la PAZ e hiciste de tus discípulos una PROFECÍA DE PAZ para el mundo, haz de todos nosotros ARTESANOS DE PAZ (cf. Mt 5, 9) y CUSTODIOS DE ELLA. Hagamos de tu Paz nuestro saludo de amistad y fraternidad universal, de bienvenida y de despedida, de reconciliación y de comunión, saludo y don de bendición y de compromiso de cada día, sin ruidos y sin pausas. La Paz, mil veces desgarrada y mil veces recosida, mil veces herida de muerte y mil veces sanada de nuevo. La Paz desarmada que Tú viniste a traer al mundo corra como un río, como un torrente en crecida (cf. Is 66, 12) por nuestras trincheras y campos de batalla, por nuestros pueblos y ciudades, por nuestras familias y nuestros corazones... Que así sea. Feliz Pascua, el Señor de la Paz ha resucitado, dando muerte a la muerte. ¡Aleluya! Os saludo con un abrazo de Paz. M. Prado Presidenta Federal Federación de la Conversión de S. Agustín italiano
VI LASCIO LA MIA PACE, VI DO LA MIA PACE (Gv 14,27) LETTERA DI COMUNIONE - PASQUA 2023 Nella Lettera di Natale il nostro sguardo si è posato sull'infanzia protetta e sullasperanza che deriva dalla cura dei piccoli, dei deboli e dei vulnerabili, dei neonati e, soprattutto, su come la cura dei bambini possa far sì che noi adulti fermiamo le nostre armi, lavoriamo per la Pace. Almeno per loro, per i bambini, per i nostri figli, per i figli e le figlie di tutto il mondo. Ma tutti i corridoi della pace sembrano aver fallito e, alla fine, siamo tornati alle trincee, al corpo a corpo, alla distanza a bruciapelo e al sangue. Che cos'è la guerra se non quel desiderio originario di appropriarsi del dono, di trattenerlo per sé, di consumarlo come proprio bene, di manipolarlo per uso egoistico? Che cos'è la guerra se non la trasformazione del dono in possesso, in furto? Un furto avido e sempre insoddisfatto. Non è forse vero che la guerra è il frutto di un cuore che non ha mai lottato contro se stesso e i suoi demoni, le sue rabbie e le sue golosità, le sue dissolutezze e le sue violenze? Agostino l'aveva capito bene: ogni guerra inizia come una guerra civile, che si scatena prima di tutto dentro di noi. Da qui le parole della sua conversione: “La notte è avanzata, il giorno è vicino. Perciò gettiamo via le opere delle tenebre e indossiamo le armi della luce. Comportiamoci onestamente, come in pieno giorno: non in mezzo a orge e ubriachezze, non fra lussurie e impurità, non in litigi e gelosie. Rivestitevi invece del Signore Gesù Cristo e non lasciatevi prendere dai desideri della carne”. (Rm 13,12-14). GIOVEDI' SANTO. LA TAVOLA DI FRONTE AI NOSTRI NEMICI. Siamo saliti a Gerusalemme per celebrare la Pasqua con Gesù. Non era forse Gerusalemme la città della pace? È possibile che oggi come ieri siano venuti meno i luoghi sicuri, le tende dell'incontro, le tavole del dialogo, della fraternità, i cenacoli dell'amore più grande, della comunione più stretta? Nel Salmo 23 il salmista, che all'esterno si identifica con l'animale umile e mansueto che il Pastore conduce attraverso pascoli tranquilli e valli di morte (cfr. Sal 23,1-4), passa a una scena interiore in cui lo stesso Pastore lo conduce alla propria Tenda, facendolo sedere a tavola di fronte ai suoi nemici (cfr. Sal 23,5). È una scena drammatica e inaspettata, anch'essa opera dell'amore del Pastore che ci ha riservato una Tenda sicura in mezzo a un luogo inospitale, come è ogni deserto, ma che non ci libera da una necessaria riconciliazione. In quella Tenda dell'Incontro ha imbandito una tavola alla quale ci fa sedere davanti ai nostri nemici e si offre come altare, mediatore, vittima e offerta. Ha aperto la Tenda del dialogo, della riconciliazione e della pace, e lì ha offerto la Tavola del Suo Corpo, del Suo Pane e del Suo Vino, della Sua Parola, del Suo Perdono, della Sua Pace. Tutti noi siamo stati invitati ad ogni Pasqua a partecipare a questa tavola unica. Il cammino verso la vera comunione comporta il superamento di ostacoli. inevitabili. Oggi quella tavola a cui l'umanità è seduta, faccia a faccia, non è una tavola pacificata, ma minacciosa. Gesti di avvicinamento, dialoghi multipli e invocazioni continue non servono a nulla. Quella tavola a cui noi adulti sediamo è in realtà un vasto campo di battaglia, una nuova torre di Babele, l'immenso altare su cui giace il Corpo di Cristo, ancora una volta condotto a morte ignominiosa. Torniamo a questa Tenda Sicura, a quella Tavola dove è possibile gustare il Pane e il Vino della Vita, dell'Amore più autentico e della Pace! VENERDI' SANTO. LA PREGHIERA E LA MORTE. Questo Corpo diviso è OGGI l'Agnello di Dio portato alla morte (cfr. Is 53, 7) per noi. Se dopo la sua morte c'è una speranza, "Guai a voi che avete perso la speranza" (Sir 2,14), essa deve venire dall'Amore del Padre e dai nostri gemiti, lacrime e preghiere di pace. Di fronte a questo continuo fallimento, a questo scandalo della croce, un coro di bambini canta il Padre Nostro in aramaico e noi adulti preghiamo "Signore, abbi pietà di noi" (Salmo 123,3; cfr. Lc 18,9-14). Non chiediamo solo la pace, chiediamo la tua misericordia, Signore, per tutti noi, per questa maggioranza che non combatte a Bucha, né a Lugansk, né a Donetsk, né a Kiev... ma nemmeno combatte nella battaglia quotidiana, nella guerra contro l'orgoglio e la passione di sottomettere gli altri o di manipolare o di rovinare la vita di molti con le nostre parole e il disprezzo, i gesti e la violenza... senza sangue. Abbi pietà, Signore. Continuiamo come sempre, senza sapere come risolvere i nostri conflitti interni, sociali e politici; le nostre armi sono più sofisticate ma il fine rimane lo stesso; bussiamo a porte che rifiutano di aprirsi, di dialogare; rimaniamo chiusi nelle nostre ragioni di morte senza accettare le ragioni della Vita. Abbi pietà di noi. Non bastano i lamenti, le lacrime e le preghiere; è necessaria anche la nostra morte, se solo mettessimo finalmente a morte tanto odio, indifferenza, comodità, individualismo e frivolezza! Oggi è un tempo di battaglie improrogabili (cfr. Eb 12, 4). "Dio Santo, Santo Potente, Santo Immortale, abbi pietà di noi e del mondo intero. Amen!". DOMENICA DELLA RESURREZIONE. Non possiamo nemmeno immaginare la speranza e la fede che il saluto pasquale del Risorto ha suscitato nei discepoli. Sentirlo dire di nuovo: non temete, vi lascio la mia pace, vi do la mia pace. Andate per il mondo e portate la buona notizia. Non abbiate paura... "Shalom alejem" (Gv 20, 21; Lc 24, 36). Era il culmine della consolazione, della grazia, del perdono, dell'incoraggiamento, della salvezza... "Io sono con voi" (Mt 28, 20). Il solo pensare che queste parole sono state pronunciate anche per gli uomini di oggi, per il mondo di oggi, per voi e per me, deve riempirci di speranza e di fiducia, deve metterci in piedi e in cammino. La Pace che chiediamo e desideriamo è la Pace del Risorto. E, anche se non la meritiamo, osiamo chiederla, Signore: donaci la pace, DONACI LA TUA PACE. Sciogli i nodi e ristabilisci i legami spezzati, lascia aperta la tua Tenda, apparecchia la Tavola dell'incontro, donaci il tuo Pane e il tuo Vino, la tua Parola, il tuo Perdono, perché ci riconosciamo tutti fratelli, un solo Corpo in te. Tu che ci hai lasciato la PACE al tuo passaggio e hai fatto dei tuoi discepoli una PROFEZIA DI PACE per il mondo, rendici tutti ARTIGIANI DELLA PACE (cfr. Mt 5, 9) e CUSTODI DELLA PACE. Facciamo della tua Pace il nostro saluto di amicizia e di fratellanza universale, di benvenuto e di arrivederci, di riconciliazione e di comunione, saluto e dono di benedizione e di impegno quotidiano, senza rumore e senza sosta. Pace, mille volte lacerata e mille volte ricostruita, mille volte ferita a morte e mille volte guarita. Che la Pace disarmata che sei venuto a portare al mondo scorra come un fiume, come un torrente in piena (cfr. Is 66, 12) attraverso le nostre trincee e i nostri campi di battaglia, attraverso i nostri villaggi e le nostre città, attraverso le nostre famiglie e i nostri cuori.... Che sia così. Buona Pasqua, il Signore della Pace è risorto, mettendo a morte la morte. Alleluia! Vi saluto con un abbraccio di Pace. M. Prado Presidente federale Federazione della Conversione di Sant'Agostino ALEMÁN
MEINEN FRIEDEN HINTERLASSE ICH BEI EUCH, MEINEN FRIEDEN GEBE ICH EUCH Joh 14,26 BRIEF DER EINHEIT - OSTERN 2023 Im vergangenen Weihnachtsbrief fiel unser Blick auf die behütete Kindheit und die Hoffnung, die mit der Sorge um die Kleinen, die Schwachen und Verletzlichen, die Neugeborenen verbunden ist, und vor allem darauf, wie die Sorge um die Kinder uns Erwachsene dazu bringen kann, unsere Steine niederzulegen und für den Frieden zu arbeiten. Zumindest für sie, für die Kinder, für unsere Kinder, für die Söhne und Töchter der ganzen Welt. Aber alle Korridore des Friedens scheinen gescheitert zu sein, und am Ende sind wir in die Schützengräben zurückgekehrt, in den Nahkampf, in die Schusslinie und in das Blutvergiessen. Was ist der Krieg, wenn nicht der Urtrieb, sich die Gabe anzueignen, sie für sich selbst zu behalten, sie als eigenes Gut zu konsumieren, sie für den eigenen Gebrauch zu manipulieren? Was ist der Krieg, wenn nicht die Umwandlung des Geschenks in Besitz, der Akt des Gebens in Diebstahl? Ein gieriger und immer unbefriedigter Diebstahl. Ist es nicht so, dass der Krieg die Frucht des Herzens ist, das nie gegen sich selbst und seine Dämonen, seine Wut und seine Völlerei, seine Ausschweifungen und seine Gewalt gekämpft hat? Augustinus hat es gut verstanden: Jeder Krieg beginnt als ein Bürgerkrieg, der zuerst in uns selbst geführt wird. Daher die Worte seiner Bekehrung: " Die Nacht ist vorgerückt, der Tag ist nahe. Darum lasst uns ablegen die Werke der Finsternis und anlegen die Waffen des Lichts! 13 Lasst uns ehrenhaft leben wie am Tag, ohne maßloses Essen und Trinken, ohne Unzucht und Ausschweifung, ohne Streit und Eifersucht! Vielmehr zieht den Herrn Jesus Christus an und sorgt nicht so für euren Leib, dass die Begierden erwachen." (Röm 13,12-14). GRÜNDONNERSTAG. DER TISCH IM ANGESICHT UNSERER FEINDE. Wir sind nach Jerusalem hinaufgezogen, um mit Jesus das Passahfest zu feiern. War Jerusalem nicht die Stadt des Friedens? Ist es möglich, dass heute wie gestern die sicheren Orte, die Zelte der Begegnung, die Tische des Dialogs, der Brüderlichkeit, die Obergemache der größten Liebe, der engsten Gemeinschaft, versagt haben? In Psalm 23 wird der Psalmist, der äußerlich mit dem demütigen und sanftmütigen Tier identifiziert wird, das der Hirte durch stille Weiden und durch Täler des Todes führt (vgl. Ps 23,1-4), zu einer inneren Szene übergehen, in der derselbe Hirte ihn zu seinem eigenen Zelt führt und ihn angesichts seiner Feinde zu Tisch setzt (vgl. Ps 23,5). Es ist eine dramatische und unerwartete Szene, die auch das Werk der Liebe des Hirten ist, der für uns ein sicheres Zelt inmitten eines unwirtlichen Ortes reserviert hat, wie es jede Wüste ist, was uns aber nicht von einer notwendigen Versöhnung befreit. In diesem Zelt der Begegnung hat er einen Tisch gedeckt, an dem er uns vor unseren Feinden sitzen lässt und sich selbst als Altar, Vermittler, Opfer und Gabe anbietet. Er hat das Zelt des Dialogs, der Versöhnung und des Friedens geöffnet und dort den Tisch seines Leibes, seines Brotes und Weines, seines Wortes, seiner Vergebung und seines Friedens angeboten. Wir alle sind zu jedem Osterfest eingeladen, an diesem einzigartigen Tisch teilzunehmen. Auf dem Weg zur wahren Gemeinschaft gibt es unausweichliche Konfrontationen. Heute ist dieser Tisch, an dem die Menschheit von Angesicht zu Angesicht sitzt, kein Tisch des Friedens, sondern ein Tisch der Bedrohung. Gesten der Annäherung, vielfältige Dialoge und konstante Beschwörungen nützen nichts. Der Tisch, an dem wir Erwachsenen sitzen, ist in Wirklichkeit ein riesiges Schlachtfeld, ein neuer Turm zu Babel, der immense Altar, auf dem der Leib Christi liegt, der von neuem in den schändlichen Tod geführt wird. Kehren wir zu diesem sicheren Zelt zurück, zu jenem Tisch, an dem es möglich ist, das Brot und den Wein des Lebens, der echten Liebe und des Friedens zu kosten! KARFREITAG. GEBET UND TOD. Dieser geteilte Leib ist HEUTE das Lamm Gottes, das für uns in den Tod gegangen ist (vgl. Jes 53,7). Wenn es nach seinem Tod irgendeine Hoffnung gibt - "Weh euch, die ihr die Hoffnung verloren habt" (Sir 2,14) -, dann muss sie aus der Liebe des Vaters und aus unserem Seufzen, unseren Tränen und unseren Gebeten um Frieden kommen. Angesichts dieses ständigen Scheiterns, dieses Skandals des Kreuzes, singt ein Kinderchor das Vaterunser auf Aramäisch und wir Erwachsenen beten "Herr, erbarme dich unser" (Psalm 123,3; vgl. Lk 18,9-14). Wir bitten nicht nur um Frieden, wir bitten um deine Barmherzigkeit, Herr, für uns alle, für diese Mehrheit, die weder in Bucha noch in Lugansk, noch in Donezk, noch in Kiew kämpfen... aber auch nicht im täglichen Kampf, im Krieg gegen den Stolz und die Leidenschaft, andere zu unterjochen oder zu manipulieren oder das Leben vieler zu ruinieren mit unseren Worten und unserem Spott, unseren Gesten und unserer Gewalt... ohne Blut. Erbarme dich, Herr. Wir machen weiter wie seit jeher, ohne zu wissen, wie wir unsere inneren, sozialen und politischen Konflikte lösen sollen; unsere Waffen sind raffinierter geworden, aber das Ende bleibt dasselbe; wir klopfen an Türen, die verweigern, sich zu öffnen, den Dialog aufzunehmen; wir bleiben in unseren Argumentationen des Todes gefangen, ohne die Argumente des Lebens zu akzeptieren. Habt Erbarmen mit uns. Es genügt nicht, zu stöhnen, zu weinen und zu beten, sondern auch unser eigener Tod ist notwendig, wenn wir endlich so viel Hass, Gleichgültigkeit, Bequemlichkeit, Individualismus und Leichtsinn abtöten wollen! Heute ist eine Zeit der unaufschiebbaren Kämpfe (vgl. Hebr 12,4). "Heiliger Gott, heiliger Mächtiger, heiliger Unsterblicher, sei uns und der ganzen Welt gnädig. Amen!" SONNTAG DER AUFERSTEHUNG. DAS GESCHENK DES FRIEDENS UND DER MISSION: Wir können uns nicht einmal vorstellen, welche Hoffnung und welchen Glauben der Ostergruß des Auferstandenen in den Jüngern weckte. Ihn noch einmal sagen zu hören: Fürchtet euch nicht, meinen Frieden hinterlasse ich bei euch, meinen Frieden gebe ich euch. Geht hinaus in die Welt und verkündet die frohe Botschaft. Fürchtet euch nicht... "Shalom alejem" (Joh 20,21; Lk 24,36). Es war die Krönung des Trostes, der Gnade, der Vergebung, der Ermutigung, des Heils... "Ich bin bei euch" (Mt 28,20). Allein der Gedanke, dass diese Worte auch für die Menschen von heute, für die Welt von heute, für Sie und für mich gesprochen werden, sollte uns mit Hoffnung und Zuversicht erfüllen, sollte uns auf die Beine und auf den Weg bringen. Der Friede, um den wir bitten und den wir ersehnen, ist der Friede des Auferstandenen. Und obwohl wir ihn nicht verdienen, wagen wir es, ihn zu erbitten, Herr: Schenke uns Frieden, SCHENKE UNS DEINEN FRIEDEN. Löse die Knoten und stelle die zerrissenen Bande wieder her, lass dein Zelt offen, decke den Tisch der Begegnung, gib uns dein Brot und deinen Wein, dein Wort, deine Vergebung, damit wir uns alle als Brüder erkennen, als ein Leib in dir. Du, der du uns deinen FRIEDEN hinterlassen hast und deine Jünger zu einem FRIEDENSPROFETEN für die Welt gemacht hast, mache uns alle zu FRIEDENSSTIFTERN (vgl. Mt 5,9) und HÜTERN DES FRIEDENS. Lass uns deinen Frieden zu unserem Gruß der Freundschaft und der universalen Brüderlichkeit machen, zum Willkommen und zum Abschied, zur Versöhnung und zur Gemeinschaft, zum Gruß und zum Geschenk des Segens und zur täglichen Verpflichtung, ohne Lärm und ohne Pause. Friede, tausendmal zerrissen und tausendmal wiederhergestellt, tausendmal tödlich verwundet und tausendmal wieder geheilt. Möge der unbewaffnete Friede, den du in die Welt bringen wolltest, wie ein Fluss, wie ein überschwemmender Strom (vgl. Jes 66,12) durch unsere Schützengräben und Schlachtfelder, durch unsere Dörfer und Städte, durch unsere Familien und unsere Herzen fließen.... Möge es so sein. Frohe Ostern, der Herr des Friedens ist auferstanden und hat den Tod besiegt. Alleluja! Ich grüße euch mit einer Umarmung des Friedens. M. Prado Präsidentin Föderation der Bekehrung des Heiligen Augustinus Los comentarios están cerrados.
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