|
CARTA ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE LA FRATERNIDAD Y LA AMISTAD SOCIAL |
Artículo para la revista Ecclesia
Estas son las palabras del mail comunitario acompañando al artículo sobre la Encíclica del Papa que os hacemos llegar desde aquí:
LEER Artículo...+
La encíclica comienza y concluye con un gesto provocativo: reconociendo el estímulo que le vino de parte del Gran Imán Ahmad Al- Tayyeb para escribir la Encíclica presente (n.5) en un “encuentro fraterno” en Abu Dabi en el que juntos hicieron un llamamiento a la paz, la justicia y la fraternidad. Presentando abiertamente este vínculo de amistad y fraternidad con un musulmán (al igual que reconoce el influjo del Patriarca ortodoxo Bartolomè en la Laudato Sii`), el Papa Francisco nos ofrece el mejor “argumento de autoridad” de toda su exposición posterior ¿No son estos los gestos de reconocimiento mutuo y de amistad los que, como grandes pórticos, abren horizontes o pueden preceder a las grandes palabras?
Y ellos, el Imán y el Papa, tan diferentes (o, tal vez, no tanto), lo harán EN NOMBRE DE, como mediadores, profetas, puentes, entre Dios y los hombres, sobre todo, los más necesitados, los pobres, los sin techo, los huérfanos, las viudas…
Solo el Amor, el que descubre Francisco, el poverello, el hijo que ha conocido al Padre y ha roto toda orfandad, solo ese Amor del Padre hace del diferente, del hostes, del enemigo, un amigo, un hermano. Solo el amor es capaz de VER AL HOMBRE y acercarse, curarle, cargarle, darle cobijo y cuidados. El amor destierra toda indiferencia, sutil o explícita, hacia el hombre. Y solo el amor concreto, en acto, efectivo, abre el camino de la deferencia cristiana, de la auténtica identidad cristiana, la cual pone en el centro al otro, le da paso, prioriza su vida, orillando el yo prepotente, individualista, cerrado en sí mismo. El cuerpo de esta encíclica contiene una radicalidad evangélica capaz de iluminar los entresijos de nuestra sociedad y de dar soluciones concretas y posibles.
Cuando se termina de leer la oración que los dos líderes religiosos hicieron juntos en Abu Dabi y ahora Francisco quiere recordar (n.285), “EN EL NOMBRE DE DIOS… EN EL NOMBRE DE LOS POBRES…, nuestra tenue esperanza es colmada de gracia, emerge como un géiser desde aguas muy profundas que se alzan hacia una Vida nueva. Con Francisco, también nosotros, “todas las voces todas, todas las manos todas”, asumimos como hermanos esa cultura de la proximidad, del encuentro, del cuidado, del diálogo, del conocimiento recíproco, de la amabilidad, de la fraternidad y la amistad social.
M. Prado, Agustina
Monasterio de la Conversión
Y ellos, el Imán y el Papa, tan diferentes (o, tal vez, no tanto), lo harán EN NOMBRE DE, como mediadores, profetas, puentes, entre Dios y los hombres, sobre todo, los más necesitados, los pobres, los sin techo, los huérfanos, las viudas…
Solo el Amor, el que descubre Francisco, el poverello, el hijo que ha conocido al Padre y ha roto toda orfandad, solo ese Amor del Padre hace del diferente, del hostes, del enemigo, un amigo, un hermano. Solo el amor es capaz de VER AL HOMBRE y acercarse, curarle, cargarle, darle cobijo y cuidados. El amor destierra toda indiferencia, sutil o explícita, hacia el hombre. Y solo el amor concreto, en acto, efectivo, abre el camino de la deferencia cristiana, de la auténtica identidad cristiana, la cual pone en el centro al otro, le da paso, prioriza su vida, orillando el yo prepotente, individualista, cerrado en sí mismo. El cuerpo de esta encíclica contiene una radicalidad evangélica capaz de iluminar los entresijos de nuestra sociedad y de dar soluciones concretas y posibles.
Cuando se termina de leer la oración que los dos líderes religiosos hicieron juntos en Abu Dabi y ahora Francisco quiere recordar (n.285), “EN EL NOMBRE DE DIOS… EN EL NOMBRE DE LOS POBRES…, nuestra tenue esperanza es colmada de gracia, emerge como un géiser desde aguas muy profundas que se alzan hacia una Vida nueva. Con Francisco, también nosotros, “todas las voces todas, todas las manos todas”, asumimos como hermanos esa cultura de la proximidad, del encuentro, del cuidado, del diálogo, del conocimiento recíproco, de la amabilidad, de la fraternidad y la amistad social.
M. Prado, Agustina
Monasterio de la Conversión
Los comentarios están cerrados.