SamuelEn el Camino de Santiago, es muy común preguntar entre los peregrinos el motivo de su camino, por qué lo hacen. Hoy me pregunto también por qué decidí pasar mis vacaciones en el albergue como hospitalero. La respuesta, como la de los peregrinos que pasaban por el albergue, en ocasiones no es fácil de responder, en mi caso porque había demasiados motivos: desconectar de la rutina, encontrarme un poco conmigo mismo, y para mí la más importante, encontrarme con Dios. Puedo decir con total seguridad que he podido verle a Él en numerosos momentos, he podido experimentar su amor en cada gesto de las hermanas, de los hospitaleros y cada historia de los peregrinos que visitaban el albergue. Y sin pasar por alto la planificación que Dios tendría de este momento en mi vida, creo que el estar en un lugar en el que todos los que estábamos y los que pasaban en un momento de su peregrinación, teníamos una historia que compartir con el que teníamos al lado, para mí ha sido un verdadero regalo poder compartir con mi hermano, el resto de hospitaleros y las hermanas, esta “etapa” de la peregrinación de mi vida, porque al igual que muchos de los peregrinos que pasaron por el albergue, nunca podré olvidarla. PabloAunque parezca extraño, será difícil resumir la experiencia vivida en el albergue de Carrión de los Condes de hospitalero con las hermanas Agustinas durante una semana en tan solo unas líneas. Era mi primera vez, conocía la función de hospitalero pero sinceramente es muy diferente la teoría a la práctica. La práctica es cien veces mejor. Aún recuerdo la vez que junto con mi hermano decidimos ofrecernos a ayudar en el albergue, la verdad que me llamaba mucho la atención por lo que había escuchado, y porque tenía curiosidad por vivir en primera persona la experiencia. Una vez allí pude ver que Dios estaba actuando todos los días en el albergue de diversas maneras. El primer día las hermanas nos recibieron a los hospitaleros con un gesto de comunión diciendo que en esa semana formaríamos una comunidad. Yo para mis adentros emocionado pensé que eso era casi imposible, que éramos personas de diferentes lugares, con nuestras manías y nuestras costumbres y tener una unión de esa manera difícilmente se consigue en una semana. Durante la semana, ya fuera recibiendo a los peregrinos, ayudando en la limpieza o simplemente compartiendo las experiencias vividas en el encuentro musical recibía la fuerza y la alegría que en un principio estaba buscando al querer ser hospitalero. Los peregrinos compartían experiencias de vida que te hacían poder conocer a los demás y poder ver la historia que Dios hace en cada uno de ellos. El hecho de poder salir de mi comodidad y ayudar a los peregrinos y ver que solo con su sonrisa te sientes más que complacido es una experiencia que jamás olvidare. También en esa semana asistí a la Eucaristía donde he podido sentir que Dios me hablaba más fuertemente. Pude ver la historia que Dios tiene preparada en mi vida, que no tenga miedo de rezar ni de insistir a Dios, que Él me quiere y siempre estará ahí para ayudarme. Terminando la semana, en otro gran gesto de las hermanas para despedirnos a los hospitaleros, después de haber compartido momentos únicos, me acorde de lo que pensé el primer día. Necio de mí, al no darme cuenta que para Dios nada es imposible, pues en ese momento sentí que me estaba despidiendo de aquella comunidad que veía imposible pero que se convirtió en mi comunidad, formada por personas de diversos países, que considero a día de hoy una familia. Estoy muy agradecido a las personas con las que compartí esta experiencia y a Dios por haberme permitido vivirla. Los comentarios están cerrados.
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