CARRIÓN DE LOS CONDES 30- 5 agosto de 2018
¿Qué hace una hospitalera como tú en un sitio como este? La verdad que nada más llegar a Carrión de los Condes te lo planteas. Cuando ni si quieras sabes muy bien de qué va todo esto, cuando te suena lejos qué supone una credencial, un zumo fresco, un sello, una ampolla, una bandera, los sonidos de los bastones de los peregrinos en la madrugada o una bendición con estrellas de mil colores… No vengo de lejos caminando, los idiomas los suelo suplir con el lenguaje universal de signos, y de albergues sé lo justo, pero la primera mañana, cuando las hermanas te imponen la cruz y ponen la Palabra en tus manos, intuyes que allí va a pasar algo especial. Percibes que no sólo has venido a servir, sino que has venido a darte en nombre de Jesucristo y a recibirle a Él en la puerta de un albergue. Para mí estos días han sido de una sencillez muy especial y llena de grandes cosas. Cada mañana era como aguardar la visita inquieta de alguien que viene a tu casa. Comienzas a ordenarlo todo, a ponerlo bonito, a limpiar y recoger ¿Quién vendrá hoy? Sabes que está llegando, que por alguna parte del camino está moviendo sus pies y sus pensamientos para llegar a la cama que justo acabas de limpiar. Sabes que Él viene a alojarse en tu casa. Ha sido una experiencia de verificar que en lo ordinario suceden cosas extraordinarias. La rutina del horario del albergue entre servicio, oración y limpieza parecía que no iba a dar lugar a escenarios distintos, pero en el albergue de Santa María cada día se hace nuevo. En el compartir la cena, en el encuentro musical con los peregrinos, en la acogida…se dejan ver los caminos únicos que traen en su ser irrepetible los peregrinos. Nunca, nunca sucede lo mismo ni son los mismos, aunque repitan. Vivir estos días ha sido como el llamamiento de Jesús a salir a los cruces de los caminos. Me han enseñado mucho quién soy, de qué está hecho el corazón del hombre y a querer alcanzarlo. Al fin y al cabo, todos tenemos un sueño y queremos llegar a esa meta, aunque aquí temporalmente tenga el nombre de Santiago de Compostela. La otra parte grande de la experiencia es la vida con los otros hospitaleros y con las hermanas ¡equipo que se da y que recibe! Así con nuestras flaquezas, cualidades, risas... Intensa comunión unidos por los pelgrims, ¡me encanta esa palabra!, unidos a fuerza del Espíritu que une cosas tan distintas y les da vida. En definitiva, ha sido una semana intensa, pero de mucho bien y bien del bueno. Agradezco a Dios que mueva y siga moviendo los pies de tantos peregrinos y poniendo flechas amarillas en nuestros caminos. Me sé peregrina más que sólo hospitalera, y así continúo en mi vida diaria mis jornadas. Señor, ten tu camino en mí. Ultreia e suseia. Patricia Romero Acero Los comentarios están cerrados.
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