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El Señor ha venido a visitarme

18/7/2023

 
​Carrión de los Condes 10 – 17 julio 2023. 
​Patricia Ranninger 
Tú me hiciste para amarTe y me llamas a servir,
a ponerme a caminar y siempre buscarTe a Ti…

​
​“¿Qué lleva a cuatro chicas jóvenes como vosotras a pasar aquí una semana de vuestro verano?”, me preguntó una peregrina que, junto a su hermana, recorre el Camino de Santiago. Estábamos cenando peregrinos y hospitaleras, después de preparar juntos, entre cantos a voces y bailes en la cocina, la cena compartida por primera vez desde la pandemia.

Ya cenando, esta peregrina tan lanzada y vivaracha me lanzó la pregunta acerca del por qué de nuestra estancia como hospitaleras, y le contesté con una frase de Jesús del evangelio que me vino a la mente: “Gratis habéis recibido, dad gratis.”

He sido peregrina, no de Santiago, pero sí de Covadonga, por los Picos de Europa. Es un lugar donde el hecho que alguien te ofrezca un poco de agua, después de caminar todo el día, es en ese momento la mayor expresión de Cristo que sale al encuentro a acogerte y darte de beber. También es Cristo el que nos ha acogido por medio de las hermanas, cuando el equipo – una mezcla de italianas y españolas – de hospitaleras llegamos al albergue, con un abrazo y una sonrisa enorme. Han acogido nuestro ser, cada una con sus dones y defectos, con ganas de recibir a peregrinos, con preguntas de toda clase…

Y es una cadena de acogida: a raíz de esto, de mí brota buscar y querer acoger a los peregrinos que entran por las puertas abiertas de par en par del albergue, cansados y sedientos por el sol, y tenemos la dicha de poder ofrecer a cada uno un vaso de té fresco, que, esta semana, realmente lo que hemos ofrecido ha sido un bien intencionado intento de limonada. (Breve anécdota: nos regalaron varios kilos de limones un día, ¿qué íbamos a hacer con ellos? “¡Limonada para los peregrinos!” Y así, tras la limpieza diaria del albergue, preparábamos  entre risas la limonada, experimentando con diferentes cantidades de agua y azúcar hasta lograr algo no muy áspero.)

Verdaderamente es toda una cadena de acogida. Cada peregrino que se sienta en la mesa de acogida camina buscando algo, es un buscador de corazón inquieto, que busca descanso. Cada peregrino es tierra sagrada, pues el mismo Jesús está en él, sentado delante de mí. Esto se hace patente especialmente cuando se presentaban y contaban sus motivos para peregrinar, en momentos de fragilidad, de vulnerabilidad. En esos instantes en los que se me ha regalado vislumbrar su debilidad, también se me ha regalado ver a Cristo en ellos.

Es un misterio precioso en el cual el mismo Dios quiere recibir en Su corazón a cada peregrino, sirviéndose de personas como las hermanas y los hospitaleros que, si no fuera por el Señor y Su fuerza y Su fuerza y ternura, no seríamos capaces de realizar esta misión, de ponernos al servicio de Cristo mismo vestido de peregrino.

¡Y qué alegría ponerse manos a la obra! Emociona ver las sonrisas de los peregrinos compartiendo la cena, hablando un poco de muchos idiomas para entenderse, alegres por el descanso físico y espiritual de su estancia en nuestro albergue que, sencillo como es, custodia una gran fiesta fraterna a diario.
​
Me conmueve también contemplar la continuación de la cadena de acogida: tras la cena, y fruto de su ser acogidos por su nombre (que cada día intentábamos retener de tantos peregrinos como fuera posible), a ellos les brota del corazón levantarse a servir el postre, recoger los platos, fregar los cacharros… en definitiva, a ser anfitriones de sus propios compañeros de Camino. Y es que Cristo se ha hecho, por mí, anfitrión y peregrino; por eso, ante tanta gratuidad, solo puedo dirigir los ojos y el corazón a Jesús, en el sagrario y la Eucaristía, y exclamar: ¡Gracias, Señor, por venir a visitarme!
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