Oración desglosada...
De todos los himnos y oraciones de la cuaresma, una corta oración puede ser calificada como la oración de cuaresma. Esta oración es leída dos veces al final de cada servicio de Cuaresma de Lunes a Viernes. Una postración sucede a cada petición. Luego nos inclinamos 12 veces diciendo: “Oh Dios purifícame a Mi pecador”. La oración completa es repetida con una última postración al final. ¿Por qué esta corta y simple oración ocupa un lugar tan importante en toda la adoración de Cuaresma? Porque enumera de un modo único todos los elementos positivos y negativos del arrepentimiento y constituye, por decirlo de algún modo, una “lista de chequeo” de nuestro camino de Cuaresma individual. Este "esfuerzo" apunta primero a nuestra liberación de algunas enfermedades espirituales fundamentales que dan forma a nuestra vida y que hacen virtualmente imposible para nosotros incluso comenzar a volvernos hacia Dios. La enfermedad básica es la indolencia. Es esa extraña pereza y pasividad de nuestro completo ser que siempre nos empuja hacia “abajo” en vez de hacia “arriba” – que constantemente nos convence de que ningún cambio es posible y por lo tanto deseable. Es de hecho un cinismo profundamente enraizado el cual a cada reto espiritual responde “¿Para qué?” y hace de nuestra vida un enorme desperdicio espiritual. Es la raíz de todo pecado porque envenena la energía espiritual en su misma fuente. El resultado de la indolencia es la pusilanimidad. Es el estado de desaliento el cual es considerado por todos los santos padres como el mayor peligro para el alma. El desaliento es la imposibilidad del hombre de ver cualquier cosa buena o positiva; es la reducción de todo al negativismo y pesimismo. Es verdaderamente un poder demoníaco en nosotros porque el Diablo es fundamentalmente un mentiroso. Él le miente al hombre sobre Dios y sobre el mundo; él llena la vida con oscuridad y negación. El desaliento es el suicidio del alma porque cuando el hombre es poseído por él es absolutamente incapaz de ver la luz y desearla. ¡Vanagloria! Por extraño que pueda parecer, es precisamente la indolencia y el desaliento los que llenan nuestra vida de vanagloria. Al viciar toda la actitud hacia la vida y hacerla sin sentido y vacía, nos fuerzan a buscar compensación en una actitud radicalmente equivocada hacia otras personas. Si mi vida no está orientada hacia Dios, no apunta hacia valores eternos, inevitablemente se volverá egoísta y egocéntrica y esto significa que todos los otros seres se volverán medios de mi propia auto-destrucción. Si Dios no es el Señor y Maestro de mi vida, entonces yo me vuelvo mi propio señor y maestro- el centro absoluto de mi mundo, y yo comienzo a evaluar todo en términos de mis necesidades, mis ideas, mis deseos, y mis juicios. La vanagloria es entonces una depravación fundamental en mi relación con otros seres, una búsqueda de su subordinación a mí. No es necesariamente expresada en una verdadera impulso de mandar y dominar a los “otros”. Puede resultar también en indiferencia, desprecio, falta de interés, consideración y respeto. Es verdaderamente indolencia y desaliento dirigido esta vez a otros; completa el suicidio espiritual con el asesinato espiritual. Finalmente, palabra inútil. De todos los seres creados, solo el hombre ha sido dotado con el don de la palabra. Todos los Padres ven en ella el verdadero “sello” de la Imagen Divina en el hombre porque Dios Mismo es revelado como Verbo (Juan 1:1). Pero siendo el don supremo, es igualmente prueba de peligro supremo. Siendo la misma expresión del hombre, el medio de su auto-realización, es por esta misma razón el medio de su caída y auto-destrucción, de traición y pecado. La palabra salva y la palabra mata; la palabra inspira y la palabra envenena. La palabra es el medio de la Verdad y la palabra es el medio de la mentira demoníaca. Teniendo una al al final un poder positivo, tiene por tanto un tremendo poder negativo. Verdaderamente crea positiva y negativamente. Cuando es desviada de su propósito y origen divino, la palabra se vuelve inútil. Refuerza la “indolencia”, desaliento, y la vanagloria, y transforma la vida en un infierno. Se vuelve el mismo poder del pecado. Estos cuatro son entonces “objetos” negativos del arrepentimiento. Son los obstáculos a ser removidos. Pero solo Dios puede removerlos. Por lo tanto, es la primera parte de la oración de Cuaresma- este grito del fondo del desamparo humano. Luego la oración se mueve a las miras positivas del arrepentimiento que también son cuatro. ¡Castidad! Si uno no reduce este término, y es tan a menudo hecho de forma errónea, solo a sus connotaciones sexuales, es entendido como la contraparte positiva de la indolencia. La indolencia es, primero que todo, disipación, el rompimiento de nuestra visión y energía, la discapacidad de ver el todo. Su opuesto es precisamente plenitud. Si usualmente nos referimos a castidad como la virtud opuesta a la depravación sexual, es porque el carácter destruido de nuestra existencia es aquí mejor manifestado que en la lujuria sexual. – la alienación del cuerpo de la vida y control del espíritu. Cristo restaura la plenitud en nosotros y El hace esto al restaurar en nosotros la verdadera escala de valores al llevarnos de vuelta a Dios. El primer y maravilloso fruto de esta plenitud o castidad es la humildad. Ya hablamos de ella. Está sobre todo lo demás la victoria de la verdad en nosotros, la eliminación de todas las mentiras en las que usualmente vivimos. La humildad sola es capaz de verdad, de ver y aceptar cosas como son y por lo tanto de ver la majestad y bondad y amor de Dios en todo. Es por esto que se nos dice que Dios de gracia al humildad y se opone al orgulloso. La castidad y la humildad nos naturalmente seguidas por la paciencia. El hombre “natural” o “caído” es impaciente, porque al ser ciego para sí mismo es rápido para juzgar y para condenar a los otros. Habiendo puesto un conocimiento destruido, incompleto y distorsionado de todo, él mide todas las cosa por sus gustos e ideas. Siendo indiferente a todos excepto a sí mismo, él quiere que la vida sea exitosa aquí mismo y ahora. La paciencia, sin embargo, es realmente una virtud divina. Dios es paciente no porque El es “indulgente”, pero porque El ve la profundidad de todo lo que existe, porque la realidad interna de las cosa, que en nuestra ceguera no vemos, está abierta a El. Mientras más nos acercamos a Dios, más pacientes nos volvemos y más reflejamos ese infinito respeto por todos los seres que es la cualidad propia de Dios. Finalmente, la corona y fruto de todas las virtudes, de todo crecimiento y esfuerzo, es el amor –el amor que, como ya hemos dicho, solo puede ser dado por Dios- ese don que tiene la meta de toda la preparación y práctica espiritual. Todo esto es resumido y juntado en la concluyente petición de la oración de Cuaresma en la cual pedimos “conocer mis faltas y no juzgar a mis hermanos”. Porque en último caso solo hay un peligro: el orgullo. El orgullo es la fuente del mal, y todo mal es orgullo. Los escritos espirituales están llenos de advertencias contra las sutiles formas de seudo-piedad las cuales, en realidad, bajo la apariencia de humildad y auto-acusación pueden llevar a un orgullo verdaderamente demoníaco. Pero cuando nosotros “conocemos nuestros propios errores” y “no juzgamos a nuestros hermanos”, cuando, en otros términos, la castidad, la humildad, la paciencia, y el amor son uno solo en nosotros, entonces y solo entonces el último enemigo-el orgullo- habrá sido destruido en nosotros. Luego de cada petición de la oración realizamos una postración. Las postraciones no están limitadas a la oración de San Efrén sino constituyen una de las características distintivas de la adoración de cuaresma. Aquí, sin embargo, su significado es dado a conocer mejor. En el largo y difícil esfuerzo de la recuperación espiritual, la Iglesia no separa el alma del cuerpo. El hombre completo ha caído lejos de Dios; el hombre completo ha sido restaurado, el hombre completo debe regresar. La catástrofe del pecado yace precisamente en la victoria de la carne – lo animal, lo irracional, la lujuria en nosotros –sobre lo espiritual y lo divino. Pero el cuerpo es glorioso, el cuerpo es sagrado, tan sagrado que Dios Mismo se “hizo carne”. La salvación y el arrepentimiento no son desprecio para el cuerpo o negación de éste, sino la restauración del cuerpo a su verdadera función como la expresión y la vida del espíritu, como el templo de la invaluable alma humana. El ascetismo Cristiano es una lucha, no contra el cuerpo pero para el cuerpo. Por esta razón, el hombre completo –alma y cuerpo- se arrepiente. El cuerpo participa en la oración del alma así como el alma ora a través y dentro del cuerpo. Las postraciones, el signo “psico-somático” del arrepentimiento y de la humildad, de adoración y obediencia, son de esta forma el rito de Cuaresma por excelencia. (texto original web ortodoxia-madrid)
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Cuaresma. Itinerario de vida cristiana.
V Domingo, tiempo ordinarioEvangelio de hoy
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.» Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.» Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios. COMENTARIO Hna. Carolina En el Evangelio de este domingo (Mc 1, 29-39) se nos relata, a lo largo de un día, el esquema o paradigma de la vida pública de Jesús. Pero no es un día cualquiera. Es un sábado v. 21. Esto nos pone en el horizonte de la Pascua. Todo en la vida de Jesús está orientado al Misterio Pascual. El sábado es el día del descanso en el mundo judío. El día en el que Dios se complace por su creación, salida de sus manos, amada, bella y buena (Gn 2,1-3). Este amor de complacencia se ha transformado en amor de compasión, pues la criatura amada por Dios, por el pecado, ha perdido su belleza original y ha sido emborronada, herida, está rota. Del sentido profundo del Sabbat nace la fuerza redentora del amor de Dios Creador. Este sábado es un anuncio del Gran Sábado Santo. Jesús despliega su misión en un contexto y a través de gestos que nos recuerdan al Sábado Santo. Se acerca, se inclina, se agacha, desciende hasta lo más profundo de la enfermedad, la dolencia, el mal y el pecado. Se adentra en el infierno. Toma de la mano, toca, salva, cura, levanta, resucita... Es de noche y el mal se agolpa en la puerta de la casa donde está Jesús v.33. Podíamos pensar que esta casa es un anuncio del sepulcro, donde se decidió si la muerte tenía o no la última palabra en la vida de los hombres, doloridos por el mal. Vemos con asombro y maravilla cómo ante Jesús la muerte es vencida por el amor y por un amor de compasión y misericordia v.34. Al final del relato, en medio de la oscuridad de la noche, “Jesús se levanta”. Es muy significativo que el evangelista, en este breve relato, se sirve de los dos verbos con los que se hablará de la resurrección del Señor: egeiren (v. 31) y anistanai (v.35) Jesús se levanta y se dirige al Padre. En la soledad y el silencio de la noche, Jesús escucha el latido del corazón del Padre que le entrega su amor eterno e incondicional, que le susurra ininterrumpidamente: “Tú eres mi Hijo amado”. Este es el chorro de amor creador y redentor que devuelve la vida en medio de cualquier muerte. Así se inicia un nuevo día, el gran día, el Domingo. El día de la Resurrección. Jesús sale de nuevo, “para esto he salido” v. 38, victorioso del sepulcro, para continuar su ministerio de salvación y gracia hasta inaugurar de forma definitiva, por su misterio Pascual, por su muerte y resurrección, en la expresión definitiva y última de su entrega por amor a los hombres pobres, heridos y enfermos, el octavo día, el día de la nueva creación, el día de la Pascua. La Vida nueva de los hijos de Dios. Todo está ya anunciado hoy, ¡qué dichosa esperanza! La noche tiene sabor a esponsalidad, ha dejado de ser el lugar de la desdicha y el miedo, como expresa Job en la primera lectura, para convertirse en el espacio de la gracia, el encuentro, la intimidad y la comunión entre Dios y el hombre. Presentación de Jesús en el TemploEn la tarde, la eucaristía, con la procesión de lámparas encendidas con las que introducíamos también el icono de la Virgen Madre con el Niño. María, la zarza ardiente, que lleva a Jesús y no se consume, que da Luz a nuestras vidas mostrando siempre el Camino: Jesucristo Nuestro Señor. (Pulsa la foto para ampliar) Artículo publicado en La Razón
Carta del Padre General a la Orden con motivo del día de la vida consagrada
A few years ago, a young Irish woman arrived as a pilgrim to Carrión de los Condes, where she was welcomed by the sisters of our community who at the time were at the parish pilgrim-shelter, carrying out our mission of welcoming men and women from all over the world, on their way to Santiago de Compostela. Our paths have crossed.
Aisling has made this itinerary and has wanted to enter the Monastery. After having spent some time close to us, she now asks to continue the inner Path to search for God, within the Augustinian charism. Welcome.
(Encuentro con nuestros "vecinos" ortodoxos del Monasterio de Cenicientos, justo en la semana previa, ya que no podrían asistir del 18 al 25 de enero)
En la oración de la mañana y de la tarde eran nuestro pan, lo que rumiábamos todas en la presencia del Señor y durante el día nos daba fuerzas para ser sembradoras de comunión. La oración ha sido muy intensa en esta semana y en ella el Espíritu nos ha infundido mayor dolor por la división y un deseo más profundo de comunión. Cada tarde nos hemos reunido para tener un momento de formación comunitaria. Hemos reflexionado sobre el tema bíblico propuesto "Permaneced en mi amor y daréis fruto abundante", hemos conocido la historia de la Comunidad de Grandchamp y de una de sus superioras durante muchos años sor Minke de Vries.
Señor Jesús, que has orado para que todos sean uno, te rogamos por la unidad de los cristianos, como Tú la deseas, por los medios que Tú deseas. Que tu Espíritu nis conceda sentir el sufrimiento de la separación, ver nuestro pecado, y esperar más allá de toda esperanza. Amén. ![]() Domingo, 24, en la tarde, hicimos la celebración ecuménica propuesta por las hermanas de Grandchamp. Propusieron un signo de comunión: la rueda. Cristo es el centro y nosotros somos los rayos en la medida en que estamos unidas al centro estamos unidas entre nosotras. Esta imagen procede de un texto precioso de san Doroteo de Gaza que os compartimos: «...Una imagen sacada de los Padres. Supongamos que tenemos un círculo trazado en la tierra, es decir, una línea redonda trazada con un compás y un centro. Se llama precisamente centro el punto medio del círculo. Estad atentos a 10 que ahora os digo. Imaginad que este círculo es el mundo; el centro es Dios; los rayos son las diferentes sendas o formas de vivir de los hombres. Cuando los santos, deseando acercarse a Dios, caminan hacia la mitad del círculo, en la medida que penetran en el interior, se acercan los unos a los otros al mismo tiempo que se van acercando a Dios. Cuanto más se acercan a Dios, más se acercan los unos a los otros; cuanto más se acercan los unos a los otros, más se acercan a Dios. Comprendéis que lo mismo sucede en sentido inverso, cuando se apartan de Dios para retirarse hacia el exterior; es evidente que cuanto más nos alejamos de Dios, más nos alejamos los unos de los otros, y cuanto más nos alejamos los unos de los otros, más nos alejamos también de Dios» Clausura de la semana de oración que puedes seguir por YouTube:
(Pulsa para ampliar) Para terminar ayer la comunidad se reunión para recoger juntas los frutos de todo lo vivido y prolongarlos en la vida cotidiana de este nuevo año que se inicia. Queremos vivir y desvivirnos por la unidad. En este sentido os proponemos a todos uniros a nosotras cada jueves para rezar especialmente por la unidad de los cristianos recitando juntos en algún momento de oración el capítulo 17 de san Juan en el que Cristo expresa su deseo de unidad: "Que todos sean uno, como Tú, Padre en mí y yo en Ti, para que el mundo crea que me has enviado y los has amado a ellos como me has amado a mí".
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Sábado 23. Jornada ecuménica. Mañana de reflexión sobre la unidad. 10.00 h. Saludo. Presentación 10.15 h. Meditación bíblica: Jn 15 10.45 h. Testimonios ecuménicos: Comunidad de Grandchamp 11.15 h. Puesta en común 12.00 h. Oración final de despedida |
Calenda y "Misa del Gallo"
Carta de Comunión 2020
Un recién nacido, en brazos de una madre. Sobre las rodillas, yace el pequeño, dormido, abandonado a nuestras manos de hombres y mujeres. María sostiene al Hijo de Dios. Es un Hijo entregado a los hombres desde el primer instante de su vida...
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SI HIJOS, ENTONCES HERMANOS
SI HIJOS, ENTONCES HERMANOS
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Un recién nacido, en brazos de una madre. Sobre las rodillas, yace el pequeño, dormido, abandonado a nuestras manos de hombres y mujeres. María sostiene al Hijo de Dios. Es un Hijo entregado a los hombres desde el primer instante de su vida. Este es el icono de una donación divina y humana al Padre y a la humanidad. Nunca se hermanaron tan profundamente el cielo y la tierra. “Los cielos cantan la gloria de Dios. La noche a la noche se lo susurra” (Sal 19). Esa Luz divina brilló una vez en esta tierra hasta transformarla para siempre y desveló a la Noche. Un antes y un después. Caminábamos por tierras de tinieblas y una luz nos brilló. ¿Qué Luz quedó encendida para el hombre? ¿Qué Luz iluminó nuestra inquieta humanidad?
JESÚS, EL HIJO
Mirando al Hijo he comprendido cuál es mi origen. Todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN que llega a ser ¡pura teofanía! Ser signi ca haber sido creada, haber nacido, tener un origen, un Padre. Soy hija porque Dios Padre ha querido que yo sea. Esa voluntad de liación sella el cosmos, el universo, el mundo, los seres, el hombre. Es la luminosa intuición de S. Francisco: ver un mundo salido de la mano del mismo Padre hasta el punto de que, todo lo que nuestros ojos alcanzan a ver, es llamado con una palabra rotunda y excesiva: hermano, hermana. Los cielos, la tierra, la luz, la lluvia, los animales, los pájaros, el hombre... la muerte... Mirar al Hijo es conocer al Padre, al Padre de todo y de todos. Ante Él, el Padre, uno se despoja de todos los títulos, de toda piel innecesaria, se yergue como en un nuevo nacimiento del agua y del espíritu, con la desnudez de un recién nacido, revestido de la blancura de la luz primera. No habrá en toda la Escritura explosión más viva de ternura que la de poder llamar a Dios “Abba, Padre” y la de poder así reconocernos como hijos ¡pues, lo somos! (cfr. 1 Jn 3, 1). Este mundo nuestro tiene Padre y en Él tengo mi origen. Creer la Creación es saberse ligado a este origen con el vínculo de la liación, con la protección de la custodia, con la atención puesta en ser aquello para lo que fui creada.
Es Jesús, el Hijo primogénito, el Hijo Único, engendrado no creado, quien nos revela el don más grande asido al de la vida: la liación. Porque es en Él, en el Hijo, donde se nos revela el Padre. Por Jesús somos hijos en el Hijo (Gal 4, 4-7). Con Él nacemos nosotros, nacemos de nuevo, como Él, del Agua y del Espíritu. Esa es la liación recibida en el Bautismo. Nacemos del río, de las aguas fangosas de una fuente de esta tierra y de las aguas claras de las Fuentes de la Vida, y del Espíritu y, sobre nosotros, también la Voz del Padre nos reconoce y nos llama hijos ¡Vivimos dentro de la mejor liación, de la que nos constituye, de la original, del vínculo que va más allá de la carne y la sangre, vínculo espiritual porque el Espíritu vive, revolotea, en esta relación en la que somos, nos movemos y existimos! (Hch 17, 28)
Cuando contemples el Misterio de su Nacimiento, exalta de gozo porque con Él naces tú, como hijo o hija.
JESÚS, HERMANO
Volvemos a contemplar a la Madre y al Hijo. Cuando Cristo entra en el Cuerpo único de la Humanidad, sometida al pecado, por la Puerta santa que es María, no solo lo sella con la liación sino también con la Fraternidad. Si todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN, entonces todo está llamado a manifestarse BAJO EL SIGNO DE LA FRATERNIDAD, que también es ¡una teofanía! Si hijos, entonces, hermanos. Y esto me revela el origen de un mundo nuevo en el que no es posible perderse en una confusión indiferenciada sino que me muestra el vínculo de gracia y responsabilidad que me liga a todo lo creado hasta poderlo llamar, como proféticamente nos reveló S. Francisco y como hoy, también proféticamente, nos recuerda el Papa Francisco, hermano y hermana1, “hasta no formar más que uno”2 en Él.
Tanto la FILIACIÓN como la FRATERNIDAD revelan al hombre su origen y su destino, su plenitud y la de todo lo creado, el destino último de la Vida donada y sin n. El Hijo sentado en las rodillas de su Madre ha esclarecido el pasaje más oscuro de la existencia, el sentido último de la Vida.
Esta Pascua es la Pascua de la fraternidad universal. ¡Nos ha nacido un Hijo! ¡Un hermano nos ha sido dado! Bajo esta ardiente Luminaria es posible ver un mundo trans gurado por su Venida, llamado a la Comunión, en el que la fraternidad universal es una realidad dichosa, en el que nuestras relaciones han dejado atrás el odio, la violencia, el maltrato, en el que el más necesitado es cargado a la espalda y es recogido de la intemperie y acogido en lugar seguro. Un mundo sin extranjerías y sin exclusiones, sin rechazos y sin indiferencias mortales. Un mundo nuevo sobre el que vuela el Espíritu, bendiciéndolo de nuevo.
El sueño más vasto de todos, el más bello y el más bueno es aquél que cree que este no es el sueño de unos pocos sino el sueño de todos3 , de todo lo creado, el destino del universo, del mundo, del hombre... Y no hay entonces otra tarea que hacerlo posible. “Ve y haz tú lo mismo”, como un día, nos cuenta Lucas, un hombre inquieto oyó de labios de Jesús (Lc 10, 37).
Ante el Misterio del Hijo está María, Madre de Dios y madre de los hombres, Virgen de la Ternura, de la que también nos sabemos hijos y, por tanto, también por Ella, hermanos. ¡Este mundo tiene Madre!4
Nos ha nacido un hijo de los limos de la tierra y de los destellos del cielo. Sobre Él se ha escuchado la voz del Padre reconociéndolo como Hijo amado. Y, Tú, María, Madre de Dios y Madre nuestra, le has recogido en tu seno, le has amamantado con ternura y nos lo has presentado, sentado en tus rodillas, en el Trono de la Gracia, a todos nosotros, sus hermanos. “Este es mi Hijo amado”. En Él, también, somos tus hijos, Madre.
¡Feliz Pascua de Navidad para todos!
M. Prado
Presidenta Federal
Federación de la Conversión de S. Agustín.
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
JESÚS, EL HIJO
Mirando al Hijo he comprendido cuál es mi origen. Todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN que llega a ser ¡pura teofanía! Ser signi ca haber sido creada, haber nacido, tener un origen, un Padre. Soy hija porque Dios Padre ha querido que yo sea. Esa voluntad de liación sella el cosmos, el universo, el mundo, los seres, el hombre. Es la luminosa intuición de S. Francisco: ver un mundo salido de la mano del mismo Padre hasta el punto de que, todo lo que nuestros ojos alcanzan a ver, es llamado con una palabra rotunda y excesiva: hermano, hermana. Los cielos, la tierra, la luz, la lluvia, los animales, los pájaros, el hombre... la muerte... Mirar al Hijo es conocer al Padre, al Padre de todo y de todos. Ante Él, el Padre, uno se despoja de todos los títulos, de toda piel innecesaria, se yergue como en un nuevo nacimiento del agua y del espíritu, con la desnudez de un recién nacido, revestido de la blancura de la luz primera. No habrá en toda la Escritura explosión más viva de ternura que la de poder llamar a Dios “Abba, Padre” y la de poder así reconocernos como hijos ¡pues, lo somos! (cfr. 1 Jn 3, 1). Este mundo nuestro tiene Padre y en Él tengo mi origen. Creer la Creación es saberse ligado a este origen con el vínculo de la liación, con la protección de la custodia, con la atención puesta en ser aquello para lo que fui creada.
Es Jesús, el Hijo primogénito, el Hijo Único, engendrado no creado, quien nos revela el don más grande asido al de la vida: la liación. Porque es en Él, en el Hijo, donde se nos revela el Padre. Por Jesús somos hijos en el Hijo (Gal 4, 4-7). Con Él nacemos nosotros, nacemos de nuevo, como Él, del Agua y del Espíritu. Esa es la liación recibida en el Bautismo. Nacemos del río, de las aguas fangosas de una fuente de esta tierra y de las aguas claras de las Fuentes de la Vida, y del Espíritu y, sobre nosotros, también la Voz del Padre nos reconoce y nos llama hijos ¡Vivimos dentro de la mejor liación, de la que nos constituye, de la original, del vínculo que va más allá de la carne y la sangre, vínculo espiritual porque el Espíritu vive, revolotea, en esta relación en la que somos, nos movemos y existimos! (Hch 17, 28)
Cuando contemples el Misterio de su Nacimiento, exalta de gozo porque con Él naces tú, como hijo o hija.
JESÚS, HERMANO
Volvemos a contemplar a la Madre y al Hijo. Cuando Cristo entra en el Cuerpo único de la Humanidad, sometida al pecado, por la Puerta santa que es María, no solo lo sella con la liación sino también con la Fraternidad. Si todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN, entonces todo está llamado a manifestarse BAJO EL SIGNO DE LA FRATERNIDAD, que también es ¡una teofanía! Si hijos, entonces, hermanos. Y esto me revela el origen de un mundo nuevo en el que no es posible perderse en una confusión indiferenciada sino que me muestra el vínculo de gracia y responsabilidad que me liga a todo lo creado hasta poderlo llamar, como proféticamente nos reveló S. Francisco y como hoy, también proféticamente, nos recuerda el Papa Francisco, hermano y hermana1, “hasta no formar más que uno”2 en Él.
Tanto la FILIACIÓN como la FRATERNIDAD revelan al hombre su origen y su destino, su plenitud y la de todo lo creado, el destino último de la Vida donada y sin n. El Hijo sentado en las rodillas de su Madre ha esclarecido el pasaje más oscuro de la existencia, el sentido último de la Vida.
Esta Pascua es la Pascua de la fraternidad universal. ¡Nos ha nacido un Hijo! ¡Un hermano nos ha sido dado! Bajo esta ardiente Luminaria es posible ver un mundo trans gurado por su Venida, llamado a la Comunión, en el que la fraternidad universal es una realidad dichosa, en el que nuestras relaciones han dejado atrás el odio, la violencia, el maltrato, en el que el más necesitado es cargado a la espalda y es recogido de la intemperie y acogido en lugar seguro. Un mundo sin extranjerías y sin exclusiones, sin rechazos y sin indiferencias mortales. Un mundo nuevo sobre el que vuela el Espíritu, bendiciéndolo de nuevo.
El sueño más vasto de todos, el más bello y el más bueno es aquél que cree que este no es el sueño de unos pocos sino el sueño de todos3 , de todo lo creado, el destino del universo, del mundo, del hombre... Y no hay entonces otra tarea que hacerlo posible. “Ve y haz tú lo mismo”, como un día, nos cuenta Lucas, un hombre inquieto oyó de labios de Jesús (Lc 10, 37).
Ante el Misterio del Hijo está María, Madre de Dios y madre de los hombres, Virgen de la Ternura, de la que también nos sabemos hijos y, por tanto, también por Ella, hermanos. ¡Este mundo tiene Madre!4
Nos ha nacido un hijo de los limos de la tierra y de los destellos del cielo. Sobre Él se ha escuchado la voz del Padre reconociéndolo como Hijo amado. Y, Tú, María, Madre de Dios y Madre nuestra, le has recogido en tu seno, le has amamantado con ternura y nos lo has presentado, sentado en tus rodillas, en el Trono de la Gracia, a todos nosotros, sus hermanos. “Este es mi Hijo amado”. En Él, también, somos tus hijos, Madre.
¡Feliz Pascua de Navidad para todos!
M. Prado
Presidenta Federal
Federación de la Conversión de S. Agustín.
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
Under the sign of fraternity
Christmas 2020
A newborn, in the arms of a mother. On her knees, the little one lies, asleep, abandoned to our hands of men and women. Mary holds the Son of God. He is a Son given to men from the first moment of his life. This is the icon of a divine and human gift to the Father and to humanity. Never had Heaven and earth become so deeply united. “The heavens proclaim the glory of God. Night after night they reveal knowledge”(Ps 19). That divine Light shone once on this earth until it transformed it forever and unveiled the Night. A turning point. We were walking through lands of darkness and a light shone on us. What Light was left on for man? What Light illuminated our restless humanity?
JESUS, THE SON
Looking at the Son, I have come to understand which is my origin. Everything has been created under the sign of FILIATION -which becomes pure theophany! To be means to have been created, to have been born, to have an origin, a Father. I am a daughter because God Father has wanted me to be. That will of filiation seals the cosmos, the universe, the world, creatures, mankind. This is the luminous intuition of St. Francis: to see a world that comes from the hands of the Father himself, to the point that everything that our eyes can see is called with a resounding and excessive word: brother, sister. Heaven, earth, light, rain, animals, birds, man ... death ... To look at the Son is to know the Father, the Father of everything and everyone. Before Him, the Father, one removes all titles, all unnecessary skin, and stands like in a new birth from water and spirit, with the nakedness of a newborn, clothed in the whiteness of the first light. There will be no more vivid explosion of tenderness in all the Scripture than being able to call God “Abba, Father” and thus being able to recognize ourselves as children, well, we are! (cf. 1 Jn 3, 1). This world of ours has a Father and in Him I have my origin. To believe in Creation is to know that you are linked to this origin with the bond of filiation, with the protection of custody, with the focus on being that for what I was created for.
It is Jesus, the first-born Son, the Only Son, begotten not created, who reveals to us the greatest gift, attached to the gift of life: filiation. Because it is in Him, the Son, that the Father is revealed to us. Through Jesus we are children in the Son (Gal 4, 4-7). With Him we are born, we are born again, like Him, from the Water and the Spirit. That is the filiation received at Baptism. We are born from the river, from the muddy waters of a source of this earth and of the clear waters of the Fountains of Life, and from the Spirit and, above us, the Voice of the Father also recognizes us and calls us children. We live within the best filiation, the one that constitutes us, the original one, the bond that goes beyond flesh and blood, a spiritual bond because the Spirit lives, flutters, in this relationship in which we are, we move and exist! (Acts 17:28)
When you contemplate the Mystery of His Birth, exalt with joy because with Him you are born, as a son or daughter.
JESUS, BROTHER
We again contemplate the Mother and the Son. When Christ enters the unique Body of Humanity, subjected to sin, through the Holy Door that is Mary, he seals it not only with filiation but also with Fraternity. If everything has been created under the sign of FILIATION, then everything is called to be seen UNDER THE SIGN OF FRATERNITY, which is also a theophany! If children, then brothers. And this reveals to me the origin of a new world in which it is not possible to lose oneself in undifferentiated confusion, but rather shows me the bond of grace and responsibility that binds me to everything created until I can call it, as St. Francis prophetically revealed to us and as today, also prophetically, Pope Francis reminds us: brother and sister, “until we are one alone” in Him.
Both FILIATION and FRATERNITY reveal to man his origin and destiny, his fullness and that of everything created, the ultimate destination of Life which is given without end. The Son sitting on the knees of his Mother has shed light on the darkest passage in existence, the ultimate meaning of Life.
This is the Christmas of universal fraternity. A Son has been born to us! A brother has been given to us! Under this burning Luminaire it is possible to see a world transformed by his Coming, called to Communion, in which universal fraternity is a joyful reality, in which our relationships have left behind hatred, violence, abuse, in which whoever is most in need is carried and fetched from inclemency and sheltered in a safe place. A world without foreigners and without exclusions, without rejections and without mortal indifference. A new world over which the Spirit flies, blessing it once again.
The largest dream of all, the best and most beautiful is the one that believes that this is not the dream of a few but the dream of all, of everything that is created, the destiny of the universe, of the world, of man ... And there is then no other task than to make it possible. "Go and do the same", as one day, Luke tells us, a restless man heard from the lips of Jesus (Lk 10,37).
Before the Mystery of the Son is Mary, Mother of God and mother of men, Virgin of Tenderness, of whom we also know ourselves children and, therefore, also through Her, brothers and sisters. This world has a Mother!
A son has been born to us from the silts of the earth and the sparkles of the sky. Above Him the voice of the Father has been heard, recognizing him as the beloved Son. And, you, Mary, Mother of God and our Mother, you have received him in your womb, you have tenderly fed him and, sitting on your knees, on the Throne of Grace, you have introduced him to all of us, his brothers. "This is my beloved Son." In Him, we are also your children, Mother.
Happy Christmas everyone!
M. Prado
Federal President
Federation of the Conversion of S. Augustin
Under the sign of fraternity
Christmas 2020
A newborn, in the arms of a mother. On her knees, the little one lies, asleep, abandoned to our hands of men and women. Mary holds the Son of God. He is a Son given to men from the first moment of his life. This is the icon of a divine and human gift to the Father and to humanity. Never had Heaven and earth become so deeply united. “The heavens proclaim the glory of God. Night after night they reveal knowledge”(Ps 19). That divine Light shone once on this earth until it transformed it forever and unveiled the Night. A turning point. We were walking through lands of darkness and a light shone on us. What Light was left on for man? What Light illuminated our restless humanity?
JESUS, THE SON
Looking at the Son, I have come to understand which is my origin. Everything has been created under the sign of FILIATION -which becomes pure theophany! To be means to have been created, to have been born, to have an origin, a Father. I am a daughter because God Father has wanted me to be. That will of filiation seals the cosmos, the universe, the world, creatures, mankind. This is the luminous intuition of St. Francis: to see a world that comes from the hands of the Father himself, to the point that everything that our eyes can see is called with a resounding and excessive word: brother, sister. Heaven, earth, light, rain, animals, birds, man ... death ... To look at the Son is to know the Father, the Father of everything and everyone. Before Him, the Father, one removes all titles, all unnecessary skin, and stands like in a new birth from water and spirit, with the nakedness of a newborn, clothed in the whiteness of the first light. There will be no more vivid explosion of tenderness in all the Scripture than being able to call God “Abba, Father” and thus being able to recognize ourselves as children, well, we are! (cf. 1 Jn 3, 1). This world of ours has a Father and in Him I have my origin. To believe in Creation is to know that you are linked to this origin with the bond of filiation, with the protection of custody, with the focus on being that for what I was created for.
It is Jesus, the first-born Son, the Only Son, begotten not created, who reveals to us the greatest gift, attached to the gift of life: filiation. Because it is in Him, the Son, that the Father is revealed to us. Through Jesus we are children in the Son (Gal 4, 4-7). With Him we are born, we are born again, like Him, from the Water and the Spirit. That is the filiation received at Baptism. We are born from the river, from the muddy waters of a source of this earth and of the clear waters of the Fountains of Life, and from the Spirit and, above us, the Voice of the Father also recognizes us and calls us children. We live within the best filiation, the one that constitutes us, the original one, the bond that goes beyond flesh and blood, a spiritual bond because the Spirit lives, flutters, in this relationship in which we are, we move and exist! (Acts 17:28)
When you contemplate the Mystery of His Birth, exalt with joy because with Him you are born, as a son or daughter.
JESUS, BROTHER
We again contemplate the Mother and the Son. When Christ enters the unique Body of Humanity, subjected to sin, through the Holy Door that is Mary, he seals it not only with filiation but also with Fraternity. If everything has been created under the sign of FILIATION, then everything is called to be seen UNDER THE SIGN OF FRATERNITY, which is also a theophany! If children, then brothers. And this reveals to me the origin of a new world in which it is not possible to lose oneself in undifferentiated confusion, but rather shows me the bond of grace and responsibility that binds me to everything created until I can call it, as St. Francis prophetically revealed to us and as today, also prophetically, Pope Francis reminds us: brother and sister, “until we are one alone” in Him.
Both FILIATION and FRATERNITY reveal to man his origin and destiny, his fullness and that of everything created, the ultimate destination of Life which is given without end. The Son sitting on the knees of his Mother has shed light on the darkest passage in existence, the ultimate meaning of Life.
This is the Christmas of universal fraternity. A Son has been born to us! A brother has been given to us! Under this burning Luminaire it is possible to see a world transformed by his Coming, called to Communion, in which universal fraternity is a joyful reality, in which our relationships have left behind hatred, violence, abuse, in which whoever is most in need is carried and fetched from inclemency and sheltered in a safe place. A world without foreigners and without exclusions, without rejections and without mortal indifference. A new world over which the Spirit flies, blessing it once again.
The largest dream of all, the best and most beautiful is the one that believes that this is not the dream of a few but the dream of all, of everything that is created, the destiny of the universe, of the world, of man ... And there is then no other task than to make it possible. "Go and do the same", as one day, Luke tells us, a restless man heard from the lips of Jesus (Lk 10,37).
Before the Mystery of the Son is Mary, Mother of God and mother of men, Virgin of Tenderness, of whom we also know ourselves children and, therefore, also through Her, brothers and sisters. This world has a Mother!
A son has been born to us from the silts of the earth and the sparkles of the sky. Above Him the voice of the Father has been heard, recognizing him as the beloved Son. And, you, Mary, Mother of God and our Mother, you have received him in your womb, you have tenderly fed him and, sitting on your knees, on the Throne of Grace, you have introduced him to all of us, his brothers. "This is my beloved Son." In Him, we are also your children, Mother.
Happy Christmas everyone!
M. Prado
Federal President
Federation of the Conversion of S. Augustin
SE FIGLI, ALLORA FRATELLI
SE FIGLI, ALLORA FRATELLI
Sotto il segno della fraternita S. Natale 2020 |
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Un neonato in braccio alla madre. Sulle sue ginocchia giace il piccolo addormentato, abbandonato nelle nostre mani di uomini e donne. Maria custodisce il Figlio di Dio. È un Figlio dato agli uomini n dal primo momento della sua vita. Questa è l’icona di una donazione divina e umana al Padre e all’umanità. Mai il cielo e la terra sono stati così profondamente uniti: “I cieli narrano la gloria di Dio. La notte alla notte ne trasmette il messaggio” (Sal 19). Questa luce divina è brillata una volta su questa terra no a trasformarla per sempre e ha illuminato la Notte. C’è un prima e un dopo. Camminavamo in terre oscure e una luce ha brillato su di noi. Quale luce si è accesa per
l’uomo? Quale luce ha illuminato la nostra umanità inquieta?
GESU’, IL FIGLIO
Guardando il Figlio ho capito qual è la mia origine. Tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA che diventa pura teofania! Essere, signi ca essere stati creati, essere nati, avere un’origine, un Padre. Sono glia perché Dio Padre ha voluto che lo fossi. Questa volontà di gliolanza segna il cosmo, l’universo, il mondo, gli esseri, l’uomo. È l’intuizione luminosa di san Francesco: vedere un mondo che viene dalla mano dello stesso Padre al punto che tutto ciò che i nostri occhi riescono a vedere è chiamato con una parola rotonda e sovrabbondante: fratello, sorella. Il cielo, la terra, la luce, la pioggia, gli animali, gli uccelli, l’uomo... la morte... Guardare il Figlio è conoscere il Padre, il Padre di tutto e di tutti. Davanti a Lui, il Padre, ci si spoglia di ogni titolo, di ogni inutile rivestimento, ci si trova come in una nuova nascita dall’acqua e dallo Spirito, con la nudità di un neonato, vestiti del bianco della prima luce. In tutte le Scritture non c’è esplosione di tenerezza più vivida di quella di poter chiamare Dio “Abbà, Padre” e quindi riconoscerci come gli, perché lo siamo! (cf. 1Gv 3,1). Questo nostro mondo ha un Padre e in Lui ho la mia origine. Credere nella Creazione è sapere che siamo legati a questa origine con il vincolo della gliolanza, con la tutela della custodia, con l’attenzione ad essere ciò per cui sono stato creato.
È Gesù, il Figlio primogenito, il Figlio Unigenito, generato non creato, che ci rivela il dono più grande che è legato alla vita: la gliolanza. Perché è in Lui, nel Figlio, che il Padre si rivela a noi. Per mezzo di Gesù siamo gli nel Figlio (Gal 4,4-7). Con Lui siamo nati, siamo nati di nuovo, come Lui, dall’acqua e dallo Spirito. Questa è la gliolanza ricevuta nel Battesimo. Nasciamo dal ume, dalle acque fangose di una sorgente di questa terra e dalle acque limpide delle Fontane della Vita, e dallo Spirito, e sopra di noi anche la Voce del Padre ci riconosce e ci chiama gli. Viviamo nella migliore gliolanza, quella che ci costituisce, quella originale, il legame che va oltre la carne e il sangue, legame spirituale perché lo Spirito vive, si libra in questo rapporto in cui siamo, ci muoviamo ed esistiamo! (At 17, 28)
Quando contempli il Mistero della Sua Nascita, esulta con gioia perché con Lui sei nato come glio o glia.
GESÙ, IL FRATELLO
Torniamo a contemplare la Madre e il Figlio. Quando Cristo entra nell'unico Corpo dell'Umanità sottomesso al peccato, attraverso la santa Porta che è Maria, non solo la sigilla con la gliolanza, ma anche con la Fraternità. Se tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA, allora tutto è chiamato a manifestarsi sotto il segno della FRATERNITA', che è anch’essa una teofania! Se siamo gli, allora siamo fratelli e sorelle. E questo mi rivela l'origine di un mondo nuovo in cui non è possibile perdersi in una confusione indi erenziata, ma piuttosto mi mostra il legame di grazia e di responsabilità che mi lega a tutto ciò che è stato creato, no a poterlo chiamare - come ci ha profeticamente rivelato San Francesco e come oggi, ancora profeticamente, ci ricorda Papa Francesco - fratello e sorella1, “ n quando non saremo una cosa sola”2 in Lui.
Sia la FIGLIOLANZA che la FRATERNITÀ rivelano all'uomo la sua origine e il suo destino, la sua pienezza e quella di tutta la creazione, il destino ultimo della Vita data e senza ne. Il Figlio seduto sulle ginocchia della Madre ha illuminato il passaggio più oscuro dell'esistenza, il senso ultimo della Vita.
Questa Pasqua è la Pasqua della fraternità universale: ci è nato un glio, ci è stato dato un fratello! Sotto quest’ardente luminaria è possibile vedere un mondo tras gurato dalla Sua venuta, chiamato alla Comunione, in cui la fraternità universale è una realtà gioiosa, in cui le nostre relazioni si las- ciano alle spalle odio, violenza, soprusi, in cui i più bisognosi sono portati in braccio, protetti dalle intemperie e accolti in un luogo sicuro. Un mondo senza stranieri e senza esclusioni, senza ri uto e senza indi erenze mortali. Un mondo nuovo su cui lo Spirito si libra, benedicendolo di nuovo.
Il sogno più grande di tutti, il più bello e il più buono, è quello che crede che questo non sia il sogno di pochi ma di tutti3, di tutta la creazione, il destino dell'universo, del mondo, dell'uomo... E non c'è altro compito che renderlo possibile: “Andate e fate lo stesso", come un giorno, ci dice Luca, un uomo inquieto udì dalle labbra di Gesù (Lc 10,37).
Davanti al Mistero del Figlio c'è Maria, Madre di Dio e Madre degli uomini, Vergine della Tene- rezza, della quale sappiamo anche noi stessi di essere gli e quindi anche attraverso di lei, fratelli e sorelle. Questo mondo ha una Madre!
Un glio è nato per noi dal fango della terra e dalle stelle del cielo. La voce del Padre si è fatta sentire su di lui, riconoscendolo come il Figlio prediletto. E tu, Maria, Madre di Dio e Madre nostra, lo hai accolto nel tuo grembo, lo hai allattato con tenerezza e ce lo hai presentato, seduto in ginocchio sul Trono di Grazia, tutti noi, suoi fratelli. “Questo è il mio Figlio, l’Amato”. Anche in Lui siamo gli tuoi, Madre.4
Buona “Pasqua” di Natale a tutti voi!
M. Prado
Presidente federale
Federazione della Conversione di Sant'Agostino
------------------------------------------------------------------------
1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCESCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCESCO, Angelus Solennità della Madre di Dio, 1 de Enero de 2017.
l’uomo? Quale luce ha illuminato la nostra umanità inquieta?
GESU’, IL FIGLIO
Guardando il Figlio ho capito qual è la mia origine. Tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA che diventa pura teofania! Essere, signi ca essere stati creati, essere nati, avere un’origine, un Padre. Sono glia perché Dio Padre ha voluto che lo fossi. Questa volontà di gliolanza segna il cosmo, l’universo, il mondo, gli esseri, l’uomo. È l’intuizione luminosa di san Francesco: vedere un mondo che viene dalla mano dello stesso Padre al punto che tutto ciò che i nostri occhi riescono a vedere è chiamato con una parola rotonda e sovrabbondante: fratello, sorella. Il cielo, la terra, la luce, la pioggia, gli animali, gli uccelli, l’uomo... la morte... Guardare il Figlio è conoscere il Padre, il Padre di tutto e di tutti. Davanti a Lui, il Padre, ci si spoglia di ogni titolo, di ogni inutile rivestimento, ci si trova come in una nuova nascita dall’acqua e dallo Spirito, con la nudità di un neonato, vestiti del bianco della prima luce. In tutte le Scritture non c’è esplosione di tenerezza più vivida di quella di poter chiamare Dio “Abbà, Padre” e quindi riconoscerci come gli, perché lo siamo! (cf. 1Gv 3,1). Questo nostro mondo ha un Padre e in Lui ho la mia origine. Credere nella Creazione è sapere che siamo legati a questa origine con il vincolo della gliolanza, con la tutela della custodia, con l’attenzione ad essere ciò per cui sono stato creato.
È Gesù, il Figlio primogenito, il Figlio Unigenito, generato non creato, che ci rivela il dono più grande che è legato alla vita: la gliolanza. Perché è in Lui, nel Figlio, che il Padre si rivela a noi. Per mezzo di Gesù siamo gli nel Figlio (Gal 4,4-7). Con Lui siamo nati, siamo nati di nuovo, come Lui, dall’acqua e dallo Spirito. Questa è la gliolanza ricevuta nel Battesimo. Nasciamo dal ume, dalle acque fangose di una sorgente di questa terra e dalle acque limpide delle Fontane della Vita, e dallo Spirito, e sopra di noi anche la Voce del Padre ci riconosce e ci chiama gli. Viviamo nella migliore gliolanza, quella che ci costituisce, quella originale, il legame che va oltre la carne e il sangue, legame spirituale perché lo Spirito vive, si libra in questo rapporto in cui siamo, ci muoviamo ed esistiamo! (At 17, 28)
Quando contempli il Mistero della Sua Nascita, esulta con gioia perché con Lui sei nato come glio o glia.
GESÙ, IL FRATELLO
Torniamo a contemplare la Madre e il Figlio. Quando Cristo entra nell'unico Corpo dell'Umanità sottomesso al peccato, attraverso la santa Porta che è Maria, non solo la sigilla con la gliolanza, ma anche con la Fraternità. Se tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA, allora tutto è chiamato a manifestarsi sotto il segno della FRATERNITA', che è anch’essa una teofania! Se siamo gli, allora siamo fratelli e sorelle. E questo mi rivela l'origine di un mondo nuovo in cui non è possibile perdersi in una confusione indi erenziata, ma piuttosto mi mostra il legame di grazia e di responsabilità che mi lega a tutto ciò che è stato creato, no a poterlo chiamare - come ci ha profeticamente rivelato San Francesco e come oggi, ancora profeticamente, ci ricorda Papa Francesco - fratello e sorella1, “ n quando non saremo una cosa sola”2 in Lui.
Sia la FIGLIOLANZA che la FRATERNITÀ rivelano all'uomo la sua origine e il suo destino, la sua pienezza e quella di tutta la creazione, il destino ultimo della Vita data e senza ne. Il Figlio seduto sulle ginocchia della Madre ha illuminato il passaggio più oscuro dell'esistenza, il senso ultimo della Vita.
Questa Pasqua è la Pasqua della fraternità universale: ci è nato un glio, ci è stato dato un fratello! Sotto quest’ardente luminaria è possibile vedere un mondo tras gurato dalla Sua venuta, chiamato alla Comunione, in cui la fraternità universale è una realtà gioiosa, in cui le nostre relazioni si las- ciano alle spalle odio, violenza, soprusi, in cui i più bisognosi sono portati in braccio, protetti dalle intemperie e accolti in un luogo sicuro. Un mondo senza stranieri e senza esclusioni, senza ri uto e senza indi erenze mortali. Un mondo nuovo su cui lo Spirito si libra, benedicendolo di nuovo.
Il sogno più grande di tutti, il più bello e il più buono, è quello che crede che questo non sia il sogno di pochi ma di tutti3, di tutta la creazione, il destino dell'universo, del mondo, dell'uomo... E non c'è altro compito che renderlo possibile: “Andate e fate lo stesso", come un giorno, ci dice Luca, un uomo inquieto udì dalle labbra di Gesù (Lc 10,37).
Davanti al Mistero del Figlio c'è Maria, Madre di Dio e Madre degli uomini, Vergine della Tene- rezza, della quale sappiamo anche noi stessi di essere gli e quindi anche attraverso di lei, fratelli e sorelle. Questo mondo ha una Madre!
Un glio è nato per noi dal fango della terra e dalle stelle del cielo. La voce del Padre si è fatta sentire su di lui, riconoscendolo come il Figlio prediletto. E tu, Maria, Madre di Dio e Madre nostra, lo hai accolto nel tuo grembo, lo hai allattato con tenerezza e ce lo hai presentato, seduto in ginocchio sul Trono di Grazia, tutti noi, suoi fratelli. “Questo è il mio Figlio, l’Amato”. Anche in Lui siamo gli tuoi, Madre.4
Buona “Pasqua” di Natale a tutti voi!
M. Prado
Presidente federale
Federazione della Conversione di Sant'Agostino
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCESCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCESCO, Angelus Solennità della Madre di Dio, 1 de Enero de 2017.
WENN WIR SÖHNE UND TÖCHTER SIND, DANN AUCH BRÜDER ...
WENN WIR SÖHNE UND TÖCHTER SIND,
DANN AUCH BRÜDER UND SCHWESTERN
Im Zeichen der Geschwisterlichkeit
Weihnachten 2020
DANN AUCH BRÜDER UND SCHWESTERN
Im Zeichen der Geschwisterlichkeit
Weihnachten 2020
Ein neugeborenes Kind, in den Armen einer Mutter. Der Kleine ruht auf den Knien, schlafend, und gibt sich ganz in die Hände von uns Männern und Frauen. Maria hält den Sohn Gottes. Er ist ein Sohn, der vom ersten Augenblick seines Lebens an den Menschen übergeben ist. Dies ist das Symbol einer göttlichen und menschlichen Gabe, an den Vater und an die Menschheit. Noch nie waren Himmel und Erde so tief miteinander verbunden. "Die Himmel rühmen die Ehre Gottes. Eine Nacht flüstert es der anderen zu" (Ps 19). Dieses göttliche Licht leuchtete einst auf dieser Erde, bis es sie für immer verwandelte und die Nacht erhellte. Ein Vorher und Nachher. Wir gingen in der Finsternis und ein Licht leuchtete uns auf. Welches Licht leuchtet weiterhin für den Menschen?
Was ist das für ein Licht, das unsere ruhelose Menschheit erleuchtete?
JESUS, DER SOHN
Als ich den Sohn betrachte, verstand ich, wo mein Ursprung ist. Alles ist unter dem Zeichen der
KINDSCHAFT geschaffen worden, die zur reinen Theophanie wird! Sein bedeutet, geschaffen worden zu sein, geboren worden zu sein, einen Ursprung, einen Vater zu haben. Ich bin eine Tochter, weil Gott, der Vater, wollte, dass ich existiere. Diese willentliche Kindschaft besiegelt den Kosmos, das Universum, die Welt, die Wesen, den Menschen. Es ist die erleuchtete Eingebung des hl. Franziskus: eine Welt zu sehen, die aus der Hand desselben Vaters kommt, bis zu dem Punkt, dass alles, was unsere Augen zu sehen vermögen, mit einem klaren und gewaltigen Wort bezeichnet wird: Bruder, Schwester. Der Himmel, die Erde, das Licht, der Regen, die Tiere, die Vögel, der Mensch... der Tod... Auf den Sohn schauen heißt, den Vater erkennen, den Vater von allem und jedem. Vor Ihm, dem Vater, legt man alle seine Titel ab, alle überflüssigen Schichten, steht da wie bei einer neuen Geburt aus Wasser und Geist, mit der Nacktheit eines Neugeborenen, bekleidet mit dem Weiß des ersten Lichtes. In der ganzen Schrift wird es keine lebendigere Explosion der Zärtlichkeit geben, als Gott "Abba, Vater" nennen zu können und uns so als Söhne und Töchter zu erkennen, denn das sind wir! (vgl. 1. Joh. 3,1). Diese unsere Welt hat einen Vater und in Ihm habe ich meinen Ursprung. An die Schöpfung zu glauben bedeutet zu wissen, dass wir mit diesem Ursprung verbunden sind, durch das Band der Kindschaft, im Schutz seiner Fürsorge, im Bewusstsein, das zu sein, wozu ich geschaffen wurde.
Es ist Jesus, der erstgeborene Sohn, der einzige Sohn, der gezeugt und nicht geschaffen wurde, der uns das größte Geschenk offenbart, das mit dem Leben verbunden ist: die Kindschaft. Denn in ihm, im Sohn, wird uns der Vater offenbart. Durch Jesus sind wir Söhne und Töchter im Sohn (Gal 4,4-7). Mit Ihm werden wir geboren, werden wir neu geboren, wie Er, aus dem Wasser und dem
Geist. Dies ist die Kindschaft, die wir in der Taufe empfangen. Wir sind aus dem Fluss geboren, aus dem schlammigen Wasser einer Quelle dieser Erde und aus dem klaren Wasser der Quellen des Lebens, und aus dem Geist, und über uns erkennt uns auch die Stimme des Vaters und nennt uns Söhne und Töchter. Wir leben in der besten Kindschaft, der, die uns ausmacht, der ursprünglichen, der Bindung, die über Fleisch und Blut hinausgeht, der geistigen Bindung, weil der Geist lebt, weht, in dieser Beziehung, in der wir sind, uns bewegen und existieren! (Apg 17, 28) Wenn du das Geheimnis Seiner Geburt betrachtest, juble vor Freude, denn mit Ihm wirst du als Sohn und Tochter geboren.
JESUS, BRUDER
Betrachten wir noch einmal die Mutter und den Sohn. Als Christus durch die heilige Pforte, die Maria ist, in den einen Leib der Menschheit eintritt, der der Sünde unterworfen ist, besiegelt er ihn nicht nur mit der Kindschaft, sondern auch mit der Geschwisterlichkeit. Wenn alles unter dem Zeichen der KINDSCHAFT geschaffen wurde, dann ist alles dazu berufen, sich unter dem Zeichen Página 2 de 2der GESCHWISTERLICHKEIT zu offenbaren, die auch eine Theophanie ist! Wenn Söhne und Töchter, dann Brüder und Schwestern. Und dies offenbart mir den Ursprung einer neuen Welt, in der es nicht möglich ist, sich in einem undifferenzierten Durcheinander zu verlieren, sondern es zeigt mir das Band der Gnade und der Verantwortung, das mich mit allem Geschaffenen verbindet, bis ich es, wie es uns der heilige Franziskus prophetisch geoffenbart hat und wie es uns heute auch Papst Franziskus prophetisch in Erinnerung ruft, Bruder und Schwester 1 nennen kann, "bis
wir nur noch eins sind“ 2 in Ihm.
Sowohl die KINDSCHAFT als auch die GESCHWISTERLICHKEIT offenbaren dem Menschen
seinen Ursprung und seine Bestimmung, seine Fülle und die der ganzen Schöpfung, die endgültige Bestimmung des Lebens, das gegeben ist und kein Ende hat. Der Sohn, der auf dem Knie seiner Mutter sitzt, hat den dunkelsten Abschnitt der Existenz, den letzten Sinn des Lebens, erhellt.
Dieses Weihnachtsfest ist das Weihnachten der universellen Geschwisterlichkeit. Uns ist ein Sohn geboren! Uns ist ein Bruder geschenkt worden! Durch diesen glühenden Lichtstrahl hindurch ist es möglich, eine durch sein Kommen verklärte Welt zu sehen, die zur Gemeinschaft berufen ist, in der die universale Geschwisterlichkeit eine freudige Realität ist, in der unsere Beziehungen Hass, Gewalt und Misshandlung hinter sich gelassen haben, in der der Bedürftigste auf dem Rücken getragen und von drauβen hereingeholt und an einem sicheren Ort aufgenommen wird. Eine Welt ohne Befremdlichkeit und ohne Ausgrenzung, ohne Ablehnung und ohne tödliche Gleichgültigkeit.
Eine neue Welt, über die der Geist weht und sie von neuem segnet.
Der weitreichendste Traum von allen, der schönste und beste ist der, der glaubt, dass dies nicht der Traum einiger weniger ist, sondern der Traum aller 3 , der gesamten Schöpfung, das Schicksal des Universums, der Welt, des Menschen … Und somit gibt es keine andere Aufgabe, als dies zu ermöglichen. "Geh hin und handle ebenso", wie eines Tages, so berichtet uns Lukas, ein suchender Mann von den Lippen Jesu hörte (Lk 10,37).
Vor dem Geheimnis des Sohnes steht Maria, Mutter Gottes und Mutter der Menschen, Jungfrau der Zärtlichkeit, von der auch wir uns Kinder und damit auch durch sie Brüder und Schwestern wissen. Diese Welt hat eine Mutter! 4 Aus dem Lehm der Erde und den Funken des Himmels ist uns ein Sohn geboren worden. Die Stimme des Vaters ist über ihm erklungen und hat ihn als den geliebten Sohn erkannt. Und du, Maria, Mutter Gottes und unsere Mutter, hast ihn in deinem Schoß aufgenommen, du hast ihn zärtlich gestillt und du hast ihn uns, auf deinen Knien sitzend, auf dem Thron der Gnade, uns allen, seinen Brüdern und Schwestern, vorgestellt. "Dies ist mein geliebter Sohn." In ihm sind auch wir
deine Kinder, Mutter.
Frohe Weihnachten für Sie alle!
M. Prado
Präsidentin Föderation der Bekehrung des heiligen Augustinus.
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1 Hl. Johannes von Damaskus, De fide orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANZISKUS, Fratelli tutti, Nr. 6
2 Didache, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8
4 FRANZISKUS, Angelus Hochfest der Mutter Gottes, 1. Januar 2017.
Weihnachtsbrief 2020.docx
Abrir con
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HA GYERMEKEK, AKKOR TESTVÉREK
HA GYERMEKEK, AKKOR TESTVÉREK
A testvériség jegyében 2020 Karácsony ünnepén |
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Újszülött az Anya karján. Térdén nyugszik a Kisded, alszik, ráhagyatkozik emberi-asszonyi kezünkre. Mária kezében tartja az Isten Fiát. Ez a Gyermek élete első pillanatától fogva emberkézre adatott. Az emberi és isteni odaadás képe, az Atyának, az emberiségnek. Soha nem volt ilyen testvéri közelben a föld és az ég. Az egek hirdetik Isten dicsőségét, az égbolt vallja kezének művét. A nap továbbadja a szót a másik napnak, az éj jelenti a hírt az éjnek. (19. Zsolt.) Ez az isteni fény egyetlen alkalommal világított itt a földön, egyszer s mindenkorra megváltoztatta, fellebbentette az Éjszaka fátylát. Van, ami előtte volt, s van, ami utána. Sötét tájkon jártunk és egyszerre fény támadt nekünk. Milyen világosság maradt fénylőn az ember számára? Milyen Fény világított rá nyugtalan emberségünkre?
JÉZUS, A GYERMEK
A Gyermeket szemlélve megértem, mi az eredetem. Minden a GYERMEKSÉG jegyében teremtetett, s ez tiszta teofánia! A lét teremtett mivoltot jelent, születést, eredetet, Atyát. Gyermek vagyok, mert az Atya Isten akarta, hogy legyek. Ez a gyermekké tevő akarat rányomta bélyegét a kozmoszra, a világmindenségre, a világra, a létezőkre, az emberre. Szt. Ferenc megérzése világított rá, ahogy a világot az Atya kezéből látta megszületni, hogy mindent, amit a szem lát, egyetlen markáns és túlzó szóval illet: testvér, nővér. Az egeket, a földet, a fényt, az esőt, az állatokat, a madarakat, az embert... a halált... A Gyermeket látva felismerjük az Atyát, mindenek és mindannyiunk Atyját. Előtte, az Atya előtt, lehullik rólunk minden cím, minden felesleges mez, s mint a vízből és lélekből való újjászületéskor, az újszülött mezíteleneségében, a hajnal fehérségében tűnünk fel. Az Írásokban nincs elevenebb, harsogóbb gyengédség, mint hogy az Istent Abba-nak, Atyá-nak szólíthatjuk, s hogy gyermeknek tarthtjuk magunkat, mert azok is vagyunk (1 Jn 3,1). Ennek a világnak van Atyja, s az én eredetem Őbenne van.
A teremtésbe vetett hit ehhez az eredethez való kötődést tud magáénak, gyermeki kötelékkel, a gondoskodás védőszárnya alatt, szem előtt tartja hogy azzá váljunk, aminek teremtettünk.
Jézus, az egyszülött Fiú, egyedüli Gyermek, született, de nem teremtmény, az emberi élettel járó legnagyobb ajándékot, a gyermekséget nyilatkoztatja ki. Őbenne, a Fiúban nyilatkozik meg számunkra az Atya. Jézus által ak vagyunk a Fiúban (Gal 4, 4-7). Vele születünk, s akárcsak Ő, újjászületünk Vízből és Lélekből. Ez a keresztségben kapott gyermekség. A folyóból születünk, a föld iszapos forrásából, és a z Élő Forrás tiszta vizéből, és a Lélekből. Felettünk is megszólal az Atya hangja és elismer, gyermekének hív bennünket. A legjobb gyermekségben élünk, ez az osztályrészünk, eredetünk. Ez a kötelék túllépi a test- ill. vér szerinti kapcsolatot. Lelki kötelék, mert a Lélek él, szabadon száll ebben kapcsolatban, amelyben élünk, mozgunk és létezünk (Apcsel. 17,28).
Amikor Születésének titkát szemléled, ujjongj, mert Vele te is megszületsz, mint Gyermek.
JÉZUS, A TESTVÉR
Fordítsuk szemünket az Anyára és a Fiúra. Amikor Krisztus magára ölti a bűntől sebzett Emberi Testet, a szent kapu, Mária, nemcsak a gyermekség, hanem a TESTVÉRISÉG jegyével is megjelöl. Minden a gyermekség jegyében teremtetett, és minden a testvériség jegyében nyilvánul meg - ez is teofánia! Ha gyermekek, akkor testvérek is vagyunk. Ez számomra az új világ eredetét mutatja, amelyben nem veszhetünk el a közömbösség zűrzavarában, hanem a kegyelem és a felelősség köteléke fűz minden teremtményhez, olyannyira, hogy – ahogy Szt. Ferenc prófétálva mondta, s ma Ferenc pápa, szintén prófétai szóval – vérnek és nővérnek szólít mindent, amíg végül “mindannyian eggyé válunk Őbenne”.
A gyermekség és a testvériség kinyilatkoztatja az ember és minden teremtmény eredetét és célját, a kiteljesedést, az átadott és véget nem érő Élet végső célját. Az Anya térdén ülő Gyermek megvilágítja a lét legsötétebb szakaszát, az Élet végső értelmét.
Ez az ünnep az egyetemes testvériség Ünnepe. Fiú született nekünk! Testvér adatott nekünk! E Világosság fényében meglátjuk, hogy eljövetele átformálja az Egységre hivatott világot, melyben a testvériség áldott valóság, kapcsolataink kizárták a gyűlöletet, az erőszakot, a zaklatást; amelyben a rászolrulót felkaroljuk, vállunkra vesszük, felszedjük a nyílt színről és biztonságos helyen befogadjuk. E világban nincs többé idegenség, kizárás, elutasítás, sem halálos közöny. Új világ, amelyben a Lélek újra szárnyal és megáld.
Mindannyiunk leghőbb vágya, legdédelgetettebb álma, hogy ez ne csak kevesek álma legyen, hanem mindenkié, az egész teremtett világé; az ember, a világ, a világmindenség céja. S akkor nincs más dolgunk, mint ezt lehetővé tenni. “Menj, és tégy te is hasonlóképp!”, mint ahogy egy nap – Szt. Lukács elmondása szerint – Jézus ajkáról hallotta egy nyugtalan szívű ember (Lk 10, 37).
A Gyermek titka előtt ott van Mária, az Istenanya, az emberek anyja, Gyengéd Szűz, akinek mi is gyermekei vagyunk, s így általa, testvérek is. E világnak van Édesanyja!
Fiú született nekünk a föld méhéből, s az ég sziporkáiból. Felette hangzott el az Atya szava, szeretett Fiának ismerve el Őt. És Te, Mária, Isten es mindannayiunk Anyja, befogadtad Őt méhedbe, gyengéden szoptattad, és térdeden, a Kegyelem Trónusán ülve bemutattad Őt nekünk, mindannyiunknak, a testvéreinek. “Ez az én szeretett Fiam”. Őbenne mi is gyermekeid vagyunk, Mária, égi Édesanyánk.
Áldott Karácsonyt mindannyiotoknak!
M. Prado
Szt. Ágoston Megtérése Föderáció
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1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
Jeśli dzieci, to bracia
Jeśli dzieci, to bracia
Pod znakiem braterstwa
Pascha Narodzenia Pańskiego 2020
Pod znakiem braterstwa
Pascha Narodzenia Pańskiego 2020
Noworodek w ramionach matki. Mały leży na kolanach, śpi, pozostawiony w naszych rękach
kobiet i mężczyzn. Maryja podtrzymuje Syna Bożego. To Syn oddany ludziom od pierwszej
chwili swojego życia. To jest ikona boskiej i ludzkiej darowizny dla Ojca i dla ludzkości. Nigdy
nie zbratały się tak głęboko ziemia i niebo. „Niebiosa głoszą chwałę Boga. Noc nocy przekazuje
wiadomość” (Ps 19). To boskie światło jeden raz zajaśniało na tej ziemi aż przemieniło ją na
zawsze i objaśniło Noc. Punkt zwrotny. Szliśmy przez krainy ciemności i zajaśniało dla nas
światło. Cóż za Światło zapaliło się dla człowieka? Cóż za Światło oświetliło naszą niespokojną
ludzkość?
JEZUS, SYN
Wpatrując się w Syna zrozumiałam jakie jest moje pochodzenie. Wszystko zostało stworzone pod znakiem DZIECIĘCTWA, która staje się czystą teofanią, Bożym objawieniem. Być oznacza być stworzonym, narodzić się, mieć początek, pochodzenie, Ojca. Jestem córką, bo Bóg Ojciec zechciał, abym nią była. Ta wola dziecięctwa naznacza kosmos, wszechświat, świat, istoty, człowieka. Oto światła intuicja św. Franciszka: patrzeć na świat, który wyszedł spod ręki samego Ojca do tego stopnia, że wszystko to co nasze oczy są w stanie zobaczyć, nazywa się wymownym i przesadnym słowem: brat, siostra. Niebiosa, ziemia, światło, deszcz, zwierzęta, ptaki, człowiek...śmierć... Patrzeć na Syna to poznać Ojca, Ojca wszystkiego i wszystkich. Przed Nim, Ojcem, każdy porzuca swoje tytuły, swoją zbędną skórę, podnosi się jak w czasie nowego narodzenia z wody i z ducha, z nagością noworodka ubranego w biel pierwszego światła. Nie ma w całym Piśmie większej eksplozji czułości niż możliwość wołania do Boga „Abba, Ojcze” i rozpoznania siebie jako dzieci „rzeczywiście nimi jesteśmy!” (por. 1 J 3,1). Ten nasz świat ma Ojca i w Nim mam swój początek. Wiara w Stworzenie to wiedzieć, że jest się związanym z tym początkiem więzią dziecięctwa, być pod jego opieką i ochroną, skupić uwagę na tym, aby być tym do czego zostałem stworzony.
To jest Jezus, Syn pierworodny, Jedyny Syn, zrodzony nie stworzony, ten, który nam objawia
największy dar związany z darem życia: dziecięctwo. Ponieważ to w Nim, w Synu objawia się nam Ojciec. Przez Jezusa jesteśmy synami w Synu (Ga 4, 4-7) Razem z Nim rodzimy się my,
rodzimy się na nowo, jak On, z Wody i z Ducha. To jest dziecięctwo otrzymane na Chrzcie.
Rodzimy się z rzeki, z błotnistych wód ze źródła tej ziemi i z czystych wód ze Źródła Życia, i z Ducha, i także nad nami, Głos Ojca nas rozpoznaje i nazywa nas dziećmi. Żyjemy wewnątrz najwspanialszego dziecięctwa, które nas konstytuuje, tego najbardziej pierwotnego, tej więzi, która wykracza poza ciało i krew, więzi duchowej, ponieważ Duch żyje, krąży w tej relacji, w której żyjemy, poruszamy się i jesteśmy! (Dz 17, 28)
Kiedy będziesz kontemplować Tajemnicą Jego Narodzenia, rozpromień się radością, bo razem z Nim rodzisz się i Ty, jako syn albo córka.
JEZUS BRAT
Powróćmy do konteplacji Matki i Syna. Kiedy Chrystus wchodzi w jedyne ciało ludzkości, poddane grzechowi, przez świętą Bramę, którą jest Maryja, nie tylko naznacza je przez dziecięctwo ale także przez Braterstwo. Jeśli wszystko zostało stworzone pod znakiem DZIECIĘCTWA, to wszystko jest powołane do udwidocznienia sie POD ZNAKIEM BRATERSTWA, które również jest teofanią. Jeśli dzieci, to bracia. Objawia mi to początek nowego świata, w którym nie jest możliwe zagubienie się w niezróżnicowanym zamęcie, ale pokazuje mi więź łaski i odpowiedzialności, która łączy mnie ze wszystkim co stworzone, aż będę potrafiła nazwać je brat i siostra, tak jak wyraził to proroczo św. Franciszek i jak dzisiaj, także proroczo, przypomina nam papież Franciszek, „dopóki w Nim nie stworzymy jedności”.
Zarówno DZIECIĘCTWO jak i BRATERSTWO objawiają człowiekowi jego pochodzenie i jego przeznaczenie, jego pełnię i wszystkiego co stworzone, ostateczne przeznaczenie nieskończonego i ofiarowanego Życia. Syn siedzący na kolanach swojej Matki objaśnił najciemniszy fragment istnienia, ostateczny sens Życia.
Ta Pascha to Pascha powszechnego braterstwa. Narodził się nam Syn! Brat został nam dany!
Pod tą ognistą Lampą jest możliwe patrzenie na świat przemieniony przez Jego przyjście,
powołany do Komunii, w której powszechne braterstwo to szczęśliwa rzeczywistość, w której nasze relacje zostawiły za sobą nienawiść, przemoc, maltretowanie, w której najbardziej potrzebujący jest niesiony na plecach, zebrany z peryferii i przygarnięty w bezpiecznym miejscu. Świat bez obcości i bez wykluczeń, bez odrzucenia i bez śmiertelnej obojętności. Nowy świat nad którym unosi się Duch, na nowo mu błogosławiąc.
Największym marzeniem ze wszystkich, najpiękniejszym i najlepszym jest to, które wierzy, że to nie jest marzenie nielicznych, ale marzenie wszystkich, wszystkiego co stworzone, przeznaczenie wszechświata, świata, człowieka...I jedyne zadanie to uczynienie go możliwym.
„Idź, i ty czyń podobnie!”, tak jak pewnego dnia, jak opowiada nam Łukasz, pewien dociekliwy człowiek usłyszał z ust Jezusa (Łk 10,37).
Wobec Tajemnicy Syna stoi Maryja, Matka Boga i matka ludzi, Dziewica pełna czułości, której
także uważamy się dziećmi, i dlatego też, również dzięki Niej, braćmi. Ten świat ma Matkę!
Narodził się nam Syn z błota ziemi i blasku nieba. Nad Nim usłyszano głos Ojca, który rozpoznał Go jako umiłowanego Syna. A Ty, Maryjo, Matko Boga i nasza Matko, przyjęłaś Go do swojego łona, wykarmiłaś go z czułością i przedstawiłaś go, siedzącego na Twoich kolanach, na Tronie Łaski, nam wszystkim, jego braciom. „To jest mój Syn umiłowany”. Matko, w Nim również i my jesteśmy Twoimi dziećmi.
Wesołej Paschy Bożego Narodzenia dla wszystkich!
M. Prado
Przewodnicząca Federacji Nawrócenia świętego Augustyna, OSA
Este hermoso verbo femenino, verbo de la Vida porque eso es la vida, puro y continuo engendramiento. Es concebir: poseer un espacio de acogida en la propia carne y recibir en él, contener a lo que en él se deposita. Es la recipiencia del amor materno antes de dar a luz.
Ese es el verdadero icono del Adviento y queda en María recogido.
Os propongo tres imágenes mariales que nos pueden ayudar a vivir este misterio de espera, de conversión, de recipiencia del Señor que viene:
la Anunciación
la Visitación
La Virgen Tejedora
Son tres iconos de Marko Rupnik que nos pueden acompañar en este camino que estamos a punto de iniciar
Ese es el verdadero icono del Adviento y queda en María recogido.
Os propongo tres imágenes mariales que nos pueden ayudar a vivir este misterio de espera, de conversión, de recipiencia del Señor que viene:
la Anunciación
la Visitación
La Virgen Tejedora
Son tres iconos de Marko Rupnik que nos pueden acompañar en este camino que estamos a punto de iniciar
Somos seres visitados
La primera visita la inaugura la anunciación a María por parte del ángel. Dios ha visitado a María y Ella le ha reconocido y acogido. La redención se inicia con una visita. Dios anuncia que vendrá y nosotros le esperamos. Por eso, lo anterior a la Encarnación y el Nacimiento del Señor es un largo Adviento, una larga espera.
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Dios se hace reconocer en su visita.
Lo mismo va a suceder en la Visitación. Será reconocida la Madre y será reconocido el Hijo: a la Madre de Dios la reconocerá la Madre del mayor nacido de mujer. Al Hijo de Dios le reconocerá el hijo.
Comentando el icono de M. Rupnik vemos que en el encuentro entre las dos mujeres, María tiene en el pecho la Palabra de Dios, que es «lámpara para sus pasos, luz en su sendero» (Sal 118), e Isabel, en señal de acogida, abre el manto. Al ver a María, el niño de Isabel salta de alegría. Los dos niños se reconocen antes que sus madres, que también eran primas, a través del velo de la carne. El hijo prometido a Israel estéril reconoce visceralmente su realización, el Antiguo Testamento acoge el Nuevo y el Nuevo —María— recurre al Antiguo para comprender el regalo que lleva en sí. Los dos testamentos dialogan y se reconocen el uno en el otro y se acogen mutuamente. La Palabra así no se quiebra sino que tiene continuidad. La promesa se hace realidad. La tierra prometida es tierra pisada ya por Dios y por el hombre.
Himno
María, nube llena de vida, se levantó y fue a apagar la sed de la tierra sedienta (es decir, Isabel) y a hacerla fructificar.
El Rey se sentó en su carro lleno de majestad para ir con prontitud a visitar a su siervo.
La joven susurró al oído de la anciana. Su palabra se deslizó por él y despertó al Predicador de la Verdad.
Un salto se apoderó de él, preso de alegría, como David, el hijo de Jesé,
que danzó ante el arca.
En el sexto mes, cuando las almas de los niños callan todavía,
Juan danzó con gran júbilo en el seno de su madre.
Oyó que aquel que moraba en el vientre como un hijo de hombre era su Señor y le ofreció la adoración debida a la divinidad.
Gloria al Padre que envió a su Hijo para nuestra salvación;
adoración al Hijo que en su providencia visitó a su siervo;
agradecimiento al Espíritu, por medio del cual el niño en el vientre
saltó en la presencia de su Señor
y fue llenado de alegría y de alegría intensa».
(LITURGIA SIRO-ANTIOQUENA, Fiesta de la Visitación de María a Isabel: Fenqitho II, 181).
Lo mismo va a suceder en la Visitación. Será reconocida la Madre y será reconocido el Hijo: a la Madre de Dios la reconocerá la Madre del mayor nacido de mujer. Al Hijo de Dios le reconocerá el hijo.
Comentando el icono de M. Rupnik vemos que en el encuentro entre las dos mujeres, María tiene en el pecho la Palabra de Dios, que es «lámpara para sus pasos, luz en su sendero» (Sal 118), e Isabel, en señal de acogida, abre el manto. Al ver a María, el niño de Isabel salta de alegría. Los dos niños se reconocen antes que sus madres, que también eran primas, a través del velo de la carne. El hijo prometido a Israel estéril reconoce visceralmente su realización, el Antiguo Testamento acoge el Nuevo y el Nuevo —María— recurre al Antiguo para comprender el regalo que lleva en sí. Los dos testamentos dialogan y se reconocen el uno en el otro y se acogen mutuamente. La Palabra así no se quiebra sino que tiene continuidad. La promesa se hace realidad. La tierra prometida es tierra pisada ya por Dios y por el hombre.
Himno
María, nube llena de vida, se levantó y fue a apagar la sed de la tierra sedienta (es decir, Isabel) y a hacerla fructificar.
El Rey se sentó en su carro lleno de majestad para ir con prontitud a visitar a su siervo.
La joven susurró al oído de la anciana. Su palabra se deslizó por él y despertó al Predicador de la Verdad.
Un salto se apoderó de él, preso de alegría, como David, el hijo de Jesé,
que danzó ante el arca.
En el sexto mes, cuando las almas de los niños callan todavía,
Juan danzó con gran júbilo en el seno de su madre.
Oyó que aquel que moraba en el vientre como un hijo de hombre era su Señor y le ofreció la adoración debida a la divinidad.
Gloria al Padre que envió a su Hijo para nuestra salvación;
adoración al Hijo que en su providencia visitó a su siervo;
agradecimiento al Espíritu, por medio del cual el niño en el vientre
saltó en la presencia de su Señor
y fue llenado de alegría y de alegría intensa».
(LITURGIA SIRO-ANTIOQUENA, Fiesta de la Visitación de María a Isabel: Fenqitho II, 181).
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Y EL ÁNGEL LA DEJÓ
2) «Y el ángel la dejó»
Lucas concluye la anunciación con estas palabras en las que deja a María no sola sino ya grávida. Ya no es necesario el mensajero, el ángel. María ha abierto el seno a Dios con su Fiat. Es la apertura total, la recipiencia de la humanidad, cerrada por el pecado, que se hace continente en Ella. María abraza a la Palabra, la come, la rumia, entra en sus entrañas para fecundarla.
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El icono de M. Rupnik habla de esta escena evangélica: el ángel acaba de partir, dejando a la Virgen en una actitud de total apertura ante el rollo de la Palabra, que, acogido por ella con un abrazo, la atraviesa totalmente. María se queda sola, pero esa soledad da lugar cada vez más a una presencia, a la Palabra a la cual se ha entregado y que ahora habita en su seno. María acoge al Verbo apoyando su rostro con ternura sobre el rollo.
Para todas nosotras esta es una llamada, una vocación: la de acoger al Señor, el Verbo, dentro de nosotras, hasta engendrarlo cada día dentro de nosotras y en el mundo, a nuestro alrededor.
Himno
«Mi boca no sabe cómo llamarte
oh hijo del Viviente. Si me atrevo a llamarte
hijo de José tiemblo,
porque tú no eres semilla suya. Pero de negar su nombre
tengo miedo, porque es a él a quien he sido dada como esposa.
Aunque seas Hijo del Uno, te llamaré
hijo de muchos porque no son suficientes para ti
miles de nombres: tú eres Hijo de Dios
pero también hijo del hombre, e hijo de José,
hijo de David e hijo de María.
¿Quién ha hecho, al que no tiene lengua,
Señor de las lenguas? Debido a tu concepción pura
me calumnian los malvados. Sé tú, oh santo,
el defensor de tu madre. Muestra prodigios
que les persuadan sobre el origen de tu concepción.
Por tu causa me odian todos,
oh tú que amas a todos. Soy perseguida
por haber concebido y dado a luz al único refugio
de los hombres. Que se alegre Adán
porque eres la llave del paraíso.
Se estremece el mar contra tu madre,
como contra Jonás. Herodes,
como un ola furiosa, quiere ahogar
al Señor de los mares. ¿A dónde debo huir?
Enséñamelo tú, oh maestro de tu madre.
Huiré contigo para obtener la vida,
por medio de ti, en todo lugar. Contigo la fosa
ya no es una fosa, porque en ti se sube
al cielo. Contigo el sepulcro
ya no es sepulcro, porque tú eres también la
resurrección»
(De San Efrén el Sirio, Himnos sobre la Natividad, 6,1-6).
Para todas nosotras esta es una llamada, una vocación: la de acoger al Señor, el Verbo, dentro de nosotras, hasta engendrarlo cada día dentro de nosotras y en el mundo, a nuestro alrededor.
Himno
«Mi boca no sabe cómo llamarte
oh hijo del Viviente. Si me atrevo a llamarte
hijo de José tiemblo,
porque tú no eres semilla suya. Pero de negar su nombre
tengo miedo, porque es a él a quien he sido dada como esposa.
Aunque seas Hijo del Uno, te llamaré
hijo de muchos porque no son suficientes para ti
miles de nombres: tú eres Hijo de Dios
pero también hijo del hombre, e hijo de José,
hijo de David e hijo de María.
¿Quién ha hecho, al que no tiene lengua,
Señor de las lenguas? Debido a tu concepción pura
me calumnian los malvados. Sé tú, oh santo,
el defensor de tu madre. Muestra prodigios
que les persuadan sobre el origen de tu concepción.
Por tu causa me odian todos,
oh tú que amas a todos. Soy perseguida
por haber concebido y dado a luz al único refugio
de los hombres. Que se alegre Adán
porque eres la llave del paraíso.
Se estremece el mar contra tu madre,
como contra Jonás. Herodes,
como un ola furiosa, quiere ahogar
al Señor de los mares. ¿A dónde debo huir?
Enséñamelo tú, oh maestro de tu madre.
Huiré contigo para obtener la vida,
por medio de ti, en todo lugar. Contigo la fosa
ya no es una fosa, porque en ti se sube
al cielo. Contigo el sepulcro
ya no es sepulcro, porque tú eres también la
resurrección»
(De San Efrén el Sirio, Himnos sobre la Natividad, 6,1-6).
LA TEJEDORA
“1Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.2 En el medio de la plaza de ella, y de la una y de la otra parte del río, estaba el árbol de la vida, que lleva doce frutos, dando cada mes su fruto: y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.3 Y no habrá más maldición; sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán.4 Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes.5 Y allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre de sol: porque el Señor Dios los alumbrará: y reinarán para siempre jamás.6 Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor Dios de los santos profetas ha enviado su ángel, para mostrar á sus siervos las cosas que es necesario que sean hechas presto.7 Y he aquí, vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”.
En este mural vemos los personajes propios del Adviento: Juan y María. El Cordero no es el Niño que va a nacer sino el Cordero Pascual, el Hijo que ya ha sido inmolado y que está en el trono de David, su Padre, en el trono del Padre celeste. Es un Cordero Pascual, de gran cabeza, el Cristo, de Cuerpo menudo, la Iglesia; es un Cordero que tiene algo de infantil, de pequeñez y de debilidad; ha sido degollado y vive, sostiene el rollo de la Palabra que no pasa, Él es el Alfa y la Omega, el origen y el fin. El pequeño Cordero al que María arropa con su carne y al que Ella ha dado un cuerpo, una humanidad, tejiéndolo en el suyo propio. Por eso, os propongo esta imagen bellísima de María, la tejedora.
«Tejedora» es un antiguo título mariano de las Iglesias siríacas. María tiene en la mano el ovillo con el que teje un cuerpo al Verbo. Cristo recibe de ella el vestido del cuerpo, es decir, la humanidad.
María, a su vez, gracias al Verbo que la habita, viste ese traje de gloria que era propio de Adán y de Eva en el paraíso y del que ellos habían sido despojados por el engaño de la serpiente, debiendo luego contentarse con las hojas de higuera, vestimenta extraña que es signo del pecado y de la desnudez de la humanidad.
Todas somos, como María, TEJEDORAS de la vida, de la Vida de Dios en nosotras. Nuestro Sí es un compromiso que me lleva a acoger pasivamente la Vida de Dios en mí y poner todo de mi parte, activamente, para hacerlo posible y que el Reino de Dios esté presente en el mundo.
Himno
«El Hijo del Altísimo vino y habitó en mí,
y yo me convertí en su madre. Como yo le di el nacimiento
—su segundo nacimiento— también él me dio el nacimiento a mí
una segunda vez. Él vistió el traje de su madre:
su cuerpo; yo me vestí de su gloria»
(San Efrén el Sirio, Himnos sobre Natividad, 16,11).
En este mural vemos los personajes propios del Adviento: Juan y María. El Cordero no es el Niño que va a nacer sino el Cordero Pascual, el Hijo que ya ha sido inmolado y que está en el trono de David, su Padre, en el trono del Padre celeste. Es un Cordero Pascual, de gran cabeza, el Cristo, de Cuerpo menudo, la Iglesia; es un Cordero que tiene algo de infantil, de pequeñez y de debilidad; ha sido degollado y vive, sostiene el rollo de la Palabra que no pasa, Él es el Alfa y la Omega, el origen y el fin. El pequeño Cordero al que María arropa con su carne y al que Ella ha dado un cuerpo, una humanidad, tejiéndolo en el suyo propio. Por eso, os propongo esta imagen bellísima de María, la tejedora.
«Tejedora» es un antiguo título mariano de las Iglesias siríacas. María tiene en la mano el ovillo con el que teje un cuerpo al Verbo. Cristo recibe de ella el vestido del cuerpo, es decir, la humanidad.
María, a su vez, gracias al Verbo que la habita, viste ese traje de gloria que era propio de Adán y de Eva en el paraíso y del que ellos habían sido despojados por el engaño de la serpiente, debiendo luego contentarse con las hojas de higuera, vestimenta extraña que es signo del pecado y de la desnudez de la humanidad.
Todas somos, como María, TEJEDORAS de la vida, de la Vida de Dios en nosotras. Nuestro Sí es un compromiso que me lleva a acoger pasivamente la Vida de Dios en mí y poner todo de mi parte, activamente, para hacerlo posible y que el Reino de Dios esté presente en el mundo.
Himno
«El Hijo del Altísimo vino y habitó en mí,
y yo me convertí en su madre. Como yo le di el nacimiento
—su segundo nacimiento— también él me dio el nacimiento a mí
una segunda vez. Él vistió el traje de su madre:
su cuerpo; yo me vestí de su gloria»
(San Efrén el Sirio, Himnos sobre Natividad, 16,11).
Domingo de la Alegría. Nuestra hermana Jenny Arana, de Lima, Perú, profesó en nuestro Monasterio. En este tiempo de dificultad sanitaria y de tantos momentos difíciles, tenemos la GRACIA de celebrar la entrega de la vida en la forma concreta de los Consejos Evangélicos profesados públicamente en la Iglesia. |
Fotos
Ceremonia
EL TIEMPO EN EL QUE UNA VOZ CLAMA EN EL DESIERTO. JUAN. La llamada a la conversión. Este será el ADVIENTO DEL CAMBIO, DE LA CONVERSIÓN A AQUÉL QUE DIJO QUE TODO LO HACÍA NUEVO. En este tiempo la voz de Juan se oye también como EL GRITO PROFÉTICO para este mundo, el que nos despierta porque esto es precisamente lo que va a suceder en breve, lo que ya está sucediendo: que ESTAMOS DESPERTANDO A UN MUNDO DISTINTO. ¿Qué debemos hacer HOY para afrontar el MAÑANA que nos llega? Como cristianos, ¿Qué PASO DE VIDA es el que hoy debo dar? |
palabras del Pp. francisco - angelus del 2º Domingo de adviento...
(zenit – 6 dic. 2020)
Palabras antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Mc 1,1-8) presenta la figura y la obra de Juan el Bautista, que señaló a sus contemporáneos un itinerario de fe similar al que el Adviento nos propone a nosotros, que nos preparamos para recibir al Señor en Navidad. Este itinerario de fe es un itinerario de conversión. ¿Qué significa la palabra “conversión”? En la Biblia quiere decir, ante todo, cambiar de dirección y orientación; y, por tanto, cambiar nuestra manera de pensar. En la vida moral y espiritual, convertirse significa pasar del mal al bien, del pecado al amor de Dios. Esto es lo que enseñaba el Bautista, que en el desierto de Judea proclamaba “un bautismo de conversión para perdón de los pecados” (v. 4). Recibir el bautismo era un signo externo y visible de la conversión de quienes escuchaban su predicación y decidían hacer penitencia. Ese bautismo tenía lugar con la inmersión en el Jordán, en el agua, pero resultaba inútil, era solamente un signo y resultaba inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida.
La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas. El ejemplo de este desapego nos lo ofrece una vez más el Evangelio de hoy en la figura de Juan el Bautista: un hombre austero, que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial. Este es el primer aspecto de la conversión: desapego del pecado y de la mundanidad. Comenzar un camino de desapego hacia estas cosas.
El otro aspecto de la conversión es el fin del camino, es decir, la búsqueda de Dios y de su reino. Desapego de las cosas mundanas y búsqueda de Dios y de su reino. El abandono de las comodidades y la mentalidad mundana no es un fin en sí mismo, no es una ascesis solo para hacer penitencia; el cristiano no hace “el faquir”. Es otra cosa. El desapego no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más grande, es decir, el reino de Dios, la comunión con Dios, la amistad con Dios. Pero esto no es fácil, porque son muchas las ataduras que nos mantienen cerca del pecado, y no es fácil… La tentación siempre te tira hacia abajo, te abate, y así las ataduras que nos mantienen cercanos al pecado: inconstancia, desánimo, malicia, mal ambiente y malos ejemplos. A veces el impulso que sentimos hacia el Señor es demasiado débil y parece casi como si Dios callara; nos parecen lejanas e irreales sus promesas de consolación, como la imagen del pastor diligente y solícito, que resuena hoy en la lectura de Isaías (cf. Is 40,1.11). Y entonces sentimos la tentación de decir que es imposible convertirse de verdad. ¿Cuántas veces hemos sentido este desánimo? “¡No, no puedo hacerlo! Lo empiezo un poco y luego vuelvo atrás”. Y esto es malo. Pero es posible, es posible. Cuando tengas esa idea de desanimarte, no te quedes ahí, porque son arenas movedizas: son arenas movedizas: las arenas movedizas de una existencia mediocre. La mediocridad es esto. ¿Qué se puede hacer en estos casos, cuando quisieras seguir pero sientes que no puedes? En primer lugar, recordar que la conversión es una gracia: nadie puede convertirse con sus propias fuerzas. Es una gracia que te da el Señor, y que, por tanto, hay que pedir a Dios con fuerza, pedirle a Dios que nos convierta Él, que verdaderamente podamos convertirnos, en la medida en que nos abrimos a la belleza, la bondad, la ternura de Dios. Pensad en la ternura de Dios. Dios no es un padre terrible, un padre malo, no. Es tierno, nos ama tanto, como el Buen Pastor, que busca la última de su rebaño. Es amor, y la conversión es esto: una gracia de Dios. Tú empieza a caminar, porque es Él quien te mueve a caminar, y verás cómo llega. Reza, camina y siempre darás un paso adelante.
Que María Santísima, a quien pasado mañana celebraremos como la Inmaculada Concepción, nos ayude a desprendernos cada vez más del pecado y de la mundanidad, para abrirnos a Dios, a su palabra, a su amor que regenera y salva.
Palabras antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Mc 1,1-8) presenta la figura y la obra de Juan el Bautista, que señaló a sus contemporáneos un itinerario de fe similar al que el Adviento nos propone a nosotros, que nos preparamos para recibir al Señor en Navidad. Este itinerario de fe es un itinerario de conversión. ¿Qué significa la palabra “conversión”? En la Biblia quiere decir, ante todo, cambiar de dirección y orientación; y, por tanto, cambiar nuestra manera de pensar. En la vida moral y espiritual, convertirse significa pasar del mal al bien, del pecado al amor de Dios. Esto es lo que enseñaba el Bautista, que en el desierto de Judea proclamaba “un bautismo de conversión para perdón de los pecados” (v. 4). Recibir el bautismo era un signo externo y visible de la conversión de quienes escuchaban su predicación y decidían hacer penitencia. Ese bautismo tenía lugar con la inmersión en el Jordán, en el agua, pero resultaba inútil, era solamente un signo y resultaba inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida.
La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas. El ejemplo de este desapego nos lo ofrece una vez más el Evangelio de hoy en la figura de Juan el Bautista: un hombre austero, que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial. Este es el primer aspecto de la conversión: desapego del pecado y de la mundanidad. Comenzar un camino de desapego hacia estas cosas.
El otro aspecto de la conversión es el fin del camino, es decir, la búsqueda de Dios y de su reino. Desapego de las cosas mundanas y búsqueda de Dios y de su reino. El abandono de las comodidades y la mentalidad mundana no es un fin en sí mismo, no es una ascesis solo para hacer penitencia; el cristiano no hace “el faquir”. Es otra cosa. El desapego no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más grande, es decir, el reino de Dios, la comunión con Dios, la amistad con Dios. Pero esto no es fácil, porque son muchas las ataduras que nos mantienen cerca del pecado, y no es fácil… La tentación siempre te tira hacia abajo, te abate, y así las ataduras que nos mantienen cercanos al pecado: inconstancia, desánimo, malicia, mal ambiente y malos ejemplos. A veces el impulso que sentimos hacia el Señor es demasiado débil y parece casi como si Dios callara; nos parecen lejanas e irreales sus promesas de consolación, como la imagen del pastor diligente y solícito, que resuena hoy en la lectura de Isaías (cf. Is 40,1.11). Y entonces sentimos la tentación de decir que es imposible convertirse de verdad. ¿Cuántas veces hemos sentido este desánimo? “¡No, no puedo hacerlo! Lo empiezo un poco y luego vuelvo atrás”. Y esto es malo. Pero es posible, es posible. Cuando tengas esa idea de desanimarte, no te quedes ahí, porque son arenas movedizas: son arenas movedizas: las arenas movedizas de una existencia mediocre. La mediocridad es esto. ¿Qué se puede hacer en estos casos, cuando quisieras seguir pero sientes que no puedes? En primer lugar, recordar que la conversión es una gracia: nadie puede convertirse con sus propias fuerzas. Es una gracia que te da el Señor, y que, por tanto, hay que pedir a Dios con fuerza, pedirle a Dios que nos convierta Él, que verdaderamente podamos convertirnos, en la medida en que nos abrimos a la belleza, la bondad, la ternura de Dios. Pensad en la ternura de Dios. Dios no es un padre terrible, un padre malo, no. Es tierno, nos ama tanto, como el Buen Pastor, que busca la última de su rebaño. Es amor, y la conversión es esto: una gracia de Dios. Tú empieza a caminar, porque es Él quien te mueve a caminar, y verás cómo llega. Reza, camina y siempre darás un paso adelante.
Que María Santísima, a quien pasado mañana celebraremos como la Inmaculada Concepción, nos ayude a desprendernos cada vez más del pecado y de la mundanidad, para abrirnos a Dios, a su palabra, a su amor que regenera y salva.
Queridos amigos,
cerca de la Navidad, habrá una presencia de nuestra comunidad en Madrid, para vender algunos de los productos artesanales de nuestro trabajo manual.
Agradecemos de corazón el apoyo y la ayuda que siempre nos ofrecéis y contamos con vuestra colaboración de nuevo en esta ocasión. Por favor, invitad a todos los que podáis. Estamos preparando todo con mucho cariño y empeño.
Muy unidas y agradecidas, las hermanas del Monasterio de la Conversión.
¡Feliz Adviento!
VENTA DE ARTESANIA: 21, 22 y 23 de diciembre
De 10:00 a 19:00 h.
EN Calle Conde de Aranda, 20 - MADRID
(ESPACIO ENCUENTRO)
cerca de la Navidad, habrá una presencia de nuestra comunidad en Madrid, para vender algunos de los productos artesanales de nuestro trabajo manual.
Agradecemos de corazón el apoyo y la ayuda que siempre nos ofrecéis y contamos con vuestra colaboración de nuevo en esta ocasión. Por favor, invitad a todos los que podáis. Estamos preparando todo con mucho cariño y empeño.
Muy unidas y agradecidas, las hermanas del Monasterio de la Conversión.
¡Feliz Adviento!
VENTA DE ARTESANIA: 21, 22 y 23 de diciembre
De 10:00 a 19:00 h.
EN Calle Conde de Aranda, 20 - MADRID
(ESPACIO ENCUENTRO)
“Recibí la noticia como los demás, escuchando en directo el Ángelus del Papa el domingo 25 de octubre. ¡Si no fuera por el hecho de que llevo un apellido tan inconfundible en ese momento, habría pensado que era otra persona!”
"Quiero morir con el hábito franciscano:
cosa que difícilmente me habrían permitido hacer si hubiera sido obispo".
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El cardenal Raniero Cantalamessa, pertenece a la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y ejerce como predicador de la Casa Pontificia desde 1980. Cuarenta años de dedicación a los Papas y a la Curia, durante los pontificados de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
Había pedido dos cosas al Papa y se las ha concedido:
1. No ser ordenado obispo.
2. Seguir vistiendo el hábito franciscano.
Las lecturas de este día, martes 1 de diciembre, me parecen muy acordes con la noticia compartida.
Había pedido dos cosas al Papa y se las ha concedido:
1. No ser ordenado obispo.
2. Seguir vistiendo el hábito franciscano.
Las lecturas de este día, martes 1 de diciembre, me parecen muy acordes con la noticia compartida.
LECTURAS DE HOY
Primera lecturaLectura del libro de Isaías (11,1-10):
AQUEL día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y entendimiento,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra;
pero golpeará al violento con la vara de su boca,
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero,
el leopardo se tumbará con el cabrito,
el ternero y el león pacerán juntos:
un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas;
el león como el buey, comerá paja.
El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente,
y el recién destetado extiende la mano
hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país del conocimiento del Señor,
como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé
será elevada como enseña de los pueblos:
se volverán hacia ella las naciones
y será gloriosa su morada.
Evangelio según san Lucas (10,21-24):
En aquella hora Jesús se lleno de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
AQUEL día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y entendimiento,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra;
pero golpeará al violento con la vara de su boca,
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero,
el leopardo se tumbará con el cabrito,
el ternero y el león pacerán juntos:
un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas;
el león como el buey, comerá paja.
El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente,
y el recién destetado extiende la mano
hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país del conocimiento del Señor,
como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé
será elevada como enseña de los pueblos:
se volverán hacia ella las naciones
y será gloriosa su morada.
Evangelio según san Lucas (10,21-24):
En aquella hora Jesús se lleno de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
"Dije en uno de mis primeros sermones en presencia de Juan Pablo II, que continuaba haciendo toda mi vida el humilde trabajo que hacía de niño: llevar agua a los segadores. Solamente cambiaron los segadores, que ahora eran los obreros de la viña del Señor, y el agua que llevo, que ahora es la Palabra de Dios.
Ahora, retirado al Eremo del Amor Misericordioso de Cittaducale desde hace unos seis años, el Señor me ha dado la oportunidad de estar, por así decirlo, junto al pozo, en la soledad del desierto, y por lo tanto puedo beber durante mucho tiempo, y no solo llevar de beber a los demás. También por esto me gustaría dar gracias a Dios."
Ahora, retirado al Eremo del Amor Misericordioso de Cittaducale desde hace unos seis años, el Señor me ha dado la oportunidad de estar, por así decirlo, junto al pozo, en la soledad del desierto, y por lo tanto puedo beber durante mucho tiempo, y no solo llevar de beber a los demás. También por esto me gustaría dar gracias a Dios."
(Cita tomada de Pablo Cervera, publicado en Religión en Libertad. ENTREVISTA COMPLETA [>>]
Queridos hermanos, empezamos un nuevo tiempo litúrgico: el Adviento.
Tenemos por delante cuatro semanas de preparación para la acogida del misterio de la Encarnación que se actualiza en nuestras vidas y para avivar en nosotros el deseo del encuentro definitivo con Cristo. Cada semana vamos a compartir con vosotros una propuesta, un paso de gracia, una actitud de apertura para vivir este tiempo de gracia en total escucha y atención al paso de Dios.
Tenemos por delante cuatro semanas de preparación para la acogida del misterio de la Encarnación que se actualiza en nuestras vidas y para avivar en nosotros el deseo del encuentro definitivo con Cristo. Cada semana vamos a compartir con vosotros una propuesta, un paso de gracia, una actitud de apertura para vivir este tiempo de gracia en total escucha y atención al paso de Dios.
1ª Semana. VELAD
Esta palabra hoy parece más urgente que nunca. Se nos pide poner atención a nuestro mundo. Nos hallamos ante un peligro de enorme magnitud y difícilmente controlable, ahora que se nos ha pedido frenar el ritmo que llevábamos, ahora que estamos confinados, recluidos, esta palabra nos indica cómo hemos de estar, cuál es la principal actividad que no podemos obviar ni despreciar porque algo está sucediendo que debemos comprender o debemos discernir para acometer el tiempo nuevo que vendrás.
Comenzamos el Adviento oyendo el grito de los pueblos heridos por la enfermedad y las catástrofes, la guerra y las migraciones en masa.
Más profundo que este grito de dolor es el silencio de los que ya han desesperado y viven anestesiados, en un grito silencioso.
Hay otro grito de petición de auxilio que expresa no solo el deseo de ser salvado de la catástrofe, sino que también revela la propia condición humana orientada al Otro del que espera ayuda y por eso levanta los ojos a lo alto desde la bajura de la propia historia hasta Aquél, el Señor, que le puede salvar. “El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”.
Reza con el salmo 120 y ponle rostro, nombre e historia. Alza el grito de dolor del mundo que sufre hacia Dios. ¡Ven, Señor Jesús!
Comenzamos el Adviento oyendo el grito de los pueblos heridos por la enfermedad y las catástrofes, la guerra y las migraciones en masa.
Más profundo que este grito de dolor es el silencio de los que ya han desesperado y viven anestesiados, en un grito silencioso.
Hay otro grito de petición de auxilio que expresa no solo el deseo de ser salvado de la catástrofe, sino que también revela la propia condición humana orientada al Otro del que espera ayuda y por eso levanta los ojos a lo alto desde la bajura de la propia historia hasta Aquél, el Señor, que le puede salvar. “El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”.
Reza con el salmo 120 y ponle rostro, nombre e historia. Alza el grito de dolor del mundo que sufre hacia Dios. ¡Ven, Señor Jesús!
Esta semana, del 22 al 29, la Comunidad del Monasterio de la Conversión va a vivir
una semana de retiro y oración y silencio.
Os pedimos a todos vuestra oración por nosotras, para que seamos dóciles a las mociones del Espíritu y vivamos un tiempo de renovación y conversión.
una semana de retiro y oración y silencio.
Os pedimos a todos vuestra oración por nosotras, para que seamos dóciles a las mociones del Espíritu y vivamos un tiempo de renovación y conversión.
¡ Ya puedes escuchar las charlas! Pincha aquí | Programa e inscripción: |
Emunah, es "la fe" en el sentido de "fidelidad" en hebreo. Desde Montefiolo, las hermanas van a iniciar un proyecto de pastoral juvenil formativo al que os queremos invitar y animar a todos los jóvenes. Encuentros online con la intención de hacer un itinerario formativo. Empezamos el 9 de noviembre y será cada dos lunes, a las 21.00 h. ![]()
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| Se celebró el III Congreso Internacional de Acogida Cristiana en el Camino de Santiago donde intervino nuestra priora, Hna. Carolina con la ponencia: Desafíos Pastorales del Camino para la Vida Consagrada. El congreso tuvo lugar en Santiago de Compostela, los días 16, 17 y 18 de octubre. |
Carta de nuestro Obispo
Carta completa...+

santa-teresa-2020_orar-por-los-demas.pdf | |
File Size: | 338 kb |
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SANTA TERESA 2020:
ORAR POR LOS DEMÁS EN ESTE TIEMPO DIFÍCIL
Queridos hermanos:
Quisiera enviaros a todos un especial saludo y mi cercanía en estas fiestas de nuestra Santa Teresa de Jesús, y hacerlo si cabe con más cariño en este año tan especial en que estamos padeciendo la grave situación de la pandemia del COVID-19, que tanto sufrimiento está provocando especialmente en las víctimas y sus familias, a la par que se hacen patente numerosas muestras de entrega de personas e instituciones que nos ayudan a superarla y a las que estamos infinitamente agradecidos.
Esta prolongada circunstancia está cambiando también muchas cosas en nuestra vida personal y social, entre ellas la forma de celebrar nuestras fiestas como ocurre con la de nuestra Santa en este año en que conmemoramos el 50 aniversario de su proclamación como Doctora de la Iglesia por el Papa san Pablo VI, quien además de reconocer y ensalzar las grandes virtudes humanas y sobrenaturales que concurren en la santa abulense y su condición de ser la primera mujer en la historia de la Iglesia a la que se otorga este singular título, destaca que su gran mensaje o legado es la oración, que en ella alcanza la cumbre de la mística cristiana junto a nuestro otro Doctor de la Iglesia san Juan de la Cruz. “Llega ahora a nosotros –decía el santo Papa S. Pablo VI en su homilía de la misa de proclamación del doctorado- el sublime y sencillo mensaje de la oración de la sabia Teresa, que nos exhorta a comprender «el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad..., que no es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Vida, 8, 4-5). Este es, en síntesis, el mensaje que nos da Santa Teresa de Jesús, doctora de la santa Iglesia. Escuchémoslo y hagámoslo nuestro”.
Santa Teresa de Jesús efectivamente es reconocida en toda la Iglesia como maestra de vida espiritual. Lo que con más frecuencia suele destacarse de sus enseñanzas es la descripción que hace de la unión del alma con Dios en sus sucesivas etapas o «moradas», así como los consejos que ofrece para llegar a recibir esta gracia. Pero, junto con ello, no podemos olvidar otra dimensión esencial de la oración cristiana, profundamente arraigada en la experiencia creyente y sobre la que nuestra Doctora también tiene mucho que enseñarnos. Me refiero a la intercesión, a las peticiones que elevamos al Padre por nuestro bien, el de la Iglesia y el de toda la familia humana.
En estos tiempos de pandemia, cuando tantas personas sufren a causa de la enfermedad, de la crisis económica o de la inestabilidad social, los cristianos tenemos la obligación no sólo de socorrerlos con nuestra ayuda material y nuestras palabras de aliento; también debemos rezar por ellos y suplicar a Dios que recuperen la salud, el bienestar y la paz. Quiero invitaros, por tanto, a rogar insistentemente para que pase pronto esta epidemia y que sus consecuencias sean lo menos perniciosas posibles. ¡Oremos por las personas que han muerto y sus familias, por los enfermos y por los que los cuidan y ayudan!
Nuestro Señor Jesucristo insiste en reiteradas ocasiones en la necesidad de hacer oración de petición. Por ejemplo, cuando asegura a sus discípulos que «lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré» (Jn 14,13), repitiendo lo que ya había asegurado antes: «todo lo que pidáis orando con fe lo recibiréis» (Mt 21,22). Nos invita a una intensa confianza: «Pedid y se os dará» (Mt 7,7). Y pone ejemplos muy claros, fundados en la conciencia del inmenso amor del Padre: «Si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le piden!» (Mt 7,11).
Santa Teresa, como amiga fuerte de Jesús, recoge estas indicaciones del Maestro. Es frecuente, por ejemplo, encontrar en su Epistolario numerosas súplicas a los destinatarios de sus cartas para que se rece por tal o cual intención, así como el compromiso suyo de interceder por algunas necesidades concretas. En el inicio de Camino de Perfección explica que una de las misiones de los monasterios que funda, si no la principal, era la de apoyar con su oración la labor de los misioneros en América y de los teólogos que rebatían las tesis luteranas. En concreto, anima a sus monjas a pedir dos gracias especiales: «que haya muchos... que tengan las partes que son menester para esto» y «que después de puestos en esta pelea... los tenga el Señor de su mano para que puedan librarse de tantos peligros como hay en el mundo» (CV 3,5). La principal enseñanza de la Santa en este pasaje es que una oración de intercesión, para ser verdadera, no debe buscar egoístamente el propio bien, sino que debe ser movida por la caridad y pretender de todo corazón la gloria de Dios y el bien de la Iglesia (cf. CV 3,6). La oración de petición, dice la Santa, no se limita sólo a lo que se dice con palabras, sino que va acompañada de pequeños sacrificios ofrecidos por amor y, sobre todo, de un cumplimiento lo más perfecto posible de los consejos evangélicos. No se trata de hacer grandes cosas, sino de poner «lo poquito que hay en mí... confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por Él se determina a dejarlo todo» (CV 1,2).
La misma Teresa experimenta la eficacia de la oración de petición. Cuando estaba desanimada ante las dificultades de sus fundaciones, se siente sostenida por la oración de cuantos apoyan su obra y escribe: «Me tenía con tanta pusilanimidad entonces, que no parece confiaba nada de Dios. Mas las oraciones de aquellas benditas almas, en fin, pudieron más» (F 28,14). ¡Qué fuerza tienen estas palabras en unos tiempos como los actuales, en los que hay muchos que se desaniman y desconfían ante la dureza del coronavirus y de sus consecuencias! ¡Qué hermoso es sostener, con nuestra oración, a personas que flaquean y sabernos también sostenidos por ellas, en esa defensa espiritual que la oración de los cristianos levanta para toda la Iglesia como sólida muralla frente a los demonios del desaliento y la desesperación! La oración de intercesión se hace en la comunión del Espíritu, unos pedimos por otros, seguros de que «si siempre pedís a Dios lo lleve adelante, y no fiais nada de vosotras, no os negará su misericordia» (F 27,12).
No es posible recoger en estas breves líneas los muchos pasajes en los que la Santa habla de la oración de petición. Sirvan estos que acabo de referir para que, de la mano de nuestra Santa, nos comprometamos a hacer lo que ahora el mundo más necesita: suplicar a Dios el fin de la pandemia. Hagámoslo personal o comunitariamente, invocando también la intercesión de la Santísima Virgen María y de todos los Santos. Podemos hacer con santa Teresa lo que ella hizo con su venerado san José: «tomé por abogado y señor al glorioso San José, y encomendéme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores... este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabría pedir. No me acuerdo, hasta ahora, haberle suplicado cosa que no la haya dejado de hacer» (V 6,6). Eso mismo les dice este Obispo que mucho lo tiene experimentado.
Con mi afecto y bendición les deseo lo mejor en esta fiesta de nuestra Santa abulense.
✠José María Gil Tamayo, Obispo de Ávila
ORAR POR LOS DEMÁS EN ESTE TIEMPO DIFÍCIL
Queridos hermanos:
Quisiera enviaros a todos un especial saludo y mi cercanía en estas fiestas de nuestra Santa Teresa de Jesús, y hacerlo si cabe con más cariño en este año tan especial en que estamos padeciendo la grave situación de la pandemia del COVID-19, que tanto sufrimiento está provocando especialmente en las víctimas y sus familias, a la par que se hacen patente numerosas muestras de entrega de personas e instituciones que nos ayudan a superarla y a las que estamos infinitamente agradecidos.
Esta prolongada circunstancia está cambiando también muchas cosas en nuestra vida personal y social, entre ellas la forma de celebrar nuestras fiestas como ocurre con la de nuestra Santa en este año en que conmemoramos el 50 aniversario de su proclamación como Doctora de la Iglesia por el Papa san Pablo VI, quien además de reconocer y ensalzar las grandes virtudes humanas y sobrenaturales que concurren en la santa abulense y su condición de ser la primera mujer en la historia de la Iglesia a la que se otorga este singular título, destaca que su gran mensaje o legado es la oración, que en ella alcanza la cumbre de la mística cristiana junto a nuestro otro Doctor de la Iglesia san Juan de la Cruz. “Llega ahora a nosotros –decía el santo Papa S. Pablo VI en su homilía de la misa de proclamación del doctorado- el sublime y sencillo mensaje de la oración de la sabia Teresa, que nos exhorta a comprender «el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad..., que no es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Vida, 8, 4-5). Este es, en síntesis, el mensaje que nos da Santa Teresa de Jesús, doctora de la santa Iglesia. Escuchémoslo y hagámoslo nuestro”.
Santa Teresa de Jesús efectivamente es reconocida en toda la Iglesia como maestra de vida espiritual. Lo que con más frecuencia suele destacarse de sus enseñanzas es la descripción que hace de la unión del alma con Dios en sus sucesivas etapas o «moradas», así como los consejos que ofrece para llegar a recibir esta gracia. Pero, junto con ello, no podemos olvidar otra dimensión esencial de la oración cristiana, profundamente arraigada en la experiencia creyente y sobre la que nuestra Doctora también tiene mucho que enseñarnos. Me refiero a la intercesión, a las peticiones que elevamos al Padre por nuestro bien, el de la Iglesia y el de toda la familia humana.
En estos tiempos de pandemia, cuando tantas personas sufren a causa de la enfermedad, de la crisis económica o de la inestabilidad social, los cristianos tenemos la obligación no sólo de socorrerlos con nuestra ayuda material y nuestras palabras de aliento; también debemos rezar por ellos y suplicar a Dios que recuperen la salud, el bienestar y la paz. Quiero invitaros, por tanto, a rogar insistentemente para que pase pronto esta epidemia y que sus consecuencias sean lo menos perniciosas posibles. ¡Oremos por las personas que han muerto y sus familias, por los enfermos y por los que los cuidan y ayudan!
Nuestro Señor Jesucristo insiste en reiteradas ocasiones en la necesidad de hacer oración de petición. Por ejemplo, cuando asegura a sus discípulos que «lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré» (Jn 14,13), repitiendo lo que ya había asegurado antes: «todo lo que pidáis orando con fe lo recibiréis» (Mt 21,22). Nos invita a una intensa confianza: «Pedid y se os dará» (Mt 7,7). Y pone ejemplos muy claros, fundados en la conciencia del inmenso amor del Padre: «Si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le piden!» (Mt 7,11).
Santa Teresa, como amiga fuerte de Jesús, recoge estas indicaciones del Maestro. Es frecuente, por ejemplo, encontrar en su Epistolario numerosas súplicas a los destinatarios de sus cartas para que se rece por tal o cual intención, así como el compromiso suyo de interceder por algunas necesidades concretas. En el inicio de Camino de Perfección explica que una de las misiones de los monasterios que funda, si no la principal, era la de apoyar con su oración la labor de los misioneros en América y de los teólogos que rebatían las tesis luteranas. En concreto, anima a sus monjas a pedir dos gracias especiales: «que haya muchos... que tengan las partes que son menester para esto» y «que después de puestos en esta pelea... los tenga el Señor de su mano para que puedan librarse de tantos peligros como hay en el mundo» (CV 3,5). La principal enseñanza de la Santa en este pasaje es que una oración de intercesión, para ser verdadera, no debe buscar egoístamente el propio bien, sino que debe ser movida por la caridad y pretender de todo corazón la gloria de Dios y el bien de la Iglesia (cf. CV 3,6). La oración de petición, dice la Santa, no se limita sólo a lo que se dice con palabras, sino que va acompañada de pequeños sacrificios ofrecidos por amor y, sobre todo, de un cumplimiento lo más perfecto posible de los consejos evangélicos. No se trata de hacer grandes cosas, sino de poner «lo poquito que hay en mí... confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por Él se determina a dejarlo todo» (CV 1,2).
La misma Teresa experimenta la eficacia de la oración de petición. Cuando estaba desanimada ante las dificultades de sus fundaciones, se siente sostenida por la oración de cuantos apoyan su obra y escribe: «Me tenía con tanta pusilanimidad entonces, que no parece confiaba nada de Dios. Mas las oraciones de aquellas benditas almas, en fin, pudieron más» (F 28,14). ¡Qué fuerza tienen estas palabras en unos tiempos como los actuales, en los que hay muchos que se desaniman y desconfían ante la dureza del coronavirus y de sus consecuencias! ¡Qué hermoso es sostener, con nuestra oración, a personas que flaquean y sabernos también sostenidos por ellas, en esa defensa espiritual que la oración de los cristianos levanta para toda la Iglesia como sólida muralla frente a los demonios del desaliento y la desesperación! La oración de intercesión se hace en la comunión del Espíritu, unos pedimos por otros, seguros de que «si siempre pedís a Dios lo lleve adelante, y no fiais nada de vosotras, no os negará su misericordia» (F 27,12).
No es posible recoger en estas breves líneas los muchos pasajes en los que la Santa habla de la oración de petición. Sirvan estos que acabo de referir para que, de la mano de nuestra Santa, nos comprometamos a hacer lo que ahora el mundo más necesita: suplicar a Dios el fin de la pandemia. Hagámoslo personal o comunitariamente, invocando también la intercesión de la Santísima Virgen María y de todos los Santos. Podemos hacer con santa Teresa lo que ella hizo con su venerado san José: «tomé por abogado y señor al glorioso San José, y encomendéme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores... este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabría pedir. No me acuerdo, hasta ahora, haberle suplicado cosa que no la haya dejado de hacer» (V 6,6). Eso mismo les dice este Obispo que mucho lo tiene experimentado.
Con mi afecto y bendición les deseo lo mejor en esta fiesta de nuestra Santa abulense.
✠José María Gil Tamayo, Obispo de Ávila
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Hna. Ana Mª Juan, o.s.a.Nuestra hermana Ana de Cocentaina (Alicante), hizo su Profesión Simple este lunes en la Festividad de Nuestra Señora del Pilar, acompañada de amigos y familiares. Presidió la ceremonia D. Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá, natural de Cocentaina como dejó claro en el encuentro y que tanto cariño mostró a sus paisanos. |
| Ceremonia |
La vidriera del rosetón en la entrada de nuestra Iglesia es un canto a la creación. Dios dijo y apareció la vida y sus colores y su armonía y se manifestó la comunión, la relación entre los seres. Todo estaba llamado a ser un universo, un dinamismo en unidad, donde unos dejan paso a los otros, donde la existencia de uno es la posibilidad de ser para los otros, donde los colores se entremezclan para alumbrar novedades insospechadas, donde es posible la dicha de la fraternidad.
Cuando miramos el cielo estrellado, en la noche de este mundo —aquí en el Monasterio de la Conversión el cielo nocturno es un espectáculo— nos adentramos en este misterio de la creación. Las galaxias, las estrellas, su orden y respeto, su armonía y juego reglado... es un espacio privilegiado de nuestro cosmos herido donde aún quedan ecos fuertes de este proyecto original del mundo.
En nuestra Iglesia de la de la Reconciliación la vidriera canta esta primera creación que apuntaba, esperaba, estaba abierta a Cristo, Aquél que ha hecho todas las cosas nuevas.
Cuando miramos el cielo estrellado, en la noche de este mundo —aquí en el Monasterio de la Conversión el cielo nocturno es un espectáculo— nos adentramos en este misterio de la creación. Las galaxias, las estrellas, su orden y respeto, su armonía y juego reglado... es un espacio privilegiado de nuestro cosmos herido donde aún quedan ecos fuertes de este proyecto original del mundo.
En nuestra Iglesia de la de la Reconciliación la vidriera canta esta primera creación que apuntaba, esperaba, estaba abierta a Cristo, Aquél que ha hecho todas las cosas nuevas.