Te adentras en el estudio porque hay una realidad y una verdad que se nos hace presente y que suscita nuestras preguntas. Traemos a la mesa de estudio nuestros interrogantes y los de la humanidad. ¿Quién eres Tú? ¿Quién soy yo? ¿Por qué el dolor y el mal? ¿Por qué la vida y no la nada?
Pero estudiamos también porque sentimos la llamada a escuchar la Palabra de Dios que se revela y la palabra que susurra la realidad, lo existente, que también espera a que alguien se detenga a escucharla. Por eso el estudio nos obliga a pararnos y a guardar un silencio expectante y respetuoso ante el misterio que lo envuelve todo y por lo que nos es tan desconocido. Estudiar para descifrar el enigma y para conocer lo que me ha sido dado, incluso yo misma, las relaciones con los demás, la existencia de las cosas, del cosmos... y conocer también el límite, arrodillarme ante el Misterio, callar y acoger.
Pero estudiamos también porque sentimos la llamada a escuchar la Palabra de Dios que se revela y la palabra que susurra la realidad, lo existente, que también espera a que alguien se detenga a escucharla. Por eso el estudio nos obliga a pararnos y a guardar un silencio expectante y respetuoso ante el misterio que lo envuelve todo y por lo que nos es tan desconocido. Estudiar para descifrar el enigma y para conocer lo que me ha sido dado, incluso yo misma, las relaciones con los demás, la existencia de las cosas, del cosmos... y conocer también el límite, arrodillarme ante el Misterio, callar y acoger.
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