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Del Sábado Santo al Domingo de Resurrección- PASCUA JUBILAR 2025

26/4/2025

 

“El resucitado nos ha enseñado a caminar con el pie herido”

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​​“Hoy es un día de silencio. Hoy es un día para contemplar”. Esa era la invitación que nos hacía Madre Prado este Sábado Santo al inicio de su clave bajo el título: “Hemos contemplado su gloria” (Jn 1, 14).
Durante la misma explicó que la contemplación joánica tiene dos dinámicas: la atención, que requiere una mirada atenta y silenciosa; y la intención, que es lo que sale de mí para responder a lo que me ha llamado la atención.
Madre Prado recordaba que en la contemplación joánica hay una admiración, como cualidad que me hace salir de mí mismo: “Me provoca la salida de mí, el olvido de mí”. “La contemplación es dar un espacio a algo que me llama la atención, hasta el punto que me olvido de mí”.
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En el Evangelio según san Juan se nos presenta a Dios amor: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3, 16). Madre Prado nos decía cuatro claves para entender este amor herido: Dios ha elegido la omni-debilidad en lugar de la omnipotencia porque es un Dios que no tiene armas; Dios ha escogido la vulnerabilidad, ya que hacerse carne significa que puedo ser herido; es un amor que se hace próximo, que se abaja, perdiendo todo lo mío para dártelo a ti; y el amor loco de Dios.
Asimismo, los principios del amor de Dios son: es un amor que no pactará nunca con el mal; un amor que reconcilia, que reúne, que no separa; un amor comprometido con la verdad y la justicia; un amor que confía; y un amor consagrado al amor, que da la vida.

El Dios joánico tiene que ver con una gloria que transmite que Dios es amor y un amor vulnerable. “Es un amor humilde, que ha dado la vida hasta la muerte”, indicaba Madre Prado, añadiendo que “Cristo ha querido llevarse al cielo todas las heridas”. “El resucitado nos ha enseñado a caminar con el pie herido”.

​Después de la clave, Marta y Nacho, un matrimonio de nuestra fraternidad de laicos, dieron testimonio justo el día en que celebraban su aniversario de boda. Ellos se conocieron en el camino de la fe y, desde el inicio de nuestra Comunidad, conocieron a las primeras hermanas, siendo el primer matrimonio que comenzó a formar nuestra Fraternidad de Laicos. Contaban cómo ellos han visto la gloria de Dios en el nacimiento y el crecimiento de nuestra Comunidad y también en los momentos difíciles, en los que tanto las hermanas, como los laicos de la fraternidad, han sido un gran apoyo.
Un matrimonio que, junto a sus tres hijos, viven fielmente anclados en el amor de Dios, en la salud y en la enfermedad, que les hace proclamar como en el Salmo: “Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”.

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Nuestra Hna. Clara, también daba testimonio para contar su experiencia sobre los últimos meses de vida de su padre. “Las puertas del cielo se abrieron de par en par”. Los primeros momentos tras diagnosticarle la enfermedad a su padre fueron muy difíciles: “Al principio la enfermedad nos quitó las fuerzas”, contaba la Hna. Clara, pero después la enfermedad les dio fortaleza porque su padre sólo tenía que ser hijo del Padre, ponerse en sus manos.
“Nos pudimos despedir y hablamos mucho del cielo” y “nos animaba a no estar tristes”, comentaba la Hna. Clara, que también decía que su padre tenía una certeza muy grande del encuentro con el Padre.
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​Después, hubo tiempo de oración, de caminar en medio de la Creación, de contemplar en silencio la ausencia de Jesús que ‘duerme’ cuando conmemoramos el Sábado Santo.
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A las once de la noche comenzaba la Vigilia Pascual. Iniciamos el recorrido con una hoguera en nuestra Cruz de Mambré y fuimos caminando hacia la Iglesia. Ya dentro, fuimos recorriendo toda la celebración solemne de esta Vigilia donde hacemos memoria de la Historia de Salvación de Dios con su pueblo Israel, a través de una serie de lecturas y salmos. El paso de la oscuridad a la luz también está muy presente en esta noche en la que se simboliza el paso de la Muerte a la Resurrección de Cristo.
Este Domingo de Resurrección culminaba el Triduo Pascual con un encuentro donde los asistentes han podido dar testimonio de su experiencia vivida durante estos días en nuestro monasterio.

​Después, hemos celebrado la Eucaristía y, a continuación, cerrábamos este Triduo con una comida fraterna.
 
Gracias a todos los que habéis compartido con nosotras este Triduo Pascual.
 
¡Feliz Pascua de Resurrección!


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