0 Comentarios
Esta expresión de San Agustín, nos exhorta a la alegría y la alabanza mientras peregrinamos por esta tierra. Entre los correos que circulan entre nosotras estos días, llegaba un "cortaypega" de una cita de S. Agustín desde Italia: “Se nos ha invitado a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. El cantar es función de alegría y, si lo consideramos atentamente, función de amor. Quien sabe amar la vida nueva, sabe cantar el cántico nuevo. Cómo sea la vida nueva se nos va a comunicar a través del cántico nuevo. Todo pertenece al mismo reino: el cántico nuevo, el hombre nuevo, el testamento nuevo. Por lo tanto, el hombre nuevo cantará el cántico nuevo y pertenecerá al testamento nuevo” (Sermón 34, 1). Otro correo llegaba desde Lima, esta hermana nos llevaba la mirada a la desaparación de los ["pajaros mieleros"] debido a que están olvidándose de cantar... un artículo interesante. Y desde España, recogemos el guante y publicamos este mini video que nos manda un asistente a la Pascua 2021 donde puede oírse de fondo la alegría de "El gran Hallel" ¡No paremos de cantar el Cántico Nuevo! |
Descarga la Carta de Comunión en tu idioma: |
SÁBADO SANTO
FOTOS
| Clave del día: |
VIERNES SANTO
| Clave del día:"La muerte de Jesús, el Hijo y el hermano" (Hna. Carmen Toledano) |
JUEVES SANTO
DOMINGO de Ramos
Pascua 2021
Carta de comunión 2021
![]()
"HEMOS PASADO DE LA MUERTE A LA VIDA PORQUE AMAMOS A LOS HERMANOS" (1Jn 3, 14) DE LA CATÁSTROFE A LA PASCUA La vida está seriamente amenazada hasta el punto de sentir que vivimos en los últimos días, para muchos, muchísimos, así ha sido realmente porque la muerte ha paseado por nuestro mundo asolando calles y familias, cortando caminos de encuentro y posibilidades de trabajo, de vida. Para muchos es el tiempo de la catástrofe que terminará, como en el teatro griego, en tragedia, en muerte. Punto final. Para otros, este tiempo acabará y retornaremos al paraíso perdido, a los tiempos de ayer. Para nosotros, este drama dentro del drama que es la misma existencia, es una Pascua, un estrecho paso franco que nos llevará de la muerte a la vida, a la Vida verdadera. Solo la Pascua de Jesús, como la nuestra, transforma el luto en danzas. ¿QUÉ MUERTES HEMOS VIVIDO… … Cada uno de nosotros, en nuestras comunidades, en nuestras familias, pueblos, países… ¿Y cuáles no hemos visto o hemos escondido? Por indiferencia, seguro, también por pudor, porque era tanta la desnudez que deja la muerte que había que cubrirla con un velo[1]; pero eso no le ha quitado a la muerte su faz horrenda, su dura sensualidad morbosa y la sospecha de que, tras lo velado, hay más, mucho más que no vemos y en lo que podemos estar incluidos nosotros. Hemos de mirar de frente a esta muerte, a ese elenco de catástrofes a las que todos estamos sometidos, callejones sin salida, navegaciones sin puerto. Porque son muchas las muertes y, aunque a nosotros nos aterrorice un virus, la muerte a muchos les llega antes por el hambre, el naufragio, la vida sin vida, el abuso de los poderosos, el "odium fidei", por la prepotencia, la indiferencia, la repugnancia… Muchos no esconden la muerte, la proponen como renuncia a la vida, por el descontento que esta ofrece[2]; deberíamos dar la vuelta a este argumento y dolernos de la muerte, antes que de la vida, para descubrir y salvar la dignidad que esta tiene. Si la Vida llega no será porque hayamos burlado a la muerte con las estrategias más sofisticadas, sino porque hemos sido tocados por ella y hemos deseado y anhelado vivir. ¡La Vida! DE LA MUERTE A LA VIDA Vivir la Pascua es la única alternativa a este mundo depredador porque solo la Buena Nueva del Evangelio de Jesús, el Buen Pastor (Jn 10, 11), que desea cambiar un mundo viejo por los cielos nuevos, la tierra nueva, el hombre nuevo, revela el verdadero destino de la Creación. Como Pastor bueno se preocupa del alimento de todos, de la defensa frente a los enemigos, hasta exponer la propia vida, de reunir a los suyos que andan dispersos (Sal 23; Zac 13, 7; Hb 13,20; 1 Pe 2, 25; 1 Pe 5, 4). Hemos reafirmado el significado griego de la existencia humana como seres murientes, o del existencialismo del siglo pasado, como seres-para-la muerte. Sin embargo, la fe del Pueblo hebreo y la fe en Cristo resalta la verdad más propia del ser humano: somos los vivientes (Gn 2, 7), los que viven porque el gran hilo de oro de las Sagradas Escrituras, tanto del AT como del NT es sorprendente y novedosamente la VIDA, que es un Bien (Gn 1, 26-27; Sal 8, 6; Gn 2, 7; 3, 19; Jb 34, 15; Sal 103-102, 14; 104-103, 29). La Vida abre el Libro y lo cierra: el Génesis tiene su patria en la Vida Nueva (Ap 21, 1-8) ¡Somos los que vivimos! Aunque hayas muerto, vivirás (Jn 11, 25). Esta es gran verdad de la fe y del amor: la esperanza en la Vida que no muere. Y el garante de esta vida es su mismo Creador, Dios, porque Él, que es tres veces Amor, es “amante de la Vida” (Sb 11, 26). LA VIDA EN CRISTO. LA PASCUA La plenitud de este Bien nos ha sido donado en Cristo Jesús, Señor de la Vida (“En Él estaba la Vida” Jn 1, 4), que ha venido no solo a darnos de la Vida divina sino a injertarnos en ella; no solo ha venido a habitar la Vida en la vida, sino que la vida recibida ha encontrado en Él su destino definitivo, la Vida eterna que era, es y será. Somos vidas injertadas en la Vida. Cristo ha puesto límites de nuevo al mal, a la enfermedad, a la muerte, llevándonos sobre Sí, como el pastor a la oveja perdida (Lc 15, 3-7), metiéndonos en Él, como la Puerta (Jn 10, 9) de la morada de Dios, diciéndonos: "Venid a Mí" (Mt 11, 28-30), entrad en mi Cuerpo, saboread manjares abundantes (Is 55, 1-3), vivid en Mí (Jn 17, 23). Ha puesto límites a la muerte, atrayéndonos con su amor eterno, sacándonos de sus garras, alzándonos del polvo y del barro, poniéndonos en pie cuando estábamos al borde del camino y Él pasó junto a nosotros y nos curó, levantó, cuidó. La Vida nos ha venido por Él y Él ha consumado su vida entre nosotros para darnos la Vida que no pasa. Por amor al Padre y por amor a los hermanos. HEMOS PASADO DE LA MUERTE A LA VIDA PORQUE AMAMOS A LOS HERMANOS Ese paso de la muerte a la Vida no está en nuestras manos, es en Cristo Jesús donde se realiza la plenitud de vida a la que hemos sido destinados. Cuando nuestra existencia ha sido conquistada por Él y su Vida ha entrado en la nuestra hasta el punto de vivir en Él (“Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” Gal 2, 20) es un imposible no amar al prójimo como Él lo ama, con la misma gratuidad, graciosa y abundante, con la que nos sentimos amados por Él y con la misteriosa visión de sabernos ante Él, vivo en el Rostro de cada hermano, sacramento suyo[3] . El Amor, por venir de Dios, es la mejor defensa de la Vida y, así, cuando aquél falta o es mediano, mediocre o enfermo, la vida corre peligro y queda sometida a la mayor desnudez y orfandad. Volver a la Fuente del Amor es volver a las Fuentes de la Vida, porque van unidas y no es posible entenderlas ni descubrirlas la una sin la otra. La existencia de lo creado dejará de ser vida o de tenerla cuando falte el amor, activo y concreto, empeñado en ser cuidador y nutricio de la vida donada, empeñado en dar vida y la vida propia para fecundar lo yermo y lo muerto. El amor se consuma para dar vida no para restarla, no como voluntad de muerte sino como ¡voluntad de vida! Por eso la vida, cuando se consuma, es decir, cuando no se interrumpe por propia voluntad sino que llega hasta su fin, se pierde, ha de pasar por la Cruz y por una muerte (“Todo está consumado” Jn 19, 30) que abre la puerta de la Vida. Cristo Jesús “con la muerte vence a la muerte” [4]. No está en nuestras manos, es el Espíritu el que obra en nosotros este milagro de anchura, largura, hondura y profundidad del Amor. El Espíritu que nos viene de Él ha ensanchado (Is 54, 2-4) los espacios de la caridad[5] hasta desbordar de vida y, por tanto, de amor más allá de nosotros mismos. Si nos ha precedido el Amor de Dios es verdad que, al acogerlo, se ha despertado en nosotros el amor concreto, en acto, al hermano y que toda Eucaristía, “espíritu y fuego” [6], nutriente de Vida, es el tiempo fuera del tiempo en el que este misterio de amor se realiza, entrando en una comunión capaz de desvelar nuestros egoísmos, nuestras distancias, nuestras miserias en el amor y, a la vez, nos transforma, nos cristifica, iluminándonos internamente, agraciándonos hasta deshacer los nudos de nuestra terca enemistad. La vida en la muerte se trueca por la vida en el Espíritu y, así, esta vida eucaristizada, vida en el Resucitado, es la Pascua continua que vivimos los hombres aquí en este mundo feroz, la que nos hace pasar de la muerte a la vida porque el Amor triunfa sobre aquella y le clava el aguijón hasta transformarla en Vida y Vida eterna. SI VIVIMOS UNA PASCUA Ha de haber en nuestra vida una transformación, la vida ha de estar transida del Amor de Dios hacia nuestros hermanos para que, transfigurada por este Amor sea una Luz de vida en medio de toda tiniebla, dolor, desesperanza, muerte. Hoy debemos mirar a tantos cuidadores de otros, a tantos que cargan con vidas frágiles, a tantos que viven junto a las "vidas que sobran", a tantos defensores de otros, a tantos mártires que han dado la vida por el Evangelio del Amor fraterno. Unidos transformaremos lo que puede ser una catástrofe en una Pascua, la de Cristo Jesús. A esta multitud que camina sin rumbo, asumámosla nosotros, los que nos acercamos al altar cada día, para que entren en la Pascua de la Vida Nueva y Él sea todo para todos (1Cor 15, 28). El Señor está aquí y todos vamos hacia Él, nos atrae como en los campos de Galilea, como en el cenáculo, en el calvario. Abracemos el mundo con un amor entrañable, concreto, en acto, para que todos, vayamos hacia Él a comer Luz[7], la Vida que no pasa. La Vida del Resucitado en la que somos, vivimos y existimos, será ratificada en nuestra Comunión con el Cuerpo de Cristo, con nuestros hermanos que sufren, con los que convivimos diariamente, con los que están a nuestro cuidado (Mt 25). Hagamos epíclesis, elevando una súplica al Padre en el Cuerpo del Resucitado para que envíe el Espíritu Vivificante a nuestro mundo y, a través del camino franco del Amor que nos reveló el Hijo, pasemos de la muerte a la Vida que no pasa, a la Vida eterna. Vivamos en Cristo Jesús, por medio del Espíritu[8] , para poder llevar la Vida al mundo que sufre los desgarros de la muerte, del odio, de la injusticia, del desamor y seamos manifestación de la Vida en Él entregándonos a todos nuestros hermanos hasta consumar la vida por ellos. Padre de Bondad, pronuncia de nuevo tu Palabra de Vida eterna[9] para que pase este mundo[10] y venga tu Reino de Justicia y de Paz. ¡Aleluya, aleluya! ¡Cristo Jesús ha resucitado, aleluya! ¡Feliz Pascua de la Vida! M. Prado Glez. Heras Presidenta Federal Federación de La Conversión de S. Agustín. Sotillo de La Adrada, Ávila ----------------------------------- [1]¹ DELPHINE HORVILLEUR, Nudità e pudore (Quiqajon, Monasterio de Bose 2021). [2]² ARTHUR SCHOPENHAUER, El mundo como voluntad y representación (Editorial Porrúa, México 1987) [3]³ M. MARÍA SKOBTSOV, El sacramento del hermano (Sígueme, Salamanca 2004) 66. [4]⁴ Cf. ALEXANDER SCHEMANN, Per la vita del mondo (Lipa, Roma 2012). [5]⁵ SAN AGUSTÍN, Carta 105, 15, Tomo VIII (BAC, Madrid 1986) 781. [6]⁶ Liturgia siríaca. [7]⁷ CHRISTIAN BOBIN, Resucitar (Encuentro, Madrid 2017) 24. [8]⁸ MARKO I. RUPNIK, L'arte della vita (Lipa, Roma 2014) 61. [9]⁹ ERMES RONCHI, Sulla soglia della vita (San Paolo, Milán 2012) 110. [10]¹⁰ DIDAJÉ, X, 6. COMMUNION LETTER
![]()
"We have passed from death to life, because we love our brothers and sisters" (1Jn 3, 14) FROM CATASTROPHE TO EASTER. Life is seriously threatened up to the point of feeling that we are living in the last days, and for many, so many, it has really been this way because death has walked through our world devastating streets and families, cutting off paths of encounter and possibilities of work, of life. For many it is the time of catastrophe that will end, as in the Greek theater, in tragedy, in death. End point. For others, this time will end and we will return to the lost paradise, to the times of before. For us, this drama within the drama which is existence itself, is a Passover, a frank narrow passage that will take us from death to life, to true Life. Only the Passover of Jesus, like ours, transforms mourning into dancing. WHAT DEATHS HAVE WE LIVED …? … Each one of us, in our communities, in our families, towns, countries… And which ones have we not seen or have hidden? Out of indifference, sure, also out of modesty, because there was so much nakedness left behind by death that it had to be covered with a veil; but it has not taken away from death, its horrendous face, its harsh morbid sensuality and the suspicion that, behind the veiled, there is more, much more that we do not see and in which we ourselves can be included. We must look at this death face on, at that list of catastrophes to which we are all subjected, dead ends, navigations without a port. Because there are many deaths and, although we are terrified by a virus, to many, death comes before because of hunger, shipwreck, life without life, abuse of the powerful, odium fidei, because of arrogance, indifference , disgust ... Many do not hide death, they propose it as a renunciation of life, because of the discontent it offers; we should turn this argument around and suffer from death rather than from life, so as to discover and save the dignity it has. If Life comes, it will not be because we have outwitted death with the most sophisticated strategies, but because we have been touched by it and we have desired and longed to live. Life! FROM DEATH TO LIFE Living Easter is the only alternative to this predatory world, because only the Good News of the Gospel of Jesus, the Good Shepherd (Jn 10, 11), who wishes to exchange an old world for new heavens, the new earth, the new man, reveals the true destiny of Creation. Being the good Shepherd, he cares about everyone's food, about defense against enemies, even exposing his own life, about gathering his own who are scattered (Ps 23; Zc 13, 7; Heb 13, 20; 1P 2, 25; 1P 5, 4). We have reaffirmed the Greek meaning of human existence as dying beings, or last century’s existentialism meaning, as beings-for-death. However, the faith of the Hebrew People and the faith in Christ highlight the human being’s own fundamental truth: we are the living beings (Gn 2, 7), the ones who live because the great golden thread of the Holy Scriptures, both of the OT and of the NT, is, surprisingly LIFE, which is Good in itself (Gn 1, 26-27; Ps 8, 6; Gn 2, 7; 3, 19; Jb 34, 15; Ps 103-102, 14; 104-103, 29). Life opens the Book and closes it: Genesis has its homeland in the New Life (Rv 21, 1-8). We are the ones who live! Even if you have died, you will live (Jn 11, 25). This is the great truth of faith and love: hope in the Life that does not die. And the guarantor of this life is its own Creator, God, because He, who is three times Love, is "lover of Life" (Wis 11,26). LIFE IN CHRIST. EASTER The fullness of this Good has been given to us in Jesus Christ, Lord of Life ("In Him was Life" Jn 1, 4), who has come not only to give us divine Life but to graft us into it; not only has Life come to inhabit life, but the life received has found in Him its definitive destiny, the eternal Life that was, is and will be. We are lives grafted onto Life. Christ has once again set limits to evil, to disease, to death, by taking us upon himself, like the shepherd who carries the lost sheep (Lk 15, 3-7), introducing us in him, like the Door (Jn 10, 9) of God's abode. He says to us: Come to Me (Mt 11, 28-30), enter my Body, savor abundant delicacies (Is 55, 1-3), live in Me (Jn 17, 23). He has set limits to death, drawing us with his eternal love, pulling us out of its clutches, lifting us out of the dust and mud, lifting us up when we were on the edge of the road and He passed by us and healed us, lifted us, took care of us. Life has come to us through Him and He has consummated his life among us to give us the Life that does not end. Because He loves the Father and He loves the brothers and sisters. WE HAVE PASSED FROM DEATH TO LIFE BECAUSE WE LOVE OUR BROTHERS AND SISTERS That passage from death to Life is not in our hands, it is in Jesus Christ where the fullness of life to which we have been destined is realized. When our existence has been conquered by Him and His Life has entered ours up to the point of living in Him ("I no longer live, it is Christ who lives in me" Ga 2, 20), it is impossible not to love our neighbor as He loves him, with the same gratuitousness, graceful and abundant, with which we feel loved by Him and with the mysterious vision of knowing ourselves before Him, alive in the Face of each brother and sister, his sacrament. Love, because it comes from God, is the best defense of Life and, thus, when it’s missing or is poor, mediocre or sick, life is in danger and it’s subjected to the greatest nakedness and orphanhood. To return to the Source of Love is to return to the Sources of Life, because they go together and it is not possible to understand or discover one without the other. The existence of the created will cease to be life or to have it when love is lacking, a love that is active and concrete, determined to be the caretaker and nurturer of the donated life, determined to give life, and its own life, to fertilize the barren and the dead. Love is consumed to give life, not to subtract it, not as a will to die but as a will to live! That is why life, when it is consumed, that is, when it is not interrupted of its own accord but reaches its end, it’s lost, it must pass through the Cross and through death ("Everything is finished" Jn 19, 30 ) which opens the door of Life. Jesus Christ "conquers death with death.” It is not in our hands, it is the Spirit who works in us this miracle of love’s breadth, length and depth. The Spirit that comes to us from Him has widened (Is 54, 2-4) the spaces of charity up to the point of overflowing of life and, therefore, of love beyond ourselves. If the Love of God has preceded us, it is true that, by welcoming it, concrete love has been awakened in us, in act, for our brother and sister and that every Eucharist, "spirit and fire", nutrient of Life, is time outside of time, in which this mystery of love is realized, entering into a communion capable of revealing our selfishness, our distances, our miseries in love and, at the same time, it transforms us, christifies us, internally enlightening us, gracing us until we undo the knots of our stubborn enmity. Life in death is exchanged for life in the Spirit and, thus, this life ‘eucharisticated’, life in the Risen One, is the continuous Easter that we live here in this fierce world, which makes us pass from death to life because Love triumphs over deaths and sticks the sting in it until it transforms it into Life and eternal Life. IF WE LIVE AN EASTER There must be a transformation in our life, life must be filled with the Love of God towards our brothers and sisters so that, transfigured by this love, it may be a Light of life in the midst of all darkness, pain, despair, death. Today we must look at so many caregivers of others, so many who carry fragile lives, so many who live alongside the lives that are not needed, so many defenders of others, so many martyrs who have given their lives for the Gospel of fraternal Love. United we will transform what can be a catastrophe in an Easter, that of Jesus Christ. Let us assume ourselves this crowd that walks aimlessly, we who approach the altar every day, so that they may enter the Passover of the New Life and He may be everything for everyone (1Cor 15, 28). The Lord is here and we all go towards Him, He draws us as in the fields of Galilee, as in the Cenacle, in Calvary. Let us embrace the world with an endearing love, concrete, in action, so that we all go towards Him to eat Light, the Life that does not pass. The Life of the Risen One in which we are, we live and exist will be ratified in our Communion with the Body of Christ, with our brothers and sisters who suffer, with whom we live every day, with those who are in our care (Mt 25). Let us make epiclesis, raising a supplication to the Father in the Body of the Risen One so that he may send the Life-giving Spirit into our world and, through the direct path of Love that the Son revealed to us, we may pass from death to the Life that does not end, to the Eternal life. Let us live in Jesus Christ, through the Spirit, to be able to bring Life to the world that suffers the tears of death, of hatred, of injustice, of heartbreak, and let us be a manifestation of Life in Him, giving ourselves to all our brothers and sister until we consume our own life for them. Father of Goodness, pronounce your Word of eternal Life once more so that this world may pass and your Kingdom of Justice and Peace may come. Hallelujah hallelujah! Jesus Christ is risen, hallelujah! Happy Easter of Life! M. Prado González Heras Federal President Federation of the Conversion of S. Augustin Sotillo de La Adrada, Ávila --------------------------------- [1]¹ DELPHINE HORVILLEUR, Nudità e pudore (Quiqajon, Monasterio de Bose 2021). [2]² ARTHUR SCHOPENHAUER, El mundo como voluntad y representación (Editorial Porrúa, México 1987) [3]³ M. MARÍA SKOBTSOV, El sacramento del hermano (Sígueme, Salamanca 2004) 66. [4]⁴ Cf. ALEXANDER SCHEMANN, Per la vita del mondo (Lipa, Roma 2012). [5]⁵ SAN AGUSTÍN, Carta 105, 15, Tomo VIII (BAC, Madrid 1986) 781. [6]⁶ Liturgia siríaca. [7]⁷ CHRISTIAN BOBIN, Resucitar (Encuentro, Madrid 2017) 24. [8]⁸ MARKO I. RUPNIK, L'arte della vita (Lipa, Roma 2014) 61. [9]⁹ ERMES RONCHI, Sulla soglia della vita (San Paolo, Milán 2012) 110. [10]¹⁰ DIDAJÉ, X, 6. A KÖZÖSSÉG LEVELE - 2021 HÚSVÉTJÁN
![]()
A HALÁLBÓL ÁTMENTÜNK AZ ÉLETBE, MERT SZERETJÜK TESTVÉREINKET (1Jn 3, 14) A KATASZTRÓFÁTÓL HÚSVÉTIG. Az életet komolyan fenyegeti az az érzés, hogy az utolsó napokat éljük, sokak, nagyon sokak számára valóban így van, mert a halál végigpásztázta világunkat, feldúlt utcákat és családokat, elvágta a találkozás útjait és a munka, az élet lehetőségeit. Sokak számára ez a katasztrófa ideje, amely a görög színházhoz hasonlóan tragédiával, halállal fog végződni. Ez a vég. Mások számára ez az idő el fog múlni, és visszatérünk az elveszett paradicsomba, a tegnapi időkbe. Számunkra ez a dráma a drámában, amely maga a létezés, Húsvét, keskeny átjáró, amely a halálból az életbe, az igazi Életbe vezet minket. Csak Jézus Húsvétja, akárcsak a miénk, változtatja a gyászt tánccá. MILYEN HALÁLT ÉLTÜNK ÁT? ... Mindannyian, a közösségeinkben, a családjainkban, a népeinkben, az országainkban... Melyeket nem láttuk meg vagy rejtettük el? Közömbösségből, biztosan szeméremből is, mert a halál mezítelensége olyan nagy volt, hogy el kellet fátyolozni; de ez nem vette el a halál borzalmas arcát, kemény, morbid érzékiségét és a gyanút, hogy a fátyol mögött több van, sokkal több, amit nem látunk, és amibe mi magunk is bele sodródhatunk. Szembe kell néznünk ezzel a halállal, a katasztrófák sorozatával, amelyeknek mindannyian ki vagyunk téve, a zsákutcákkal, kikötő nélküli hajóutakkal. Mert sok halál van, és még ha egy vírustól rettegünk is, a halál sok embert előbb ér el az éhségben, a hajótörésben, élettelen életen, a hatalom visszaélésein, odium fidein, az arrogancián, a közönyön, az ellenszenven keresztül... Sokan nem rejtik el a halált, hanem mint az életről való lemondásként javasolják, mert elégedetlenek vele. Meg kellene fordítanunk ezt az érvet, és inkább a halált kellene gyászolnunk, mint az életet, hogy felfedezzük és megmentsük a benne rejlő méltóságot. Ha eljön az Élet, az nem azért jön el, mert a legkifinomultabb stratégiákkal kijátszottuk a halált, hanem azért, mert megérintett minket, és vágytunk és vágyunk az életre. Az Életre! A HALÁLBÓL AZ ÉLETBE A Húsvét átélése az egyetlen alternatíva ezzel a rabló világgal szemben; csak Jézus Evangéliumának örömhíre, a Jó Pásztor (Jn 10,11), aki egy régi világot akar megváltoztatni új eget, új földet, új embert elhozva, tárja fel a Teremtés valódi célját. Jó Pásztorként mindenki étkével törődik, aggódik az ellenséggel szembeni védelemért, akár saját életének kockáztatásával, hogy a szétszóródott övéit összegyűjtse (Zsolt 23; Zak 13,7; Zsid 13,20; 1Pt 2,25; 1Pt 5,4). Újra megerősítettük az emberi lét görög értelmezését, miszerint az ember haldokló lény, avagy a múlt századi egzisztencializmusét, mely szerint az ember halálra való lény. A héber nép hite és a Krisztusba vetett hit azonban rávilágít arra az igazságra, amely inkább jellemző az emberre: mi élők vagyunk (Ter 2,7), azok, akik élnek, mert a Szentírás valódi aranyfonala, mind az Ószövetségben, mind az Újszövetségben, meglepő és újszerű módon az ÉLET, amely Jó (Ter 1,26-27; Zsolt 8,6; Ter 2,7; 3,19; Jób 34, 15; Zsolt 103-102,14; Zsolt 104-103,29). Az élet nyitja meg és zárja be a Könyvet: a Teremtésnek az Új Életben van a hazája (Jel 21,1-8) Mi vagyunk azok, akik élünk! Ha meghaltál is, élni fogsz (Jn 11,25). Ez a hit és a szeretet nagy igazsága: a remény az Életben, amely nem hal meg. És ennek az életnek a biztosítéka maga a Teremtő, maga Isten, mert aki háromszoros Szeretet, az "az Élet barátja" (Bölcs 11, 26). ÉLET KRISZTUSBAN. A HÚSVÉT Ennek a Jónak a teljessége Krisztus Jézusban, az Élet Urában adatott nekünk ("Benne élet volt" Jn 1, 4), aki nemcsak azért jött, hogy isteni Életet adjon nekünk, hanem azért is, hogy magába oltson bennünket. Nemcsak azért jött, hogy az életben éljen az Élet, hanem a kapott élet megtalálta benne végleges rendeltetését, az örök Életet, amely volt, van és lesz. Mi az Életbe oltott életek vagyunk. Krisztus ismét határt szabott a rossznak, a betegségnek, a halálnak, vállára vett minket, mint a pásztor az elveszett juhot (Lk 15,3-7), önmagába zárt minket, mint Isten hajlékának Ajtaja (Jn 10,9): “Jöjjetek hozzám” (Mt 11,28-30), lépjetek be Testembe, ízleljétek meg a bőséges táplálékot (Iz 55,1-3), éljetek bennem (Jn 17,23). Határt szabott a halálnak, kitépett annak karmai közül, örök szeretetével vonzott minket, felemelt a porból és sárból, talpra állított, amikor az út szélén voltunk, és Ő elment mellettünk, meggyógyított, felemelt, gondoskodott rólunk. Az Élet általa jött el hozzánk, és ő elhasználta az életét közöttünk, hogy megadja nekünk az el nem múló Életet. Az Atya iránti szeretetből és a testvérek iránti szeretetből. ÁTMENTÜNK A HALÁLBÓL AZ ÉLETBE, MERT SZERETJÜK TESTVÉREINKET. Ez az átmenet a halálból az Életbe nem a mi kezünkben van, hanem Krisztus Jézuséban. Benne valósul meg az élet teljessége, amelyre rendeltettünk. Amikor létünket meghódította, és az Ő élete belépett a miénkbe, egészen odáig, hogy mi Őbenne élünk ("Már nem én élek, hanem Krisztus él bennem" Gal 2,20), lehetetlen hogy ne szeressük felebarátunkat, úgy, ahogyan Ő szereti, ugyanazzal a bőséges és ingyenes kegyelemmel, amellyel mi érezzük, hogy szeret bennünket, és azzal a titokzatos látással, hogy színe előtt állunk; minden testvérünkben, mint szentségben, köztünk él. A szeretet, mivel Istentől származik, az Élet legjobb védelme, és ezért, ha ez hiányzik, vagy ha gyenge, középszerű vagy beteg, az élet veszélyben van, és a legnagyobb mezítelenségnek és árvaságnak van kitéve. A Szeretet Forrásához való visszatérés az Élet Forrásaihoz való visszatérést jelenti, mert ezek együtt járnak, és nem lehet megérteni vagy felfogni egyiket a másik nélkül. A teremtés megszűnik élet lenni vagy életet adni, ha hiányzik az aktív és konkrét szeretet, amely elkötelezi magát amellett, hogy az átadott élet gondozója és táplálója legyen, hogy életet és saját életét adja, hogy megtermékenyítse a terméketlent és a halottat. A szeretet azért emészti fel magát, hogy életet adjon, nem pedig azért, hogy elvegye; nem a halált, hanem az életet akarja! Ezért van az, hogy az élet, amikor beteljesedik, vagyis amikor nem saját akaratból szakad meg, hanem véget ér, akkor elveszik, át kell mennie a kereszten és a halálon ("Minden beteljesedett" Jn 19,30), amely megnyitja az ajtót az Életre. Jézus Krisztus "halálval legyőzi a halált". Nem a mi kezünkben van, hanem a Lélek az, aki a Szeretetnek ezt a szélesség, hosszúság, magasság és mélység csodáját munkálja bennünk. A Lélek, aki Tőle jön hozzánk, kitágította (Iz 54,2-4) a szeretet tereit, hogy túlcsorduljanak az élettől, és így túláradjon rajtunk a szeretet. Ha Isten szeretete megelőzött bennünket, akkor igaz, hogy annak befogadásával konkrét szeretet ébredt bennünk, testvéreink iránti tettekben, és hogy minden Eucharisztia, "lélek és tűz", az Életet tápláló Eucharisztia, tápláló Élet, az az időn kívüli idő, ahol a szeretetnek ez a misztériuma megvalósul. Olyan közösségbe lépünk, amely képes szeretettel feltárni önzéseinket, távolságainkat, nyomorúságainkat, és ugyanakkor átalakít, krisztusivá tesz, belsőleg megvilágosít, kegyelemmel ajándékoz meg és feloldja makacs ellenségeskedésünk csomóit. A halálban lévő életet átalakítja a Lélekben lévő élet, és így ez az eucharisztikus élet, a Feltámadottban lévő élet, az a folyamatos Húsvét, amelyet mi emberek itt, ebben a vad világban élünk, átvezet minket a halálból az életbe, mert a Szeretet győzedelmeskedik, és fullánkjával megsebzi, amíg át nem alakul Életté, örök Életté. HA HÚSVÉTOT ÉLÜNK Akkor át kell alakulnia az életünknek, az életet át kell hatnia Isten szeretetének testvéreink iránt, hogy e szeretet által átváltozva az élet Fényét sugározza minden sötétség, fájdalom, kétségbeesés, halál közepette. Ma olyan sokakat látunk, akik másokról gondoskodnak, akik törékeny életeket hordoznak, akik a “feleslegessé vált” életek mellett élnek, akik másokat védelmeznek, mártírokat, akik életüket adták a testvéri szeretet evangéliumáért. Együtt azt, ami katasztrófa lehetne, átváltoztatjuk Húsvéttá, Jézus Krisztus Húsvétjává. Mi, akik minden nap az oltárhoz járulunk, vegyük magunkra a céltalanul vándorló sokaságot, hogy beléphessenek az új élet Húsvétjába, és hogy Ő mindenkinek mindene lehessen (1Kor 15,28). Az Úr itt van, és mi mindannyian feléje megyünk, ő vonz minket, mint a galileai mezőkön, mint a cönákulumban, a Golgotán. Öleljük át a világot bensőséges szeretettel, konkrétan, tettekben, hogy mindannyian feléje menjünk, hogy magunkhoz vehessük a Fényt, az Életet, amely nem múlik el. A Feltámadott élete, amelyben vagyunk, élünk és létezünk, a Krisztus Testével való közösségben nyer bizonyosságot, egységben a szenvedő testvéreinkkel, azokkal, akikkel naponta együtt élünk, azokkal, akik ránk vannak bízva (Mt 25). Végezzünk epiklézist, és a Feltámadott Testében könyörögjünk az Atyához, hogy küldje el világunkba az Életet adó Lelket, és hogy a Fiú által kinyilatkoztatott Szeretet őszinte útja által a halálból az elmúlhatatlan, örök Életre jussunk. Éljünk Krisztus Jézusban, a Lélek által, hogy képesek legyünk Életet vinni a világba, amely a halál, a gyűlölet, az igazságtalanság, a szeretethiány kínjától szenved, és legyünk az Élet megnyilvánulása Őbenne, odaadva magunkat minden testvérünkért, míg életünk egészen elemésztődik értük. Jóságos Atyánk, hirdesd ki újra az örök életről szóló Igédet, hogy ez a világ elmúljon, és eljöjjön az Igazságosság és a Béke Országa. Alleluja, alleluja! Krisztus Jézus feltámadt, alleluja! Áldott Húsvétot! M. Prado Glez Heras Föderációs elnök Szent Ágoston Megtérése Föderáció Sotillo de La Adrada, Avila --------------------------------- [1]¹ DELPHINE HORVILLEUR, Nudità e pudore (Quiqajon, Monasterio de Bose 2021). [2]² ARTHUR SCHOPENHAUER, El mundo como voluntad y representación (Editorial Porrúa, México 1987) [3]³ M. MARÍA SKOBTSOV, El sacramento del hermano (Sígueme, Salamanca 2004) 66. [4]⁴ Cf. ALEXANDER SCHEMANN, Per la vita del mondo (Lipa, Roma 2012). [5]⁵ SAN AGUSTÍN, Carta 105, 15, Tomo VIII (BAC, Madrid 1986) 781. [6]⁶ Liturgia siríaca. [7]⁷ CHRISTIAN BOBIN, Resucitar (Encuentro, Madrid 2017) 24. [8]⁸ MARKO I. RUPNIK, L'arte della vita (Lipa, Roma 2014) 61. [9]⁹ ERMES RONCHI, Sulla soglia della vita (San Paolo, Milán 2012) 110. [10]¹⁰ DIDAJÉ, X, 6. CARTA DE COMUNIÓN - Wielkanoc 2021
![]()
MY WIEMY, ŻE PRZESZLIŚMY ZE ŚMIERCI DO ŻYCIA, BO MIŁUJEMY BRACI (1J 3, 14). OD KATASTROFY DO WIELKANOCY. Życie jest poważnie zagrożone, aż do tego stopnia, że czujemy, iżże żyjemy w dniach ostatecznych, a dla wielu, bardzo wielu, tak rzeczywiście jest, bo śmierć przechadza się przez nasz świat, niszcząc reala i rodziny, ograniczając drogi do spotkania orazi odbierając możliwości pracy, normalnego życia. Dla wielu to czas katastroficzny, który skończy się jak w greckim teatrze: tragedią, śmiercią. Kurtyną. Dla innych, ten czas przeminiesię zakończy i powrócąimy do raju utraconego, do czasów wczorajszych. Dla nas, ten dramat w dramacie, jakimktórym jest sama egzystencja, jest Paschą, wąskim przejścim, które nas poprowadzi ze śmierci do życia, do prawdziwego Życia. Jedynie Pascha Jezusa, podobnie jak nasza, przekształca żałobę w taniec. JAKIE ŚMIERCI PRZEŻYLIŚMY… …my wszyscy Każdy z nas, w naszych społecznościach, w naszych rodzinach, miastach, krajach…? A jakichktórych nie widzieliśmy albo które jakie ukryliśmy? Z obojętności, to oczywisteście, ale również z przyzwoitości, bo śmierć tak bardzo obnaża, że trzeba ją było zawoalować., T ale to nie odebrało jej jednak ohydnej twarzy, jej trudnejtwardej chorobliwej zmysłowości i podejrzliwości, że za zasłoną jest więcej, dużo więcej, tego, czego nie widzimy i w co możemy zostać włączeni. Musimy stawić czołoa tej śmierci, na tej liście katastrof, której wszyscy podlegamy, ślepyme zaułkomi, dryfowaniue bez przystani. Ponieważ jest wiele śmierci, toi chociaż nas przeraża naszastrasza wirus, do wielu śmierć dociera ona wcześniej, przez głód, tragiczne wypadki, życie pozbawionebez życia, nadużycia osób wpływowych ludzi, odium fidei, przez aroganację, obojętność, wstręt... Wielu nie ukrywa śmierci, proponują ją jako sposób na wyrzeczenie się życia, z powodu niezadowolenia, jakiego onoktórego dostarcza. Powinniśmy odwrócić ten argument i ubolewać raczej nad śmiercią niż nad życiem, żeby odkryć i ocalić jego godność. Jeśli Życie przychodzi, to nie dla tego, że przechytrzyliśmy śmierć wyrafinowanymi strategiami, ale dlatego, że śmierć nas dotknęła, że pragnęliśmy i tęskniliśmy za nimżyciem. Życie! ZE ŚMIERCI DO ŻYCIA Przeżycie Paschy jest jedynąa alternatywą dla tego drapieżnego świata, ponieważ tylko Dobra Nowina Ewangelii Jezusa, Dobrego Pasterza (J 10, 11), który pragnie zmienić stary świat w nowe niebiosa, nową ziemię, nowego człowieka, to prawdziwe przeznaczenie Stworzenia. Jako dobry Pasterz, troszczy się o pokarm dla wszystkich, ochroniania przed wrogami, naraża nawet własne życie, troszczy się o zebranie swoich, którzy są rozproszeni (Ps 23; Za 13, 7; Hbr 13, 20; 1 P 2, 25; 1 P 5, 4). Przystaliśmytaknęliśmy na greckie postrzeganieznaczenie ludzkiej egzystencji człowieka jako istoty śmiertelnejumierających oraz na egzystencjalizmu ubiegłego wieku w znanym ujęciu, określający byt człowieka jako, jako „byciet-y-ku--śmierci”. Niemniej jednak, wiara Ludu hebrajskiego i wiara w Chrystusa uwydatniają prawdę najbardziej właściwą człowiekowi: jesteśmy istotami żywymi (Rdz 2, 7), tymi, którezy żyją, ponieważ złotą nicią Pisma Świętego, zarówno Starego, jak i Nowego Testamentu jest zaskakująceo i w nowatorskie sposób ŻYCIE, które jest Dobrem (Rdz 1, 26-27; Ps 8, 6; Rdz 2, 7; 3, 19; Hi 34, 15; Ps 103-102, 14; 104-103, 29). Życie otwiera Księgę i ją zamyka: Księga Rodzaju ma swoją ojczyznę w Nowym Życiu (Ap 21, 1-8) Jesteśmy tymi, którzy żyją! Choćbyś i umarł, żyć będziesz (J 11, 25). To jest wielka prawda wiary i miłości: nadzieja na Życie, które nie umiera. A gwarantem tego życia jest sam jego Stwórca, Bóg, bo Ten, który jest po trzykroć Miłością, jest „miłośnikiem życia” (Mdr 11, 26). ŻYCIE W CHRYSTUSIE. Pełnia tego Dobra została nam dana w Chrystusie Jezusie, Panu Życia („W Nim było Życie” J 1, 4), który przyszedł nie tylko po to, aby dać nam Życie Boże, ale po to, żeby nas w Nie wprowadzić, wszczepić; nie przyszedł tylko po to, aby zasiedlić Życie w życiu, ale też po to, żeby otrzymane życie odnalazło w Nim swoje ostateczne przeznaczenie: życie wieczne, które było jest i będzie. Nasze życie jest wszczepione w Życie. Chrystus na nowo wyznaczył granicę złuu, śmierci, chorobie, biorąc nas na siebie, jak pasterz zagubioną owcę (Lc 15, 3-7), przeprowadzając nas przez siebie, jak przez Bramę (J 10, 9) do Bożego mieszkania, mówiąc do nas: „Przyjdźcie do mnie”(Mt 11, 28-30), wejdźcie w moje Ciało, skosztujcie obfitego pokarmu (Iz 55, 1-3), żyjcie we Mnie (J 17, 23). WyznacWyznaczył śmierci granice, przyciągając nas swoją wieczną miłością, wyrywając nas z jej szponów, podnosząc nas z kurzu i błota, stawiając nas na nogi, gdy leżeliśmy na skraju drogi, a On przechodził obok i uzdrawiał, podnosił, troszczył się o nas. Życie przyszło do nas przez Niego i On dopełnił swego życia wśród nas, aby dać nam Życie, które nie przemija. Z miłości do Ojca i z miłości do braci. PRZESZLIŚMY ZE ŚMIERCI DO ŻYCIA, BO MIŁUJEMY BRACI Przejście ze śmierci do Życia nie leży w naszych rękach, to w Jezusie Chrystusie urzeczywistnia się pełnia życia, do którego zostaliśmy przeznaczeni. Kiedy nasza egzystencja została przez Niego zdobyta i Jego Życie weszło w nasze do tego stopnia, że w Nim żyjemy ( „Teraz zaś już nie ja żyję, lecz żyje we mnie Chrystus” Ga 2, 20), nie sposób nie kochać bliźniego tak jak On go kocha, z tą samą obfitą i łaskawą bezinteresownością, z jaką czujemy się kochani przez niego i z tajemniczą zdolnością do rozpoznawania Go żywego w obliczu każdego brata, jako Jego sakramentu. Miłość, ponieważ pochodzi od Boga, jest najlepszą obroną Życia i dlatego, gdy jej brakuje lub jest przeciętna, nijaka lub chora, życie jest w niebezpieczeństwie, narażone na absolutną nagość i sieroctwo. Powrót do Źródła Miłości jest powrotem do Źródła Życia, ponieważ są one połączone i nie jest możliwe zrozumienie anilub odkrycie jednego bez drugiego. Istnienie stworzenia przestaje być i mieć życie, kiedy brakuje czynnej i konkretnej miłości, zaangażowanej w bycie opiekunką i żywicielką otrzymanego życia, zaangażowanej w dawanie i oddawanie własnego życia, aby ożywiać to, co bezpłodne i martwe. Miłość się dopełnia, gdy daje życie, a nie gdy je odbiera, realizuje się nie jako wola śmierci, ale jako wola życia! Dlatego właśnie życie, gdy się dopełnia, to znaczy, gdy nie zostajejest przerywane z własnej woli, ale dochodzi do naturalnegoswego kresu, zatraca się, musi przejść przez Krzyż i przez śmierć („Wykonało się” J 19, 30), która otwiera drzwi Życiu. Jezus Chrystus „śmiercią zwycięża śmierć”. Ten cud szerokości, długości, głębokości i głębi Miłości nie leżyjest w naszych rękach, to Duch realizuje go w nas. Duch, który od Niego pochodzi, rozszerza (Iz 54, 2-4) przestrzenie miłosierdzia aż do przepełnienia ich życiem, a więc i miłością, która nas przekracza. Jeśli Boża Miłość nas poprzedziła, to prawdą jest, że przyjmując ją, pozwalamy jej zbudzić obudziła się się w nas w postaci, jako działaniae, miłościć konkretneja do braci, i że każda Eucharystia, „duch i ogień” , odżywiająca się Życiem, jest czasem poza czasem, w którym urzeczywistnia się ta tajemnica miłości. Tajemnica, kiedy wchodzeniai się w komunię zdolną do odsłonięcia naszego egoizmu, naszego dystanu, naszej nędzy w kochaniu, a jednocześnie zdolną do przemieniania, chrystyfikowania nas, dzięki wewnętrznemu oświeceniuając nas wewnętrznie, obdarzeniuając nas łaską aż do rozwiązania węzłów naszej zawziętej wrogości. Życie w śmierci zostaje zamienione na życie w Duchu, a zatem to życie eucharystyczne, życie w Zmartwychwstałym, jest nieustanną Wielkanocą, którą my, ludzie, przeżywamy tu, w tym okrutnym świecie; która sprawia, że przechodzimy ze śmierci do życia, ponieważ Miłość ją zwycięża, wbija jej oścień i przemienia ją w Życie, i to Życie wieczne. JEŚLI PRZEŻYWAMY PASCHĘ W naszym życiu musi nastąpić przemiana, życie musi być przeniknięte Miłością Boga do naszych braci i sióstr, aby przemienione tą miłością, było Światłem życia pośród każdej ciemności, bólu, rozpaczy, śmierci. Dzisiaj powinniśmy spojrzeć na wszystkich tych opiekunów, którzy noszą kruche życie, na wszystkich tych, którzy żyją obok „zbędnych” istnień, na wszystkich obrońców drugiego, na tak wielu męczenników, którzy oddali swoje życie za Ewangelię Miłości braterskiej. Zjednoczeni przemienimy to, co może być katastrofą, w Paschę Jezusa Chrystusa. My, którzy codziennie podchodzimy do ołtarza, obejmijmy te tłumy, które chodzą bez celu, aby weszłyli w Paschę Nowego Życia i aby On stał się wszystkim dla wszystkich (1 Kor 15, 28). Pan jest tutaj i wszyscy idziemy ku Niemu, On nas przyciąga jak na polanach Galilei, jak w Wieczerniku, na Kalwarii; ogarnijmy świat miłością bliską, konkretną, działającą, abyśmy wszyscy szli ku Niemu i posilili się Światłem, Życiem, które nie przemija. Życie Zmartwychwstałego, w którym żyjemy, poruszamy się i jesteśmy, potwierdza się w naszej Komunii z Ciałem Chrystusa, z naszymi braćmi i siostrami, którzy cierpią, z tymi, z którymi żyjemy na co dzień, z tymi, którzy są pod naszą opieką (Mt 25). Odmówmy epiklezę, zanosząc w Ciele Zmartwychwstałego błaganie do Ojca, aby zesłał na nasz świat Życiodajnego Ducha i abyśmy szczerą drogą szczerej Miłości objawioną nam przez Syna, przeszli ze śmierci do Życia, które nie przemija, do Życia wiecznego. Żyjmy w Chrystusie Jezusie, przez Ducha Świętego , abyśmy mogli nieść Życie światu, który cierpi z powodu rozdarcia przez śmierć, nienawiść, niesprawiedliwość, brak miłości, i bądźmy przejawem Życia w Nim, dając siebie samych wszystkim naszym braciom i siostrom, aż do oddania im całego naszego życia dla nich. Ojcze dobroci, wypowiedz na nowo swoje Słowo Życia wiecznego, aby ten świat przeminął i aby nastało Twoje Królestwo Sprawiedliwości i Pokoju. Alleluja, alleluja! Chrystus zmartwychwstał, alleluja! Błogosławionej Paschy Życia! M. Prado Glez. Heras Przewodnicząca Federacji Nawrócenia Śświętego Augustyna, OSA Sotillo de La Adrada Ávila, Hiszpania --------------------------------- [1]¹ DELPHINE HORVILLEUR, Nudità e pudore (Quiqajon, Monasterio de Bose 2021). [2]² ARTHUR SCHOPENHAUER, El mundo como voluntad y representación (Editorial Porrúa, México 1987) [3]³ M. MARÍA SKOBTSOV, El sacramento del hermano (Sígueme, Salamanca 2004) 66. [4]⁴ Cf. ALEXANDER SCHEMANN, Per la vita del mondo (Lipa, Roma 2012). [5]⁵ SAN AGUSTÍN, Carta 105, 15, Tomo VIII (BAC, Madrid 1986) 781. [6]⁶ Liturgia siríaca. [7]⁷ CHRISTIAN BOBIN, Resucitar (Encuentro, Madrid 2017) 24. [8]⁸ MARKO I. RUPNIK, L'arte della vita (Lipa, Roma 2014) 61. [9]⁹ ERMES RONCHI, Sulla soglia della vita (San Paolo, Milán 2012) 110. [10]¹⁰ DIDAJÉ, X, 6. Lettera di Comunione
![]()
Siamo passati dalla morte alla vita perché amiamo i fratelli" (1Gv 3, 14) DALLA CATASTROFE ALLA PASQUA. La vita è seriamente minacciata fino al punto di sentire che viviamo gli ultimi giorni: per molti, moltissimi, è stato realmente così, perché la morte ha passeggiato nel nostro mondo desolando strade, famiglie, tagliando possibilità di incontro, di lavoro, di vita. Per molti è il tempo di una catastrofe che finirà, come nel teatro greco, in tragedia, in morte. Il punto finale. Per altri, questo tempo passerà e torneremo al paradiso perduto, ai tempi di prima. Per noi, questo dramma dentro il dramma è che l’esistenza stessa è una Pasqua, uno stretto passaggio libero che ci porterà dalla morte alla vita, alla Vita vera. Solo la Pasqua di Gesù, come la nostra, trasforma il lutto in danza. CHE MORTE ABBIAMO VISSUTO… ognuno di noi, nelle nostre comunità, famiglie, paesi, nazioni? E quali morti non abbiamo visto o abbiamo tenuto nascoste? Per indifferenza, certo, o anche per pudore, perché era così grande la nudità lasciata dalla morte che occorreva coprirla con un velo; però questo velo non ha tolto alla morte il suo volto orrendo, la sua dura sensualità morbosa, il sospetto che dietro il velo ci sia di più, molto di più, qualcosa che non vediamo e in cui potremmo essere compresi noi stessi. Dobbiamo guardare in faccia questa morte, questo elenco di catastrofi a cui tutti siamo soggetti, strade senza uscita, navigazioni senza porto. Perché sono molti i modi in cui si muore, e anche se siamo terrorizzati da un virus, per molti la morte arriva prima per fame, per naufragio, per una vita che non è vita, per l’arroganza dei potenti, per odio alla fede, per prepotenza, indifferenza, ripugnanza… Molti non nascondono la morte, la propongono come rinuncia alla vita per l’infelicità che essa comporta; dovremmo capovolgere questo argomento e dolerci della morte prima che della vita, per riscoprire e salvare la sua dignità. Se la vita arriva non sarà perché abbiamo ingannato la morte con le strategie più sofisticate, ma perché siamo stati toccati da essa e abbiamo desiderato e bramato la vita. La Vita! DALLA MORTE ALLA VITA. Vivere la Pasqua è l’unica alternativa a questo mondo che ci deruba, perché è solo la Buona Notizia del Vangelo di Gesù, il Buon Pastore (Gv 10,11), che può cambiare un mondo vecchio con cieli nuovi, con una nuova terra, con un uomo nuovo: il vero destino della Creazione. Come Buon Pastore egli si preoccupa di nutrire tutti, difenderli dai nemici fino a esporre la propria vita, riunire i suoi che vagano dispersi (Sal 23, Zc 13, 7, Eb 13,20, 1Pt 2, 25; 1 Pt 5,4). Abbiamo sottolineato il significato greco dell’esistenza umana come quella di esseri destinati alla morte, o dell’esistenzialismo del Novecento, come esseri-per-la-morte. Tuttavia, la fede del popolo ebraico e la fede in Cristo esprime la verità più propria dell’essere umano: siamo i viventi (Gn 2,7), coloro che vivono: il grande filo d’oro delle Sacre Scritture, tanto dell’Antico come del Nuovo Testamento – in modo sorprendente e nuovo – è che la VITA è un Bene (Gn 1,26-27; Sal 8,6; Gn 2,7; 3,19; Gb 34,15; Sal 103/102,14; 104/103,29). La vita apre il libro e lo chiude: la Genesi ha il suo compimento nella Vita Nuova (Ap 21,1-8). Siamo coloro che vivono! Anche se muori vivrai (Gv 11,25). Questa è la grande verità della fede e dell’amore: la speranza nella Vita che non muore. Il garante di questa vita è il suo stesso Creatore, Dio, perché Egli, che è tre volte Amore, è “amante della vita” (Sap 11,26). LA VITA IN CRISTO. LA PASQUA. La pienezza di questo Bene ci è stata donata in Cristo Gesù, Signore della Vita (“in Lui era la Vita”, Gv 1,4), che è venuto non solo a darci la Vita divina ma a innestarci in essa; non solo la Vita è venuta ad abitare nella vita, ma la vita ricevuta ha trovato in Lui il suo destino definitivo, la Vita eterna che era, è e sarà. Siamo vite innestate nella Vita. Cristo ha di nuovo posto limiti al male, alla malattia, alla morte portandoci sopra le sue spalle, come il pastore fa con la pecora perduta (Lc 15,3-7), facendoci entrare in Lui come Porta della dimora di Dio. Venite a Me (Mt 11, 28-30), entrate nel mio Corpo, assaporate pietanze succulente (Is 55,1-3), vivete in Me (Gv 17,23). Ha posto limiti alla morte, attraendoci con il suo amore eterno, strappandoci dalle sue grinfie, rialzandoci dalla polvere e dal fango, mettendoci in piedi quando eravamo al bordo della strada e Lui passò vicino a noi e ci curò, ci risollevò, si occupò di noi. La Vita ci ha raggiunto per mezzo di Lui ed Egli ha consumato la sua vita tra noi per darci una Vita che non passa. Per amore al Padre e per amore ai fratelli. SIAMO PASSATI DALLA MORTE ALLA VITA PERCHE’ AMIAMO I FRATELLI. Questo passaggio dalla morte alla Vita non è nelle nostre mani: è in Cristo Gesù che si realizza la pienezza di vita a cui siamo stati destinati. Quando la nostra esistenza è stata conquistata da Lui e la sua Vita è entrata nella nostra fino al punto di vivere in Lui (“Non sono più io che vivo, ma è Cristo che vive in me” Gal, 2,20) è impossibile non amare il prossimo come Egli lo ama, con la stessa gratuità, graziosa e abbondante, con cui ci sentiamo amati da Lui e con la misteriosa consapevolezza di saperci di fronte a Lui, vivo nel volto di ogni fratello, che è suo sacramento. L’amore, poiché viene da Dio, è la migliore difesa della Vita e così, quando l’amore manca o è tiepido, mediocre o malato, la vita è in pericolo e rimane soggetta alla più grande nudità e orfanità. Tornare alla Fonte dell’Amore è tornare alle Fonti della Vita, perché queste due fonti vanno assieme e non è possibile estenderle né scoprire l’una senza l’altra. L’esistenza del creato cessa di essere vita o di averla quando manca l’amore, attivo e concreto, impegnato a prendersi cura e a nutrire la vita donata, impegnato a dare vita, la propria vita per fecondare ciò che è desolato e morto. L’amore si consuma per dare vita, non per conservarla, non come volontà di morte ma come volontà di vita. Per questo la vita, quando si consuma, cioè quando non si interrompe per propria volontà, ma giunge fino alla fine, si perde, deve passare attraverso la Croce e per una morte (“Tutto è compiuto”, Gv 19,30) che apre la porta della vita. Cristo Gesù “con la morte vince la morte” . Tutto questo non è nelle nostre mani: è lo Spirito che opera in noi questo miracolo di ampiezza, larghezza e profondità dell’Amore. Lo Spirito che ci viene da Lui ha allargato (Is 54,1-4) gli spazi della carità fino a sovrabbondare di vita, e pertanto di amore, molto aldilà di noi stessi. Se l’Amore di Dio ci ha preceduto, è vero che, accogliendolo, si è destato in noi l’amore concreto, in atto, verso i nostri fratelli e che ogni Eucaristia, “spirito e fuoco” , alimento di vita, è il tempo fuori dal tempo in cui questo mistero di amore si realizza, entrando in una comunione capace di svelare nell’amore i nostri egoismi, le nostre distanze, le nostre miserie, e al tempo stesso ci trasforma, ci “cristifica” illuminandoci internamente e donandoci grazia, fino a sciogliere i nodi della nostra testarda ostilità. La vita nella morte si trasforma grazie alla vita nello Spirito e così questa vita “eucaristizzata”, vita nel Risorto, è la Pasqua continua che noi uomini viviamo qui, in questo mondo feroce, quella che ci fa passare la morte alla vita perché l’amore trionfa su di essa e le smussa il pungiglione fino a trasformarla in Vita e Vita eterna. SE VIVIAMO UNA PASQUA deve avvenire in noi una trasformazione, la vita deve essere trafitta dall’amore di Dio per i nostri fratelli, affinché, trasformata da questo amore, sia luce di vita in mezzo a ogni tenebra, dolore, disperazione, morte. Dobbiamo guardare alle tante persone che si prendono cura degli altri, che caricano su di sé vite fragili, ai tanti che vivono accanto alle vite “di troppo”, ai tanti difensori degli altri e ai tanti martiri che hanno dato la vita per il Vangelo dell’amore fraterno. Uniti, trasformeremo ciò che può essere una catastrofe in una Pasqua, quella di Cristo Gesù. Aggiungiamoci a questa moltitudine, che cammina senza far rumore, noi che ci avviciniamo all’altare ogni giorno, perché entrino nella Pasqua della vita nuova ed Egli sia tutto in tutti (1Cor 15, 28). Il Signore è qui e tutti andiamo verso di Lui. Egli ci attrae nei campi di Galilea, come nel cenacolo, sul calvario: abbracciamo il mondo con un amore pieno di tenerezza, concreto, attivo perché tutti andiamo verso di Lui a cibarci di quella Luce, della Vita che non passa. La Vita del Risorto in cui siamo, viviamo ed esistiamo, sarà ratificata nella nostra comunione con il Corpo di Cristo, con i nostri fratelli che soffrono, con coloro con cui viviamo giorno per giorno, con quelli che sono affidati alle nostre Cure (Mt 25). Facciamo “epiclesi”, elevando la supplica al Padre nel Corpo del Resuscitato perché invii lo Spirito Vivificante del nostro mondo e, attraverso il cammino franco dell’Amore che ci ha rivelato il Figlio, passiamo dalla morte alla Vita che non passa, alla Vita eterna. Viviamo in Cristo Gesù, per mezzo dello Spirito, per poter portare la Vita al mondo che soffre gli assalti della morte, dell’odio, dell’ingiustizia, del disamore; siamo manifestazione della Vita in Lui, donandoci a tutti i nostri fratelli fino a dare la vita per loro. Padre di Bontà, pronuncia di nuovo la tua Parola di Vita eterna, affinché passi questo mondo e venga il tuo Regno di Giustizia e di Pace. Alleluia, alleluia! Cristo Gesù è risorto, alleluia! Buona Pasqua della Vita! M. Prado Glez. Heras Presidente Federale Federazione della Conversione di Sant’Agostino Sotillo de La Adrada, Ávila ------------------------------ [1]¹ DELPHINE HORVILLEUR, Nudità e pudore (Quiqajon, Monasterio de Bose 2021). [2]² ARTHUR SCHOPENHAUER, El mundo como voluntad y representación (Editorial Porrúa, México 1987) [3]³ M. MARÍA SKOBTSOV, El sacramento del hermano (Sígueme, Salamanca 2004) 66. [4]⁴ Cf. ALEXANDER SCHEMANN, Per la vita del mondo (Lipa, Roma 2012). [5]⁵ SAN AGUSTÍN, Carta 105, 15, Tomo VIII (BAC, Madrid 1986) 781. [6]⁶ Liturgia siríaca. [7]⁷ CHRISTIAN BOBIN, Resucitar (Encuentro, Madrid 2017) 24. [8]⁸ MARKO I. RUPNIK, L'arte della vita (Lipa, Roma 2014) 61. [9]⁹ ERMES RONCHI, Sulla soglia della vita (San Paolo, Milán 2012) 110. [10]¹⁰ DIDAJÉ, X, 6. BRIEF DER EINHEIT - Ostern 2021
![]()
WIR SIND AUS DEM TOD IN DAS LEBEN ÜBERGEGANGEN, WEIL WIR DIE GESCHWISTER LIEBEN 1Joh 3,14 VON DER KATASTROPHE HIN ZU OSTERN. Das Leben ist ernsthaft bedroht bis zu dem Punkt, dass wir das Gefühl haben, in den letzten Tagen zu leben. Für viele, sehr viele, ist es wirklich so gewesen, weil der Tod unsere Welt durchstreift hat und Straßen und Familien verwüstet, Wege der Begegnung und Möglichkeiten der Arbeit, des Lebens abgeschnitten hat. Für viele ist es die Zeit der Katastrophe, die, wie im griechischen Theater, in der Tragödie, im Tod, enden wird. Dem Schlusspunkt. Für andere wird diese Zeit vorübergehen und wir werden in das verlorene Paradies zurückkehren, in die Zeiten von gestern. Für uns ist dieses Drama innerhalb des Dramas, das die Existenz selbst ist, ein Ostern, ein enger Durchgang, der uns vom Tod zum Leben, zum wahren Leben führen wird. Nur das Osterfest Jesu, welches das unsere ist, verwandelt die Trauer in Tänze. WELCHE TODE HABEN WIR ERLEBT? ... ... jeder einzelne von uns, in unseren Gemeinschaften, in unseren Familien, Völkern, Ländern ... Und welche haben wir nicht gesehen oder verborgen? Aus Gleichgültigkeit, sicherlich, und auch aus Beschämung, weil die Blöße des Todes so unerträglich war, dass sie mit einem Schleier bedeckt werden musste; aber das hat dem Tod nicht sein grausames Gesicht genommen, seine harte morbide Sinnlichkeit und den Verdacht, dass hinter dem Verhüllten mehr ist, viel mehr, das wir nicht sehen und das auch uns betreffen könnte. Wir müssen diesem Tod ins Gesicht schauen, dieser Anhäufung von Katastrophen, denen wir alle ausgesetzt sind, Sackgassen, Seefahrten ohne Anlegehafen. Denn es gibt viele Tode, und auch wenn wir uns vor einem Virus fürchten, kommt der Tod zu vielen Menschen zuerst durch Hunger, Schiffbruch, Leben ohne Leben, Missbrauch durch die Mächtigen, odium fidei, Arroganz, Gleichgültigkeit, Feindseligkeit ... Viele verschweigen den Tod nicht, sie schlagen ihn als Verzicht auf das Leben vor, aus Unzufriedenheit über das, was es bietet; wir sollten dieses Argument umdrehen und um den Tod trauern, statt um das Leben, um die Würde zu entdecken und zu retten, die es hat. Wenn das Leben kommt, dann nicht, weil wir den Tod mit den ausgeklügeltsten Strategien überlistet haben, sondern weil wir von ihm berührt wurden und es uns gewünscht, es herbeigesehnt haben zu leben. Das Leben! VOM TOD ZUM LEBEN Ostern leben ist die einzige Alternative zu dieser ausbeutenden Welt, denn nur die Frohe Botschaft des Evangeliums von Jesus, dem Guten Hirten (Joh 10,11), der eine alte Welt in den neuen Himmel, die neue Erde, den neuen Menschen, die wahre Bestimmung der Schöpfung verwandeln will. Als guter Hirte ist er um die Ernährung aller besorgt, um die Verteidigung vor den Feinden, sogar bis zur Preisgabe seines eigenen Lebens, um die Seinen zu sammeln, die zerstreut sind (Psalm 23, Sacharja 13,7, Hebr 13,20, 1 Petr 2,25; 1 Petr 5,4). Wir haben die griechische Bedeutung der menschlichen Existenz als sterbende Wesen, oder die des Existentialismus des letzten Jahrhunderts, als Wesen für den Tod, bekräftigt. Der Glaube des hebräischen Volkes und der Glaube an Christus hebt jedoch die Wahrheit hervor, die dem Menschen eher eigen ist: Wir sind die Lebenden (Gen 2,7), diejenigen, die leben, weil der große goldene Faden der Heiligen Schrift, sowohl des AT als auch des NT, überraschenderweise und neuartig das LEBEN ist, das ein Gut ist (Gen 1,26-27; Ps 8,6; Gen 2,7; 3,19; Hi 34,15; Ps 103,14; 104,29). Das Leben eröffnet das Buch und schließt es: Die Genesis hat ihre Heimat im Neuen Leben (Offb 21,1-8) Wir sind die, die leben! Auch wenn du gestorben bist, wirst du leben (Joh 11,25). Das ist die große Wahrheit des Glaubens und der Liebe: die Hoffnung auf das Leben, das nicht stirbt. Und der Garant dieses Lebens ist sein eigener Schöpfer, Gott selbst, denn er, der dreimal Liebe ist, ist "der Liebhaber des Lebens" (Weish 11,26). DAS LEBEN IN CHRISTUS. OSTERN Die Fülle dieses Gutes ist uns in Christus Jesus, dem Herrn des Lebens, geschenkt worden ("In ihm war das Leben" Joh 1,4), der nicht nur gekommen ist, um uns das göttliche Leben zu geben, sondern um uns in dieses Leben einzupfropfen; nicht nur ist er gekommen, um das LEBEN im Leben zu bewohnen, sondern das empfangene Leben hat in ihm seine endgültige Bestimmung gefunden, das ewige LEBEN, das war, ist und sein wird. Wir sind Leben, die in DAS LEBEN eingepfropft sind. Christus hat dem Bösen, der Krankheit, dem Tod erneut Grenzen gesetzt, indem er uns auf sich genommen hat, wie der Hirte das verlorene Schaf (Lk 15,3-7), indem er uns in sich hineingebracht hat, als Tür (Joh 10,9) der Wohnung Gottes: Kommt zu mir (Mt 11,28-30), tretet ein in meinen Leib, labt euch an fetten Speisen (Jes 55,1-3), lebt in mir (Joh 17,23). Er hat dem Tod Grenzen gesetzt, uns mit seiner ewigen Liebe an sich gezogen, uns aus seinen Fängen herausgezogen, uns aus Staub und Schlamm herausgehoben, uns auf die Füße gestellt, als wir am Rande der Straße standen und er an uns vorüberging und uns heilte, aufrichtete, sich um uns kümmerte. Das LEBEN ist durch ihn zu uns gekommen, und er hat sein Leben unter uns zur Vollendung gebracht, um uns das LEBEN zu geben, das nicht vergeht. Aus Liebe zum Vater und aus Liebe zu den Brüdern. WIR SIND VOM TOD ZUM LEBEN ÜBERGEGANGEN, WEIL WIR UNSERE BRÜDER UND SCHWESTERN LIEBEN Dieser Übergang vom Tod zum Leben liegt nicht in unserer Hand, sondern in Christus Jesus wird die Fülle des Lebens, zu der wir bestimmt sind, verwirklicht. Wenn unsere Existenz von Ihm erobert wurde und Sein Leben in unsere Existenz eingetreten ist, bis zu dem Punkt, dass wir in Ihm leben ("Nicht mehr ich lebe, sondern Christus lebt in mir" Gal 2,20), ist es unmöglich, den Nächsten nicht so zu lieben, wie Er ihn liebt, mit der gleichen gütigen und überschwänglichen Freigiebigkeit, mit der wir uns von Ihm geliebt erfahren, und mit der geheimnisvollen Vision, ihn selbst lebendig im Antlitz eines jeden Bruders zu entdecken, der sein Sakrament ist. Die Liebe ist, weil sie von Gott kommt, die beste Verteidigung des Lebens, und deshalb ist das Leben in Gefahr, wenn sie fehlt oder halbherzig ist, mittelmäßig oder krank, und ist massiver Blöβe und Verwaisung ausgesetzt. Zur Quelle der Liebe zurückzukehren bedeutet, zu den Quellen des Lebens zurückzukehren, denn sie gehören zusammen, und es ist nicht möglich, das eine ohne das andere zu verstehen oder zu entdecken. Die Existenz der Schöpfung wird aufhören, Leben zu sein oder Leben in sich zu haben, wenn die aktive und konkrete Liebe fehlt, die sich verpflichtet, die Hüterin und Ernährerin des geschenkten Lebens zu sein, die sich verpflichtet, Leben zu geben und ihr eigenes Leben, um das Verödete und Abgestorbene zu befruchten. Die Liebe verzehrt sich, um Leben zu geben, nicht um es zu nehmen, nicht mit dem Willen zum Sterben, sondern mit dem Willen zum Leben! Deshalb muss das Leben, wenn es sich vollkommen verzehrt, das heißt, wenn es nicht durch den eigenen Willen abgebrochen wird, sondern zu seinem Ende kommt, durch das Kreuz und durch einen Tod ("Alles ist vollbracht" Joh 19,30) gehen, der die Tür zum Leben öffnet. Christus Jesus "besiegt den Tod durch den Tod". Es liegt nicht in unseren Händen, es ist vielmehr der Geist, der in uns dieses Wunder der Länge und Breite, Höhe und Tiefe der Liebe bewirkt. Der Geist, der von ihm zu uns kommt, hat die Räume der Nächstenliebe bis zum Überfließen mit Leben und damit mit Liebe über uns hinaus geweitet (Jes 54, 2-4). Wenn Gott uns zuerst geliebt hat, dann ist es wahr, dass in uns durch die Aufnahme dieser Liebe konkrete Liebe zu unseren Brüdern und Schwestern geweckt wurde, eine Liebe in Aktion. Gleichzeitig ist jede Eucharistie, "Geist und Feuer", Lebensnahrung, die Zeit außerhalb der Zeit, in der sich dieses Geheimnis der Liebe vollzieht, sie führt in eine Gemeinschaft, die fähig ist, unseren Egoismus, unsere Distanzen, unsere Armut an Liebe zu offenbaren und uns gleichzeitig zu verwandeln, uns zu christifizieren, uns innerlich zu erleuchten, uns die Gnade zu schenken, die Knoten unserer hartnäckigen Feindschaft zu lösen. Das Leben im Tod wird verwandelt in das Leben im Geist, und so ist dieses eucharistische Leben, das Leben im Auferstandenen, ein fortdauerndes Osterfest, das wir Menschen hier in dieser grausamen Welt leben, das uns vom Tod zum Leben übergehen lässt, weil die Liebe über ihn triumphiert und seinen Stachel durchbohrt, bis er in Leben und ewiges Leben verwandelt wird. WENN WIR OSTERN LEBEN Es muss eine Verwandlung in unserem Leben stattfinden, das Leben muss von der Liebe Gottes zu unseren Brüdern und Schwestern durchdrungen sein, damit es, verklärt durch diese Liebe, ein Licht des Lebens inmitten all der Dunkelheit, des Schmerzes, der Verzweiflung und des Todes sein kann. Heute müssen wir auf so viele Menschen schauen, die sich um andere kümmern, zerbrechliche Existenzen begleiten und betreuen, Existenzen, die für niemanden “von Nutzen” sind, Menschen, die für andere die Stimme erheben, sie verteidigen, auf so viele Märtyrer, die ihr Leben für das Evangelium der Nächstenliebe hingegeben haben. Vereint werden wir das, was eine Katastrophe sein könnte, in ein Ostern verwandeln, das Ostern von Jesus Christus. Lasst uns, die wir jeden Tag vor den Altar treten, diese ziellos umherwandernde Schar mit uns tragen, damit sie in das Ostern des neuen Lebens eintreten kann und Er allen alles sein kann (1 Kor 15,28). Der Herr ist hier und wir alle gehen auf ihn zu, er zieht uns an sich wie auf den Feldern von Galiläa, wie im Obergemach des letzten Abendmahles, wie auf Golgatha. Lasst uns die Welt mit einer innigen Liebe umarmen, konkret, in Aktion, damit wir alle auf ihn zugehen, um das Licht zu essen, das Leben, das nicht vergeht. Das Leben des Auferstandenen, in dem wir sind, leben und existieren, wird ratifiziert in unserer Gemeinschaft mit dem Leib Christi, mit unseren leidenden Brüdern und Schwestern, mit denen, mit denen wir täglich leben, mit denen, die uns anvertraut sind (Mt 25). Erheben wir eine Epiklese, indem wir im Leib des Auferstandenen die Bitte an den Vater richten, den lebensspendenden Geist in unsere Welt zu senden und uns durch den offenen Weg der Liebe, den uns der Sohn offenbart hat, vom Tod zum Leben, das nicht vergeht, zum ewigen Leben zu führen. Leben wir in Christus Jesus, durch den Geist, um das Leben in die Welt tragen zu können, die unter der zerstörenden Kraft des Todes, des Hasses, der Ungerechtigkeit und der Lieblosigkeit leidet, und seien wir ein Zeugnis des Lebens in ihm, indem wir uns allen unseren Brüdern und Schwestern zuwenden, bis hin zur Hingabe unseres Lebens für sie. Vater der Güte, sprich erneut dein Wort des ewigen Lebens, damit diese Welt vergeht und Dein Reich der Gerechtigkeit und des Friedens kommt. Halleluja, halleluja! Christus Jesus ist auferstanden, halleluja! Frohe Ostern des Lebens! M. Prado González Heras Präsidentin Föderation der Bekehrung des heiligen Augustinus. Sotillo de La Adrada, Avila ------------------------------ [1]¹ DELPHINE HORVILLEUR, Nudità e pudore (Quiqajon, Monasterio de Bose 2021). [2]² ARTHUR SCHOPENHAUER, El mundo como voluntad y representación (Editorial Porrúa, México 1987) [3]³ M. MARÍA SKOBTSOV, El sacramento del hermano (Sígueme, Salamanca 2004) 66. [4]⁴ Cf. ALEXANDER SCHEMANN, Per la vita del mondo (Lipa, Roma 2012). [5]⁵ SAN AGUSTÍN, Carta 105, 15, Tomo VIII (BAC, Madrid 1986) 781. [6]⁶ Liturgia siríaca. [7]⁷ CHRISTIAN BOBIN, Resucitar (Encuentro, Madrid 2017) 24. [8]⁸ MARKO I. RUPNIK, L'arte della vita (Lipa, Roma 2014) 61. [9]⁹ ERMES RONCHI, Sulla soglia della vita (San Paolo, Milán 2012) 110. [10]¹⁰ DIDAJÉ, X, 6. |
“A la piedad y caridad de José le nació de la Virgen María un hijo, Hijo a la vez de Dios”
S. Agustín, Serm 51
Queridísimas Madres y Hermanas, paz y unidad.
Desde que éramos niñas nos han enseñado en nuestras casas o en nuestros lugares de educación, el Nombre de Jesús y con este Nombre venía de la mano el de la madre...
S. Agustín, Serm 51
Queridísimas Madres y Hermanas, paz y unidad.
Desde que éramos niñas nos han enseñado en nuestras casas o en nuestros lugares de educación, el Nombre de Jesús y con este Nombre venía de la mano el de la madre...
texto completo...
“A la piedad y caridad de José le nació de la Virgen María un hijo, Hijo a la vez de Dios” S. Agustín, Serm 51 Queridísimas Madres y Hermanas, paz y unidad. Desde que éramos niñas nos han enseñado en nuestras casas o en nuestros lugares de educación, el Nombre de Jesús y con este Nombre venía de la mano el de la madre, María, y también el de José, el padre. Porque Jesús era el Hijo de María y de José, el carpintero, de quien recibió el nombre de Jesús, por mandato del ángel (Mt 1, 21). El que era Hijo del Creador, que había modelado los cielos y la tierra, el universo, y a toda criatura, al hombre, era también hijo del artesano, del carpintero, el del gremio de la madera. A la Mano y a la mano del hombre, fue confiada la Vida del Verbo hecho carne. De la familia Trinitaria vino a una familia humana y, a la sombra de este padre de la tierra, Jesús vivió como hijo, al cuidado por otro, del cual dependió su vida, los primeros pasos, el modo de mirar el mundo y de posicionarse en él. Fue su PADRE NUTRICIO. Jesús era el hijo de José, el Hijo único del Padre era también el hijo de José. José encarnó, sobre todo, la vocación universal de todo hombre a cuidar de lo creado y del otro, vocación para la que no hay judío ni cristiano, musulmán o luterano, americano o africano, padres o hijos, hermanos o abuelos, esposo o esposa… sino que es vocación de todo ser humano. Y fue él el que mejor asumió esa vocación desde la misma paternidad: siendo PADRE CUSTODIO. Custodiar es cuidar de algo o de alguien que se nos ha dejado al cuidado y que no nos pertenece, que, solo por un gesto generoso y de confianza de otro se nos ha dejado en custodia algo muy querido por él que, en su ausencia o por su libre voluntad, nosotros entramos a cuidarlo en su nombre. Esa es la vocación de José y la nuestra propia: en nombre del Padre cuidar como padre de Jesús; en el Nombre del Padre cuidar de todo lo creado, de todo ser humano, de todo hermano y hermana dejado en custodia a nosotros. Así comprendemos los consagrados nuestra vocación que no es sino la vivencia radical de la vocación humana sellada por el Bautismo: cuidar lo que nos ha sido encomendado, dejado en custodia; cuidarlo sin poseerlo porque no nos pertenece; cuidarlo con el mismo amor con el que ha sido amado por Aquél que nos amó primero y ama a todas sus criaturas. El Padre dejó en manos de José el tesoro más amado, su Hijo Amado, a Jesús y a María. Ni José pudo llegar a comprender la altura, la grandeza, la anchura y la profundidad de lo que recibía, no conocía realmente todo lo que Él, Jesús, era, pero se fio, padre en la fe, se fio de los designios de Dios y custodió lo que apenas podía comprender ni contener en sus humildes brazos de carpintero. El misterio de su persona es tan oculto, tan invisible, tan de segunda fila, que no ocupa nuestra atención ni nuestro interés hasta que comprendes que para la propia vida, mi propia vida, es su imagen más vecina y más cercana. Cuántas veces nosotros, creyendo estar cerca de Dios, intentamos resolver nuestras grandes dificultades, nuestros grandes discernimientos, a nuestra manera sin contar con Dios. Cuántas veces el Señor se nos hace presente (no se si en sueños) y nos expresa su voluntad, lo que desea que hagamos, y seguimos pensando que nuestro modo de pensar y de hacer es más acertado que el que propone Dios. José vivió abrazado a la Vida de Dios y, por eso, la Vida de Dios quiso poner en él su morada, por eso es PADRE EN LA FE. Humilde José, tú has acogido en tus manos carpinteras al gran Dios, humilde como tú en la carne, hecho niño, pequeño, hijo, hijo tuyo. Maternal José, unido a María como nutricio del Dios al que había que alimentar y hacerle posible la vida entre nosotros. Acogedor seno paterno, custodio, casa amplia en la que habitar, posada en la que Dios mismo dejó a tu cuidado a su Hijo Amado. “Cuida de Él”. El Padre te lo ha pagado también a ti con creces, que tuviste en la tierra al Cielo. Siervo José, que has estado cerca de Jesús, sirviéndolo como uno de sus ángeles, como nosotros desearíamos servirte en nuestros hermanos, en el día a día, en la vida cotidiana, acogiendo su pequeñez y su vulnerabilidad, haciendo posible la obra del Padre en ellos. Intercede por todas nosotras para que podamos vivir en la tierra lo que tú viviste junto a Jesús y a María. Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida Patris Corde, Papa Francisco Con todo mi cariño y comunión, en Él. |
El pasado lunes, la diócesis de Palencia celebraban una misa funeral por Don Rafael Palmero y acudimos a esta acción de gracias algunas hermanas del monasterio.
D. Rafael en diferentes visitas en Becerril y Sotillo
Hna. Carolina
Priora del Monasterio
El lunes 15 de marzo un grupo de hermanas de nuestro Monasterio nos hicimos presentes en la eucaristía funeral que la diócesis de Palencia ofreció por Don Rafael Palmero.
Al entrar en la catedral fuimos directas a la capilla del altar mayor donde se encuentran los restos de San Manuel González, el obispo de los sagrarios abandonados, tan querido por Don Rafael. Allí rezamos por él con profunda gratitud y cariño. Pudimos, a la vuelta, hacer también una breve parada en la Trapa de Venta de Baños, junto a su también tan querido Rafael Arnaiz. La cercanía de estos santos tan amados por él avivaba la confianza de que Rafael estaba con ellos, todo nos invitaba a mirar al cielo.
Conocí a Don Rafael cuando era una adolescente y comenzaba a participar en las iniciativas pastorales para jóvenes de la Diócesis de Toledo. Él se hacía presente en cada propuesta liderando, con su sencillez y carácter más bien discreto, el proyecto de evangelización para los jóvenes que durante los años 90 se desplegó en toda la diócesis y especialmente en Talavera. Recuerdo nítidamente su presencia en las peregrinaciones a Guadalupe, caminaba con nosotros, disfrutaba de las celebraciones, de las veladas, de todo ¡Era uno más! Esto infundió en mí, en nosotros, un profundo amor a la Iglesia que en él se acercaba a nuestras vidas como madre, compañera, guía...
De Don Rafael recibí el sacramento de la confirmación en mi colegio de los Sagrados Corazones, estuvo cerca en mi discernimiento vocacional, se hizo presente en Becerril de Campos, desde el primer día que llegamos y tantísimos otros... ¡presidió mi profesión solemne! Ha sido un verdadero padre y sé que no se olvidará de nosotras desde el cielo.
¡Gracias, Don Rafael!
Al entrar en la catedral fuimos directas a la capilla del altar mayor donde se encuentran los restos de San Manuel González, el obispo de los sagrarios abandonados, tan querido por Don Rafael. Allí rezamos por él con profunda gratitud y cariño. Pudimos, a la vuelta, hacer también una breve parada en la Trapa de Venta de Baños, junto a su también tan querido Rafael Arnaiz. La cercanía de estos santos tan amados por él avivaba la confianza de que Rafael estaba con ellos, todo nos invitaba a mirar al cielo.
Conocí a Don Rafael cuando era una adolescente y comenzaba a participar en las iniciativas pastorales para jóvenes de la Diócesis de Toledo. Él se hacía presente en cada propuesta liderando, con su sencillez y carácter más bien discreto, el proyecto de evangelización para los jóvenes que durante los años 90 se desplegó en toda la diócesis y especialmente en Talavera. Recuerdo nítidamente su presencia en las peregrinaciones a Guadalupe, caminaba con nosotros, disfrutaba de las celebraciones, de las veladas, de todo ¡Era uno más! Esto infundió en mí, en nosotros, un profundo amor a la Iglesia que en él se acercaba a nuestras vidas como madre, compañera, guía...
De Don Rafael recibí el sacramento de la confirmación en mi colegio de los Sagrados Corazones, estuvo cerca en mi discernimiento vocacional, se hizo presente en Becerril de Campos, desde el primer día que llegamos y tantísimos otros... ¡presidió mi profesión solemne! Ha sido un verdadero padre y sé que no se olvidará de nosotras desde el cielo.
¡Gracias, Don Rafael!
Hna. Carmen R.
Gracias, don Rafael, porque en los inicios de nuestra andadura fuiste "nuestro José" buscando alojamiento.
Nada más conocer el proyecto nos ofreciste ir a tu diócesis de Palencia. Pensaste primero en el albergue del Santuario del Brezo pero los planes cambiaron un 15 de agosto, celebrando la fiesta de la Asunción con las hermanas del Cister, en San Andrés de Arroyo; solicitando a la abadesa, la casa del capellán para empezar las cuatro primeras al amparo de las hermanas.
Inolvidable la visita sorpresa que recibimos el primer día de nuestra llegada a san Andrés, cuando después de un largo viaje llegaste con el vicario y el secretario a visitarnos, cómo alegrasteis esa tarde de desconsuelo.
Continuamos buscando casa, ¿recuerdas la visita a la casa de Baltanás? Para tí asequible, no tanto para nosotras.
La sorpresa fue mayor cuando nos comunicaste que los agustinos dejaban la casa de Becerril. Por fin teníamos casa para empezar con nuestra forma de vida y además casa de la Orden.
Gracias.
Nada más conocer el proyecto nos ofreciste ir a tu diócesis de Palencia. Pensaste primero en el albergue del Santuario del Brezo pero los planes cambiaron un 15 de agosto, celebrando la fiesta de la Asunción con las hermanas del Cister, en San Andrés de Arroyo; solicitando a la abadesa, la casa del capellán para empezar las cuatro primeras al amparo de las hermanas.
Inolvidable la visita sorpresa que recibimos el primer día de nuestra llegada a san Andrés, cuando después de un largo viaje llegaste con el vicario y el secretario a visitarnos, cómo alegrasteis esa tarde de desconsuelo.
Continuamos buscando casa, ¿recuerdas la visita a la casa de Baltanás? Para tí asequible, no tanto para nosotras.
La sorpresa fue mayor cuando nos comunicaste que los agustinos dejaban la casa de Becerril. Por fin teníamos casa para empezar con nuestra forma de vida y además casa de la Orden.
Gracias.
Hna. Amaya

De D. Rafael destaco como cualidad relevante su gran generosidad que, desde su cercanía a los demás, siempre encontraba la oportunidad para hacer llegar a cualquiera que estuviera necesitado todo lo él que recibía de algún modo. Así quedó grabado en las cuatro primeras hermanas que vivimos en San Andrés de Arroyo. Él se ocupó de ofrecernos un lugar en su diócesis para nuestros inicios al amparo de una comunidad religiosa, una pequeña casa destinada al capellán que estaba vacía y pronto nos llevó lo más importante que podíamos necesitar: un sagrario abandonado, haciendo honor a D. Manuel González, para que nuestra vida abriera las puertas y pusiera en el centro a Aquel que nos llamaba a empezar este camino. Este gesto de generosidad ratificó esta presencia de Dios en medio de nosotras. Fue un signo palpable de la mano de Dios, prendiendo el fuego de una llamada nueva en nuestros corazones dentro del carisma agustiniano. D. Rafael fue para nosotras una gran mediación de esta Providencia.
Hna. María del Prado
Con la pérdida de D. Rafael nos ha quedado la ausencia física, conmovedora, de un buen amigo pero no se nos ha ido su intercesión y compañía desde el Cielo. Era un hombre muy bueno. Dejaba transparentar por donde iba su corazón de Buen Pastor. En él vi, por determinadas circunstancias, de un modo concreto y verdadero a la Iglesia Madre y Padre a la vez, la misericordia y la bondad guiando circunstancias difíciles.
Humilde, sencillo. No era expresivo ni hablador pero hacía sentir que disfrutaba junto a las personas y que eras alguien querido e importante para él sencillamente estando. Cuando venía a visitar a la Comunidad inesperadamente o esperándole siempre me pedía cantarle un poema de S. Juan de la Cruz: "El Pastorcico". Hoy quiero cantárselo desde el corazón con tierno afecto fraterno convencida de que ya está reposando feliz en brazos del Buen Pastor.
Humilde, sencillo. No era expresivo ni hablador pero hacía sentir que disfrutaba junto a las personas y que eras alguien querido e importante para él sencillamente estando. Cuando venía a visitar a la Comunidad inesperadamente o esperándole siempre me pedía cantarle un poema de S. Juan de la Cruz: "El Pastorcico". Hoy quiero cantárselo desde el corazón con tierno afecto fraterno convencida de que ya está reposando feliz en brazos del Buen Pastor.
Nacho Monar
Primer laico de la fraternidad
Primer laico de la fraternidad

Con el fallecimiento de don Rafael Palmero no sólo pierdo a un buen amigo sino a alguien que me enseñó cómo se vive al servicio de la Iglesia bondadosamente. Echo un vistazo hacia atrás y sólo encuentro momentos de generosidad. Siendo obispo auxiliar de Toledo se esforzó por comprender las inquietudes de aquellos jóvenes de su diócesis de Toledo. Nos acompañó no sólo espiritualmente, sino como un peregrino más a Santiago, a Guadalupe, incluso a Polonia.
Se hizo presente en nuestras Pascuas Juveniles. Tenía una sonrisa sincera y muchos detalles. Recuerdo que siempre insistía en hacer fotos de grupo que inmortalizaran aquellos actos. En definitiva, a pesar de que la edad nos separaba, fue nuestro querido obispo y compañero guía en la fe. Conocimos su pueblo zamorano de Morales del Rey, donde disfrutamos de las peculiares bodegas subterráneas. Nos presentó a sus sobrinos, que se incorporaron a bastantes actividades religiosas.
Su marcha a Palencia no significó en absoluto un alejamiento. Al contrario, incorporamos el paisaje de aquella Castilla a nuestro imaginario. Tengo un especial recuerdo de don Rafael durante los distendidos ratos de la comida, mientras nos enseñaba su nuevo destino. Aquel almuerzo en la Venta Campa de San Salvador de Cantamuda; una comida memorable junto a Pablo Payo “El Mesonero Mayor del Camino de Santiago“, en Villalcázar de Sirga...
Cuidó de los que tenía encomendados. Presumía del patrimonio artístico heredado tras generaciones de cristianos. Y sobre todo, nos quiso con una paternidad espiritual nacida de lo más profundo de su carácter.
Guardo en mi biblioteca su tesis doctoral, “Iglesia-Madre en San Agustín”, un tema premonitorio para lo que luego nos reservó la vida. Conservaré memoria de su apoyo constante a las hermanas agustinas del Monasterio de la Conversión. Días iniciales de aquella fundación en San Andrés de Arroyo y en Becerril de Campos...
Cierto día, junto con un grupo de amigos visitábamos a las hermanas cuando don Rafael se presentó a verlas. Ya nos había ganado tanto que le seguimos por las calles del pueblo. Disfrutamos de su precioso museo de Arte Sacro - aquellas pinturas de Pedro Berruguete- . Después don Rafael nos enseñó un secreto: la destilería de Claudio Doncel, justo enfrente. Un aguardiente maravilloso que disfrutamos en la confianza de quienes se tienen cariño.
Esos momentos cercanos son los que me vienen a mi memoria hoy. Con la muerte de una persona querida se derraman lágrimas y se siente la melancolía de lo compartido. Eso siento hoy, al escribir estas líneas. No un panegírico sobre una figura de nuestra Iglesia, sino las palabras entre entristecidas y reconocidas de alguien que tuvo la suerte de compartir una amistad.
Se hizo presente en nuestras Pascuas Juveniles. Tenía una sonrisa sincera y muchos detalles. Recuerdo que siempre insistía en hacer fotos de grupo que inmortalizaran aquellos actos. En definitiva, a pesar de que la edad nos separaba, fue nuestro querido obispo y compañero guía en la fe. Conocimos su pueblo zamorano de Morales del Rey, donde disfrutamos de las peculiares bodegas subterráneas. Nos presentó a sus sobrinos, que se incorporaron a bastantes actividades religiosas.
Su marcha a Palencia no significó en absoluto un alejamiento. Al contrario, incorporamos el paisaje de aquella Castilla a nuestro imaginario. Tengo un especial recuerdo de don Rafael durante los distendidos ratos de la comida, mientras nos enseñaba su nuevo destino. Aquel almuerzo en la Venta Campa de San Salvador de Cantamuda; una comida memorable junto a Pablo Payo “El Mesonero Mayor del Camino de Santiago“, en Villalcázar de Sirga...
Cuidó de los que tenía encomendados. Presumía del patrimonio artístico heredado tras generaciones de cristianos. Y sobre todo, nos quiso con una paternidad espiritual nacida de lo más profundo de su carácter.
Guardo en mi biblioteca su tesis doctoral, “Iglesia-Madre en San Agustín”, un tema premonitorio para lo que luego nos reservó la vida. Conservaré memoria de su apoyo constante a las hermanas agustinas del Monasterio de la Conversión. Días iniciales de aquella fundación en San Andrés de Arroyo y en Becerril de Campos...
Cierto día, junto con un grupo de amigos visitábamos a las hermanas cuando don Rafael se presentó a verlas. Ya nos había ganado tanto que le seguimos por las calles del pueblo. Disfrutamos de su precioso museo de Arte Sacro - aquellas pinturas de Pedro Berruguete- . Después don Rafael nos enseñó un secreto: la destilería de Claudio Doncel, justo enfrente. Un aguardiente maravilloso que disfrutamos en la confianza de quienes se tienen cariño.
Esos momentos cercanos son los que me vienen a mi memoria hoy. Con la muerte de una persona querida se derraman lágrimas y se siente la melancolía de lo compartido. Eso siento hoy, al escribir estas líneas. No un panegírico sobre una figura de nuestra Iglesia, sino las palabras entre entristecidas y reconocidas de alguien que tuvo la suerte de compartir una amistad.
Conocí a D. Rafael el 24 de enero de 1988, en su ordenación episcopal en la Catedral Primada, porque me enviaron con un grupo de alumnas como representación del colegio y la comunidad. A los pocos años, siendo priora de la Comunidad de Talavera, D. Marcelo le pidió que centrara su actividad pastoral en nuestra ciudad y por ello entramos en contacto.
Quería mucho a nuestra comunidad y venía con frecuencia a vernos, a estar, a hablar, traía a su familia, a sus amigos. Era muy amigo de sus amigos y era imposible no compartir con él sus amistades porque tenía una fuerte capacidad para poner en contacto a las personas entre sí. Así le hicimos Hermano de la Orden y él lo abrazó con una alegría verdadera porque así se sentía.
Aunque era de poco hablar era humilde y sencillamente cercano, siempre dispuesto a hacer un favor, a hacerse presente en una necesidad. Ayudaba a todos, empezando por los más necesitados. Se podría decir que, siendo tan activo, se desvivía, movía todos los hilos hasta dar con la solución a los problemas más urgentes.
Cuando comenzamos nuestra andadura comunitaria no sabíamos dónde ir. Me propuso ir a Palencia, donde él era ya Obispo. Buscó varios lugares para nosotras hasta que encontró el más favorable, el monasterio cisterciense de S. Andrés de Arroyo, en el norte palentino. Allí comenzamos a vivir las cuatro primeras hermanas.
Quería mucho a nuestra comunidad y venía con frecuencia a vernos, a estar, a hablar, traía a su familia, a sus amigos. Era muy amigo de sus amigos y era imposible no compartir con él sus amistades porque tenía una fuerte capacidad para poner en contacto a las personas entre sí. Así le hicimos Hermano de la Orden y él lo abrazó con una alegría verdadera porque así se sentía.
Aunque era de poco hablar era humilde y sencillamente cercano, siempre dispuesto a hacer un favor, a hacerse presente en una necesidad. Ayudaba a todos, empezando por los más necesitados. Se podría decir que, siendo tan activo, se desvivía, movía todos los hilos hasta dar con la solución a los problemas más urgentes.
Cuando comenzamos nuestra andadura comunitaria no sabíamos dónde ir. Me propuso ir a Palencia, donde él era ya Obispo. Buscó varios lugares para nosotras hasta que encontró el más favorable, el monasterio cisterciense de S. Andrés de Arroyo, en el norte palentino. Allí comenzamos a vivir las cuatro primeras hermanas.
Después, también gracias a su ayuda, nos acercamos a la ciudad, viviendo en la casa que dejaban los agustinos y que nos permitió comenzar realmente nuestra vida comunitaria más identitaria, realizando ya una pastoral muy propia. A los pocos años, le pedimos entrar a trabajar en el Camino de Santiago, en algunos de los puntos que recorría en la geografía palentina. Nos ayudó siempre a buscar nuestra forma de vida, con una sincera confianza en nosotras y un apoyo incondicional. Antes de trasladarnos a Ávila con carácter definitivo, él fue llamado por la Iglesia a ocupar la sede episcopal de Orihuela-Alicante. Allí le acompañamos. A pesar de la distancia siempre hemos mantenido una buena y constante relación y nosotras concretamente siempre le guardaremos un afecto profundo, una gratitud sin límites y un reconocimiento por su bondad y su lealtad, su espíritu pastoral y su sencillez y humildad. El Señor le acogerá a él, que se acercará sin prisas pero sin pausas al Reino y escuchará silencioso y emocionado Su Voz llamándole: “Ven, tú, bendito de mi Padre…”
Hoy quiero, unida a vosotras, responder ante el Padre por él, con la confianza de una hermana que ora por un hermano ante el padre misericordioso.
M. Prado
Montefiolo, Italia
8 de marzo 2021
Hoy quiero, unida a vosotras, responder ante el Padre por él, con la confianza de una hermana que ora por un hermano ante el padre misericordioso.
M. Prado
Montefiolo, Italia
8 de marzo 2021
| Programa homenaje DE PAR EN PAR |
Una entrevista en la contraportada de "Alfa y Omega" del pasado mes de febrero. En la que la Hna. Carolina, priora del Monasterio, y la hna. Andrea comentan sobre la acogida cristiana en el Camino de Santiago: |
También fue publicado recientemente otro artículo en prensa, aunque la entrevista había sido realizada el año pasado, en la primera ola de la pandemia. Puedes seguirlo aquí: |
Miércoles de Ceniza: |
El viaje cuaresmal a través del arte |
San Efrén de Siria, s. IV. Un Padre y doctor de la Iglesia, que fue diácono, escritor y músico. Conocido con el apelativo de "Arpa del Espíritu" y el " Místico". Para gustar de esta oración de cuaresma puedes leer el siguiente desglose que hace de ella Alexander Schmemann, sacerdote, maestro y escritor de la ortodoxia cristiana. | Oración de Cuaresma |
Oración desglosada...
De todos los himnos y oraciones de la cuaresma, una corta oración puede ser calificada como la oración de cuaresma. Esta oración es leída dos veces al final de cada servicio de Cuaresma de Lunes a Viernes.
Una postración sucede a cada petición. Luego nos inclinamos 12 veces diciendo: “Oh Dios purifícame a Mi pecador”. La oración completa es repetida con una última postración al final.
¿Por qué esta corta y simple oración ocupa un lugar tan importante en toda la adoración de Cuaresma?
Porque enumera de un modo único todos los elementos positivos y negativos del arrepentimiento y constituye, por decirlo de algún modo, una “lista de chequeo” de nuestro camino de Cuaresma individual. Este "esfuerzo" apunta primero a nuestra liberación de algunas enfermedades espirituales fundamentales que dan forma a nuestra vida y que hacen virtualmente imposible para nosotros incluso comenzar a volvernos hacia Dios.
La enfermedad básica es la indolencia.
Es esa extraña pereza y pasividad de nuestro completo ser que siempre nos empuja hacia “abajo” en vez de hacia “arriba” – que constantemente nos convence de que ningún cambio es posible y por lo tanto deseable. Es de hecho un cinismo profundamente enraizado el cual a cada reto espiritual responde “¿Para qué?” y hace de nuestra vida un enorme desperdicio espiritual. Es la raíz de todo pecado porque envenena la energía espiritual en su misma fuente.
El resultado de la indolencia es la pusilanimidad. Es el estado de desaliento el cual es considerado por todos los santos padres como el mayor peligro para el alma. El desaliento es la imposibilidad del hombre de ver cualquier cosa buena o positiva; es la reducción de todo al negativismo y pesimismo. Es verdaderamente un poder demoníaco en nosotros porque el Diablo es fundamentalmente un mentiroso. Él le miente al hombre sobre Dios y sobre el mundo; él llena la vida con oscuridad y negación. El desaliento es el suicidio del alma porque cuando el hombre es poseído por él es absolutamente incapaz de ver la luz y desearla.
¡Vanagloria! Por extraño que pueda parecer, es precisamente la indolencia y el desaliento los que llenan nuestra vida de vanagloria. Al viciar toda la actitud hacia la vida y hacerla sin sentido y vacía, nos fuerzan a buscar compensación en una actitud radicalmente equivocada hacia otras personas. Si mi vida no está orientada hacia Dios, no apunta hacia valores eternos, inevitablemente se volverá egoísta y egocéntrica y esto significa que todos los otros seres se volverán medios de mi propia auto-destrucción.
Si Dios no es el Señor y Maestro de mi vida, entonces yo me vuelvo mi propio señor y maestro- el centro absoluto de mi mundo, y yo comienzo a evaluar todo en términos de mis necesidades, mis ideas, mis deseos, y mis juicios.
La vanagloria es entonces una depravación fundamental en mi relación con otros seres, una búsqueda de su subordinación a mí. No es necesariamente expresada en una verdadera impulso de mandar y dominar a los “otros”.
Puede resultar también en indiferencia, desprecio, falta de interés, consideración y respeto. Es verdaderamente indolencia y desaliento dirigido esta vez a otros; completa el suicidio espiritual con el asesinato espiritual. Finalmente, palabra inútil. De todos los seres creados, solo el hombre ha sido dotado con el don de la palabra.
Todos los Padres ven en ella el verdadero “sello” de la Imagen Divina en el hombre porque Dios Mismo es revelado como Verbo (Juan 1:1).
Pero siendo el don supremo, es igualmente prueba de peligro supremo.
Siendo la misma expresión del hombre, el medio de su auto-realización, es por esta misma razón el medio de su caída y auto-destrucción, de traición y pecado. La palabra salva y la palabra mata; la palabra inspira y la palabra envenena. La palabra es el medio de la Verdad y la palabra es el medio de la mentira demoníaca. Teniendo una al al final un poder positivo, tiene por tanto un tremendo poder negativo. Verdaderamente crea positiva y negativamente. Cuando es desviada de su propósito y origen divino, la palabra se vuelve inútil. Refuerza la “indolencia”, desaliento, y la vanagloria, y transforma la vida en un infierno. Se vuelve el mismo poder del pecado.
Estos cuatro son entonces “objetos” negativos del arrepentimiento. Son los obstáculos a ser removidos. Pero solo Dios puede removerlos. Por lo tanto, es la primera parte de la oración de Cuaresma- este grito del fondo del desamparo humano. Luego la oración se mueve a las miras positivas del arrepentimiento que también son cuatro.
¡Castidad! Si uno no reduce este término, y es tan a menudo hecho de forma errónea, solo a sus connotaciones sexuales, es entendido como la contraparte positiva de la indolencia. La indolencia es, primero que todo, disipación, el rompimiento de nuestra visión y energía, la discapacidad de ver el todo. Su opuesto es precisamente plenitud. Si usualmente nos referimos a castidad como la virtud opuesta a la depravación sexual, es porque el carácter destruido de nuestra existencia es aquí mejor manifestado que en la lujuria sexual. – la alienación del cuerpo de la vida y control del espíritu.
Cristo restaura la plenitud en nosotros y El hace esto al restaurar en nosotros la verdadera escala de valores al llevarnos de vuelta a Dios.
El primer y maravilloso fruto de esta plenitud o castidad es la humildad.
Ya hablamos de ella. Está sobre todo lo demás la victoria de la verdad en nosotros, la eliminación de todas las mentiras en las que usualmente vivimos.
La humildad sola es capaz de verdad, de ver y aceptar cosas como son y por lo tanto de ver la majestad y bondad y amor de Dios en todo. Es por esto que se nos dice que Dios de gracia al humildad y se opone al orgulloso.
La castidad y la humildad nos naturalmente seguidas por la paciencia.
El hombre “natural” o “caído” es impaciente, porque al ser ciego para sí mismo es rápido para juzgar y para condenar a los otros. Habiendo puesto un conocimiento destruido, incompleto y distorsionado de todo, él mide todas las cosa por sus gustos e ideas. Siendo indiferente a todos excepto a sí mismo, él quiere que la vida sea exitosa aquí mismo y ahora. La paciencia, sin embargo, es realmente una virtud divina. Dios es paciente no porque El es “indulgente”, pero porque El ve la profundidad de todo lo que existe, porque la realidad interna de las cosa, que en nuestra ceguera no vemos, está abierta a El. Mientras más nos acercamos a Dios, más pacientes nos volvemos y más reflejamos ese infinito respeto por todos los seres que es la cualidad propia de Dios.
Finalmente, la corona y fruto de todas las virtudes, de todo crecimiento y esfuerzo, es el amor –el amor que, como ya hemos dicho, solo puede ser dado por Dios- ese don que tiene la meta de toda la preparación y práctica espiritual.
Todo esto es resumido y juntado en la concluyente petición de la oración de Cuaresma en la cual pedimos “conocer mis faltas y no juzgar a mis hermanos”. Porque en último caso solo hay un peligro: el orgullo. El orgullo es la fuente del mal, y todo mal es orgullo. Los escritos espirituales están llenos de advertencias contra las sutiles formas de seudo-piedad las cuales, en realidad, bajo la apariencia de humildad y auto-acusación pueden llevar a un orgullo verdaderamente demoníaco. Pero cuando nosotros “conocemos nuestros propios errores” y “no juzgamos a nuestros hermanos”, cuando, en otros términos, la castidad, la humildad, la paciencia, y el amor son uno solo en nosotros, entonces y solo entonces el último enemigo-el orgullo- habrá sido destruido en nosotros.
Luego de cada petición de la oración realizamos una postración.
Las postraciones no están limitadas a la oración de San Efrén sino constituyen una de las características distintivas de la adoración de cuaresma. Aquí, sin embargo, su significado es dado a conocer mejor. En el largo y difícil esfuerzo de la recuperación espiritual, la Iglesia no separa el alma del cuerpo. El hombre completo ha caído lejos de Dios; el hombre completo ha sido restaurado, el hombre completo debe regresar. La catástrofe del pecado yace precisamente en la victoria de la carne – lo animal, lo irracional, la lujuria en nosotros –sobre lo espiritual y lo divino. Pero el cuerpo es glorioso, el cuerpo es sagrado, tan sagrado que Dios Mismo se “hizo carne”.
La salvación y el arrepentimiento no son desprecio para el cuerpo o negación de éste, sino la restauración del cuerpo a su verdadera función como la expresión y la vida del espíritu, como el templo de la invaluable alma humana. El ascetismo Cristiano es una lucha, no contra el cuerpo pero para el cuerpo.
Por esta razón, el hombre completo –alma y cuerpo- se arrepiente. El cuerpo participa en la oración del alma así como el alma ora a través y dentro del cuerpo. Las postraciones, el signo “psico-somático” del arrepentimiento y de la humildad, de adoración y obediencia, son de esta forma el rito de Cuaresma por excelencia.
(texto original web ortodoxia-madrid)
Una postración sucede a cada petición. Luego nos inclinamos 12 veces diciendo: “Oh Dios purifícame a Mi pecador”. La oración completa es repetida con una última postración al final.
¿Por qué esta corta y simple oración ocupa un lugar tan importante en toda la adoración de Cuaresma?
Porque enumera de un modo único todos los elementos positivos y negativos del arrepentimiento y constituye, por decirlo de algún modo, una “lista de chequeo” de nuestro camino de Cuaresma individual. Este "esfuerzo" apunta primero a nuestra liberación de algunas enfermedades espirituales fundamentales que dan forma a nuestra vida y que hacen virtualmente imposible para nosotros incluso comenzar a volvernos hacia Dios.
La enfermedad básica es la indolencia.
Es esa extraña pereza y pasividad de nuestro completo ser que siempre nos empuja hacia “abajo” en vez de hacia “arriba” – que constantemente nos convence de que ningún cambio es posible y por lo tanto deseable. Es de hecho un cinismo profundamente enraizado el cual a cada reto espiritual responde “¿Para qué?” y hace de nuestra vida un enorme desperdicio espiritual. Es la raíz de todo pecado porque envenena la energía espiritual en su misma fuente.
El resultado de la indolencia es la pusilanimidad. Es el estado de desaliento el cual es considerado por todos los santos padres como el mayor peligro para el alma. El desaliento es la imposibilidad del hombre de ver cualquier cosa buena o positiva; es la reducción de todo al negativismo y pesimismo. Es verdaderamente un poder demoníaco en nosotros porque el Diablo es fundamentalmente un mentiroso. Él le miente al hombre sobre Dios y sobre el mundo; él llena la vida con oscuridad y negación. El desaliento es el suicidio del alma porque cuando el hombre es poseído por él es absolutamente incapaz de ver la luz y desearla.
¡Vanagloria! Por extraño que pueda parecer, es precisamente la indolencia y el desaliento los que llenan nuestra vida de vanagloria. Al viciar toda la actitud hacia la vida y hacerla sin sentido y vacía, nos fuerzan a buscar compensación en una actitud radicalmente equivocada hacia otras personas. Si mi vida no está orientada hacia Dios, no apunta hacia valores eternos, inevitablemente se volverá egoísta y egocéntrica y esto significa que todos los otros seres se volverán medios de mi propia auto-destrucción.
Si Dios no es el Señor y Maestro de mi vida, entonces yo me vuelvo mi propio señor y maestro- el centro absoluto de mi mundo, y yo comienzo a evaluar todo en términos de mis necesidades, mis ideas, mis deseos, y mis juicios.
La vanagloria es entonces una depravación fundamental en mi relación con otros seres, una búsqueda de su subordinación a mí. No es necesariamente expresada en una verdadera impulso de mandar y dominar a los “otros”.
Puede resultar también en indiferencia, desprecio, falta de interés, consideración y respeto. Es verdaderamente indolencia y desaliento dirigido esta vez a otros; completa el suicidio espiritual con el asesinato espiritual. Finalmente, palabra inútil. De todos los seres creados, solo el hombre ha sido dotado con el don de la palabra.
Todos los Padres ven en ella el verdadero “sello” de la Imagen Divina en el hombre porque Dios Mismo es revelado como Verbo (Juan 1:1).
Pero siendo el don supremo, es igualmente prueba de peligro supremo.
Siendo la misma expresión del hombre, el medio de su auto-realización, es por esta misma razón el medio de su caída y auto-destrucción, de traición y pecado. La palabra salva y la palabra mata; la palabra inspira y la palabra envenena. La palabra es el medio de la Verdad y la palabra es el medio de la mentira demoníaca. Teniendo una al al final un poder positivo, tiene por tanto un tremendo poder negativo. Verdaderamente crea positiva y negativamente. Cuando es desviada de su propósito y origen divino, la palabra se vuelve inútil. Refuerza la “indolencia”, desaliento, y la vanagloria, y transforma la vida en un infierno. Se vuelve el mismo poder del pecado.
Estos cuatro son entonces “objetos” negativos del arrepentimiento. Son los obstáculos a ser removidos. Pero solo Dios puede removerlos. Por lo tanto, es la primera parte de la oración de Cuaresma- este grito del fondo del desamparo humano. Luego la oración se mueve a las miras positivas del arrepentimiento que también son cuatro.
¡Castidad! Si uno no reduce este término, y es tan a menudo hecho de forma errónea, solo a sus connotaciones sexuales, es entendido como la contraparte positiva de la indolencia. La indolencia es, primero que todo, disipación, el rompimiento de nuestra visión y energía, la discapacidad de ver el todo. Su opuesto es precisamente plenitud. Si usualmente nos referimos a castidad como la virtud opuesta a la depravación sexual, es porque el carácter destruido de nuestra existencia es aquí mejor manifestado que en la lujuria sexual. – la alienación del cuerpo de la vida y control del espíritu.
Cristo restaura la plenitud en nosotros y El hace esto al restaurar en nosotros la verdadera escala de valores al llevarnos de vuelta a Dios.
El primer y maravilloso fruto de esta plenitud o castidad es la humildad.
Ya hablamos de ella. Está sobre todo lo demás la victoria de la verdad en nosotros, la eliminación de todas las mentiras en las que usualmente vivimos.
La humildad sola es capaz de verdad, de ver y aceptar cosas como son y por lo tanto de ver la majestad y bondad y amor de Dios en todo. Es por esto que se nos dice que Dios de gracia al humildad y se opone al orgulloso.
La castidad y la humildad nos naturalmente seguidas por la paciencia.
El hombre “natural” o “caído” es impaciente, porque al ser ciego para sí mismo es rápido para juzgar y para condenar a los otros. Habiendo puesto un conocimiento destruido, incompleto y distorsionado de todo, él mide todas las cosa por sus gustos e ideas. Siendo indiferente a todos excepto a sí mismo, él quiere que la vida sea exitosa aquí mismo y ahora. La paciencia, sin embargo, es realmente una virtud divina. Dios es paciente no porque El es “indulgente”, pero porque El ve la profundidad de todo lo que existe, porque la realidad interna de las cosa, que en nuestra ceguera no vemos, está abierta a El. Mientras más nos acercamos a Dios, más pacientes nos volvemos y más reflejamos ese infinito respeto por todos los seres que es la cualidad propia de Dios.
Finalmente, la corona y fruto de todas las virtudes, de todo crecimiento y esfuerzo, es el amor –el amor que, como ya hemos dicho, solo puede ser dado por Dios- ese don que tiene la meta de toda la preparación y práctica espiritual.
Todo esto es resumido y juntado en la concluyente petición de la oración de Cuaresma en la cual pedimos “conocer mis faltas y no juzgar a mis hermanos”. Porque en último caso solo hay un peligro: el orgullo. El orgullo es la fuente del mal, y todo mal es orgullo. Los escritos espirituales están llenos de advertencias contra las sutiles formas de seudo-piedad las cuales, en realidad, bajo la apariencia de humildad y auto-acusación pueden llevar a un orgullo verdaderamente demoníaco. Pero cuando nosotros “conocemos nuestros propios errores” y “no juzgamos a nuestros hermanos”, cuando, en otros términos, la castidad, la humildad, la paciencia, y el amor son uno solo en nosotros, entonces y solo entonces el último enemigo-el orgullo- habrá sido destruido en nosotros.
Luego de cada petición de la oración realizamos una postración.
Las postraciones no están limitadas a la oración de San Efrén sino constituyen una de las características distintivas de la adoración de cuaresma. Aquí, sin embargo, su significado es dado a conocer mejor. En el largo y difícil esfuerzo de la recuperación espiritual, la Iglesia no separa el alma del cuerpo. El hombre completo ha caído lejos de Dios; el hombre completo ha sido restaurado, el hombre completo debe regresar. La catástrofe del pecado yace precisamente en la victoria de la carne – lo animal, lo irracional, la lujuria en nosotros –sobre lo espiritual y lo divino. Pero el cuerpo es glorioso, el cuerpo es sagrado, tan sagrado que Dios Mismo se “hizo carne”.
La salvación y el arrepentimiento no son desprecio para el cuerpo o negación de éste, sino la restauración del cuerpo a su verdadera función como la expresión y la vida del espíritu, como el templo de la invaluable alma humana. El ascetismo Cristiano es una lucha, no contra el cuerpo pero para el cuerpo.
Por esta razón, el hombre completo –alma y cuerpo- se arrepiente. El cuerpo participa en la oración del alma así como el alma ora a través y dentro del cuerpo. Las postraciones, el signo “psico-somático” del arrepentimiento y de la humildad, de adoración y obediencia, son de esta forma el rito de Cuaresma por excelencia.
(texto original web ortodoxia-madrid)
El domingo comienza litúrgicamente al caer el sol la tarde del sábado, así comenzamos celebrando el día del Señor con Su Palabra. Durante las vísperas del sábado, una hermana nos introduce al Evangelio que iluminará la semana compartiendo su lectio. En esta nueva sección, "Comentar la Palabra", compartiremos con vosotros la reflexión cada semana. |
V Domingo, tiempo ordinario
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
COMENTARIO
Hna. Carolina
En el Evangelio de este domingo (Mc 1, 29-39) se nos relata, a lo largo de un día, el esquema o paradigma de la vida pública de Jesús. Pero no es un día cualquiera. Es un sábado v. 21. Esto nos pone en el horizonte de la Pascua. Todo en la vida de Jesús está orientado al Misterio Pascual.
El sábado es el día del descanso en el mundo judío. El día en el que Dios se complace por su creación, salida de sus manos, amada, bella y buena (Gn 2,1-3). Este amor de complacencia se ha transformado en amor de compasión, pues la criatura amada por Dios, por el pecado, ha perdido su belleza original y ha sido emborronada, herida, está rota. Del sentido profundo del Sabbat nace la fuerza redentora del amor de Dios Creador.
Este sábado es un anuncio del Gran Sábado Santo. Jesús despliega su misión en un contexto y a través de gestos que nos recuerdan al Sábado Santo. Se acerca, se inclina, se agacha, desciende hasta lo más profundo de la enfermedad, la dolencia, el mal y el pecado. Se adentra en el infierno. Toma de la mano, toca, salva, cura, levanta, resucita...
Es de noche y el mal se agolpa en la puerta de la casa donde está Jesús v.33. Podíamos pensar que esta casa es un anuncio del sepulcro, donde se decidió si la muerte tenía o no la última palabra en la vida de los hombres, doloridos por el mal.
Vemos con asombro y maravilla cómo ante Jesús la muerte es vencida por el amor y por un amor de compasión y misericordia v.34.
Al final del relato, en medio de la oscuridad de la noche, “Jesús se levanta”. Es muy significativo que el evangelista, en este breve relato, se sirve de los dos verbos con los que se hablará de la resurrección del Señor: egeiren (v. 31) y anistanai (v.35) Jesús se levanta y se dirige al Padre. En la soledad y el silencio de la noche, Jesús escucha el latido del corazón del Padre que le entrega su amor eterno e incondicional, que le susurra ininterrumpidamente: “Tú eres mi Hijo amado”. Este es el chorro de amor creador y redentor que devuelve la vida en medio de cualquier muerte.
Así se inicia un nuevo día, el gran día, el Domingo. El día de la Resurrección. Jesús sale de nuevo, “para esto he salido” v. 38, victorioso del sepulcro, para continuar su ministerio de salvación y gracia hasta inaugurar de forma definitiva, por su misterio Pascual, por su muerte y resurrección, en la expresión definitiva y última de su entrega por amor a los hombres pobres, heridos y enfermos, el octavo día, el día de la nueva creación, el día de la Pascua. La Vida nueva de los hijos de Dios.
Todo está ya anunciado hoy, ¡qué dichosa esperanza! La noche tiene sabor a esponsalidad, ha dejado de ser el lugar de la desdicha y el miedo, como expresa Job en la primera lectura, para convertirse en el espacio de la gracia, el encuentro, la intimidad y la comunión entre Dios y el hombre.
Hna. Carolina
En el Evangelio de este domingo (Mc 1, 29-39) se nos relata, a lo largo de un día, el esquema o paradigma de la vida pública de Jesús. Pero no es un día cualquiera. Es un sábado v. 21. Esto nos pone en el horizonte de la Pascua. Todo en la vida de Jesús está orientado al Misterio Pascual.
El sábado es el día del descanso en el mundo judío. El día en el que Dios se complace por su creación, salida de sus manos, amada, bella y buena (Gn 2,1-3). Este amor de complacencia se ha transformado en amor de compasión, pues la criatura amada por Dios, por el pecado, ha perdido su belleza original y ha sido emborronada, herida, está rota. Del sentido profundo del Sabbat nace la fuerza redentora del amor de Dios Creador.
Este sábado es un anuncio del Gran Sábado Santo. Jesús despliega su misión en un contexto y a través de gestos que nos recuerdan al Sábado Santo. Se acerca, se inclina, se agacha, desciende hasta lo más profundo de la enfermedad, la dolencia, el mal y el pecado. Se adentra en el infierno. Toma de la mano, toca, salva, cura, levanta, resucita...
Es de noche y el mal se agolpa en la puerta de la casa donde está Jesús v.33. Podíamos pensar que esta casa es un anuncio del sepulcro, donde se decidió si la muerte tenía o no la última palabra en la vida de los hombres, doloridos por el mal.
Vemos con asombro y maravilla cómo ante Jesús la muerte es vencida por el amor y por un amor de compasión y misericordia v.34.
Al final del relato, en medio de la oscuridad de la noche, “Jesús se levanta”. Es muy significativo que el evangelista, en este breve relato, se sirve de los dos verbos con los que se hablará de la resurrección del Señor: egeiren (v. 31) y anistanai (v.35) Jesús se levanta y se dirige al Padre. En la soledad y el silencio de la noche, Jesús escucha el latido del corazón del Padre que le entrega su amor eterno e incondicional, que le susurra ininterrumpidamente: “Tú eres mi Hijo amado”. Este es el chorro de amor creador y redentor que devuelve la vida en medio de cualquier muerte.
Así se inicia un nuevo día, el gran día, el Domingo. El día de la Resurrección. Jesús sale de nuevo, “para esto he salido” v. 38, victorioso del sepulcro, para continuar su ministerio de salvación y gracia hasta inaugurar de forma definitiva, por su misterio Pascual, por su muerte y resurrección, en la expresión definitiva y última de su entrega por amor a los hombres pobres, heridos y enfermos, el octavo día, el día de la nueva creación, el día de la Pascua. La Vida nueva de los hijos de Dios.
Todo está ya anunciado hoy, ¡qué dichosa esperanza! La noche tiene sabor a esponsalidad, ha dejado de ser el lugar de la desdicha y el miedo, como expresa Job en la primera lectura, para convertirse en el espacio de la gracia, el encuentro, la intimidad y la comunión entre Dios y el hombre.
Presentación de Jesús en el Templo
En la tarde, la eucaristía, con la procesión de lámparas encendidas con las que introducíamos también el icono de la Virgen Madre con el Niño. María, la zarza ardiente, que lleva a Jesús y no se consume, que da Luz a nuestras vidas mostrando siempre el Camino: Jesucristo Nuestro Señor.
(Pulsa la foto para ampliar)
Artículo publicado en La Razón
Confinadas por vocación. Que no encerradas. Cuando en marzo España se recluía para frenar al coronavirus, ellas apenas cambiaron su ritmo diario... |
Carta del Padre General a la Orden con motivo del día de la vida consagrada
![]()
|
A few years ago, a young Irish woman arrived as a pilgrim to Carrión de los Condes, where she was welcomed by the sisters of our community who at the time were at the parish pilgrim-shelter, carrying out our mission of welcoming men and women from all over the world, on their way to Santiago de Compostela.
Our paths have crossed.
Aisling has made this itinerary and has wanted to enter the Monastery. After having spent some time close to us, she now asks to continue the inner Path to search for God, within the Augustinian charism. Welcome.
Aisling has made this itinerary and has wanted to enter the Monastery. After having spent some time close to us, she now asks to continue the inner Path to search for God, within the Augustinian charism. Welcome.
Francisco, recordar la Shoá es un signo de humanidad: Recordar también significa tener cuidado porque estas cosas pueden volver a ocurrir, empezando por propuestas ideológicas que quieren salvar a un pueblo y acaban destruyendo.....[+] |
Rezar con la Biblia Está muy reciente el Domingo de la Palabra. En la Catequesis del 27 enero, el Papa nos recomienda rezar con la Biblia, para tener un encuentro con Dios.......[+] |
El Obispo emérito de Orihuela-Alicante, , D. Rafael Palmero se encuentra ingresado en el Hospital General de Alicante. Para la comunidad ha sido el Obispo que nos acogió y acompañó desde el primer momento. Rogad con nosotras al Señor por su recuperación. .......[+] |
Cada día rezamos por los enfermos, especialmente por los afectados en la pandemia del Covid. Este mismo lunes, D. Cecilio, párroco de Sotillo nos encomendaba al Obispo castrense, D. Juan del Río, encargado de las Comunicaciones Sociales de la CEE. Hoy ha fallecido.........[+] |
(Encuentro con nuestros "vecinos" ortodoxos del Monasterio de Cenicientos, justo en la semana previa, ya que no podrían asistir del 18 al 25 de enero)
La semana de oración por la unidad de los cristianos ha sido un tiempo de gracia para nuestro monasterio. Los textos, las meditaciones propuestas por [la Comunidad de Grandchamp] para cada día, en los materiales elaborados para seguir un itinerario espiritual durante estos días, han resonado en nuestro interior con mucha fuerza. |
En la oración de la mañana y de la tarde eran nuestro pan, lo que rumiábamos todas en la presencia del Señor y durante el día nos daba fuerzas para ser sembradoras de comunión. La oración ha sido muy intensa en esta semana y en ella el Espíritu nos ha infundido mayor dolor por la división y un deseo más profundo de comunión.
Cada tarde nos hemos reunido para tener un momento de formación comunitaria. Hemos reflexionado sobre el tema bíblico propuesto "Permaneced en mi amor y daréis fruto abundante", hemos conocido la historia de la Comunidad de Grandchamp y de una de sus superioras durante muchos años sor Minke de Vries.
Cada tarde nos hemos reunido para tener un momento de formación comunitaria. Hemos reflexionado sobre el tema bíblico propuesto "Permaneced en mi amor y daréis fruto abundante", hemos conocido la historia de la Comunidad de Grandchamp y de una de sus superioras durante muchos años sor Minke de Vries.
Hemos podido conectarnos vía zoom una tarde con hermanos de la [Comunidad de Chemin Neuf] en Zaragoza que tienen una preciosa vocación ecuménica y nos dieron un testimonio bellísimo sobre el origen de su comunidad y la renovación que el Espíritu está haciendo en la Iglesia a través de ellos y de su testimonio en el mundo. Ellos rezan cada día: |
Señor Jesús, que has orado para que todos sean uno, te rogamos por la unidad de los cristianos, como Tú la deseas, por los medios que Tú deseas. Que tu Espíritu nis conceda sentir el sufrimiento de la separación, ver nuestro pecado, y esperar más allá de toda esperanza. Amén.

Domingo, 24, en la tarde, hicimos la celebración ecuménica propuesta por las hermanas de Grandchamp. Propusieron un signo de comunión: la rueda. Cristo es el centro y nosotros somos los rayos en la medida en que estamos unidas al centro estamos unidas entre nosotras. Esta imagen procede de un texto precioso de san Doroteo de Gaza que os compartimos:
«...Una imagen sacada de los Padres. Supongamos que tenemos un círculo trazado en la tierra, es decir, una línea redonda trazada con un compás y un centro. Se llama precisamente centro el punto medio del círculo. Estad atentos a 10 que ahora os digo. Imaginad que este círculo es el mundo; el centro es Dios; los rayos son las diferentes sendas o formas de vivir de los hombres. Cuando los santos, deseando acercarse a Dios, caminan hacia la mitad del círculo, en la medida que penetran en el interior, se acercan los unos a los otros al mismo tiempo que se van acercando a Dios. Cuanto más se acercan a Dios, más se acercan los unos a los otros; cuanto más se acercan los unos a los otros, más se acercan a Dios. Comprendéis que lo mismo sucede en sentido inverso, cuando se apartan de Dios para retirarse hacia el exterior; es evidente que cuanto más nos alejamos de Dios, más nos alejamos los unos de los otros, y cuanto más nos alejamos los unos de los otros, más nos alejamos también de Dios»
«...Una imagen sacada de los Padres. Supongamos que tenemos un círculo trazado en la tierra, es decir, una línea redonda trazada con un compás y un centro. Se llama precisamente centro el punto medio del círculo. Estad atentos a 10 que ahora os digo. Imaginad que este círculo es el mundo; el centro es Dios; los rayos son las diferentes sendas o formas de vivir de los hombres. Cuando los santos, deseando acercarse a Dios, caminan hacia la mitad del círculo, en la medida que penetran en el interior, se acercan los unos a los otros al mismo tiempo que se van acercando a Dios. Cuanto más se acercan a Dios, más se acercan los unos a los otros; cuanto más se acercan los unos a los otros, más se acercan a Dios. Comprendéis que lo mismo sucede en sentido inverso, cuando se apartan de Dios para retirarse hacia el exterior; es evidente que cuanto más nos alejamos de Dios, más nos alejamos los unos de los otros, y cuanto más nos alejamos los unos de los otros, más nos alejamos también de Dios»
Clausura de la semana de oración que puedes seguir por YouTube:
|
(Pulsa para ampliar)
Para terminar ayer la comunidad se reunión para recoger juntas los frutos de todo lo vivido y prolongarlos en la vida cotidiana de este nuevo año que se inicia. Queremos vivir y desvivirnos por la unidad. En este sentido os proponemos a todos uniros a nosotras cada jueves para rezar especialmente por la unidad de los cristianos recitando juntos en algún momento de oración el capítulo 17 de san Juan en el que Cristo expresa su deseo de unidad:
"Que todos sean uno, como Tú, Padre en mí y yo en Ti, para que el mundo crea que me has enviado y los has amado a ellos como me has amado a mí".
"Que todos sean uno, como Tú, Padre en mí y yo en Ti, para que el mundo crea que me has enviado y los has amado a ellos como me has amado a mí".
| Ceremonia |
Fotografías
(pulsa las fotos para ampliar)
Semana de oración por la unidad de los cristianos, 2021
“Permaneced en mi amor y daréis fruto abundante” Jn 15, 5-9
Los materiales han sido elaborados este año por la Comunidad de Grandchamp
“Permaneced en mi amor y daréis fruto abundante” Jn 15, 5-9
Los materiales han sido elaborados este año por la Comunidad de Grandchamp
En el Monasterio de la Conversión podrás participar en la oración:
Durante la semana podrás participar en nuestro Monasterio en la oración según el siguiente calendario, teniendo especial interés el Sábado día 23, donde tendremos una JORNADA ECUMÉNICA que podrá seguirse por internet.
Si estás interesado escríbe ahora:
hospedería@monasteriodelaconversión.com
Sábado 23. Jornada ecuménica. Mañana de reflexión sobre la unidad. 10.00 h. Saludo. Presentación 10.15 h. Meditación bíblica: Jn 15 10.45 h. Testimonios ecuménicos: Comunidad de Grandchamp 11.15 h. Puesta en común 12.00 h. Oración final de despedida |
Calenda y "Misa del Gallo"
Carta de Comunión 2020
Un recién nacido, en brazos de una madre. Sobre las rodillas, yace el pequeño, dormido, abandonado a nuestras manos de hombres y mujeres. María sostiene al Hijo de Dios. Es un Hijo entregado a los hombres desde el primer instante de su vida...
Descargar la carta en tu idioma:
SI HIJOS, ENTONCES HERMANOS
SI HIJOS, ENTONCES HERMANOS
|
![]()
|
Un recién nacido, en brazos de una madre. Sobre las rodillas, yace el pequeño, dormido, abandonado a nuestras manos de hombres y mujeres. María sostiene al Hijo de Dios. Es un Hijo entregado a los hombres desde el primer instante de su vida. Este es el icono de una donación divina y humana al Padre y a la humanidad. Nunca se hermanaron tan profundamente el cielo y la tierra. “Los cielos cantan la gloria de Dios. La noche a la noche se lo susurra” (Sal 19). Esa Luz divina brilló una vez en esta tierra hasta transformarla para siempre y desveló a la Noche. Un antes y un después. Caminábamos por tierras de tinieblas y una luz nos brilló. ¿Qué Luz quedó encendida para el hombre? ¿Qué Luz iluminó nuestra inquieta humanidad?
JESÚS, EL HIJO
Mirando al Hijo he comprendido cuál es mi origen. Todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN que llega a ser ¡pura teofanía! Ser signi ca haber sido creada, haber nacido, tener un origen, un Padre. Soy hija porque Dios Padre ha querido que yo sea. Esa voluntad de liación sella el cosmos, el universo, el mundo, los seres, el hombre. Es la luminosa intuición de S. Francisco: ver un mundo salido de la mano del mismo Padre hasta el punto de que, todo lo que nuestros ojos alcanzan a ver, es llamado con una palabra rotunda y excesiva: hermano, hermana. Los cielos, la tierra, la luz, la lluvia, los animales, los pájaros, el hombre... la muerte... Mirar al Hijo es conocer al Padre, al Padre de todo y de todos. Ante Él, el Padre, uno se despoja de todos los títulos, de toda piel innecesaria, se yergue como en un nuevo nacimiento del agua y del espíritu, con la desnudez de un recién nacido, revestido de la blancura de la luz primera. No habrá en toda la Escritura explosión más viva de ternura que la de poder llamar a Dios “Abba, Padre” y la de poder así reconocernos como hijos ¡pues, lo somos! (cfr. 1 Jn 3, 1). Este mundo nuestro tiene Padre y en Él tengo mi origen. Creer la Creación es saberse ligado a este origen con el vínculo de la liación, con la protección de la custodia, con la atención puesta en ser aquello para lo que fui creada.
Es Jesús, el Hijo primogénito, el Hijo Único, engendrado no creado, quien nos revela el don más grande asido al de la vida: la liación. Porque es en Él, en el Hijo, donde se nos revela el Padre. Por Jesús somos hijos en el Hijo (Gal 4, 4-7). Con Él nacemos nosotros, nacemos de nuevo, como Él, del Agua y del Espíritu. Esa es la liación recibida en el Bautismo. Nacemos del río, de las aguas fangosas de una fuente de esta tierra y de las aguas claras de las Fuentes de la Vida, y del Espíritu y, sobre nosotros, también la Voz del Padre nos reconoce y nos llama hijos ¡Vivimos dentro de la mejor liación, de la que nos constituye, de la original, del vínculo que va más allá de la carne y la sangre, vínculo espiritual porque el Espíritu vive, revolotea, en esta relación en la que somos, nos movemos y existimos! (Hch 17, 28)
Cuando contemples el Misterio de su Nacimiento, exalta de gozo porque con Él naces tú, como hijo o hija.
JESÚS, HERMANO
Volvemos a contemplar a la Madre y al Hijo. Cuando Cristo entra en el Cuerpo único de la Humanidad, sometida al pecado, por la Puerta santa que es María, no solo lo sella con la liación sino también con la Fraternidad. Si todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN, entonces todo está llamado a manifestarse BAJO EL SIGNO DE LA FRATERNIDAD, que también es ¡una teofanía! Si hijos, entonces, hermanos. Y esto me revela el origen de un mundo nuevo en el que no es posible perderse en una confusión indiferenciada sino que me muestra el vínculo de gracia y responsabilidad que me liga a todo lo creado hasta poderlo llamar, como proféticamente nos reveló S. Francisco y como hoy, también proféticamente, nos recuerda el Papa Francisco, hermano y hermana1, “hasta no formar más que uno”2 en Él.
Tanto la FILIACIÓN como la FRATERNIDAD revelan al hombre su origen y su destino, su plenitud y la de todo lo creado, el destino último de la Vida donada y sin n. El Hijo sentado en las rodillas de su Madre ha esclarecido el pasaje más oscuro de la existencia, el sentido último de la Vida.
Esta Pascua es la Pascua de la fraternidad universal. ¡Nos ha nacido un Hijo! ¡Un hermano nos ha sido dado! Bajo esta ardiente Luminaria es posible ver un mundo trans gurado por su Venida, llamado a la Comunión, en el que la fraternidad universal es una realidad dichosa, en el que nuestras relaciones han dejado atrás el odio, la violencia, el maltrato, en el que el más necesitado es cargado a la espalda y es recogido de la intemperie y acogido en lugar seguro. Un mundo sin extranjerías y sin exclusiones, sin rechazos y sin indiferencias mortales. Un mundo nuevo sobre el que vuela el Espíritu, bendiciéndolo de nuevo.
El sueño más vasto de todos, el más bello y el más bueno es aquél que cree que este no es el sueño de unos pocos sino el sueño de todos3 , de todo lo creado, el destino del universo, del mundo, del hombre... Y no hay entonces otra tarea que hacerlo posible. “Ve y haz tú lo mismo”, como un día, nos cuenta Lucas, un hombre inquieto oyó de labios de Jesús (Lc 10, 37).
Ante el Misterio del Hijo está María, Madre de Dios y madre de los hombres, Virgen de la Ternura, de la que también nos sabemos hijos y, por tanto, también por Ella, hermanos. ¡Este mundo tiene Madre!4
Nos ha nacido un hijo de los limos de la tierra y de los destellos del cielo. Sobre Él se ha escuchado la voz del Padre reconociéndolo como Hijo amado. Y, Tú, María, Madre de Dios y Madre nuestra, le has recogido en tu seno, le has amamantado con ternura y nos lo has presentado, sentado en tus rodillas, en el Trono de la Gracia, a todos nosotros, sus hermanos. “Este es mi Hijo amado”. En Él, también, somos tus hijos, Madre.
¡Feliz Pascua de Navidad para todos!
M. Prado
Presidenta Federal
Federación de la Conversión de S. Agustín.
------------------------------------
1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
JESÚS, EL HIJO
Mirando al Hijo he comprendido cuál es mi origen. Todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN que llega a ser ¡pura teofanía! Ser signi ca haber sido creada, haber nacido, tener un origen, un Padre. Soy hija porque Dios Padre ha querido que yo sea. Esa voluntad de liación sella el cosmos, el universo, el mundo, los seres, el hombre. Es la luminosa intuición de S. Francisco: ver un mundo salido de la mano del mismo Padre hasta el punto de que, todo lo que nuestros ojos alcanzan a ver, es llamado con una palabra rotunda y excesiva: hermano, hermana. Los cielos, la tierra, la luz, la lluvia, los animales, los pájaros, el hombre... la muerte... Mirar al Hijo es conocer al Padre, al Padre de todo y de todos. Ante Él, el Padre, uno se despoja de todos los títulos, de toda piel innecesaria, se yergue como en un nuevo nacimiento del agua y del espíritu, con la desnudez de un recién nacido, revestido de la blancura de la luz primera. No habrá en toda la Escritura explosión más viva de ternura que la de poder llamar a Dios “Abba, Padre” y la de poder así reconocernos como hijos ¡pues, lo somos! (cfr. 1 Jn 3, 1). Este mundo nuestro tiene Padre y en Él tengo mi origen. Creer la Creación es saberse ligado a este origen con el vínculo de la liación, con la protección de la custodia, con la atención puesta en ser aquello para lo que fui creada.
Es Jesús, el Hijo primogénito, el Hijo Único, engendrado no creado, quien nos revela el don más grande asido al de la vida: la liación. Porque es en Él, en el Hijo, donde se nos revela el Padre. Por Jesús somos hijos en el Hijo (Gal 4, 4-7). Con Él nacemos nosotros, nacemos de nuevo, como Él, del Agua y del Espíritu. Esa es la liación recibida en el Bautismo. Nacemos del río, de las aguas fangosas de una fuente de esta tierra y de las aguas claras de las Fuentes de la Vida, y del Espíritu y, sobre nosotros, también la Voz del Padre nos reconoce y nos llama hijos ¡Vivimos dentro de la mejor liación, de la que nos constituye, de la original, del vínculo que va más allá de la carne y la sangre, vínculo espiritual porque el Espíritu vive, revolotea, en esta relación en la que somos, nos movemos y existimos! (Hch 17, 28)
Cuando contemples el Misterio de su Nacimiento, exalta de gozo porque con Él naces tú, como hijo o hija.
JESÚS, HERMANO
Volvemos a contemplar a la Madre y al Hijo. Cuando Cristo entra en el Cuerpo único de la Humanidad, sometida al pecado, por la Puerta santa que es María, no solo lo sella con la liación sino también con la Fraternidad. Si todo ha sido creado bajo el signo de la FILIACIÓN, entonces todo está llamado a manifestarse BAJO EL SIGNO DE LA FRATERNIDAD, que también es ¡una teofanía! Si hijos, entonces, hermanos. Y esto me revela el origen de un mundo nuevo en el que no es posible perderse en una confusión indiferenciada sino que me muestra el vínculo de gracia y responsabilidad que me liga a todo lo creado hasta poderlo llamar, como proféticamente nos reveló S. Francisco y como hoy, también proféticamente, nos recuerda el Papa Francisco, hermano y hermana1, “hasta no formar más que uno”2 en Él.
Tanto la FILIACIÓN como la FRATERNIDAD revelan al hombre su origen y su destino, su plenitud y la de todo lo creado, el destino último de la Vida donada y sin n. El Hijo sentado en las rodillas de su Madre ha esclarecido el pasaje más oscuro de la existencia, el sentido último de la Vida.
Esta Pascua es la Pascua de la fraternidad universal. ¡Nos ha nacido un Hijo! ¡Un hermano nos ha sido dado! Bajo esta ardiente Luminaria es posible ver un mundo trans gurado por su Venida, llamado a la Comunión, en el que la fraternidad universal es una realidad dichosa, en el que nuestras relaciones han dejado atrás el odio, la violencia, el maltrato, en el que el más necesitado es cargado a la espalda y es recogido de la intemperie y acogido en lugar seguro. Un mundo sin extranjerías y sin exclusiones, sin rechazos y sin indiferencias mortales. Un mundo nuevo sobre el que vuela el Espíritu, bendiciéndolo de nuevo.
El sueño más vasto de todos, el más bello y el más bueno es aquél que cree que este no es el sueño de unos pocos sino el sueño de todos3 , de todo lo creado, el destino del universo, del mundo, del hombre... Y no hay entonces otra tarea que hacerlo posible. “Ve y haz tú lo mismo”, como un día, nos cuenta Lucas, un hombre inquieto oyó de labios de Jesús (Lc 10, 37).
Ante el Misterio del Hijo está María, Madre de Dios y madre de los hombres, Virgen de la Ternura, de la que también nos sabemos hijos y, por tanto, también por Ella, hermanos. ¡Este mundo tiene Madre!4
Nos ha nacido un hijo de los limos de la tierra y de los destellos del cielo. Sobre Él se ha escuchado la voz del Padre reconociéndolo como Hijo amado. Y, Tú, María, Madre de Dios y Madre nuestra, le has recogido en tu seno, le has amamantado con ternura y nos lo has presentado, sentado en tus rodillas, en el Trono de la Gracia, a todos nosotros, sus hermanos. “Este es mi Hijo amado”. En Él, también, somos tus hijos, Madre.
¡Feliz Pascua de Navidad para todos!
M. Prado
Presidenta Federal
Federación de la Conversión de S. Agustín.
------------------------------------
1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
IF CHILDREN, THEN BROTHERS
Under the sign of fraternity
Christmas 2020
A newborn, in the arms of a mother. On her knees, the little one lies, asleep, abandoned to our hands of men and women. Mary holds the Son of God. He is a Son given to men from the first moment of his life. This is the icon of a divine and human gift to the Father and to humanity. Never had Heaven and earth become so deeply united. “The heavens proclaim the glory of God. Night after night they reveal knowledge”(Ps 19). That divine Light shone once on this earth until it transformed it forever and unveiled the Night. A turning point. We were walking through lands of darkness and a light shone on us. What Light was left on for man? What Light illuminated our restless humanity?
JESUS, THE SON
Looking at the Son, I have come to understand which is my origin. Everything has been created under the sign of FILIATION -which becomes pure theophany! To be means to have been created, to have been born, to have an origin, a Father. I am a daughter because God Father has wanted me to be. That will of filiation seals the cosmos, the universe, the world, creatures, mankind. This is the luminous intuition of St. Francis: to see a world that comes from the hands of the Father himself, to the point that everything that our eyes can see is called with a resounding and excessive word: brother, sister. Heaven, earth, light, rain, animals, birds, man ... death ... To look at the Son is to know the Father, the Father of everything and everyone. Before Him, the Father, one removes all titles, all unnecessary skin, and stands like in a new birth from water and spirit, with the nakedness of a newborn, clothed in the whiteness of the first light. There will be no more vivid explosion of tenderness in all the Scripture than being able to call God “Abba, Father” and thus being able to recognize ourselves as children, well, we are! (cf. 1 Jn 3, 1). This world of ours has a Father and in Him I have my origin. To believe in Creation is to know that you are linked to this origin with the bond of filiation, with the protection of custody, with the focus on being that for what I was created for.
It is Jesus, the first-born Son, the Only Son, begotten not created, who reveals to us the greatest gift, attached to the gift of life: filiation. Because it is in Him, the Son, that the Father is revealed to us. Through Jesus we are children in the Son (Gal 4, 4-7). With Him we are born, we are born again, like Him, from the Water and the Spirit. That is the filiation received at Baptism. We are born from the river, from the muddy waters of a source of this earth and of the clear waters of the Fountains of Life, and from the Spirit and, above us, the Voice of the Father also recognizes us and calls us children. We live within the best filiation, the one that constitutes us, the original one, the bond that goes beyond flesh and blood, a spiritual bond because the Spirit lives, flutters, in this relationship in which we are, we move and exist! (Acts 17:28)
When you contemplate the Mystery of His Birth, exalt with joy because with Him you are born, as a son or daughter.
JESUS, BROTHER
We again contemplate the Mother and the Son. When Christ enters the unique Body of Humanity, subjected to sin, through the Holy Door that is Mary, he seals it not only with filiation but also with Fraternity. If everything has been created under the sign of FILIATION, then everything is called to be seen UNDER THE SIGN OF FRATERNITY, which is also a theophany! If children, then brothers. And this reveals to me the origin of a new world in which it is not possible to lose oneself in undifferentiated confusion, but rather shows me the bond of grace and responsibility that binds me to everything created until I can call it, as St. Francis prophetically revealed to us and as today, also prophetically, Pope Francis reminds us: brother and sister, “until we are one alone” in Him.
Both FILIATION and FRATERNITY reveal to man his origin and destiny, his fullness and that of everything created, the ultimate destination of Life which is given without end. The Son sitting on the knees of his Mother has shed light on the darkest passage in existence, the ultimate meaning of Life.
This is the Christmas of universal fraternity. A Son has been born to us! A brother has been given to us! Under this burning Luminaire it is possible to see a world transformed by his Coming, called to Communion, in which universal fraternity is a joyful reality, in which our relationships have left behind hatred, violence, abuse, in which whoever is most in need is carried and fetched from inclemency and sheltered in a safe place. A world without foreigners and without exclusions, without rejections and without mortal indifference. A new world over which the Spirit flies, blessing it once again.
The largest dream of all, the best and most beautiful is the one that believes that this is not the dream of a few but the dream of all, of everything that is created, the destiny of the universe, of the world, of man ... And there is then no other task than to make it possible. "Go and do the same", as one day, Luke tells us, a restless man heard from the lips of Jesus (Lk 10,37).
Before the Mystery of the Son is Mary, Mother of God and mother of men, Virgin of Tenderness, of whom we also know ourselves children and, therefore, also through Her, brothers and sisters. This world has a Mother!
A son has been born to us from the silts of the earth and the sparkles of the sky. Above Him the voice of the Father has been heard, recognizing him as the beloved Son. And, you, Mary, Mother of God and our Mother, you have received him in your womb, you have tenderly fed him and, sitting on your knees, on the Throne of Grace, you have introduced him to all of us, his brothers. "This is my beloved Son." In Him, we are also your children, Mother.
Happy Christmas everyone!
M. Prado
Federal President
Federation of the Conversion of S. Augustin
Under the sign of fraternity
Christmas 2020
A newborn, in the arms of a mother. On her knees, the little one lies, asleep, abandoned to our hands of men and women. Mary holds the Son of God. He is a Son given to men from the first moment of his life. This is the icon of a divine and human gift to the Father and to humanity. Never had Heaven and earth become so deeply united. “The heavens proclaim the glory of God. Night after night they reveal knowledge”(Ps 19). That divine Light shone once on this earth until it transformed it forever and unveiled the Night. A turning point. We were walking through lands of darkness and a light shone on us. What Light was left on for man? What Light illuminated our restless humanity?
JESUS, THE SON
Looking at the Son, I have come to understand which is my origin. Everything has been created under the sign of FILIATION -which becomes pure theophany! To be means to have been created, to have been born, to have an origin, a Father. I am a daughter because God Father has wanted me to be. That will of filiation seals the cosmos, the universe, the world, creatures, mankind. This is the luminous intuition of St. Francis: to see a world that comes from the hands of the Father himself, to the point that everything that our eyes can see is called with a resounding and excessive word: brother, sister. Heaven, earth, light, rain, animals, birds, man ... death ... To look at the Son is to know the Father, the Father of everything and everyone. Before Him, the Father, one removes all titles, all unnecessary skin, and stands like in a new birth from water and spirit, with the nakedness of a newborn, clothed in the whiteness of the first light. There will be no more vivid explosion of tenderness in all the Scripture than being able to call God “Abba, Father” and thus being able to recognize ourselves as children, well, we are! (cf. 1 Jn 3, 1). This world of ours has a Father and in Him I have my origin. To believe in Creation is to know that you are linked to this origin with the bond of filiation, with the protection of custody, with the focus on being that for what I was created for.
It is Jesus, the first-born Son, the Only Son, begotten not created, who reveals to us the greatest gift, attached to the gift of life: filiation. Because it is in Him, the Son, that the Father is revealed to us. Through Jesus we are children in the Son (Gal 4, 4-7). With Him we are born, we are born again, like Him, from the Water and the Spirit. That is the filiation received at Baptism. We are born from the river, from the muddy waters of a source of this earth and of the clear waters of the Fountains of Life, and from the Spirit and, above us, the Voice of the Father also recognizes us and calls us children. We live within the best filiation, the one that constitutes us, the original one, the bond that goes beyond flesh and blood, a spiritual bond because the Spirit lives, flutters, in this relationship in which we are, we move and exist! (Acts 17:28)
When you contemplate the Mystery of His Birth, exalt with joy because with Him you are born, as a son or daughter.
JESUS, BROTHER
We again contemplate the Mother and the Son. When Christ enters the unique Body of Humanity, subjected to sin, through the Holy Door that is Mary, he seals it not only with filiation but also with Fraternity. If everything has been created under the sign of FILIATION, then everything is called to be seen UNDER THE SIGN OF FRATERNITY, which is also a theophany! If children, then brothers. And this reveals to me the origin of a new world in which it is not possible to lose oneself in undifferentiated confusion, but rather shows me the bond of grace and responsibility that binds me to everything created until I can call it, as St. Francis prophetically revealed to us and as today, also prophetically, Pope Francis reminds us: brother and sister, “until we are one alone” in Him.
Both FILIATION and FRATERNITY reveal to man his origin and destiny, his fullness and that of everything created, the ultimate destination of Life which is given without end. The Son sitting on the knees of his Mother has shed light on the darkest passage in existence, the ultimate meaning of Life.
This is the Christmas of universal fraternity. A Son has been born to us! A brother has been given to us! Under this burning Luminaire it is possible to see a world transformed by his Coming, called to Communion, in which universal fraternity is a joyful reality, in which our relationships have left behind hatred, violence, abuse, in which whoever is most in need is carried and fetched from inclemency and sheltered in a safe place. A world without foreigners and without exclusions, without rejections and without mortal indifference. A new world over which the Spirit flies, blessing it once again.
The largest dream of all, the best and most beautiful is the one that believes that this is not the dream of a few but the dream of all, of everything that is created, the destiny of the universe, of the world, of man ... And there is then no other task than to make it possible. "Go and do the same", as one day, Luke tells us, a restless man heard from the lips of Jesus (Lk 10,37).
Before the Mystery of the Son is Mary, Mother of God and mother of men, Virgin of Tenderness, of whom we also know ourselves children and, therefore, also through Her, brothers and sisters. This world has a Mother!
A son has been born to us from the silts of the earth and the sparkles of the sky. Above Him the voice of the Father has been heard, recognizing him as the beloved Son. And, you, Mary, Mother of God and our Mother, you have received him in your womb, you have tenderly fed him and, sitting on your knees, on the Throne of Grace, you have introduced him to all of us, his brothers. "This is my beloved Son." In Him, we are also your children, Mother.
Happy Christmas everyone!
M. Prado
Federal President
Federation of the Conversion of S. Augustin
SE FIGLI, ALLORA FRATELLI
SE FIGLI, ALLORA FRATELLI
Sotto il segno della fraternita S. Natale 2020 |
![]()
|
Un neonato in braccio alla madre. Sulle sue ginocchia giace il piccolo addormentato, abbandonato nelle nostre mani di uomini e donne. Maria custodisce il Figlio di Dio. È un Figlio dato agli uomini n dal primo momento della sua vita. Questa è l’icona di una donazione divina e umana al Padre e all’umanità. Mai il cielo e la terra sono stati così profondamente uniti: “I cieli narrano la gloria di Dio. La notte alla notte ne trasmette il messaggio” (Sal 19). Questa luce divina è brillata una volta su questa terra no a trasformarla per sempre e ha illuminato la Notte. C’è un prima e un dopo. Camminavamo in terre oscure e una luce ha brillato su di noi. Quale luce si è accesa per
l’uomo? Quale luce ha illuminato la nostra umanità inquieta?
GESU’, IL FIGLIO
Guardando il Figlio ho capito qual è la mia origine. Tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA che diventa pura teofania! Essere, signi ca essere stati creati, essere nati, avere un’origine, un Padre. Sono glia perché Dio Padre ha voluto che lo fossi. Questa volontà di gliolanza segna il cosmo, l’universo, il mondo, gli esseri, l’uomo. È l’intuizione luminosa di san Francesco: vedere un mondo che viene dalla mano dello stesso Padre al punto che tutto ciò che i nostri occhi riescono a vedere è chiamato con una parola rotonda e sovrabbondante: fratello, sorella. Il cielo, la terra, la luce, la pioggia, gli animali, gli uccelli, l’uomo... la morte... Guardare il Figlio è conoscere il Padre, il Padre di tutto e di tutti. Davanti a Lui, il Padre, ci si spoglia di ogni titolo, di ogni inutile rivestimento, ci si trova come in una nuova nascita dall’acqua e dallo Spirito, con la nudità di un neonato, vestiti del bianco della prima luce. In tutte le Scritture non c’è esplosione di tenerezza più vivida di quella di poter chiamare Dio “Abbà, Padre” e quindi riconoscerci come gli, perché lo siamo! (cf. 1Gv 3,1). Questo nostro mondo ha un Padre e in Lui ho la mia origine. Credere nella Creazione è sapere che siamo legati a questa origine con il vincolo della gliolanza, con la tutela della custodia, con l’attenzione ad essere ciò per cui sono stato creato.
È Gesù, il Figlio primogenito, il Figlio Unigenito, generato non creato, che ci rivela il dono più grande che è legato alla vita: la gliolanza. Perché è in Lui, nel Figlio, che il Padre si rivela a noi. Per mezzo di Gesù siamo gli nel Figlio (Gal 4,4-7). Con Lui siamo nati, siamo nati di nuovo, come Lui, dall’acqua e dallo Spirito. Questa è la gliolanza ricevuta nel Battesimo. Nasciamo dal ume, dalle acque fangose di una sorgente di questa terra e dalle acque limpide delle Fontane della Vita, e dallo Spirito, e sopra di noi anche la Voce del Padre ci riconosce e ci chiama gli. Viviamo nella migliore gliolanza, quella che ci costituisce, quella originale, il legame che va oltre la carne e il sangue, legame spirituale perché lo Spirito vive, si libra in questo rapporto in cui siamo, ci muoviamo ed esistiamo! (At 17, 28)
Quando contempli il Mistero della Sua Nascita, esulta con gioia perché con Lui sei nato come glio o glia.
GESÙ, IL FRATELLO
Torniamo a contemplare la Madre e il Figlio. Quando Cristo entra nell'unico Corpo dell'Umanità sottomesso al peccato, attraverso la santa Porta che è Maria, non solo la sigilla con la gliolanza, ma anche con la Fraternità. Se tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA, allora tutto è chiamato a manifestarsi sotto il segno della FRATERNITA', che è anch’essa una teofania! Se siamo gli, allora siamo fratelli e sorelle. E questo mi rivela l'origine di un mondo nuovo in cui non è possibile perdersi in una confusione indi erenziata, ma piuttosto mi mostra il legame di grazia e di responsabilità che mi lega a tutto ciò che è stato creato, no a poterlo chiamare - come ci ha profeticamente rivelato San Francesco e come oggi, ancora profeticamente, ci ricorda Papa Francesco - fratello e sorella1, “ n quando non saremo una cosa sola”2 in Lui.
Sia la FIGLIOLANZA che la FRATERNITÀ rivelano all'uomo la sua origine e il suo destino, la sua pienezza e quella di tutta la creazione, il destino ultimo della Vita data e senza ne. Il Figlio seduto sulle ginocchia della Madre ha illuminato il passaggio più oscuro dell'esistenza, il senso ultimo della Vita.
Questa Pasqua è la Pasqua della fraternità universale: ci è nato un glio, ci è stato dato un fratello! Sotto quest’ardente luminaria è possibile vedere un mondo tras gurato dalla Sua venuta, chiamato alla Comunione, in cui la fraternità universale è una realtà gioiosa, in cui le nostre relazioni si las- ciano alle spalle odio, violenza, soprusi, in cui i più bisognosi sono portati in braccio, protetti dalle intemperie e accolti in un luogo sicuro. Un mondo senza stranieri e senza esclusioni, senza ri uto e senza indi erenze mortali. Un mondo nuovo su cui lo Spirito si libra, benedicendolo di nuovo.
Il sogno più grande di tutti, il più bello e il più buono, è quello che crede che questo non sia il sogno di pochi ma di tutti3, di tutta la creazione, il destino dell'universo, del mondo, dell'uomo... E non c'è altro compito che renderlo possibile: “Andate e fate lo stesso", come un giorno, ci dice Luca, un uomo inquieto udì dalle labbra di Gesù (Lc 10,37).
Davanti al Mistero del Figlio c'è Maria, Madre di Dio e Madre degli uomini, Vergine della Tene- rezza, della quale sappiamo anche noi stessi di essere gli e quindi anche attraverso di lei, fratelli e sorelle. Questo mondo ha una Madre!
Un glio è nato per noi dal fango della terra e dalle stelle del cielo. La voce del Padre si è fatta sentire su di lui, riconoscendolo come il Figlio prediletto. E tu, Maria, Madre di Dio e Madre nostra, lo hai accolto nel tuo grembo, lo hai allattato con tenerezza e ce lo hai presentato, seduto in ginocchio sul Trono di Grazia, tutti noi, suoi fratelli. “Questo è il mio Figlio, l’Amato”. Anche in Lui siamo gli tuoi, Madre.4
Buona “Pasqua” di Natale a tutti voi!
M. Prado
Presidente federale
Federazione della Conversione di Sant'Agostino
------------------------------------------------------------------------
1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCESCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCESCO, Angelus Solennità della Madre di Dio, 1 de Enero de 2017.
l’uomo? Quale luce ha illuminato la nostra umanità inquieta?
GESU’, IL FIGLIO
Guardando il Figlio ho capito qual è la mia origine. Tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA che diventa pura teofania! Essere, signi ca essere stati creati, essere nati, avere un’origine, un Padre. Sono glia perché Dio Padre ha voluto che lo fossi. Questa volontà di gliolanza segna il cosmo, l’universo, il mondo, gli esseri, l’uomo. È l’intuizione luminosa di san Francesco: vedere un mondo che viene dalla mano dello stesso Padre al punto che tutto ciò che i nostri occhi riescono a vedere è chiamato con una parola rotonda e sovrabbondante: fratello, sorella. Il cielo, la terra, la luce, la pioggia, gli animali, gli uccelli, l’uomo... la morte... Guardare il Figlio è conoscere il Padre, il Padre di tutto e di tutti. Davanti a Lui, il Padre, ci si spoglia di ogni titolo, di ogni inutile rivestimento, ci si trova come in una nuova nascita dall’acqua e dallo Spirito, con la nudità di un neonato, vestiti del bianco della prima luce. In tutte le Scritture non c’è esplosione di tenerezza più vivida di quella di poter chiamare Dio “Abbà, Padre” e quindi riconoscerci come gli, perché lo siamo! (cf. 1Gv 3,1). Questo nostro mondo ha un Padre e in Lui ho la mia origine. Credere nella Creazione è sapere che siamo legati a questa origine con il vincolo della gliolanza, con la tutela della custodia, con l’attenzione ad essere ciò per cui sono stato creato.
È Gesù, il Figlio primogenito, il Figlio Unigenito, generato non creato, che ci rivela il dono più grande che è legato alla vita: la gliolanza. Perché è in Lui, nel Figlio, che il Padre si rivela a noi. Per mezzo di Gesù siamo gli nel Figlio (Gal 4,4-7). Con Lui siamo nati, siamo nati di nuovo, come Lui, dall’acqua e dallo Spirito. Questa è la gliolanza ricevuta nel Battesimo. Nasciamo dal ume, dalle acque fangose di una sorgente di questa terra e dalle acque limpide delle Fontane della Vita, e dallo Spirito, e sopra di noi anche la Voce del Padre ci riconosce e ci chiama gli. Viviamo nella migliore gliolanza, quella che ci costituisce, quella originale, il legame che va oltre la carne e il sangue, legame spirituale perché lo Spirito vive, si libra in questo rapporto in cui siamo, ci muoviamo ed esistiamo! (At 17, 28)
Quando contempli il Mistero della Sua Nascita, esulta con gioia perché con Lui sei nato come glio o glia.
GESÙ, IL FRATELLO
Torniamo a contemplare la Madre e il Figlio. Quando Cristo entra nell'unico Corpo dell'Umanità sottomesso al peccato, attraverso la santa Porta che è Maria, non solo la sigilla con la gliolanza, ma anche con la Fraternità. Se tutto è stato creato sotto il segno della FIGLIOLANZA, allora tutto è chiamato a manifestarsi sotto il segno della FRATERNITA', che è anch’essa una teofania! Se siamo gli, allora siamo fratelli e sorelle. E questo mi rivela l'origine di un mondo nuovo in cui non è possibile perdersi in una confusione indi erenziata, ma piuttosto mi mostra il legame di grazia e di responsabilità che mi lega a tutto ciò che è stato creato, no a poterlo chiamare - come ci ha profeticamente rivelato San Francesco e come oggi, ancora profeticamente, ci ricorda Papa Francesco - fratello e sorella1, “ n quando non saremo una cosa sola”2 in Lui.
Sia la FIGLIOLANZA che la FRATERNITÀ rivelano all'uomo la sua origine e il suo destino, la sua pienezza e quella di tutta la creazione, il destino ultimo della Vita data e senza ne. Il Figlio seduto sulle ginocchia della Madre ha illuminato il passaggio più oscuro dell'esistenza, il senso ultimo della Vita.
Questa Pasqua è la Pasqua della fraternità universale: ci è nato un glio, ci è stato dato un fratello! Sotto quest’ardente luminaria è possibile vedere un mondo tras gurato dalla Sua venuta, chiamato alla Comunione, in cui la fraternità universale è una realtà gioiosa, in cui le nostre relazioni si las- ciano alle spalle odio, violenza, soprusi, in cui i più bisognosi sono portati in braccio, protetti dalle intemperie e accolti in un luogo sicuro. Un mondo senza stranieri e senza esclusioni, senza ri uto e senza indi erenze mortali. Un mondo nuovo su cui lo Spirito si libra, benedicendolo di nuovo.
Il sogno più grande di tutti, il più bello e il più buono, è quello che crede che questo non sia il sogno di pochi ma di tutti3, di tutta la creazione, il destino dell'universo, del mondo, dell'uomo... E non c'è altro compito che renderlo possibile: “Andate e fate lo stesso", come un giorno, ci dice Luca, un uomo inquieto udì dalle labbra di Gesù (Lc 10,37).
Davanti al Mistero del Figlio c'è Maria, Madre di Dio e Madre degli uomini, Vergine della Tene- rezza, della quale sappiamo anche noi stessi di essere gli e quindi anche attraverso di lei, fratelli e sorelle. Questo mondo ha una Madre!
Un glio è nato per noi dal fango della terra e dalle stelle del cielo. La voce del Padre si è fatta sentire su di lui, riconoscendolo come il Figlio prediletto. E tu, Maria, Madre di Dio e Madre nostra, lo hai accolto nel tuo grembo, lo hai allattato con tenerezza e ce lo hai presentato, seduto in ginocchio sul Trono di Grazia, tutti noi, suoi fratelli. “Questo è il mio Figlio, l’Amato”. Anche in Lui siamo gli tuoi, Madre.4
Buona “Pasqua” di Natale a tutti voi!
M. Prado
Presidente federale
Federazione della Conversione di Sant'Agostino
------------------------------------------------------------------------
1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCESCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCESCO, Angelus Solennità della Madre di Dio, 1 de Enero de 2017.
WENN WIR SÖHNE UND TÖCHTER SIND, DANN AUCH BRÜDER ...
WENN WIR SÖHNE UND TÖCHTER SIND,
DANN AUCH BRÜDER UND SCHWESTERN
Im Zeichen der Geschwisterlichkeit
Weihnachten 2020
DANN AUCH BRÜDER UND SCHWESTERN
Im Zeichen der Geschwisterlichkeit
Weihnachten 2020
Ein neugeborenes Kind, in den Armen einer Mutter. Der Kleine ruht auf den Knien, schlafend, und gibt sich ganz in die Hände von uns Männern und Frauen. Maria hält den Sohn Gottes. Er ist ein Sohn, der vom ersten Augenblick seines Lebens an den Menschen übergeben ist. Dies ist das Symbol einer göttlichen und menschlichen Gabe, an den Vater und an die Menschheit. Noch nie waren Himmel und Erde so tief miteinander verbunden. "Die Himmel rühmen die Ehre Gottes. Eine Nacht flüstert es der anderen zu" (Ps 19). Dieses göttliche Licht leuchtete einst auf dieser Erde, bis es sie für immer verwandelte und die Nacht erhellte. Ein Vorher und Nachher. Wir gingen in der Finsternis und ein Licht leuchtete uns auf. Welches Licht leuchtet weiterhin für den Menschen?
Was ist das für ein Licht, das unsere ruhelose Menschheit erleuchtete?
JESUS, DER SOHN
Als ich den Sohn betrachte, verstand ich, wo mein Ursprung ist. Alles ist unter dem Zeichen der
KINDSCHAFT geschaffen worden, die zur reinen Theophanie wird! Sein bedeutet, geschaffen worden zu sein, geboren worden zu sein, einen Ursprung, einen Vater zu haben. Ich bin eine Tochter, weil Gott, der Vater, wollte, dass ich existiere. Diese willentliche Kindschaft besiegelt den Kosmos, das Universum, die Welt, die Wesen, den Menschen. Es ist die erleuchtete Eingebung des hl. Franziskus: eine Welt zu sehen, die aus der Hand desselben Vaters kommt, bis zu dem Punkt, dass alles, was unsere Augen zu sehen vermögen, mit einem klaren und gewaltigen Wort bezeichnet wird: Bruder, Schwester. Der Himmel, die Erde, das Licht, der Regen, die Tiere, die Vögel, der Mensch... der Tod... Auf den Sohn schauen heißt, den Vater erkennen, den Vater von allem und jedem. Vor Ihm, dem Vater, legt man alle seine Titel ab, alle überflüssigen Schichten, steht da wie bei einer neuen Geburt aus Wasser und Geist, mit der Nacktheit eines Neugeborenen, bekleidet mit dem Weiß des ersten Lichtes. In der ganzen Schrift wird es keine lebendigere Explosion der Zärtlichkeit geben, als Gott "Abba, Vater" nennen zu können und uns so als Söhne und Töchter zu erkennen, denn das sind wir! (vgl. 1. Joh. 3,1). Diese unsere Welt hat einen Vater und in Ihm habe ich meinen Ursprung. An die Schöpfung zu glauben bedeutet zu wissen, dass wir mit diesem Ursprung verbunden sind, durch das Band der Kindschaft, im Schutz seiner Fürsorge, im Bewusstsein, das zu sein, wozu ich geschaffen wurde.
Es ist Jesus, der erstgeborene Sohn, der einzige Sohn, der gezeugt und nicht geschaffen wurde, der uns das größte Geschenk offenbart, das mit dem Leben verbunden ist: die Kindschaft. Denn in ihm, im Sohn, wird uns der Vater offenbart. Durch Jesus sind wir Söhne und Töchter im Sohn (Gal 4,4-7). Mit Ihm werden wir geboren, werden wir neu geboren, wie Er, aus dem Wasser und dem
Geist. Dies ist die Kindschaft, die wir in der Taufe empfangen. Wir sind aus dem Fluss geboren, aus dem schlammigen Wasser einer Quelle dieser Erde und aus dem klaren Wasser der Quellen des Lebens, und aus dem Geist, und über uns erkennt uns auch die Stimme des Vaters und nennt uns Söhne und Töchter. Wir leben in der besten Kindschaft, der, die uns ausmacht, der ursprünglichen, der Bindung, die über Fleisch und Blut hinausgeht, der geistigen Bindung, weil der Geist lebt, weht, in dieser Beziehung, in der wir sind, uns bewegen und existieren! (Apg 17, 28) Wenn du das Geheimnis Seiner Geburt betrachtest, juble vor Freude, denn mit Ihm wirst du als Sohn und Tochter geboren.
JESUS, BRUDER
Betrachten wir noch einmal die Mutter und den Sohn. Als Christus durch die heilige Pforte, die Maria ist, in den einen Leib der Menschheit eintritt, der der Sünde unterworfen ist, besiegelt er ihn nicht nur mit der Kindschaft, sondern auch mit der Geschwisterlichkeit. Wenn alles unter dem Zeichen der KINDSCHAFT geschaffen wurde, dann ist alles dazu berufen, sich unter dem Zeichen Página 2 de 2der GESCHWISTERLICHKEIT zu offenbaren, die auch eine Theophanie ist! Wenn Söhne und Töchter, dann Brüder und Schwestern. Und dies offenbart mir den Ursprung einer neuen Welt, in der es nicht möglich ist, sich in einem undifferenzierten Durcheinander zu verlieren, sondern es zeigt mir das Band der Gnade und der Verantwortung, das mich mit allem Geschaffenen verbindet, bis ich es, wie es uns der heilige Franziskus prophetisch geoffenbart hat und wie es uns heute auch Papst Franziskus prophetisch in Erinnerung ruft, Bruder und Schwester 1 nennen kann, "bis
wir nur noch eins sind“ 2 in Ihm.
Sowohl die KINDSCHAFT als auch die GESCHWISTERLICHKEIT offenbaren dem Menschen
seinen Ursprung und seine Bestimmung, seine Fülle und die der ganzen Schöpfung, die endgültige Bestimmung des Lebens, das gegeben ist und kein Ende hat. Der Sohn, der auf dem Knie seiner Mutter sitzt, hat den dunkelsten Abschnitt der Existenz, den letzten Sinn des Lebens, erhellt.
Dieses Weihnachtsfest ist das Weihnachten der universellen Geschwisterlichkeit. Uns ist ein Sohn geboren! Uns ist ein Bruder geschenkt worden! Durch diesen glühenden Lichtstrahl hindurch ist es möglich, eine durch sein Kommen verklärte Welt zu sehen, die zur Gemeinschaft berufen ist, in der die universale Geschwisterlichkeit eine freudige Realität ist, in der unsere Beziehungen Hass, Gewalt und Misshandlung hinter sich gelassen haben, in der der Bedürftigste auf dem Rücken getragen und von drauβen hereingeholt und an einem sicheren Ort aufgenommen wird. Eine Welt ohne Befremdlichkeit und ohne Ausgrenzung, ohne Ablehnung und ohne tödliche Gleichgültigkeit.
Eine neue Welt, über die der Geist weht und sie von neuem segnet.
Der weitreichendste Traum von allen, der schönste und beste ist der, der glaubt, dass dies nicht der Traum einiger weniger ist, sondern der Traum aller 3 , der gesamten Schöpfung, das Schicksal des Universums, der Welt, des Menschen … Und somit gibt es keine andere Aufgabe, als dies zu ermöglichen. "Geh hin und handle ebenso", wie eines Tages, so berichtet uns Lukas, ein suchender Mann von den Lippen Jesu hörte (Lk 10,37).
Vor dem Geheimnis des Sohnes steht Maria, Mutter Gottes und Mutter der Menschen, Jungfrau der Zärtlichkeit, von der auch wir uns Kinder und damit auch durch sie Brüder und Schwestern wissen. Diese Welt hat eine Mutter! 4 Aus dem Lehm der Erde und den Funken des Himmels ist uns ein Sohn geboren worden. Die Stimme des Vaters ist über ihm erklungen und hat ihn als den geliebten Sohn erkannt. Und du, Maria, Mutter Gottes und unsere Mutter, hast ihn in deinem Schoß aufgenommen, du hast ihn zärtlich gestillt und du hast ihn uns, auf deinen Knien sitzend, auf dem Thron der Gnade, uns allen, seinen Brüdern und Schwestern, vorgestellt. "Dies ist mein geliebter Sohn." In ihm sind auch wir
deine Kinder, Mutter.
Frohe Weihnachten für Sie alle!
M. Prado
Präsidentin Föderation der Bekehrung des heiligen Augustinus.
------------------------------------------------
1 Hl. Johannes von Damaskus, De fide orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANZISKUS, Fratelli tutti, Nr. 6
2 Didache, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8
4 FRANZISKUS, Angelus Hochfest der Mutter Gottes, 1. Januar 2017.
Weihnachtsbrief 2020.docx
Abrir con
Página 2 de 2
HA GYERMEKEK, AKKOR TESTVÉREK
HA GYERMEKEK, AKKOR TESTVÉREK
A testvériség jegyében 2020 Karácsony ünnepén |
![]()
|
Újszülött az Anya karján. Térdén nyugszik a Kisded, alszik, ráhagyatkozik emberi-asszonyi kezünkre. Mária kezében tartja az Isten Fiát. Ez a Gyermek élete első pillanatától fogva emberkézre adatott. Az emberi és isteni odaadás képe, az Atyának, az emberiségnek. Soha nem volt ilyen testvéri közelben a föld és az ég. Az egek hirdetik Isten dicsőségét, az égbolt vallja kezének művét. A nap továbbadja a szót a másik napnak, az éj jelenti a hírt az éjnek. (19. Zsolt.) Ez az isteni fény egyetlen alkalommal világított itt a földön, egyszer s mindenkorra megváltoztatta, fellebbentette az Éjszaka fátylát. Van, ami előtte volt, s van, ami utána. Sötét tájkon jártunk és egyszerre fény támadt nekünk. Milyen világosság maradt fénylőn az ember számára? Milyen Fény világított rá nyugtalan emberségünkre?
JÉZUS, A GYERMEK
A Gyermeket szemlélve megértem, mi az eredetem. Minden a GYERMEKSÉG jegyében teremtetett, s ez tiszta teofánia! A lét teremtett mivoltot jelent, születést, eredetet, Atyát. Gyermek vagyok, mert az Atya Isten akarta, hogy legyek. Ez a gyermekké tevő akarat rányomta bélyegét a kozmoszra, a világmindenségre, a világra, a létezőkre, az emberre. Szt. Ferenc megérzése világított rá, ahogy a világot az Atya kezéből látta megszületni, hogy mindent, amit a szem lát, egyetlen markáns és túlzó szóval illet: testvér, nővér. Az egeket, a földet, a fényt, az esőt, az állatokat, a madarakat, az embert... a halált... A Gyermeket látva felismerjük az Atyát, mindenek és mindannyiunk Atyját. Előtte, az Atya előtt, lehullik rólunk minden cím, minden felesleges mez, s mint a vízből és lélekből való újjászületéskor, az újszülött mezíteleneségében, a hajnal fehérségében tűnünk fel. Az Írásokban nincs elevenebb, harsogóbb gyengédség, mint hogy az Istent Abba-nak, Atyá-nak szólíthatjuk, s hogy gyermeknek tarthtjuk magunkat, mert azok is vagyunk (1 Jn 3,1). Ennek a világnak van Atyja, s az én eredetem Őbenne van.
A teremtésbe vetett hit ehhez az eredethez való kötődést tud magáénak, gyermeki kötelékkel, a gondoskodás védőszárnya alatt, szem előtt tartja hogy azzá váljunk, aminek teremtettünk.
Jézus, az egyszülött Fiú, egyedüli Gyermek, született, de nem teremtmény, az emberi élettel járó legnagyobb ajándékot, a gyermekséget nyilatkoztatja ki. Őbenne, a Fiúban nyilatkozik meg számunkra az Atya. Jézus által ak vagyunk a Fiúban (Gal 4, 4-7). Vele születünk, s akárcsak Ő, újjászületünk Vízből és Lélekből. Ez a keresztségben kapott gyermekség. A folyóból születünk, a föld iszapos forrásából, és a z Élő Forrás tiszta vizéből, és a Lélekből. Felettünk is megszólal az Atya hangja és elismer, gyermekének hív bennünket. A legjobb gyermekségben élünk, ez az osztályrészünk, eredetünk. Ez a kötelék túllépi a test- ill. vér szerinti kapcsolatot. Lelki kötelék, mert a Lélek él, szabadon száll ebben kapcsolatban, amelyben élünk, mozgunk és létezünk (Apcsel. 17,28).
Amikor Születésének titkát szemléled, ujjongj, mert Vele te is megszületsz, mint Gyermek.
JÉZUS, A TESTVÉR
Fordítsuk szemünket az Anyára és a Fiúra. Amikor Krisztus magára ölti a bűntől sebzett Emberi Testet, a szent kapu, Mária, nemcsak a gyermekség, hanem a TESTVÉRISÉG jegyével is megjelöl. Minden a gyermekség jegyében teremtetett, és minden a testvériség jegyében nyilvánul meg - ez is teofánia! Ha gyermekek, akkor testvérek is vagyunk. Ez számomra az új világ eredetét mutatja, amelyben nem veszhetünk el a közömbösség zűrzavarában, hanem a kegyelem és a felelősség köteléke fűz minden teremtményhez, olyannyira, hogy – ahogy Szt. Ferenc prófétálva mondta, s ma Ferenc pápa, szintén prófétai szóval – vérnek és nővérnek szólít mindent, amíg végül “mindannyian eggyé válunk Őbenne”.
A gyermekség és a testvériség kinyilatkoztatja az ember és minden teremtmény eredetét és célját, a kiteljesedést, az átadott és véget nem érő Élet végső célját. Az Anya térdén ülő Gyermek megvilágítja a lét legsötétebb szakaszát, az Élet végső értelmét.
Ez az ünnep az egyetemes testvériség Ünnepe. Fiú született nekünk! Testvér adatott nekünk! E Világosság fényében meglátjuk, hogy eljövetele átformálja az Egységre hivatott világot, melyben a testvériség áldott valóság, kapcsolataink kizárták a gyűlöletet, az erőszakot, a zaklatást; amelyben a rászolrulót felkaroljuk, vállunkra vesszük, felszedjük a nyílt színről és biztonságos helyen befogadjuk. E világban nincs többé idegenség, kizárás, elutasítás, sem halálos közöny. Új világ, amelyben a Lélek újra szárnyal és megáld.
Mindannyiunk leghőbb vágya, legdédelgetettebb álma, hogy ez ne csak kevesek álma legyen, hanem mindenkié, az egész teremtett világé; az ember, a világ, a világmindenség céja. S akkor nincs más dolgunk, mint ezt lehetővé tenni. “Menj, és tégy te is hasonlóképp!”, mint ahogy egy nap – Szt. Lukács elmondása szerint – Jézus ajkáról hallotta egy nyugtalan szívű ember (Lk 10, 37).
A Gyermek titka előtt ott van Mária, az Istenanya, az emberek anyja, Gyengéd Szűz, akinek mi is gyermekei vagyunk, s így általa, testvérek is. E világnak van Édesanyja!
Fiú született nekünk a föld méhéből, s az ég sziporkáiból. Felette hangzott el az Atya szava, szeretett Fiának ismerve el Őt. És Te, Mária, Isten es mindannayiunk Anyja, befogadtad Őt méhedbe, gyengéden szoptattad, és térdeden, a Kegyelem Trónusán ülve bemutattad Őt nekünk, mindannyiunknak, a testvéreinek. “Ez az én szeretett Fiam”. Őbenne mi is gyermekeid vagyunk, Mária, égi Édesanyánk.
Áldott Karácsonyt mindannyiotoknak!
M. Prado
Szt. Ágoston Megtérése Föderáció
--------------
1 S. JUAN DAMASCENO, De de orthodoxa I, 8A: PG 94,829; FRANCISCO, Fratelli tutti, n. 6. 2 Didaché, 9, 1-4.
3 Fratelli tutti, 8.
4 FRANCISCO, Angelus Solemnidad de la Madre de Dios, 1 de Enero de 2017.
Jeśli dzieci, to bracia
Jeśli dzieci, to bracia
Pod znakiem braterstwa
Pascha Narodzenia Pańskiego 2020
Pod znakiem braterstwa
Pascha Narodzenia Pańskiego 2020
Noworodek w ramionach matki. Mały leży na kolanach, śpi, pozostawiony w naszych rękach
kobiet i mężczyzn. Maryja podtrzymuje Syna Bożego. To Syn oddany ludziom od pierwszej
chwili swojego życia. To jest ikona boskiej i ludzkiej darowizny dla Ojca i dla ludzkości. Nigdy
nie zbratały się tak głęboko ziemia i niebo. „Niebiosa głoszą chwałę Boga. Noc nocy przekazuje
wiadomość” (Ps 19). To boskie światło jeden raz zajaśniało na tej ziemi aż przemieniło ją na
zawsze i objaśniło Noc. Punkt zwrotny. Szliśmy przez krainy ciemności i zajaśniało dla nas
światło. Cóż za Światło zapaliło się dla człowieka? Cóż za Światło oświetliło naszą niespokojną
ludzkość?
JEZUS, SYN
Wpatrując się w Syna zrozumiałam jakie jest moje pochodzenie. Wszystko zostało stworzone pod znakiem DZIECIĘCTWA, która staje się czystą teofanią, Bożym objawieniem. Być oznacza być stworzonym, narodzić się, mieć początek, pochodzenie, Ojca. Jestem córką, bo Bóg Ojciec zechciał, abym nią była. Ta wola dziecięctwa naznacza kosmos, wszechświat, świat, istoty, człowieka. Oto światła intuicja św. Franciszka: patrzeć na świat, który wyszedł spod ręki samego Ojca do tego stopnia, że wszystko to co nasze oczy są w stanie zobaczyć, nazywa się wymownym i przesadnym słowem: brat, siostra. Niebiosa, ziemia, światło, deszcz, zwierzęta, ptaki, człowiek...śmierć... Patrzeć na Syna to poznać Ojca, Ojca wszystkiego i wszystkich. Przed Nim, Ojcem, każdy porzuca swoje tytuły, swoją zbędną skórę, podnosi się jak w czasie nowego narodzenia z wody i z ducha, z nagością noworodka ubranego w biel pierwszego światła. Nie ma w całym Piśmie większej eksplozji czułości niż możliwość wołania do Boga „Abba, Ojcze” i rozpoznania siebie jako dzieci „rzeczywiście nimi jesteśmy!” (por. 1 J 3,1). Ten nasz świat ma Ojca i w Nim mam swój początek. Wiara w Stworzenie to wiedzieć, że jest się związanym z tym początkiem więzią dziecięctwa, być pod jego opieką i ochroną, skupić uwagę na tym, aby być tym do czego zostałem stworzony.
To jest Jezus, Syn pierworodny, Jedyny Syn, zrodzony nie stworzony, ten, który nam objawia
największy dar związany z darem życia: dziecięctwo. Ponieważ to w Nim, w Synu objawia się nam Ojciec. Przez Jezusa jesteśmy synami w Synu (Ga 4, 4-7) Razem z Nim rodzimy się my,
rodzimy się na nowo, jak On, z Wody i z Ducha. To jest dziecięctwo otrzymane na Chrzcie.
Rodzimy się z rzeki, z błotnistych wód ze źródła tej ziemi i z czystych wód ze Źródła Życia, i z Ducha, i także nad nami, Głos Ojca nas rozpoznaje i nazywa nas dziećmi. Żyjemy wewnątrz najwspanialszego dziecięctwa, które nas konstytuuje, tego najbardziej pierwotnego, tej więzi, która wykracza poza ciało i krew, więzi duchowej, ponieważ Duch żyje, krąży w tej relacji, w której żyjemy, poruszamy się i jesteśmy! (Dz 17, 28)
Kiedy będziesz kontemplować Tajemnicą Jego Narodzenia, rozpromień się radością, bo razem z Nim rodzisz się i Ty, jako syn albo córka.
JEZUS BRAT
Powróćmy do konteplacji Matki i Syna. Kiedy Chrystus wchodzi w jedyne ciało ludzkości, poddane grzechowi, przez świętą Bramę, którą jest Maryja, nie tylko naznacza je przez dziecięctwo ale także przez Braterstwo. Jeśli wszystko zostało stworzone pod znakiem DZIECIĘCTWA, to wszystko jest powołane do udwidocznienia sie POD ZNAKIEM BRATERSTWA, które również jest teofanią. Jeśli dzieci, to bracia. Objawia mi to początek nowego świata, w którym nie jest możliwe zagubienie się w niezróżnicowanym zamęcie, ale pokazuje mi więź łaski i odpowiedzialności, która łączy mnie ze wszystkim co stworzone, aż będę potrafiła nazwać je brat i siostra, tak jak wyraził to proroczo św. Franciszek i jak dzisiaj, także proroczo, przypomina nam papież Franciszek, „dopóki w Nim nie stworzymy jedności”.
Zarówno DZIECIĘCTWO jak i BRATERSTWO objawiają człowiekowi jego pochodzenie i jego przeznaczenie, jego pełnię i wszystkiego co stworzone, ostateczne przeznaczenie nieskończonego i ofiarowanego Życia. Syn siedzący na kolanach swojej Matki objaśnił najciemniszy fragment istnienia, ostateczny sens Życia.
Ta Pascha to Pascha powszechnego braterstwa. Narodził się nam Syn! Brat został nam dany!
Pod tą ognistą Lampą jest możliwe patrzenie na świat przemieniony przez Jego przyjście,
powołany do Komunii, w której powszechne braterstwo to szczęśliwa rzeczywistość, w której nasze relacje zostawiły za sobą nienawiść, przemoc, maltretowanie, w której najbardziej potrzebujący jest niesiony na plecach, zebrany z peryferii i przygarnięty w bezpiecznym miejscu. Świat bez obcości i bez wykluczeń, bez odrzucenia i bez śmiertelnej obojętności. Nowy świat nad którym unosi się Duch, na nowo mu błogosławiąc.
Największym marzeniem ze wszystkich, najpiękniejszym i najlepszym jest to, które wierzy, że to nie jest marzenie nielicznych, ale marzenie wszystkich, wszystkiego co stworzone, przeznaczenie wszechświata, świata, człowieka...I jedyne zadanie to uczynienie go możliwym.
„Idź, i ty czyń podobnie!”, tak jak pewnego dnia, jak opowiada nam Łukasz, pewien dociekliwy człowiek usłyszał z ust Jezusa (Łk 10,37).
Wobec Tajemnicy Syna stoi Maryja, Matka Boga i matka ludzi, Dziewica pełna czułości, której
także uważamy się dziećmi, i dlatego też, również dzięki Niej, braćmi. Ten świat ma Matkę!
Narodził się nam Syn z błota ziemi i blasku nieba. Nad Nim usłyszano głos Ojca, który rozpoznał Go jako umiłowanego Syna. A Ty, Maryjo, Matko Boga i nasza Matko, przyjęłaś Go do swojego łona, wykarmiłaś go z czułością i przedstawiłaś go, siedzącego na Twoich kolanach, na Tronie Łaski, nam wszystkim, jego braciom. „To jest mój Syn umiłowany”. Matko, w Nim również i my jesteśmy Twoimi dziećmi.
Wesołej Paschy Bożego Narodzenia dla wszystkich!
M. Prado
Przewodnicząca Federacji Nawrócenia świętego Augustyna, OSA
Este hermoso verbo femenino, verbo de la Vida porque eso es la vida, puro y continuo engendramiento. Es concebir: poseer un espacio de acogida en la propia carne y recibir en él, contener a lo que en él se deposita. Es la recipiencia del amor materno antes de dar a luz.
Ese es el verdadero icono del Adviento y queda en María recogido.
Os propongo tres imágenes mariales que nos pueden ayudar a vivir este misterio de espera, de conversión, de recipiencia del Señor que viene:
la Anunciación
la Visitación
La Virgen Tejedora
Son tres iconos de Marko Rupnik que nos pueden acompañar en este camino que estamos a punto de iniciar
Ese es el verdadero icono del Adviento y queda en María recogido.
Os propongo tres imágenes mariales que nos pueden ayudar a vivir este misterio de espera, de conversión, de recipiencia del Señor que viene:
la Anunciación
la Visitación
La Virgen Tejedora
Son tres iconos de Marko Rupnik que nos pueden acompañar en este camino que estamos a punto de iniciar
Somos seres visitados
La primera visita la inaugura la anunciación a María por parte del ángel. Dios ha visitado a María y Ella le ha reconocido y acogido. La redención se inicia con una visita. Dios anuncia que vendrá y nosotros le esperamos. Por eso, lo anterior a la Encarnación y el Nacimiento del Señor es un largo Adviento, una larga espera.
|
Dios se hace reconocer en su visita.
Lo mismo va a suceder en la Visitación. Será reconocida la Madre y será reconocido el Hijo: a la Madre de Dios la reconocerá la Madre del mayor nacido de mujer. Al Hijo de Dios le reconocerá el hijo.
Comentando el icono de M. Rupnik vemos que en el encuentro entre las dos mujeres, María tiene en el pecho la Palabra de Dios, que es «lámpara para sus pasos, luz en su sendero» (Sal 118), e Isabel, en señal de acogida, abre el manto. Al ver a María, el niño de Isabel salta de alegría. Los dos niños se reconocen antes que sus madres, que también eran primas, a través del velo de la carne. El hijo prometido a Israel estéril reconoce visceralmente su realización, el Antiguo Testamento acoge el Nuevo y el Nuevo —María— recurre al Antiguo para comprender el regalo que lleva en sí. Los dos testamentos dialogan y se reconocen el uno en el otro y se acogen mutuamente. La Palabra así no se quiebra sino que tiene continuidad. La promesa se hace realidad. La tierra prometida es tierra pisada ya por Dios y por el hombre.
Himno
María, nube llena de vida, se levantó y fue a apagar la sed de la tierra sedienta (es decir, Isabel) y a hacerla fructificar.
El Rey se sentó en su carro lleno de majestad para ir con prontitud a visitar a su siervo.
La joven susurró al oído de la anciana. Su palabra se deslizó por él y despertó al Predicador de la Verdad.
Un salto se apoderó de él, preso de alegría, como David, el hijo de Jesé,
que danzó ante el arca.
En el sexto mes, cuando las almas de los niños callan todavía,
Juan danzó con gran júbilo en el seno de su madre.
Oyó que aquel que moraba en el vientre como un hijo de hombre era su Señor y le ofreció la adoración debida a la divinidad.
Gloria al Padre que envió a su Hijo para nuestra salvación;
adoración al Hijo que en su providencia visitó a su siervo;
agradecimiento al Espíritu, por medio del cual el niño en el vientre
saltó en la presencia de su Señor
y fue llenado de alegría y de alegría intensa».
(LITURGIA SIRO-ANTIOQUENA, Fiesta de la Visitación de María a Isabel: Fenqitho II, 181).
Lo mismo va a suceder en la Visitación. Será reconocida la Madre y será reconocido el Hijo: a la Madre de Dios la reconocerá la Madre del mayor nacido de mujer. Al Hijo de Dios le reconocerá el hijo.
Comentando el icono de M. Rupnik vemos que en el encuentro entre las dos mujeres, María tiene en el pecho la Palabra de Dios, que es «lámpara para sus pasos, luz en su sendero» (Sal 118), e Isabel, en señal de acogida, abre el manto. Al ver a María, el niño de Isabel salta de alegría. Los dos niños se reconocen antes que sus madres, que también eran primas, a través del velo de la carne. El hijo prometido a Israel estéril reconoce visceralmente su realización, el Antiguo Testamento acoge el Nuevo y el Nuevo —María— recurre al Antiguo para comprender el regalo que lleva en sí. Los dos testamentos dialogan y se reconocen el uno en el otro y se acogen mutuamente. La Palabra así no se quiebra sino que tiene continuidad. La promesa se hace realidad. La tierra prometida es tierra pisada ya por Dios y por el hombre.
Himno
María, nube llena de vida, se levantó y fue a apagar la sed de la tierra sedienta (es decir, Isabel) y a hacerla fructificar.
El Rey se sentó en su carro lleno de majestad para ir con prontitud a visitar a su siervo.
La joven susurró al oído de la anciana. Su palabra se deslizó por él y despertó al Predicador de la Verdad.
Un salto se apoderó de él, preso de alegría, como David, el hijo de Jesé,
que danzó ante el arca.
En el sexto mes, cuando las almas de los niños callan todavía,
Juan danzó con gran júbilo en el seno de su madre.
Oyó que aquel que moraba en el vientre como un hijo de hombre era su Señor y le ofreció la adoración debida a la divinidad.
Gloria al Padre que envió a su Hijo para nuestra salvación;
adoración al Hijo que en su providencia visitó a su siervo;
agradecimiento al Espíritu, por medio del cual el niño en el vientre
saltó en la presencia de su Señor
y fue llenado de alegría y de alegría intensa».
(LITURGIA SIRO-ANTIOQUENA, Fiesta de la Visitación de María a Isabel: Fenqitho II, 181).
Haz clic aquí para editar.
Y EL ÁNGEL LA DEJÓ
2) «Y el ángel la dejó»
Lucas concluye la anunciación con estas palabras en las que deja a María no sola sino ya grávida. Ya no es necesario el mensajero, el ángel. María ha abierto el seno a Dios con su Fiat. Es la apertura total, la recipiencia de la humanidad, cerrada por el pecado, que se hace continente en Ella. María abraza a la Palabra, la come, la rumia, entra en sus entrañas para fecundarla.
|
El icono de M. Rupnik habla de esta escena evangélica: el ángel acaba de partir, dejando a la Virgen en una actitud de total apertura ante el rollo de la Palabra, que, acogido por ella con un abrazo, la atraviesa totalmente. María se queda sola, pero esa soledad da lugar cada vez más a una presencia, a la Palabra a la cual se ha entregado y que ahora habita en su seno. María acoge al Verbo apoyando su rostro con ternura sobre el rollo.
Para todas nosotras esta es una llamada, una vocación: la de acoger al Señor, el Verbo, dentro de nosotras, hasta engendrarlo cada día dentro de nosotras y en el mundo, a nuestro alrededor.
Himno
«Mi boca no sabe cómo llamarte
oh hijo del Viviente. Si me atrevo a llamarte
hijo de José tiemblo,
porque tú no eres semilla suya. Pero de negar su nombre
tengo miedo, porque es a él a quien he sido dada como esposa.
Aunque seas Hijo del Uno, te llamaré
hijo de muchos porque no son suficientes para ti
miles de nombres: tú eres Hijo de Dios
pero también hijo del hombre, e hijo de José,
hijo de David e hijo de María.
¿Quién ha hecho, al que no tiene lengua,
Señor de las lenguas? Debido a tu concepción pura
me calumnian los malvados. Sé tú, oh santo,
el defensor de tu madre. Muestra prodigios
que les persuadan sobre el origen de tu concepción.
Por tu causa me odian todos,
oh tú que amas a todos. Soy perseguida
por haber concebido y dado a luz al único refugio
de los hombres. Que se alegre Adán
porque eres la llave del paraíso.
Se estremece el mar contra tu madre,
como contra Jonás. Herodes,
como un ola furiosa, quiere ahogar
al Señor de los mares. ¿A dónde debo huir?
Enséñamelo tú, oh maestro de tu madre.
Huiré contigo para obtener la vida,
por medio de ti, en todo lugar. Contigo la fosa
ya no es una fosa, porque en ti se sube
al cielo. Contigo el sepulcro
ya no es sepulcro, porque tú eres también la
resurrección»
(De San Efrén el Sirio, Himnos sobre la Natividad, 6,1-6).
Para todas nosotras esta es una llamada, una vocación: la de acoger al Señor, el Verbo, dentro de nosotras, hasta engendrarlo cada día dentro de nosotras y en el mundo, a nuestro alrededor.
Himno
«Mi boca no sabe cómo llamarte
oh hijo del Viviente. Si me atrevo a llamarte
hijo de José tiemblo,
porque tú no eres semilla suya. Pero de negar su nombre
tengo miedo, porque es a él a quien he sido dada como esposa.
Aunque seas Hijo del Uno, te llamaré
hijo de muchos porque no son suficientes para ti
miles de nombres: tú eres Hijo de Dios
pero también hijo del hombre, e hijo de José,
hijo de David e hijo de María.
¿Quién ha hecho, al que no tiene lengua,
Señor de las lenguas? Debido a tu concepción pura
me calumnian los malvados. Sé tú, oh santo,
el defensor de tu madre. Muestra prodigios
que les persuadan sobre el origen de tu concepción.
Por tu causa me odian todos,
oh tú que amas a todos. Soy perseguida
por haber concebido y dado a luz al único refugio
de los hombres. Que se alegre Adán
porque eres la llave del paraíso.
Se estremece el mar contra tu madre,
como contra Jonás. Herodes,
como un ola furiosa, quiere ahogar
al Señor de los mares. ¿A dónde debo huir?
Enséñamelo tú, oh maestro de tu madre.
Huiré contigo para obtener la vida,
por medio de ti, en todo lugar. Contigo la fosa
ya no es una fosa, porque en ti se sube
al cielo. Contigo el sepulcro
ya no es sepulcro, porque tú eres también la
resurrección»
(De San Efrén el Sirio, Himnos sobre la Natividad, 6,1-6).
LA TEJEDORA
“1Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.2 En el medio de la plaza de ella, y de la una y de la otra parte del río, estaba el árbol de la vida, que lleva doce frutos, dando cada mes su fruto: y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.3 Y no habrá más maldición; sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán.4 Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes.5 Y allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre de sol: porque el Señor Dios los alumbrará: y reinarán para siempre jamás.6 Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor Dios de los santos profetas ha enviado su ángel, para mostrar á sus siervos las cosas que es necesario que sean hechas presto.7 Y he aquí, vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”.
En este mural vemos los personajes propios del Adviento: Juan y María. El Cordero no es el Niño que va a nacer sino el Cordero Pascual, el Hijo que ya ha sido inmolado y que está en el trono de David, su Padre, en el trono del Padre celeste. Es un Cordero Pascual, de gran cabeza, el Cristo, de Cuerpo menudo, la Iglesia; es un Cordero que tiene algo de infantil, de pequeñez y de debilidad; ha sido degollado y vive, sostiene el rollo de la Palabra que no pasa, Él es el Alfa y la Omega, el origen y el fin. El pequeño Cordero al que María arropa con su carne y al que Ella ha dado un cuerpo, una humanidad, tejiéndolo en el suyo propio. Por eso, os propongo esta imagen bellísima de María, la tejedora.
«Tejedora» es un antiguo título mariano de las Iglesias siríacas. María tiene en la mano el ovillo con el que teje un cuerpo al Verbo. Cristo recibe de ella el vestido del cuerpo, es decir, la humanidad.
María, a su vez, gracias al Verbo que la habita, viste ese traje de gloria que era propio de Adán y de Eva en el paraíso y del que ellos habían sido despojados por el engaño de la serpiente, debiendo luego contentarse con las hojas de higuera, vestimenta extraña que es signo del pecado y de la desnudez de la humanidad.
Todas somos, como María, TEJEDORAS de la vida, de la Vida de Dios en nosotras. Nuestro Sí es un compromiso que me lleva a acoger pasivamente la Vida de Dios en mí y poner todo de mi parte, activamente, para hacerlo posible y que el Reino de Dios esté presente en el mundo.
Himno
«El Hijo del Altísimo vino y habitó en mí,
y yo me convertí en su madre. Como yo le di el nacimiento
—su segundo nacimiento— también él me dio el nacimiento a mí
una segunda vez. Él vistió el traje de su madre:
su cuerpo; yo me vestí de su gloria»
(San Efrén el Sirio, Himnos sobre Natividad, 16,11).
En este mural vemos los personajes propios del Adviento: Juan y María. El Cordero no es el Niño que va a nacer sino el Cordero Pascual, el Hijo que ya ha sido inmolado y que está en el trono de David, su Padre, en el trono del Padre celeste. Es un Cordero Pascual, de gran cabeza, el Cristo, de Cuerpo menudo, la Iglesia; es un Cordero que tiene algo de infantil, de pequeñez y de debilidad; ha sido degollado y vive, sostiene el rollo de la Palabra que no pasa, Él es el Alfa y la Omega, el origen y el fin. El pequeño Cordero al que María arropa con su carne y al que Ella ha dado un cuerpo, una humanidad, tejiéndolo en el suyo propio. Por eso, os propongo esta imagen bellísima de María, la tejedora.
«Tejedora» es un antiguo título mariano de las Iglesias siríacas. María tiene en la mano el ovillo con el que teje un cuerpo al Verbo. Cristo recibe de ella el vestido del cuerpo, es decir, la humanidad.
María, a su vez, gracias al Verbo que la habita, viste ese traje de gloria que era propio de Adán y de Eva en el paraíso y del que ellos habían sido despojados por el engaño de la serpiente, debiendo luego contentarse con las hojas de higuera, vestimenta extraña que es signo del pecado y de la desnudez de la humanidad.
Todas somos, como María, TEJEDORAS de la vida, de la Vida de Dios en nosotras. Nuestro Sí es un compromiso que me lleva a acoger pasivamente la Vida de Dios en mí y poner todo de mi parte, activamente, para hacerlo posible y que el Reino de Dios esté presente en el mundo.
Himno
«El Hijo del Altísimo vino y habitó en mí,
y yo me convertí en su madre. Como yo le di el nacimiento
—su segundo nacimiento— también él me dio el nacimiento a mí
una segunda vez. Él vistió el traje de su madre:
su cuerpo; yo me vestí de su gloria»
(San Efrén el Sirio, Himnos sobre Natividad, 16,11).
Domingo de la Alegría. Nuestra hermana Jenny Arana, de Lima, Perú, profesó en nuestro Monasterio. En este tiempo de dificultad sanitaria y de tantos momentos difíciles, tenemos la GRACIA de celebrar la entrega de la vida en la forma concreta de los Consejos Evangélicos profesados públicamente en la Iglesia. |
Fotos
Ceremonia
EL TIEMPO EN EL QUE UNA VOZ CLAMA EN EL DESIERTO. JUAN. La llamada a la conversión. Este será el ADVIENTO DEL CAMBIO, DE LA CONVERSIÓN A AQUÉL QUE DIJO QUE TODO LO HACÍA NUEVO. En este tiempo la voz de Juan se oye también como EL GRITO PROFÉTICO para este mundo, el que nos despierta porque esto es precisamente lo que va a suceder en breve, lo que ya está sucediendo: que ESTAMOS DESPERTANDO A UN MUNDO DISTINTO. ¿Qué debemos hacer HOY para afrontar el MAÑANA que nos llega? Como cristianos, ¿Qué PASO DE VIDA es el que hoy debo dar? |
palabras del Pp. francisco - angelus del 2º Domingo de adviento...
(zenit – 6 dic. 2020)
Palabras antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Mc 1,1-8) presenta la figura y la obra de Juan el Bautista, que señaló a sus contemporáneos un itinerario de fe similar al que el Adviento nos propone a nosotros, que nos preparamos para recibir al Señor en Navidad. Este itinerario de fe es un itinerario de conversión. ¿Qué significa la palabra “conversión”? En la Biblia quiere decir, ante todo, cambiar de dirección y orientación; y, por tanto, cambiar nuestra manera de pensar. En la vida moral y espiritual, convertirse significa pasar del mal al bien, del pecado al amor de Dios. Esto es lo que enseñaba el Bautista, que en el desierto de Judea proclamaba “un bautismo de conversión para perdón de los pecados” (v. 4). Recibir el bautismo era un signo externo y visible de la conversión de quienes escuchaban su predicación y decidían hacer penitencia. Ese bautismo tenía lugar con la inmersión en el Jordán, en el agua, pero resultaba inútil, era solamente un signo y resultaba inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida.
La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas. El ejemplo de este desapego nos lo ofrece una vez más el Evangelio de hoy en la figura de Juan el Bautista: un hombre austero, que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial. Este es el primer aspecto de la conversión: desapego del pecado y de la mundanidad. Comenzar un camino de desapego hacia estas cosas.
El otro aspecto de la conversión es el fin del camino, es decir, la búsqueda de Dios y de su reino. Desapego de las cosas mundanas y búsqueda de Dios y de su reino. El abandono de las comodidades y la mentalidad mundana no es un fin en sí mismo, no es una ascesis solo para hacer penitencia; el cristiano no hace “el faquir”. Es otra cosa. El desapego no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más grande, es decir, el reino de Dios, la comunión con Dios, la amistad con Dios. Pero esto no es fácil, porque son muchas las ataduras que nos mantienen cerca del pecado, y no es fácil… La tentación siempre te tira hacia abajo, te abate, y así las ataduras que nos mantienen cercanos al pecado: inconstancia, desánimo, malicia, mal ambiente y malos ejemplos. A veces el impulso que sentimos hacia el Señor es demasiado débil y parece casi como si Dios callara; nos parecen lejanas e irreales sus promesas de consolación, como la imagen del pastor diligente y solícito, que resuena hoy en la lectura de Isaías (cf. Is 40,1.11). Y entonces sentimos la tentación de decir que es imposible convertirse de verdad. ¿Cuántas veces hemos sentido este desánimo? “¡No, no puedo hacerlo! Lo empiezo un poco y luego vuelvo atrás”. Y esto es malo. Pero es posible, es posible. Cuando tengas esa idea de desanimarte, no te quedes ahí, porque son arenas movedizas: son arenas movedizas: las arenas movedizas de una existencia mediocre. La mediocridad es esto. ¿Qué se puede hacer en estos casos, cuando quisieras seguir pero sientes que no puedes? En primer lugar, recordar que la conversión es una gracia: nadie puede convertirse con sus propias fuerzas. Es una gracia que te da el Señor, y que, por tanto, hay que pedir a Dios con fuerza, pedirle a Dios que nos convierta Él, que verdaderamente podamos convertirnos, en la medida en que nos abrimos a la belleza, la bondad, la ternura de Dios. Pensad en la ternura de Dios. Dios no es un padre terrible, un padre malo, no. Es tierno, nos ama tanto, como el Buen Pastor, que busca la última de su rebaño. Es amor, y la conversión es esto: una gracia de Dios. Tú empieza a caminar, porque es Él quien te mueve a caminar, y verás cómo llega. Reza, camina y siempre darás un paso adelante.
Que María Santísima, a quien pasado mañana celebraremos como la Inmaculada Concepción, nos ayude a desprendernos cada vez más del pecado y de la mundanidad, para abrirnos a Dios, a su palabra, a su amor que regenera y salva.
Palabras antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Mc 1,1-8) presenta la figura y la obra de Juan el Bautista, que señaló a sus contemporáneos un itinerario de fe similar al que el Adviento nos propone a nosotros, que nos preparamos para recibir al Señor en Navidad. Este itinerario de fe es un itinerario de conversión. ¿Qué significa la palabra “conversión”? En la Biblia quiere decir, ante todo, cambiar de dirección y orientación; y, por tanto, cambiar nuestra manera de pensar. En la vida moral y espiritual, convertirse significa pasar del mal al bien, del pecado al amor de Dios. Esto es lo que enseñaba el Bautista, que en el desierto de Judea proclamaba “un bautismo de conversión para perdón de los pecados” (v. 4). Recibir el bautismo era un signo externo y visible de la conversión de quienes escuchaban su predicación y decidían hacer penitencia. Ese bautismo tenía lugar con la inmersión en el Jordán, en el agua, pero resultaba inútil, era solamente un signo y resultaba inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida.
La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas. El ejemplo de este desapego nos lo ofrece una vez más el Evangelio de hoy en la figura de Juan el Bautista: un hombre austero, que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial. Este es el primer aspecto de la conversión: desapego del pecado y de la mundanidad. Comenzar un camino de desapego hacia estas cosas.
El otro aspecto de la conversión es el fin del camino, es decir, la búsqueda de Dios y de su reino. Desapego de las cosas mundanas y búsqueda de Dios y de su reino. El abandono de las comodidades y la mentalidad mundana no es un fin en sí mismo, no es una ascesis solo para hacer penitencia; el cristiano no hace “el faquir”. Es otra cosa. El desapego no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más grande, es decir, el reino de Dios, la comunión con Dios, la amistad con Dios. Pero esto no es fácil, porque son muchas las ataduras que nos mantienen cerca del pecado, y no es fácil… La tentación siempre te tira hacia abajo, te abate, y así las ataduras que nos mantienen cercanos al pecado: inconstancia, desánimo, malicia, mal ambiente y malos ejemplos. A veces el impulso que sentimos hacia el Señor es demasiado débil y parece casi como si Dios callara; nos parecen lejanas e irreales sus promesas de consolación, como la imagen del pastor diligente y solícito, que resuena hoy en la lectura de Isaías (cf. Is 40,1.11). Y entonces sentimos la tentación de decir que es imposible convertirse de verdad. ¿Cuántas veces hemos sentido este desánimo? “¡No, no puedo hacerlo! Lo empiezo un poco y luego vuelvo atrás”. Y esto es malo. Pero es posible, es posible. Cuando tengas esa idea de desanimarte, no te quedes ahí, porque son arenas movedizas: son arenas movedizas: las arenas movedizas de una existencia mediocre. La mediocridad es esto. ¿Qué se puede hacer en estos casos, cuando quisieras seguir pero sientes que no puedes? En primer lugar, recordar que la conversión es una gracia: nadie puede convertirse con sus propias fuerzas. Es una gracia que te da el Señor, y que, por tanto, hay que pedir a Dios con fuerza, pedirle a Dios que nos convierta Él, que verdaderamente podamos convertirnos, en la medida en que nos abrimos a la belleza, la bondad, la ternura de Dios. Pensad en la ternura de Dios. Dios no es un padre terrible, un padre malo, no. Es tierno, nos ama tanto, como el Buen Pastor, que busca la última de su rebaño. Es amor, y la conversión es esto: una gracia de Dios. Tú empieza a caminar, porque es Él quien te mueve a caminar, y verás cómo llega. Reza, camina y siempre darás un paso adelante.
Que María Santísima, a quien pasado mañana celebraremos como la Inmaculada Concepción, nos ayude a desprendernos cada vez más del pecado y de la mundanidad, para abrirnos a Dios, a su palabra, a su amor que regenera y salva.
Queridos amigos,
cerca de la Navidad, habrá una presencia de nuestra comunidad en Madrid, para vender algunos de los productos artesanales de nuestro trabajo manual.
Agradecemos de corazón el apoyo y la ayuda que siempre nos ofrecéis y contamos con vuestra colaboración de nuevo en esta ocasión. Por favor, invitad a todos los que podáis. Estamos preparando todo con mucho cariño y empeño.
Muy unidas y agradecidas, las hermanas del Monasterio de la Conversión.
¡Feliz Adviento!
VENTA DE ARTESANIA: 21, 22 y 23 de diciembre
De 10:00 a 19:00 h.
EN Calle Conde de Aranda, 20 - MADRID
(ESPACIO ENCUENTRO)
cerca de la Navidad, habrá una presencia de nuestra comunidad en Madrid, para vender algunos de los productos artesanales de nuestro trabajo manual.
Agradecemos de corazón el apoyo y la ayuda que siempre nos ofrecéis y contamos con vuestra colaboración de nuevo en esta ocasión. Por favor, invitad a todos los que podáis. Estamos preparando todo con mucho cariño y empeño.
Muy unidas y agradecidas, las hermanas del Monasterio de la Conversión.
¡Feliz Adviento!
VENTA DE ARTESANIA: 21, 22 y 23 de diciembre
De 10:00 a 19:00 h.
EN Calle Conde de Aranda, 20 - MADRID
(ESPACIO ENCUENTRO)
“Recibí la noticia como los demás, escuchando en directo el Ángelus del Papa el domingo 25 de octubre. ¡Si no fuera por el hecho de que llevo un apellido tan inconfundible en ese momento, habría pensado que era otra persona!”
"Quiero morir con el hábito franciscano:
cosa que difícilmente me habrían permitido hacer si hubiera sido obispo".
|
El cardenal Raniero Cantalamessa, pertenece a la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y ejerce como predicador de la Casa Pontificia desde 1980. Cuarenta años de dedicación a los Papas y a la Curia, durante los pontificados de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
Había pedido dos cosas al Papa y se las ha concedido:
1. No ser ordenado obispo.
2. Seguir vistiendo el hábito franciscano.
Las lecturas de este día, martes 1 de diciembre, me parecen muy acordes con la noticia compartida.
Había pedido dos cosas al Papa y se las ha concedido:
1. No ser ordenado obispo.
2. Seguir vistiendo el hábito franciscano.
Las lecturas de este día, martes 1 de diciembre, me parecen muy acordes con la noticia compartida.
LECTURAS DE HOY
Primera lecturaLectura del libro de Isaías (11,1-10):
AQUEL día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y entendimiento,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra;
pero golpeará al violento con la vara de su boca,
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero,
el leopardo se tumbará con el cabrito,
el ternero y el león pacerán juntos:
un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas;
el león como el buey, comerá paja.
El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente,
y el recién destetado extiende la mano
hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país del conocimiento del Señor,
como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé
será elevada como enseña de los pueblos:
se volverán hacia ella las naciones
y será gloriosa su morada.
Evangelio según san Lucas (10,21-24):
En aquella hora Jesús se lleno de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
AQUEL día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y entendimiento,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra;
pero golpeará al violento con la vara de su boca,
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero,
el leopardo se tumbará con el cabrito,
el ternero y el león pacerán juntos:
un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas;
el león como el buey, comerá paja.
El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente,
y el recién destetado extiende la mano
hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país del conocimiento del Señor,
como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé
será elevada como enseña de los pueblos:
se volverán hacia ella las naciones
y será gloriosa su morada.
Evangelio según san Lucas (10,21-24):
En aquella hora Jesús se lleno de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
"Dije en uno de mis primeros sermones en presencia de Juan Pablo II, que continuaba haciendo toda mi vida el humilde trabajo que hacía de niño: llevar agua a los segadores. Solamente cambiaron los segadores, que ahora eran los obreros de la viña del Señor, y el agua que llevo, que ahora es la Palabra de Dios.
Ahora, retirado al Eremo del Amor Misericordioso de Cittaducale desde hace unos seis años, el Señor me ha dado la oportunidad de estar, por así decirlo, junto al pozo, en la soledad del desierto, y por lo tanto puedo beber durante mucho tiempo, y no solo llevar de beber a los demás. También por esto me gustaría dar gracias a Dios."
Ahora, retirado al Eremo del Amor Misericordioso de Cittaducale desde hace unos seis años, el Señor me ha dado la oportunidad de estar, por así decirlo, junto al pozo, en la soledad del desierto, y por lo tanto puedo beber durante mucho tiempo, y no solo llevar de beber a los demás. También por esto me gustaría dar gracias a Dios."
(Cita tomada de Pablo Cervera, publicado en Religión en Libertad. ENTREVISTA COMPLETA [>>]
Queridos hermanos, empezamos un nuevo tiempo litúrgico: el Adviento.
Tenemos por delante cuatro semanas de preparación para la acogida del misterio de la Encarnación que se actualiza en nuestras vidas y para avivar en nosotros el deseo del encuentro definitivo con Cristo. Cada semana vamos a compartir con vosotros una propuesta, un paso de gracia, una actitud de apertura para vivir este tiempo de gracia en total escucha y atención al paso de Dios.
Tenemos por delante cuatro semanas de preparación para la acogida del misterio de la Encarnación que se actualiza en nuestras vidas y para avivar en nosotros el deseo del encuentro definitivo con Cristo. Cada semana vamos a compartir con vosotros una propuesta, un paso de gracia, una actitud de apertura para vivir este tiempo de gracia en total escucha y atención al paso de Dios.
1ª Semana. VELAD
Esta palabra hoy parece más urgente que nunca. Se nos pide poner atención a nuestro mundo. Nos hallamos ante un peligro de enorme magnitud y difícilmente controlable, ahora que se nos ha pedido frenar el ritmo que llevábamos, ahora que estamos confinados, recluidos, esta palabra nos indica cómo hemos de estar, cuál es la principal actividad que no podemos obviar ni despreciar porque algo está sucediendo que debemos comprender o debemos discernir para acometer el tiempo nuevo que vendrás.
Comenzamos el Adviento oyendo el grito de los pueblos heridos por la enfermedad y las catástrofes, la guerra y las migraciones en masa.
Más profundo que este grito de dolor es el silencio de los que ya han desesperado y viven anestesiados, en un grito silencioso.
Hay otro grito de petición de auxilio que expresa no solo el deseo de ser salvado de la catástrofe, sino que también revela la propia condición humana orientada al Otro del que espera ayuda y por eso levanta los ojos a lo alto desde la bajura de la propia historia hasta Aquél, el Señor, que le puede salvar. “El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”.
Reza con el salmo 120 y ponle rostro, nombre e historia. Alza el grito de dolor del mundo que sufre hacia Dios. ¡Ven, Señor Jesús!
Comenzamos el Adviento oyendo el grito de los pueblos heridos por la enfermedad y las catástrofes, la guerra y las migraciones en masa.
Más profundo que este grito de dolor es el silencio de los que ya han desesperado y viven anestesiados, en un grito silencioso.
Hay otro grito de petición de auxilio que expresa no solo el deseo de ser salvado de la catástrofe, sino que también revela la propia condición humana orientada al Otro del que espera ayuda y por eso levanta los ojos a lo alto desde la bajura de la propia historia hasta Aquél, el Señor, que le puede salvar. “El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”.
Reza con el salmo 120 y ponle rostro, nombre e historia. Alza el grito de dolor del mundo que sufre hacia Dios. ¡Ven, Señor Jesús!